1 de diciembre de 2020

Reseñas de películas: noviembre 2020

En esta entrada tenéis las reseñas de las películas que he visto en noviembre. Son menos que de costumbre, pero es que estoy muy liado. Para ir al día con lo que veo, recordad que podéis seguirme en Twitter y Letterboxd.

Mamá y papá (2017) ★★★

De un día para otro, y por una causa desconocida, todos los padres del país se vuelven tarumbas y sienten un impulso irrefrenable de matar a sus hijos.

Esta película tiene dos cosas a su favor: la premisa y Nicholas Cage.

El argumento es original y el desarrollo de personajes está mucho más trabajado del que me esperaba. No sé por qué me había hecho a la idea de que la trama se centraría en la supervivencia de los hijos de Selma Blair y Nicholas Cage dentro de la casa, pero estoy 100% a bordo con mostrar antes lo que sucede en las calles y presentar a los personajes principales tanto fuera como dentro del entorno familiar para hablar de la crisis de la mediana edad.

La película recuerda inevitablemente al género de zombis, muy socorrido para tratar temas sociales; pero en lugar de cadáveres andantes ávidos de carne humana, aquí la amenaza está representada por personas corrientes, gente de la calle, que únicamente actúan con un irrefrenable instinto asesino frente a sus propios hijos y que, por lo demás, se comportan con absoluta normalidad, lo cual crea un contraste curioso que invita al humor negro.

Sin embargo, la parte de la absoluta normalidad hay que revisarla con Nicholas Cage, porque este hombre solo tiene dos posiciones: apagado y a máxima potencia. Y en esta cinta está tan pasado de rosca que incluso cuando se supone que tiene que actuar con naturalidad, puedes notar en su mirada que su cabeza ya va a mil revoluciones por minuto. De hecho, para mí el momento que define su interpretación no es cuando se vuelve loco y persigue a sus hijos por toda la casa pegando gritos ininteligibles (que no dejar de ser la monda), ni siquiera cuando se lía a mazazos con una mesa de billar, sino el flashback en el que está hablando tranquilamente con su hijo pequeño, antes de verse afectado por lo que sea que vuelve a los padres maníacos filicidas, y, sin motivo aparente, le pega unos rápidos lengüetazos a la lata de cerveza que se está bebiendo. Si parpadeas, te lo pierdes, porque dura apenas un segundo; pero es que incluso si lo ves, dudas que realmente hayas visto lo que crees haber visto. Es puro Cage sin barreras.

Por lo demás, estaría bien que la película tuviese un final en lugar de sencillamente acabarse. Cualquier desenlace habría sido mejor que ninguno. Qué rabia me da eso.

El príncipe Valiente (1954) ★★★½

Un joven príncipe vikingo viaja a Camelot para unirse a la corte del rey Arturo y convertirse en caballero. Sus peripecias le llevan a descubrir un complot que afecta a toda Inglaterra y a descubrir al amor de su vida. ¡Acción! ¡Romance! ¡Pelucas y bigotes postizos! 

Cuando las adaptaciones de cómics no eran para nada comunes, Henry Hathaway se sacó de la chistera esta gran película de aventuras basada en las populares historietas de Hal Foster. Era cuando a la "vieja usanza" se le llamaba "usanza" a secas, la edad dorada del Hollywood sonoro, a la que pertenecen clásicos del cine de aventuras como Robin de los bosques o IvanhoeEl príncipe Valiente, aunque más olvidada, no le va a la zaga a ninguna de ellas y ahora tengo claro que es un clásico a reivindicar. ¡Reivindicadlo, leñe!

La candidez y el colorido de los tiempos del CinemaScope, unidos a la potente banda sonora de Franz Waxman, llenan la pantalla y me retrotraen a mi infancia sin que pueda hacer nada para remediarlo. Cuando era un renacuajo, veía en la tele pelis como esta o del lejano Oeste casi todos los fines de semana después de comer, mientras mi padre dormía la siesta. Esto solía acabar conmigo imitando al héroe de turno, con disfraz si era posible, y haciendo tropelías por el salón hasta que me ponían firme.

El buen hacer en la dirección se complementa con un reparto magnífico encabezado por el carismático Robert Wagner. La gente ya ser reía hace setenta años de la ridícula peluca estilo paje que lleva Wagner para interpretar al hijo predilecto de Foster, pero no de su entusiasmo. Aquí interpreta al Valiente más ingenuo e intrépido, un héroe que lo pone todo de su parte y que, aunque las circunstancias estén en su contra, persevera hasta triunfar. 

Por supuesto, Robert Wagner no es el único actor de talla en el filme. Como villano traicionero tenemos al capitán Nemo de 20.000 leguas de viaje submarino, James Mason. Y la víctima más famosa del cine de suspense, Jason Leigh, interpreta a la princesa Aleta. Tampoco puedo olvidarme de mencionar, aunque tenga un papel secundario, a Debra Paget. Nadie puede olvidarse de Debra Paget si ha visto La tumba india, de Fritz Lang.

La acción es propia de su tiempo, teatral e inocente a su manera; pero no por ello desdeñable. Aparte de los típicos torneos medievales y de los imprescindibles duelos de espada (con cortinas rasgadas y muchas escaleras), hay montones de acrobacias circenses que me hacen pensar en el bueno de Jackie Chan. A Wagner y a sus dobles debieron de pegarles la peluca con cola para que no se les cayera cada dos por tres con tanta pirueta. Pero la parte más espectacular es sin duda en la que el príncipe Valiente, con ayuda de Boltar y sus hombres, reconquista el castillo de su padre, tomado por los vikingos paganos (ay, mira que no abrazar el cristianismo, qué malos). Las escenas de riesgo de este preclímax son apabullantes y estoy convencido de que más de un actor salió de ese rodaje con quemaduras de primer y segundo grado.

Soy fan de las epopeyas medievales de Hollywood y no hay nada que pueda hacerse al respecto. Solo lamento la ausencia de un cocodrilo gigante.

Horizonte Final (1997) ★★★½

Una tripulación de rescate se queda atrapada en una nave espacial que ha viajado a través de un agujero negro y regresado siete años después con souvenirs no deseados.

Cada vez que pasa un tiempo sin que vea esta película, me cuesta pensar en ella como otra cosa que no sea Hellraiser en el espacio (pero la Hellraiser original, no Hellraiser IV, que transcurre literalmente en el espacio y es una bazofia inenarrable). El elemento que tienen en común estas dos películas, aparte de gente calva que no sabe afeitarse, es que ambas juegan con la existencia de una dimensión horrible y cruenta capaz de perturbar al más pintado. De lo que nunca me acuerdo pasado un tiempo es, en cambio, de las payasadas del otro negro de la cinta, el que no es Laurence Fishburne. Menuda manera más tonta de cargarse el tono.

Pese a todo, la ambientación da un mal rollo tremendo y la estética me enamora. El diseño de las naves, de los trajes de astronauta, de la pelota con el hula hoop pinchudo... Todo lo que sea mostrar un futuro en el que la tecnología no sea limpia y sencilla , sino sucia y aparatosa, me gana sin discusión posible. Por alguna razón, me reconforta pensar que, por mucho que la humanidad evolucione, probablemente debajo del panel de control de la nave estelar más moderna siga habiendo mocos pegados. 

Otro punto a favor es Sam Neill, que es un tipo que tan pronto te cuela un comentario político en una película y te lo confirma más de veinte años después, como te sube un vídeo de sus cerdos mascota a Twitter.

Paul W. S Anderson, ¿qué hiciste con tu carrera y por qué?

Calles de fuego (1984) ★★★½

Un mercenario guaperas regresa a la ciudad para rescatar a su exnovia cantante, a la que ha raptado una banda de moteros.

Lo sé, la sinopsis dice poco. Pero con eso va que arde. Calles de fuego es un 25% videoclip, un 75% acción y un 100% entretenimiento. Empieza con un montaje alucinante de casi cinco minutos de un concierto en el que Diane Lane hace playback de la canción Nowhere Fast, y después, con los créditos de inicio aún colándose entre planos, te presentan al protagonista (interpretado por Michael Paré), lo ves zurrar a un grupo de granujas en un diner y, en ese momento, ya sabes de sobra si la propuesta te va a gustar o no.

Visualmente la película es tan genuina que ni siquiera pertenece a una época concreta. Hay luces de neón, pelos cardados, coches de películas de gánsteres, greasers... Es como si los cincuenta y los ochenta hubieran colisionado, y tras despejarse el humo, en lugar del horrible resultado de un accidente, hubiese aparecido el escenario retro definitivo.

Walter Hill nos abre las puertas a una realidad alternativa que parece sacada de un cómic, pero que a la vez se beneficia de todas las ventajas del medio audiovisual, y si aceptas de buen grado su invitación, debería darte igual que la historia sea más sencilla que la de un beat 'em up de recreativa y que el guion no resista el más mínimo escrutinio. La cinta te conquista y atrapa por su avasallador carisma.

Lo mismo puede decirse de los personajes. Sobre el papel no son nada del otro mundo, poco más que clichés andantes, pero en pantalla todos y cada uno de ellos resplandecen. Paré y Lane están de calendario, Willem Dafoe puede ser mi villano macarra siempre que quiera, Rick Moranis es un ídolo nerd, y Amy Madigan se convirtió en mi obsesión de la semana desde su primera escena.

Definitivamente "una fábula de rock & rol".

Tener espada, viajará (1969) ★★★½

Cada año, el maestro del pueblo de los Invencibles escolta un cofre de 200.000 monedas de plata hasta la capital, pero el hombre no está ya para trotes y la banda del Tigre anda al acecho. Dos de sus mejores alumnos, que planean casarse, y un jinete errante en busca de trabajo podrían ser la solución al problema, si es que consiguen resolver sus diferencias.

¿Puede tener esta película un título más poético? Tener espada, viajará. Casi parece un haiku. Creo que en España se distribuyó inicialmente como La espada y el viaje, pero esa construcción no tiene la misma resonancia, y el original, Bao biao, suena a entrante de un restaurante asiático. 

La cinta es un wuxia de los Shaw Brothers, por lo que uno sabe de antemano lo que va a encontrarse: ropa de época, decorados de estudio, saltos imposibles a cámara lenta, peleas a espada que parecen bailes y, en casos como este, sangre rojísima manando a borbotones. 

Lo que hace diferente a esta película es que la subtrama romántica tiene peso. El triángulo amoroso crea un conflicto relevante entre los protagonistas y, al final, tienes muchas más ganas de saber si Yun Piau Piau dejará a Siang para irse con Yi Lo que de verlos parar los pies a Jiau Hong y su banda de desarrapados con peluca.

Además, esta podría ser la cinta clásica de artes marciales con más calidad de imagen que he visto nunca. Acostumbrado a los VHS vendidos a granel con los que me aficioné a este tipo de cine y las conversiones guarrindongas a DVD y Blu-ray que venden algunas distribuidoras, tanta resolución me abruma. Sin duda eso también ha jugado a su favor.

Por último, aunque no quiero destripar el desenlace a nadie, sí que mencionaré que el caballo de Yi lo mascando hierbajos apaciblemente al fondo del último plano le resta peso dramático a la escena. Podrían haber rodado otra toma.

El justiciero de la ciudad (1974) ★★★

Un arquitecto de Nueva York, increíblemente en forma para su edad, se convierte en vigilante después de que tres delincuentes de poca monta maten a su mujer a porrazos y dejen gravemente traumatizada a su hija, que empieza a comportarse a todos los efectos como una lechuga. 

Esta es la película que definió la carrera de Charles Bronson. Ya había hecho de tipo duro antes, y nadie puede ignorar sus papeles en clásicos como La gran evasión o Hasta que llegó su hora; pero fue en el filme de Michael Winner donde su bigotillo se hizo famoso y él se erigió como el epítome de una figura que hasta entonces no se había visto en el cine: el vigilante. Objetor de conciencia liberal que, harto de ver a gamberros y maleantes hacer de las suyas e irse de rositas, guarda sus principios morales en el fondo de un cajón, echa la llave y se remodela a sí mismo para ser el justiciero implacable que la ciudad necesita. Curiosamente, del calcetín lleno de centavos con el que empieza sus correrías nocturnas al Colt de calibre 32 solo hay un viaje a Arizona de distancia.

A diferencia de la novela en la que se basa, la película no hace una lectura negativa de la figura del vigilante, sino más bien al contrario: la ensalza y le tira flores desde los balcones, asimilándola a la del héroe. Incluso se permite algunos toques de humor para aligerar el tono. Es el "fascismo bien entendido", que suele decir Paco Fox. Y probablemente ese sea el secreto de su éxito. Hay algo catártico en ver a un señor mayor limpiando la ciudad de escoria con un revólver.

El inconveniente es que eso es todo lo que ofrece la cinta: Bronson matando a atracadores espontáneos en las calles de Nueva York para lidiar con su dolor. Ni siquiera busca a los asesinos de su esposa para vengarse, lo cual resulta un poco frustrante (no hay muchos papeles que haya hecho Jeff Goldblum en los que quiera que lo despachen, ni siquiera el de Brundlemosca; pero este sin duda es uno de ellos). Para que la propuesta fuera más interesante, creo que al menos debería haber ahondado más en los remordimientos del protagonista. Pero Bronson no era hombre de muchas palabras.

Mi momento favorito sigue siendo el plano final. ¡PUM!

Yo soy la justicia (1982) ★★★

Un arquitecto que vive en Los Ángeles se convierte en vigilante (otra vez) después de que cinco delincuentes de poca monta violen y maten a su asistenta y violen y provoquen la muerte de su hija, que por fin empezaba a recuperarse del trauma de la película anterior. ¿Alguien dijo gafe?

Si preguntas a la mayoría, te dirá que El justiciero de la ciudad es mejor película que Yo soy la justicia. La mayoría tiene razón. El dúo Golan-Globus produjo esta secuela tras adquirir los derechos de Dino De Laurentiis, pensando en aprovecharse de los coletazos del último éxito de Charles Bronson, e hicieron la misma película, pero más sucia y desprovista de fondo. en su programa, Roger Ebert y Gene Siskel dijeron que era "monótona", "predecible" y, con otras palabras, racista (porque casi todos los malos son negros o latinos). 

Sin embargo, de las dos partes, la segunda es mi preferida. Es cierto que ese regodeo explotativo con las violaciones de dos de los tres personajes femeninos de la cinta parece indigno hasta de la Cannon, y a pesar de ser un detonante necesario para la acción, le revuelve a uno el estómago. Pero, superado ese trance, la historia me resulta mucho más satisfactoria. En esta ocasión, Bronson no se pasea por ahí tiroteando a criminales con los que se cruza por casualidad ni lidia con su conciencia por convertirse en un asesino, sino que desde el principio va a por a los culpables y no se detiene ante nada, actuando con una frialdad y autocontrol pasmosos, como una parodia del personaje que fue. Es el Castigador de los cómics de Marvel, solo que disfrazado de indigente (abrigo y gorrito de lana incluidos) y un arsenal más modesto.

Apelando al mero entretenimiento, prefiero esta venganza focalizada a la venganza dispersa de la primera parte. Bronson tienen que matar a cinco fulanos y a cinco fulanos mata, algunos con más complicaciones que otros, pero con idéntico resultado.

Además, sin Yo soy la justicia no habríamos tenido El justiciero de la noche, que es la mejor tercera parte que podría haber tenido esta franquicia.

Noche de miedo II (1988) ★★★

Charley Brewster ha estado acudiendo a terapia para convencerse de que los vampiros no existen desde que tuvo a uno por vecino y estuvo a punto de quitarle la novia. Pero cuando una glamurosa vampiresa y su peculiar séquito llegan a la ciudad para vengarse, no le queda más remedio que enfrentarse a la cruda realidad. ¿Sucumbirá Charley a las perversas maquinaciones de los vampiros o serán su escéptica novia y su viejo amigo Peter Vincent, cazador de vampiros, capaces de salvarlo?

Tommy Lee Wallace, criticado por convertir Halloween III en una cinta de terror original en lugar de un refrito, llegó a Noche de miedo con la lección aprendida y la dirigió haciendo todo lo posible por mantenerse fiel a la película de Tom Holland. Hasta tal punto es fiel, que la trama es básicamente la misma, desde cómo se descubre a los vampiros (que, según parece, aún no han aprendido a trabajar con empresas de mudanza discretas ni a echar las cortinas a la hora de la cena) hasta la seducción de un personaje al que luego tienen que rescatar para evitar que se sume a las filas de no muertos. Pero no me quejo por la falta de originalidad en este aspecto. Aparte de que siempre es una gozada ver a Roddy McDowall interpretando a Peter Vincent y de que los efectos especiales son espectaculares (diría que incluso están un peldaño por encima de los de su predecesora), hay novedades suficientes como para que parezca una película diferente y no una vulgar imitación. 

Uno de los grandes atractivos de esta secuela es el variopinto grupo de villanos que toma el relevo de Chris Sarandon y su pareja sentimental/lacayo. A la líder exótica y seductora, que ofrece quizá la imagen más clásica del chupasangre, la acompañan un patinador andrógino (el coreógrafo Russell Clark), un chófer comebichos (el inconfundible Brian Thompson) y un hombre lobo cachondo (el mismo al que Horace pateó las pelotas un año antes en Una pandilla alucinante). Hay un indiscutible atractivo visual en su diversidad y me gusta que no siempre se comporten como los típicos monstruos. Admito que la escena de la bolera no pega ni con cola y que parece más apropiada para una película de John Hughes, pero a mí me encanta precisamente por eso.

Solo echo en falta la chispa de la original. En todo lo demás, la secuela cumple.

Double Dragon: La película (1994) ★½

Billy y Jimmy Lee, hermanos mellizos y expertos en artes marciales, se enfrentan a los Black Warriors, una peligrosa banda callejera que ha secuestrado a la novia de Billy. Ah, no, perdón. Ese es el argumento del videojuego. La película trata sobre dos pringados y un villano sobreactuado y hortera peleándose por un medallón místico chino que confiere a quien lo posea el poder "absoluto" de duplicarse y/o vestir como un espantajo daltónico.

Lo único que hizo medianamente soportable ver por segunda vez esta aberración fue compartir la experiencia con otras personas en una Watch Party organizada por Cinecutre. Aun así, y aunque la mitad del tiempo estaba a otra cosa (mi cerebro no es multitarea, pero lo intenta), esta película me hace desear muy fuerte que los años noventa jamás hubieran existido.

Y, a pesar de todo, Double Dragon es una oda a la esperanza que transmite un mensaje alentador para cualquiera que vea más allá de la mugre multicolor con la que embadurna tus retinas.

Aunque estamos ante un bodrio tan grande como la conversión a Commodore 64 del título de recreativa, el equipo que trabajó en la película no salió mal parado. Por poner algunos casos de triunfo postdobledesastre, el guionista Peter Gould fue escritor y productor de varios episodios de Breaking Bad, y actualmente es productor ejecutivo de Better Call Saul. El director de fotografía, Gary Kibbe, siguió codeándose con John Carpenter, con el que venía colaborando desde El príncipe de las tinieblas. Y la directora artística, Maya Shimoguchi, ha participado en películas como Minority ReportWatchmen, La guerra del planeta de los simios y Le Mans '66. Es cierto que la responsable de vestuario no ha trabajado en ninguna producción desde entonces, pero prefiero pensar que abrió su propia tienda de ropa o murió en un accidente con un ventilador industrial que asumir que este esperpento arruinó su carrera profesional.

Por lo tanto, me quedo con la idea de que de la mierda también se sale.

Mujeres prehistóricas (1967) ★★

David Marchand, un guía de caza, es capturado por una tribu aficionada a los bailes grupales y a los sacrificios humanos. Cuando están a punto de escabecharlo ante la efigie de su dios, el gran rinoceronte blanco, escapa por un pasaje mágico que le lleva a tiempos prehistóricos. Pero apenas tarda unos minutos en ser nuevamente capturado, solo que esta vez por una tribu de cavernícolas macizas y morenas que mantienen esclavizada a otra tribu de cavernícolas, igualmente macizas, pero rubias. La reina se encapricha de David, y él se enamorisca de una de las esclavas rubias. ¿Liberará a las esclavas? ¿Conseguirá regresar a su propio tiempo? ¿Y por qué querría hacerlo?

Cuatro estrellas por cumplir lo mínimo que esperaba del título y cero estrellas por la ausencia de dinosaurios. Media: dos estrellas. En toda película ambientada en la prehistoria debería salir al menos un dinosaurio de espuma de látex animado con stop-motion, o, en su defecto, una iguana a la que hayan pegado una cresta al lomo. Y un rinoceronte blanco de escayola que solo se mueve cuando alguien lo empuja en carretilla no compensa en absoluto esa ausencia.

Martine Beswick, que interpreta a la reina Kari, salió en dos películas de James Bond. Así, como dato que dejo caer.

Lupin y el corazón púrpura de Cleopatra (2014) ★★

Lupin III, nieto del famoso ladrón de guante blanco Arsène Lupin, reúne a su banda para robar el collar de Cleopatra y la joya que lo adorna, que están en manos de criminales.

No tengo claro si esta película pretendía ser Misión: ImposibleOcean's Eleven o una mezcla de ambas, pero, si esa era su intención, falla calamitosamente en llevarla a cabo. Esta es una historia de ladrones que, en un alarde de originalidad, prescinde de la tensión y los giros argumentales que caracterizan al género a favor de la acción genérica y la comedia insulsa. Es entretenida a duras penas.

No obstante, a su favor diré que, como adaptación con actores de carne y hueso de las aventuras del popular personaje de Monkey Punch (nombre artístico del autor Kazuhiko Kato), podría haber sido infinitamente peor. Los personajes están bien caracterizados, hay un dinamismo desenfadado en la acción, y la película se aleja lo suficiente del machismo caduco y bochornoso de las historietas originales como para ser soportable.

Dicho esto, me ha enganchado tanto que he tardado cuatro días en terminar de verla.

Oro sangriento (1969) ★★★½

Un misterioso pistolero que responde al nombre de Sabata frustra el robo de 100.000 dólares. No satisfecho con la recompensa que recibe, chantajea a los tres hombres que estaban detrás del golpe, figuras eminentes del pueblo. El líder del trío manda a sus matones tras él.

Del director de la, ejem, "peculiar" Yeti: El abominable hombre de las nieves nadie podría esperarse un GRAN spaghetti western, pero Oro sangriento es un BUEN spaghetti western, y Gianfranco Parolini saca adelante una película solvente con toda la acción polvorienta y barbas rasposas que uno espera de este subgénero.

El legendario Lee Van Cleef interpreta a Sabata, el clásico pistolero de puntería infalible y moral difusa que procura mantenerse dentro de la ley, pero actúa siempre en su propio beneficio, valiéndose de su pericia y astucia para superar los retos de este lejano Oeste almeriense. Es un estereotipo que funciona, sobre todo cuando está encarnado por un actor del carisma de Van Cleef, así que ¿por qué cambiarlo?

El resto de personajes quizá no vengan avalados por rostros tan conocidos (salvo para los aficionados al spaghetti western, claro), pero todos tienen algún rasgo que resulta cautivador, desde el no menos misterioso Banjo, interpretado por William Berger, que toma su nombre del instrumento con el que va a todas partes, hasta el jocoso Carrincha, un exsoldado confederado que sirve de contrapunto cómico al más cáustico Van Cleef, pasando por el perverso Stengel, villano ensoberbecido y artero donde los haya. ¡Hasta hay un indio acróbata que hace gloriosas piruetas circenses!

La acción es abundante y explosiva, y compensa con originalidad e ingenio la sencillez de la trama. Sabata usa un cañón modificado para aumentar el alcance de su rifle, el instrumento de Banjo produce algo más que notas musicales, y Stengel utiliza trampas y trucos dignos de un villano de James Bond.

Otro de los grandes alicientes de la cinta son las composiciones de Marcello Giombini, vivaces, épicas y con toques de música tradicional mexicana; cuanto más las escucho más me gustan. El tema principal (Ehi amico... c'è Sabata!) y la música de banjo son especialmente memorables y muy de ponerse como tono de llamada si la discreción no os preocupa.

Imprescindible para los fans del wéstern italiano.

El sueño eterno (1946) ★★★½

Un viejo millonario contrata a Philip Marlowe, detective privado, para investigar las deudas de juego de su hija pequeña, ya que sospecha que podrían estar chantajeándola.

Tengo un problema con el género negro, cualquiera que sea su formato: suelen gustarme más la ambientación y los personajes que las historias en sí. Los estereotipos habituales de este género me fascinan: los tonos grises, las calles neblinosas y mal iluminadas, el olor permanente a tabaco en el aire, los fedoras y las gabardinas, el detective cínico, la mujer fatal, los policías corruptos, los duelos verbales, los diálogos ocurrentes... No le hago ascos a nada. En cambio, a diferencia de lo que me ocurre con los whodunit, el misterio que el protagonista desentraña suele confundirme más de lo que me interesa. No sé hasta qué punto achacarlo a mi estupidez, pero no es raro que tenga la sensación de no estar enterándome de la misa la mitad, no tanto por lo complicado que pueda ser el caso (spoiler: no suele serlo), sino por mi incapacidad para memorizar nombres y saber de quién narices están hablando los personajes en cada momento.

Con las novelas de detectives de Raymond Chandler, por mucho que las disfrutase por otras razones, solía pasarme precisamente eso. Y dado que Howard Hawks lleva a la pantalla la novela homónima de Chandler con toda la fidelidad que le permitía el código Hays (nada de desnudos y nada de homosexuales), supongo que era inevitable que, al ver la película, reviviera esa sensación de confusión absurda. ¿Owen Taylor? ¿Ese quién es?, ¿el supuesto chantajista? ¡¿Cómo que ese era Arthur Geiger?! ¿Y quién es Eddie Mars? Ah, el gánster, ya... ¿Y cómo se llamaba entonces el tipo que había desaparecido? ¿Sean Regan? ¡¿Quién porras es Sean Regan?!

A salvo de eso, y siempre que uno sea capaz de sobrellevar el ritmo narrativo del Hollywood clásico, la película es magnífica. La cinematografía refleja la imagen del cine negro que tengo en mi cabeza, los diálogos son incluso más ingeniosos que los de la novela (están cargados de dobles sentidos para torear a la censura), y Humphrey Bogart y Lauren Bacall, a falta de talento interpretativo, desbordan carisma.

Es cierto que para un público novel, que haya conocido la etapa clásica del género a través de referencias o parodias, la cinta puede parecerle la fantasía de un señor bajito y bien entrado en los cuarenta con problemas de autoestima. No solo porque Marlowe sea más listo y duro que nadie, tan certero con el revólver como con las palabras, sino porque todas y cada una de las mujeres con las que se cruza en el curso de su investigación, a las que como poco dobla la edad, son imposiblemente hermosas y se sienten inmediatamente atraídas por él: las dos hijas de su cliente, la dependienta de la tienda de antigüedades, la librera, la taxista, las azafatas del casino... ni una sola mujer escapa de su magnetismo sexual. Si la última escena de la película fuera Bogart despertando en su cama y descubriendo que todo ha sido un sueño, nadie podría sorprenderse.

8 comentarios

  1. Solo he visto Horizonte Final, y estoy de acuerdo que las payasadas sobran en este tipo de película y que la atmosfera es lo mejor del film con diferencia. ¡Pero el final, por dios, el final! ¡Qué manera de cargarse lo que podría haber sido una buena película! No quiero hacer espoilers, pero parece que guardan todas las escenas ridículas para el final.

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    1. Le hacía falta muy poco para ser realmente buena, pero lo que la aleja de esa cota de calidad son precisamente son los rasgos más distintivos de Anderson, como luego descubriríamos.

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  2. El sueño eterno tiene unas cuantas frases demoledoras, como por ejemplo:
    - Es usted muy guapo
    - Sí, y cada día que pasa lo soy más
    Fantasmada donde las haya, pero que le dan peso al personaje de Marlowe.

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  3. "Tengo un problema con el género negro, cualquiera que sea su formato: suelen gustarme más la ambientación y los personajes que las historias en sí."

    ¡A MIS BRAZOS! Excepto "LA confidential", que es de mis películas favoritas, todas las demás, empezando por el "Halcón Maltés", me dejan totalmente indiferente.

    "El príncipe Valiente" es encantadora, pero puede que al amor que le profeso al tebeo nuble mi juicio.

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    1. L.A. Confidential es buena, ahí también estamos de acuerdo.

      Tengo la colección que editó Planeta de El príncipe Valiente a la vista en el salón. Es una obra maestra.

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  4. Buenos datos de referencia para consultar y checar estos nuevos titulos de peliculas

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  5. Yo a James Mason lo asocio siempre con Lolita, no sé porqué... ah, sí, Lolita.

    Mis hermanos hacían burla del Prince Valiant, era de esas películas en que ponían voces y cambiaban la historia con la tele sin sonido. En busca de la araña era la verdadera historia. ¡Faros halógenos! ¡Bailarina desconcertante! No preguntéis.

    Humphrey era el galán de los 40, mi mujer dice que no lo entiende, hay que ser una mujer en los años 40 para entenderlo. Que acabase casado con la Bacall, que no sólo era guapa, no sólo era joven, es que estaba para partir nueces con esas piernas, indica que Humph-rey era el Rey de los "Humph!, le daba yo..." Chiste malo, sí.

    Horizonte final era tétrica, algo decepcionante, pero desde luego era muy oscura. Sam Neil seguía sin conocer Montana.

    ¿Bronson? ¿En serio? Es como la caspa hecha cine.

    Sí, Cage es histriónico a tope. Sería divertido hacer una Meta-Heat con Cage, Pacino y De Niro jugando a quién podía sobreactuar más. Para más inri, creo que son doblados por el mismo los tres habitualmente.

    Saludos

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