8 de marzo de 2016

Madres forzosas: Nuestros comienzos, de nuevo

Después de haber publicado dos recapitulaciones seguidas, cada una con más palabras de las que lee el español medio al año, no pensaba escribir otra recapitulación tan pronto, porque este tipo de entradas me supone pasarme buena parte del fin de semana encerrado en casa delante del ordenador, escribiendo hasta que se me desprenden las retinas y desesperándome cada vez que hago una captura de pantalla en la que alguien parece estar sufriendo un ictus; pero es que Madres forzosas es la clase de bombazo televisivo que no podía pasar por alto.

Además, como últimamente ha estado lloviendo, mejor quedarse en casa terminando de ver la primera temporada de la serie que salir a la calle a cantar bajo la lluvia como Gene Kelly, ¿verdad? Sobre todo, porque yo no tengo ni la voz ni el carisma de Gene Kelly y correría el riesgo de resbalar y partirme la crisma.


¿Y por qué razón, si es que puede saberse, me he tragado los trece episodios de Madres forzosas en lugar de ver cualquier otra serie o película de mi lista de pendientes de Netflix? La respuesta a esta pregunta mató al gato. Y no me refiero a la curiosidad, sino a una atracción malsana por Padres forzosos, la serie creada por Jeff Franklin en 1987 y de la que nace este spin-off.

En todo caso, creo que hubiera sido peor ver Hot Bot Sharknado 3.

Pero no nos andemos por las ramas. Hoy estamos aquí para repasar el primer episodio de Madres forzosas y eso es lo que haremos. ¡Al tajo! ¡Leña!

-¿Qué tienes?
-El Tipo de la Brocha hace una referencia muy vaga a una sitcom que le da mil vueltas a Madres forzosas. Ahora tenemos que añadir algo más.

Empezando por el principio, y remontándonos a cuando las gemelas Olsen aún tenían mofletes pellizcables y no grimosos pómulos hundidos, el episodio no debería titularse Nuestros comienzos, de nuevo, sino Nuestra primera función, de nuevo, para así referenciar correctamente el título del piloto de Padres forzosos. Sin embargo, pese a que algún héroe anónimo de Netflix en España ha conseguido reunir a los actores de doblaje de la serie original, al parecer nadie se acordaba ya de ese pequeño detalle. No es que yo sea picajoso, es que me fastidia que haya gente con más vida que yo.

Pero eso es irrelevante. Lo que tenéis que tener muy presente es que cuando se trata de apelar a la nostalgia, este episodio tiene la discreción de un tortuga ninja mutante adolescente con gabardina, y por eso comienza reproduciendo los primeros treinta segundos del opening de la primera temporada de Padres forzosos antes de pasar a un plano de la fachada de la casa de los Tanner. ¿Os acordáis de los noventa? ¿OS ACORDÁIS?

29 años después, a la hora del desayuno...

El primer actor en aparecer en pantalla junto al nuevo bebé de la serie (al que no puedo considerar realmente actor, aunque sus dotes interpretativas sean equivalentes a las del reparto original) es Bob Saget, que retoma el papel del sacarificado maniático de la limpieza Danny Tanner con treinta kilos más y la misma cara de ilusión que si estuviera atado a un potro de tortura soportando una maratón de reposiciones de Ranger Joe.

Su entrada en escena, asomándose cual teleñeco por detrás de la encimera de la cocina, es recibida con una entusiasta lluvia de aplausos por parte del público, aunque es más probable que sea cosa del técnico de sonido. En cualquier caso, es evidente que en esta serie uno necesita algo más que una simple pista de audio pregrabada para saber cuándo debería reírse, enternecerse o sentirse eufórico. Un dirigible con una enorme pantalla electrónica podría ser lo más apropiado.

Piensa en el deportivo descapotable nuevo que podrás comprarte ahora, Bob.

Pero quizá estoy siendo demasiado duro. Al fin y al cabo, ¿qué menos que unos aplausos para celebrar el regreso de un personaje icónico de la cultura televisiva?

Y sí, me refiero a Danny Tanner.

Lo malo es que la misma ovación se repite con la misma intensidad cada vez que aparece uno de los actores de la serie original, y os aseguro que después de la séptima ronda de palmadas en menos de cuatro minutos, a uno le entran ganas de ponerle una bomba al público bajo los asientos, quedarse a ver cómo vuelan en pedazos y luego esperar a que los restos se enfríen para poder recogerlos y vendérselos a McDonald's como auténtica carne de vacuno.

Puedo llegar a entender que la gente se destruya los metacarpos aplaudiendo cuando John Stamos baja por la escaleras, porque muchas niñas se convirtieron en mujeres viendo al tío Jesse menear las caderas y muchos hubiéramos dado lo que fuera por ser la mitad de enrollados que él; pero la farsa pierde la poca credibilidad que pudiera tener cuando los gemelos de Jesse y Rebecca entran por la puerta y reciben los mismos aplausos que el resto del reparto. Me tragué lo del Triángulo de las Bermudas, e incluso lo de que las Spice Girls tenían una prometedora y larga carrera por delante; pero por ahí sí que no paso.


Volviendo al episodio, y para no defraudar a los fans, el primer chiste tiene tanta gracia como una angina de pecho.

"Tú no has visto caérsele esta rebanada al abuelo, ¿verdad?", dice Danny dirigiéndose al bebé, esperando unas risas que, en un giro inesperado de los acontecimientos, suenan. "Genial, se la daré a Joey". Risas un poco más entusiastas ante la posibilidad de que Joey pille un parásito intestinal.

El tío Jesse, por el que parece que no pasen los años si uno entrecierra los ojos y empapa la pantalla de vaselina (vale, se conserva bien, pero no tanto), baja del desván y levanta al pequeño y rechoncho Tommy de su trona para mostrarnos su disfraz de Elvis Presley y menearlo a ritmo de rocanrol. Un tupé, obesidad mórbida y adicción a los barbitúricos es todo lo que distancia a este menudo imitador del auténtico Rey del Rocanrol. Démosle tiempo.

Siguiendo la tradición de la serie original, el pequeño Tommy está interpretado por dos gemelos. Yo le llamo cumplir la legislación laboral sobre trabajo de menores.

Más cerca de los sesenta que de los cincuenta, Joey surge del sótano cual criatura apocalíptica luciendo un pijama de Buggs Bunny y, al ver al bebé disfrazado de aquella guisa, se lleva las manos a los lados de la cabeza a modo de astas e, imitando la voz del alce Bullwinkle, se burla de la obsesión de su amigo Jesse por Elvis.

Mi corazón rebosa de falsa nostalgia ante esta imitación de un personaje de dibujos animados desconocido para el público español. No obstante, tampoco descarto que la sensación me la esté provocando una arteria coronaria ocluida por el colesterol.

Dave Coulier, canalizando la locura.

Tras un combate desigual entre el bebé Elvis y el alce Bullwinkle (el crossover que nadie pidió jamás en ningún lugar del mundo, incluida la Estación Espacial Internacional), la tía Becky baja del desván y mantiene un breve y trivial charla con su marido en la que se nos da a entender que, a pesar del yoga y las clases de fitness, Lori Loughlin podría no tener el culo tan firme como hace veinte años.

No sé qué deciros... A mí me parece que para tener cincuenta y un años está estupenda. Yo la contrataría para anunciar Cardio Twisters y Gym Energy Duos cada madrugada de mi vida.

¿Se me ha olvidado recordaros que cada entrada en escena va acompañada de una ola de aplausos exaltados? ¡Pues más aplausos!

Prosiguiendo con el goteo de personajes, D.J. entra en la cocina acelerada y cargada con tres bolsos enormes que supongo que irán cargados de billetes pequeños, no consecutivos y sin marcar. O de armas de contrabando.

"¡Tengo quince minutos para desayunar y luego tengo que ir a abrir la clínica veterinaria!", exclama como si ninguno de los presentes supiera a qué se dedica.

Pero, claro, alguien tiene que ponernos al día. La última vez que la vimos iba de camino al baile de promoción con su novio Steve, y ahora es veterinaria, viuda y madre de tres hijos. ¡Una madre soltera con trabajo! Apuesto a que no veías un concepto tan rompedor en la televisión desde 1984.

Sin embargo, el tema de la viudedad es delicado, sobre todo teniendo en cuenta que su padre también se quedó viudo más o menos a la misma edad. ¿No os dije que una terrible maldición pesaba sobre la familia Tanner? Probablemente la casa esté construida sobre un cementerio indio o sobre un orfanato. O quizá tienen contratado internet con Orange. A mí su servicio de atención al cliente desde luego me induce al suicidio.

Esa es exactamente la clase de mirada que me esperaría de una persona que tiene una página web como esta.

Haciendo gala de una sutileza extraordinaria, rayana en los dibujos del coyote y el correcaminos, los guionistas se las ingenian para seguir poniéndonos al día, y, en un visto y no visto, nos enteramos de que Danny y Becky van a presentar un nuevo programa a nivel nacional desde Los Ángeles (Despierta U.S.A.), de que el tío Jesse compondrá la música de Hospital general, y de que Joey actúa en Las Vegas y está machacando a Carrot Top, el único cómico menos gracioso que él que está ganando montañas de dinero.

Como muestra de esa sutileza, así es como descubrimos a qué se dedica el tío Jesse:

"No nos olvidemos de mi nuevo trabajo. Me voy a Los Ángeles. Compondré la música de mi culebrón favorito, Hospital general".

La forma tan espontánea en la que el episodio nos facilita la información, incorporándola a la trama de modo casi imperceptible, debería estudiarse en las escuelas de cine y televisión. Ah, y no es casualidad que el tío Jesse mencione Hospital general. Era la serie en la que trabajaba antes de precipitarse al foso de ñoñez que lanzó su carrera.

Hasta al bebé le parece burdo y solo es un poco más inteligente que el fan medio de la serie.

La siguiente en hacer su entrada es Stephanie, la hermana mediana, que ahora saca más de una cabeza a D.J. y va armada con dos cabezas nucleares.

A estas alturas, voy a suponer que todos sabéis que, tras dejar la serie, Jodie Sweetin se dio al alcohol y las drogas y luego escribió sobre ello en sus memorias, probablemente para poder pagarse más alcohol y drogas (amén de unos dientes y unos pechos nuevos que disimulasen los estragos de sus adicciones). Aparentemente Sweetin  superó esa etapa de vicio y desenfreno, y ahora ha vuelto a la televisión para interpretar al personaje que le dio la fama, Stephanie Tanner, antes una niña repipi aficionada a la danza y ahora una tía enrollada que provocará emociones encontradas en sus sobrinos cuando lleguen a la adolescencia.

-Trabajar con vosotros me arrastró a una espiral de autodestrucción y culpabilidad. ¿Nos abrazamos?

Steph acaba de regresar de Inglaterra, donde animaba fiestas multitudinarias como pinchadiscos. ¿Su nombre oficial de pinchadiscos? DJ Tanner, que es casualmente como se llamaba su hermana mayor antes de casarse y convertirse en D.J. Fuller.

"¿Has robado mi nombre?", pregunta D.J. "¿Por qué no te haces llamar DJ Stephanie?".

"Porque ya hay una DJ Stephanie".

"Y también hay una D.J. Tanner".

¿No es la monda? Os contaré un secreto: no, no lo es. Pero los guionistas creyeron que sí porque habían estado cuatro minutos seguidos cavilando con el lápiz en la boca antes de que se les ocurriera, que es el doble de tiempo que suelen dedicar a la mayoría de chistes. En resumen: luego vuelven a utilizarlo.

Por cierto, si el ceceo que tenía Steph en el doblaje castellano de Padres forzosos os parecía irritante, esperad a oír su nueva voz adulta de pija con ceceo (en la versión original, un acento inglés horrendo). Os aseguro que no podréis esperar a taladraros los tímpanos con una broca del veinte. Por suerte, el tonillo ultrairritante se le pasa al cabo de unos minutos; si no, hubiera tenido que utilizar ese taladro y aprender a leer los labios para seguir viendo la serie. O verla sin sonido y con subtítulos, pero, ¿dónde estaría entonces la diversión?

Aquí no, eso lo sé.

Steph pregunta por la pequeña Michelle, y, en la que es la metarreferencia más obvia y flagrante de toda la primera temporada, Danny contesta que su hermanita está ocupada en Nueva York dirigiendo su imperio de la moda.

No contentos con esto, los actores se giran para mirar directamente a cámara y permanecen diez largos e incómodos segundos poniendo cara de circunstancias mientras la cuarta pared se desintegra a nivel molecular.

*Suspiro prolongado*

No volváis a hacer esto nunca más, por favor.

Los gemelos de Jesse y Becky, antes unos adorables peques melenudos y ahora unos jóvenes juerguistas universitarios cuyos planes de futuro consisten en poner un camión de tacos de pescado en Los Ángeles, no tardan en incorporarse a la reunión familiar y provocarme un ataque de vergüenza ajena.

No sé si el estudio se esperaba que el público se alegrase de tenerlos de vuelta o se encogiese de hombros y aprovechase para salir a fumar a la terraza, pero el caso es que los actores son los mismos que en la serie original. Supongo que esto sería importante si hubiesen interpretado a unos personajes que supieran pronunciar palabras de más de dos sílabas, o si hubieran vuelto a actuar desde que terminó la serie (uno es bombero, y el otro técnico de sonido); pero ninguna de estas dos premisas se cumple, así que su presencia es bastante gratuita.

La familia se sienta a la mesa para desayunar y a ellos los colocan de espaldas a la cámara, ¡el lugar de honor para las auténticas estrellas de Hollywood!

¡Dylan y Blake Tuomy-Wilhoit! ¡Cualquiera puede buscar sus nombres en internet y fingir que los recuerda!

La tercera protagonista de la serie llega instantes después, irrumpiendo en la cocina por la puerta de atrás con la energía de un Steve Urkel femenino. Hablo, por supuesto, de la extravagante Kimmy Gibbler, que aún es la mejor amiga de D.J. y no ha perdido ni un ápice de la rareza y singular estilo que la convirtieron en mi personaje favorito de Padres forzosos junto con el tío Jesse.

Es más, me alegra poder decir que a pesar de estar a punto de cruzar la barrera de los cuarenta, parece que Andrea Barber jamás hubiera abandonado el papel, y desprende una energía como Kimmy Gibbler que es la antítesis absoluta del agujero negro de entusiasmo que representa la presencia de Bob Saget en el plató.

En cuanto a las novedades en su vida, Kimmy trabaja organizando eventos y tiene una hija de doce años fruto de un fogoso matrimonio con un guaperas argentino del que se ha separado recientemente porque le era infiel. ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Así son los latinos!

Oh, Kimmy, ¿por qué no me esperaste? Hubiera compartido contigo mi colección de calcetines de Santa Claus y mis gorros de Super Mario Bros.

Cumplido el cupo de nostalgia en lo que se refiere al reparto (necralgia más bien), llega el turno de conocer algunas caras nuevas. Y no, el bebé babeante e inexpresivo, no cuenta.

Bajando en tromba por las escaleras, llegan los otros dos hijos de D.J.: Jackson, de trece años, y Max, de siete, dos críos que podrían haber salido de la cadena de montaje de la factoría Disney.

Del primero diré que hace lo que puede con el pésimo guión, que no es poco, y además admiro su capacidad para mantener el contacto visual con Jodie Sweetin. En cuanto a Max, pese a que estas últimas semanas me sentía generoso con el prójimo, ha pasado a ocupar el primer puesto en mi larga lista de niños irritantes de series de televisión. Es pedante, hiperactivo, amanerado, chillón e incluso tiene su propio latiguillo: "¡Por todas las chalupas!". Si existiera un manual para crear el personaje infantil insoportable definitivo, diría que lo han seguido paso a paso.

Después de que su tía Steph les regale unos pendrives con temas musicales de éxito en Londres que promueven el sexo, las drogas y la violencia, para luego tener que retirárselos en cuanto D.J. protesta, Max le dice a su madre que no se preocupe, que él ya se sabe todas las palabrotas: "Jolín, moco y Donald Trump".

Ja, ja, ja. Es gracioso porque nadie hace chistes a costa de Donald Trump. Seguro que incluso sigue teniendo la misma gracia dentro de diez años.

Poco después, Kimmy pone sus infames pies en la mesa y Steph dice "¡Qué grozero!". ¡Un no parar de reír!

En este momento estoy pensando en cuántos pedazos tendría que cortarlo para que cupiese en el recipiente metálico que se ve al fondo.

Y, por fin, tras ocho interminables minutos a los que he dedicado más de 2.800 palabras porque carezco de autocontrol y una auténtica meta en la vida, pasamos a ver el nuevo opening de la serie, un embutido de nostalgia con imágenes de ayer y hoy, para el que la cantante Carly Rae Jepsen ha reinterpretado el clásico tema de Bennett Salvay y Jesse Frederick.

¿Cómo que quién es Carly Rae Jepsen? ¿Es que no os suena Call Me Maybe? Claro que sí. Pero no os preocupéis. Después de su paso por Madres forzosas, pronto no querrá reconocerla ni su abuela.

El opening del piloto nos presenta primero al reparto de cabecera (las tres madres "forzosas" y sus críos) y luego pasa al resto de miembros del reparto original, que figuran como estrellas invitadas "especiales" en este y otros episodios.

Aunque la serie tiene el acierto de centrarse en la nueva familia Fuller-Tanner-Gibbler, nos regala estos cameos para evitar el riesgo de perder a los espectadores que solo eran fans de los adultos de la serie original, aunque no me imagino a nadie siendo fan de Joey Gladstone. Además, estas intervenciones están bastante bien distribuidas a lo largo de la temporada, y solo sorprende la ausencia de Danny en el último episodio, en el que Jesse y Becky renuevan sus votos matrimoniales. Imagino que Bob Saget tendría cosas más importantes que hacer, como ir al quiropráctico a que le reajustasen la espalda.

¿El "homenaje" a la serie original hubiera sido menos obvio sin la pantalla partida?

A la vuelta del opening, encontramos a D.J. y Steph en su viejo dormitorio, vestidas para la fiesta de despedida de Danny, que va a vender la casa, y hablando de lo duro que es para D.J. cuidar de sus tres hijos después de que su marido muriera haciendo lo que más le gustaba hacer: batir su propio récord comiendo perritos calientes en el tradicional concurso de perritos calientes de Coney Island.

Ah, no, me dicen que eso hubiera sido demasiado gracioso. En realidad, su marido era bombero y murió como un verdadero héroe americano: hecho un churrasco y oliendo a bistec quemado.

Steph reconforta a su hermana, diciéndole que es una madre y una hermana mayor "alucinante" ("alucinante. Del ant. part. act. de alucinar. 1. adj. Que alucina", "alucinar. Del lat. allucināri. 1. tr. Ofuscar, seducir o engañar haciendo que se tome una cosa por otra"), y ambas rememoran aquel incidente con la cortina del primer episodio de Padres forzosos que ya tuve ocasión de recordaros en el blog hace un par de semanas.

Y hablando de pares..., reconozco que me es difícil seguir la conversación cuando no paran de restregarme esto por la cara:

¿Cómo no quedarse maravillado? ¡Es un auténtico vestido palabra de honor con falda fruncida de BCBG Max Azria!

Al pasarse de reminiscente, Steph arranca sin querer una de las cortinas, y Danny, el tío Jesse y Joey entran en ese preciso instante en la habitación preguntando qué lío es este.

Haciendo otro guiño a la serie original (el número 68.753 y subiendo), el grupo recrea la clásica escena de "ella tiene la culpa, deliberemos sobre el castigo apropiado, decíos 'lo siento' y 'te quiero', y abrazaos". Sin embargo, como ahora son todos adultos, la escena, en lugar de tener gracia, resulta violenta y embarazosa.

Now kiss!

Después de que las chicas bajen al salón, Danny da las gracias a su yerno y a su amigo por todos los sacrificios que hicieron por su familia.

No sé si "sacrificio" es la palabra que mejor describe el mudarse a una casa de lujo en la ciudad con mayor calidad de vida de los Estados Unidos sin pagar un duro de alquiler, especialmente cuando no tienes trabajo ni donde caerte muerto; pero yo nunca he compartido techo con un cómico sin gracia y un roquero obsesionado con su pelo, así que, ¿qué sabré?

Ante semejante panorama, el bebé se echa a llorar, y Joey se presta voluntario para resolver el problema, lo que aparentemente es sinónimo de traumatizarlo de por vida con ayuda de su marioneta: ¡el señor Marmota!

¿Creéis que el chiste de la mmmmmadera sigue teniendo la misma gracia que hace veinte años? Pues la tiene: ninguna.

En la fiesta de despedida, a la que incluso han invitado a los pocos miembros de los Rippers que siguen con vida y/o carecen de dignidad, nos enteramos de que Danny se ha casado con una mujer madura razonablemente atractiva. Y aunque nunca llegan a explicarnos la ausencia de su esposa durante el desayuno ni en otros momentos en los que debería haber estado en la casa, ni nadie más llega a interactuar con ella durante el resto del episodio (quizá es un fantasma y solo él puede verla), me alegro por Danny. Siempre me dio pena que su relación con Vicky, la mujer a la que se declaró en Disney World (¡Disney World!), no saliera bien. Y por siempre quiero decir desde que lo he leído en internet y me ha querido sonar algo el tema.

Durante la fiesta, también descubrimos que Max es un obseso de la limpieza, igual que su abuelo. O al menos lo es en este episodio. Luego solo es 100% relamido y odioso. En cualquier caso, Danny está orgulloso de él y dice que está limpiando a nivel de "ama de casa", un comentario políticamente incorrecto en la era del feminismo 2.0.

-Estás limpiando a nivel de empleado/a del hogar.

Salido de las trincheras de Física o química, y tras su paso por Dallas, llega a la fiesta Fernando Hernández Guerrero Fernández Guerrero, el ardiente marido latino de Kimmy, que trae a su hija Ramona consigo. A D.J. no le cae bien Fernando, ya que se portó como un cerdo con su mejor amiga, e imagino que nosotros también deberíamos odiarlo con el puño en alto y los dientes apretados; pero me chiflan los estereotipos raciales y además me fascina la adoración que siente Fernando por Kimmy o, como él le llama, Kimberlina.

Por si eso fuera poco, Fernando interviene en la primera cadena de chascarrillos que me hizo recapacitar antes de saltar del taburete sobre el que me sostenía precariamente con una cuerda anudada al cuello.

"He seducido a las mujeres más hermosas del mundo", dice Fernando.

"Sí, y a varias durante nuestro matrimonio", protesta Kimmy.

"Sí, cometí un solo error", reconoce él. "Muchas, muchas veces". Y añade: "Pero nadie más tiene las habilidades de esta hechicera. Kimmy Gibbler sabe mucho. Secretos perdidos del Kamasutra de la India más profunda".

¿Qué queréis que os diga? A mí me hace gracia. No obstante, reconozco que es un poco desconcertante que Ramona esté a menos de dos metros de su padre cuando hace ese comentario en voz alta.

Ese vestido es como una de esas imágenes del dichoso Ojo Mágico.

Kimmy presenta a Ramona, que es solo un poco menos rara que su madre y aporta cierto toque étnico, y luego, así porque sí, todos se ponen a bailar You Got It, de los New Kids on the Block.

¿Os acordáis de los noventa? ¿OS ACORDÁIS? Porque los New Kids on The Block no eran moco de pavo. Según he leído, durante su mejor etapa, su club de fans oficial llegaba a recibir hasta 30.000 cartas diarias. Ahora seguro que solo reciben spam sobre casinos y viagra.

Natural y espontáneo.

Steve, el novio de instituto de D.J. y voz de Aladdín en la versión original del Aladdín de Disney (y ahí termina su currículo), entra para recibir su generosa ración de aplausos, saluda a todo el mundo y se acerca sin dilación a la mesa de los aperitivos, porque se ve que en la serie original su gag recurrente era que tenía un trastorno alimenticio. De todos modos, es mejor gag que su nuevo gag de hombre divorciado enfermizamente obsesionado con el amor de su adolescencia.

D.J. agradece a Steve que haya venido a la fiesta y él le dice que cuando ella esté preparada, la estará esperando.

"Ooooh", dice el público mientras yo me pregunto cuánto tiempo tiene uno que esperar para empezar a flirtear con una mujer viuda para no parecer grozero. ¿Es necesario que el cadáver sea ya un esqueleto amarillento, o basta con que los tejidos blandos hayan empezado a licuarse? Alguien debería estudiarlo y escribir un libro. Yo lo leería.

-¿Una rubia maciza con una bandeja de salchichitas? ¿Qué hago yo con esta católica frígida?

Después de que D.J. y Kimmy intenten que Jackson y Ramona dejen sus móviles y se hablen, porque todos los padres tienen esa estúpida manía de que sus hijos se hagan amigos de los hijos de sus amigos aunque sean unos idiotas egoístas que no quieren dejarte jugar con sus G.I. Joe (no estoy personalizando); después de que Becky demuestre un apego patológico por el bebé de D.J., probablemente provocado por la menopausia y el creciente distanciamiento con los inútiles de sus hijos; y después de que D.J. suelte un breve discurso sobre lo mucho que echará de menos a su familia cuando su padre se marche a Los Ángeles; después de todo eso, Steph obliga al tío Jesse a cantar Forever, la canción con la que conquistó a Becky.

A ver cómo os lo explico... ¿Habéis dado alguna vez de comer potitos a un bebé? ¿Sabéis ese momento en el que la adorable criaturilla no quiere abrir la boca, pero como tiene que comer, acabas metiéndole la cuchara a la fuerza en su !@#$%&* piñata desdentada? Eso es básicamente lo que hace este episodio con cada referencia a la serie original.

Sonriendo hasta el límite del Botox®.

Después de la fiesta, tenemos la primera y única escena del episodio protagonizada por los críos en solitario, una oportunidad que aprovechan para confirmar que ninguno sabe actuar y que tendrán suerte si consiguen trabajo sirviendo cheeseburgers en Wendy's cuando cancelen la serie.

La cosa va de que Jackson engaña a su hermano Max para que saque la basura mientras él se queda repantigado en el sofá leyendo un cómic de Justice League Beyond (no me fijaría en estos detalles si no necesitase distraer mi atención de los chistes horrendos), pero tiene la mala suerte de que Ramona, que no se lleva bien con él, llega a tiempo para sacar a Max de su engaño.

La escena termina con Max golpeando a su hermano mayor con una bolsa de basura, que será lo único que los niños aprendan a hacer viendo este episodio.

Todos serán carne de cañón en el colegio. ¡Bienvenida, infancia arruinada!

Como ya hemos sufrido bastante, no os haré perder el tiempo entrando en detalles sobre la escena siguiente, en la que básicamente nos vuelven a dar la brasa con que D.J. va a ser una madre desesperada y adicta al Prozac en cuanto se quede sola al cuidado de sus tres hijos.

De todos modos, para que os hagáis una idea del nivel de humor que se gastan los guionistas, si una tira cómica de Olafo el Amargado es "así, asá" y una tira de Calvin y Hobbes es el culmen del ingenio humorístico, los chistes de esta escena estarían al nivel de una tira de una botella de Actimel.

Quizá si no perdiese el tiempo preparando tablas de tareas en las que solo aparece su nombre, no estaría tan histérica.

A la mañana siguiente, Kimmy regresa a casa de los Tanner para comprobar el grado de satisfacción del cliente con los servicios prestados, con lo que demuestra mayor seriedad de la que nunca tuvieron Joey y el tío Jesse en todos sus negocios.

Danny, pese a la aversión visceral que siente por Kimmy, admite que está satisfecho con la fiesta e incluso reconoce que puede que la eche de menos. Después le da un abrazo, y a juzgar por los gritos y los aplausos, deduzco que no debió de abrazarla en los ocho años que duró Padres forzosos, lo cual me parece un comportamiento lamentable por parte de un padre hacia la mejor amiga de su hija.

No obstante, creo que el momento sería bastante más emotivo si Bob Saget mostrase un ápice de entusiasmo y no apretase los dientes con tanta fuerza como para que se le salten los empastes ni se retorciese como si quisiera escaparse de su propia piel. Lo suyo es lo más cerca que he estado de ver la transformación de Un hombre lobo americano en Londres sin ayuda de efectos especiales.

Parece que cada poro de su cuerpo estuviera pidiendo auxilio.Y es un cuerpo con un buen montón de poros.

D.J., que no da a basto y cree que Tommy puede tener otitis, pide a Kimmy que le eche una mano preparando el biberón mientras ella examina el oído al bebé con el típico otoscopio de andar por casa. De repente, Steve irrumpe en el saón con la nieta del Cometa original en brazos.

"Cometa Jr. Jr. te necesita", dice. "Lleva horas de parto, ¡pero no llegan los cachorros!".

El problema dejó de preocuparme desde el segundo "Jr.".

D.J. lleva a la perra al jardín y asiste el parto como la gran profesional veterinaria que es. No me esperaba menos de la mujer que quedó en el tercer puesto en la temporada 18 de Dancing with the Stars.

Después de nacer el primer cachorro, al que bautizan Cometa Jr. Jr. Jr. en un alarde de estupidez, Max dice que quiere tener un perrito; pero su madre se niega porque ya tiene demasiado trabajo cuidando de tres críos retrasados como para también ocuparse de un cachorro. D.J. omite lo de retrasados, pero sé que lo piensa.

Pero aunque D.J. esté estresada, no abandona sus responsabilidades, y cuando oye llorar a Tommy por el intercomunicador de bebés, sale corriendo hacia el interior de la casa en lugar de subirse al coche y poner rumbo a México, que es lo que yo hubiera hecho en su lugar.

-Esta mami necesita un vibrador nuevo así de grande para relajarse.

A pesar de su entereza, mientras atiende a Tommy, D.J. se viene abajo y suelta un monólogo lacrimógeno sobre cómo será su vida a partir de ahora, sin darse cuenta de que la caterva de zánganos a la que llama familia la escucha a través del intercomunicador. Se me ocurre que podrían respetar su intimidad, pero eso sería subir los estándares de Padres forzosos, cuya lección más valiosa fue enseñarnos a pedir ayuda cuando no conseguimos abrir una bolsa de patatas fritas.

"Tranquilo, Tommy, mamá está aquí, no pasa nada. [Llora] Lo siento, pero también es un día muy duro para mí. Todo el mundo se va y... [Sorbe por la nariz] por primera vez, vamos a estar completamente solos. [Vuelve a sorber por la nariz] Oh, Tommy... Tommy, ya lo sé. Pero es que no sé si puedo con todo esto. [Llanto] Solo espero darte la vida maravillosa que te mereces".

Ver a Candace Cameron intentando actuar me conmueve el corazón.

¿Es que nadie ha enseñado a ese bebé que no se mira nunca a cámara?

Cuando D.J. baja al salón, todos la están esperando, y Danny le dice que rechazará su nuevo trabajo en Los Ángeles y se quedará para ayudarla con sus hijos. Becky le hace la misma propuesta, e incluso Joey se compromete a venir todos los días desde Las Vegas, aunque para él eso signifique conducir ocho horas cada noche atiborrado de anfetaminas. El tío Jesse dice que como está todo controlado, él se larga, pero sabemos que no lo dice en serio, porque tiene buen corazón y, además, es uno de los productores ejecutivos de la serie (basta con que se despiste un segundo para que el reparto se gaste la mitad del presupuesto de un episodio en pizzas cuatro quesos con extra de cocaína).

Steph dice que ellos ya cubrieron su cupo de buenas acciones en su día (y ya sabemos el gran trabajo que hicieron, no hay más que ver lo bien que le fue a Jodie Sweetin tras su paso por la serie) y que ahora es ella quien debe quedarse para ayudar su hermana mayor, renunciando a una vida de juerga y desenfreno sin límite para cuidar de tres críos insufribles y dormir en el mismo sótano en el que Joey se pelaba la marmota leyendo tebeos de Popeye. Kimmy también decide quedarse a vivir con ellas para compensar a D.J. por no hacerle bullying cuando iban al colegio.

Para mayor jolgorio y algarabía, Danny dice que pospondrá la venta de la casa para que puedan quedarse a vivir en ella.

Y ahora que ese problema está resuelto, ¿podría decirme alguien quién está atendiendo a Cometa Jr. Jr., si todos los adultos están aquí a excepción de Steve, que es el único que sabemos con certeza que no sabe atender un parto? No me gustaría que el episodio terminase con una perra muerta junto con sus cachorros en una piscina hinchable llena de sangre y mucosa vaginal.

No sé cómo interpretar la cara de John Stamos en esta imagen. ¿Grima tal vez?

El pequeño Tommy se echa a llorar otra vez, y para consolarlo, todos cantan la canción de Los Picapiedra alrededor de su jaula, exactamente igual que en el primer episodio de Padres forzosos.

Aunque no hubiera recapitulado este episodio hace dos semanas, creo que me hubiera percatado igualmente de esta referencia, porque el editor, que es un dechado de sutileza, recurre a la pantalla partida para mostrarnos ambas escenas en paralelo. La única diferencia entre aquel episodio y este es que, en aquel, Michelle no tenía otitis, y a Tommy deberían llevarlo al médico, no gritarle "yabba dabba doo" en la cara.

¿Os acordáis de cuando cantamos el tema de Los Picapiedra en el primer episodio? ¿Os acordáis? ¿OS ACORDÁIS? ¡¡ACORDAOS!!

Y así termina el primer episodio de Madres forzosas, un sketch de casi cuarenta minutos plagado de chistes malos y metarreferencias flagrantes.

Ahora bien, superada la sobredosis de autobombo del piloto, que sirve de reunión familiar y presentación de la premisa de la serie, la mejoría que experimenta el resto de la temporada es notable, tan notable como cuando un paciente terminal se salva de milagro y al final solo necesita pasar otros seis meses en el hospital para poder levantarse de la cama y tambalearse hasta el cuarto de baño con sudores fríos.

La serie apuesta en todo momento sobre seguro y es un reflejo en alta definición de Padres forzosos, con un humor blanco que deja poco espacio a la ironía y la sofisticación, latiguillos ad nauseam, y tramas tan originales como una hoja de papel higiénico y que podrían cumplir su misma función.

A ello hay que sumar que ver Madres forzosas es lo más parecido a estar viendo una serie de televisión creada por seres de otro planeta que no entendieran demasiado bien cómo somos los humanos y cuál es nuestro estilo de vida. De hecho, si queréis haceros una idea de lo alejada que está la serie de la realidad, no tenéis más que mirar lo que lleva Joey en el dedo anular de la mano izquierda en esta imagen:

Este es un mundo en el que alguien se casó con Joey Gladstone. No se me ocurre nada más perturbador.

Sin embargo, os mentiría si dijese que no he disfrutado de la serie. Y es que a pesar de haberse gestado en las entrañas de la obsolescencia noventera con esperma de un donante enfermo de nostalgiasis, este spin-off de Padres forzosos no se avergüenza de lo que es, y eso lo hace mucho más disfrutable de lo que me esperaba que fuera.

Además, os guste o no, tendremos serie para rato, porque Netflix ya ha anunciado que habrá una segunda temporada.

La noticia no debería coger a nadie desprevenido. Incluso Ricky Ricón tiene dos temporadas y parece tan divertida como ser sodomizado por toda la población de osos grizzly de la Columbia Británica. Madres forzosas, en cambio, apenas da para una docena de marmotas.

13 comentarios

  1. La verdad, no me esperaba que la serie fuera tan entretenida, o que se dejase ver tan decentemente, mejor expresado.
    ¿Que durante la misma sobran y más todas las risas enlatadas? Por supuesto, pero es una serie americana y hay que darlo todo mascado, que si no no se enteran.
    ¿Seguro que lo del dedo de joey es un anillo de matrimonio y no el de la castidad? Porque tendría mucho más sentido.
    Ahora toca esperar a ver si llegan a una tercera temporada, ya que durante la segunda el factor nostalgia que habrá llevado a ver la primera no será tan elevado y no creo que mantengan la cuota de espectadores. Aunque mientras pague el tío Jessie qué más le dará a Netflix...

    ResponderEliminar
  2. Vamos, una serie para los fans de la serie original.

    Me pregunto que opinará la hija de Kimmy cuando esta le diga que van a irse de su casa para ayudar a su amiga y a la hermana de esta a cuidar a sus hijos, básicamente diciendo que estos tienen prioridad sobre ella.

    John Stamos debe ser pariente de Jordy Hurtado.

    Creo que la serie original tiene un capítulo en el que el trío de padres se imagina a las hijas ya crecidas y a ellos de viejos, sería divertido compararlos.

    Creo que la mejor parte es esa en la que miran a la cámara tras la pulla a las hermanas Olsen, francamente se lo merecen, la serie original les dió la fama que les permitió iniciar su imperio, no les costaba nada hacer un cameo.

    Si puedes échale un vistazo al comentario que deje sobre Joey en el artículo sobre el primer episodio de la serie original.

    ResponderEliminar
  3. Leer este articulo ha sido como retroceder a los años 90. De hecho, he tenido que poner la radio para comprobar si la Macarena era el mayor éxito musical a nivel mundial de la temporada.

    Respecto a este rebot/remake/secuela/spin-off saco dos conclusiones. Primero, que los del casting de Como conocí a vustra madre dieron en el clavo al poner a Bob Saget como voz del futuro Ted. Tal como has descrito tu a su Danny Turner no he podido evitar acordarme del insoportable Ted Mosby. Segundo, se ve que los guionistas de Madres Forzosas se creen que sus espectadores tiene deficit de atención o daños cerebrales, poniendo tanta pantalla partida a lo 24 para rememorar escenas de la serie original. Aunque viendo el nivel de los chiste, tampoco me extrañaría que mucha gente acabase con las neuronas fritas tratando de asimilarlos.

    En fin, afortunadamente Netflix produce muchas maravillas. A cambio, tenemos que tragarnos revivals como estos o pelis de Adam Sandler. Bueno, me voy a ver a Frank Underwood viendo si se hace presidente de los Estados Unidos de América. Igual es un universo compartido con esta serie y decide cargarse a esta peña, lo cual, le agradecería mucho.

    ResponderEliminar
  4. Ey brochas!Buna entrada como siempre.Yo también tuve el placer de visionar ese primer episodio con mi mujer..la verdad es que lo que vale más la pena es volver a ver a esos entrañables personajes..y las armas nucleares de steph claro..Lastima que no pueda ver más capitulos ya que cuando le pregunté a mi mujer si me bajaba la serie, ella contestó: naaa..demasiado ñona..(qué lástima..yo quería verlaaa joooo...)

    ResponderEliminar
  5. Coincido con tu opinión por completo, aunque reconozco que yo no he ido tan lejos como para ver la temporada entera, la dejé en el segundo episodio.

    Lo más gracioso de la serie es efectivamente como se ha quedado anclada en los noventa. Es como fuera una autoparodia de sí misma.

    ResponderEliminar
  6. Victor: En la segunda temporada digo yo que procurarán que salgan las gemelas Olsen, aunque sea solo en un episodio, para que no baje la cifra de visionados. Luego será fácil renovar por una tercera. La complicada será la cuarta.

    Anonimatus: ¡Te compro la teoría de Joey! Me encantan sus perturbadoras implicaciones y además no recuerdo lo bastante de Padres forzosos para desmentirla. Y siento no haberte contestado en la entrada anterior, pero ando fatal de tiempo. Me lo roban los gnomos.

    Joakin Martinez Rodriguez: Mencionar La Macarena en una entrada sobre Madres forzosas es puro sadismo.

    Alex Serfouhi: Ve la serie a escondidas. Y si tu mujer te pilla, arrójate por una ventana.

    q256: Abandonaste a tiempo. Después del tercer episodio ya sería vicio.

    ResponderEliminar
  7. Que curioso, yo conocía a Olafo el Amargado como Olafo el Terrible.

    ResponderEliminar
  8. Solo una pregunta me separa de ver toda la temporada: ¿Sigue Steph luciendo escote el resto de capítulos?

    ResponderEliminar
  9. Aco: También vale.

    Juan Mendez: Te voy a decir que sí. Y miento. Intentan taparla lo máximo posible.

    ResponderEliminar
  10. Bien currado como siempre, esperaba este artículo como agua de mayo desde que vi el segundo 1 de la serie. Gracias

    ResponderEliminar
  11. Cuando yo vi anunciado este proyecto juro que pensaba que iban a hacer una parodia de las series ñoñas de los 90 a las que se adscribía la original. Que fuera humor blanco en apariencia pero que en realidad se riera del formato, ir soltando pullazos metalingüísticos, que las tres niñas de la familia original tienen para inspirar material, sobre todo Jodie. Y Bob Saget tiene trabajos que se ajustarían a ese perfil, menos a Joey veía a todos dando el pego en un proyecto así, y me parecía algo mucho más propio para la parrilla de Netflix.

    Si hubiera sido así yo hubiera comprado el proyecto en cero coma.

    Pero mira, ahora tengo una idea que vender a los de "Growing Pains" y a ver si se puede convencer a DiCaprio para que haga un cameo.

    ResponderEliminar
  12. Tranzos: De nada. :)

    Jose MME: Ah, Los problemas crecen, una serie de la que no recuerdo nada en concreto. Sí, debería volver a la parrilla con un spin-off.

    ResponderEliminar
  13. A pesar de tu alegato final creo que no veré la serie, me da muchísima pereza (lo del niño repelente ha sido la guinda).
    Supongo que la jugada le ha salido bien a Netflix, no parece una serie muy cara de hacer, pocos decorados y simples, actores que no son (ni fueron) grandes estrellas, con suerte dan el pelotazo otra vez. Si te ha gustado, espero que disfrutes del resto de temporadas.
    Y para terminar, como siempre, un excelente trabajo.

    ResponderEliminar

LEE ESTO ANTES DE COMENTAR: Al autor del blog le chifla recibir comentarios, pero todo tiene un límite. Con carácter general, los siguientes comentarios se eliminarán de la faz de la red: 1) los que no tengan un carajo que ver con la entrada, 2) los que falten el respeto sin ninguna gracia ni elegancia, y 3) los que puedan considerarse spam o sean más largos que un día sin pan (en principio, los que superen 300 palabras, ya sea individualmente o de forma concatenada).