3 de agosto de 2021

Reseñas de películas: julio 2021

En esta entrada tenéis las reseñas de las películas que he visto en julio de 2021, cuando no estaba escribiendo sobre los Masters del Universo, hablando sobre los Masters del Universo o retrocediendo en el tiempo hasta los años ochenta para evitar esta loca afición por los Masters del Universo de raíz y garantizarme una mejor salud mental en mi vida adulta. Permaneced al día de las pelis que veo siguiéndome en Twitter y Letterboxd. Y disfrutad de las vacaciones, si os dejan.

El ascensor (1983) ★★

Sinopsis: El ascensor de un edificio se convierte en la causa de varios accidentes sin motivo aparente, así que el técnico encargado de su reparación decide investigar el asunto por todos los medios a su alcance. ¿No es eso lo que haría cualquier profesional?

Reseña: Voy a decir algunas cosas buenas de esta película antes de ponerla a caer de un burro. En primer lugar, superado el prólogo, un tanto chusquero, es sorprendente que se pueda sacar una historia seria a partir de la idea de un ascensor asesino. En segundo lugar, no me esperaba que una producción holandesa de bajo presupuesto estuviera bien realizada, pero las escenas en las que el ascensor hace de las suyas tienen una puesta en escena efectista, a pesar de su sencillez, y denotan un buen manejo de la tensión.

El problema es que lo poco que hay de bueno se acaba pronto. En cuanto se hace un paréntesis en el rosario de víctimas y el mecánico empieza a indagar sobre la causa de los aparentes fallos técnicos, el ritmo pega un bajón y te estampas la cara contra el suelo del aburrimiento. 

Si esto hubiera sido la adaptación de una novela de Stephen King, al menos el misterio hubiera tenido carácter sobrenatural, lo que para mí siempre es un plus; pero aquí los tiros van otro lado: el de los peligros de la ciencia. Esto podría haber estado bien igualmente si al menos la película funcionase como thriller, pero no es el caso. El ascensor no puede salir del edificio para perseguir a la gente por mucha inquina que le tenga, y como no hay otras amenazas presentes, todo lo que ocurre fuera del limitado alcance del aparato es puro tedio.

También hay una disonancia insalvable entre la circunspección del tono y lo ridículas que son las explicaciones sobre lo que está ocurriendo. No voy a profundizar en el tema, pero debo mencionar que hay una escena en la que el mecánico visita a un profesor para que le ponga al día sobre los grandes avances de la informática y, en el curso de la disertación, la palabra "chip" se menciona VEINTIDÓS veces en menos de cuatro minutos. ¡VEINTIDÓS!

Por último, no entiendo a cuento de qué viene la subtrama de la infidelidad conyugal inexistente, la cual se plantea y desarrolla, pero nunca se resuelve. Quizá no se les ocurrían ideas más baratas con las que rellenar metraje hasta llegar a la hora y media, pero, sea como fuere, odio que me hagan perder el tiempo. Por eso siempre cojo las escaleras y no espero al ascensor.

La guerra del mañana (2021) ★★½

Sinopsis: Soldados de un futuro distópico llegan al presente para captar reclutas con los que combatir la amenaza alienígena del mañana.

Reseña: Si tuviera que calificar en dos palabras esta cinta de acción y ciencia ficción (con mucha más acción que ciencia), diría que es un entretenimiento pasable.

En lo superficial, como espectáculo puro, La guerra del mañana es una mezcla de Independence Day y Starship Troopers, la clase de cine palomitero que hubiera arrasado en taquilla en una calurosa tarde de julio de 1990 y que ahora puedes ver cómodamente desde el sofá, en tu servicio de vídeo bajo demanda, mientras trasteas con el teléfono móvil o posas tus nuevas figuras de las tortugas ninja (un ejemplo aleatorio no necesariamente relacionado con mi experiencia personal). Sin embargo, si te detienes a examinar el filme un poco más a fondo, enseguida te das cuenta de que le falta lo mejor de cada una de esas películas. Por un lado, carece de desfachatez y se toma a sí misma más en serio de lo que debería, de modo que desaprovecha la faceta cómica de su protagonista en lugar de explotarla al máximo como hizo Emmerich con Will Smith y Jeff Goldblum. Por otro lado, su subtexto político (que no puedo concretar sin destriparos la trama) es inmaduro y de una tosquedad hilarante, no comparable con la brillante sátira militar firmada por Verhoeven.

Ahora bien, si te importa un pimiento que el recurso de los viajes en el tiempo se utilice de la forma más insulsa posible, tragas fácilmente con los dramas familiares ramplones que no penetran ni una capa de piel de medio milímetro de espesor, prefieres el humor esporádico al chistecito recurrente, y, en resumen, te conformas con ver a un montón de monstruitos digitales sembrando la destrucción a su paso y a Chris Pratt y compañía pegándoles tiros, seguramente te resulte estimulante.

A mí se me hace cuesta arriba que, tras la media hora de planteamiento, me suelten una escena de acción de veinte minutazos que no hace avanzar la trama en ninguna dirección; pero hay gente que se divierte viendo partidas en directo de Call of Duty: Warzone, así que todo tiene su público.

P. D.: Cuando me jubile, aspiro a tener el mismo aspecto que J. K. Simmons en esta película.

Mobile Suit Gundam I (1981) ★★★

Sinopsis: En el futuro, la mitad de la población de la Tierra vive en colonias espaciales. Pero tanto en la superficie del planeta como en el espacio, dos facciones se enfrentan en una guerra cruenta que obliga a combatir incluso a los más jóvenes. Sería terrible si no fuera porque pelean con robots gigantes de batalla.

Reseña: Antes de empezar a ver la primera entrega de la trilogía cinematográfica de Mobile Suit Gundam, me habría gustado saber que no es una película propiamente dicha, sino un recopilatorio abreviado de los trece primeros episodios de la serie, esto es, más de cinco horas de televisión apelmazadas, recortadas y reconstruidas en forma de largometraje de dos horas y veinte minutos.

Esto tiene una serie de implicaciones, y la más evidente de ellas es que la estructura de la historia es episódica. No hay un planteamiento, un nudo y un desenlace únicos, sino una sucesión de ellos. El montaje es bueno, y estoy seguro de que ahorra mucha morralla y relleno; pero a nadie le puede pasar inadvertido que son episodios aligerados colocados uno detrás de otro. Es importante mentalizarse en ese sentido, porque, cada vez que un "fragmento" acaba, tienes que hacer el esfuerzo de reengancharte a una nueva trama, y hay momentos en los que sientes que te falta información. 

Otra cuestión a tener en cuenta es que la calidad de la animación no es cinematográfica, sino televisiva, con ese estilo tan característico del anime de la década de 1970. Si habéis visto alguna vez la serie original de Mazinger Z, sabréis qué esperaros. La técnica está más depurada, porque Gundam es del año 1979 y Mazinger terminó en 1974, y también se observa un ligero acercamiento hacia a estética propia de la década posterior; pero supongo que os hacéis a la idea de lo que hablo. Y sí, eso incluye personajes masculinos con guedejas a imitación de las patillas de Curro Jiménez. 

Sentada esa premisa, que a más de uno le pueda echar para atrás, para mí hay básicamente dos motivos por los que merece la pena ver esta película, y ninguno de ellos es su argumento (hay dos bandos enfrentados, se pelean) ni los dramas personales de los protagonistas (Amuro no duda en encaramarse al Gundam en cuanto le echa el ojo, pero luego no quiere luchar porque, ¡oh, la guerra!, ¡los traumas!).

El primero de esos motivos es que el estilo "tosco" de estas series japonesas viejunas me hace tilín. No son líneas limpias dibujadas en un ordenador o retocadas digitalmente, sino que se nota el trazo grueso de los artistas, y eso es algo que aprecio. No estoy diciendo que sea mejor o peor que lo que se hace ahora, solamente que le veo el encanto de una labor artesanal más tradicional. Obviamente, si hablamos desde una perspectiva técnica, casi cualquier serie actual es superior. Pero uno no compara el último modelo de iPhone con el telettrofono de Antonio Meucci, ¿verdad? Pues ea.

El segundo motivo son los robots gigantes. Esto no necesita explicación.

Krull (1983) ★★★

Sinopsis: En un mundo de fantasía medieval asediado por malvados invasores del espacio, el joven rey Colwyn reúne a un grupo de variopintos aliados para rescatar a su reina y salvar el mundo de la oscuridad.

Reseña: Ojalá hubiera visto Krull cuando era un crío y no ahora que he alcanzado la mitad de mi esperanza de vida, porque estoy convencido de que hoy estaría entre mis películas de fantasía favoritas y no tendría buenos puestos de la lista ocupados con las mierdas de las pelis de los ewoks (por las que siento una atracción fatal que no puedo adjudicar exclusivamente a la nostalgia).

Si me dicen que esta cinta es del mismo director que Bullitt, no me lo creo. Incluso habiéndolo comprobado en los créditos, he tenido que confirmar que no hubiera dos directores que se llamasen Peter Yates.

La película es cutrilla, tiene momentos de pretendida épica que resultan absolutamente ridículos, y parece escrita por un crío de doce años que se hubiera leído cuatro o cinco pastiches de El señor de los anillos y luego hubiera visto Star Wars (esta exageración no se aleja mucho de la realidad, porque el libreto inicial lo firmó Standford Sherman, uno de los escritores de la serie de Batman de 1966 y el guionista de La gran pelea, en la que Clint Eastwood comparte cartel con un orangután).

A pesar de todo, si te gusta la fantasía épica, aunque sea de molde, es difícil disgustarse con Krull, porque está hecha con esmero, destila amor propio y no es mala a propósito. Pese a que el proyecto fue idea del presidente de Columbia, y no proviene de ningún autor deseoso de realizar su visión personal, la película pretende ser buena y apunta tan alto como un cohete. El dinero le da apenas para un trampolín desvencijado y se pega un batacazo tras otro, pero a veces las buenas intenciones consiguen transmitirse al espectador y eso ayuda. Este es uno de esos casos. Además, la banda sonora de James Horner es tan grandiosa y vibrante que ayuda a levantarse al filme cada vez que se va de morros al suelo, aunque vaya renqueando durante todo el camino.

Por profundizar un poco, la historia es todo lo original que uno puede esperarse de cualquier película de fantasía en la que el malo responde al nombre de "la Bestia" y su guarida se llama "la Fortaleza Negra". Una vez expuesto el conflicto principal, el héroe conoce a su mentor e inicia un viaje durante el que se enfrenta a diversos desafíos y hace nuevos compañeros. Algunos de esos compañeros son entrañables, otros no tanto, y el resto es Liam Neeson con pintas de paleto polígamo. La mayoría mueren antes del clímax, así que no merece la pena cogerles cariño.

En cuanto los desafíos... pichí pichá, ni tantos ni tan graves. El viaje empieza con Colwyn escalando un monte ligeramente elevado para sacar la legendaria Estrella de las Cinco Garras de un riachuelillo de lava que no quema, y acaba con la captura de unas yeguas cuyos cascos llamean de lo rápido que cabalgan para llegar a tiempo al tercer acto. El momento más flojo es probablemente el de las arenas movedizas (un peligro jamás visto en el género de aventuras), y el más fuerte, el de la caverna de la Viuda de la Tela de Araña, donde un actor mayor sin cables de seguridad camina por la cuerda floja y se enfrenta a una araña gigante translúcida animada con stop-motion.

El diseño de producción consigue anotarse también algunos tantos. Las estrecheces presupuestarias son evidentes, pero a Yates le hacía ilusión dirigir un filme en el que tenía que exprimir su imaginación y estaba dispuesto a experimentar, por lo que detrás de todo ese cartón piedra se entrevé ambición artística, sobre todo en las secuencias semioníricas que transcurren en el interior de la Fortaleza Negra, con Lysette Anthony dando vueltas por escenarios de un atractivo alienígena.

En conclusión, aunque sin el empujón de la nostalgia o los ojos inocentes de un crío es imposible ver Krull como otra cosa que un filme fallido, puedo entender que se convirtiera en una cinta de culto.

La calle del terror - Parte 1: 1994 (2021) ★★★½

Sinopsis: Un grupo de adolescentes inadaptados lucha contra el mal que se esconde tras los macabros asesinatos que llevan cometiéndose en Shadyside desde hace más de trescientos años.

Reseña: Los fans del género slasher y, en especial, los que aún siguen disfrutando con cintas como Scream o Sé lo que hicisteis el último verano recibirán con los brazos abiertos la primera parte de esta trilogía de terror producida por Netflix. Los más entusiastas de este subgénero a lo mejor hasta tiran confeti. Yo lo veo más bien como una adicción. "Hola, me llamo Raquel y me gustan los slashers desde que tenía trece años".

A diferencia de otras películas que echan la vista atrás para parodiar los clichés del género o satirizarlo, o que abordan una década determinada con una nostalgia desaforada, La calle del terror se limita a ser un buen slasher ambientado en un año concreto. Nadie que haya visto cualquiera de las mil entregas de Viernes 13 va a ver esta película y exclamar: "¡Qué sorpresa! ¡No me esperaba que desmochasen ese chaval de un hachazo!". Esta cinta explota todos los clichés que puedan ocurrírseos y otros cinco más en los que probablemente no habíais pensado, y es predecible incluso cuando intenta sorprenderte. Sin embargo, su mérito está en que utiliza los clichés BIEN, de forma natural, no porque sea lo que hay que hacer y esté tachándolos de una lista. La directora, Leigh Janiak, sabe de qué va la movida y procura que la movida sea entretenida y vistosa.

Las referencias nostálgicas están ahí, eso es innegable (la mención Skeletor para mí vale media estrella, a pesar de que en 1994 nadie se acordaba de él); pero provienen mayormente de los precedentes del género. La sensación de que te quieren recordar los años noventa para apelar a tu morriña solo se vuelve irritante cuando la banda sonora se convierte en una sucesión de minúsculos clips de canciones noventeras en un intervalo de veinte minutos. Ponerme Fear of the Dark, de Iron Maiden, para cortarla a los cinco segundos me duele en el alma.

Como primera parte de una trilogía, la película también introduce con acierto su propio mito. Para tratarse de una historia basada en uno de los más de trescientos libros que ha escrito R. L. Stine (que, como autor, apenas alcanza la mediocridad en sus mejores obras), la leyenda de la bruja de Shadyside consigue captar mi interés. Mis slashers favoritos son los que tienen un elemento sobrenatural y aquí la premisa, con maldición y rima infantil incluida, da más juego que el psicópata estándar con cuchillo. Cuando se trata de torturar y descuajeringar chavales, hay que saber apreciar las pequeñas diferencias. Y aunque las muertes en sí no sean creativas, la cantidad de hemoglobina es más de la que me esperaba en un filme de Netflix dirigido a quinceañeros. No hay ninguna barrabasada que te escandalice o espante, pero el autobús de donaciones de la Cruz Roja se va razonablemente lleno.

Otro punto clave es que los personajes principales tienen la personalidad suficiente para que te importen y no son simple carne de cañón para el recuento de cuerpos. De hecho, esta es una historia de amor tanto como lo es de terror. Más o menos. En Pretty Woman y Tienes un e-mail no evisceraban a nadie.

La cuestión es simple: si creéis que un slasher puede ser bueno y no uno de los escalafones más bajos del cine de terror de bajo presupuesto, la primera parte de La calle del terror podría estar a la altura de vuestras expectativas.

La calle del terror - Parte 2: 1978 (2021) ★★★★

Sinopsis: Para encontrar una forma de romper la maldición de la bruja de Shadyside, Deena recurre a una de las supervivientes de la masacre del campamento Nightwing, ocurrida en 1978. La mujer les cuenta su traumática historia.

Reseña: Esta secuela es un flashback dentro de la historia que empezó en la primera parte, la cual retoma exactamente donde esta acabó, y su desenlace sirve a la vez de prólogo a la tercera y última parte de la trilogía. Por lo tanto, no esperéis de ella ninguna sorpresa ni que responda a todas vuestras preguntas, si es que tenéis alguna por motivos que se me escapan.

Sin embargo, y hete aquí lo bueno, esta segunda parte no solo cumple el papel de sumar nuevas capas a la lasaña de horror que es el mito de la bruja de Shadyside, sino que es, por sí misma, una película muy disfrutable dentro del subsubgénero de los slashers de campamentos de verano. ¡Mi subsubgénero favorito!

La sangre y el sexo suben un grado respecto de la primera parte, algo apropiado para esta categoría de obra, si bien el elemento "naturista" se presenta de forma más moderada que el primero y también con menos explicitud que en décadas pasadas (Leigh Janiak no es Danny Steinmann... afortunadamente).

La película forma, no obstante, parte de una historia más amplia, y su contexto no deja de ser un guiño a un fenómeno puntual dentro del cine de explotación, así que no se puede decir que este sea el slasher de acampada definitivo. Pero si quisiera introducir a alguien en el cándido mundo del terror campista adolescente, no descartaría incluir este filme en el paquete de bienvenida.

Y sí, te puede parecer más icónico Jason Voorhees con su máscara de hockey que el psicópata embrujado con un saco en la cabeza del campamento Nightwing (que, por cierto, podría pasar por una versión menos ridícula del Jason de Viernes 13, 2ª parte). También puede ser que la recreación de los años setenta de esta película te parezca desprovista de la autenticidad de la época que recrea. Por poder, supongo que incluso te puede gustar más Campamento de verano, si estás mal de la azotea. Pero esta película está mejor escrita y rodada que casi cualquier espécimen de su clase.

Otro punto en el que 1978 sale ganando en comparación con la primera parte son, bajo mi exclusivo punto de vista, sus dos protagonistas. Aunque apoyo incondicionalmente las relaciones románticas sáficas, y las chicas de 1994 hacen una pareja muy coqueta, por alguna razón me identifico mejor con la relación entre hermanas de esta secuela y los problemas que ambas tienen para encajar en un grupo. Además, mis experiencias de campamento fueron objetivamente tan malas como la suya y eso nos une todavía más. Nadie intentó descuartizarme con un hacha, pero estuve cerca de pillar el tétanos.

Solo recuerdo haber meneado una vez la cabeza en señal de desaprobación durante esta película, y fue en la escena en la que (atención, que voy a destripar un momento totalmente previsible) la amiga de una de las protagonistas se pone a contar su trágico pasado sin venir a cuento, solo para que el espectador simpatice con ella un zeptosegundo antes de que el asesino la avíe de un porrazo en la cocorota.

Todo lo demás lo compro.

La calle del terror - Parte 3: 1666 (2021) ★★★

Sinopsis: ¡Ha llegado la hora de ajustar cuentas con la bruja! O tal vez no. Retrocedamos a 1666 y conozcamos de primera mano su versión de los hechos.

Reseña: Esta película es como una oferta de 2x1. Pero no la clase de oferta que vas buscando cuando entras al supermercado, sino de la que te encuentras sin esperártelo y te plantea serias dudas, porque realmente no necesitas los dos productos, aunque al final te los acabas llevando porque sería de idiotas desaprovechar la oferta. Ni siquiera se te pasa por la cabeza la posibilidad de que hayan subido los precios un 50% el día antes.

La primera mitad de la película se remonta a 1666 y nos cuenta el origen de la maldición que asola Shadyside desde hace más de tres siglos. La segunda mitad nos devuelve a 1994 para cerrar la trama principal de la parte 1.

El fragmento que se desarrolla en 1666 es flojo. No diría que malo, pero, en comparación con el resto de la trilogía, me ha decepcionado. No hay que prestar mucha atención para darse cuenta de que Leigh Janiak y su equipo se manejan peor recreando la atmósfera oscura y supersticiosa de la Nueva Inglaterra puritana que construyendo una versión moderna de los slashers de los noventa y finales de los setenta. El vestuario y los decorados tienen un pase (dijo el experto en moda y arquitectura del noreste estadounidense en el siglo XVII), pero los actores se comportan igual que si fueran a pasar las tardes al centro comercial, no como miembros de la rigurosa comunidad a la que pertenecen, y la fotografía es regulera, cuando no directamente fea (las escenas nocturnas son una plasta azul borrosa que no mejora ni cambiando el modo de imagen del televisor).

Tendría que ser un optimista contumaz para haberme esperado una producción al nivel de La bruja, de Robert Eggers, o incluso de El apóstol, de Gareth Evans. Pero tampoco me esperaba una factura técnica que cantase a sitcom de la ABC producida en los noventa. Si hubiera visto a Melissa Joan Hart con mechas en pelo paseando por la villa de Union, no habría ni parpadeado.

La trama de este flashback gira en torno a una caza de brujas y, trazando un paralelismo con los prejuicios contemporáneos, subvierte las expectativas con las que pudieras haber llegado hasta aquí. Como idea está bien, pero la ejecución es chapucera. Es "curioso" que te mantengan en la oscuridad sobre la verdadera historia de Sarah Frier durante dos películas cuando, al llegar a la tercera, el giro te lo ves venir como una plaga bíblica de langostas antes de la marca de los diez minutos. Es como una novela de misterio mal escrita en la que el detective se saca información de la manga en el penúltimo capítulo. Las semillas no pueden crecer solas, hay que plantarlas.

El resto de la cinta, de vuelta al año 1994, es el tercer acto de una película de casi seis horas y concluye la trilogía con tino (o sea, con acierto, no con el integrante de Parchís). A pesar del bache en el camino, deja buen sabor de boca.

En algún lugar del tiempo (1980) ★★★½

Sinopsis: Un dramaturgo recibe la visita espontánea de una vejestoria que le dice "Vuelve conmigo", le regala un reloj y después se esfuma sin más. El hombre se obsesiona con la mujer y descubre que fue una actriz famosa de principios del siglo XX. Por lo tanto, hace lo único que puede hacer un hombre en estos casos: utilizar la autohipnosis para reunirse con ella en el pasado.

Reseña: No voy a engañar a nadie: el cine romántico no es lo mío. Las dos única razones por las que he visto esta película son porque el protagonista es Christopher Reeve y porque el argumento incluye viajes en el tiempo. Parece una premonición fatal si tienes en mente el final de Superman, con todas esas vueltas alrededor de la Tierra; pero eso no se me ocurrió hasta que terminé de verla.

El caso es que, ahora que he empezado a escribir esta reseña, me estoy dando cuenta de que no sé qué narices decir de una película romántica. No recuerdo cuándo fue la última vez que vi alguna y tampoco he visto muchas, porque no son santo de mi devoción. Por lo tanto, me faltan herramientas para valorar esta obra de Jeannot Szwarc. Lo que sí puedo deciros es que el título en inglés coincide con el de uno de los álbumes de Iron Maiden. ¿Casualidad? ¡No lo creo!

Richard Matheson, autor de la novela en que se basa la película, escribió también el guion y se involucró en el rodaje. Como Matheson es un escritor como la copa de un pino y la propuesta no es compleja (original sí, pero no compleja), es difícil buscarle cosquillas al libreto. Es más, si aceptas la premisa de que se puede retroceder en el tiempo con el poder de tus neuronas y un poco de atrezo, el resto de lo que ofrece la cinta es un romance casi rutinario, en el que el principal conflicto lo aporta el agente de la actriz (interpretado por el recientemente fallecido Christopher Plummer). Hay algunas paradojas temporales que aderezan la trama, pero suponen más una curiosidad que un elemento indispensable.

Aunque a mí el género romántico me va entre poco y menos un millón, si a vosotros os ayuda a creer en el amor u os reconforta de alguna manera, Superman y la doctora Quinn hacen una pareja estupenda y están tan guapos que ni siquiera desentonan cuando se cuelan en un cuadro de Seurat. Su amor desafía el tiempo con la fuerza de 1,21 gigovatios. Literalmente.

Otro punto fuerte es la magistral banda sonora de John Barry, sentida y conmovedora a niveles inconcebibles, y de un corte tan clásico que te entran ganas de escucharla en un gramófono. El tema principal tiene tanto corazón que, incluso escuchado fuera de contexto, puede sacaros alguna lagrimilla, sobre todo como os pille en un día flojo.

Por lo demás, los paisajes de la isla Mackinac son preciosos, la ambientación de principios de siglo está muy lograda (la película obtuvo una nominación por mejor vestuario, aunque el Óscar se lo llevó Tess, de Roman Polanski), y la fotografía tiene una belleza hechizante. Cierto fundido de imágenes se lo podrían haber ahorrado por ridículo y obvio, pero se le puede perdonar.

Ahora siento que puedo aguantar al menos diez años sin ver otra película romántica.

Creepshow 2 (1987) ★★

"Los maestros de lo macabro STEPHEN KING y GEORGE A. ROMERO te dan la bienvenida a CREEPSHOW 2". Eso dice el texto del reverso de la carátula del VHS de esta antología de terror. Por desgracia, las historias que la componen no están a la altura de las expectativas que generan esos nombres. Para empezar, nos escamotean relatos. En primera parte había cinco y esta solo tiene tres. Os los resumo:

El viejo jefe Cabeza de Madera: En un pueblecito moribundo, la afable pareja de ancianos que regenta la tienda local es víctima de un atraco. El indio de madera que decora el porche de la tienda se cobra venganza.

La balsa: Cuatro adolescentes de treinta años deciden pasar el día fumando marihuana sobre una balsa que flota en mitad de un lago. Una mancha de brea carnívora les agua las fiesta.

El autoestopista: Una mujer adúltera atropella a un autoestopista por accidente. El hombre la persigue aun después de muerto.

Estos tres relatos están unidos por un cuarto, dividido a su vez en cuatro segmentos (prólogo y epílogo más entreactos), con el Guardián de la Cripta como maestro de ceremonias. El principio y el final de esta seudohistoria están rodados con actores de carne y hueso (incluido un irreconocible Tom Savini en el papel del Guardián), pero el grueso son dibujos animados, cuyo estilo y calidad me recuerdan al especial de televisión Estrellas contra la droga. Esto no es un cumplido.

Y ya que hablamos de droga, no tengo claro si Stephen King había dejado ya de consumir toda la cocaína de Maine cuando empezó la producción del filme, pero sus ideas andan escuetas de originalidad e ingenio. El guion de George Romero no consigue elevar esas ideas por encima de la mediocridad, y la realización de Michael Gornick es insulsa e impersonal.

Además, para ser una antología de terror, hay más tensión y sustos en una partida de dominó, y, pese a que la película dura apenas hora y media (con créditos incluidos), el tiempo parece dilatarse a su alrededor; se hace larga y a duras penas la considero entretenida. Esto último es especialmente sangrante en el tercer relato, que está tan estirado que podría servir como ejercicio de superación para cualquier persona que sufra un trastorno por déficit de atención.

Como valores positivos, George Kennedy hace un papel entrañable en el primer relato (es un actor que siempre me saca una sonrisa cuando lo veo) y La balsa tiene un par de momentos decentes.

¡Ándale, Pancho!

Condenados de ultratumba (1972) ★★★

Esta antología de terror adapta cinco historietas de las colecciones Tales from the Crypt, The Haunt of Fear y The Vault of Horror, ¡el triunvirato del horror gráfico de la editorial EC! Estos son los relatos:

... Y todo a través de la casa: En Nochebuena, una mujer (Joan Collins) asesina a su marido. Cuando se dispone a deshacerse del cadáver, aparece un demente disfrazado de Papá Noel.

Reflejo de la muerte: Un hombre camina de regreso a casa tras sufrir un accidente de coche. Todos los que lo ven reaccionan con horror.

Justicia poética: Un joven despiadado arruina la vida a un afable anciano (Peter Cushing) sin saber que este, aparte de cuidar perros y niños, practica el ocultismo en sus ratos libres.

Quisiera que estuvieras aquí: ¿Os suena La pata de mono? Pues igual, pero con una estatuilla china.

Callejón sin salida: El nuevo director de un hogar para invidentes abusa de su posición para vivir cómodamente con su pastor alemán mientras los residentes sufren por los recortes. No contó con que pudieran aplicar el cursillo de carpintería para vengarse de él.

Las cinco historias están narradas por el Guardián de la Cripta (Ralph Richardson, disfrazado de monje capuchino) y tienen como oyentes a los protagonistas de cada una de ellas. La intención es que pienses que el Guardián les está vaticinando un futuro funesto del que aún están a tiempo de librarse si se enderezan, pero el título español te destripa el giro, así que el choque final se pierde por el camino. Me pregunto si el título lo elegiría el mismo fulano que decidió llamar La semilla del diablo a Rosemary's Baby.

Si solo estás familiarizado con las películas de Creepshow, de los ochenta, o la serie de televisión Historias de la cripta, de los noventa, lo primero que sorprende de esta antología es la diferencia de tono. Una de las señas de identidad de las adaptaciones posteriores es el humor negro, mientras que el filme de Freddie Francis destaca por su sobriedad.

Los efectos especiales han envejecido de aquella manera (o sea, mal, pero me parecía más respetuoso utilizar un eufemismo) y no pueden competir con los trabajos de la década posterior, en la que se daría un salto cualitativo y cuantitativo en todo lo referente al gore; pero, para lo temprana que es la cinta, hay más casquería de la que me esperaba, sobre todo en el clímax del cuarto relato, que tiene un momento que me recordó a la escena de El Imperio contraataca en la que Han Solo abre en canal al tauntaun.

De las cinco historias, mis favoritas son la primera, por la tormenta perfecta de tensión que plantea el guion, y la última, que acaba con una escena que no desentonaría en la saga Saw. El resto están bien.

Chocolate (2008) ★★★

Sinopsis: Para pagar las facturas hospitalarias de su madre, una chica autista reclama deudas a coces.

Reseña: Los primeros quince minutos de esta película son infumables, de telefilme malo para abajo. 

Luego, por suerte, el director se deja de pamplinas y la cinta se convierte en una sucesión de escenas de acción brutales en las que una chavala de armas tomar reparte porrazos a cazos entre docenas de esbirros machacables hasta que no queda ni uno solo en pie.

Más que una película al uso parece un vídeo de demostración de las habilidades de su protagonista. Racimos de patadas, codazos al rostro, volteretas... todo el repertorio de técnicas de muay thai al completo y un espectáculo pugilístico en toda regla, sin efectos digitales a la vista.

Y eso es lo que hay.

6 comentarios

  1. Krull la vi en su día, y aparte de echarnos unas risas mis hermanos y yo con las tontás de la peli, poco más. La estrella boomerang mágica y poco más. Ni me acordaba de la actuación del hombre con una serie de habilidades concretas, habilidades adquiridas en su vida profesional.

    Al verla no podía evitar ver a Marco Polo y en mi cabeza sonaba Ennio Morricone cada vez que ponían escena épica, o lo que ellos entendían por épica. La serie Marco Polo sí me marcó, está claro, Krull no, y creo muy probable que, de haberla visto en su momento, le hubiese causado alguna impresión duradera.

    Las demás pelis no las he visto, parece que no disfruto del Síndrome Tarantino padecido por usted. Traga mucha serie B, C y hasta Z, o eso se infiere.

    Saludos

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    1. Hombre, en esta lista precisamente diría que hay poca serie B (si por serie B nos referimos a cine de bajo presupuesto y de explotación). Excepto El ascensor, hasta diría que es todo muy comercial. ¿Inferencia o interferencia?

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    2. Culpa mía, al no haberlas visto inferí lo que no era. Por eso es importante no hablar de lo que no se conoce.

      100 latigazos mentales.

      Saludos

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    3. No pasa nada, hombre.

      Con 40 latigazos es suficiente.

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  2. No creo que las vea pero me gusta leerte y saber qué te parecen:)

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