8 de diciembre de 2011

Despilfarrando que es gerundio: Piraña, La Patrulla-X, El Corsario Negro y Skyrim

¿Sabéis lo que me gusta de crear categorías para el blog? No es irlas completando de entrada en entrada para luego presumir de un gran archivo, sino sencillamente ver la imagen que sirve de enlace a cada categoría. Por eso, hay siete categorías, y no tres, que sería lo lógico. ¿O es que alguien piensa que crear una categoría para hablar de música fue una buena idea? En un año he comentado cuatro discos y no tengo ninguna reseña en cola, ni siquiera he recibido sugerencias de mis lectores al respecto. ¿Quién sabe?, a lo mejor me sorprendo a mí mismo y para 2013 son ya seis discos los repasados en el blog; pero no apostaría por ello.

Con todo, la sección de compras es casi peor, porque dados mis hábitos de consumo, creí que acabaría siendo uno de los apartados más recurrentes y, a pesar de todo, lo tengo más abandonado que mi cuenta de Twitter. ¡Con lo bien que me viene para publicar entradas sobre cosas sobre las que no soy capaz de hilar más de tres o cuatro párrafos seguidos!

Pero este problema tiene solución: salir de compras. Y para evitar los remordimientos de haberme gastado más de lo debía, tiré solo de VISA. Si nunca consultas tu cuenta bancaria y además tu banco no te manda los extractos a casa, es como si te hubiera salido gratis. Solo que no. Pero fingiremos que sí.

Los comentarios sobre mi nuevo disco duro externo se quedan de puertas para adentro, porque el chiste sobre cuánta pornografía puede uno almacenar es muy malo incluso para mí.


No sé cómo lo veis vosotros, pero yo estoy convencido de que la carátula de Piraña 3D es un guiño al póster del Tiburón de Steven Spielberg. En realidad, ambas películas tienen mucho en común: hay un pueblecito a punto de hacer su agosto, grandes masas de agua y un bufé libre de bañistas para animales subacuáticos.

Ah, sí, y Richard Dreyfuss sale borracho. No nos olvidemos nunca de Richard Dreyfuss borracho, por favor.

Por lo demás, el filme de Alexandre Aja reemplaza el suspense del clásico de Spielberg por elementos más acordes con el moderno y rompedor año 2010. Básicamente, tetas y culos, porque ver a actrices porno de la talla de Gianna Michaels poniendo la carne en remojo y luego siendo horriblemente mutiladas por alegres pececillos no tiene precio. ¿Que la secuencia de las dos gachís buceando en pelota picada es gratuita? Pues claro. Y el resto de la película también, todo con excepción de la escena en la que una piraña eructa y regurgita un cacho de pene. Eso es arte, y el que diga lo contrario probablemente esté demasiado sobrio para opinar.

El hecho de que las pirañas sean prehistóricas y caníbales y que haya sido un terremoto lo que las haya liberado de su gruta mágica es lo de menos. Que haya tías en cueros y mucha sangre es lo importante. Y eso de que los personajes tengan un mínimo de personalidad está sobrevalorado. Además, sale Doc Brown. Esto es un punto a favor. Quizá el único.


Con este segundo volumen recopilatorio de La imposible Patrulla-X termina la etapa de Chris Claremont y John Byrne al frente de los mutantes y se desploma el estante de mi librería en el que colocaba los tomos más tochos de Marvel Gold. Viva las tapas duras que aguantan hasta las caídas de dos metros y son lo bastante considerados como para no golpearme en el descenso.

Este mamotreto de 650 páginas reúne algunos de los números más impactantes y esenciales de la historia de la Patrulla-X desde su creación allá por los años sesenta; a destacar: el fin de la saga de Fénix, con una Jean Grey bipolar amenazando la existencia misma del Universo; la presentación de Kitty Pride, que puede sacar latas de cerveza del frigorífico sin siquiera abrirlo, pero no bebérselas, porque es menor de edad; o el inolvidable Días del futuro pasado, en el que la Patrulla-X peina canas en un futuro postapocalíptico controlado por los Centinelas, y cuya mítica portada comparte este volumen.

Y por otro lado, están las viñetas atípicas y curiosas, como esas en las que Lobezno sale de fondo leyendo revistas porno. ¿Creían que no me fijaría o qué? Vivo para esos momentos.

Otro de los motivos por los que me gusta esta etapa es porque Lobezno cambia su horrible traje de spandex amarillo con hombreras por el más discreto de color marrón y naranja. Dudo que el amarillo chillón del traje original le diera un plus de camuflaje a nuestro superhéroe canadiense en mitad de la nieve cuando se enfrentó a la Masa en su primera aparición, pero desde luego no dice "Respetadme, he entrenado en Japón y domino todas las formas de artes marciales", sino "Miradme, trabajo en el circo". Vamos, que Hugh Jackman jamás vestiría spandex amarillo. Es una pena que, a la larga, Lobezno acabase volviendo a su look original, porque el disfraz que diseñó Byrne le daba mil vueltas. Incluso salía en aquel videojuego tan malo de NES.


Coincido con vosotros en que es una pena que la primera entrada del blog en la que hablo de Bud Spencer y Terence Hill no se la dedique exclusivamente a ellos; pero, mirándolo por el lado que me conviene, no os hacéis a la idea de la presión que me quito de encima. Hay textos que hay que cuidar más que otros, y un monográfico sobre estos maestros de tortazo puede recibir montones de visitas. Me siento más cómodo hablando de El corsario negro porque es la película más inusual de las diecisiete en las que trabajaron juntos. Y también la más decepcionante, aunque no por ello la peor.

Cuando hablamos de los Laurel y Hardy italianos, la mayoría piensa en cintas como Le llamaban Trinidad y Dos superpolicías; sin embargo, esta coproducción italoespañola supone un giro de tuerca sobre la fórmula que tan bien le funcionó a este dúo italiano en los spaghetti westerns. Aparte del brusco cambio de género (¿piratas?, ¿en serio?), lo peor es que Spencer y Hill pasaron ser de amigotes a rivales, y no rivales en plan "Ja, ja, nos hacemos la puñeta, pero en el fondo nos queremos como hermanos y os vamos a dar hasta en el carné de identidad", sino de "Estos dos no confraternizan ni pa' Dios". Por este motivo, la cosa no cuajó.

Aunque hay sopapos para aburrir, no tienen el ritmo ni el gracejo de los filmes más populares de la pareja, y también se echa en falta algo de ese humor suyo tan característico. Además, la pobre fotografía y las constantes imágenes de archivo (para mí que ni un solo actor puso un pie en un barco) hacen que la película parezca rodada en los años cincuenta en lugar de en los setenta. En su conjunto, todo es demasiado cutre y barato incluso para el cine italiano. ¡Y Terence Hill no come judías! Muy mal.


¿Qué queréis que os diga de este juego que no sepáis de primera mano, o no hayáis leído ya en alguna web donde hagan análisis más serios?, como por ejemplo... cualquier otra web, realmente.

En las últimas dos semanas, The Elder Scrolls V: Skyrim ha atentado vilmente contra mis ya escasas horas de sueño, y entre eso y el resfriado tan cojonudo que he pescado, ahora parezco el hijo bastardo de un zombi y una estrella del rock adicta a la cocaína. A pesar de lo difícil que es sacarme de la rutina, su absorbente y morrocotudo mundo de fantasía medieval, con sus pobladísimos escenarios y sus tropecientas mil misiones, me ha llevado a sustituir mi visionado nocturno de Dos hombres y medio por una o dos horas de ir de aquí para allá haciendo recados del tipo mata a aquel gigante, encuentra el tambor de Rjorn o saca a un competidor del mercado de la cerveza. Y creedme que si menciono una serie de Charlie Sheen en el mismo párrafo en el que he utilizado la palabra "cocaína", es por pura casualidad.

Quitando algunos bugs que impiden cerrar determinadas misiones, los continuos cuelgues y el famoso lag de la versión para PlayStation 3 que el parche de Bethesda no arregló del todo, el único defecto que le encuentro a Skyrim es que no hay pilinguis. Ni una sola. No puedes follar ni pagando. Y ya me diréis vosotros qué clase de mundo medieval no tiene burdeles. Además, aunque puedes casarte por la Iglesia, tampoco hay luna de miel. Ni se permite la bigamia. Si es que no me extraña que mi personaje sea un sádico hijo de puta revienta-cráneos, antropófago y adorador de dioses maléficos. ¡El pobre lleva más de medio año sin mojar!

Lo positivo es que el juego tiene que acabarse en algún momento. Si no, se lo dejaré a mis nietos.

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