19 de diciembre de 2013

Batman: Un peligro navideño

Si algo consigue que Charles Dickens se levante de su tumba de la Abadía de Westminster, no será un ritual sacado del Necronomicón ni una máquina inventada por científicos soviéticos en los años cuarenta. Ni mucho menos, porque será este cómic de Batman de 1945 inspirado en Cuento de Navidad. Y si no consigue que Mr. Dickens se levante, al menos provocará que los pocos restos que queden del escritor inglés se remuevan en su tumba. O se agiten ligeramente.

Batman es uno de los pocos héroes del plantel de DC que tanto escritores, como lectores pueden tomarse en serio. No viene de otro planeta, no es un semidios, ni tampoco obtuvo superpoderes a raíz de un experimento fallido. Lo poco de guasa que tiene Batman es que le hayan interpretado Michael Keaton, Val Kilmer y George Clooney. ¿Y nos quejamos de Ben Affleck? ¡Venga ya!

Sin embargo, Batman no siempre ha sido un personaje complejo y hecho a sí mismo, como pueden creer erróneamente quienes sólo lo conozcan por los cómics publicados en los últimos cuarenta años o la reciente trilogía cinematográfica de Chritopher Nolan. Antes de los años setenta, Batman fue Adam West, y antes de ser Adam West, fue un fantoche disfrazado que limpiaba las calles de Gotham de gánsteres fácilmente impresionables, cerebros en salmuera y gorilas-bomba con la ayuda de un niño en paños menores y un ahora olvidado Bat-sabueso.

El cómic que vamos a repasar hoy es una buena muestra de cuánto ha evolucionado Batman desde que Bob Kane lo crease allá por 1939. También lo es de que a mediados de los años cuarenta, no debía de ser especialmente complicado conseguir una bolsa de marihuana.

Es Navidad en Gotham, y Bruce Wayne y su joven protegido Dick Grayson hacen algunas compras de última hora. Aunque el Hombre Calendario no aparecería por la ciudad para estropearles las fiestas hasta varios años más tarde (en Detective Cómics #259, para ser exactos), el crimen no descansa, ni siquiera en Nochebuena, y el Dúo Invencible solo tarda dos viñetas en cruzarse con unos gánsteres haciendo de las suyas.

Los matones trabajan para Happy Hoggsby, un jefe del hampa gordo, trajeado, fumador de puros y, por lo tanto, recalcitrantemente malvado, que pretende hacerse rico obligando a los comerciantes de Gotham a vender abetos a precios estratosféricos y quedándose con la diferencia. Nucky Thompson no es nadie a su lado.

El propio Batman reprueba la actividad criminal con estas duras palabras: "acaparar el mercado de los árboles de Navidad mediante el terrorismo no es respetable". Tampoco lo es corretear por las calles disfrazado de murciélago acompañado de un menor de edad en bañador, pero juzgar a otras personas es fácil. Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. O, mejor dicho, Batpiedra.

El multimillonario Bruce Wayne regateando por un árbol de Navidad. Putos ricos.

Cuando uno de los matones empapa de gasolina los árboles del vendedor, Bruce y Dick deciden que ha llegado el momento de abandonar sus personalidades civiles y lucir fabulosos. Un instante después, Batman y Robin entran en escena. Lástima que en el tiempo que tardan en cambiarse de ropa, los gánsteres ya hayan prendido fuego a la mercancía. No es fácil ponerse los Bacalzoncillos.

El Cruzado Enmascarado sorprende a sus enemigos con una frase apropiada para estas felices fechas:

"¡Veo que no creéis en Santa Claus, ratas!".

Poneos en el lugar de los gánsteres. ¿No estaríais cagados de miedo? Batman no solo lucha contra criminales armados sin más protección que unas mallas ajustadas y una ausencia total de sentido del ridículo, sino que es evidente que sufre delirios de percepción de la realidad, un claro síntoma de la psicosis galopante que arrastra desde que vio asesinar a sus padres. Si Batman de verdad cree en Santa Claus, es para preocuparse. Y mucho. Imaginaos la frustración que acumulará año tras año sin recibir regalos, pensando que Santa Claus no le trae nada porque no es lo bastante bueno, que debe hacer más por la comunidad, y descargando esa frustración en las mandíbulas de sus enemigos. Tiene que doler.

Alguien debería llamar al centro de servicios sociales, porque no puede haber más de 5º C en la calle y Batman lleva a Robin con los muslos al aire.

El Hombre Murciélago sonsaca a los gánsteres el paradero de su jefe bajo amenaza y, acto seguido, el Dúo Dinámico hace una visita de cortesía a Happy Hoggsby. Total, Frank Capra no había dirigido todavía ¡Qué bello es vivir! y en la radio no ponían nada interesante aparte del show navideño de Bob Hope, así que ¿qué iban a hacer toda la noche?, ¿jugar al bacará?

Después de ver cómo los justicieros enmascarados noquean a sus guardaespaldas sin sudar siquiera, Happgy Hoggsby recibe a nuestros héroes con toda la tranquilidad del mundo. Su empresa cuenta con el apoyo del multimillonario Scranton Loring, y, por lo tanto, es intocable.

El Batman de los cómics de Frank Miller respondería haciéndole tragar el puro y rompiéndole dos o tres costillas; pero este cómic lo ha escrito el propio Bob Kane y apenas es coherente, así que Batman le dice que sea "paciente" mientras tienen unas palabras con Scranton. "Si es usted tan amable de esperarnos mientras resolvemos este leve contratiempo, mi compañero Robin aquí presente y yo le estaremos agradecidos". ¡Anda a hacer puñetas, Batnenaza!

Robin no puede creerse que alguien pueda aprovecharse de la Navidad para hacer chanchullos. Yo no puedo creerme que vayan corriendo de un lado para otro de la ciudad en lugar de usar el Batmóvil. La crisis de la posguerra, claro.

Mientras tanto, en la ominosa mansión Loring, que ha debido de mangar el pórtico al Panteón de Agripa, el joven Scranton recibe la visita inesperada de su tío Timothy, al que el juzgado ha nombrado su tutor tras el fallecimiento de su otro tío, al que en Gotham se conoce como el viejo Scrooge.

Un detalle que llama la atención es que el tío de Timothy se presenta en la mansión disfrazado de Santa Claus, por lo que deduzco que es a) un alcohólico en paro, b) un retrasado, o c) un psicópata en potencia, porque su sobrino es ya mayorcito para andarse con cuentos. Aun así, su brújula moral está mejor orientada que la del joven Scranton, que se vanagloria del monopolio navideño ideado por su nada sospechoso secretario, el señor Eggers.

Lo único que podría devolver a Scranton al buen camino es la visita de tres espíritus capaces de enseñarle el verdadero significado de la navidad mediante un viaje personal a través de su pasado, presente y futuro. Sin embargo, esto llevaría demasiado tiempo, así que Batman y Robin entran por la ventana y se lo llevan secuestrado.

En defensa de nuestros héroes, diré que el chico se lo ha ganado a pulso. Nadie llama a Batman estúpido por luchar contra el crimen sin obtener nada a cambio. Le llama estúpido por otras muchas razones, como dejar vivos a los supervillanos para que sigan matando gente y torturándole, o imitar la voz del Monstruo de las Galletas para que nadie le reconozca. Al menos, su cruzada detectivesca le ayuda a mantener la línea y le permite saltarse los semáforos en rojo.

Pronto os mandaremos una nota con las condiciones del rescate.

Batman y Robin arrastran al joven Scranton hasta la tienda de árboles de Navidad del principio del cómic, que ahora se parece a las Fallas de Valencia en la noche de la cremá, para que vea las consecuencias de sus actos.

Un momento… ¿Batman y Robin se marcharon de la tienda sin ayudar al dueño? ¡¿No apagaron el fuego?! ¡Pero si cuando vapulearon a los matones, solo había un árbol en llamas! ¡Podían haber evitado que se incendiase toda la tienda! ¿Qué hubieran hecho si el fuego llega a extenderse a otras tiendas o al barrio entero? Además, ambos sabían que cuando regresasen al lugar de los hechos una hora más tarde, la tienda seguiría ardiendo porque si no no podrían darle una lección a Scranton, lo que quiere decir que cuando se marcharon debieron pensar que el dueño no sería capaz de controlar el fuego y que los bomberos tampoco llegarían a tiempo de salvar la tienda. ¡Eran conscientes de cómo acabaría esto! ¿En qué clase de héroes les convierte eso? En los peores, sin duda.

Por suerte, Scranton se ofrece a pagar los desperfectos con un cheque, y Robin procura dejarle claro que debe hacerlo.

¿Alguien ha traído malvaviscos?

Después de calentarse un poco las manos en los rescoldos del que podría haber sido un próspero negocio, Batman y Robin obligan a Scranton a acompañarles a la casa del dueño de la tienda, que vive en la pobreza.

La situación es incluso más melodramática de lo que cabría esperar de un cómic navideño. El vendedor no tiene dinero para pagar la calefacción, su hijo ha fallecido, su nuera está gravemente enferma y, lo que es peor, dos saltimbanquis han dejado que se quemase su única fuente de ingresos para que un niño rico aprendiese una lección.

Pero Scranton no sabía que la gente pudiese vivir así de mal y ofrece a la familia todo el dinero que lleva encima. En este cómic, el dinero es la solución a todos los problemas. Bueno, el dinero y la violencia.

¿Otra vez Batman y Robin? ¿Qué van a hacer ahora?, ¿contagiarme el sida?

La siguiente visita es al hospital, donde otro honrado comerciante se recupera malamente de la paliza que le han propinado los gánsteres de Happy Hoggsby por no querer subir los precios.

Empapado de humanidad, o tal vez dispuesto a hacer lo que sea necesario con tal de que sus secuestradores lo liberen, Stranton ordena al superintendente del centro que los mejores médicos atiendan a la víctima; él correrá con los gastos.

Batman afirma que ya va pillando el espíritu navideño: dar y no tomar. ¡Disgustos es lo que está dándonos este cómic!

Ya que estamos aquí, ¿qué tal si visitamos la unidad de quemados intensivos? He oído que acaba de entrar una docena de pacientes.

Por último, para convencer a Stranton de que debe cambiar su forma de ser, Batman lo conduce hasta Happy Hoggsby, para que conozca al socio de su secretario.

Y, por supuesto, no hay mejor forma de impartir lecciones morales que dejando que el chaval entre solo en la guarida de los gánsteres. Pero, tranquilos, porque aparte del trauma que pueda suponerle ser encañonado con una pistola, ver a su tío disfrazado de Santa Claus maniatado a una silla y que le amenacen con liquidarlo allí mismo, no le pasa nada que no puedan solucionar quince años de psicoterapia y muchos botes de ansiolíticos.

Batman y Robin entran en escena en el momento oportuno para ocuparse de los matones con su brutalidad habitual. Sin embargo, el Dúo Enmascarado no es infalible, y Happy Hoggsby aprovecha que Batman está de espaldas haciéndole una barbilla nueva a uno de sus hombres para encañonarle con una pistola. Stranton, en un acto suicida que sólo puedo comprender como causa de las horribles experiencias de la noche, se interpone en la trayectoria del arma.

Por suerte, nadie sale herido, porque Batman es capaz de teletransportarse diez metros en lo que dura un parpadeo y noquea a Happy Hoggsby al mismo tiempo que éste presiona el gatillo.

"¡Lo único que lamento es que te estoy salvando de la silla eléctrica!".

Si Batman de verdad es capaz de plantearse que un gánster asesine a un crío con tal de ver a aquél condenado a muerte, es un hijo de puta.

¿Quién es más rápido? ¿Flash, Superman o el puñetero Batman?

Con los criminales ya entre rejas, Batman y Robin creen que ha llegado la hora de que Stranton enmiende sus errores y le sugieren que empiece por comprar regalos para los más necesitados.

Y por sugerir quiero decir que se le echan encima con cara de pocos amigos.

No me siento en absoluto intimidado.

A bordo de un Batplano decorado con motivos navideños, Batman, Robin, Scranton y el loco disfrazado de Santa Claus pasan la noche cantando villancicos y colándose en los hogares más necesitados para dejarles regalos.

¿Os imagináis levantándoos en mitad de la noche porque habéis oído un ruido y encontraros a estos tres tipos disfrazados acompañados de un crío colocando paquetes junto a vuestro árbol? Pues los más pobres de Gotham no necesitan imaginárselo. ¿Por qué será que los héroes siempre actúan así?

Solo el Batplano sería capaz de mantenerse estable en el aire a pesar de la improbabilidad física.

Naturalmente, y como colofón a esta delirante aventura, no podía faltar la clásica despedida navideña en la que los personajes rompen la cuarta pared.

Robin por fin ha encontrado a su zorrita.

Este cómic es una obra maestra. En apenas diez páginas, Batman y Robin no sólo nos enseñan el verdadero significado de la Navidad, sino que se las ingenian para cometer más delitos que todos los villanos juntos: lesiones, amenazas, allanamiento, coacción, daños a la propiedad, omisión del deber de impedir delitos o promover su persecución… ¡Por no mencionar la exhibición obscena y el desorden público que los acompañan allí donde vayan!

¿A quién podría no gustarle?

10 comentarios

  1. AlvaroReli19/12/13 01:25

    Cada vez que leo un cómic de Batman de esa época y veo que Robin siempre se lanza al "peligro" antes que Batman, me pregunto que clase de cosas horribles, obscenas, demenciales y sodo**tas pueden ocurrir en la Mansión Wayne por el día. Normal que el pobre al crecer decidiera tomar el nombre de guerra de la protagonista de un club de cabaret de los 80 en pleno centro de Madrid.

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  2. Vengo a reivindicar al Batman de 1943, que todos se olvidan de él.

    ¿Cómo alguien puede negar la velocidad del buen Bats? De los mejores velocistas de DC.

    Me voy a imaginar que ese viaje nocturno fue un tanto incómodo. Batman, reprimido por tantas Navidades sin regalo y ahí, a su lado, Santa. Dirigiendo el mando del Batplano y echando unas cuantas miradas con el rabillo del ojo hacia el tío a quien Batman no logra diferenciar del verdadero Claus. Hasta que en un momento, apretando el volante y los dientes, a punto de romper en llanto, Batman le grita:
    — ¿Dónde estuviste todas este tiempo? ¡¿DÓNDE?! ¡Te esperé despierto cada año pero nunca llegaste! ¡TENGO 40 CHIMENEAS! ¡40! ¡Pero ahora atiendes a un niño que perdió el espíritu! ¡Yo nunca lo perdí! ¡Siempre creí en ti y me defraudaste cada vez!

    Y luego, Batplano estrellado.

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  3. AlvaroReli: Hombre, normal, lo que se dice normal... Pues no.

    LacraESECEFE:: BEST. COMMENT. EVER.

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  4. Tengo que reconocer que los especiales de navidad suelen ser mis posts menos favoritos del tipo del tipo de la brocha, exceptuando los musicales, claro está, pero este tiene buen nivel. Buen trabajo ^^

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  5. Si tenemos en cuenta que Batman vive en un mundo con alienígenas superpoderosos, magos, metahumanos, criaturas mitológicas, monstruos clásicos, dioses y viajes en el tiempo no es de extrañar que crea en Papá Noel, seguro que tiene un plan para neutralizarlo en caso de necesidad, no creo que no vigile a un tipo que puede recorrer el mundo entero en una noche, puede saber quien es bueno o malo y que se cuela en las habitaciones de los niños con un saco.

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  6. pons007: ¿Por qué? ¿No te gusta la Navidad? ;_;

    Anonimatus: Batman siempre tiene un plan. Pero sus planes ya no dependen siempre de uno de los batartilugios de su cinturón.

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  7. Gran post, en verdad me he reído mucho, mereces un aplauso (solo uno), no sabía que a ti también te parece ridícula la elección de Keaton como Batman, a mí solo me molaba el traje.

    Por curiosidad harías un top de actores sobre Batman, Sherlock Holmes y 007.

    PD: https://encrypted-tbn2.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcQtPfX-R8HMThqV7EDQ3hjC_oblaVyyo2fxzi63c6QZOEXDzBV3

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  8. Tiene gracia cómo Batman obliga a un chaval a ser generoso y a pagar a todo quisqui cuando él es un multimillonario que podría haber evitado el desastre de raíz y no suelta ni un centavo para repararlo.

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  9. Conoces el cómic Joker vs The Mask?

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  10. Gargoyles: La elección de Keaton fue incomprensible en su momento, pero dio la talla a pesar de medir lo que mide. No haré ese top jamás. Sé que dicen que nunca digas de ese agua no beberé, pero... JAMÁS.

    Anónimo: Bruce es un viejo pecador avariento, el verdadero Scrooge de esta historia.

    Anónimo: Sí, pero no nos salgamos del tema para hacer preguntas que no conducirán a ninguna parte, por favor.

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