3 de noviembre de 2020

Reseñas de películas: octubre 2020

En esta entrada tenéis las reseñas de las películas que he visto en octubre, ¡el mes del terror! En general, mi selección ha caminado por la acera de lo mediocre, pero también encontrareis algunas sorpresas agradables en la lista. Para ir al día con lo que veo, recordad que podéis seguirme en Twitter y Letterboxd.

Drácula (1979) ★★★

¿Qué mejor manera de iniciar la marcha hacia Halloween que con el monstruo más clásico de todos?

"Throughout eternity, no man has ever provoked such terrible fear, and such haunting desire".

Poco se habla del Drácula de John Badham, y creo que ahora entiendo el porqué. Ni es lo bastante buena como para analizarla en los libros de cine, ni es tan mala como para burlarse de ella. Habita en la tierra de los "está bien".

La cinta tiene buena ambientación y se la recomendaría sin titubear a cualquier fan del terror gótico, pero tiene unos cuantos fallitos (empezando por ese serio problema con el color) y como adaptación de la novela de Bram Stoker, se toma excesivas libertades que no parecen responder a ningún propósito temático concreto y aportan más bien poco a la historia original... cuando no la privan directamente de escenas que deberían ser intocables (como aquella en la que Drácula desafía a Jonathan Harker a un duelo de banjos).

Creo recordar que el guion de W. D. Ritcher partió del libreto original de la obra de Broadway escrito por Hamilton Deane y revisado por John L. Balderston, porque, al igual que este, omite la parte de Transilvania, pero no me he molestado en confirmarlo. El caso es que tampoco hay novias de Drácula y el conde ni siquiera enseña sus colmillos. Un bajón, vamos.

Por otro lado, esta es la única adaptación cinematográfica en la que Drácula es interpretado por un enormísimo Frank Langella, que presume de pelazo, camisa pirata y un sex appeal irresistible para cualquier mujer eduardiana con ojos en la cara. De hecho, la película hace tanto hincapié en los aspectos románticos y sexuales del vampiro que debería haberse titulado Drácula, de Corín Tellado.

Como momento a destacar, me quedo con la escena en que el profesor Van Helsing (sir Laurence Olivier, nada menos), desoyendo la advertencia de su amigo el doctor Seward (Donald Pleasence), desciende a una antigua mina que se encuentra justo debajo de la tumba donde han enterrado a su hija Mina (Mina en una mina), y encuentra a esta transformada en una no-muerta particularmente pavorosa, de ojos oscuros inyectados en sangre y piel grisácea y costrosa. Desde luego no es la clásica vampiresa de camisón vaporoso, y la escena transmite un mal rollo importante.

En resumen, vedla si os gusta el terror gótico o Drácula os da morbo.

Dolls (1987) ★★★

Una pareja odiosa con una hija pequeña, un hombretón con corazón de niño, y dos jóvenes roqueras son sorprendidos por una tormenta y no tienen más remedio que pasar la "noche más larga" en la vieja mansión de un amable y apenas inquietante matrimonio de ancianos. ¿Dónde está la trampa? En que el lugar está atestado de muñecos malrolleros con muy mala leche.

Voy a contaros uno de mis estúpidos traumas infantiles. En la casa donde veraneaba normalmente con mi familia, sobre la cama de la habitación reservada a mis abuelos, mi madre tenía cuatro o cinco muñecas de porcelana con vestidos de época, muy parecidas a las que salen en esta película. Y os juro por el tiranosaurio de los Dino-Riders y toda mi colección de Masters del Universo que, cuando era un crío (o sea, hasta los diecinueve años más o menos), las condenadas muñecas me daban un repelús tremendo y solo me atrevía a mirarlas a plena luz del día y, aun así, solo de reojo. La única razón por la que no tenía pesadillas con ellas era porque en la pared del pasillo que daba al dormitorio que compartía como mi hermano, mirando directamente a mi cama, había dos máscaras de porcelana con los ojos huecos que copaban todos mis malos sueños cada noche.

Una parte minúscula, casi microscópica, y muy, muy recóndita de ese miedo irracional ha permanecido conmigo a lo largo de todos estos años, y aunque la película dista de ser horripilante o truculenta y se acerca más bien a la fórmula del clásico cuento infantil (lo que no quita para que una horda de muñecos acuchille, martille, muerda y sierre a una mujer), hay algunos planos que me dan auténtico repelús, quizá más por los recuerdos que me traen que por la ejecución en sí.

Las interpretaciones tienden a lo ridículo, los efectos especiales son pasables (aunque hay algún momento fugaz glorioso, como el del gigantesco oso de peluche asesino), y la historia la habré olvidado en un par de días. Sin embargo, la cinta tiene ese punto de terror ochentero que despierta mi simpatía.

Chicas de fraternidad en la bolera (1988) ★★

Como parte de su ceremonia de iniciación para unirse a una fraternidad, dos chicas deberán entrar en una bolera por la noche y robar un trofeo. Para ello, contarán con la inesperada ayuda de tres nerds pervertidos. La situación se complica y los cadáveres se apilan cuando el grupo despierta por accidente a una cutrísima marioneta de goma que les asegura que puede concederles cualquier deseo.

Una cosa esta cierta: la película no engaña a nadie y ofrece exactamente lo que promete. Su mezcla de humor desvergonzado en la línea de Porky's con terror de bajo presupuesto no pretende más que hacerte pasar 76 minutos entretenido. Pero la calidad de la cinta es mediocre en el mejor de los casos y bochornosamente mala en sus peores momentos. 

Salvo que piquéis con esa premisa, lo único que destaca de esta comedia de terror adolescente, y solo según a quién le preguntéis, es que salen tres de las scream queens más recordadas del cine de serie B de los ochenta: Linnea Quigley, Brinke Stevens y Michelle Bauer. Quigley interpreta a Spider, una sarcástica ladronzuela punki de cabellos oxigenados, pantalón ajustado y camiseta estratégicamente rota para revelar ocasionalmente la curva inferior de su pecho. Descontando el título (Sorority Babes in the Slimeball Bowl-O-Rama, en el inglés original), ella es, con diferencia, lo mejor de la cinta, aunque no descarto que mi criterio se haya visto influido por repetidos visionados de El regreso de los muertos vivientes. Esta vez Quigley no hace ningún striptease macabro, pero la película ya garantiza suficientes desnudos gracias a Stevens y Bauer, que se pasan más tiempo sin ropa que con ella. Me extraña que el director nunca dirigiera porno.

George Flower, actor de reparto conocido por hacer papeles de vagabundo borracho (su cara os debería sonar al menos de Regreso al futuro), interpreta aquí a un conserje con sordera. Más allá de la curiosidad de que salga en la película, tiene el mérito de que ni uno solo de sus chistes funciona.

Vampiro del espacio (1988) ★★

Un alienígena procedente de un planeta que está muriendo a causa de la radiación (creo, tampoco estaba prestando mucha atención) llega a la Tierra, con su aspecto corriente de señor de mediana edad con gafas de sol y sombrero, en busca de sangre humana. Como él mismo no sabe hacerse transfusiones, contrata a Traci Lords como enfermera. Esa es quizá la única decisión inteligente que toma.

Después de un transgresor prólogo en el que el meritado alienígena asalta a una parejita que está fornicando en el asiento trasero del coche (algo nunca visto antes en el cine de terror), viene la secuencia de créditos iniciales, que consiste en un alucinante montaje repleto de monstruitos y naves espaciales que le pone a uno los dientes tan largos como los de un vampiro tradicional. Hay aparatosos disfraces de goma, criaturas animatrónicas, marionetas, bichos animados con stop-motion... Ante este maravilloso panorama, uno no puede evitar preguntarse: ¿De verdad todo eso a voy a ver en hora y veinte? No, todas esas escenas pertenecen a otras películas, concretamente películas de Roger Corman, que dio su bendición a Vampiro del espacio porque el cine B es su pasión.

Esta cinta no tiene ni un solo monstruo, pero te la mete doblada con el póster. Lo que sí tiene es un final digno de aplauso. No solo vemos claramente un micrófono planeando sobre las cabezas de los actores durante todo el epílogo, sino que la segunda parte de los créditos finales, tras destacar con imágenes al reparto principal, empieza así:

Lead Hooker       Roxane Kernohan

Second Hooker   Ava Cadell

Third Hooker      Cynthia Thompson

Si algo me ha demostrado esta película, es que no puedo seguir tomando decisiones sobre qué ver basándome exclusivamente en la duración. Eso sí, para ser una producción de pacotilla y tan tremendamente cutre, sorprende lo entretenida que es. Y, bueno, tiene a Traci Lords.

La leyenda de la mansión del infierno (1973) ★★★

Un físico y su esposa se instalan con dos médiums en la mansión Belasco, embrujada hasta los cimientos, para intentar responder a la pregunta de si el espíritu sobrevive después de la muerte.

El argumento no es original, pero tiene el atractivo de ser una adaptación de la novela homónima de Richard Matheson, que firma también el guion, lo cual es garantía de cierta calidad en este género.

La película además tiene una ambientación muy cuidada, resaltada con planos inusuales, cuenta con un buen reparto, y se toma a sí misma en serio desde el principio, sin permitirse ni una sola ligereza. O eso es lo que pretende, al menos. No obstante, se enfrenta al mismo problema que cualquier obra de terror, y especialmente del subgénero de casas encantadas, a saber: llegar hasta la frontera entre el miedo y la risa, y no sobrepasarla.

¿Puerta que se abre sola? Miedo.

¿Roddy McDowall rebozándose en el suelo como una croqueta? Risa.

¿Bulto bajo las sábanas que parece un cuerpo, pero desaparece al levantarlas? Miedo.

¿Gato poseído maullando como loco y saltando por los aires? Risa.

¿Sombra vagamente humana oscilando tras la mampara de la ducha? Miedo.

En general, la cinta consigue lo que se propone, y tiene más escenas de terror genuino que de comedia involuntaria, manteniendo su atmósfera inquietante en todo momento. Y, lo que es más importante, cuando te preparas para meterte en la cama y vas apagando las luces por los pasillos, te acuerdas de ella.

Dagon: La secta del mar (2001) ★★★

Se dice a menudo que hay pocas adaptaciones cinematográficas de los relatos de Lovecraft que no hagan aguas, y que la película que quizá mejor encaja con el espíritu de su obra ni siquiera es la adaptación de un relato concreto. Pero yo voy a romper, no una, sino dos lanzas, a favor de esta producción española, porque creo que, además de ser una buena película de terror por derecho propio, también es una adaptación notable y respetuosa de La sombra sobre Innsmouth.

Aunque transcurre en Galicia y en la "actualidad", y no en la Nueva Inglaterra de la primera mitad del siglo XX, la historia sigue básicamente los mismos derroteros, y la atmósfera y el tono no tienen nada que envidiar a los de la novela del escritor de Providence. Es cierto que el guion de Dennis Paoli se permite introducir más casquería y algún toque chusco propio del cine de serie B, pero eso forma parte de la contextualización.

No me esperaba mucho y me ha sorprendido para bien. Eso me enseñará a desconfiar de Stuart Gordon.

Ahora bien, aunque mis reparos son menores, admito que constituyen una rémora para mí a la hora de valorar esta película como quizá se merece. Mi primera pega es que no soporto la sudadera naranja que lleva el protagonista. No bromeo. Su color chillón contrasta tanto con el ambiente lóbrego y húmedo del pueblo de Imboca que me devuelve constantemente a la realidad cotidiana.

Mi segunda pega son los efectos digitales. El maquillaje y las prótesis, sin ser la repanocha, siguen funcionando a día de hoy, pero las imágenes por ordenador son aberrantes. Preferiría ver un palo meneando un tentáculo de látex que semejante despropósito computerizado.

Aun así, y no siendo yo un gran fan de Lovecraft, recomendaría esta película a cualquier aficionado a su obra.

Además, fue uno de los últimos trabajos del grandérrimo Paco Rabal, que lamentablemente falleció poco antes de su estreno.

Terror en el espacio (1965) ★★★

Un grupo de viajeros espaciales se ve obligado a realizar un aterrizaje de emergencia en un planeta misterioso. Nada más llegar, los tripulantes se atacan unos a otros, como si se hubieran vuelto repentinamente locos o estuvieran influidos por una fuerza extraña. ¿Qué terrible secreto oculta este planeta? 

Hay una maravillosa escena en esta película en la que el capitán Mark Markary (no es broma, se llama así) y una de las tripulantes, Sanya, están investigando el interior de una vieja nave alienígena varada. Sobre una mesa en la que se apoya el esqueleto de un gigantesco humanoide, Sanya repara en un cachirulo elipsoide que se ilumina intermitentemente. Llevada por la curiosidad, la mujer extiende la mano y lo toca, recibiendo un calambrazo.

"¡Sanya!", el capitán corre hacia ella nada más oírla gritar. "¿Qué te pasa?".

"He recibido una sacudida", explica ella, frotándose la mano.

"¿Cómo?".

"Al tocar eso".

Instantáneamente, el capitán toca el cachivache y se lleva otro calambrazo.

Esta película, firmada por Mario Bava, no pretende que te tronches de risa, sino que estés en tensión; pero es por momentos tan ridículos como ese que me gana.

A lo anterior hay que añadir un diseño de producción característico de la ciencia ficción más popular, una fotografía colorida que resalta lo hostil e insólito del planeta, y un giro final digno de los mejores episodios de The Twilight Zone.

Se cita frecuentemente entre las influencias de Alien, el octavo pasajero, y ahora entiendo por qué.

Creepshow (1982) ★★★½

Mis antologías favoritas, sea cual sea su género, son las que se las ingenian para hilar los distintos relatos que las componen conformando una historia más grande. Esta no lo hace. Pero la magia combinada de George Romero y Stephen King es demasiado poderosa como para que se lo tenga en cuenta.

Prólogo y epílogo: Un padre duro y estricto lidia con las consecuencias de haber tirado a la basura los cómics de terror a su hijo. El padre es Tom Atkins (¡bien!), pero sin bigote (ooooh...).

El día del padre: Un cadáver agusanado sale de su tumba para reclamar su tarta del día del padre. Quizá la historia más floja de las cinco, pero es correcta y establece el tono general de la cinta. Además, los efectos prácticos de Tom Savini son asombrosos y dejan a cualquier gráfico computerizado moderno a la altura del betún.

La solitaria muerte de Jordy Verrill: Divertida versión de El color que vino del espacio en la que un granjero paleto lidia con una invasión alienígena verde, lenta y silenciosa, pero imparable. También es el relato en el que Stephen King sobreactúa y pone caras estúpidas durante quince minutos (recordemos que, en los ochenta, el escritor apenas lograba estar sobrio tres horas al día). El desenlace es trágico y demoledor.

La caja: Un monstruo antropófago que ha permanecido encerrado en una caja durante más de cien años se convierte en la inesperada solución a un conflicto matrimonial. Una historia con monstruo puede gustarme más o menos, pero rara vez disgustarme, y esta además hace buen uso de él como herramienta para llevar la trama más terrenal a su previsible desenlace.

La marea: Ted Danson roba a Leslie Nielsen lo que no puede pertenecerle y acaba con el agua al cuello en una historia que ignora la vis cómica de ambos actores y, contra todo pronóstico, sale reforzada del experimento. El elemento sobrenatural con que concluye, aunque inevitable, no es ni mucho menos tan horrible como el crimen inicial humano.

La invasión de las cucarachas: El piso a prueba de gérmenes de un maniático y cruel hombre de negocios se enfrenta a una plaga de la que no hay forma de librarse. Fragmento muy recomendable para superar el miedo a las cucarachas. ¿O era para generártelo?

Ver Creepshow es como hacer una minimaratón de episodios de Historias de la cripta, solo que con valores de producción más elevados y algunos recursos visuales propios de los tebeos. Es divertida y tiene personalidad.

The Babysitter: Killer Queen (2020) ★★★

Dos años después de sobrevivir por los pelos a un culto satánico, los problemas de Cole no han hecho más que cambiar de naturaleza. Nadie se cree la horrible experiencia por la que pasó, sus compañeros de instituto le ningunean, y sus padres están pensando en ingresarlo en un centro psiquiátrico. La cosa cambia y parece que el viento por fin sopla a su favor cuando su mejor amiga le invita a pasar el día en el lago, pero no contaba con el regreso de unos viejos enemigos ni con los nuevos que haría por el camino.

Si os gustó la primera parte, hay varias razones por las que debería gustaros la segunda. El argumento es básicamente el mismo, la mayoría del elenco original repite su papel, y la película sigue siendo la misma clase de comedia de terror absurda, sangrienta y plenamente autoconsciente que era la primera parte.

Ahora bien, por tratarse de una secuela, todo es un 1000% MÁS GRANDE. El protagonista ha crecido, la acción se desarrolla en los cañones de California, y hay más satanistas por metro cuadrado de los que librarse de forma ridículamente macabra.

Por contra, se pierde parte de la inocencia. En más de un sentido. No es que la secuela no tenga su corazoncito, pero este ocupa un segundo plano, y se ve irremediablemente sepultado por el espectáculo y el cachondeo. En cambio, la sencillez de la primera parte jugaba a favor de su desquiciada premisa y permitía que las escenas ñoñas encajasen mejor. Esto puede verse como algo bueno o malo, según el gusto de cada uno; en mi opinión, la cinta se pasa de rosca con las payasadas y pierde con el cambio. Pero si habéis visto Los ángeles de Charlie y Los ángeles de Charlie: Al límite, ya sabéis cómo se las gasta McG con las secuelas.

En todo caso, la película es entretenida, y para reírse un rato y "escandalizarse" con el gore está bien.

Al final de la escalera (1980) ★★★

Un compositor sufre una terrible pérdida y se muda a una vieja mansión en los bosques de Seattle para lidiar con su pena y continuar con su vida lo mejor que puede. Pero se olvidó de leer la letra pequeña del contrato de alquiler, porque la mansión incluye un espíritu inquieto.

Que no os engañe el año de estreno. Esta película respira terror setentero por los cuatro costados. Es sobria y atmosférica, tiene un marcado corte psicológico, se toma su tiempo para llevarte a donde quiere y no hace concesión alguna al humor. También tiene partes que se pasan de lentas, pero si os gustan las películas de casas embrujadas, esta tenéis que verla antes o después.

Hecha esa concesión al clásico, conviene tener en cuenta que la película tiene dos partes bien diferenciadas: la primera es una historia de fantasmas al uso, con fenómenos paranormales, espiritismo y una silla de ruedas a la que habría que prender fuego; y la segunda es una historia de misterio, en la que el protagonista indaga sobre lo ocurrido en la casa décadas atrás.

La primera parte es plato de mi gusto. Juega bien con el suspense, tiene imágenes potentes y consigue ponerte los pelos de punta (esa condenada pelotita...). La segunda parte, en cambio, me amuerma; la investigación podría ser interesante, pero el misterio se revela demasiado pronto y te deja sin nada a lo que aferrarte para mantener vivo el interés. Además, la sensación de inquietud que tan bien trabaja la primera parte se difumina rápidamente en la segunda.

Y, por cierto, ¿cuánta pasta gana un compositor en los Estados Unidos para poder alquilar y mantener un casoplón semejante? Eso, y no el fantasma, es lo más increíble de la cinta.

TerrorVision (1986) ★★½

Familia blanca americana, sin duda republicana, recibe la visita de un voraz y curioso monstruo del espacio exterior a través de las ondas hercianas.

"Plutón. Departamento de Sanidad. Unidad de Tratamiento de Seres Mutantes". Ese es el subtítulo que abre la película y de ese carro ya no se baja hasta que termina.

Es mala. Es excéntrica. Es sórdida. Y es un delirio catódico ochentero con el que puedes poner los ojos en blanco y reírte a partes iguales.

Pensad en las peores interpretaciones que hayáis visto jamás en una película de serie B. ¿Ya? Pues si hubiera un dial marcando lo malas que son, estaría solo en 3. Esta cinta gira el dial hasta el 10 y, cuando ve que hace tope, sigue girando hasta romperlo. Aposta.

¿Decorados baratos, decís? Yo pensaba que el cielo nocturno que ayudé a pintar para una obra de teatro infantil era falso hasta que vi este.

A pesar de todo, y aun dando por descontado lo cutrísima y tonta que es la película, es innegable que el factor diversión apunta tan alto y el humor es tan facilón, que es difícil no congraciarse con ella. Además, tiene dos cosas genuinamente buenas: el peinado con mechas multicolores de Diane Franklin, que es la década de los ochenta hecha cabello, y, por supuesto, el monstruo mutante extraterrestre, una absoluta delicia de marioneta, grotesca y grimosa, y la reina indiscutible de la promoción.

Retorno desde la quinta dimensión (1978) ★★½

Una mujer de veintiocho años (que no aparenta ni uno menos de cuarenta) se despierta un día con un extraño bulto en la nuca. El bulto crece rápidamente, así que la mujer acude a un especialista médico para que lo examine. Lo que al principio parece un tumor maligno de pitiminí, de esos que se curan con ganas de vivir (sic), resulta ser el feto de Misquamacus, un malvado hechicero indio que ha jurado destruir al hombre blanco. Solo Tony Curtis y Michael Ansara, haciéndose pasar por indio, pueden combatir a esta fuerza del mal.

La premisa es para enmarcarla. Tengo pendiente de leer la novela original de Graham Masterton desde hace tiempo, pero basta con ver la película para saber que esta es exactamente la clase de movida sobrenatural que saldría de la mente perturbada de este autor edinburgués, maestro del terror.

La mala noticia es que la cinta se queda en eso: una premisa original y llamativa. Hay también un par de escenas chulas (la sesión de espiritismo y el "parto") y el tema de las leyendas indias es un soplo de aire fresco frente a las posesiones demoníacas más tradicionales del ámbito cristiano. Pero la trama se estanca demasiado pronto, y para cuando llega el artificioso clímax, si algo está en la quinta dimensión, es tu cerebro.

A todo esto, Manitú es infinitamente más memorable como título que el que escogieron para distribuir la película en España. ¿Por qué narices lo cambiaron? Mal, muy mal.

La mitad oscura (1993) ★★★

¿Quién me iba a decir a mí que, después de Retorno desde la quinta dimensión, la siguiente película que vería también iba a comenzar con alguien al que detectan un cuerpo extraño en un lugar inusual?

En este caso se trata de un niño que quiere ser escritor y cuyo cerebro aloja los restos de un gemelo al que no acabó de absorber durante la gestación, lo que le provoca terribles jaquecas y que, por algún motivo, oiga "pío, pío". Ya mayor, y operado del tumor, el niño se ha convertido en un escritor de éxito. Sin embargo, su fortuna no le viene de las obras intelectuales que firma con su nombre, sino de los thrillers chabacanos que escribe bajo seudónimo. Cuando un chantajista amenaza con revelar este secreto, toma la decisión de librarse de su alter ego literario. En ese momento, da comienzo una serie de crueles asesinatos de los que él mismo es el principal sospechoso. ¿Doble personalidad? ¿Hermano gemelo malvado? ¿Un espíritu nacido del poder de la imaginación?

Yo no tengo clara la respuesta, pero si estáis familiarizados con el término doppelgänger, esta adaptación de la novela homónima de Stephen King va de eso.

A George Romero se le conoce sobre todo por sus películas de zombis. El tipo básicamente inventó el subgénero tal y como lo conocemos a día de hoy. Sin embargo, se habla poco de la increíble labor de realización que hizo en La mitad oscura. Es patente el esfuerzo que hay tras las cámaras para que cada plano tenga sentido y transmita algo. No hay nada en esta película que sea mediocre o acomodadizo.

La lástima es que el guion no fuera tan inspirado como la técnica empleada. No he leído la novela de Stephen King, así que no puedo hacer comparaciones; pero, a partir de cierta revelación, la película se arrima más de lo que le conviene a los clichés del slasher tradicional en detrimento de la trama.

Con independencia de eso, hay dos momentazos que bien merecen al menos un visionado: la secuencia onírica (el horno con el pavo cronenbergiano y la "muñeca" de porcelana son impactantes) y la muerte del clímax (un homenaje sangriento a Los pájaros de Hitchcock).

Humanoides del abismo (1980) ★★½

Un experimento científico fallido convierte a inocentes renacuajos en despiadados hombres pez que aterrorizan a un pequeño pueblo pesquero. Primero matan a todos los perros, luego "cortejan" a las mujeres y al final, al sentirse amenazados, lían la de San Quintín. Mientras tanto, en la trama que absolutamente a nadie le importa, un mestizo intenta evitar que una fábrica de conservas de salmón se establezca en el pueblo, porque cree que el negocio podría perjudicar a los pescadores autónomos.

Esta es exactamente la clase de película de explotación que uno espera de Roger Corman, esto es, cine de serie B con un tino impecable para dar al público adolescente lo que quiere. ¿Buen gusto? Poco. ¿Tetas y sangre? A cascoporro.

Los humanoides del abismo son las estrellas de la función, lo cual no es decir mucho cuando los miembros más destacados del reparto son Doug McClure y Vic Morrow en horas bajas. Físicamente los monstruos parecen un cruce entre la criatura de la Laguna Negra y la Cosa del Pantano, pero en versión barata. Lucen bien en dos o tres planos (sobre todo cuando hay poca luz, no se mueven y la cámara se mantiene en un prudencial plano medio), pero en la mayoría de escenas es evidente que son señores disfrazados y cubiertos de algas a los que les cuesta dar más de cinco pasos sin caerse de morros.

Como suele suceder, las partes en las que la gente sale hablando son mucho más aburridas que las de los bichos, pero nunca pasa mucho tiempo sin que haya una pelea o se vea a una mujer en lencería, bikini o ninguna de las prendas anteriores ni otra que las reemplace. Corman, a su manera, es un genio comercial, y tenía muy estudiadas estas cuestiones.

En el clímax, la ingente horda de monstruos marinos (no más de cuatro a la vez, porque no tenían tantos disfraces) ataca al pueblo durante la feria del salmón. Este debería ser el momento álgido de la cinta. Sin embargo, aunque indudablemente tiene sus momentos, se hace duro soportar diez minutos en los que constantemente se escuchan alaridos de terror con música de tiovivo de fondo.

P. D.: Como curiosidad, hay dos escenas de esta película que se reutilizaron tan cual en Vampiro del espacio. Las piezas de cine cutre son así de intercambiables.

Slither: La plaga (2006) ★★★

Unas babosas del espacio invaden un pueblecito americano y convierten a sus habitantes en esclavos consumidos por un hambre insaciable.

El humor negro y el amor por lo grotesco de Slither son legado indiscutible de los años que pasó James Gunn como pupilo de Lloyd Kaufman, pero la cinta no es ni por asomo la misma clase de serie B terrible y escatológica que producía la Troma, carne barata de videoclub. Si acaso, sería una versión pulcra y con presupuesto de aquella, más asequible para el público general y menos extralimitada.

¿Qué es lo que mola de la película? Pues ver a Michael Rooker convirtiéndose en una aberración mutante cada vez más repulsiva gracias a la magia de los efectos especiales y a Nathan Fillion haciendo el payaso como sheriff local.

No innova ni es más de lo que parece. Pero lo que hace lo hace muy bien.

Lobos humanos (1981) ★★½

Un policía neoyorquino y una psicóloga criminal investigan una serie de muertes violentas, aparentemente causadas por el ataque de un animal. Cuando empiezan a relacionar los supuestos crímenes con leyendas sobre indios cambiaformas y espíritus lobo, la investigación da un giro hacia lo sobrenatural.

Esta película se merece un espectador mejor que yo, así que no tengáis en cuenta la valoración que le he dado.

Esta es una cinta seria disfrazada de thriller sobrenatural que utiliza la figura del lobo como metáfora para hablar de racismo, ecología, capitalismo y algún tema más que seguro que se me escapa. Es lo que los pedantes con autoestima deficitaria denominarían "terror elevado".

El problema es que yo quería ver una cinta con hombres lobo sembrando el caos en Nueva York, no a un indio en pelotas haciendo el imbécil en la playa (una interpretación espectacular de Edward James Olmos, no os equivoquéis).

Las criaturas en sí no aparecen hasta el final y son lobos corrientes. No lo son en la historia que nos cuentan, pero sí en la realidad. Lobos auténticos, lo cual ya es bastante peculiar; pero lobos. De hecho, según la IMDb, durante el rodaje había francotiradores de la policía con instrucciones de disparar a matar si alguno de los animales se escapaba del recinto. Prefiero no creerme esta anécdota, porque es horrible y además va en contra del mensaje del propio filme. En todo caso, no son señores disfrazados ni marionetas, que es lo que yo quería ver.

Lo que construye aquí Michael Wadleigh es una trama policíaca al uso que mantiene la tensión ocultando la naturaleza del "asesino". Hasta el desenlace, lo único que se nos muestra de él es su punto de vista, que compartimos repetidas veces a lo largo de la película mediante el uso de una cámara con visión termográfica. Pensad en una versión primigenia de la cámara subjetiva de Depredador, pero con una criatura que apenas levanta cinco palmos del suelo.

En cualquier caso, Wolfen no esta hecha para mí. Encuentro interesantes algunos aspectos y reconozco sus virtudes, pero me aburre. De hecho, esta es la segunda vez que la veo y la segunda vez que me duermo viéndola. Solo espero no volver a olvidarme de que ya la he visto si hay una tercera.

A Night of Horror: Nightmare Radio (2019) ★★★

Un programa de radio dedicado a las historias de miedo sirve de excusa para presentar al espectador los diferentes segmentos de esta antología de terror de producción neozelandesa que recopila ocho cortos preexistentes.

In the Dark, Dark Woods: Una criatura invisible se disfraza con la piel de una mujer y no puedo contar más. Este es el segmento con el que comienza a la película y, aunque el resto no compartan su estilo tenebroso de cuento de hadas clásico, establece de forma adecuada el tono.

Post Mortem Mary: ¿Conocéis esa incomprensible costumbre que había a mediados del siglo XIX de fotografiar a los seres queridos recientemente fallecidos para guardar un recuerdo de ellos? Esta historia va de una niña que trabaja ayudando a su madre y se tiene que ocupar de fotografiar a otra niña que finó en un accidente de caballo, utilizando, por supuesto, una de esas cámaras de época que tenían un tiempo de exposición eterno y mostraban las imágenes invertidas (dos elementos que son aprovechados magistralmente por este cortometraje para que te cagues vivo). Desde el momento en que las niñas se quedan solas en la cabaña no hay un solo instante que no dé canguelo. Este es mi segmento favorito con diferencia. Si no veis ningún otro, no pasa nada; pero ved este.

A Little of the Top: Un estilista habla sobre la vanidad y el éxito mientras trata el pelo de una clienta. Es como un episodio de Historias de la cripta, pero abreviado.

Gotas: Una bailarina de danza clásica lidia con un trauma incógnito que le provoca retortijones. Hay un par de imágenes espeluznantes y la realización es impecable, pero las metáforas pierden rápido todo su valor porque te hueles la tostada desde el principio. Eso sí, la actriz sale guapísima y transmite vulnerabilidad como nadie, así que un diez al casting y otro diez a la interpretación.

The Dissappearance of Willie Bingham: La pena de muerte es conmutada por cirugías en las que, a solicitud de los familiares de la víctima, los médicos van amputando partes del cuerpo a los reclusos. La credibilidad del relato es nula y no le acabo de pillar el punto al mensaje.

The Smiling Man: Una niña sigue un camino de globos desde su habitación hasta la cocina y se encuentra a un hombre sonriente tras la encimera. No es Eso. El segmento está bien rodado, pero no te cuenta nada. Es el shock por el shock, y ni siquiera ese aspecto funciona. La niña tiene unas reacciones tan sobreactuadas que te saca totalmente de la película.

Into the Mud: Una chica despierta sola y desnuda en el bosque, y un cazador greñudo la persigue. El giro te lo ves venir a la legua (quizá no con precisión biológica, pero sí narrativa) y, si no fuera porque el segmento está rodado con cierto buen gusto, pensaría que fue una excusa para grabar a la hija de Verónica Forqué corriendo y arrastrándose por el bosque como su madre la trajo al mundo.

Vicious: Cuando eráis pequeños, antes de acostaros, ¿colocabais la ropa del día siguiente en una silla (o, más probablemente, dejabais tirada la ropa de ese mismo día) y, al apagar la luz, os parecía que había un monstruo en la silla? Este segmento juega con ese miedo y otros parecidos que surgen cuando estamos solos en casa, y lo hace lo bastante bien como para que quieras encender todas las luces después de verlo. Lo aplaudo.

En conclusión, aunque hay más corto regulero que bueno, todos deberían pasar el filtro de un aficionado al cine de terror.

Muerte a 33 revoluciones por minuto (1986) ★★½

A las manos de un chaval aficionado al rock duro y con mucha angustia juvenil llega el último disco que grabó el polémico cantante Sammi Curr antes de morir. Cuando lo reproduce al revés, escucha mensajes en los que el cantante le promete venganza contra aquellos que han abusado de él.

Gran decepción con esta cinta. Me la estaba reservando pensando que sería una divertida muestra de cine de terror de serie B, más ochentero que el corsé cónico de Madonna. Y lo es, pero solo un rato. Empieza bastante bien, pero se desinfla cuando llega el concierto que debería haber sido el clímax de la historia y te das cuenta de que aún queda casi media hora de película, con un clímax seguido de otro cada vez más flojo.

Dicho esto, la película tiene sus momentos; la escena gratuita del monstruo-marioneta, que luego jamás vuelve a aparecer, y la del váter succionando y electrocutando al villano son mis favoritas. Con un guion y un montaje más atinados, podría haber salido un producto mejor que abriera el camino a una franquicia de terror memorable. Pero si se quedó en nada, fue por un buen motivo.

La banda sonora, como no podía ser de otra manera, es una celebración de la música rock para masas que popularizaron bandas como KISS: una satánica maravilla.

El retorno de las brujas (1993) ★★★½

En la noche de Halloween, un chaval escéptico, recién llegado a Salem desde Los Ángeles, resucita a tres brujas que fueron ejecutadas hace trescientos años, desatando así una serie de terribles acontecimientos, incluidos números musicales improvisados, y poniendo en jaque su vida, la de su hermana pequeña y la de todos los niños del pueblo.

El retorno de las brujas era uno de mis ases en la manga para este mes de octubre y ha cumplido sobradamente mis expectativas. De hecho, ojalá no hubiera tardado tantos años en verla, porque si lo hubiera hecho cerca de su fecha de estreno, quizá podría haber sido una de mis películas de "terror" infantiles favoritas. Aun así, me ha parecido fabulosa. Fijaos que incluso tengo un moderado interés en la secuela. ¡Moderado y razonable!

La película me fascina por varios motivos. Tiene a tres actrices pasándoselo en grande por hacer de caricaturas (Bette Midler, en particular, está desatada), decorados que parecen sacados de un parque temático, pero tan cuidados y apropiados para la temporada de Halloween que lo de menos es que no parezcan reales, una nana que ahora no puedo quitarme de la cabeza, y un gato negro que habla.

Además, todo lo que espero y me gusta de una película para toda la familia con el sello de Disney está ahí: ahorcamientos, un libro forrado con piel humana, Thora Birch con ocho años diciéndole a una chica que a su hermano mayor le encantan sus "peritas", una vela hecha con la grasa de un ahorcado, un zombi con los labios cosidos, decapitaciones, cremaciones e incluso un animal doméstico atropellado por un autobús.

Por si todo lo anterior fuera poco, la película demuestra dos cosas: que la clave del terror no es el contenido, sino la ambientación y el tono; y que Sarah Jessica Parker puede parecerme guapa si se dan las circunstancias adecuadas.

En compañía de lobos (1984) ★★★★

Una niña sueña con la versión extendida del cuento de Caperucita Roja. La edición incluye escenas inéditas, jamás vistas en el montaje de los hermanos Grimm.

Si eres aficionado al terror fantástico y te gustan los cuentos de hadas con atmósfera onírica, solo falta que además te flipen los hombres lobo para ponerte a menear el rabo de contento, porque esta película lo reúne todo y además suma a Angela Lansbury haciendo de abuelita.

La cinta sabe sin duda sacarle partido a la imaginería propia del folclore europeo, y la fotografía y el diseño de producción dotan a los planos un aire irreal, propio de los cuentos de hadas y de los sueños. Hay decenas de imágenes que, por una razón u otra (a veces poética, a veces esperpéntica), se te quedan grabadas en la cabeza desde la primera vez que las ves. Por ejemplo, cuando a uno de los unicejos le sale un p*** hocico de lobo por la boca.

Las transformaciones de los "errantes", aunque realizadas quizá con menos medios que las de Un hombre lobo americano en Londres, son espectaculares y macabras, y tienen un diseño tan original e ingenioso que incluso se les perdona la falta de credibilidad. Los muñecos siempre serán muñecos, pero solo por eso ya me gustan más que las calcomanías digitales.

Por debajo de la historia principal, y de los pequeños cuentos insertados en ella, se trata además un tema por el que en su día despertó mi interés Dentro del Laberinto y que me ha fascinado desde entonces, que es el paso de niña a mujer. Hay en ese viaje de madurez femenino un elemento mágico, que no veo, en cambio, cuando los protagonistas de la perdida de la inocencia son varones. Supongo que alguien que tenga la menstruación podrá discrepar conmigo y no le verá magia al asunto por ningún lado. Pero esa es mi impresión.

La oscura noche del espantapájaros (1981) ★★★

Cuatro hombres que se la tienen jurada al "retrasado" del pueblo utilizan el accidente de una niña como excusa para tomarse la justicia por su mano y asesinarlo a sangre fría. Aunque se libran de la acusación, el castigo les llega de otra forma: la de un terrible espantapájaros.

Cuando lo único que has visto de una película es el póster, puedes hacerte ideas equivocadas. En mi caso, pensé que La oscura noche del espantapájaros sería el típico slasher del montón, uno más de tantos que se produjeron durante el boom de los años ochenta, con un tipo disfrazado de espantapájaros dedicándose a matar adolescentes entrometidos en un pueblo sureño de los Estados Unidos. Pero la película tiene poco que ver con eso. Más que un slasher, es una historia de venganza en clave de thriller en la que el protagonismo recae en los villanos y el espantapájaros adopta el rol de antagonista y, por tanto, de héroe (si es que se puede considerar heroico provocar que un hombre caiga a una trilladora).

El villano principal de esta obra es el cartero del pueblo, cabecilla de los desafortunados justicieros. Charles Durning ya interpretaba a un villano despreciable en La película de los Teleñecos, donde quería convertir a la rana Gustavo en la mascota de una cadena de comida rápida especializada en ancas de rana, pero aquí es todavía peor. Curiosamente, ser un pedófilo alcohólico le da matices que no tenía su personaje en la cinta de Jim Henson. 

En mi cabeza, la historia de esta película daría para una buena novela de terror, rural y oscura, que trataría temas como los prejuicios, la falibilidad de la justicia y la cara oculta del hombre corriente. La premisa y alguna de las ideas que se plantean desde luego abren la puerta a esas reflexiones. Sin embargo, la película está rodada de la forma más convencional posible, con una factura indudablemente televisiva, y el guion y el montaje no son del todo atinados.

No necesariamente con más presupuesto, pero sí en manos de un equipo creativo con más talento y personalidad, la cinta podría haber sido un bombazo y hoy tendríamos secuelas hasta en la sopa, incluida La oscura noche del espantapájaros VII: Venganza a Marte. Pero esa no es la realidad en la que vivimos.

Psicosis II: El regreso de Norman (1983) ★★★½

Veintidós años después de ser arrestado por asesinar a diversas personas travestido como su madre, Norman Bates, algo más cuerdo, regresa al viejo caserón en la colina para intentar llevar una vida normal. Pero ni los recuerdos del pasado ni el presente se lo ponen fácil.

Me imagino a ciertos amantes del "auténtico cine" indignadísimos porque alguien tuviera la desfachatez de hacer una secuela de Psicosis, que no solo es una de las mejores películas de Alfred Hitchcock, sino la que más caló en la cultura popular. Incluso a día de hoy, sesenta años después de su estreno, sigue estando vigente en el imaginario colectivo. Da igual que la hayas visto o no. Si una persona sube y baja la mano como si sostuviera un puñal e imita el chirrido de un violín, todo quisqui pilla la referencia. Es como el final de El planeta de los simios. Vino para quedarse.

Obviamente la secuela no puede estar a la altura de la original en casi ningún aspecto, y desde luego no creo que Richard Franklin ni nadie que participara en ella soñase siquiera con alcanzar el impacto de aquella. Pero eso no quita para que sea una buena película. Y al menos esta la puedes ver sin saber lo que va a pasar.

Si uno la aborda sin prejuicios, descubrirá una más que digna modernización del clásico. Una vez descartada la opción de que la trama se desarrollase en una institución mental, la premisa es la más evidente: Norman regresa a su casa y a su alrededor la gente empieza a caer como moscas. Pero el guion juega bien sus cartas y consigue mantenerte en suspense hasta el final. Desde que le dan matarile al grimoso personaje de Dennis Franz, estás preguntándote por la identidad del asesino, y las muertes, aunque contadas, impresionan y son más gráficas que las de su predecesora (como no podía ser de otra manera, dado el tiempo transcurrido entre ellas).

El reparto es excelente. Anthony Perkins y Vera Miles retoman sus papeles originales, pero con un giro. En particular, Perkins lleva a Norman a nuevos lugares, confiriendo matices al personaje que permiten que empatices y sientas lástima por él, pero también que, cuando llega el momento, tengas ganas de estar lo más lejos posible de su motel. La interpretación coprotagonista de Meg Tilly como la inocente Mary ayuda a que esa dicotomía funcione, y aunque es una lástima que no demuestre su increíble flexibilidad como en Reencuentro, resulta convincente a pesar de su escasez de registros.

Para mí lo único que impide que la película sea sobresaliente es el desenlace. La idea en sí no me cuadra y además creo que se podría haber allanado mejor el terreno para llegar a ese punto y que las piezas encajasen menos de sopetón. Aun así, la escena final como tal me gusta. Desde luego es una cinta que merece una oportunidad.

6 comentarios

  1. Sr Brocha, me asalta una duda... Como coj*nes ha tenido tiempo de ver películas con lo esclavizado que ha estado con el librojuego?

    Un saludo!

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    1. Digamos que ha sido un milagro de Halloween, porque yo mismo estoy sorprendido.

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  2. Y ningún guiño a que el prota de Hocus Pocus es el mismo de Eerie, Indiana?

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  3. Aninimo le fantastique4/11/20 22:14

    Informe clinico del paciente "tipo de la brocha"
    El sujeto persiste en su perniciosa actitud.
    No solo no ha mejorado, sino que en en un plazo de pocas semanas a ejercido de master en un oscuro juego de rol, "mansion infernal", en el que a embarcado a inocente personal ajeno al manicomio, ademas realizo el visionado y posterior critica de una serie de peliculas de terror.
    Parece que su afasia moral a sido resistente al tratamiento de electrosock y a incrementar el fosforo en su dieta. Es mas parece que se a conseguido el efecto opuesto y a incrementado su creatividad.
    Si no se da con el tratamiento adecuado es posible que el paciente acabe extenuado o, el cielo no lo quiera, empiece a reseñar series como , "la casa de la pradera","flipper" o "la mula francis".
    Es imperativo, para evitar esa tragedia, modificar el tratamiento en los siguientes puntos:
    Eliminar los electrosok y sustituirlos por reposo absoluto, si es posible en un comodo sillon
    Incrementar el consumo de fosforo. En esta ocasion se recomiendan una docena de anchoas en vinagre cada tres horas. Si el paciente es remiso a consumirlas camuflar las anchoas dentro de otros alimentos, por ejemplo olivas.
    Eliminar por completo los tranquilizantes en pastilla, e incrementar el nivel de electrolitos. Dado que es evidente que el paciente no sabe quedarse quieto, es imperativo administrarle algun tipo de sedante. La ingesta moderada ( o no ) de cerveza cubre a la perfeccion dicha necesidad.
    Por lo tanto se informa a los celadores y enfermeras de la necesidad de vigilar al señor brocha y ante cualquier señal de actividad, activar el protocolo "fila de golosinas en el suelo que acaban delante de un comodo sillon con una cerveza y una racion de boquerones/olivas al lado".
    Dicho protocolo sera obligatorio como minimo durante tres veces al dia o a demanda del sujeto cada vez que este lo solicite durante por lo menos quince dias. Si el sujeto se niega recibir el tratamiento dos fornidos celadores estan autorizados a utilizar ,lenguaje no verbal contundente, pero esta vez sin utilizar porras ni la picana electrica.
    Tambien es recomendable que el paciente visione durante el tratamiento videos graciosos de gatos en youtube. De esta manera se lograra crearle una adiccion que le quitara tiempo para visionar cosas mas escabrosas.
    Para completar el tratamiento seria aconsejable mantenerlo alejado de cualquier teclado durante al menos quince dias. Sin embargo esto ultimo se puede omitir si muestra señales de ansiedad, violencia, exibicionismo o empieza a escribir en las paredes.
    Transcurrido ese periodo se le realizaran nuevos analisis.

    Ahora en serio, gracias por su trabajo señor brocha pero tomeselo con calma .Espero con ganas su proximo especial de "Mermelade boy" y al ritmo que lleva no creo que llegue a Febreo sin por lo menos destrozar un teclado.

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    1. No pasa nada. Es mejor eso que morirse.

      Este mes me lo tomaré con calma en el blog y no creo que publique nada más. Además, tengo otro proyecto que requiere que me ponga las pilas.

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