4 de octubre de 2020

Jugad conmigo a 'La Mansión Infernal' (4)

Ante el potencial peligro que podría derivarse de abordar a una pareja sospechosa cuyo tema de conversación giraba en torno a ceremonias sin denominación conocida, habéis decidido olvidaros de la puerta de atrás y regresar a la entrada de la mansión. Este es básicamente el punto en el que comenzó esta aventura hace tres días y el festival de dudas que os ha permitido aprender algún detalle vago sobre el lugar y a perder un punto de Suerte.

Ahora solo os resta llamar a la puerta. ¿No os da ni una pizca de rabia saber que podríais haber hecho esto mismo desde el principio? Espero que sí, porque esa frustración es intrínseca a la experiencia de los librojuegos de esta colección y me gustaría que la compartiéramos.

Llamáis a la puerta principal golpeando la aldaba "llena de adornos".

¡CLONK! ¡CLONK!

Espero que esas onomatopeyas hayan satisfecho a los fans de las aldabas.

Una luz se enciende en el vestíbulo y oís pasos acercándose a la puerta; les sigue el sonido del pasador de la cerradura. Un hombre os abre la puerta. Es alto, de rostro "alargado y solemne" como un funeral de estado, y va vestido con un frac oscuro. No habéis visto más mayordomos que los que salen en las películas y las series de televisión, pero no dudáis ni por un instante de la profesión que el hombre desempeña. No son prejuicios. Es sentido común. Como deducir que un gato negro grande es una pantera.

"¿Sí?", pregunta el mayordomo con desaprobación, examinándoos de arriba a abajo con la mirada.

Le mostráis vuestra mejor sonrisa, orgullosos del trabajo de vuestro ortodoncista.

"Hola, buenas noches", decís. "¿Está Blas? Soy Epi".

El hombre se queda mirándoos, impertérrito.

"Perdón, quería decir que vendo enciclopedias".

Ni un gesto por su parte.

"¿Está interesado en comprar chaquetas de cuero?".

Su ausencia de reacción empieza a poneros nerviosos.

"Está bien... ¿Vive aquí la mujer que parió un tanque?".

A veces os da la impresión de que hubiera más de una voz en vuestra cabeza haciendo sugerencias absurdas, pero conseguís refrenarlas.

"He tenido un accidente con el coche y necesitaría llamar por teléfono".

Ponéis cara de cachorrillo triste y abrís teatralmente los brazos para que el hombre repare en que estáis empapados de pies a cabeza. Es una interpretación lamentable e innecesaria.

"Pase", contesta el mayordomo. "El Amo está esperándole. Sígame".

"¿El Amo?", os preguntáis para vuestros adentros. "¿No querrá decir el Maestro?".

De Maestro nada. Es el Amo. Como en el Amo del Calabozo o el p*** amo. Aunque estoy manejando a la vez la edición inglesa y española del libro, acabo de caer en la cuenta de que el traductor de la edición española se equivocó en la sección de la cocina cuando tradujo el vocablo inglés "Master" como "Maestro", y luego no se molestó en corregirlo para mantener la coherencia con el resto de pasajes.

En todo caso, lo que os debería preocupar no es este desliz perdonable, sino que el Amo os esté esperando. Puede que alguien os haya visto mientras merodeabais por el patio jugando a los espías.  Es una lata, pero quizá deberíais ir pensando en una excusa para no quedar mal con vuestro anfitrión. Yo voto por decir que estabais buscando una lentilla saltarina con ganas de explorar los aledaños.

Si vuestra aventura acabase así, os garantizo que no sería el peor final posible.

El mayordomo os conduce al hall de recepción (o sea, el recibidor, pero en versión esnob) y os pide por favor que toméis asiento (o sea, que os sentéis, pero dicho de forma repipi) mientras él va a informar al Amo de vuestra llegada.

Apoltronáis vuestro culo en una silla de madera robusta y esculpida, sin preocuparos por el efecto que pueda tener la humedad en ella. Parece una antigüedad, como casi todo lo que veis a vuestro alrededor. 

La sala no es cómo esperabais que fuera a juzgar por el exterior ruinoso de la mansión. El interior no solo está en mejor estado, sino que delata cierto refinamiento y clase por parte de su propietario. Eso, quiero decir, si os gusta la decoración inglesa que se estilaba en tiempos de los que ya no queda nadie vivo. El hall está decorado elegantemente con tapices y paneles de madera de roble, hay algunos retratos alineados en las paredes, y... ¿Es ese mueble una mesa maciza del siglo XVI? Lo sabéis porque trabajasteis dos años en una casa de subastas.

Pero ahora, si no es mucha molestia, ¿podrías dejar de mirar a las apabardas y decirme qué demonios queréis hacer?

  1. Esperáis sentados a vuestro anfitrión, con las manos sobre las rodillas y la espalda bien recta y pegada al respaldo de la silla, como un niño bueno en la consulta del médico.
  2. Examináis los retratos para aparentar interés y cultura pictórica. Lo siguiente será inventaros un abolengo largo y prestigioso.
  3. Buscáis un teléfono, porque no tenéis educación, pero al menos sois prácticos.

Tenéis hasta las 21:00 CEST para votar qué queréis hacer. Podéis decírmelo en los comentarios o participar en la encuesta de Twitter.

26 comentarios

  1. Examinamos los retratos con un vuelo indiferente.

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  2. Ver cuadros. No siempre se tiene el Prado a mano para visualizarlos y la experiencia en Resident Evil dice que pueden tener pistas.

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    1. Retiráis el cuadro y descubrís un hueco oculto en la pared. Parece profundo y no veis hasta donde llega, solo una oscuridad insondable. De pronto, un licker salta desde las sombras y os arranca media cabeza de un mordisco. Luego se prepara un sorbete con vuestros sesos. Fin.

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  3. Como fervoroso creyente de las tesis frenológicas (el protagonista, no yo) decido revisar los cuadros, que si son de los antecesores de los dueños seguro que podremos deducir sus características mentales.

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    1. Tomo nota para añadirlo al rico trasfondo de vuestro personaje.

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  4. Los cuadros. Y además los toco TODOS!

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    1. ¡No, no! ¡Las manos quietas! ¡Son obras de arte! ¡Y además están embruj...! Eeeh... Están recién restauradas y no se pueden tocar.

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  5. Los cuadros. Los toco todos y además, si encuentro polvo, echo una mirada rebrobatoria hacia donde intuyo que el Maestro del Calabozo puede tener las cámaras/orbes de vigilancia. Que sepa cómo las gasto.

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    1. ¡Ja, ja, ja, ja! Le doy el giro:

      Miráis al objetivo de la cámara con el ceño fruncido. Sí, sabéis que os espían. Negáis levemente con la cabeza y mostráis el dedo manchado de polvo.

      "Tsk, tsk. Me esperaba más de una mansión infernal", decís, esperando que haya también micrófonos ocultos. "¡El triple de polvo al menos! Es inexcusable que esto esté tan limpio. Me siento muy defraudado".

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  6. Los cuadros están para mirarse. Con lo que ya sabemos yo no me pondría a merodear por la casa y soy demasiado impaciente para quedarme sentado.

    Como dato, me doy por satisfecho con las onomatopeyas. Tenía ganas de aldaba.

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    1. Las expectativas eran altas. Pero solo era una aldaba y eso es cuanto se podía hacer con ella.

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  7. Yo digo de quedarnos quietos. Y aviso al mayordomo que en mi familia somos mucho de ictus por si me da un tarantán, que no se asuste mucho.

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    1. No te preocupes. Seguro que tienen alfombras de sobra para sacar vuestro cadáver de la casa y tiraros discretamente a algún pantano.

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  8. Los cuadros, por supuesto. Y si podemos rascar con una uña la superficie pictórica a ver si cae alguna escama de colorines mejor que mejor. Verás qué risas cuando entre el Maestro/Amo y descubra que la mejilla de su tío abuelo Angus tiene un agujero del tamaño de Kansas. O del condado de Devon.

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    1. No tengo claro si la acción transcurre en los Estados Unidos o en Inglaterra. Pero ambas comparaciones me valen.

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  9. A por los cuadros para algo están ahí, para ser vistos y manipulados. Intercambio algunos de lugar para ver si el amo se da cuenta.

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  10. 2. Examinar los cuadros.

    ¿Qué es lo peor que podría pasar? ¿Vernos a nosotros mismos retratados en alguno de ellos?

    PD: Mi lado puntillo me obliga a señalar una errata en el texto: "La sala no es esperabais que fuera", entiendo que falta un "como" entremedio.

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    1. Puede haber montones de erratas. Voy escribiendo día a día y apenas le doy un par de lecturas a cada entrada antes de publicarla.

      Muchas gracias por decírmelo. ¿Te gustaría seguir haciéndolo a cambio de un montón de nada? Porfaplis.

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  11. Creo que he votado en twitter pero me gustaría cambiarlo a "Mirar los cuadros". Y voltearlos por si alguno esconde una caja fuerte, poner un par bocaabajo para ver si el master se da cuenta, estornudar delante de alguno, emborronarlo tratando de limpiar la flema con nuestra manga y luego tratar de restaurarlo con unos rotuladores Carioca...
    No nos engañemos, nos van a sacrificar a la mínima oportunidad que tengan, así que mi plan es comportarme de la forma más absurda posible para desconcertarles y pillarles por sorpresa. A Frank Drebing le funciona.

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    1. Tranquilo, no llevo ninguna clase de control sobre quién vota dónde ni qué vota. Aun así, son las elecciones menos amañadas que he presenciado nunca.

      Que os sacrifiquen no me parece el peor final posible. Al menos le habréis sido útiles a alguien. Los hay mucho más lamentables. Por ejemplo, que os dé un apoplejía de puro terror.

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  12. Los cuadros! Nos encanta chismosear 😬

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    1. Eso ha quedado claro por el resultado de esta votación. Ha sido aplastante. Eso sí, espero que sea lo único que quede aplastado en vuestro periplo por *RUIDO DE TRUENOS* ¡LA MANSIÓN INFERNAL!

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  13. Para mi tener más información no es perder el tiempo, la información es poder, y el poder es… guai.

    Con su permiso, como persona que no lleva ganas ni lentillas, me quedo con la gran idea de la excusa de la lentilla, seguro que me saca de un apuro, o de ninguno.

    Como mirar los retratos no es tan descortés como salir en busca de un teléfono y seguramente me dará más información escojo esta opción. Y otra vez voy con la mayoría, de verdad que no hago trampas y miro antes de decidir, soy la persona media echa individuo!

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  14. Contemplaría los retratos. Total, para estar aburrido es mejor estar entretenido.

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