15 de diciembre de 2014

Los Picapiedra descubren la Navidad


Los Picapiedra no necesitan presentación. Son los dibujos animados más populares de Hanna-Barbera junto al Oso Yogi y Scooby-Doo y, en sus primeros tiempos, incluso podían permitirse anunciar cigarrillos Winston sin arruinar su reputación. Por eso, estoy convencido de que muchos de vosotros habréis disfrutado ya de sus especiales navideños de televisión. La sola idea de que unos cavernícolas celebrasen  la Navidad es deliciosamente extravagante, y si además fuera cierto y, digamos, alguien encontrase restos prehistóricos de un abeto decorado con bolas y guirnaldas, sería el mayor hallazgo arqueológico desde que el profesor Nicholas Conard y su equipo de la universidad de Tübingen descubrieron el consolador más antiguo del mundo.

Dicho esto, si los Picapiedra y los Mármol son tan modernos como para celebrar la Navidad un millón de años antes del nacimiento de Cristo, cuando las trogloditas con curvas de infarto aún luchaban por la supervivencia en un mundo dominado por los dinosaurios, desde luego yo no voy a quedarme atrás hablando de algo tan obvio como los especiales navideños de Los Picapiedra. No, lo que voy a hacer es centrarme en una tira dominical publicada el 24 de diciembre de 1961 y que en sólo diez viñetas consigue capturar toda la esencia de la Navidad. O no. Yabba-dabba-doo.


Pedro Picapiedra y su amigo Pablo Mármol observan desde lo alto de un risco el segundo fenómeno más impresionante de la naturaleza después del perro salchicha que toca el banjo: una estampida de dinosaurios.

Los grandes reptiles (y un mamut) avanzan imparables hacia el Valle Rocoso haciendo temblar la tierra a su paso. Sin embargo, hay algo inusual en esta imagen. Y no me refiero a que el diplodocus y el pterodáctilo jamás convivieran con el tiranosaurio y el triceratops, ni mucho menos con el dimetrodon o el mamut, porque los anacronismos son el aceite que mantiene engrasada la maquinaria de Los Picapiedra. No, lo que debería llamaros la atención es que estas bestias prehistóricas ¡sonrían!

El mismo Pablo no da crédito a lo que ve. "Todos parecen felices... ¡No hay lucha!". Pedro también parece desconcertado. ¿Esperaban acaso que los dinosaurios estuvieran matándose entre ellos? ¿Con qué propósito vigilaban el desfiladero?

Después de meditarlo, creo que sólo hay una respuesta posible: estos dos buenos amigos pensaban disfrutar de una masacre inhumana y repulsiva. En este mundo inhóspito y descarnado en el que sólo el más fuerte sobrevive, los dinosaurios luchan a muerte entre ellos para alimentarse o defender su territorio. Piel, carne y tendones desgarrados y arrancados con dientes y garras. Un espectáculo que lejos de provocar repugnancia o miedo, ha conducido a nuestros dos queridos cavernícolas hasta este lugar apartado, oculto a las miradas reprobadoras de sus mujeres. ¡Qué triste pertenecer a la misma escala evolutiva que ellos!


Y pobres, pobres dinosaurios. En la serie siempre vimos a estas majestuosas y letales bestias convivir pacíficamente con el hombre, ayudándole en sus tareas cotidianas y sirviéndole de mascota. Pero ahora descubrimos, no sin cierto desengaño, que los saurios leales y mansos que tanta gracia nos hacían de pequeños probablemente fueron privados de su libertad y domesticados hace mucho tiempo, esclavizados por el hombre de las cavernas para ser sometidos a una vida de penosa servidumbre.

En cambio, más allá de la urbe, en la jungla, la naturaleza sigue su curso indiferente a la presencia del homo erectus. La violencia y la muerte son inherentes al reino animal, y Pedro y Pablo lo saben. Por eso el espectáculo que están presenciando ahora les deja perplejos.

"Enemigos naturales caminando juntos", dice Pablo. "No lo entiendo".

Pedro y él han vivido hasta superar los treinta. Son hombres viejos que se acercan ya al ocaso de la vida, y la ausencia de sufrimiento, sangre y muerte es incomprensible para su intelecto atávico y poco ilustrado.

La pareja decide bajar a investigar. Pedro se arma con su garrote. Si lo lleva consigo, debemos pensar que es porque ya se ha visto antes en situación de utilizarlo. Toda precaución es poca cuando el pedazo más grande de tu cuerpo es sólo una molestia entre los dientes de un gran depredador.


Los dinosaurios, insultatemente pequeños y felices, hacen caso omiso de la pareja de homo erectus. Sus miradas están clavadas en el cielo. ¿Por qué no luchan? ¿Qué están mirando?

Y entonces ellos también lo ven, una imagen aun más extraordinaria que la congregación pacífica de los grandes saurios: ¡antílopes astados tirando de un trineo que sobrevuela el valle!

¿Qué terribles pensamientos cruzarán en este momento por sus mentes primitivas y supersticiosas?

A juzgar por su actitud pasiva, ninguno.


El hombre que conduce el trineo lo hace descender en medio del círculo de bestias y éstas se abalanzan sobre él. Pedro y Pablo temen por la vida del extraño visitante y corren en su auxilio, un comportamiento infrecuente en una sociedad tribal en la que cada clan es perfectamente consciente de que hay otros clanes rondando por ahí dispuestos a despiezarlos y servirlos de cena.

Pero el visitante no ha sufrido daño alguno y aclara que los dinosaurios sólo estaban dándole la bienvenida. A diferencia de nuestros dos primitivos amigos, que sólo ven ante ellos a un homo sapiens anciano, orondo y barbudo, de nariz sonrojada, vestido con extrañas ropas de abrigo rojas y blancas, nosotros reconocemos a esta inconfundible figura al instante aunque no llegue a decir su nombre. ¡Es Santa Claus, la mascota de Coca Cola!


Sentado sobre la trompa de un amistoso mamut, Santa Claus explica  a sus nuevos amigos que un día al año lleva regalos a los dinosaurios y que este es un día de paz y felicidad para ellos. Mañana, cuando los depredadores se lancen a la persecución de las presas con los mejores regalos, no será tan feliz ni pacífico.

Demostrando un poder profético que revela su naturaleza más que humana, el gordo risueño les revela que un día un hombre predicará la paz y la bondad entre sus semejantes, y que su nacimiento se celebrará como el día de Navidad. Lo que no les dice es que aún faltan cientos de miles de años para que nazca Jesucristo y que, para entonces, ellos se habrán unido a la larga cadena de homínidos extintos y sólo serán un montón de huesos mal conservados cuya alma, en el mejor de los casos, vagará eternamente por el limbo con los no bautizados y los paganos virtuosos.

Pablo dice que deberían celebrar la Navidad desde este mismo momento, pero teniendo en cuenta que Jesucristo aún no ha nacido, el término "Navidad" no me parece el más apropiado para ellos. Propongo que la llamen la Fiesta de Cumpleaños del Hippy Mágico del Futuro.


Pedro y Pablo se reúnen con sus mujeres y, sin ningún motivo aparente, deciden colocar un abeto en mitad del salón. Pablo comenta que al árbol le falta algo, bastones de caramelo o adornos brillantes, o quizá los cráneos de los miembros de un clan rival.

Fieles a esta nueva tradición pleistocénica, los regalos no se han hecho esperar. Wilma sostiene en sus manos una cadena, lo que demuestra que en la Edad de Piedra las prácticas sexuales ya se distinguían de los rituales de apareamiento, y Betty examina entusiasmada un abrigo de piel que, paradójicamente, hace juego con la ropa de Pedro y no con la de su "cuchi-cuchi".

Las mujeres, obligadas a limpiar la cueva y cocinar brontohamburguesas para sus maridos en esta sociedad patriarcal primordial, están muy contentas con sus regalos y dicen que esta celebración tiene que repetirse más a menudo. Pero Pedro destruye su ilusión recordándoles que la Navidad sólo se celebra UNA vez al año. No se pasa ocho horas diarias deslomándose en la cantera para luego desperdiciar esos bien merecidos piedrólares.

Yabba-dabba-doo y feliz Navidad.

8 comentarios

  1. Lo malo es que no nos queda claro el por qué Santa Claus trae regalos a los dinosaurios una vez al año pero a Dino nunca jamás se lo ha traído, y mora que Dino se comporta como un perro pero no deja de ser un diplodocus con cuello corto. ¿Y ya puestos? ¿qué ocurre con los otros dinosaurios que hacen funciones de electrodomésticos tales como fregaplatos, secador, aspiradora, etc etc?
    Como a los autores de Hanna y Barbera no les puedo escribir para ponerles verdes por esta falta de rigor histórico escribiré a mi congresista para que me informe quiénes son los herederos para ponerles firmes.

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  2. Los Picapiedra son toda una institución de la animación. De pequeño los veía a todas horas (bueno, por la mañana).

    Sobre que Pedro y Pablo observen dinosaurios, no te has parado a pensar que a lo mejor los vigilaban por orden expresa del señor Rajuela. Lo mas seguro es que estén pendientes por si alguno de los dinos decide darse un garbeo pro la cantera y avisarles con tiempo.

    Lo de Papa Noel hablándoles de la Navidad me da que es solo un pérfido plan para instaurar la vena consumista desde tiempos inmemoriales. Yo creo que es en realidad un viajero del tiempo enviado por alguna gran multinacional ( el Cote Ingles, seguro) para asi obsesionar a la gente con las compras navideñas desde el Pleistoceno. Porque no me trago eso de regalar cosas a dinosaurios. A ver, que podrias regalarme tu a un Tiranosaurio?? Eso si te deja claro. Por ello, creo que es un impostor venido de una época futura para implantar en el subconsciente cavernicola el modo de vida occidental actual de comprar de todo por ser fiesta.

    Y ya que estoy. Feliz Saturnalia a todos!!!

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  3. Lo cierto es que nunca me llegaron a gustar los Picapiedra, porque me parecía raro trasladar la vida cotidiana de los años 50 y 60 a la Era de Piedra.
    Pero esta fue la idea más descabellada que llegué a ver en toda mi vida. Ya se podrían haber basado un poco más en algo más histórico, digo yo.
    Cuando vi aquellos especiales (los veía en inglés, por cierto, porque el Español "Neutro" le quitaba parte de la gracia de la serie) me quedaba loco; incluso recuerdo que Fred y Barney (los verdaderos nombres de "Pedro" y "Pablo") y compañía hacían una representación de "Cuento de Navidad" de Charles Dickens. Algo que, la verdad, me pareció la peor versión que hicieron de este clásico del siglo XIX.
    Es solo una opinión y que conste que respeto a los que les guste esta serie.

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  4. Medio me gustaba la serie regualr. Los especiales navideños y los crossover que hiciera HB posteriormente fueron un asco.
    De la tira concuerdo con JoakinMar, seguramente Coc*-Col* pagó su publicidad al igual que los cigarrillos, para fomentar hábitos consumistas e ideologías a los niños(ya se había hecho antes con Disney y sus filmes de nazis, anticonceptivos y menstruación al presntarlo de un modo sectario).
    Si omitimos la lógica, creo que los Picapiedra se quedan sin chiste. Por cierto, a mí me gustó el dobaje mexicano que hace el "Tata" , aunque casi me traumo cuando a un capitulo lo dejaron 5 minutos con las voces originales.
    Curiosa tira, el Santa conviviendo con los animales salvajes me recordó las portadas de los folletines de los "atalayos" donde aparecen acariciando tigres y tratando a los leones como gatitos.

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  5. Los comentarios durante el artículo me han hecho recordar esto:

    https://www.youtube.com/watch?v=8WLrM8wx6Bk

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  6. Doctor Müller: Papá Noel sólo trata con dinosaurios libres, no con mascotas y electrodomésticos castrados.

    JoakinMar: Creo que has dado en el clavo con lo de Papá Noel. Es tan lógico que no sé cómo no se me había ocurrido antes. Feliz Festivus.

    El Pirata: Para versión buena del clásico navideño de Charles Dickens ya tenemos la de los Teleñecos.

    M@nchitas: ¿Y cómo tratas tú a un león si no es como a un gatito?

    Anonimatus: Todos los vídeos que hacen esos tipos me parecen iguales.

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  7. Creo haber escuchado en algún episodio que Dino era un mocosaurio...... Genial entrada con eso de la razón para espiar el desfiladero. Lo importante de la navidad siempre serán los regalos, el Hippy Mágico del Futuro aun no existe pero los regalos siempre los harán!!

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  8. ¿Por qué San Nicolás parece llevar zapatillas de charol para mujer?

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