13 de noviembre de 2016

Geralt de Rivia: Tiempo de odio

Tiempo de odio es la cuarta novela de la saga del brujo, del autor polaco Andrzej Sapkowski, un vejete entrañable que en una reciente entrevista dijo: "Esto es literatura, y no se tiene que analizar de ninguna otra forma. Mis opiniones importan menos que el agujero del culo. Son como el ojete. Todo el mundo tiene opiniones, y todo el mundo tiene ojete. Y no es conveniente enseñar a la gente ni tus opiniones ni tu ojete". ¡Podéis leer la entrevista completa aquí! Los escritores bordes que se amoscan con facilidad son mis favoritos, y Sapkowski se lleva la palma.

En cuanto al libro, tiene todas las virtudes del volumen anterior, pero casi ninguno de sus defectos. La trama avanza a buen ritmo, la narración está bien construida y, aunque la historia se queda a medias (porque eso es lo que pasa con las sagas, ¿qué le vamos a hacer?), hay una conclusión más o menos satisfactoria. Incluso puedo recomendároslo con independencia de que hayáis leído o no los libros anteriores.

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¿Cómo? ¿Queréis que me extienda más? ¿Y sin cobrar siquiera?

De acuerdo, pero entonces no me culpéis si os destripo algunos detalles de la trama. Estáis avisados.

Aunque seguro que habrá quien sepa más que yo de estructura narrativa (por ejemplo, cualquiera que se leído Teo en la granja), y a sabiendas de que el propio autor ha separado la novela en siete capítulos, para mí se divide en cinco partes bien diferenciadas.

La primera parte se correspondería con el primer capítulo, y en ella seguimos los pasos de un mensajero real que lleva misivas demasiado valiosas como para ponerlas por escrito, así que se las aprende de memoria. A nadie parece preocuparle el problema del teléfono escacharrado.

Sapkowski se sirve de este correveidile para poner en situación a los lectores más olvidadizos, que probablemente recuerden mejor el último videojuego de CD Projekt RED que el volumen anterior. Principalmente se recapitula el estado de la guerra con Nilfgaard y se habla de las consecuencias que sufre el pueblo llano, pero también se dejan caer algunas pistas sobre el porvenir.

El viaje de ese mensajero se intercala con la reunión de Geralt de Rivia, el antihéroe anacrónico de pelo oxigenado, con dos criaturas retorcidas y aterradoras cuya existencia no se ciñe al género fantástico: los abogados Codringher y Fenn. Con ellos el brujo habla de su pupila Ciri y se termina de colocar al lector, ahorrándole el esfuerzo de leerse los tres tomos que preceden a esta novela.

Codringher tiene un gato, pero no lo meten en ninguna caja.

En la segunda parte, que coincidiría con el segundo capítulo, Yennefer y Ciri llegan a Gors Velen, una antigua villa que debe su bienestar a los hechiceros y por la que se nos da un curioso tour, permitiéndonos conocer mejor a una Ciri que va camino de la madurez. Al final del capítulo se produce un feliz reencuentro seguido de una escalofriante persecución que podría haber servido perfectamente de clímax a la novela. De hecho, si sois unos blandos, podéis dejar el libro tan pronto como acaba este capítulo y pensar que los protagonistas vivieron felices para siempre. Pero si vivís en un mundo en el que hay al menos una polémica semanal en redes sociales, de poco os va a servir engañaros en esto.

En la tercera parte, que abarcaría los capítulos tercero, cuarto y quinto, asistimos junto a Geralt a un divertido e intrigante banquete celebrado en el palacio de Loxia con motivo del congreso general de hechiceros. Hay ostentación, comida refinada, caviar ilusorio y muchos escotes de vértigo. Bien entrada la noche, la cosa se lía y Geralt se lanza a la acción, que, como acostumbra Sapkowski, es brutal y vertiginosa. Esta parte se cierra con un interludio que se centra en las secuelas del conflicto desde el punto de vista del bardo Jaskier, que se reúne con su amigo Geralt en Brokilón. Esta suerte de epílogo en lo que concierne al brujo te deja un regusto amargo, pero con cierto bouquet de esperanza. Pensad en el final de El Imperio contraataca, pero sin manos amputadas ni un dandi negro poniéndose la  ropa de un viejo amigo congelado en carbonita.

En la cuarta parte (sexto capítulo, por si habéis perdido la cuenta), Ciri se convierte en la estrella del show y las pasa más canutas que ningún otro personaje en lo que llevamos de la saga, de nuevo sola y en la peor situación posible. Si en los capítulos anteriores todavía quedaba algo del humor de las primeras novelas de la saga, aquí se difumina hasta prácticamente desaparecer. Y es que andar por el desierto sin agua ni comida no tiene ninguna gracia. Ni siquiera cuando te acompaña un unicornio.

El único unicornio de la saga que nos importa.

En la quinta y última parte (último capítulo y epílogo del libro), Ciri acaba adoptando una nueva identidad y uniéndose por circunstancias del azar a una banda de ladrones y asesinos nacida de estos tiempos de odio en los que les ha tocado vivir. Sin embargo, el destino y la sombra del misterioso e implacable emperador de Nilfgaard siguen planeando sobre ella, dejando abiertas las posibilidades para... ¡¿tres novelas más?! Necesito más días de vacaciones...

Tiempo de odio tiene poco que ver con los primeros libros de la saga del brujo. La forma en la que está escrito es la misma y Sapkowski sigue recurriendo a las descripciones recargadas y a los largos diálogos, ora cínicos y perspicaces, ora vulgares y honestos, para darle interés a la historia; pero es ahora cuando se ve con claridad la ambición y complejidad que la novela anterior se limitaba a anunciar. Sapkowski mete de lleno al lector en la clase de épica que esperan los aficionados del género de la alta fantasía, agarrándolo por las solapas y sacudiéndolo hasta hacerle olvidar aquellas aventurillas insignificantes de los inicios de la saga e incluso aquel prólogo extenso que es La sangre de los elfos.

Al tiempo que la historia gana en alcance y complejidad, Geralt cede protagonismo y Ciri se afianza en una bien merecida posición como eje de la saga del brujo. Mis capítulos favoritos de este libro siguen siendo los protagonizados por Geralt, tanto por los cotilleos y conspiraciones apenas disimuladas del banquete de hechiceros, como por la gran escena de acción que les sigue; pero Ciri está igual de bien escrita que su figura paterna y tutor. Y lo mismo puede decirse de Yennefer, esa madraza.

Por último, debo añadir que esta novela demuestra más que ninguna de las anteriores la habilidad de Sapkowski para narrar los acontecimientos que escriben la historia del Continente a través de los ojos de unos personajes aparentemente menores, que se ven envueltos poco a poco, y casi en contra de su voluntad, en el mayor conflicto de su época.

La tensión va en aumento y también lo hacen mis ganas de leer la siguiente entrega de la saga. Eso sí, no espero poder hacerlo antes de que las ranas críen pelo.

5 comentarios

  1. Ya se ha dejado atrás la parte de tramas autoconclusivas y estamos en la típica-épica saga que abarca varios libros.

    Podrías echar un vistazo a los libros del Elfo Oscuro a ver que te parecen y responder a la eterna pregunta sobre quien ganaría una pelea entre Geralt y Drizzt.

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  2. Pues disfruta que estás en el zénit de la saga. Yo me estoy terminando Estación de Tormentas. Es innecesario, pero está muy chulo.

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  3. Anonimatus: Al menos la serie del Elfo Oscuro es una trilogía. Eso ya es una ventaja.

    Aco: El siguiente me lo leeré en el año 3994.

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  4. La saga del elfo oscuro una trilogía??? Pobret... Creo que yo lo dejé en la 4ª o 5ª trilogía, así que échale ánimos (eso sí, la buena es la primera)

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