¡MENTIRA! Incluso ese chaval que solo ha jugado a las aventuras autoguiadas de Telltale Games podría rebatir esa afirmación estúpida y gratuita. The Book of Unwritten Tales, La fuga de Deponia y The Night of the Rabbit son solo algunos ejemplos de buenas aventuras gráficas posteriores a la matanza hongkonesa de pollos del 97. De hecho, las aventuras gráficas no empezaron a ser realmente populares hasta Indiana Jones y la última Cruzada, y eso ya es alejarme un año del título que dio comienzo a mi larga amistad con el género, El secreto de Monkey Island. Jugar a aventuras gráficas anteriores, como Mystery House o el primer King's Quest, requiere la paciencia de un asceta hindú.
Y esa paciencia es la que vamos a necesitar hoy, porque no vengo a hablaros de piratas y monos de tres cabezas, ni de una gran aventura gráfica contemporánea, sino de Labyrinth: The Computer Game.
Distribuida por Activision en 1986, Labyrinth fue la primera aventura gráfica de LucasArts (por aquel entonces aún LucasFilm Games) y también su primer videojuego basado en una propiedad previa: la película del mismo título y año Labyrinth, de Jim Henson (que en España se distribuyó como Dentro del Laberinto, no fuera a ser que el público creyese que el laberinto en cuestión solo se veía desde fuera y de lejos). Muchos consideramos esta película un clásico de culto. Es divertida y entrañable, y cualquier fan de la fantasía, las marionetas, Jennifer Connelly o David Bowie con peluca y pantalones de montar superajustados debería estar agradecido de que exista.
Pero aunque hoy Dentro del Laberinto es recordada con cariño, en el año de su estreno tuvo menos éxito que el propio videojuego que inspiró. ¿Cómo es eso posible? Mi teoría es que, en los años ochenta, teníamos peor gusto. Lo digo en serio, hombreras y leggings, ¿qué más puedo añadir?