30 de septiembre de 2020

Reseñas de películas: septiembre 2020


En esta entrada tenéis las reseñas de las películas que he visto en septiembre. Son menos de las habituales, pero es que he estado liado con proyectos como este, entre otros. Si queréis ir al día con lo que veo, recordad que podéis seguirme en Twitter y Letterboxd.

Coffy (1973) ★★★½

En el mundo del cine blaxploitation, Coffy es uno de los clásicos. Ya mencioné los aspectos negativos de este fenómeno en mi reseña sobre Algodón en Harlem, así que ahora puedo saltarme los prolegómenos y pasar directamente a lo divertido: violencia, sexo, drogas, ¡afros!

Enfermera de día, justiciera de noche, y una auténtica bomba de relojería obsesionada con la venganza, Coffy es la pesadilla de los narcotraficantes y chulos de Los Ángeles. Por culpa de la droga, su hermana pequeña es una sombra de lo que era, y la integridad moral ha llevado a su mejor amigo al hospital. A la hora de tomarse la justicia por su mano, no se va a andar con chiquitas.

Esta es la película que convirtió a Pam Grier en la reina de la blaxploitation. La actriz cautiva en cada plano. No solo tiene el físico exuberante y salvaje de una ilustración de Frank Frazetta, sino que lo acompaña de una fuerza y presencia arrolladoras. Grier parece haber nacido para interpretar a Coffy, una mujer de armas tomar, seductora y expeditiva, con el corazón en el lugar correcto, ingeniosa como pocas, y que nunca se da por vencida. Una protagonista como ella solo puede ser impulsora de la trama, y bajo la dirección de Jack Hill, se convierte en uno de los motivos evidentes por los que ver esta película. Raro será que encontréis a Coffy en una de esas frecuentes listas de heroínas de acción, pero desde aquí la reivindico.

La historia no se aleja de los clichés de los thrillers policíacos, y su mensaje político tiene la misma sutileza que una sobredosis de heroína, pero está contada con la suficiente solvencia para mantener el interés y el ritmo hasta el final. La trama principal incluso se permite algún giro curioso, sobre todo a partir del momento en que Coffy intenta cargarse a un jefe mafioso y este cree que está trabajando para uno de sus competidores (¿qué mujer, por sí sola, organizaría la que ella organiza para matarlo?).

La banda sonora de Roy Ayers, uno de los pioneros del jazz-funk, es pegadiza y le da color al filme. Mis pistas favoritas son las canciones, entre ellas Coffy Is The Color, interpretada por la cantante Dee Dee Bridgewater varios años antes de ganar su primer Grammy.

Ahora bien, si esta película constituye un hito en la blaxploitation, no es solo por tener una realización solvente ni por ser entretenida, sino porque viene acompañada de una guarnición más que generosa de momentos memorables. No quiero fastidiarle a nadie las gratificantes sorpresas que depara esta pieza de la historia del cine afroamericano; pero digamos que la cinta no se porta nada bien con los maniquís y que la violencia es tan impactante como divertida.

Y cuando todo lo demás falla, o incluso si no lo hace, pues tetas. Lo que no hay es espacio para el aburrimiento.

Fargo (1996) ★★★★

Un vendedor de coches arruinado contrata a dos criminales de poca monta para que secuestren a su mujer y así repartirse con ellos el dinero del rescate, que pretende que pague su adinerado suegro. La situación se complica cuando se produce un inesperado derramamiento de sangre. Una sheriff embarazada y metódica se ocupa de la investigación.

A la hora de valorar una película, procuro tener siempre en cuenta los factores objetivos (cómo de bien hecha está) y los subjetivos (cuánto me gusta a mí), y aunque la balanza suele pesar más de este último lado, espero que mis preferencias no lleven a nadie a engaño. A Fargo me es imposible sacarle defectos. Sencillamente no se los veo. Es una película rodada sin alardes y dotada de una sobriedad que hace creíbles incluso los escasos momentos que caen fuera de lo ordinario. Se aleja todo lo posible del espectáculo y del melodrama asociados generalmente al cine, y aun así se las ingenia para ser cautivadora. Nos convierte en observadores casuales de una historia sencilla, supuestamente basada en hechos reales, y apela a nuestra curiosidad y fascinación a través de los personajes, en cuyas bocas pone diálogos dotados de una naturalidad no desprovista de ingenio y de ese singular humor seco con tintes negros que caracteriza a la obra de los Coen.

Por otro lado, la película apela a dos de mis filias cinematográficas: en primer lugar, la nieve, por la que siento una estúpida atracción romántica, intensificada en este caso por una cinematografía preciosa que hace de los paisajes un cuadro blanco sin horizonte; y en segundo lugar, los sheriffs apacibles de pequeñas localidades americanas, que me generan una simpatía casi automática, especialmente cuando son tan entrañables como el personaje al que interpreta Frances McDormand.

¿Por qué no le doy entonces cinco puñeteras estrellas? Porque no es una película que me sorprenda ni con la que conecte emocionalmente. Aprecio sus virtudes y la disfruto sin más. Que no es poco.

Stargate (1994) ★★★½

En 1928, una expedición arqueológica descubre un misterioso artefacto circular enterrado bajo las arenas de Giza. En el presente, el doctor Daniel Jackson es invitado a trabajar en un proyecto científico bajo escrutinio militar y descubre que el artefacto es una puerta estelar creada por una civilización mucho más avanzada que la nuestra. Un grupo de soldados comandado por el coronel Jack O'Neil acompañará al doctor al otro extremo de la galaxia para explorar el mundo al que la puerta conduce.

Stargate es una buena película de aventuras con una interesante pátina de ciencia ficción que podría haber llevado su propuesta mucho más lejos si Roland Emmerich fuera un cineasta con inquietudes y le interesase algo más que el entretenimiento palomitero. La cinta parte de una premisa atractiva y plantea buenas ideas, pero hace muy poco con ellas, y todos los aspectos relacionados con el guion se quedan cortos en su desarrollo: personajes, subtramas, temas, etc.

Pondré algunos ejemplos.

En el planeta al que viajan a través de la puerta estelar, los protagonistas encuentran a un grupo de humanos que se desloman trabajando en las minas para un extraterrestre al que veneran como si fuera el dios Ra. Sobre esta base, se podrían haber propuesto reflexiones políticas y sociales sobre el poder, la superstición y otros temas típicos de la ciencia ficción. Pero ¿se hace algo con ello? En absoluto.

James Spader es un arqueólogo-lingüista que está convencido de que la pirámide de Giza no fue obra de los faraones, algo que lo convierte en objeto de burla ante sus colegas. El viaje típico para el personaje hubiera sido que descubriese que el reconocimiento de la comunidad científica vale menos que el amor (sobre todo si proviene de una indígena guapísima que te considera poco menos que una encarnación divina), pero no existe tal viaje.

Kurt Russell interpreta a un coronel profundamente deprimido que perdió a su hijo cuando este se disparó accidentalmente con su pistola (America, fuck yeah!). Al llegar al extraño planeta, entabla una relación paternofilial con uno de los chicos del pueblo, y al final consigue superar su trauma entregando armas al chaval y sus amigos y convirtiéndolos en soldados. No, yo tampoco lo entiendo.

Sin embargo, a pesar de esas ostensibles carencias, Stargate nunca pierde de vista el sentido de la maravilla, y eso engrandece la experiencia que ofrece hasta el punto de compensar sus defectos.

El antiguo Egipto siempre ha estado a medio camino entre la historia y el misterio, y ha despertado nuestra fascinación desde los tiempos de Napoleón. Aunque a día de hoy la ciencia ha resuelto casi todos sus enigmas, la gente sigue prefiriendo "creer" que "saber." La teoría de que las pirámides son obra de alienígenas no era nueva ni siquiera a mediados de los noventa. Pero esta película la lleva a la pantalla con una imaginería innovadora y espectacular. Maquillaje, vestuario, decorados, efectos especiales..., la dirección artística es impecable y el diseño de producción impresiona incluso hoy.

¿El resto? Aventuras de tono spielbergiano.

9 de cada 10 egiptólogos aprueban esta película. El 10% discrepante tenía hemorroides el día de la encuesta.

El corazón del ángel (1987) ★★★★

Harry Angel, un detective privado del Brooklyn de los años cincuenta, recibe el encargo de buscar a Johnny Favorite, un cantante que sufrió traumas severos en la Segunda Guerra Mundial y que podría llevar varios años desaparecido. La investigación lleva al detective a Nueva Orleans, donde lo oculto forma parte de lo cotidiano.

No sé si esta película es única en su mezcla de géneros, pero desde luego no se me ocurren muchas que se le parezcan y ninguna que los equilibre de la misma manera, introduciendo paulatinamente sobre una historia propia del género noir clásico elementos de terror sobrenatural.

EL CLIENTE DEL DETECTIVE SE LLAMA LOUIS CYPHRE.

Es difícil hablar de algo que no sean los méritos técnicos y artísticos de esta cinta sin destriparla, así que, como no creo que sea muy conocida pese a los años que tiene, me abstendré de entrar en los detalles de la historia. Hay más de un giro aguardando al espectador en sus oscuras esquinas, y no me gustaría estropearle a nadie la sorpresa. O al menos ninguna sorpresa que no se vea venir desde el principio.

LOUIS CYPHRE TIENE PERILLA Y USA BASTÓN.

Mickey Rourke ofrece una de esas actuaciones tan genuinas que a la fuerza solo puede explicarse por una combinación de talento y drogas. El actor, irreconocible para cualquiera que esté acostumbrado a su rostro postoperaciones fallidas de estética, parte del estereotipo de detective rudo (ese que se enciende cerillas hasta en la suela del zapato) y le da una nota diferente, rebosante de personalidad, sudorosa e hipnótica.

Del resto del reparto destacan una jovencísima Lisa Bonet, que aporta a su personaje la sensualidad y el misterio vudú necesarios para que Bill Cosby despreciara su papel abiertamente (ejem), y, por supuesto, Robert De Niro, que se come la pantalla cada vez que aparece como el enigmático Louis Cyphre, demostrando que aún se tomaba su trabajo en serio.

SI MICKEY ROURKE PRONUNCIASE LOUIS CYPHRE CORRECTAMENTE, A LO MEJOR LO PILLABA ANTES.

La atmósfera que crea el filme es otro de sus puntos fuertes. La fotografía, la música y todos los ingredientes de este espeso gumbo sobresalen de principio a fin y ayudan a elevar la sensación de intriga que crea la historia. Antes incluso de que a Harry Angel le encarguen el trabajo, ya sabes que algo no va a bien, y tu inquietud, al igual que la del personaje, va en aumento hasta alcanzar el enloquecedor clímax. Y cuando he dicho hasta el "fin", me refiero al "fin, fin", porque la película continúa durante los créditos finales y no acaba hasta que estos lo hacen.

LOUIS CYPHRE HABLA DE ALMAS CUANDO SE PELA UN HUEVO DURO.

El corazón del ángel es una película acongojante que no solo te mantiene pegado al borde del asiento, sino que tampoco te deja marchar cuando la has terminado.

Eso sí, muy mal lo de los ojos.

Fletch, el camaleón (1985) ★★★

Irwin Fletcher, un periodista de Los Ángeles que adopta identidades ficticias para conseguir información, recibe una extraña oferta mientras intenta destapar una red de narcotráfico: un hombre que asegura tener cáncer lo toma por un yonki y le ofrece 50.000 dólares para que lo mate y su esposa pueda cobrar el seguro. A "Fletch" el asunto le huele a chamusquina.

Hay quienes tienen un problema con las comedias de los años ochenta. Muchas han envejecido mal. Algunas ya no responden a los gustos del público más joven, y otras son ofensivas.

Yo tengo un problema con Chevy Chase. Casi todas las películas que protagonizó en la década de 1980 y a principios de los 90 me gustan. La mayoría las he visto varias veces, incluida Memorias de un hombre invisible, que podría ser la peor película jamás rodada por John Carpenter. Pero nunca he podido con la cara de imbécil pagado de sí mismo que tiene.

Y no os confundáis, porque aunque Chevy Chase parezca un imbécil, realmente lo es.

"Cuanto te haces famoso, hay uno o dos años en los que te comportas como un auténtico capullo", dijo Bill Murray, hablando sobre su antiguo compañero del Saturday Night Live. "No lo puedes evitar. Le pasa a todo el mundo. Tienes unos dos años para recomponerte. O es permanente".

A Chase se le subió la fama a la cabeza durante el breve pico de su popularidad y nunca se recompuso. Y supongo que abusar de las "pastillas para el dolor de espalda" durante años no ayudó a mejorar su actitud.

Esta película es una descomunal estatua erigida para satisfacer el todavía más descomunal ego de Chase, que en aquel momento estaba en la cima de su carrera. Es un vehículo para su lucimiento y no hay un solo momento en el que él no sea el centro de atención. Cada escena grita: "¡Yo, yo, yo, yo!", e incluso los títulos de crédito están superpuestos sobre una sucesión de planos estáticos del actor.

Ahora bien, si esta comedia a hubiese protagonizado Eddie Murphy, probablemente me encantaría, porque es la clase de bobada ochentera que habría visto de chaval una y otra vez.

Rashomon (1950) ★★★★

Dentro del amplio repertorio de dramas de época que dirigió Akira Kurosawa, Rashomon podría considerarse una película menor. A simple vista desde luego es una producción menos ambiciosa que las grandes obras épicas que el realizador firmaría en años posteriores. Su elenco, con tan solo ocho actores, es equiparable al de una pequeña obra de teatro, y la historia se desarrolla íntegramente en tres localizaciones: un bosque, un patio con un muro al fondo y las ruinas del templo que da nombre a la cinta. Si nos ciñésemos a valorar la película en esos términos, podría parecer que es un proyecto simplón; pero el director es quien es, y le saca el máximo partido a lo que tiene, consiguiendo que todo luzca increíble. Rashomon costó una cuarta parte de El crepúsculo de los dioses o Río Grande, pero en términos de técnica cinematográfica no tiene nada que envidiarles a las mayores producciones hollywoodienses de su época.

Además, ¿cómo no me va a gustar una película que te cuenta la misma historia desde cuatro puntos de vista diferentes? Si la memoria no me falla, esta es una idea que vi por primera vez en un episodio de Expediente X, y desde entonces nunca ha dejado de parecerme atractiva ni me ha decepcionado su puesta en escena. En la película, lo único que sabemos con certeza es que un ladrón viola a una mujer en el bosque y que el marido de esta acaba muerto. Sin embargo, los detalles varían en función de quién relata los hechos, y cada versión de lo ocurrido es distinta de la anterior. ¿Quién tiene más credibilidad?, ¿el ladrón, la mujer, el fantasma del difunto o un leñador que pasaba por allí? ¿Cuál de ellos miente y quién dice la verdad? ¿Existe una verdad objetiva? ¿Se engañan los hombres incluso a sí mismos?

Y, la pregunta más importante de todas, ¿de dónde narices saca Toshiro Mifune su irresistible magnetismo animal? ¿No se da cuenta de que me desconcentra?

Salvo por la desconexión que me provocan algunos momentos de histrionismo interpretativo (propios, por otro lado, de este tipo de cine tan ajeno al occidental), no tengo más que alabanzas para esta obra maestra.

Bananas (1971) ★★★

―Eres inmaduro, Fielding.
―¿En qué forma soy inmaduro?
―Emocionalmente, sexualmente e intelectualmente.
―Sí, ¿pero en qué otras cosas?

Esta película es tontísima. Y lo digo de buenas. No he leído nada sobre el cómo se hizo, pero me da la impresión de que Woody Allen tenía un montón de ocurrencias apuntadas en una libreta y que esta película fue solo una excusa para llevarlas a la pantalla. La trama de la república bananera es prácticamente circunstancial, y la sátira política apenas está elaborada. La mayoría de chistes se entienden sin necesidad de contexto, y podrían funcionar igual de bien como sketches sueltos en un programa de televisión. En cuanto al tipo de humor, no faltan los diálogos ocurrentes marca del director, pero la cinta depende sobre todo de los gags visuales, que van de lo pueril (la escena del quiosco con las revistas eróticas) a lo surrealista (las monjas aparcando hombres crucificados).

La película me divierte de forma constante, y puntualmente me parece ingeniosa y consigue hacerme reír. Pero Woody Allen sabe hacerlo mejor.

Los señores del acero (1985) ★★★

En el crepúsculo de la Baja Edad Media y los albores de la Edad Moderna, una banda de mercenarios que hace cosas terribles de mercenarios es traicionada tras su último trabajo y jura venganza. El grupo se venga a medias, rapta por accidente a la prometida del hijo del señor que los traicionó, y luego sigue haciendo cosas terribles hasta que acaba la película.

Ver Los señores del acero esperando encontrarse una cinta ligera de aventuras medievales pasa por ignorar quién es Paul Verhoeven, pero de ahí al panorama descarnado que se nos muestra, de una violencia cruda y una moral difusa, hay un trecho. El título original (Flesh+Blood) le va que ni pintado.

Esta coproducción hispano-holandesa-norteamericana es del todo menos convencional. Todos hemos oído hablar de la figura del antihéroe, pero no se me ocurre ninguna otra película en la que el protagonista sea un "antivillano".

Martín, el cabecilla de la banda de mercenarios, al que da vida el carismático Rutger Hauer, es el personaje principal en esta historia, y la película, como cualquier obra de ficción, procura que empaticemos con él. Con su carácter jovial y desenfadado, el personaje incluso aspira incluso a ganarse nuestra simpatía . Sin embargo, casi todo lo que Martín hace o provoca con sus acciones, aunque esté justificado de alguna forma, es horrible y reprobable. Incluso aquellas acciones que, aisladamente consideradas, podrían parecer "buenas" obedecen a celos, codicia y puro interés personal, más que a la vaga gentileza que se intuye en el personaje.

Al mismo tiempo, la historia también nos presenta a una figura más cercana al héroe tradicional: Steven, el prometido de la chica raptada, que mueve cielo y tierra para rescatarla. Pero, curiosamente, este es tratado con la clase de enfoque que recibiría el antagonista del héroe en una historia más tradicional.

A ello hay que sumar la complejidad adicional que aporta Jennifer Jason Leigh como Agnes, la "damisela en apuros", una auténtica superviviente que acaba siendo el vértice más relevante de un inusual triángulo amoroso.

En definitiva, aunque es difícil etiquetar a personajes que no son ni buenos ni malos (sobre todo cuando todos actúan de forma creíble y acorde con los tiempos que viven y su posición), la sensación que da la película es la de estar contemplando la historia desde la perspectiva del bando equivocado. Esto es llamativo y diferente, y por esa razón lo aplaudo; pero ello no quita para que la mayor parte de lo que ocurre me resulte incómodo de ver. Si me dieran a elegir, preferiría no ser el primero de la fila para contemplar cómo un grupo de salvajes saquea, viola y asesina a gente inocente sin dudas ni remordimientos.

Obviamente, me gustaría poder disfrutar más de una película bien realizada y con un planteamiento narrativo tan atípico, pero soy un blando y no me gusta pasarlo mal. ¡Y menos mal que el final es cuasifeliz!

Bebe conmigo (1966) ★★★

Unos bandidos secuestran al hijo del gobernador para negociar la liberación de su líder. El gobernador manda a su hija, Golondrina Dorada, a darles una lección y rescatar a su hermano. A ella se une Gato Borracho, un vagabundo cantarín que, casualmente, es un maestro del kung-fu.

La entrada de esta cinta en la Wikipedia dice que "está generalmente reconocida como una de las mejores películas hongkonesas jamás realizadas". ¿La fuente de esta afirmación tan contundente? La reseña de un tal Kozo publicada en LoveHKFilm.com.

Puede que esta película sea el gran clásico del cine hongkonés que dice Kozo o puede que sea solo un clásico de muchos, pero lo que sí es cierto es que tiene unos valores de producción altos para lo que suelen ser las películas de kung-fu rodadas "en el monte". Tiene buena fotografía, los escenarios son llamativos y el trabajo de cámara deja entrever una saludable influencia del wéstern americano. El montaje ya es otro cantar, pero tampoco vamos a ponernos tan quisquillosos.

Los coprotagonistas, interpretados por Pei-Pei Cheng y Huah Yueh, futuras estrellas del cine oriental, son carismáticos, se complementan a la perfección y da gusto verles zurrar a los variopintos villanos. Además, en una época en la que el cine de occidente apenas daba heroínas, la imagen de Golondrina Dorada con sus espadas cortas desenfundadas, rodeada de enemigos y preparada para repartir kung-fu a diestro y siniestro, tiene una potencia inspiradora.

Dicho esto, no se puede perder de vista que esta es una película de artes marciales, en la que más importante que la trama son las tortas, y me temo que el paso del tiempo no ha sido amable con las escenas de lucha. Vistas hoy, las peleas sencillamente no impresionan. Las coreografías son correctas, y sin duda apuntaban ya al curso que seguiría el género, siendo precursoras de técnicas que luego se convertirían en tradicionales; pero, sin ánimo de restarle mérito a la cinta, y por mucho que aprecie el su valor cultural, los movimientos se ven lentos, rudimentarios incluso, y lucen menos espectaculares de lo que podrían. Supongo que cuando la película se estrenó en cines a mediados de los sesenta, el público alucinaría incluso con los trucos de cámara; pero cada vez que alguien detiene proyectiles interceptándolos con algún objeto, no puedo evitar pensar en los vídeos caseros que grababa mi padre en su videocámara de 8 mm en los que te hacía "desaparecer" mediante el ingenioso artificio de pausar la grabación, hacerte salir del plano y reanudar la grabación preguntando "¡Ahí va!, ¿dónde se ha metido?". Entrañable y poco más.

Sabiendo esto, cualquier fan del cine wuxia debería aceptar la invitación del título.

Karate Kid (1984) ★★★★

Como valor de partida, esta es una película que ha permeado tanto en la cultura popular que incluso quien no la ha visto se la sabe de pe a pa. "Dar cera, pulir cera" fue el chiste de toda una generación, y ¿quién no ha imitado alguna vez la pose de la patada de la grulla? 

Sin embargo, Karate Kid no vive solo de momentos memorables. La cinta también es una excelente versión juvenil de Rocky, con kárate en vez de boxeo y una entrañable figura paterna que no llama a su pupilo "desgraciado" ni bromea con hacer sopa con sus mascotas. Hay emoción, hay humor, hay una pizca de filosofía oriental, y los personajes, sin ser complejos, tienen ese punto necesario de credibilidad para que puedas simpatizar con los protagonistas e incluso sentir empatía por el matón al que interpreta William Zabka (motivo, entre otros, por el que Cobra Kai funciona tan bien más de treinta años después).

Por encima de todo, para mí el punto fuerte del filme, lo que me hace conectar con él y le confiere mérito más allá de como fenómeno cultural, es la relación entre Daniel-san y el señor Miatchi, perdón, Miyagi. Ralph Macchio y Pat Morita tienen una química enorme, y aún hoy me impresiona la naturalidad con la que nace la amistad entre sus personajes y lo bien que estos se complementan, llenando cada uno el vacío que hay en la vida del otro y creando un vínculo finalmente familiar. Ese es el corazón de la película y lo que la diferencia y eleva respecto de otras cintas con premisas similares. 

Además, como le dice Daniel LaRusso a su novia Ali, ¡estamos en los ochenta! Y, ¿qué puedo decir?, cuando veo esos looks pasados de moda, o las máquinas recreativas del Golf N' Stuff, o escucho canciones como Young HeartsYou're The Best, no puedo evitar sentir un arranque de nostalgia.

El diablo a todas horas (2020) ★★★½

No sé quién me manda ver un oscuro drama sureño con el ánimo pocho. Pero incluso así, y aunque tuve que hacer un par de pausas para sobrellevar los momentos más duros (es a lo que te expones cuando tienes el día de pensar "¿Por qué no cae ya un meteorito y nos extinguimos?"), me ha parecido una película entretenida e interesante, con un ritmo pausado muy disfrutable y una temática fuerte y consistente.

De entrada, me gusta la ambientación que crea el filme en torno a la América rural de los años cincuenta y sesenta, con ese atmósfera de endogamia chunga y fervor ciego que solo puede conducir a auténticas atrocidades. Me gusta también el salto generacional que hay en la historia y cómo discurren las distintas tramas hasta llegar al punto en el que inevitablemente se entrecruzan; y aunque a partir de cierto momento no hace falta ser muy espabilado para ir siempre un paso por delante de la historia, el suspense no se rompe, porque realmente es complicado saber cómo se van a desarrollar los sucesos con precisión.

Al elenco no le faltan caras carismáticas, y todos los actores, pese a los acentos impostados, ofrecen interpretaciones sólidas y atractivas, empezando por un excelente Tom Holland, que tiene mucho más rango del que me esperaba. Quizá Pattison se pasa un poco de frenada, pero se le perdona por ser él. Me cautiva además la inocencia de los personajes femeninos, y me aflige lo rápido y duramente que se acaba con ella, a veces de manera tan arbitraria que es difícil comprender cualquier postura religiosa distinta del ateísmo. No hay desgracia que no tenga una pátina de tragedia en el filme, pero, de entre todo lo malo y perverso, lo que le ocurre al personaje de Haley Bennet me revuelve especialmente las tripas. La hipocresía y la doble moral tienen esa facultad. Lo mismo puede decirse de las pizzas de Papa John's, pero al menos estas las disfruto antes de tener que salir pitando al cuarto de baño.

Ocurren cosas muy desagradables en esta película, y no estoy refiriéndome a la machacona voz en off que nos acompaña hasta que baja el telón (sinceramente, el narrador podría haberse ahorrado unas cuantas intervenciones para dejar espacio a la interpretación del espectador). Algunos sucesos están motivados por el fanatismo religioso, otros por ambición, y el resto porque el mundo es un lugar "lleno de hijos de la grandísima puta", como dice el personaje de Skarsgård. Sin embargo, pese a la violencia gráfica y el turisteo ocasional por los infiernos, al final la película no se sumerge tanto en la oscuridad como para ahogarse en ella. Lo peor ya ha ocurrido mucho antes del desenlace.

En lo que concierne a las producciones de Netflix, El diablo a todas horas es un paso en el buen camino. Habría pagado a gusto para verla en el cine. Además, no podía perderme la oportunidad ver a Pennywise, Spider-Man y Batman en la misma película.

El secreto de mi éxito (1987) ★★★

Tengo muy claro que si esta comedia de enredos funciona, no es por estar más o menos bien escrita ni rodada con solvencia, sino gracias al carisma arrollador de Michael J. Fox. 

Según la IMDb, una de las "características distintivas" del actor es su baja estatura (por fuerza su ficha tiene que estar escrita a mala idea), pero no hay duda de que es un gigante en pantalla. Él solo salva un guion que ni tiene la suficiente chispa ni consigue del todo equilibrar bien sus tramas, que a veces incluso parece que pertenezcan a dos películas distintas. En una de esas películas, Michael J. Fox interpreta a un chaval de Kansas que se hace pasar por un alto ejecutivo, compaginando su trabajo de mensajero con su trabajo fingido; y en la otra, es ese mismo chaval que se enamora de una alta ejecutiva que resulta ser la amante de su jefe, que a la vez es su tío y cuya esposa (su tía) se lo quiere trajinar a todas horas. El actor está genial en ambas películas y le saca el máximo partido a cada situación. Es tan bueno que hasta te crees que se ligue a Supergirl.

Y he dicho que Michael J. Fox salva el guion él solo porque, como protagonista, es quien carga con la mayor parte del peso de la cinta; pero no quisiera hacer de menos al resto del reparto y, especialmente, a la fantástica Margaret Whitton. Hay cierta incorrección en su papel que quizá descoloque a los chavales de la generación Z y a los millennials más jóvenes y reivindicativos; pero el tema en cuestión se trata tan a la ligera, sin darle peso más allá de lo humorístico, que, incluso en estos tiempos de puritanismo disfrazado de corrección, uno se lo puede tomar a guasa.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que la película está hecha con la típica mentalidad estadounidense de que el trabajo es lo primero. Por lo tanto, aunque la historia trate sobre un cándido granjero de Kansas que viaja hasta Nueva York para llegar a la cumbre, no penséis que la moraleja al final será que el secreto del éxito es ser feliz, con independencia de que seas un "trajeao" o un currito. Ese pensamiento es antiestadounidense e ingenuo. Quizá incluso peligroso. En esta historia, el éxito significa tenerlo todo, esto es, ser un hombre de negocios con mucha pasta y también llevarte a la chica. Eso sí, desde tu pedestal, procura no comportarte como un gilipollas con el resto del mundo.

Raw Force (1982) ★★

Un crucero en el que la mitad del pasaje es experto en artes marciales, incluido el cocinero, es abordado por una variopinta banda de mercenarios que trafica con mujeres. Detrás de la operación está la siniestra secta de monjes caníbales que vive en la isla de los Guerreros, a donde van a morir los luchadores proscritos.

Kung-fu de segunda, desnudos gratuitos, mercenarios con pinta de esbirros de un beat 'em up de los noventa, Cameron Mitchell imperceptiblemente narcotizado, joviales monjes antropófagos y guerreros zombis son algunos de los ingredientes de esta exploitation filipino-estadounidense que no engaña a nadie y es exactamente lo que aparenta ser: un esperpento de bajo presupuesto que no tiene ni pies ni cabeza, pero con el que te ríes a gusto de lo malo que es.

El guerrero americano (1985) ★★★

Michael Dudikoff interpreta a Joe, un soldado americano, recién llegado a la base militar de los Estados Unidos en Filipinas, que se verá envuelto en una trama de tráfico de armas y se enfrentará a un cuerpo de mercenarios ninjas contratado por el villano de la función para garantizar el éxito de sus fechorías. ¿Katanas y shurikens contra fusiles y ametralladoras? Suena justo. Lo que los malos no habían tenido en cuenta es que Joe también es un experto en artes marciales, aunque no recuerda cómo adquirió sus habilidades, ya que sufrió una oportunamente dramática pérdida de memoria.

Basta ver diez minutos de esta película para darte cuenta de que a la misma no le van a preocupar la coherencia ni el sentido común, de que te vas a reír pese a que no es lo que pretende, y de que, si la hubieras visto siendo un crío, te hubieras pasado semanas disfrazándote de ninja y poniendo patas arriba la casa de tus padres con tu ninjitsu improvisado.

La cinta es barata y ridícula, de esas con un rodaje en el que si una toma sale mal, el director no se molesta en repetirla o carece de recursos para hacerlo. Esto significa, entre otras cosas, que vais a ver a extras haciéndose el muerto que se levantan antes de tiempo y a especialistas primerizos que reciben una docena de balazos y se mueren cayendo desde un balcón con mucho cuidado, apoyando los brazos en la barandilla y pasando tranquilamente la pierna por encima. Sin embargo, la película es divertida y se toma a sí misma lo suficientemente en serio como para no caer nunca en la parodia.

El eslabón más débil es el protagonista. Aunque Dudikoff tiene la planta para ser el héroe de la historia, es un agujero negro de carisma, y cada vez que sale en pantalla al lado de Steve James, que es puro groove del Harlem, te explota en la cara lo soso que es. Aun así, el actor volvió a interpretar a Joe en dos de las secuelas de la saga: El guerrero americano II y El guerrero americano 4 (supongo que, a partir del número tres, la gente no sabe contar en números romanos). Con él o sin él, la saga ganó lo suficiente en el mercado doméstico como para producir otras cuatro entregas. Recordad que Regreso al futuro se quedó en una simple trilogía. Eso debería deciros algo. Por ejemplo, que hay argumentos insostenibles aunque suenen lógicos.

En cualquier caso, ver El guerrero americano me hace añorar aquellos tiempos más sencillos en los que, gracias a la cocaína que circulaba por Hollywood, los estantes de los videoclubes estaban repletos de cintas como esta, realizadas sin grandes pretensiones ni alardes técnicos, entretenidas sin más. La añoranza se me pasa enseguida, pero ojalá hoy hubiera más productores como Golan y Globus que financiaran cualquier proyecto dirigido al público general sin preguntar antes si pertenece a una franquicia de éxito. El buen cine de acción actual, al menos el americano, se limita a películas de superhéroes y secuelas de John Wick. El resto son mojones directos a vídeo. Ya no hay un término medio como El guerrero americano.

El título en español, por cierto, debería haber sido El NINJA americano, como en el original, y no El GUERRERO americano. Me pregunto si es que los ninjas no eran populares en España a mediados de los ochenta. No debían de serlo mucho, la verdad, porque todos los actores de doblaje pronuncian la palabra ninja con la jota más sonora y castiza que podáis imaginaros.

2 comentarios

  1. "El diablo a todas horas" a mí también me ha sorprendido muy gratamente, sobre todo teniendo el nivel medio de las películas de Netflix (me da un respeto tremendo empezar "Enola Holmes").

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo tampoco he sido capaz de ponerme con Enola. Me da malas vibraciones.

      Eliminar

LEE ESTO ANTES DE COMENTAR: Al autor del blog le chifla recibir comentarios, pero todo tiene un límite. Con carácter general, los siguientes comentarios se eliminarán de la faz de la red: 1) los que no tengan un carajo que ver con la entrada, 2) los que falten el respeto sin ninguna gracia ni elegancia, y 3) los que puedan considerarse spam o sean más largos que un día sin pan (en principio, los que superen 300 palabras, ya sea individualmente o de forma concatenada).