3 de junio de 2013

Blueberry: El oro de la sierra


¿Sabéis? No pensaba hablar de todos los cómics de Blueberry, pero al final puede que acabe haciéndolo, porque me fastidia encontrar tan poca información en Internet sobre una colección tan condenadamente buena. Al menos, no información en español. Y desde luego no voy a aprender francés para leer lo que dicen otros tipos sobre un tebeo. Odio el francés. Suena... afrancesado.

En marzo del año pasado, repasamos el ciclo de El caballo de hierro, y más de un año después, nos toca abordar la bilogía de El oro de la sierra, formada por La mina del alemán perdido y El fantasma de las balas de oro; una historia en dos volúmenes que, dada su continuidad inmediata, debería haberse recogido en uno solo en lugar de venderse por separado. Maldigo a las editoriales, ¡las maldigo!

Dejando de lado mis prejuicios, os adelanto que de entre todos los ciclos comentados hasta la fecha, este es mi favorito, entre otras razones porque el dibujo de Giraud empieza a dejar de lado los convencionalismos del cómic clásico americano (del que El príncipe Valiente es uno de los máximos ejemplares) para dar paso a los trazos más característicos de su álter ego artístico: Moebius. A ello le acompaña un magnífico guión de Charlier, que se mete más que nunca en la sesera de los personajes, dotándolos de una psicología más compleja e interesante. Y esto es probablemente lo único inteligente que diré en esta entrada.


La mina del alemán perdido


Castigado por su comportamiento indisciplinado bajo el mando del general Alister, Mike S. Blueberry se ve arrastrado a Palomito, un pueblucho fronterizo en el que el teniente deberá ejercer de sheriff y donde "los colts y los puños se disparan solos".

En Palomito, los caminos de Blueberry y su inseparable amigo Jimmy McClure se cruzan con el de Amadeus Von Luckner, pretendido barón alemán que dice conocer la localización de una montaña repleta de oro y que, además, presume de un mostacho cano con patillas parecido al de Lee Marvin en La leyenda de la ciudad sin nombre.

¡Y usa monóculo!

Sin embargo, Luckner, más conocido como Prosit (chinchín en castellano), no es trigo limpio. Sobre sus espaldas pesan dos posibles crímenes, incluido el asesinato de uno de los vecinos de Palomito, lo que le ha granjeado la antipatía de algunos hombres del pueblo, que pretenden ajusticiarlo a la vieja usanza y sin pasar por el juzgado.

Por supuesto, esta no es una situación que Blueberry esté dispuesto a consentir. No en su guardia.

Je, siempre he querido escribir eso.

Detrás del viejo Prosit andan también dos hombres que afirman ser cazarrecompensas: el veterano y tranquilo Wally Blount y su pupilo Cole "Crazy" Timbley, vehemente e impredecible. Entre sus aficiones está atar a sus presas en mitad del desierto y cortarles los párpados para que el sol les deje ciegos. Unos buenos elementos, como veis.

Al menos son lo bastante educados como para presentarse.

Prosit convence a McClure de que le ayude a escapar del Palomito bajo la promesa de conducirle hasta la mina de oro, localizada en el corazón de los Montes de la Superstición, de donde nadie ha regresado jamás, y compartir con él sus riquezas. Fifty-fifty, que dicen los yankis.

A partir de su evasión de la cárcel, se inicia una doble persecución por parte de Blueberry y los cazarrecompensas, que compiten por alcanzar a los fugitivos... antes de que lo hagan los apaches. En esta función no falta nadie.

Diplomacia 2.0.

Uno de los puntos fuertes del cómic es, sin duda, Jimmy McClure, que aquí pasa a ser algo más que el ayudante alcoholizado de Blueberry y un constante alivio cómico. Así, sorprende ver que pese a que Mike, como él le llama, le ha salvado el culo repetidas veces y ambos son la mar de amigos, la fiebre del oro es más fuerte que los lazos de camaradería y McClure se la juega al sheriff, traicionando su confianza.

McClure no tarda en darse cuenta de la verdadera naturaleza de su nuevo socio, que tiene la fea costumbre de liquidar a cualquiera que se interponga en su camino; pero aunque no le gusta su juego, sigue adelante con el plan incluso cuando Blueberry se convierte en la víctima de este alemán codicioso.

El personaje lo pasa mal porque es consciente de que el camino que ha escogido no le va a ayudar a conseguir el premio al amigo del año; sin embargo, ha llegado tan lejos por el oro que detenerse ahora solo significaría que ha vendido su alma al diablo a cambio de nada. Y la marcha continúa hasta que ocurre lo predecible y es tarde para arrepentimientos.

De esta forma, Charlier dota de mayor humanidad al personaje y hace más fácil empatizar con él. La otra forma de empatizar con McClure, claro, es cerrando bares.

Sin embargo, hay algo que el dinero nunca podrá comprar... un dinosaurio.

Como de costumbre, la otra gran baza de este cómic es la acción y el peligro constantes. Blueberry y McClure no paran de meterse en líos y saltan de cliffhanger en cliffhanger como si de unos Indiana Jones del Oeste se tratase. Que si emboscadas, que si muchedumbres enfurecidas, que si minas que se desploman, que si hay que cruzar el desierto sin una gota de agua... Y la gran pregunta siempre es: ¿A ver cómo narices salen de esta ahora?

Realmente, hay que tener una falta de interés muy grave para no terminarse este volumen de una sentada.


El fantasma de las balas de oro


La historia continúa exactamente donde la dejó La mina del alemán perdido, con Blueberry, McClure y uno de los cazarrecompensas siguiendo la pista de Prosit en dirección a los Montes de la Superstición, un lugar que los apaches consideran maldito y que está protegido por un espectro que dispara balas de oro.

Lo sé, os acabo de reventar el final del número anterior. Pero la culpa es vuestra por no haberlo previsto. Además, ¿no os han dicho nunca que lo importante de una aventura no es el destino, sino el viaje? A no ser que se trate de ir a comer a la sierra y el camino consista en cruzar varios puertos de montaña con carreteras tan tortuosas como para hacer vomitar al capitán Ahab. En ese caso, que le den al maldito viaje.

♪ ¡Bang, bang! ¡Lucky Luke! El más famoso cowboy del Oeste... ♪

Aunque El fantasma de las balas de oro está estrechamente ligado al volumen anterior, hay algunas diferencias notables entre ambos números, empezando por el tono.

Desde la llegada de Prosit a la Mesa (mesa en el sentido de terreno elevado, no de mueble; como siempre, hay que explicaróslo todo), la historieta se rodea de un cierto halo de misticismo y misterio que me recuerda a En las montañas de la locura de H. P. Lovecraft. Pero sin las partes que son un rollo y con un Ben Gunn del Oeste en el centro del meollo.

El último tramo de la aventura incluso logra transmitir una sensación de desasosiego y claustrofobia, y sinceramente no recuerdo cuándo fue la última vez que me vi tan inmerso en un cómic (quizá con la revista El Víbora, pero aquel incidente aislado tuvo una connotación puramente literal).

Buscad el cuerpo.

A pesar de que ambos álbumes se publicaron el mismo año, la estructura y los dibujos de El fantasma de las balas de oro son ligeramente distintos. Las páginas con cuatro filas de viñetas perfectamente alineadas aparecen de forma más esporádica, y el dibujo, sin perder en detalle, ya es no tan realista. A su vez, los paisajes ganan en importancia y cobran mayor vida sin dejar de ser rocas y arena, sorprendiendo a cualquier lector que no esté tan ciego como para despreciar el noveno arte. Por último, añadir que en general todo se ve más sucio o, en términos cinematográficos, menos John Ford y más Sergio Leone.

Y por supuesto, todo cambio que se aproxime a un estilo más personal es bien recibido; sobre todo, cuando ese estilo es el de Moebius. En paz descanse.

Este es el Blueberry zarrapastroso que a mí me gusta.

En definitiva, estamos ante un par de cómics excelentes que pueden servir de toma de contacto para cualquiera que, desoyendo mis recomendaciones, no le haya dado todavía una oportunidad a esta gran colección.

¿Para qué decir más, si lo único que puedo hacer a partir de aquí es estropearlo? Vamos, que no es cuestión de incidir en que el argumento es un pastiche inspirado en la película El oro de Mackenna, ¿no?

Uy... Perdón.

8 comentarios

  1. Jo, cómo me gustaba Blueberry en mis tiempos mozos. Mis números favoritos eran los de Jetho Steelfingers, con esos bigoticos y su mano de acero, y los del General Cabellos Rubios. Aventura en estado puro, señora. Ahora le he perdido un poco la pista (de los navajos, je, chiste fácil) pero leer este artículo ha hecho que me entren unas ganas tremendas de desempolvar mis viejos números y volver a leerlos una tarde tranquila. Por el momento me he enganchado a Thorgal, sí, lo sé, treinta años después, pero es una serie maravillosa y me estoy dando cabezazos contra la pared por no haberla descubierto antes.

    ResponderEliminar
  2. Terminento3/6/13 16:55

    Sí que es cierto que hay un puntico Indiana Jones. Mola.

    ResponderEliminar
  3. Anónimo3/6/13 18:25

    No existen términos en nuestra lengua para definir cuanto te amo, por ello he inventado la palabra: "Wakahesijunk". Confío en que puedas aplicartela mientras me deleito lamiendo la pantalla..

    ResponderEliminar
  4. David: Nunca he leído Thorgal, pero tiene una pintaza bárbara.

    Terminento: O más bien Indiana Jones tiene un punto de Blueberry.

    Anónimo: Wakahesijunk... Gracias.

    ResponderEliminar
  5. Anónimo6/6/13 00:37

    Hoy han echado una peli de Blueberry en la 2...

    ResponderEliminar
  6. Anónimo6/6/13 08:44

    ¿Dónde esta el post de los jueves? Me da igual si de GoT o del champú de He-Man, pero no puedes/debes fallar.

    Así el arranque del día empieza mal

    ResponderEliminar
  7. Aquí Giraud empezó a soltarse el pelo y dejó de "copiar" el estilo de Jijé. Charlier también dió un paso de gigante en los guiones. Junto con la siguiente aventura de 5 álbumes, esta es mi historia favorita del marshall Blueberry.

    Creo recordar que con motivo del estreno de la película, Norma sacó un tomo con estos dos álbumes pero tenía un tamaño algo mayor al resto de la colección y de precio salía igual que comprándolos sueltos. Los de Norma son unos sacacuartos. Cuando la editorial Grijalbo tenía los derechos, si que publicó la serie en tomos de 5 álbumes a un precio más asequible.

    ResponderEliminar
  8. Anónimo: Una basura indigna de los cómics en los que se basa.

    Anónimo: No hay tal cosa como un "post de los jueves", y en cuanto termine con Juego de Tronos, volveré al ritmo de publicación de 2, 1, 2... Necesito tiempo.

    Critical+: Me tengo que releer los números siguientes, a ver si caen en verano y escribo las correspondientes reseñas.

    ResponderEliminar

LEE ESTO ANTES DE COMENTAR: Al autor del blog le chifla recibir comentarios, pero todo tiene un límite. Con carácter general, los siguientes comentarios se eliminarán de la faz de la red: 1) los que no tengan un carajo que ver con la entrada, 2) los que falten el respeto sin ninguna gracia ni elegancia, y 3) los que puedan considerarse spam o sean más largos que un día sin pan (en principio, los que superen 300 palabras, ya sea individualmente o de forma concatenada).