8 de julio de 2013

El último desafío (The Last Stand) (2013)

Quería haber comentado esta película cuando se estrenó en el cine en febrero de este año. Pero después de consultarlo con la almohada y discutir durante horas con ella porque no nos poníamos de acuerdo, finalmente no fui a verla y, por lo tanto, no escribí la crítica de rigor. Intuía que el regreso de Arnold Schwarzenegger al cine después de su carrera gubernamental iba a ser bastante modesto, nada tan espectacular como para que la gran pantalla le diera ese extra que hace que merezca la pena pagar diez euros por sentarte en una butaca de la que se acaba de levantar alguien que olía peor que tú.

Por lo tanto, preferí esperar a que la película saliera el DVD. Y supongo que hice bien, porque comprándola en Amazon sólo me he gastado dos euros más que si hubiera ido al cine y ahora puedo verla  todas las veces que quiera y, si me canso de ella, utilizar la caja para calzar el sofá.

Hablando ya del filme, es extraño que después de pasar casi diez años en el banquillo de las estrellas, el retorno de Arnold al cine de acción en un papel protagonista haya caído en manos de un coreano. Decir que Kim Jee-Woon no es un director curtido en Hollywood es quedarse corto, porque este es su debut en el cine estadounidense, y tampoco es que en su país natal haya trabajado mucho. El primer largometraje que dirigió, cuyo título suena como si alguien se hubiese atragantado comiendo ternera marinada con salsa de soja, es relativamente reciente y su filmografía anda bastante escasa de títulos. No obstante, si habéis visto ese delirio asiático llamado El bueno, el malo y el raro, sabréis que Jee-Woon tiene talento para la acción y reconoceréis su huella en esta película.

El argumento de El último desafío es el producto de la Plot-O-Matic 2000: un narcotraficante huye del FBI en dirección a México y, como los federales son unos mantas, los únicos que pueden detenerlo son el sheriff de un pequeño pueblo fronterizo que anhela la jubilación y sus ayudantes. Sin embargo, tratándose de una peli de acción como las de antes, ya deberíais saber que el argumento es lo de menos. Lo importante es que entretenga y que las palomitas circulen.


Y ahora que habéis disfrutado de un póster cojonudo, tengo que hablar de Arnold. El Roble Austríaco está mayor, muy mayor, más mayor de lo que lo hemos visto nunca; tan mayor como para no sorprenderme si lo viera sentado en una mecedora en el porche de su casa bebiendo zarzaparrilla. Sexagenario, la cara curtida como el cuero, la línea del cabello batiéndose discretamente en retirada y un cuerpo abotagado que tiene la movilidad de un fósil. Su próxima película será Escape Plan; y la única fuga de la que le veo capaz es la del asilo.

Sin embargo, y aunque ya no está para trotes, hay algo admirable en Arnold y no me refiero a los cojones que tiene a la hora de hacer declaraciones, sino a su capacidad para mantener la devoción de sus fans. Sabe lo que éstos quieren y no duda en dárselo. Quizá sea demasiado complaciente, o tal vez su ego sea más grande de lo que fueron sus cuádriceps cuando rodó Hércules en Nueva York; pero lo que está claro es que con su participación confirmada en las nuevas entregas de Conan y Terminator, le queda cuerda para años.

En esta película, Arnold interpreta al sheriff, y ese es básicamente el resumen de su papel. "I'm da sheriff", dice con su imborrable acento austríaco instantes antes de abrirle un agujero entre ceja y ceja a uno de los malos. Creo recordar que su personaje se llama Jay o Ray, definitivamente era algo que rimaba con gay. Pero eso no importa, porque Arnold siempre interpreta a Arnold. Que le añadan un pasado como agente de narcóticos en Los Ángeles para justificar lo duro que es no aporta nada que no supiéramos. Arnold ha sido John Matrix, Douglas Quaid, Ivan Danko y Jack Slater. ¿Qué clase de pasado iba a tener?, ¿vendedor de corbatas?

Mi novia le llama Chochonaguer; aún no le he preguntado por qué y creo que nunca lo haré.

En segundo lugar, tenemos a Eduardo Noriega como antagonista, un narcotraficante mexicano, piloto de carreras y experto en artes marciales. Su interpretación alcanza las altísimas cotas de grandeza que ya marcó con aquel anuncio de tónica Schweppes en el que enseñaba el pompis antes de arrojarse por un acantilado. Pero aunque puedo criticar que su villano resulte tan amenazante como un pepino marino, no voy a regodearme soltando improperios. Él mismo sabe que interpreta a un estereotipo con patas y lo dice sin tapujos en las entrevistas de los extras del DVD.

Además, incluso antes de sentarme en el sofá con un enorme bol de patatas fritas, ya podía prever que el actor cántabro sería incapaz de estar a la altura de la mayoría de los que llevaron estos mismos zapatos antes que él. Noriega no es James Earl Jones, Robert Patrick ni Michael Ironside. Ni siquiera sobreactúa lo bastante como para ser un Vernon Wells. Sin embargo, puedo respetar que aceptase el papel porque le hacía ilusión trabajar con the Gobernator. ¿Cuándo iba a volver a presentársele una oportunidad como esta? Yo en su lugar hubiese aparecido en el plató con toda mi colección de pelis de acción de los ochenta y noventa, incluso las de Sylvester Stallone, para que Schwarzenegger me las firmase.

Lo único que no disculpo es que se doble a sí mismo, porque es uno de los peores doblajes que he oído en una película extranjera desde El resplandor.

¿Cómo culpar a alguien por pasarlo bien?

Entre el resto del reparto hay muchos rostros familiares, y curiosamente, si descontamos a Jaimi Alexander y a sus dos clones, todos son más feos que un pecado. Algunos actores, como Harry Dean Stanton o Sonny Landham (el indio de Depredador), aparecen haciendo el cameo de rigor; otros, como Forest Whitaker, que interpreta al agente del FBI que organiza la persecución de Noriega, disfrutan de más tiempo en pantalla, pero son una mera necesidad del guión.

Mucho más acertada veo, en cambio, la elección de Peter Stormare como jefe de los esbirros, porque el tipo lleva la palabra "malvado" tatuada en la frente y no necesita presentación. Su papel es ridículo y él está pasado de rosca, pero tiene algo de lo que muchos otros carecen: carisma; y en este tipo de película, con eso basta.

También me alegra decir que Johnny Knoxville, uno de los dos o tres alivios cómicos del filme, tiene muchísimo menos protagonismo del que me esperaba a la vista de los tráileres. Y esto es bueno, porque no soporto a este cantamañanas. Él es la razón de que haya visto Men in Black 2 sólo un par de veces. Bueno, él y el resto de la película, que es una mamarrachada.

Estoy firmemente en contra de cualquiera que lleve un gorro con orejeras.

Dejando de lado el reparto, podemos centrarnos en el meollo del asunto: la acción. Lo primero que noté durante el primer cuarto de hora de cinta es la forma tan de finales de los ochenta, principios de los noventa en que está rodada. El cámara no es un enfermo de párkinson adicto al Red Bull y el montador no ha cortado la película en un quintillón de pedacitos, por lo que incluso un carcalmal nostálgico como yo puede seguir en todo momento lo que está pasando y no verse obligado a criticar cada escena solo porque la el desenfreno espástico del cine actual le sobrepasa.

La acción imita la aparente sencillez que caracterizaba al género hace dos décadas, y aunque sea más modesta que los delirios visuales generados en un ordenador de millones de dólares, es más fácil implicarse en ella como espectador. No te deja boquiabierto, pero te divierte.

Luis Guzmán disparando una Thompson. ¿Por qué no?

El principio de la cinta alterna escenas cotidianas en el apacible pueblo de Sommerton, que sirven para presentarnos a Arnold y sus compañeros, con la vertiginosa fuga de Eduardo Noriega en Las Vegas. Esto es de agradecer porque en lugar de retrasar el pistoletazo de salida hasta el segundo acto, Jee-Woon nos trae acción desde el primer minuto, lo que es casi indispensable cuando ves una película un sábado a las dos de la madrugada y no has tomado café. ¿Que qué hacía yo comiendo patatas fritas a las dos de la madrugada? No lo sé, pero si fuera a replantearme mi estilo de vida, desde luego no lo haría a mitad de una crítica de una película de Arnold Schwarzenegger.

Las dos tramas convergen en el minuto cuarenta, y a partir de ahí los tiroteos y persecuciones se suceden sin pausa hasta alcanzar su cenit en una pelea final a puñetazo limpio sobre un puente tendido delante de una pantalla verde que no podría dar más el cante ni aunque estudiase en el Conservatorio de Música de Hamburgo. A su manera, es hermoso que los problemas puedan solucionarse de una forma tan simple y no con una batalla multitudinaria ni grandes explosiones. Si pudiera arreglar el goteo de mi váter haciéndole un suplex, creedme que lo haría.

En cuanto a originalidad, la única escena de acción que se puede calificar de original es la persecución en el maizal, pero mis preferidas son en la que uno de los sicarios salta a la carrera desde el tejado de un edificio al techo de un autobús en marcha, en plan Jackie Chan, y en la que Arnold parte a un tipo por la mitad con una ametralladora Vickers. No son excepcionales ni sensacionales, pero resultan entretenidas de ver.

Oh, sí, y cómo olvidar el tiro a quemarropa en plena caída libre.

Para bien o para mal, esa llaneza característica del cine de acción del siglo pasado se traslada también al guión de Andrew Knauer, que sigue a pies juntillas el manual y está repleto de clichés y chistes más flojos que las rodillas de Arnold. Frases como "Tengo a un psicópata en un Batmóvil" podrían haberse escrito hace treinta años como poco.

Ahora bien, no por ello la película carece de personalidad; quizá no tiene tanta como el director podría haberle dado, ya que puede percibirse la mano de la producción americana en su realización, pero suficiente para sacarla del pozo de la mediocridad y la serie B. En particular, como amante del spaghetti western, me encantaron los guiños a este género en los planos y en la banda sonora del Mowg.

Tirorirori-to-ri-ro…

En conclusión, El último desafío no es ni por asomo una gran película, pero, en su sencillez, resulta refrescante dentro de una cartelera anegada de grandes superproducciones en las que el héroe debe salvar el mundo y todo es más grande que la vida misma. Solo por eso quizá este haya sido el vehículo más apropiado para el regreso de Arnold. Y no está mal para un director que viene de un país en el que la gente se come a sus perros.

11 comentarios

  1. Anónimo8/7/13 09:51

    El anuncio ese de Aquarius me da naúseas. No se como los publicistas de la marca se han metido en tal marrón. Están destruyendo su imagen

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  2. Anónimo8/7/13 09:52

    ¿Crees que es peligroso y un error trincarse a una CHINA?

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  3. Mucho mrjor que Commando. Está pasable, se observan demasiados clichés ochenteras y noventeras.
    Esas frases antes de matar a un sujeto(igual que en comando la de "mentí" o "hasta la vista Baby"en T2)son las característics del cine de acción de este hombre-músculo. Creo que lo admiro más como el fisicoculturista innovador que fue, aunque tiene su mérito el ser de los primeros "mamados" que se aventuraron a realizar cine(en primer lugar tenemos a Ferrigno).
    Se retira con dignidad del cine y de paso los actores arcaicos de action está dejando claro el ciclo de la vida y de que todo por servir se acaba...lo deja más claro Bruce Willis en Duro de matar 5(para vosotros la jungla de Cristal 5).

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  4. Anónimo: ¿Qué imagen?

    Anónimo: ¿Crees en el humor a primera vista?

    M@nchitas: ¿Mejor que Commando? ¡Commando es el epítome del cine de acción de los ochenta! Nada supera a Commando.

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    1. Terminento10/7/13 18:56

      No me joda, ¿y Depreador?, ¡coño, en Depredador salen Chuache, Apollo Creed, Jesee Ventura, el gafas de los chistes de chochos y el negro de Commando de "jodete tú"! ¡Ah! Y un marciano rastafari multirracial hijoputa.

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  5. Algun problema con los gorros con orejeras?

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    1. El mismo que con las riñoneras.

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    2. Pero si las riñoneras molan tio de la brocha

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    3. Terminento10/7/13 18:57

      Las riñoneras las llevaba el señor contrahecho del jersey en verano que te daba el cambio en los recreativos. No molan.

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  6. Mucho mejor que Commando? Commando era una parodia de si misma, esta no tiene ni pies ni cabeza, me parecio mala, pero no tanto como la peor pelicula que he visto este año, el hombre de acero

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  7. Noriega llega al puente con los zapatos impecables, después de haber corrido por el campo de maiz 🤷‍♀️

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