
James Gunn es un cineasta al que esa rara avis que son los aficionados al cine de serie Z relacionarán inmediatamente con la productora neoyorquina Troma. Pero si creéis que Gunn sólo ha participado en pelis chungas trabajando para Troma, repasad el resto de su ficha en la IMDb y echaos a temblar. Tiene una filmografía que hace llorar a su madre y remueve a sus ancestros en sus tumbas. ¡Incluso escribió el guión de las dos películas de Scooby-Doo! Si Dante Alighieri viviera en nuestro tiempo, tendría que inventar un nuevo círculo del Infierno sólo para él; probablemente uno con diablos pequeños y retorcidos sometiendo hasta el fin de los tiempos a los pecadores a una reposición constante de producciones de Asylum, Michael Bay y Uwe Boll.
Aunque no he visto todo lo que Gunn ha escrito o dirigido, porque siento apego por mi salud mental, diría que hasta que el estreno de Guardianes de la Galaxia su trabajo más destacado era Super, la película en la que Ellen Page disfrazada de superheroína viola a Rainn Wilson. Imagino que por eso le escogió Disney para dirigir Guardianes de la Galaxia, que ha recaudado una cantidad desorbitada de dinero y se ha ganado un lugar en el podio del cine de superhéroes Marvel junto a Los Vengadores y Capitán América: El Soldado de Invierno.
Si tuviera que resumir mi opinión sobre la película en una sola frase, os diría que es rebelde y muy divertida, que la disfruté como un niño, y que tiene una banda sonora alucinante que he escuchado ya más veces de las que quiero reconocer, digamos que tres.
Ale, ya os he ahorrado un montón de tiempo. ¿Queréis seguir leyendo? ¿Seguro? Vosotros sabréis. No habrá muchos spoilers, lo prometo.