7 de octubre de 2020

Jugad conmigo a 'La Mansión Infernal' (7)

Un retrato os ha chivado que la casa está maldita y que lord Kelnor pretende daros matarile, así que habéis decidido... ¿quedaros esperando a vuestro anfitrión como si tal cosa? Tenéis un aplomo impresionante. Enhorabuena.

Sé además de buena tinta que la decisión que parecía más razonable en estas circunstancias, esto es, poner pies en polvorosa, no era la ideal. De hecho, ahora puedo deciros que os habría costado un par de puntos de RESISTENCIA. Eso sí, habríais aprendido una valiosa lección sobre no tocar tiradores ajenos sin verificar antes que no estén electrificados.

En cualquier caso, espero que seáis conscientes de que, en estos librojuegos, nunca hay una salida fácil, solo salidas con distintos grados de letalidad y una única posibilidad de triunfo. Nunca olvidéis que estáis jugando contra la lógica sádica y retorcida de un autor inglés que se pasó mucho tiempo en sótanos mal iluminados jugando con miniaturas y planificando mazmorras. Algunos de vosotros lo vais pillando; otros quizá lo hagáis cuando ya sea demasiado tarde.

¡Pisadas! Salvo que os estéis volviendo tarumbas y oigáis ruidos que nadie más oye (por ejemplo, una voz proveniente de un antiguo retrato familiar), parece que alguien se acerca. Regresáis rápidamente a la silla y os sentáis en la posición más absurda y menos disimulada que se os pasa por la cabeza. Parecéis un flamenco haciendo kung-fu.

El mayordomo abre la puerta del hall y cede el paso a un hombre alto y elegante. Tiene el rostro enjuto y afilado, y lleva un batín púrpura sobre el pijama. Si Peter Cushing se hubiera dedicado a levantar el imperio Playboy, tendría exactamente este aspecto.

"Le presento a lord Kelnor, conde de Drumer", anuncia el mayordomo con moderada pompa y boato, como si su papel no le entusiasmase.

El conde se acerca a vosotros con gesto amable y os tiende la mano.

Lo que a mí me preocupa es qué está haciendo con la OTRA mano.

Tras un breve titubeo en el que recordáis, a modo de flashback, la inquietante conversación que escuchasteis a escondidas desde la ventana de la cocina (en la que los entunicados mencionaron que las enseñanzas del Amo "no eran para los blandos de corazón") y también la advertencia de la pictórica lady Margaret acerca de las intenciones homicidas del conde, le estrecháis la mano. Sois ingleses, ¡no unos salvajes incivilizados! Y seguro que hay una explicación lógica para todo lo que ha ocurrido hasta ahora.

Me alegro de que penséis así, es bueno para vuestra salud mental. Ahora bien, no creo que vuestra línea de reflexión vaya a poder sostenerse mucho tiempo dentro de esta casa.

Lord Kelnor tiene una fuerza inesperada. Su agarre es firme y vigoroso. Demasiado firme y demasiado vigoroso. A pesar de vuestros impresionantes 12 puntos de DESTREZA, que en otros títulos de la colección os bastarían para someter a legiones enteras de goblins y orcos, tenéis la impresión de que vuestros huesos podrían quebrarse como ramitas si el conde ejerciese una pizca más de presión.

Vuestro padre siempre dijo que así era como los hombres de verdad estrechaban la mano, pero nunca supisteis cómo conjugar esa lección con la de que "Si los demás se tirasen de un puente, ¿tú también lo harías?".

Curiosamente, vuestro padre murió al tirarse desde el puente de Blakeborough, así que nunca sacasteis nada en claro de aquellas lecciones.

Los ojos de lord Kelnor se clavan en los vuestros, pero parecen atravesaros y mirar más allá de vosotros. Debéis de tener algo muy interesante detrás; un cuadro haciendo muecas graciosas tal vez. Una suave sonrisa se dibuja en los labios del hombre. ¿Deberíais guiñarle un ojo?

"Buenas noches, eeh, señor conde, señor. Lamento haberle desper...".

Lord Kelnor levanta la mano.

"Por favor", dice. Su voz es grave y profunda, como la de Christopher Lee. "Ya veo que le ha atrapado esta lamentable tormenta. Sentémonos junto a la chimenea y veamos en qué podemos ayudarle. Franklins, ordene al cocinero que prepare la cena para nuestro invitado".

El mayordomo (que ahora sabéis que responde al nombre de Franklins, aunque tenga más cara de Jeeves o Pennyworth) se retira, cerrando la puerta tras él.

Cómo son los ricos, ¿eh? Si vosotros quisierais cenar en mitad de la noche, tendríais que abrir el frigorífico y rebuscar entre los estantes para encontrar una mísera loncha de queso cubierta de moho. Y sois intolerantes a la lactosa.

"No quisiera molestar...", decís por lo bajini y con la misma convicción de un teleoperador de seguros que llevase diez años trabajando en la misma empresa. Con tanto sobresalto y paseo bajo la lluvia os ha entrado hambre.

El conde desdeña vuestro comentario y os acompaña a una sala más espaciosa en la que arde un agradable fuego. Os quitáis el abrigo chorreante y lo dobláis malamente, haciendo con él un gurruño frío y húmedo que os colocáis sobre las rodillas al tomar asiento. Ese cuadrúpedo de Franklins debió de ir a la única escuela de mayordomos en la que no te enseñan a preguntar si "¿Desea el señor/a dejar su abrigo?".

Aun así, el mosqueo os dura poco. El calor de la chimenea es reconfortante y el sillón en el que estáis sentados tiene 20 puntos de COMODIDAD (este atributo solo aplica a muebles y hombros ajenos en el transporte público). ¿Le molestará al conde si os descalzáis y colgáis los calcetines en la repisa de la chimenea para que se sequen? ¿Habrá un protocolo específico para estas eventualidades? ¿Qué opinará de vuestros juanetes?

A medida que os relajáis, la idea de que un hombre cortés y distinguido como lord Kelnor sea un asesino depravado que adora a Satán empieza a pareceros descabellada.

Franklins entra con dos copas de coñac. Parece coñac del bueno, no como ese licor barato con sabor a desinfectante que os venden en el supermercado. Y ningún cuadro dijo nada de no tomar coñac. Ojalá esta sensación de falsa seguridad no acabe nunca.

¿Qué queréis hacer?

  1. Os repantigáis en el sillón, disfrutáis de este momento de relax y, mientras dais buena cuenta del coñac, le explicáis al conde vuestro problema y le pedís permiso para llamar por teléfono.
  2. Os ponéis en modo paranoia total, perdéis todo aplomo que habéis demostrado hasta ahora y esperáis con cara de liebre asustada a ver qué os pregunta el conde.

Tenéis hasta las 20:30 CEST para elegir. Dejad un comentario si os sentís dicharacheros. Los perezosos que prefieran votar por Twitter pueden hacerlo aquí.

32 comentarios

  1. ¡¿Beber alguna cosa que te da el que parecer ser el hombre al cargo de lo que llaman la Mansión Infernal?! ¿Estamos locos o qué? La primera regla cuando entras en una mansión maldita es no ponerte en la boca nada, si tienes sed saca la cabeza por la ventana y bebe de la lluvia, y si tienes hambre, yo que sé, te muerdes las uñas. Además es de buena educación dejar hablar primero al anfitrión, al fin y al cabo nos ha acogido en su casa, aunque sea con pérfidas intenciones, o sea que la educación británica es lo primero.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La educación británica EXIGE aceptar una copa de coñac.

      Eliminar
  2. Me matarán o no yo no soy un animal y tengo buenos modales y disfruto de la cortesía de nuestro anfitrión y disfruto del momento de relax.

    ResponderEliminar
  3. Dubitativo, rechazo amablemente la copa
    PD: He leido "hall" con acento de Chiquito de la Calzada, ¿era tu intención?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No, pero a mí también me pasa. ¿Crees que es contagioso?

      Eliminar
  4. Siempre hay que aceptar una copa. Y más aún si nos sale gratis. Y añado que cogería la botella de la bandeja y le echaría un buen trago ajeno a la mirada de desaprobación del mayordomo, que nadie pueda dudar de mi alcoholismo.

    ResponderEliminar
  5. No quisiera pecar de demasiado confiado ni parecer un alcohólico ansioso, así que no bebo de momento. Mejor me espero al brindis.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No creo yo que haya mucho motivo para brindar en esta mansión. Pero beberéis.

      Eliminar
  6. Paranoia moderada, ya que nos hemos quedado prosigamos con prudencia.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me temo que lo prudente en este caso es actuar como si tal cosa y no ponerse nerviosos. Pero aquí tienes tu premio de consolación: ¡un consejo! Y el consejo es: no le pidas una lógica a prueba de balas a un librojuego.

      Eliminar
  7. Alcohol y gratis. Aceptamos la copa, por supuesto. Beber con moderación está sobrevalorado.
    Además, el retrato nos advirtió del vino blanco. Eso nos da bastante margen con la bodega de este simpático caballero.

    ResponderEliminar
  8. Paranoia total. Solo hay que ver la imagen antes adjunta en la que salen el conde y el mayordomo y éste tiene un bigotito a lo Adolf Hitler. Ergo, no es de fiar.
    Además, una vez que se pasa la sensación inicial del coñac, a los pocos minutos te viene un frío mucho mayor, así que...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo siempre he pensado que el aparente bigotillo hitleriano era la sombra de su nariz, pero ahora me entra la duda. En cuanto a lo de que el mayordomo no es de fiar... tienes razón.

      Eliminar
  9. A través de una nube de "flashbackes" de series ochenteras de no aceptar cosas de desconocidos (y aunque no lo dijesen, apuesto a que desconocidos en batín suman puntos para la negación), creo que tendré que rechazar la tentadora copa. Además, hay que continuar la política de obtener información que tan buenos resultados ha dado hasta ahora. Que el conde pregunte y ponga en evidencia sus cartas, para poder darle jaque mate con un gol de campo... o algo así.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si información es lo que quieres, a la cena acudir debes.

      Eliminar
  10. Mientras no sea vino blanco supongo que podemos arriesgarnos, voto por plimplar el coñac, le pediría un chupito de tequila con sal y limón que es lo que me gusta mas, pero tal como está la situación no creo que haya que ponerse exquisitos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pimplar, qué bonita palabra. Pimplad, pimplad... ¡MWAHAHAHAHA!

      Eliminar
  11. Yo no se qué cultura enológica tiene Kelly Lebrock. Igual confunde el coñac con el Albariño o el Moscatel... Así que mejor nos abstenemos educadamente de aceptar invitaciones ajenas.
    "No, gracias, señor conde... Soy abstemio... No tendría una lata de Cocacola sin abrir y un poco de desinfectante?"
    Con clase y sin levantar suspicacias!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Malmeter contra Kelly LeBrock. Qué feo.

      ¡Nada de desinfectante con tu Coca-Cola! ¡Y la lata viene abierta!

      Eliminar
  12. Me tomo esa copichuela con lord Kelnor. A lo mejor él se va de la lengua y si vamos a morir al menos que no sea con el gaznate seco y el espíritu bajo.
    -1 a coordinación

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Con el generoso surtido de alcohol que acompaña también la cena, debería plantearme restar puntos por consumo.

      Eliminar
  13. 1. Bebo el coñac y pido ayuda al conde.

    Quizá se me pegue algo de su estilo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A lo mejor adora al Diablo, pero tiene clase. Al César lo que es del César.

      Eliminar
  14. Yo lo bebería. Gracias al cuadro parlante sabemos que lo único que puede hacernos daño en toda la casa es el vino blanco. Aunque si el conde es tan cachondo como parece seguro que ha electrificado la copa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. "Lo único que puede hacernos daño en toda la casa es el vino blanco" podrían ser unas famosas últimas palabras.

      Eliminar
  15. Estaba con el Spiderman de ps4 y se me ha pasado. Perdon. Pero si todavía vale, elijo recostarme y confiar. A tomar por culo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y eso a sabiendas de lo estrictas e infalibles que son mis normas de votación. ¿Cómo se te ocurre?

      Eliminar
  16. Ya lo siento, tío. No volverá a pasar. Es que se me fue la pinza antes de ayer después de haber estado de cerves y me compré el DLC de Gata Negra y había que jugarlo. Cosa que me jode que flipas porque soy bastante anti-dlc. Tío, es que para tener el final completo del Kingdom Hearts 3, no solo pago 70 pavos por el juego sino que ¿Me tengo que gastar otros 30 pavos más para 2horas extra de juego y que el final sea un poquino más "satisfactorio"? ¡Qué país! https://images.app.goo.gl/Fau13y3p8198noXW8

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si te estoy tomando el pelo, hombre. XD

      En general, yo también odio los DLC.

      Eliminar

LEE ESTO ANTES DE COMENTAR: Al autor del blog le chifla recibir comentarios, pero todo tiene un límite. Con carácter general, los siguientes comentarios se eliminarán de la faz de la red: 1) los que no tengan un carajo que ver con la entrada, 2) los que falten el respeto sin ninguna gracia ni elegancia, y 3) los que puedan considerarse spam o sean más largos que un día sin pan (en principio, los que superen 300 palabras, ya sea individualmente o de forma concatenada).