3 de septiembre de 2012

Little Tokyo: Ataque Frontal (1991)

Little Tokyo: Ataque frontal es lo menos que podíamos esperar del director de Commando: una cinta de acción típica de los noventa, con peleas y desnudos a cascoporro y nada de relleno, solo artes marciales, tiroteos y frases ingeniosas; el tipo de producto que uno ve y disfruta procurando no hacerse muchas preguntas, sobre todo preguntas acerca de cuán gays eran las pelis de acción de los años ochenta y noventa.

También es una cinta indispensable para los fans de Dolph Lundgren y Brandon Lee, que aquí interpretan a dos policías de Los Ángeles enfrentados a la yakuza. Y el lobo feroz no es otro que Cary-Hiroyuki Tagawa, al que en mi casa siempre recordaremos por su papel de Shang Tsung en Mortal Kombat y por haber participado en un lamentable episodio de Sabrina, la bruja adolescente. ¡Vuestras almas son mías!

Oh, ¿y he mencionado ya que Tia Carrere, la cazatesoros que se enfrenta a Schwarzenegger en Mentiras arriesgadas, sale en bolas? En realidad, es una doble de cuerpo, pero jamás me oiréis protestar por ese motivo. Un buen culo es un buen culo, pertenezca a quien pertenezca.

Con actores de semejante calibre y Mark L. Lester sentado en la silla del director, solo nos queda esperar hora y cuarto de grandiosidad y épica en formato de serie B.

Tras los títulos de entrada más baratos y homoeróticos que he visto jamás, la película comienza en un cuadrilátero clandestino de Little Tokyo, el distrito oriental del centro de Los Ángeles, en el que dos kickboxers miden sus fuerzas sin mucho entusiasmo mientras el público hace sus apuestas.

El sargento Kenner (Dolph Lundgren) se descuelga en el antro enfundado en una chupa de cuero (la mitad del tiempo que sale en pantalla lleva esta chupa, y la otra mitad no lleva nada, así que o bien acabáis cogiendo cariño a la chupa, o bien salís del armario), y le dice al dueño que queda detenido. El tipo se ríe en su cara y ordena a los dos contendientes que acaben con él. Desde luego no se me ocurren rivales más indicados para enfrentarse a un karateka de metro noventa que dos mastuerzos que ya vienen vapuleados de serie. Seguro que sale bien.

De todos sus ángulos, este es sin duda el peor.

Iré al detalle: cuando uno de los kickboxers intenta darle una patada al sargento por la espalda, éste le agarra la pierna y la utiliza para sacudir al otro rival, que recibe estoicamente el golpe antes de propinarle un puñetazo al poli en la barbilla... y dejarse los nudillos hechos polvo. Acto seguido, Kenner arrea tal hostia al oriental que lo manda directamente fuera del cuadrilátero.

Esta breve pelea nos lleva a la doble conclusión de que nuestro héroe está en God Mode y que, a partir de aquí, todo lo que obedezca al sentido común será una anormalidad en el espacio-continuo de la cinta. También os digo que, pese a las continuas fantasmadas, la acción es bastante buena. Las coreografías no son complejas, pero los golpes son contudentes. Puedo sentirlos.

Sin venir a cuento, unos yakuzas que andaban por ahí abren fuego contra el público. Algunos reconoceréis al cabecilla del grupo como el lugarteniente de Shredder en la película de las Tortugas Ninja; otros tendréis la mala suerte de no poder hacerlo por no haber visto una de las superproducciones más alucinantes de los noventa.

¡Hoy cenaré sopa de tortuga!

De aquí en adelante, le llamaré Calviño-san.

Tras sembrar el pánico entre el público, Calviño-san y sus sicarios suben a un descapotable e intentan atropellar a Kenner, que, en lugar de esquivar el coche echándose tranquilamente a un lado, opta por lo más difícil y ¡salta limpiamente por encima de él!

Aunque os parezca increíble, os aseguro que toda la película es así de buena.

¡Y apenas se ve el trampolín!

A la mañana siguiente, Kenner está desayunando en un restaurante chino tailandés japonés cuando, casualidades de la vida, los yakuzas de la noche anterior entra en el local para extorsionar a la dueña. Bueno, supongo que son los mismos de la noche anterior. Dicen que Dios nos creó diferentes, pero creo que ya empezaba a aburrirse cuando llegó a China.

Kenner, que no sería un buen policía si se quedase de brazos cruzados ante semejante topicazo de crimen, se levanta con su taza de té en la mano y da una tunda a los extorsionadores sin soltar la taza en ningún momento. La escena, aparte de ser divertida, funciona como metáfora del comportamiento moral de nuestro héroe, ya que demuestra que la justicia que imparte es amarga, como el té, pero equilibrada, puesto que no derrama ni una gota de líquido.

La última tontería se me ha ocurrido a mí solito. Es lo que ocurre cuando consumes cereales caducados.

Uno de los matones sale disparado a través de la ventana y cae en la calle a los pies de nuestro otro protagonista, el detective Johnny Murata (Brandon Lee), que lleva una chaqueta por la que no pagarían ni los Roxbury Guys.

Nivel de mal gusto... ascendiendo.

Como en el universo paralelo en el que se desarrolla esta película, los policías no solo tienen la mandíbula de acero, sino que nunca llevan uniforme, la confusión está servida, y los protagonistas acaban tanteándose el uno al otro hasta que los matones rompen el punto muerto descargando una ráfaga de balas sobre ellos, con lo que terminan de destrozar lo poco que quedaba en pie en el local. Supongo que a la dueña le hubiera salido mucho más rentable pagar a la yakuza, pero esa no es una cuestión que preocupe a nuestros héroes.

Los malos huyen dejando atrás a uno de los suyos, y Johnny se presenta como el nuevo compañero del sargento, al que dice que eso del culturismo le hace más lento. Así que Lundgren es el duro, y Lee, el listillo. Bueno, no pueden ser peores que Jackie Chan y Chris Tucker. Ninguna pareja de policías puede ser peor que Jackie Chan y Chris Tucker. Ni siquiera Sylvester Stallone y Estelle Getty.

La verdadera justicia no conoce de desperfectos.

Kenner y Johnny arrastran a comisaría al único hombre que han podido detener y lo conducen a la sala de interrogatorios. Cuando Johnny no consigue que hable, Kenner prueba con otra línea de investigación algo más inusual, consistente en abrir la camisa de golpe al detenido (nada gay, ¿verdad?) y examinar su torso desnudo con cara de concentración. El tatuaje que el hombre lleva en el pecho retrotrae a Kenner al pasado y vemos a un niño rubio, probablemente sueco, presenciando el asesinato de sus padres a manos de un hombre tatuado.

Después del flashback, el detenido decide autocrunchearse el cuello para no tener que hablar. Hay que reconocer que, excepto por la parte de morirse, es un método sobresaliente para librarse de preguntas incómodas. Ahora si solo pudiera encontrar la manera de aplicarlo a mi trabajo...

Bonita camisa. Me encantan los lunares.

Presentamos ahora a nuestro villano, el señor Yoshida (Cary -Ctrl+C, Ctrl+V- Hiroyuki Tagawa). Para que no haya duda alguna acerca de su condición de malo, su primera escena (descontando el flashback de antes... ¡uy!, se me escapó) tiene lugar en un desguace, donde él y sus hombres observan cómo el dueño del club de lucha del prólogo es aplastado dentro de un coche por una máquina compactadora. Supongo que mostrarlo llevando una contabilidad creativa o descargándose películas con BitTorrent no sería igual de efectivo.

Ah, y no os preocupéis por el dueño del club, porque al parecer es un mago, y antes de que lo aplasten, les da el cambiazo y deja un muñeco en su lugar.

Desopilante.

Por la noche, Yoshida celebra una fiesta en su mansión con un montón de mafiosos vestidos con camisas horteras y chicas en topless como invitados (nota mental: hacerse amigo de la yakuza). En la fiesta, conocemos a Minako (Tia Carrere) y a su amiga Angel, una rubia adicta al crack que teme que puedan matar al tipo que Yoshida dejó hecho un cromo en la escena anterior. Un poco tarde para eso, me temo.

Yoshida descubre que Angel sabe más de lo que le conviene y le pregunta que qué va a hacer con ella, a lo que la chica responde, muy sensualmente que "Aunque estén estos, le haré algo especial". Y por "estos" se refiere a ocho sicarios con sus ocho pares de ojos rasgados puestos en ella.

Puede que a Angel le vaya ese rollo del sexo en público, pero si yo fuera Yoshida, estarían todos fuera de mi despacho en menos de lo que tardo en bajarme la bragueta. No me gusta tener público cuando despliego mis artes amatorias; podrían robarme mis mejores movimientos, y el Salto de la Pantera Nebulosa me lo llevaré a la tumba.

La chica, sin embargo, no debe de hacerle tilín al líder de la Yakuza, porque después de encender la cámara de vídeo y sobarle un poco los merengues delante de toda la banda (toda película mala puede mejorar si se añaden pechos), la decapita con su katana. A eso le llamo yo cortar una relación de raíz.

Cómo se está poniendo el chino...

Al día siguiente, la policía encuentra el cadáver de Angel, y la madre del príncipe de Bel-Air explica a la pareja protagonista que la chica estaba hasta arriba de ice, una droga que la hubiera matado en veinte minutos de no haber sido decapitada antes.

Veinte minutos y estás muerto, ¿eh? Supongo entonces que los camellos de ice son muy buenos consiguiendo nuevos clientes, porque la segunda venta se puede complicar bastante si para cerrarla tienes que organizar una sesión de espiritismo y contactar con tu cliente en el Más Allá.

¿No deberían esperar al análisis de tóxicos?

Esta pista conduce a Kenner y Johnny al Bonsai Club, un local de lujo en el que uno puede combinar los placeres de la comida, el erotismo y la música.  Algunos clientes comen sushi sobre mujeres desnudas, otros se entretienen viendo practicar sumo a chicas en topless, y el resto atiende a Minako, que canta sobre un escenario que recuerda a la Fortaleza de la Soledad de Superman. La única razón por la que no voy nunca a sitios así es porque no me gusta el sushi. Por no mencionar lo terrible que sería apoyar la sexualización de la mujer con mis consumiciones, claro está.

Para pasar desapercibidos,  Kenner y Johnny entran por la puerta de atrás noqueando al portero. Y antes de que se nos ocurra poner en tela de juicio su concepto del disimulo, Johnny despacha a otros tres "guapetones" con cuatro golpes mal contados. Recordad que en las pelis de acción, los protagonistas siempre pueden contar con que los guardias estarán inconscientes el tiempo suficiente para que ellos hagan lo que sea que vinieron a hacer.

Al llegar a la zona más chic de local, ven a Minako cantando y moviéndose a ritmo de qué vestido más corto y ajustado, y deciden interrogarla porque era amiga de Angel. Por cierto, digo "cantando" para que os hagáis una idea aproximada de lo que está haciendo. Sacudir un saco lleno de gatos contra la pared suena mejor. Y la verdad es que me sorprende, porque Tia Carrere no solo es actriz y modelo, sino también cantante. Si no me creéis, podéis escuchar muestras de sus discos en su página web oficial. Ahora bien, antes de que os arriesguéis a pinchar en el enlace, añadiré que canta igual que actúa. Ya estáis advertidos.

♪ Con el aire, que tiene, que tiene
mi niña, que tiene, que tiene, que tiene,
mi niña, que tiene, que tiene, que tiene
mi niña al bailar. ♪

Tan pronto como Minako termina su número musical, Kenner y Johnny se acercan para hacerle algunas preguntas. Sin embargo, antes de que saquen algo en claro, llegan más mafiosillos. ¿Nudillos fríos? No hay problema, compre sus propios matones y vapuléelos cuando y donde usted quiera. Si se lleva tres ahora, le regalamos este magnífico set de pelucas y bigotes postizos para que los espectadores occidentales puedan distinguir a unos esbirros de otros.

Calviño-san detiene la pelea a punta de pistola y conduce a los repartidores de galletas, vigilados por una parva de esbirros, hasta el despacho del dueño del club, que no es otro que Yoshida. Nada más verlo, el flashback de Kenner se completa, y el sargento quita la pistola a uno de los sicarios para apuntar con ella al hombre que asesinó a sus padres, consiguiendo que unas veinte pistolas le apunten al mismo tiempo.

A pesar de lo peliagudo de la situación, Kenner abre la camisa de Yoshida (es la segunda vez que hace lo mismo, pero sigue sin ser gay) para revelar su tatuaje. Cuando solo el ingenio podría sacar a nuestros chicos del apuro, Johnny enseña su placa.

"Yo policía. Policía, ¿entendéis? No está bien dispararme. Él también policía. No hay que dispararle".

Por alguna razón inexplicable, este razonamiento tan meditado no soluciona nada y Johnny pierde puntos de carisma. De todas formas, Kenner decide que ya matará a Yoshida otro día en el que haya menos probabilidades de acabar hecho un colador, y los malos les dejan marchar.

No es un comentario racista, porque mi padre era chino... de San Francisco.

Al alba, nuestros amigos siguen a Yoshida hasta la fábrica de cerveza El Dragón Rojo, donde el jefe de la yakuza se reúne con un grupo de narcotraficantes compuesto por la lacra de la sociedad (negros, latinos y... motoristas), para explicarles cómo distribuirán la droga.

Al oír la comisión que pretende cobrarles, uno de los narcotraficantes le dice que se vuelva a su país, y Yoshida utiliza sus dotes diplomáticas para convencerle de lo equivocado que está y, para reforzar sus argumentos, le corta la mano izquierda con su katana.

"Te he dejado una mano para que te limpies el culo, ¿quieres conservarla?".

La generosidad nipona no conoce límites.

Según las madres del mundo, se le va a quedar la cara así para siempre.

De vuelta al Bonsai Club, Yoshida regala un ramo flores a Minako y le dice que le gusta cómo canta, lo que demuestra que, además de un asesino despiadado, es un mentiroso. Luego, como el romántico empedernido que es, "invita" a Minako a su mansión y la seduce poniéndole el vídeo de la decapitación de su amiga. Algo inusual, pero sigue siendo mejor que una película de Hugh Grant.

Como nuestros intrépidos policías no pueden permanecer al margen de semejante atrocidad, mientras Johnny sigue a Yoshida hasta su siguiente destino, Kenner asalta él solito su mansión para rescatar a Minako, que está a punto de cometer un suicidio ritual.

Seppuku: el arte japonés del arreglo floral.

Después de saltar el muro, desnucar a un centinela, colarse en la casa y dejar a otros tres tipos como un queso gruyère (nada que merezca la pena reseñar en comparación con lo que viene a continuación), Kenner intuye que hay un sicario detrás de una puerta cerrada y, prestad atención, atraviesa el armazón de madera con el puño, agarra al desgraciado por lo huevos, lo saca a través de la puerta y le parte el cuello.

Con la última muerte impresa en los anales del cine de acción, Kenner se carga a otro figurante, irrumpe en la habitación de Minako (que debe de estar sorda si todavía no se ha enterado de nada), la coge en brazos, atraviesa el cristal de la terraza como quien pasa por una cortina antimoscas, dispara a otro tipo, salta al aparcamiento, deja a Minako en un descapotable, anota dos muertes más en su libreta, vuelca un segundo coche como si fuera un vulgar colchón para utilizarlo como escudo, monta en el descapotable con la chica y, por último, según se aleja en el vehículo, se gira para disparar contra el depósito de gasolina del automóvil volcado, que explota en cumplimiento de las leyes de la física hollywoodiense y manda al suelo a otros tres matones. En total, dos minutos impagables.


Pasamos a una reunión de la yakuza, en la que uno de los supervivientes de la masacre, sintiendo que ha deshonrado a Yoshida, se disculpa cortándose un dedo y envolviéndoselo para regalo.

No sé, quizá hubiera bastado con un "Lo siento, jefe"; quiero decir, ¿para qué va a querer nadie un dedo?, ¿para hurgarse la nariz cuando tiene las uñas demasiado largas?, ¿para meterlo en un bote de refresco y demandar al fabricante? No acabo de verlo.

Si no le gusta, señor, puede cambiarlo con el ticket-regalo.

Kenner deja a Minako a salvo en su casa y se reúne con Johnny, que ha seguido a Yoshida hasta unos baños públicos. Desgraciadamente, mis intachables antecedentes de heterosexualidad me impiden hablar de la siguiente escena, ya que su tono homoerótico supera todo lo visto en Danko: calor rojo, Tango y Cash y la filmografía de Al Parker. Vale, quizá lo de Al Parker sea una exageración.

Corramos, pues, un tupido velo y pasemos directamente a la siguiente escena, que se desarrolla en la casa de Kenner, un edificio de corte japonés situado a la orilla de un lago y que ha construido él mismo. La verosimilitud de la cinta alcanza cotas insospechadas hasta en estos extremos.

Era cuestión de ponerse.

Por la noche, Kenner se está bañando al aire libre en una tina de madera, cuando llega Minako vestida solo con una bata. La chica le pide que cierre los ojos, se despelota y se mete con él en el agua. Habrá quien piense que es un momento muy erótico, pero yo no puedo quitarme de la cabeza que después del día tan ajetreado que han tenido nuestros amigos, ese agua debe de estar ya de color gris tirando a negro y oler a cubo de fregona.

Tras la predecible escena de sexo, los yakuzas rodean la casa y... ¡agh!, ¡el culo del Lundgren! ¿Recordáis cuando dije lo de un "buen culo es un buen culo, pertenezca a quien pertenezca"? Me refería al de las mujeres. El único culo masculino que quiero ver es... ninguno. Me basta con sentarme sobre el mío.

Kenner se pone unos boxer (gracias) y Johnny y él se atrincheran en la sala de estar; momento en el que Johnny decide hacer el comentario más inapropiado de la historia del cine de acción americano:

"Oye, por si nos matan, te diré una cosa: tienes el pene más grande que he visto en mi vida".

Eeeh... A ver... ¿Es que ha visto muchos penes o es que...? No, olvidadlo, prefiero no conocer la respuesta. Ni la pregunta, si puedo elegir.

Puede que este no sea el mejor momento, pero... ¿dónde te haces las ingles?

Los malos sufren algunas bajas en el transcurso de la batalla hasta que empiezan a pensar con la cabeza y toman a Minako como rehén, obligando a los polis a rendirse. Luego queman la casa de Kenner, dándole más motivos para querer matarlos a todos, y regresamos al desguace para presenciar la ineludible escena de tortura, que corre a cargo del actor Gerald Okamura, un hawaiano que, como cualquier otro tipo con los ojos rasgados que trabaje en Los Ángeles, pasa por japonés.

Yakuza King: A la parrilla sabe mejor.

Torsos desnudos y depilados, rejillas, electrodos, actuaciones deplorables... Nada que no hayamos visto antes. Mientras Yoshida observa la escena desde el monitor de su coche (¿no le gustan los espectáculos en vivo?), Kenner consigue liberarse de una de las ataduras y empuja a Okamura contra su compañero, provocando que el verdugo acabe más frito que el chicharrón. Por supuesto, a Johnny no le pasa nada; para algo es uno de los protagonistas.

Al ver estos sucesos en su monitor, Yoshida ordena a sus hombres que corran a ocultarse. Yo pensaba que querría matar a sus enemigos mientras aún estaban atados y parcialmente indefensos, pero se ve que prefiere jugar al escondite.

Nuestros héroes escapan de la sala de tortura y, aunque extrañados de no ver a nadie cerca, suben a su coche para continuar con su misión. Desgraciadamente, tan pronto como entran en el vehículo, una carretilla elevadora los empuja hasta una máquina compactadora de basura y luego coloca el coche, con el techo ya hundido, en una cinta transportadora que termina su recorrido en una trituradora. Si llegan a añadir tiburones y aros en llamas, hubiera dicho que pecan de excesivos.

¿Conseguirá el dúo invencible salir de esta aplastante situación? Lo sabremos la próxima semana, a la misma hora, en el mismo canal.

Kenner y Johnny consiguen escapar en el último momento sin que nadie se aperciba (¿a dónde estaban mirando los malos?, ¿por qué no examinan los restos que salen de la trituradora en busca de los cadáveres?, ¿por qué intento buscarle sentido a esta película precisamente ahora que estamos tan cerca del final?) y, después de un rápido montaje a lo Rocky, irrumpen en la fábrica de cerveza atravesando una pared con un camión para demostrar su falta de fe en la calidad de los materiales con los que se construyó el edificio.

Yoshida toma a Minako como rehén y mientras Kenner va tras él, Johnny se enfrenta en solitario a Calviño-san. El poli lee los derechos a su contrincante a medida que lo destroza a galletazos y termina arrojándolo a un tanque lleno de... no sé, lo que fuera que transformase a Jack Nicholson en el Joker en el Batman de Tim Burton, por ejemplo. Sea lo que fuere, es altamente inflamable porque Johnny arroja su mechero dentro y el tanque explota.

"Tienes derecho a morir", suelta el tío, todo ingenio y chulería.

De tal palo tal astilla.

Kenner salva a Minako y, katana en mano, desafía a Yoshida en mitad del festival de primavera de Little Tokyo, formándose rápidamente un corro de curiosos sin aprecio por su propia integridad física alrededor de los contendientes. Como la vida misma, vamos.

El duelo, breve e intenso, termina con Yoshida ensartado en una especie de ruleta de fuegos artificiales, que acaba incendiándose de forma espectacular y llevándose al líder de la yakuza por delante. Sayonara, baby.


Minako abraza a Kenner y Johnny le felicita por un trabajo bien hecho.

Johnny: ¿Qué vamos a poner en el informe policial?
Kenner: ¿Qué te parece "relaciones con la comunidad"?
Johnny: Hemos hecho volar la escena del crimen, hemos matado a los sospechosos...
Kenner: Y hemos participado en el desfile del barrio.
Johnny: Queda bien.

Música y créditos. Si esto no es cine de acción del bueno, no sé qué es.

12 comentarios

  1. Mixtli19843/9/12 01:07

    Pedazo de película!! No la he visto pero este espectáculo (y no me refiero al culo de Ivan Drago (para mi siempre lo será)) no me lo pierdo.
    Otra que tengo pendiente es Masters of the Universe, en la que hace de He-Man y sale Frank Langella y ¡Courney Cox! ¿La has visto?
    Que pena que Brandon Lee esté muerto, seguro que se habría apuntado a la genialidad de Los Mercenarios.

    Lo de la frase del pene, ¿va en serio o es broma tuya?

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  2. Genial, si señor, las risas me an algrado el final del dia, y me an quitado las ganas de volver a ver la pelicuala de marras.....

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  3. Jajajaja, sublime, esta película la recordaba con mucho cariño como una de esas pelis de acción que te marcan, pero hace poco la vi después de años y no podía parar de descojonarme, ¡pero que mierda de película! Aun me gusta mucho pero no quita que sea una mierda. Por cierto, la escena del baño yakuza no es mas ridícula que el momentazo que se marca Brandon Lee alagando la poronga de He-Man, ¡que gran época fue esa!

    Nunca había visto el trampolín en la escena del carro.

    Por cierto, a mi si me gustaba Sabrina la bruja adolescente, y ese episodio con Cary-Hiroyuki Tagawa es de mis favoritos.

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  4. Nunca había visto esta película, pero tal vez le dé una oportunidad, aunque solo sea para pasar el rato.

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  5. Mixtli1984: ¿La película de Masters del Universo? Solo la he visto... unas diez veces. También la comenté en ion litio.

    Lamentablemente, lo del pene es cierto.

    Lethe: ¿Por qué? Deberían darte ganas de verla.

    Victor: ¡Hazlo!

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  6. Anónimo3/9/12 22:46

    Que gran película, es una pena que esos dos no hicieran más, habría sido el inicio de una gran saga, seguramente debe haber alguna realidad paralela el que otro Tipo de la Brocha acabe este artículo comentando que lo que ocurre en esta película no es nada comparado con la siguiente.

    El Salto de la Pantera Nebulosa es un nombre que parece sacado de los Caballeros del Zodiaco, ¿en qué consiste?

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    Respuestas
    1. Para una secuela habría dado, eso seguro. Lee y Lundgren no hacían mala pareja.

      El Salto de la Pantera Nebulosa es confidencial. Solo las mujeres pueden verme ejecutarlo y jamás serán capaces de enseñar a otro hombre a replicarlo.

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  7. Recién vi (hace dos días) 2013: Rescate en L.A. y por lo visto esta también irá a parar a las películas por ver.
    ¿Cómo que no confía en las habilidades telepáticas de Kenner? Debió de jugar en la NFL.

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  8. ¿Será que esta genialidad está en netflix?

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  9. Que el tio que se autocrunchea el cuello salga vivo justo después ya te da una idea de la calidad de la película.

    Y lo del tio del extintor en una de las escenas finales ya es de traca.

    Ideal para verla en grupo y echarse unas risas.

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  10. Sabiduría Inmunda4/9/12 15:03

    Yo me acordaba de la casa de estilo oriental que tenia el amigo Dolf, pero no de que se la hubiera construido el mismo, aunque, bueno, con la de carreras que se ha sacado entre tollina y tollina, esto no sería más dificil para el que cer un programa de Bricomania.

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  11. LacraESECEFE: Como decía Mr. Satán: es un truco.

    Jeral: Pues no sé. Netflix no ha llegado a España.

    Makk: Autocrunchearse... Me gusta. Voy a utilizarlo en el artículo.

    Sabiduría Inmunda: A lo mejor me lo he inventado. ¡MWAHAHAHA!

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