28 de junio de 2011

Bienvenidos a Parque Colossa


PoderFriki.com, un blog más alla del tiempo y del espacio a cuyo creador le gustan los gatos, ha organizado un concurso literario de proporciones FANTABULOSAS. Para participar, solo hay que cumplir dos condiciones: los relatos deben tener entre 400 y 1.200 palabras y han de estar ambientados en la Isla de Colossa, donde, como ya deberíais saber, tienen lugar las mejores escenas de Simbad y la princesa, peliculón de aventuras donde los haya.

Yo, que soy un ferviente admirador del cine de Ray Harryhausen, participo en este señor concurso y, por si no he sido lo bastante pesado en Twitter, aprovecho esta entrada para informaros de que mi aportación se publicó ayer y sigue esperando vuestros votos. Por lo tanto, salid cagando leches de aquí, leed el jodido relato y dejad vuestro comentario añadiendo "Harryhausen +1" si os ha gustado, o "Harryhausen +2" si os ha gustado mucho. ¡Nada de comentarios anónimos, que no cuentan!

Cuando el concurso haya terminado, publicaré el texto original en esta misma entrada. Requetegracias por anticipado.

Actualizado (11/07/2011): ¿Adivináis quién ganó el concurso? Servidor. Por lo tanto, si votasteis a mi favor, os debo una. Las próximas 46 copas las tomaré a vuestra salud.

25 de junio de 2011

Huevos Kinder Sorpresa

Una de las cosas que más ilusión me hacía que me regalasen de crío, aparte de una caja de zapatos llena de gusanos de seda con la que poder replicar Auschwitz, era un paquete de huevos Kinder (paquete, huevos... ¡humor inteligente!). Y mirad por donde que después de comerlos durante años, no hace ni una semana que me he enterado de que son un producto italiano del mismo grupo que vende los Ferrero Rocher. ¿Qué queréis que os diga?, antes me imagino a la Preysler en una ópera espacial con espadas láser y robots parlanchines que ofreciendo una pirámide de huevos Kinder a sus visitas.

Aunque el verdadero nombre de este capricho infantil es Kinder Sorpresa, nunca he oído a nadie referirse a él sin utilizar la palabra "huevos", que tiene así como más chispa. Y ello, claro está, con excepción de esos niños repelentes que salen en los anuncios acompañados de sus encantadoras madres cañón. Esos siempre dicen Kinder Sorpresa a secas, porque los chistes de huevos son demasiado zafios para ellos. Todavía se creerán mejores que nosotros. ¡JA!

22 de junio de 2011

Cine Basura: La espada salvaje de Krotar

Ay, qué descuidados tengo a mis compañeros blogueros. Con lo bien que me viene ahorrarme escribir chorrocientas palabras y tocarme un poco los... estooo, ¡con la de horas de diversión que nos traen desde sus webs los buenos de Viruete y Paco Fox y lo poco que cuesta hacerles un poco de publicidad! ¡Si me sale gratis! ¿A cuento de qué iba yo si no a poner tantas exclamaciones? ¡Y las que me quedan! ¡Todas gratis!

En fin, que tras siete míticos programas (de los cuales solo he visto cuatro, pero no importa, porque hoy día cualquiera puede opinar sin tener ni puta idea de nada, y además perdí toda mi credibilidad al utilizar la palabra "mítico"), se estrena el final de temporada de Cine Basura, sin duda el evento televisivo más esperado desde el último capítulo de La niñera. ¡Te queremos Fran Fine!

¿Y de qué otra manera podían cerrar este ciclo nuestros insignes Lores de lo Cutre, sino con una produzione italiana?

Del director cuyo apellido casi coincide con el de Quentin Tarantino y el guionista de La invasión de los zombis atómicos, nos llega La espada salvaje de Krotar, una cinta de 1982 o tal vez 1983 con la épica de un taburete cojo y un presupuesto acopiado con las vueltas del café.

Seguid leyendo para descubrir algunas de las maravillas que nos trae esta película, que no puede faltar en ninguna maratón de lo peor del cine de espada y brujería.

19 de junio de 2011

Duke Nukem Forever

Sí, el Duque ha vuelto. Y que no me refiero a John Wayne,  amantes del western tradicional (ya nos ocupamos de su zombi durante el alzamiento de Orange County del año pasado), sino a Mr. Duke Nukem en persona, el über macho con pelotas de acero que cosía puercos extraterrestres a balazos y hacía menearse a las strippers al ritmo del dólar en nuestros ordenadores en 1996.

Después de más de diez años de expectación, tomaduras de pelo y retrasos de última hora, Duke Nukem Forever por fin está en las tiendas; el mítico videojuego ha salido del agujero, como la caca después de pasar una semana estreñido y con los mismos dolores. Y no es que los esté comparando. Aún.

Inevitablemente, la pregunta que se hace todo el mundo es la siguiente: ¿Es mi pene lo bastante grande? No, esperad, he dicho todo el mundo, no solo los hombres inseguros con problemas de autoestima. La pregunta correcta es: ¿Ha merecido la pena la espera? Y parafraseando a Balki Bartokomous, debo decir: "Pues claro que no, no seas ridículo".

15 de junio de 2011

Power Rangers: El día del vertedero

El Super Sentai, para quien no lo sepa, es una interminable sucesión de series televisivas del género tokusatsu que lleva emitiéndose en Japón desde los años setenta. La premisa es sencilla: un grupo de chavales recibe poderes sobrehumanos y unos disfraces que avergonzarían incluso al payaso de Micolor y defienden la Tierra de villanos de otro planeta o dimensión. En la mayoría de casos, también cuentan con la ayuda de robots gigantes, que se acoplan formando un superrobot al estilo de Mazinger Z.

Dinosaur Sentai Zyuranger fue la decimosexta serie de la franquicia y la primera en adaptarse para el público norteamericano. En esencia, la productora estadounidense reutilizó el metraje de la serie japonesa doblándolo al inglés y sustituyó las escenas en las que los protagonistas nipones salían sin disfraz por otras con actores occidentales. Cutre, barato y efectivo. El título se cambió por el de Mighty Morphin Power Rangers y el resto es historia.

En España, Telecinco comenzó a emitir la serie en 1994, y, aunque los Power Rangers me pillaron algo más mayorcito que Bioman, no tuve más remedio que ver algunos capítulos porque, según parece, soy un imán para la basura televisiva. Hoy recapitulamos el primero de esos episodios.

12 de junio de 2011

Clock Tower

Uno de los primeros survival horror que NO recuerdo es el Clock Tower de Super Nintendo. Hasta donde yo sé, ni siquiera salió en Europa o América; solo se distribuyó en Japón, porque Nintendo pensó que era demasiado violento para Occidente. ¿Sabéis lo que no es violento? Un fontanero bigotudo pisoteando hasta la muerte a una pobre tortuga. Aunque supongo que eso ya no importa. Entre Saw y los programas del corazón, estamos todos insensibilizados.

La razón por la que estoy escribiendo sobre Clock Tower es que, aparte de ser un juego de terror para una videoconsola donde los gorilas con corbata y las gachíes espaciales se llevaron la mayor parte del protagonismo, también pertenece a mi género favorito: las aventuras gráficas. Y sí, ya no se hacen como las de antes. Lo sabréis si habéis probado esa enorme decepción que supone Regreso al futuro, de Telltale Games.

8 de junio de 2011

Posesión demencial (2007)

El mundo se divide en dos categorías: los que son fans de Bruce Campbell y los que no. Los primeros es probable que disfruten de esta película. Los segundos deberían sentarse lo más cerca posible de la puerta de salida.

Para quien todavía no sepa quién es Bruce Campbell (¿y estáis leyendo este blog?, mira que sois raros), pasad al párrafo siguiente. Si ya lo sabéis y preferís saltaros mi breve retrospectiva, pasad al párrafo 4. ¡Elegid vuestra propia aventura!

Hace ya unos cuantos años, Sam Raimi dirigió una trilogía de culto: Posesión infernal (1981), Terroríficamente muertos (1987) y El Ejército de las Tinieblas (1992). Eran pelis de miedo con galones de sangre, efectos novedosos y un toque de humor negro que fue evolucionando hacia la astracanada. Bruce Campbell interpretaba al protagonista de la trilogía: Ash Williams, un héroe a la fuerza con poco trasfondo y mucha chulería al que muchos no dudarían ahora en colocarle la etiqueta de "mítico".

Lo normal es que la fama cosechada al lado de Raimi le hubiera servido para ascender peldaños en su carrera profesional; pero, por una razón u otra, lo cierto es nunca dio el salto al cine más comercial ni al cine de autor, quedándose estancado en el nicho de la serie B y las producciones para televisión. Así, para bien o para mal, Posesión demencial representa perfectamente el punto en el que estaba su carrera antes de que la serie Último aviso comenzara a sumar temporadas y Campbell a engrosar su cartera.

5 de junio de 2011

Masters del Universo: Todas las versiones de He-Man


A pesar de lo mucho que llegaron a gustarme los G.I. Joe, los Caballeros del Zodíaco y las Tortugas Ninja, si tuviera que elegir el juguete que más marcó mi infancia, no tendría ninguna duda en decir que fueron los Masters del Universo. Figuras deformes y extravagantes con seis puntos de articulación, cabezas masticables y accesorios fáciles de perder. ¡Lo tenían todo! Y mis padres no solo me compraron tantos muñecos como para compensar que tuviera que terminarme la merluza y las alcachofas, sino también tebeos, cintas de vídeo, la armadura de He-Man, su espada y su hacha, la casete de Ediciones Horus y algunas cosas más que ya apenas recuerdo. O me mantenían entretenido o rompía algo. Cielo Santo... ¡Era un malcriado!

Sin embargo, de toda la colección, solo un muñeco daba el perfil de héroe y ese era He-Man. Tampoco es que hubiera mucha competencia, la verdad, porque los demás Masters eran raros de cojones o feos como demonios.

1 de junio de 2011

Los 4 Fantásticos de John Byrne


Como el lector de cómics que fui y que aún soy cuando las editoriales se deciden a sacar tomos recopilatorios a un precio razonable, he conocido tres grandes etapas de Los 4 Fantásticos: la de Stan Lee y Jack Kirby (psicotrópicos años sesenta), la de John Byrne (los locos y horteras ochenta) y la de Pacheco, Marín y Merino (la década de Google, Twitter, Facebook y esas mariconadas). De todas ellas, mi favorita de lejos es la segunda. Si no, ¿a cuento de qué iba a estar tecleando esto?

Los números que Byrne escribió y dibujó entre 1981 y 1986 integran una de esas irrepetibles colecciones que incluiría sin dudarlo en la lista de cosas que me llevaría a una isla desierta, siempre y cuando hubiera hueco en la maleta después de meter todos los tomos de Calvin y Hobbes y a las animadoras de los Golden State Warriors.

Cuando pienso en los cómics favoritos de mi infancia, recuerdo portadas como las de los Mortadelo de Ediciones B, algún número del Capitán Trueno, o, en el caso de Los 4 Fantásticos, la Chica Invisible extendiendo la mano hacia la máscara destrozada y humeante del Doctor Muerte.

Eran cómics que podía leerme un par de veces cada año y no cansarme nunca de ellos. Cuando a mis padres les ponía por decimosexta vez el vídeo de Petete y Trapito, se planteaban si abandonarme con los mandriles la próxima vez que fuéramos al zoo; pero, ¿mis cómics? podía leérmelos mil veces y a nadie le molestaba.