Después de veinte años sin consumir, he recaído. Pensé que sería más fuerte que mi adicción, pero no tuve ninguna oportunidad. Me faltaron fuerzas para resistirme. Empecé consumiendo muy poco, pretendiendo revivir, aunque fuera solo por un instante, aquella sensación de excitación pasada y jurándome que no iría más lejos, que me detendría a tiempo. Pensé si consumía una pequeña dosis lo tendría todo controlado y que no volvería a engancharme. Aquello no tenía por qué significar nada.
Luego vino el desengaño. Aquello me gustaba. Quería más.
Y aquí estoy ahora, releyéndome las novelas de la
Dragonlance. ¡Peor aun! Me he comprado algunas que ni siquiera tenía. ¡Y también la trilogía de
El valle del viento helado!
*Sollozo melodramático*
Si nunca habéis leído libros con portadas como la que acompaña estas líneas, es probable que eso de la
Dragonlance os suene a chino. En realidad debería sonaros a inglés, pero si nunca habíais oído esa palabra, a vuestros efectos es lo mismo.
Nǐ míngbái ma?
La
Dragonlance es una serie de cerca de medio millón de novelas, publicadas mayormente entre mediados de los ochenta y finales de los noventa, ambientadas en un universo de fantasía heroica plagado de tópicos que, por si lo anterior fuera poco descorazonador, está basado en varios módulos del juego de rol de
Dungeons & Dragons creados por un señor con nombre de
playmate llamado Tracy Hickman. ¿Es necesario que añada algo más para ahuyentar a cualquier lector de fantasía con buen gusto?
La primera trilogía de la serie se recopiló bajo el nombre de
Crónicas de la Dragonlance y se compone de
El retorno de los dragones,
La tumba de Huma y
La Reina de la Oscuridad, cuyos títulos en inglés solo se parecerían menos a sus traducciones españolas si hubieran escogido palabras del diccionario al azar. En concreto, el primero de estos libros, que es el que comentaré hoy, lleva el título original de
Dragons of Autumn Twilight, que debería haberse traducido como
Dragones de crepúsculo otoñal.
Eso sí, el título que le dio la editorial española, aunque menos poético, es más directo y honesto. No había dragones y ahora los hay. Es más, esta podría ser la sinopsis del libro.
Tras el salto, portadas mucho más chulas que las historias que se ocultan tras ellas.