11 de noviembre de 2019

Masters del Universo: La Trampa del Tiempo


La gente no habla de los cómics de Masters del Universo. Ni de los Masters del Universo en general. Incluso los irreductibles fans de He-Man hablamos poco de los cómics de Masters del Universo, y cuando lo hacemos son los minicómics que acompañaban a los juguetes los que suelen acaparar nuestras conversaciones; si nos animamos mucho, quizá alguna de las publicaciones de DC.

Pocos recordamos, en cambio, otras colecciones de tebeos y, en particular, las coloridas historietas publicadas por editoriales alemanas como Condor Interpart. Y si de algo saben nuestros vecinos germanos, aparte de cerveza y salchichas, es de épica fantástica. Incluso se dice que El anillo de los nibelungos inspiró a J. R. R. Tolkien a escribir la más famosa de sus sagas literarias: Cartas de Papá Noel.

Entre 1984 y 1986, coincidiendo con la época de esplendor de la franquicia, antes de que llegaran los tiempos oscuros, antes de Girator y Hordak Torpedor, Condor Interpart publicó diez números de la serie Masters del Universo o, como ellos le llamaban, Die Giganten des Universums, que suena a impresionante ópera espacial. Estos cómics llegaron a España con algunos años de retraso de la mano de Ediciones Zinco, que integró en una misma colección los cómics alemanes y los ingleses de London Editions. Este combinado anglo-germano contiene alguna de mis historietas favoritas de los Masters del Universo.

Aunque Ediciones Zinco no menciona a los autores de los tebeos alemanes en la letra pequeña, el dibujante tenía la costumbre de incluir su firma en todas las páginas que entregaba (quizá porque sabía cómo se las gastaban algunas editoriales extranjeras), así que, partiendo de ese garabato, no me fue difícil localizarlo. Se trataba de Michael Götze. En cuanto a los guiones, todos corrieron a cargo de Wilfried A. Hary.

Menudo dúo, ¿eh? Götze y Hary. Hary y Götze.

No, a mí tampoco me sonaban de nada esos nombres; pero Googlorr, el heroico buscador de información, me explicó que ambos autores era unos currantes de tomo y lomo y que habían dedicado gran parte de su carrera a la fantasía y ciencia ficción, dos géneros que confluyen armoniosamente en la mitología de los Masters del Universo. Como el jamón y el queso. O las pipas con sabor a Whopper.

Empezando por los aspectos positivos de la colección, podemos afirmar que, salvo por la presencia esporádica de Orko y quitando algunos chistes bobos, las historias de los Masters del Universo que escribió Hary recuerdan más a los primeros minicómics de Mattel que a la serie televisiva de Filmation. Estos tebeos irradian épica e imaginación, y de ellos se desprende un evidente deseo de ampliar el mundo y la mitología que rodean a los grandes héroes y villanos de Eternia. Es verdad que también irradian confusión y disparates como la copa de un pino, pero no descarto que esto se deba al menos en parte a que el traductor de Ediciones Zinco aprendió alemán leyendo garantías de piezas de repuesto de su viejo Volkswagen Golf.

En cuanto al apartado artístico, el estilo de Götze es inconfundible. No digo bueno, sino inconfundible. Si os gusta pintar monas o sois aficionados al arte, sabréis que uno de los métodos habituales para dibujar seres humanos y que no parezcan aberraciones mutantes de Denebria es medir los cuerpos en cabezas para que las proporciones sean más o menos ajustadas. Por ejemplo, si tomásemos la cabeza de un personaje adulto como referencia, el tronco equivaldría normalmente a dos cabezas, y las piernas, incluyendo la zona que cubriría un recatado taparrabos, a cuatro. Pues bien, en algunas viñetas el He-Man de Götze llega a tener piernas de hasta seis cabezas de largo, 1/3 más de su tamaño habitual. Si a ello sumamos los cuerpos de musculatura hipertrofiada con los que el dibujante representa a los guerreros masculinos, que con semejantes bíceps y tríceps deberían tener menos movilidad que los muñecos originales, sus páginas se convierten en un desfile de culturistas patilargos.

Aun así, las historias y dibujos de esta pareja me han cautivado desde que tenía cuatro años. ¿Qué más da que esta colección esté plagada de devenires absurdos y anatomías improbables que piden a gritos un reconocimiento médico? Por encima del sentido común narrativo y de la calidad plástica, siempre he preferido la originalidad, el entretenimiento y los estilos inmediatamente reconocibles. Y en esto Hary y Götze destacan.

Hecha esta introducción de concisión encomiable (total, escribir no me cuesta dinero), voy a hablaros en detalle de la primera de dos historias que recoge el número cinco de la colección de Condor Interpart. ¿Por qué el cinco? Porque rima con ahínco, que es como los fans de He-Man abordamos nuestra afición.

No, la elección no responde a ninguna razón en particular.

EJEM. La historia se titula La Trampa del Tiempo.

Aunque los lectores habituales de mis entradas sobre los Masters del Universo no necesitan que les expliquen qué es el Castillo de Grayskull, la primera página se explaya acerca de la naturaleza mística de esta fortaleza de magia y poder, fuente de todas las energías, incluidas las renovables. Sin embargo, no hay que ir muy lejos para encontrar una contradicción en esta página. El narrador nos dice que todo aquel que pase por Grayskull “comprenderá enseguida que allí se encierra todo el poder cósmico”, al mismo tiempo que asegura que esta es la fortaleza del “misterio”. Pues no sé yo qué misterio puede haber si todo quisque comprende al instante que tras los muros de Grayskull se encierra el poder cósmico. Dos más dos son cuatro, ¿no?

En cualquier caso, hay que andarse con ojo, porque el castillo no ha pasado la última inspección de trabajo y, como uno se despiste, podría caer irremisiblemente en… ¡LA TRAMPA DEL TIEMPO!
Qué ominoso. ¡Me encanta!

En los jardines del palacio de la ciudad de Eternos, el águila Zoar visita al príncipe Adam y a Orko para convocarles a una reunión secreta. Siendo precisos, el narrador solo menciona “el jardín”, pero con todos esos rosales no creo que sea el jardín de la Cueva del Terror; Hordak prefiere los geranios.


Por alguna razón, Orko se pasa las dos páginas siguientes intentando hacer un truco de magia y fracasando miserablemente. El simpático mago debe de pensar que cuando la guardiana de los secretos del Castillo de Grayskull viene a buscarte en persona (persona, animal… ya me entendéis) es por capricho, no porque el destino de Eternia esté en juego otra vez. De lo contrario, no se explica semejante pérdida de tiempo y de viñetas. Salvo que los autores cobrasen por página. El dinero suele explicar bastantes cosas, como, por ejemplo, por qué siguen produciéndose muñecos de los Masters del Universo en pleno año 2019 si la línea original murió de hambre y lepra en 1988.

Adam se da cuenta de que el numerito de Orko no aporta nada a la historia y se hace a un lado para invocar el Poder de Grayskull y transformarse en un personaje indiscutiblemente más carismático, fuerte y útil para la trama. ¡Es He-Man, el hombre más poderoso del universo! O al menos el que más batidos de proteína consume.

La fórmula mágica que Adam pronuncia, eso sí, es un poco más redundante de lo normal.

“¡Por el Poder de Grayskull!”, grita el príncipe a pleno pulmón. “¡Yo tengo el Poder de Grayskull!”.

Gracias por recordarnos de dónde viene tu poder, He-Man. No creo que hubiera podido retener la parte de Grayskull más de un segundo.


Al rato, lejos de allí, en un Castillo de la Serpiente menos púrpura que el del playset homónimo, Evil-Lyn informa a Skeletor de que He-Man se ha reunido con sus aliados y se dirigen al Castillo de Grayskull.

Skeletor puede verlo con sus propias cuencas vacías en la bola de cristal de la bruja, pero Evil-Lyn es de esas personas que te van contando la película mientras la ves. Una plasta, quiero decir. Sin embargo, la diosa diabólica aporta su granito de arena cuando llega a una conclusión que escapa a la retorcida mente del Señor del Submundo.

“Ellos están planeando algo contra nosotros”, asegura.

¿De dónde se saca esa idea? No lo sé. Pero sería la primera vez que algo así ocurre en Eternia. A ver si nos vamos a enterar ahora de que los guerreros heroicos no están ahí para proteger Grayskull de las Fuerzas del Mal, sino que esconden armas de destrucción masiva y pretenden emplearlas contra el Hemisferio Oscuro en un ataque preventivo con ecos de historia contemporánea.

A mí todo esto me suena a pretexto de Evil-Lyn para conseguir algo, pero Skeletor es un tanto paranoico y se convence de que la amenaza es cierta con una facilidad pasmosa. Pese a todo, el autoproclamado Señor de la Destrucción no está por la labor de atacar a sus enemigos sin un plan concreto. Este es el número cinco de la colección y ya ha salido escaldado de varios encuentros con los defensores del bien. Incluso la moral del villano más alegre y optimista de Eternia se acaba minando cuando sus planes fallan más que los pistones de He-Man Puño de Trueno.

Sin embargo, Skeletor también tiene un carácter muy volátil y se pica enseguida, por lo que basta una frase de Evil-Lyn para hacerle cambiar de opinión.

“¡¿Crees que tenemos algo que perder?!”, pregunta la bruja.

Os diría que la dignidad si no la hubieran perdido del todo. Pero no le falta razón. Los guerreros heroicos no solo se niegan a matar a sus enemigos, sino que ni siquiera se molestan en meterlos entre rejas. Siempre los dejan escapar mientras se echan unas risas a su costa y cuentan moralejas de dudosa aplicación práctica. A estas alturas, lo único que puede perderse Skeletor es su serie favorita: Las chicas de oro.

Sin tiempo que malgastar y tras urdir un plan que no comparten con nosotros, la malvada pareja parte hacia el Castillo de Grayskull.

Sorprendentemente, aunque hace apenas tres viñetas Skeletor no confiaba en sus posibilidades, no ha tardado en venirse arriba. Con el puño en alto, el Señor de las Fuerzas del Mal grita que les va a enseñar a los Masters lo que es bueno. Yo estaría igual de entusiasmado si fuera por ahí montado en una pantera púrpura gigante. Es un remedio infalible contra la depresión. Como los unicornios rosas.

Evil-Lyn cabalga tras Skeletor a lomos de Stalker, el diabólico caballo de guerra. Su valoración de la situación, sin embargo, dista mucho de la de su jovial aliado. Una polvareda en la distancia les pone sobre aviso de que los guerreros heroicos les llevan ventaja. Esto, por alguna razón, podría estropear sus planes.


Por suerte, Skeletor ya había previsto esta contingencia.

“¡Yo soy el todopoderoso Señor del Submundo y por eso tengo muchos poderes!”, dice.

El modesto Señor del Submundo se saca del taparrabos cuatro artilugios que parecen tees de golf sobredimensionados y los clava en el suelo formando cuatro esquinas; “a modo de puerta energética”, precisa el narrador. Ajá. Esto debe de ser eso que llaman siensia.

Evil-Lyn y Skeletor se sitúan en el centro del cuadrado y una poderosa energía cósmica los lanza por los aires cual bala de cañón. ¡TROOOOOOOOOM! La pareja salta a través de otra dimensión (¿?) y se planta en un santiamén a las puertas de Grayskull, mucho antes de que lleguen los Masters del Bien. ¿Quién quiere coches voladores pudiendo tener trampolines interdimensionales?

La misma Zoar, pese a haber tomado la ruta aérea para evitar los atascos de la hora punta, está llegando ahora al castillo.

Evil-Lyn tiende una emboscada a la gran águila de los Masters y la atrapa con unos lazos de energía mística que la arrastran hasta el suelo.

“¡Tu energía positiva no tiene ningún efecto ahora!”, exclama la diosa diabólica.

Ni lo ha tenido nunca. Aún recuerdo el episodio de Filmation en el que la Hechicera necesitaba la ayuda de otras tres personas para resucitar a un cometa parlante con “la nobleza de sus corazones”. Me río yo de su energía positiva.

Evil-Lyn realiza un encantamiento que aprendió en un cursillo por correspondencia y arrebata a Zoar su poder, adoptando ella misma una forma híbrida de mujer y pájaro que le provoca un irresistible antojo de comer alpiste.

Mientras una plumífera Evil-Lyn se prepara para ocupar el lugar de la Hechicera, Skeletor celebra prematuramente su triunfo alzando el puño. No sé si empezáis a notar cierto patrón, pero lo cierto es que Skeletor no pierde ocasión de alzar el puño. Será porque está orgulloso de lo bien depiladas que lleva las axilas. Lástima que no se pueda decir lo mismo de sus piernas, porque en esta historieta parece que lleve calentadores hechos con pelo del Monstruo de las Galletas.


Aturdida por el ataque y desprovista de su poder, Zoar revierte a su forma humana. La Hechicera apenas opone resistencia cuando Skeletor la agarra por la cintura y se la lleva volando al Castillo de la Serpiente. ¿Sorprendidos?, ¿acaso no sabíais que Skeletor podía volar? Yo tampoco, pero Skeletor es el todopoderoso Señor del Submundo y por eso tiene muchos poderes. Puede crear trampolines teletransportadores con tees de golf gigantes, volar sin necesidad de pensar en algo bello y muy hermoso, y apuesto a que nunca se le queman las tostadas.

Skeletor se ríe a mandíbula batiente y promete a la “bella criatura” que cuidará de ella como un buen padre. Esto suena a rollo sexual freudiano, y creo que es lo más espeluznante que le he oído decir desde que conozco los Masters del Universo. Me caía mejor cuando se limitaba a satisfacer sus tendencias sádicas viendo cómo Blade azotaba a He-Man con un látigo-láser.

En el Castillo de la Serpiente, el perturbador Señor del Submundo encierra a la Hechicera en una celda con vistas a las pistas de tenis.

Sin pajolera idea de lo sucedido, He-Man y sus valientes compañeros continúan su camino hacia el Castillo de Grayskull. Sobra decir que todos respetan escrupulosamente las normas de circulación. “No corran riesgos. Y eso se aplica cuando crucen una calle o conduzcan un auto. ¡Piensen en la seguridad!”, decía He-Man en algún episodio de la serie de Filmation antes de salir trotando a lomos de su tigre verde gigante.

Al heroico líder le acompañan en esta ocasión Teela, Man-At-Arms, Ram Man, Stratos, Fisto y Buzz-Off. Es una tropa numerosa, pero, como de costumbre, ninguno hará nada de provecho en esta historia. Su propósito es ayudar a vender juguetes y lo raro es que aquí no lleven colgadas etiquetas con sus precios individuales.

Los vehículos tampoco escasean en estas viñetas. He-Man viaja en el Carro de Asalto, Teela cabalga a lomos de Stridor, Man-At-Arms pilota la Aeronave de Ataque, Ram Man conduce el Attak Trak, y Fisto va montado en el Road Ripper. ¡Comprad estos fantásticos juguetes!


Al llegar al Castillo de Grayskull, He-Man desenvaina su espada mágica y la utiliza a modo de llave para abrir el portón levadizo. También habría podido tocar el timbre, pero usar la espada le da un aire legendario y también es más respetuoso con el canon de los primeros minicómics (el canon en el que la Hechicera tenía color eucalipto y He-Man era un bruto desarrapado con un chaleco mágico que le otorgaba fuerza sobrehumana y generaba un campo de fuerza a su alrededor).

Los guerreros entran en el castillo y quedan fascinados cuando perciben la fabulosa energía que desprenden sus muros. “¡Vaya, la Hechicera ha hecho milagros con la decoración de este sitio!”, dijo nadie nunca. La mazmorra a la que daba la trampilla del Castillo de Grayskull era una pegatina, así que imaginaos el percal.

Fisto insinúa que la antigua fortaleza fue erigida en tiempos remotos por los Ancestros, a los que la empresa promotora Urbeternia Constructora, S.L. adjudicó el concurso por su dominio de las fuerzas místicas y la garantía de mantenimiento. He-Man dice que los Ancestros (él les llama “Antecesores”, pero todos sabemos de qué está hablando) solo son una leyenda.

Sé que es una dosis mínima de mitología, pero como fan de los Masters le doy la bienvenida.

Al grupo de héroes le mosquea que la Hechicera no haya salido a recibirlos, así que He-Man se ofrece a “hechar un vistazo”. Aunque el traductor cometa faltas de ortografía que provocan que me sangren los ojos, lo importante aquí es que He-Man es el único que no puede perderse entre los muros del castillo. Los demás no saben leer las indicaciones que hay colgadas en las paredes.

Al rato, He-Man oye la voz familiar de la Hechicera y respira aliviado, sin sospechar que se trata en realidad de Evil-Lyn quien le llama. No le culpo por equivocarse. La diosa diabólica ya no es una espeluznante aberración mitad mujer, mitad pájaro a la que solo un furry encontraría atractiva, sino que ha terminado de adoptar la apariencia de Zoar y da el pego en su papel.

Evil-Lyn apremia a nuestro héroe para que entre en la sala de las Piedras del Tiempo, con la imprecisa excusa de que “se avecinan peligrosos acontecimientos”. Suena serio. ¿Dónde me apunto?
Mientras tanto, en el Castillo de la Serpiente, Skeletor saca a la verdadera Hechicera de su celda para que salude al tercer miembro del triunvirato del mal de esta historieta, que no es otro que Zodac.

“¿Zodac?”, os preguntaríais si no fuerais ya unos auténticos expertos en los Masters del Universo. Sí, Zodac. Efectivamente, antes de convertirse en el apoltronado guardián del equilibrio universal entre el Bien y el Mal, Zodac era el “diabólico guerrero cósmico” y combatía contra los guerreros heroicos usando su pistola de rayos láser y el increíble poder de su cintura articulada. También hacía trampa jugando al Hundir la flota y tiraba la basura orgánica en el contenedor de vidrio. Menudo vándalo estaba hecho.

Zodac dice que Evil-Lyn es demasiado poderosa y podría traicionarlos, pero Skeletor le tranquiliza encendiendo su televisor-mágico y conectando en directo con el Castillo de Grayskull; así podrán controlar todo lo que sucede e intervenir si Evil-Lyn se pone tonta.

“Por Grayskull…”, piensa la Hechicera. “¿Por qué no podré tomar parte en esta confabulación?”.

Ni por asomo se os ocurra pensar que es un error de traducción. ¿Acaso tendría más sentido que se preguntase si habrá alguna forma de interferir en esa confabulación? Claro que no. La Hechicera ha sido mala todo este tiempo. ¡Ja, y vosotros pensando que era una defensora de la justicia! Qué engañados estabais…


De vuelta al Castillo de Grayskull, la impostora águila Zoar explica a He-Man cómo funcionan las Piedras del Tiempo. Si pensabais que el dominio del alemán del ínclito traductor mejoraría cuando alguien empezase hablar de magia, pensadlo otra vez.

Ni He-Man ni yo entendemos ni papa de lo que dice Evil-Lyn, pero nuestro héroe confía ciegamente en Zoar y le dice que basta con que le indique qué tiene que hacer. Desde el momento en que pone sus esperanzas en que nadie descubra que el príncipe Adam y él son la misma persona, su ingenuidad no me asombra; si acaso, me enternece.

Evil-Lyn pide a He-Man que mueva uno de los pedruscos que flotan en la sala.

Después de releerme el cómic y consultarlo con algunas de las mentes más brillantes de la cola del supermercado, he llegado a deducir que cada Piedra del Tiempo tiene un lugar prescrito en el espacio y que el supuesto problema es que una de ellas se ha desplazado, por lo que hay que devolverla a su lugar para evitar que el tiempo se descalabre. De lo contrario, las consecuencias podrían ser terribles. ¿Os imagináis que por accidente He-Man acabase viajando al futuro y llevando coleta o algo así? Me dan escalofríos solo de pensarlo.

Pero evidentemente todo esto no es más que una trampa, y al mover la piedra en cuestión un vórtice temporal atrapa a He-Man, tirando de él con una fuerza irresistible. ¡Es la Trampa del Tiempo!

Antes de ser tragado por el vórtice, He-Man exige a su enemiga que le revele quién es. Imagino que querrá insultarla por su nombre mientras se pierde en las mareas del tiempo para toda la eternidad.

Evil-Lyn lo complace mostrándole su auténtico rostro.

“¡Al infierno contigo!”, ríe la bruja.

Adorable, ¿verdad?


Los guerreros heroicos oyen el grito desesperado de su amigo y corren a su encuentro. Aunque ya es tarde para salvarlo de la Trampa del Tiempo, imagino que aún pueden demostrar lo inútiles que son perdiendo miserablemente contra Evil-Lyn. ¡Eso le enseñará a esta villana infame a no derrotar a su campeón!

“¡Lo vas a pagar muy caro!”, amenaza Fisto apretando muy fuerte un puño de tamaño normal y corriente.

Criticaría lo irritante que me parece que Götze se olvide recurrentemente de dibujar el único detalle destacable de Fisto, el “especialista en la lucha sin armas” que “golpea con su poderoso puño”; pero, en la misma viñeta en la que el luchador aparece sin su descomunal guantelete, Man-At-Arms interviene para soltar la frase más bochornosa y estúpida de toda la historieta, acaparando toda mi atención.

“¡Esa es un verdadero demonio con forma de mujer bella!”, exclama el gran gladiador.

No sé qué es peor, si la extraña forma en que está estructurada la frase, lo sexista de esta apreciación (Tri-Klops tiene ojazos y tipazo, y no oiréis a ningún guerrero heroico referirse a él como “hombre bello”) o el hecho de que Man-At-Arms sea representado en nueve de cada diez historias como un zopenco inepto que a duras penas sirve como blanco de tiro a sus enemigos. Al menos el muñeco, aunque probablemente tóxico, sirvió de chupete a mi hermano hasta que se le decoloró el casco; ya es más de lo que se puede decir del personaje en este tebeo. Ojalá hubieran moldeado la personalidad del “gran gladiador” inspirándose en leyendas bigotudas como Theodore Roosevelt o Burt Reynolds y no en, ¿qué sé yo?, ¿Ron Burgundy?

Evil-Lyn hace oídos sordos a las amenazas y mantiene a sus rivales a raya gracias a sus recién estrenados poderes. La más mínima muestra de competencia descoloca a los guerreros heroicos y les pone en un brete. La mediocridad es su terreno.


Y a todo esto, He-Man sigue cayendo, cayendo y cayendo, como Alicia por la madriguera del Conejo Blanco.

Atrapado tras lo que se le antoja una eternidad en el vórtice temporal, de repente se ve transportado a un páramo extraño y desconocido. Una grandiosa viñeta a dos páginas nos da una idea de lo insólito del lugar, en el que incluso me parece notar cierta influencia del maestro Jack Kirby.

Altas columnas rocosas se alzan allá donde uno mire, tapando el horizonte; en el terreno irregular y yermo se abren grietas de las que emana vapor; y la única vegetación que hay a la vista son un par de árboles secos y retorcidos. Pero lo más llamativo del paisaje es, sin duda, el liquen que crece en la corteza de los árboles. ¡Qué variedad tan interesante!

Ah, y quizá también merezca la pena mencionar la gran pirámide de cristal flotante que se ve a lo lejos, suspendida por encima de una base piramidal escalonada y cuyo vértice brilla con un fulgor rojizo, penetrante como el haz de un faro.

“Toto, tengo la sensación de que ya no estamos en Eternia”, habría dicho Dorothy de haber estado allí.


Como no hay ninguna oficina de turismo a la vista, He-Man se acerca con paso decidido a la pirámide, el único indicio de civilización que advierte en este extraño mundo. También está el SUBWAY frente al que ha caído, pero un realfooder como él jamás reconocería su presencia.

Al llegar al pie de las escaleras, una fuerza invisible frena a He-Man y dos relámpagos caen ante sus ojos. ¡THROOM! Del lugar del impacto se eleva una nube de humo en la que rápidamente cobra forma el rostro de un anciano de cejas y bigotes frondosos. ¡Es Oz el Grande y Terrible! O tal vez no.

Los ojos del vaporoso ser se posan con furia en el campeón de Eternia.

“¡No des ni un paso más, malhechor!”, exclama.

A He-Man le ofende que le llamen malhechor y saca su tarjeta de visita para presentarse. La tarjeta dice: “He-Man®, el hombre más poderoso del universo. Cintura articulada para acción de lucha”.

“¡¿He-Man?!”, repite la nube. “Ah, ya sé quién eres”.

El yayo cobra forma humana y se presenta como el Guardián del Tiempo y le dice que solo él, He-Man, tiene permiso para estar en la Fuente del Tiempo. El Guardián también admite ser el responsable de haberle traído hasta aquí.

Pero si le ha traído él, entonces, ¿a cuento de qué le pega ese susto? ¿Qué falta le hacía entrar en escena con ese dramatismo frankbaumiano? ¡Ninguna! Dicho esto, creo que lo entiendo. El inconveniente de vivir en el extrarradio del espacio-tiempo es que uno no recibe muchas visitas y dudo que el hombre vuelva a tener ocasión de utilizar la palabra “malhechor” o de sorprender a alguien con una entrada tan espectacular como la que ha hecho. La pirotecnia y los efectos de humo solo son divertidos cuando hay gente delante para verlos.

El Guardián del Tiempo explica a He-Man que pasado y futuro confluyen en este lugar, y apoya su discurso en imágenes que ocupan un espacio desaprovechado de mi cerebro desde la primera vez que las vi. Un troglodita armado con un garrote, un tiranosaurio rojo, varios planetas y una astronave comparten viñeta e ilustran con gran épica la explicación del venerable anciano.


Aunque todos los fans de He-Man sabemos que no existe ni la más remota conexión entre los Masters del Universo y Conan el Bárbaro, ni una pizca de inspiración siquiera, a estas alturas del cómic me resulta imposible no ver coincidencias con la historieta de La espada salvaje de Conan titulada La ciudadela en el centro del tiempo, publicada por Marvel en 1975 y reeditada un trillón de veces desde entonces.

Permitidme un pequeño paréntesis para remontarme a una época de suma aventura.

En el número 7 de La espada salvaje de Conan, el cimmerio es capturado por uno de tantos brujos de nombre impronunciable y llevado al interior de un zigurat mágico, o sea, una construcción parecida a una pirámide, pero de estilo asirio. Allí el brujo muestra a Conan un pozo mágico del que se sirve a modo de puerta (o ventana sin postigos, si lo preferís) a tiempos pasados y futuros. El brujo explica a Conan que ha utilizado este pozo para traer seres de diferentes épocas y así montar su zoológico particular, con trogloditas y dinosaurios incluidos. En otra viñeta incluso aparecen “barcos” voladores.

¿Coincidencia, homenaje, inspiración o plagio? Es imposible saber en qué pensaban los autores. A mí solo me apetecía hablar de Conan.

Volviendo a donde nos habíamos quedado, el Guardián del Tiempo dice que Evil-Lyn ha alterado el curso del tiempo al engañar a He-Man para mover una de las piedras. Y eso está mal. Caca. Feo. ¿Las consecuencias? Tan terribles como imprecisas. Pero supongo que la historia tal y como la conocemos podría cambiar. No estaría mal si así conseguimos que estrenen una buena película de los Masters del Universo, pero no os hagáis ilusiones.

Para restaurar el curso del tiempo, He-Man deberá devolver la Piedra del Tiempo a su lugar. Por suerte, el pedrusco tiene su propio reflejo en la Fuente del Tiempo. Por desgracia, ese reflejo es lo bastante grande como para construirse con él un adosado junto al Castillo de Grayskull y He-Man no se ha traído la Grúa de Batalla para mover semejante pedrusco (la idea de la Grúa de Batalla es mía, pero si Mattel llegó a producir los Zancor, “telescópicos zancos de combate”, no me parece descabellada).

He-Man empuja la Piedra del Tiempo, tensando cada fibra de su portentosa musculatura, pero no consigue que la descomunal china se mueva ni un milímetro. Incluso él, el hombre más poderoso del universo, se siente insignificante a su lado. Y, sin embargo, persiste. Porque eso es lo que hacen los héroes: ser unos pelmazos.


¿Y qué está ocurriendo entre tanto en la sala de las Piedras del Tiempo? Nada interesante, me temo. Los guerreros heroicos y Evil-Lyn continúan enfrascados en un combate en el que se cruzan y chocan rayos láser y energías místicas, como si se tratase de una película de ciencia ficción italiana de bajo presupuesto.

Sintiendo que las pilas empiezan a agotársele, la diosa diabólica cambia de estrategia y se adentra aún más en la sala, procurando sortear las Piedras del Tiempo.

Man-At-Arms, Fisto y Stratos la persiguen. De Buzz-Off ya no se acuerda ni el dibujante.

“¡No, Man-At-Arms, atrás!”, grita Ram Man. “¡Acuérdate de He-Man! ¡Podría ser una trampa!”.

Hay que caer muy bajo para que sea Ram Man, el Master cuyo poder consiste en estamparse de cabeza contra objetos sólidos y volverse un poco más subnormal cada día, quien te avise de un peligro tan evidente.

Pero Man-At-Arms nunca le ha prestado mucha atención al ariete humano, y el ardid de la bruja funciona. Solo Teela hace caso de la advertencia.

“¡Ya habéis caído en la Trampa del Tiempo!”, grita la princesa guerrera. “¡Ya es demasiado tarde!”.

Gracias por señalar lo obvio, Teela, ¿qué harían tus compañeros sin ti?

Todos los guerreros, incluido Ram Man (imagino que no quería perderse la experiencia), empiezan a desaparecer, arrastrados por la corriente del tiempo.

Oh, no, ¿quién ayudará a Teela a proteger Eternia ahora? ¿Mekaneck, con su poder para alargar el cuello y mirar por encima de un muro ligeramente alto? ¿Man-e-Faces, al que en cualquier momento podrían diagnosticar un trastorno tripolar e internar en un psiquiátrico? ¿Moss Man, el ambientador humano con olor a pino? ¿Roboto, que protege sus sensibles engranajes tras una capa de plexiglás? ¿Sy-Klone, capaz de girar sobre sí mismo a velocidad supersónica y marearse hasta potar a sus enemigos en 360°?

Bien pensado, Teela podría ahorrarse muchas frustraciones si trabajase sola.


Pero no todo está perdido. En la Fuente del Tiempo, He-Man consigue al fin mover la gigantesca roca y colocarla en su sitio. O más o menos en su sitio, porque no creo que He-Man lleve un metro encima, no en ese minúsculo taparrabos. De todos modos, ¿qué importancia podrían tener unos milímetros de diferencia? Ni que fuéramos a vivir en un mundo mejor en el que la serie de He-Man de Mike Young Productions no se hubiera cancelado.

Cumplida la titánica tarea, He-Man regresa en un visto y no visto a la sala de las Piedras del Tiempo del Castillo de Grayskull y, sin más preámbulos, se encara con la sorprendida Evil-Lyn.

“No me esperabas ya, ¿verdad, maga?”, dice con sorna mientras sus amigos aúllan aterrados. Sí, es tiempo para la comedia.

¡SSSHOOOSH! La bruja descarga sus rayos de energía mística contra el campeón de Eternia, pero He-Man utiliza su Espada del Poder para bloquear la descarga de energía y devolvérsela a su atacante. ¡ZOOUUUF! La energía golpea a Evil-Lyn y, naturalmente, esto provoca que todo el poder que la bruja había arrebatado a la Hechicera regrese a su legítima dueña. ¡Por supuesto que sí!

En el Castillo de la Serpiente, la Hechicera recupera sus fuerzas y se convierte en el águila Zoar para huir de sus captores. Skeletor intenta detenerla alargando perezosamente el brazo, pero no lo consigue. Zoar descarga una andanada de excrementos en el capó del Tiburón de Ataque. Esto último no lo veréis en ninguna viñeta, pero creo que cuadra lo suficiente con el personaje como para que supongamos que es exactamente lo que ocurre.


Consciente de que no ganará esta batalla, Evil-Lyn se esfuma por arte de magia. Su fuga, por desgracia, no resuelve el problema que tienen entre manos los héroes atrapados en el caudal del tiempo.

A He-Man le encantaría poder rescatar a sus amigos y añadir otra medalla de boy scout a su colección, pero desconoce qué piedra ha movido la diosa diabólica. Lo único que puede hacer es observarlos con desesperación. Si tan solo tuviera unos minutos para prepararse un bol de palomitas con el que acompañar el espectáculo antes de que sus aliados desaparezcan para siempre…

En ese momento, Zoar entra volando a la sala y revierte a su forma humana de manera secuencial, inspirando así probablemente las portadas de Animorphs, aquella colección de libros para adolescentes en los que unos chavales podían transformarse en cualquier animal que tocaran y que también tuvo su propia serie de televisión que jamás vi.

“¡La salvación para todos!”, asegura el narrador.

¿Pero cómo resuelve la Hechicera semejante entuerto? No lo sé. Esta es la última página del tebeo y solo hay hueco para dos viñetas más. Los autores apenas pueden cerrar de forma apresurada esta aventura. Por lo tanto, tendremos que confiar en la palabra del narrador e imaginarnos los detalles. En el gran esquema de las cosas, aquellas dos páginas que dedicaron a Orko demostrando su incompetencia como mago eran más importantes. Y hablando del rey de Roma…

“¡He-Man lo ha conseguido sin saber ni pizca de magia!”, dice Orko, que no estaba aquí antes pero ahora sí porque, para razones, los c****** de los autores.

Fisto le ríe la gracia escandalosamente y He-Man replica “¡Solo faltaba eso!”.


Es un cómic. Eso es todo lo que puedo añadir.

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Este artículo se publicó originalmente en la revista Mundo Masters #03.

11 comentarios

  1. Vaya puta mierda.

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  2. Brochón, ¡déjate de frikadas y escribe de comida! Tu tránsito intestinal nos da la vida (la que a ti te quita). Con amor.

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  3. Yo entro al blog por las cromadas. Muy fan de heman, capitán América, juego de tronos...

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  4. Cromadas => frikadas. Corrector.

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  5. La historia es un disparate pero la traducción es gloriosa!

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  6. Supongo que Zodac estaba en el bando de Skeletor porque como Guardián-del-Equilibrio-Universal-entre-el-Bien-y-el-Mal debe asegurarse de que ambos tengan sus fuerzas igualadas y dado que Skeletor sólo se trajo a Evil-Lyn. Por ahí circula la teoría de que es el responsable de la aparición de Hordak en Eternia para compensar la incompetencia de Skeletor.

    ¿Soy yo pero parece que Stratos disfruta mientras está siendo desintegrado?

    ¿Qué pasó con Buzz Off?

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  7. Marta: Gracias. Love U.

    Anónimo: Me duele la tripita.

    Unknown: Muy fan de las cromadas.

    Aco: Cada frase es un delirio.

    Anonimatus: Stratos es un golfo. Buzz-Off tenía cita con el podólogo.

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  8. Mekaneck? Man-e-Faces? Roboto? Son personajes tan ridículos que me cuesta imaginar que sean reales, igual que me cuesta imaginar que exista una revista de los masters del universo que se venda por 14€ pero oye, cada uno tiene sus filias y no pasa nada.

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  9. Me ha encantado. Más de la serie amarillas, por favor. Son y eran mis favoritos y el mejor canon de Masters. AL menos el más lisérgico.

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  10. Tardé casi un mes en leerme todo el artículo. Lo amo, Sr Brocha.

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