12 de mayo de 2018

Jackie Chan en 'La Mano de la Muerte' (1976)

La Mano de la Muerte, también conocida como Shaolin Men, Countdown In Kung Fu, Strike of Death y Las locas, locas aventuras de los hombres de Shaolin (Parte II), es una película hongkonesa de artes marciales de cuando estas producciones costaban menos que el menú del día de un restaurante oriental.

Por supuesto, cuando uno compra una cinta como esta, no espera otra cosa que ver a un montón de chinos con pelucas y bigotes postizos darse de palos al son de sonidos de archivo. Y si este panorama os disgusta, tenéis las mismas probabilidades de disfrutar de esta película que de disfrutar contemplando cómo gira la ropa en la lavadora durante hora y media.

Aunque apenas se le distingue en la imagen que veis sobre estas líneas, os aseguro que Jackie Chan es el tipo con la lanza y el pantalón de color azul #73C2FB que ocupa un lugar preeminente en la carátula. Sin embargo, aunque Jackie es el actor más famoso del reparto, no es el protagonista de la película. En 1976 ni siquiera era una gran estrella en Hong Kong, mucho menos mundial. La única razón por la que sale de forma tan destacada en la carátula es porque las distribuidoras son muy espabiladas y saben que su imagen es un reclamo para los consumidores.

La edición en DVD que yo tengo es todavía peor, porque la carátula no solo te hace pensar que Jackie Chan es el protagonista, sino que la foto ni siquiera es de esta película. Pero ¿qué le vamos a hacer si las distribuidoras tienen el mismo calado moral que el autor de este blog?

El protagonista de La Mano de la Muerte es en realidad el tipo descamisado y translúcido que sale al fondo de la carátula dando una patada voladora: el surcoreano Dorian Tan, campeón de taekwondo y, por lo tanto, maestro en estampar a la gente la planta del pie en los morros. Quizá su nombre no os suene tanto como el de Jackie Chan, pero, entre 1973 y 1979, Tan participó en VEINTIOCHO películas de artes marciales. Si hacéis cuentas, salen *coge la calculadora* ¡cuatro películas por año! Imaginaos lo buenas que eran.

Es más probable que os suene el director y guionista de la cinta, porque no es otro que el legendario Wu Yu-Sheng, más conocido como John Woo. Sí, el mismo John Woo que en la década de 1990, cansado de rodar películas con el cambio del arroz, saltó al otro lado del charco para realizar superproducciones a la norteamericana protagonizados por algunos de los rostros más conocidos de Hollywood y con  montones de palomas volando a cámara lenta. Blanco humano, Cara a cara, Misión imposible 2 son algunas de las mejores mamarrachadas y clásicos atemporales de este director.

La Mano de la Muerte es otro cantar. Permitidme que os la cuente con minuciosidad innecesaria.

El póster chino mola más que la carátula del DVD de 3,99 euros. ¿Quién iba a pensarlo?

China. Siglo XVII. Dinastía Qing. Los shaolín son "símbolos de verdad, determinación y patriotismo", y los manchúes, más chungos que un Emuliquen® Laxante caducado.

La balanza entre ambos bandos está más o menos equilibrada hasta que el guerrero shaolín Shih Shao-feng (James Tien) se alía con los manchúes y, en un acto de abyecta ruindad y despreciable vileza, lidera un ataque contra sus hermanos.

Le llamaré Fu Manchú, porque no me veo escribiendo "Shih Shao-feng" de aquí hasta el final de la entrada.

Si ahora os parece malo, esperad a que le crezca el mostacho.

Fu Manchú mata al mejor guerrero shaolín del templo (o al menos al único que viste de color blanco y no se limita a hacer bulto en las peleas) y también a su venerable maestro, al que Fu utiliza para demostrar al público los riesgos de la estrangulación erótica mucho antes de que David Carradine sirviera de ejemplo al mundo entero.

¿Será este el fin de los hombres de shaolín? ¿Se perderá su nombre en la historia hasta que el último vestigio de su existencia sea la clase monje guerrero en los juegos de rol?

No es una captura de pantalla desafortunada. La cinta hace una pausa en este fotograma porque sí. Ojo al maestro camuflado en el muro de ladrillos.

Temiendo que a la mínima que se descuide le paguen con la misma moneda, Fu Manchú desarrolla una técnica secreta mortal (el Puño del Ahorro™ o algo que suena parecido) y se rodea de ocho guardaespaldas tan pérfidos y expertos en arrear guantadas como él, dos lugartenientes con ganas de bronca y una reserva ilimitada de esbirros machacables, precursores de los punkis y gorilas de los beat 'em' up de las recreativas de los noventa.

Diez años después, toda la China está sometida al yugo manchú.

¿Toda? No. En un descampado en mitad del bosque, donde cantan los pajaritos, copulan las ardillas y Golden Harvest produce cintas de artes marciales como churros, un grupo de irreductibles shaolín resiste todavía y siempre al invasor.

El viejo maestro de este pequeño grupo ordena a su mejor estudiante –Yun Fei (Dorian Tan)– que haga algunas poses chisposas y, de paso, le meta una buena tunda a sus compañeros, para así amenizar los títulos de crédito y recordar a sus compañeros budistas que la vida es sufrimiento.

¡Olé! ¡Qué salero y grasia tiene mi niño!

Dado que ya he cambiado el nombre al villano, a nuestro héroe le llamaré Tang, como la bebida refrescante con sabor a frutas. Yun Fei es poco pegadizo y además nunca es tarde para insertar publicidad en el blog.

El maestro felicita a su discípulo favorito por su dominio del milenario arte de sacar las muelas a coces y le dice que ya está preparado para vengarse del traicionero Fu Manchú.

"Bien", contesta Tang, que rara vez se muestra tan efusivo y entusiasta.

Sin embargo, antes de liarse a mamporros con Fu Manchú, Tang tiene que encontrar al pluriempleado director de la película, que ha logrado hacerse con un mapa que indica la posición de las fuerzas manchúes. De otro modo, la rebelión de los hombres de shaolín jamás prosperará.

Por desgracia, Fu Manchú sabe que los shaolín conspiran contra él y que John Woo tiene que pasar cerca de su cuartel general antes de reunirse con el resto de fuerzas rebeldes (China, ese pequeño territorio al sur de Rusia), por lo que planea tenderle una emboscada.

Para colmo de males, el maestro de Tang no tiene ni pajolera idea de por dónde anda John Woo en este momento, así que le dice a su discípulo que primero debe viajar a un pueblo gobernado por los manchúes y ponerse en contacto con el maestro Chu, al que llamaremos Superagente 86, para que le diga dónde encontrar al director.

-Fu Manchú tal vez tiene más experiencia; pero si tienes fe y sigues los principios de shaolín, le podrás vencer.
-¡Menuda birria de motivador personal estás hecho, reverendo!

De camino al pueblo, Tang se cruza con Jackie Chan recogiendo leña y le da la mano para ayudarle a subir una ligera pendiente.

Imagino que Jackie no podía apañarse solo. No es que sea capaz de trepar a un muro de tres metros en dos brincos o deslizarse por la fachada del edificio Willemswerf en Rotterdam sin despeinarse. Recordad: este no es Jackie Chan "la estrella", sino Jackie Chan "a ver si encuentro trabajo en Australia, aunque sea como albañil o camarero".

Tras esta breve interacción, Tang y Jackie intercambian las miradas más homoeróticas que he visto jamás en una cinta de artes marciales.

El anhelo sexual traspasa el celuloide con la fuerza de una patada huracanada.

Para no desgastar las alpargatas, que necesita de una pieza para patear a los manchúes, Tang se sube de extranjis al carro de Jackie.

La jugarreta está a punto de causarles un disgusto cuando llegan a un puesto de vigilancia manchú. Por suerte, superada la sorpresa de encontrarse con un polizón, Jackie reacciona con rapidez y dice a los guardias que Tang es su tío.

Teniendo en cuenta que Dorian Tan solo tiene siete años más que Jackie Chan, el embuste es tan creíble como un máster de la universidad Complutense; pero nadie lleva documentación y todos son chinos, así que el truco funciona. Y aunque los guardias zarandean un poco a Jackie y lo tiran al suelo para echarse unas risas, al final les dejan pasar.

-Le he dado una patada en el culo y se ha caído al suelo.
-¡Ja, ja, ja, ja! ¡Es lo más gracioso que he oído nunca! ¡Cuéntame más!

Poco después de franquear el puesto de vigilancia, la pareja encuentra a un luchador de shaolín colgado por los pies de un árbol, más muerto que el pescado seco.

Jackie pide a Tang que le ayude a bajar el fiambre, y Tang le confiesa que él también es un hombre de shaolín.

"Hay dos formas de lograr que te maten", contesta Tang, taciturno. "Una es meterte donde no debes; la otra, ser luchador de shaolín".

La tercera es ser Jackie Chan y rodar tus propias escenas de acción.

Jackie improvisa una pira funeraria con la leña que había recogido para evitar que los buitres se zampen al muerto, inmiscuyéndose así en el ciclo de la vida y fastidiando la merienda a estos nobles animales, injustamente desprestigiados por la sociedad.

De aquí sacaban las zamburguesas de Humor amarillo.

Tang y Jackie se separan y nuestro héroe llega por fin al pueblo que buscaba, donde se están celebrando los sanfermines. Bueno, quizá no sean los sanfermines, pero la única diferencia con la fiesta pamplonica es que, a falta de toros, los del pueblo han soltado lanceros manchúes para perseguir a la gente. Todo muy tradicional.

En medio de este jolgorio, uno de los lugartenientes de Fu Manchú (interpretado por Sammo Hung con piños postizos, porque no basta con que se burlen de él por estar gordo como un tonel) llega a caballo con un prisionero condenado a muerte, el cabecilla de un grupo revolucionario de shaolín.

Tang cae en la cuenta de que el prisionero es el Superagente 86 y, con mucho disimulo y una cerbatana, se carga al verdugo antes de que cure la tortícolis al prisionero de forma radical.

Nadie sobreactúa más que un figurante muriendo en una peli de kung-fu.

En ese instante, un grupo de shaolín espontáneos entra en escena y se enfrentan a los ocho guardaespaldas de Fu Manchú, que también andaban por allí; haciendo turismo, supongo.

Los guardaespaldas liquidan a los figurantes en un santiamén, pero el Superagente 86 aprovecha la confusión para huir y refugiarse con Tang en una posada. Por supuesto, este es el primer lugar en el que Sammo Hung busca al fugitivo. ¿Dónde se iba a esconder si no?, ¿en un sitio que no estuviera abierto al público y del que no estuviera entrando y saliendo gente todo el día? ¡Absurdo!

Tang se oculta con el Superagente 86 en una de las habitaciones y, cuando los soldados de Sammo entran en ella, les parte la cara con una combinación de zapatilla giratoria y bofetada elefantíaca antes de que descubran al fugitivo, culpándolos de haberle despertado.

A Sammo le mola su rollo de perdonavidas y le ofrece un puesto en la guardia de Fu Manchú, pero Tang, haciéndose el duro, rechaza la oferta. Sammo le dice que si cambia de idea, vaya a visitarlo.

Eso para que veáis que, ya en la China imperial del siglo XVII, tener buenos contactos era lo más importante para conseguir empleo.

¡Vaya, son los segundos piños postizos más grandes que haya visto jamás!

Antes de salir de la posada, Tang conoce a un espadachín flautista con 18 puntos de carisma y un aire misterioso (misterioso en plan enigmático e interesante, no misterioso como ese lunar de aspecto sospechoso que antes no tenías y que cada semana parece un poco más grande).

El tipo se hace llamar Zorro y su historia está marcada por la tragedia. La tragedia y un flashback...

Veréis, Zorro estaba prendado de una pilingui de la que Fu Manchú también se había encaprichado, porque nunca hay suficientes prostitutas con el corazón de oro de las que enamorarse y las casualidades ocurren incluso entre sesenta millones de personas.

La mujer, obviamente, no tenía ni voz ni voto en esta disputa, así que los dos guerreros se pelearon a muerte por ella.

Fu Manchú no le tenía tanto cariño a la mujer como para dar su vida por ella y la utilizó como escudo humano durante el combate, provocando que Zorro la convirtiera en un pincho moruno.

Aquel día Zorro abandonó el camino de la espada, cerró su cuenta de Facebook y se dedicó a buscar el fondo de los vasos por los bares de toda China.

¡Mira que te lo tengo dicho, tonta! ¡Si es que siempre estás en medio!

Fuera del restaurante, el Superagente 86 entrega a Tang la mitad de un papel con unos símbolos chinos pintarrajeados para que Jonh Woo pueda reconocerlo (el director tiene la otra mitad del mensaje) y le dice que debe ir a encontrarle "al río".

"Al río", sí. Así, en general, porque no es que haya muchos ríos en China, ¿verdad? Unos cincuenta mil antes del cambio climático, según creo. Sería más fácil encontrar a Wally entre una miríada de aficionados del Granada CF. Si el Granada CF tuviera una miríada de aficionados, claro.

Con todo, Tang decide saltarse a la torera el plan y ajusticiar a Fu Manchú antes de reunirse con John Woo. Para ello, finge aceptar la propuesta que le hizo Sammo Hung y se presenta en el palacio de Fu Manchú llevando al Superagente 86 como prisionero.

Esto, por supuesto, demuestra ser una ESTUPIDEZ con la tecla "bloq mayús" pulsada.

Teleprisionero, el secreto está en la somanta de palos.

Quizá recordéis que la última vez que el Superagente 86 estuvo en manos de los manchúes, estos iban a cortarle la cabeza. Si es así y tenéis sesos en lugar de serrín entre oreja y oreja, supongo que no os extrañará que la primera orden que Fu Manchú da a Tang sea precisamente que ejecute a su aliado.

Tang y el Superagente 86, en cambio, se quedan de pasta de boniato al oír la sentencia, preguntándose cómo ha podido torcerse su p*** mierda de plan de esta manera. Diré a su favor que la lógica no es el fuerte de estas películas.

Finish him!

El Superagente 86, aterrorizado ante la perspectiva de no llevar corbatas nunca más, se libera de sus ataduras y ataca a Fu Manchú sin temor.

Hasta aquí las buenas noticias. Las malas son que el kung-fu del Superagente 86 apesta, y Sammo y el Zorro Sonriente, que así se apoda el segundo lugarteniente de Fu Manchú, lo liquidan en un santiamén.

La gracia del Zorro Sonriente es que rara vez sonríe, por cierto. También es toda la profundidad que tiene el personaje.

-Sonríe, Zorro Sonriente. No me hagas quedar mal delante de los invitados.
-Lo siento, honorable jefe, pero ahora no me sale. Me he puesto nervioso.

No satisfecho con ver morir a su aliado, Tang, que tiene tendencias suicidas, manda al cuerno su tapadera y, delante de los dos lugartenientes, los ocho guardaespaldas, una parva de esbirros machacables y el bedel del palacio, proclama que él también ha venido a dar matarile al traidor.

Fu Manchú, que desayuna fuerte por las mañanas, acepta el desafío y le da una lección de humildad a Tang a base de pan con tortas. Decepcionado, Fu se apoltrona en su trono para que su rival "entrene" con los ocho guardaespaldas, primero de dos en dos y luego todos a una.

Por suerte para nuestro protagonista, la superioridad numérica no vale un pimiento en una película de kung-fu, y la mayoría de sus enemigos se limitan a pegar brincos y hacer aspavientos en segundo plano a la espera de que llegue su turno de atacar o recibir.

-¡Cojan turno, corcho!

Al final, el propio Fu Manchú, cansado de tanta pirueta y efecto sonoro poco plausible, levanta el culo del asiento y derrota a Tang a sin despeinarse.

Con la idea de sonsacarle información, los manchúes cuelgan a Tang bocabajo de una viga como si fuera una alfombra sucia y lo dejan en compañía de un tontolhigo con un palo para que lo sacuda hasta quitarle todo el polvo de encima.

Sammo, todo corazón, detiene la sesión de bondage y le aconseja que hable; pero Tang se mantiene en sus trece: nada de decisiones inteligentes hasta mañana por la mañana.

Complejo de piñata.

Esa misma noche, gracias a su flexibilidad circense y sobre todo a que la cámara hace zoom para que parezca que se llega a los pies con la boca a pesar de que los pies no son los suyos, Tang consigue roer las cuerdas que lo sostienen y escapa de palacio con ayuda de Jackie Chan, que se había infiltrado en el cuartel con intención de rescatar al hombre de shaolín, del que sospecho que se ha enamorado.

Ya a salvo, Jackie revela a Tang que él también quiere vengarse de Fu Manchú porque sus hombres asesinaron a su hermano. Esto nos lo muestran en un sutil flashback que, por motivos artísticos, se grabó con un papamoscas azul espachurrado en la lente de la cámara.

John Woo, cineasta visionario.

Como no hay dos sin tres, Tang decide reclutar también a Zorro y le ruega que se una a su noble causa.

El espadachín flautista le dice que si lo entregase ahora a Fu Manchú, ganaría una generosa recompensa, pero como él es un hombre honorable y siente nostalgia por atravesar a la gente con su espada, decide unirse al grupo.

Eso sí, en lugar de expresar su aquiescencia con palabras, lo que hace es cargarse a espadazos a dos esbirros manchúes salidos de la nada. En la lista de tíos duros, él es el primero.

A fliparse he dicho.

Otros dos guerreros shaolín, a los que llamaremos Epi y Blas porque nunca llegan a mencionar su nombre, localizan a Tang gracias al chip con GPS que todos los hombres de shaolín llevan implantado y le dicen que el maestro les ha enviado para echarle una mano. Y con esto ya hacen cinco.

"Por el culo te la hinco", dice Tang para distender el ambiente.

Formado el grupo, comienza la escena de entrenamiento, indispensable en cualquier peli de artes marciales que se precie y que normalmente incluye una escena en la que el protagonista parte sandías colgadas de un tendedero a patadas.

Zorro ayuda a Tang a perfeccionar una técnica con la que derrotar a Fu Manchú: la Garra del Tigre™, que consiste en enganchar el brazo del adversario con ambas manos y apretarlo con fuerza enrabietada hasta convertir húmero, radio y cubito en astillas.

El entrenamiento también requiere torsos desnudos y mucho aceite. No preguntéis por qué.

-Miau, que te como.

Mientras Tang entrena para superar a un superguerrero que ha superado los límites de un superguerrero, Jackie, herrero de profesión, repara la espada de Zorro (algo oxidada por la falta de uso), se hace una lanza blanca para él mismo y forja un bastón mágico para Tang.

Sí, habéis leído bien, un bastón mágico, pero no es mágico porque posea poderes extraordinarios, sino porque Tang no lo lleva encima en ningún momento y aparece de pronto delante de sus narices durante la pelea final.

Para dar mayor dinamismo a la escena, el director intercala tomas de Jackie dándole al fuelle y Tang agarrando un bambú largo, grueso y empapado en aceite a dos manos. No hay ningún significado oculto en todo esto.

¿Qué intentas decirme, John Woo?

Aunque es difícil intuir cuánto tiempo pasa entre una escena y otra, Tang por fin se reúne con John Woo, que, por cierto, no estaba esperándole junto a ningún río, sino en unas ruinas en mitad del bosque.

¿Le advierte al menos Tang de la emboscada de la que hablaban al principio de la película? Tampoco. Esto lo hace un tipo disfrazado de viejo que nadie sabe de dónde ha salido.

La verdad, seguir estas pelis de chinos es más difícil que entender La montaña del alma de Gao Xingjian. Si no fuera por esos chaparrones de sopapos que están por caer…

Aquí, con el director, pasando el rato.

El grupo dedica dos minutos a desarrollar una estrategia para dividir las fuerzas de Fu Manchú, y luego Tang, por alguna razón que quizá algún entendido en cultura oriental pueda explicarme, se corta la coleta. O, para ser exactos, dice que prefiere "morir a vivir bajo el dominio manchú", da la espalda a sus compañeros, y Jackie y Zorro, sin decir ni pío, le cortan la coleta con un tajo cruzado.

Retiro lo dicho. No os molestéis en explicármelo. No me importa.

Jackie ataca en solitario la puerta este del cuarte de Fu Manchú y mata a varios soldados rasos y a dos de los ocho guardaespaldas. Esto desbarata, por algún motivo, las defensas de Fu Manchú, permitiendo atacar al resto del grupo. Y después huyen. No entiendo nada.

Dos de los guardaespaldas localizan a nuestros héroes y Jackie, que es el que está más cansado y lógicamente quien debería recuperar fuerzas para seguir luchando más adelante, es el único que se queda atrás para cerrarles el paso.

-Este es mi momento Boromir. ¡Largaos y no me los estropeéis!

El resto del grupo es interceptado por otros cuatro guardaespaldas y, pese a lo bien que se las apañaba Tang luchando a la vez contra ocho de ellos, ahora que ha entrenado hasta superar sus límites, se enfrente solo a la mitad y además cuenta con la ayuda de Zorro (Epi y Blas se han marchado a recoger moras silvestres), no son capaces de derrotarlos.

Jackie, que ha sobrevivido a duras penas al último combate, interviene justo a tiempo de interceptar con el estómago un lanzazo dirigido a John Woo y mata a su rival. Animados por el espíritu suicida de su amigo, Zorro y Tang se ocupan, ahora sí, de los otros tres guardaespaldas.

Más estoico que nunca y procurando que no se le desparramen los intestinos por el ombligo nuevo, Jackie ruega a sus compañeros que se marchen y, en cuanto los pierde de vista, se derrumba en plancha dramáticamente y muere.

Sin dobles.

El grupo llega hasta el río, pero aunque los ocho guardaespaldas están criando malvas, aún les queda por derrotar a los dos lugartenientes de Fu Manchú, sus dos guerreros de élite: Sammo Hung y el Zorro Sonriente.

Tang pide la vez para repartir estopa y sus compañeros toman un bote para cruzar a la otra orilla, dejando solo a nuestro héroe.

¿Dos subjefes a la vez? ¡No es justo!

Mientras el hombre de shaolín y los lugartenientes de Fu Manchú se hacen la cirugía plástica en la playa, Epi y Blas intercambian miradas maliciosas en el bote y apuñalan a Zorro por la espalda. Y para que el ombligo no se ponga celoso, le apuñalan también por delante cuando se gira 180º con una mueca de sufrimiento y melodramatismo intenso.

Quizá alguno de nuestros héroes debería haberse molestado en indagar sobre el pasado de Epi y Blas. O al menos haberles preguntado su nombre. Les han engañado como a chinos.

Pese a sus heridas mortales, el final del espadachín flautista no puede ser menos que épico, y Zorro arroja a Epi y Blas por la borda, rajados de lado a lado, antes de arrojarse él mismo al agua para ahorrarse la ignominia de morir delante de la cámara.

Ahora desearía haber contratado aquel seguro médico.

John Woo llega a salvo a la otra orilla, y Tang, tras derrotar a los dos lugartenientes, se prepara para su última batalla.

No os voy a entretener con los detalles del enfrentamiento. Tan solo imaginaos otros cinco minutos de puñetazos y patadas entre expertos en artes marciales que hacen todo lo posible por no tocarse y un desenlace en el que Tang utiliza la Garra del Tigre™ para destrozar el brazo a Fu Manchú y lo remata utilizando las piernas para partirle el cuello.

La Mano de la Muerte, a todo esto, ni se ha mencionado. ¿Tanto les costaba llamar a la película La Garra del Tigre? Es un título igual de original y al menos es coherente.

-Ay, pupa.

En la mayoría de cintas de artes marciales de la década de 1970, la película ya nos habría lanzado el cartel de "THE END" a la cara; pero, para variar, el último plano nos muestra a Tang pasando a lomos de su caballo frente a las tumbas de Jackie y Zorro, ambas marcadas con sus armas.

Murieron como auténticos pringados. Disculpadme si no lloro por ellos.

THE END.

10 comentarios

  1. ¿Es este el comienzo de un ciclo de películas de Jackie Chan? Me gustaría que lo fuera, pero no sé si viviremos tantos años para verlo completado, señor Brocha.

    ResponderEliminar
  2. Leer tu artículo me acordó lo inocente que era cuando niño. No vi esta película pero sí vi varias de este tipo y luego de verlas estaba corriendo, saltando y haciendo movimientos de artes marciales. Por alguna razón ignoraba los fallos para prestarle atención a las luchas. Era otros tiempos y ahora ver una película siendo adulto no es el mismo disfrute como antes.
    Por cierto, cada artículo es mejor. Me gusta leerlos, me hacen reír como un bárbaro. Bravo.

    ResponderEliminar
  3. Comento para felicitarte por el post (me parto con los chinos partiéndose la cara) y porque me da pena que tenga solo dos comentarios. Vas a tener que abrirte un canal en YouTube.

    ResponderEliminar
  4. La mención de los efectos de sonido me hizo recordar una teoría que hice sobre estas películas cuando tenía 8 años, pensaba que los hacía el Sargento Larvell de Loca Academia de Policia.

    Una de las cosas más interesantes de estas pelis de artes marciales es que los buenos no están protegidos por la trama y pueden morir cualquiera de ellos, incluso el protagonista. Y como aún faltarían varios años para que un tal Toriyama hiciera un fanfic sobre 'Viaje al Oeste' no había Bolas del Dragón para traerlos de vuelta.

    ResponderEliminar
  5. Jarl: ¿Ciclo? No, por favor. Jackie ha actuado en demasiadas películas. Tendría que vivir mil años.

    José Correa: Nada como imitar a los personajes de una peli de kung-fu para lesionarse. Gracias por reírte conmigo.

    Anónimo: Soy un gas viviente sin lado bueno para las cámaras.

    Anonimatus: Teorías a los ocho años. Qué precoz.

    ResponderEliminar
  6. Curiosamente este mismo año Jackie Chan protagonizaba la secuela de "Puños de furia", repite Nora Miao que hacía la novia de Bruce Lee en la anterior película y (de esto me enterado por la wikipedia) Bruce Lee hace un papel de extra. Si decides verla, prepárate por que como tu dijiste en una reseña anterior, tiene un final triste, triste de llorar.

    ResponderEliminar
  7. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  8. Grande reseña.

    Lord broche ¿Que le pareció Infinity War?

    PD: Jackie ataca en solitario la puerta este del cuarte* de Fu Manchú "cuartel"

    ResponderEliminar
  9. Grande esta reseña!!

    ResponderEliminar
  10. gem_dixit2/4/20 17:49

    jajajjaja que buena reseña señor brocha. Esa pelicual me la vi de niña y siempre le preguntaba a cada rato a mi papa en donde esta Jackie Chan :v jajajajaj que tiempos yo tambien me creia china despues de ver las peliculas y me ponia a pracrticar segun yo las artes marciales. Un saludo. Por cierto te habras visto un pelicula en la que la familia de Jackie lo anda buscando y luego aparece en el campo vestido de mujer haciendose pasar por su tia jajajaja y luego lo descubren porque se le caen las chichis xd

    ResponderEliminar

LEE ESTO ANTES DE COMENTAR: Al autor del blog le chifla recibir comentarios, pero todo tiene un límite. Con carácter general, los siguientes comentarios se eliminarán de la faz de la red: 1) los que no tengan un carajo que ver con la entrada, 2) los que falten el respeto sin ninguna gracia ni elegancia, y 3) los que puedan considerarse spam o sean más largos que un día sin pan (en principio, los que superen 300 palabras, ya sea individualmente o de forma concatenada).