6 de febrero de 2012

Star Trek: La arena

Este será el segundo episodio que recapitule de Star Trek desde que escribí esta entrada para ionlitio.com en junio de 2010. Eso sí, para darme un respiro, no es uno de los peores. De hecho, según la mayoría de opiniones que he leído, los fans de la franquicia lo encuentran lo bastante interesante como para incluirlo en sus listas de episodios favoritos. Yo no consumo sustancias psicotrópicas, así que me inclino por calificarlo de cutre pero hilarante.

Fecha de emisión: 19 de enero de 1967, el mismo día que los Beatles grabaron las cuatro primeras tomas de A Day in the Life en EMI Studios. Hoy ya no aprenderéis nada más.

Para entrar en ambiente, aquí tenéis el avance del episodio:

Espero que queráis seguir leyendo.

En la sala del transportador del Enterprise, el capitán Kirk, el señor Spock, el doctor McCoy y otros tres tripulantes totalmente prescindibles a los que les auguro un futuro fatal se preparan para descender al puesto avanzado de observación del planeta Cestus III, donde les espera el comodoro Travers.

Kirk comenta con McCoy que el comodoro probablemente se haya traído a su cocinero personal a la colonia.

—Privilegios del rango —añade el capitán, sonriente.

—Qué bien sabemos eso los dos, ¿eh? —responde el doctor con picardía.

No sé de qué está hablando exactamente McCoy, pero suena muy verde, como "¿Recuerdas aquella vez que nos pusimos ciegos de cerveza romulana y subimos a cinco esclavas de Orión a la nave? Tardaron una semana en esterilizar tu camarote".

Tuvo que ser una gran noche si aún no se les ha borrado el lápiz de ojos.

Para su consternación, la colonia está completamente destruida, como si hubiera sido bombardeada por termitas espaciales o algo peor.

Sin embargo, aquello de que se trataba de un puesto avanzado debía de referirse a su posición en los mapas de carretera, porque de novedoso tiene más bien poco. Puede que la Flota Estelar cuente con naves que superan la velocidad de la luz, pero esta colonia parece el fuerte de un serial de vaqueros. De hecho, lo es. El de Bonanza, Jim West y algún otro wéstern televisivo. Y el fondo es una pintura mate.

Definitivamente, no andaban holgados de presupuesto en los años sesenta.

El futuro se parece mucho al lejano Oeste.

Usando su tricorder, Spock conduce al grupo hasta el único superviviente de la colonia, al que encuentran gravemente herido. Mientras McCoy desanima al pobre hombre enumerando todas las causas por las que puede morir, el oficial vulcano localiza más señales de vida. No son humanas, dice porque tienen la sangre fría.

—No son de sangre caliente —dice Spock—. Criaturas vivas, pero no humanas.

¿Trekkies tal vez?

Kirk ordena a uno de los camisas rojas que vaya a investigar. Lamentablemente, las estadísticas están en contra de su subordinado. De los 59 tripulantes que murieron en las tres temporadas de Star Trek, 43 eran camisas rojas, y más de la mitad de esas 43 muertes se produjeron bajando a algún planeta perdido de la mano de Dios.

Por lo tanto, no es de extrañar que el pobre camisa roja acabe volatilizado. Todos te echaremos de menos... eeh... tú. ¿Cómo dijo que se llamaba?

Murió haciendo lo que más le gustaba: muecas espantosas.

Ahora bien, como todo es susceptible de empeorar, mientras el equipo de Kirk permanece en tierra, una nave salida de la nada abre fuego contra el Enterprise.

Tras comprobar que ni las baterías fásicas, ni los torpedos fotónicos, ni los koalas-cohete con palos de hockey tienen efecto sobre su enemigo, el Enterprise abandona la órbita para ponerse a salvo.

En la superficie, la nave atacante bombardea la colonia sin piedad y otro de los hombres de Kirk muere fuera de cámara. Lo bueno de esta parte es que las explosiones están hechas con efectos tradicionales, lo que siempre me parecerá más impresionante que cualquier efecto digital; pero la triste realidad es que esas explosiones provocaron acúfeno permanente a William Shatner y a Leonard Nimoy. Esto quiere decir que, desde que rodaron este episodio, ambos actores empezaron a escuchar un pitido recurrente en los oídos. Me pregunto si serían capaces de ver una reposición de La arena sin echarse a llorar.

¿Dobles? ¿Por un poco de humo? ¡Salid ahí a correr, nenazas!

Tras esquivar a la muerte corriendo de un lado para otro, el grupo consigue hacerse con un mortero en el arsenal de la colonia. Kirk lo arma con el explosivo más letal conocido por el hombre (una pelota azul) y lo apunta hacia el lugar en el que probablemente esté ocultándose su agresor.

—Muy cerca para una de estas, capitán —comenta el figurante superviviente.

—Para ellos aún más —contesta Kirk.

La verdad, casi esperaba que le contestase: "Ah, pero, ¿usted sabe lo que son estas pelotitas azules?".

Con el estallido del proyectil azul, cesa el bombardeo y la nave enemiga se retira.

Sospecho que la munición procede de una piscina de bolas.

El grupo regresa al Enterprise con dos tripulantes menos y un herido grave. Quizá si alguien se hubiera molestado en escanear el planeta o, por lo menos, en comprobar a dónde iban a transportarles, no la hubieran cagado tanto. En fin, llamémoslo una victoria moral y celebrémoslo repartiendo medallas y pines con logotipos graciosos.

Kirk llega a la conclusión de que invitación que les enviaron desde el planeta era un señuelo para atraerlos a una trampa (NO ME DIGAS) y comparte con Spock su sospecha de que el ataque a Cestus III pudo ser la primera fase de una invasión.

Spock dice que puede haber otras explicaciones, pero a Kirk le entra el calentón, y el vulcano acaba dándole la razón, como a los tontos.

El capitán ordena que el Enterprise entre en modo persecución, como el Coche Fantástico, y declara la alerta roja.

"Es una invasión, porque así mola más, señor Spock. Fin de la discusión".

Tras la pausa publicitaria, Kirk y Spock discuten en el puente sobre la necesidad de destruir la nave enemiga. Spock está a favor de dejarla marchar con un tirón de orejas, pero Kirk, que sabe lo que le gusta al público, está emperrado en volar algo por los aires.

Conociendo la serie como la conozco, quizá la introducción de los títulos de entrada debería haber sido un poco distinta. Esta es mi propuesta:

"El espacio, la última frontera... del aburrimiento. Estos son los viajes de la maqueta Enterprise en una misión que durará cinco años (o tres, si la NBC nos cambia de horario y recorta el presupuesto), dedicada a la exploración de decorados de cartón piedra, al descubrimiento de extraterrestres viciosas y de nuevas formas de hacer el ridículo, hasta exterminar toda raza que se interponga en nuestro camino".

Kirk ordena al timonel que aumente la velocidad a factor 7, lo que dispara la música dramática y provoca una serie de miradas angustiosas entre la tripulación.

—Factor 8 —dice Kirk, inmutable, poco después.

El melodrama aumenta.

Aparte de que en esta vía espacial pueden clavarte un multazo si pasas de los 233.064.000.000 km/h, la razón de tanta pantomima es que cabe la posibilidad que el Enterprise reviente si se fuerzan los motores.

Viendo la actitud de Kirk, me sorprende que nadie inicie un motín y destine al capitán a un nuevo puesto en las letrinas.

"No me miréis todos así de golpe, que me da corte".

Al cabo de un tiempo, las naves llegan a un sistema solar inexplorado y la oficial de comunicaciones y regalo para la vista Uhura informa de que "alguien" distinto del enemigo está escaneando el Enterprise.

De repente, ambas naves se detienen. Una "fuerza no identificada" ha tomado el mando y no pueden moverse ni abrir fuego. En la pantalla del Enterprise aparece una imagen idéntica a la visualización psicodélica del viejo reproductor de Windows Media y se oye una voz que se presenta a sí misma como los metrones. Los metrones, insisto; no los aurones.

Los metrones dicen que las naves han invadido su espacio en una "misión de violencia" y que ahora sus capitanes deberán pelear a muerte en un planeta en el que podrán construir armas letales. El ganador será liberado y se llevará una edición limitada de La isla de Gilligan en DVD, y el perdedor y su nave serán destruidos. Sí, destruidos, porque los metrones no toleran la violencia y la mejor manera de demostrarlo es con una lucha a muerte seguida de un asesinato masivo. DOBLE MORAL.

Dicho esto, Kirk se esfuma del puente como por arte de magia, sin ningún efecto especial que acompañe su desaparición para darle el toque de calidad. Ya sabéis, se pausa la grabación y el actor sale de encuadre. Más rápido y barato imposible.

Visualización - Batería - Túnel del tiempo.

Los metrones transportan a Kirk a un planeta árido, montañoso e inhabitado... Es el parque natural de Vasquez Rocks. Lo reconoceréis de mil series y películas, sobre todo baratas. En Star Trek mismamente sale repetidas veces, no solo en los episodios de la serie original, sino también en la cuarta película, en La nueva generación, en Voyager... ¡La lista es interminable, monada!

Ahora bien, como paraje alienígena deja bastante que desear. Sin ir más lejos, no es muy creíble que, pese a tratarse de un planeta inhóspito, en los caminos se vean claramente huellas de neumáticos. ¿Para qué barrer? Ni que esto fuera Lawrence de Arabia.

Pero ese no es el único detalle que le quita la magia a la escena, porque Kirk lleva ahora botas con cordones en lugar de su calzado habitual. Supongo que como la productora ya tenía a su estrella tocada del oído, no quería que también se despeñase por un barranco. Visto así, la continuidad parece lo de menos.

En todo caso, estos pequeños defectos palidecen ante la imponente presencia del capitán de la nave enemiga: el gorn.

Imponente presencia.

En efecto, el gorn es un tipo disfrazado de lagarto que hace "GRAAAAA". Sé que el disfraz no es muy allá, pero me gusta su túnica estilo piel de leopardo. Le da un toque étnico.

Así las cosas, el primo lejano de los los Visitantes se lanza al ataque con furor prehistórico. O, más bien, se lanza al ataque con lentitud exasperante. Puede que la fuerza del gorn sea terrible, pero Kirk podría escapar de él a ritmo de paseo llevando a su abuela nonagenaria cogida del brazo.

No me sorprende que el primer asalto del combate con el gorn se haya llegado a calificar como la peor pelea de la historia de la televisión. La acción es tan trepidante como una clase de geología y hay unos fallos de racord garrafales. Sin embargo, de mala que es, resulta tronchante.

Por cierto, lo que llevan ambos capitanes en el cinto no son espadas de luz, sino un aparato grabador-traductor que les han dado los metrones para que puedan hablar entre ellos y dejar un mensaje a futuros viajantes estelares.

Kirk utiliza el aparato para recoger perlas como la siguiente:

"Tomo parte en un combate personal con una criatura llamada gorn. Es inmensamente fuerte y ha aguantado ataques míos que hubieran matado a un ser humano. Afortunadamente, aunque fuerte, no es ágil. La habilidad y, espero, el ingenio son míos".

Sí, enseguida veremos una muestra de ese ingenio.

"Hace solecito para estar en enero, ¿eh? A ver si lo del calentamiento global va a ser cierto".

Kirk huye del gorn y, mientras busca algo que pueda servirle como arma, encuentra varios yacimientos minerales.

—El sueño de un mineralogista —dice.

Sí, hombre, lo que le faltaba a los mineralogistas, trabajar con rocas y soñar con rocas. Qué divertido.

En un momento dado, Kirk tropieza con una liana que se veía a kilómetros y provoca un desprendimiento. Era una trampa del gorn, pero, seamos serios, ni siquiera la criatura podía esperarse que alguien fuera tan tonto como para caer en ella.

Con Kirk atrapado debajo de una roca, el gorn se acerca para rematar la faena. Sin embargo, el gorn tampoco era la lagartija más lista del colegio, y en lugar de comerse la cabeza de su contrincante sin más, aparta el pedrusco que lo mantenía apresado.

Lógicamente, Kirk aprovecha para salir por patas. Al parecer, en el siglo XXIII pueden caerte doscientos kilos de roca encima de la pierna y no romperte ningún hueso.

Se huele el drama. Y el sudor del tipo disfrazado.

Los metrones vuelven a comunicarse con el Enterprise para informar a la tripulación de que su capitán está perdiendo el combate. No por nada, sino para que vayan preparándose para su inminente defunción.

Nadie abandona su puesto. Supongo que no tienen tiempo suficiente para organizar una orgía de despedida, pero no perderían nada por intentarlo.

Al menos, los metrones permiten a los tripulantes ver cómo se desarrolla la pelea desde la pantalla de la nave, en plan reality televisivo. Solo les faltan las palomitas.

No se sentían tan avergonzados desde que se probaron por primera vez el uniforme.

El gorn utiliza el traductor universal para decirle a Kirk que deje de correr, que ya se está cansando de tanto paseo y que le espere a la sombra para estrangularlo un poquito. A cambio, promete ser clemente.

Kirk le pregunta si se refiere a la clase de clemencia que mostraron en Cestus III, porque de esa no quiere ninguna. El gorn le explica que solo estaban defendiéndose de una invasión de su territorio.

¡Ajá!, o sea que fue la Federación la que metió la pata al instalar allí una colonia. Esto es lo que pasa por no preguntar.

"Mi próxima canción será Only You, de los Platters".

De pronto, a Kirk se le enciende la bombilla y se le ocurre cómo derrotar al gorn: utilizará los materiales que ofrece el propio planeta para construir un cañón. Con azufre, nitrato de potasio y carbón elaborará pólvora; unos diamantes en bruto harán las veces de proyectiles, y un tallo de bambú servirá como cañón.

El plan es excelente, excepto por un pequeño detalle: no puede funcionar. Aun suponiendo que Kirk fuera capaz de acertar a ojo con las cantidades necesarias para que la mezcla no se limitase a echar humo (no es el caso, porque el capitán es más de coger puñados que de calcular porcentajes), lo único que conseguiría es que el cañón le reventase en la cara.

Y no lo digo porque sí. Adam Savage y Jamie Hyneman lo comprobaron en el programa Cazadores de mitos. Solo después de reforzar el cañón de bambú con metal y madera, sellarlo con poliuretano, y usar pólvora de la buena, consiguieron herir a su gorn de cartón. Y encima el cañón explotó, desmembrando al maniquí que hacía las veces de capitán.

Por supuesto, eso no es lo que ocurre en este episodio.

Escribiría otra vez aquello de "¡Hasta luego, cocodrilo!", pero creo que la expresión está desgastada.

Sin embargo, aunque el cañón derriba al gorn, Kirk se niega a rematarlo. Es una cuestión de principios, y así se lo hace ver a los metrones.

—No, no lo mataré. Quizá pensaron que se estaban protegiendo al atacar el puesto avanzado. ¡No lo mataré! ¿Me oyen? ¡Tendrán que buscarse la diversión en otra parte!.

Esta muestra de sobreactuación compasión sorprende tanto a los metrones que uno de ellos se presenta ante Kirk en todo su fabuloso esplendor.

Fabuloso esplendor.

Si algún día me convierto en un ser cuasicelestial, recordadme que no vaya por ahí con un vestidito como ese.

El metrón le dice a Kirk que su clemencia les ha demostrado que aún hay esperanza para el hombre, y que no será destruido, porque "no sería civilizado".

Oh, ¿y hacer depender la vida de toda la tripulación de una pelea a muerte es civilizado? Además, ¿qué es eso de que no será destruido? ¡¿No se supone que el ganador se salvaría?!

Me da en la nariz que los metrones son una panda de hipócritas sádicos y embusteros. Con esas pintas, no podían ser trigo limpio. Nadie usa toga y sandalias en medio del monte.

Kirk regresa al Enterprise por arte de birlibirloque, y, asombrosamente, comprobamos que vuelve a calzar sus botas de siempre, está limpio y repeinado, y no tiene ni un solo rasguño. Podemos suponer que el metrón lo ha aseado y curado con sus Poderes Místicos™, o que, el día que rodaron esta escena, el maquillador no quería complicarse la vida. Ambas opciones son perfectamente válidas y razonables.

Y con esto termina el episodio. Quien quiera ver en él una lectura sobre los prejuicios humanos, que lo haga. Los demás nos contentaremos con reírnos del tipo disfrazado del lagarto Juancho persiguiendo a William Shatner por el desierto.

2 comentarios

  1. Bueno, el comentario llega quizás con algo de retraso, pero mi ritmo de visionado de Star Trek es el que es...

    A mi me encantó XD

    El combate es... cutrísimo. La primera pelea es épicamente mala, con ese tio disfrazado cual Annibal Smith avanzando a toda velocidad (suponiendose además que los Gorn son otra raza que ha conquistado el espacio y que aquí parecen los masillas de cualquier serie cutre de fantasía). Pero bueno, es simpático si uno piensa que tiene 50 años casi.

    Y los metrones molan... "pasais por nuestro barrio con vuestras peleitas cutres... pues os vais a enterar" XD

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  2. ¿Qué comentar que esté a la altura del capítulo? El Gorn me cae simpático, los aurones son los auténticos villanos y la palabra comodoro me hace mucha gracia.

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