Todo el mundo está de acuerdo en que los ninjas son, ejem, "tope guays" y una gran fuente de inspiración. Pero a veces tenemos la vista tan puesta en estos asesinos sigilosos, si es que se dejan ver, que nos olvidamos de que los samuráis también molan. Miradlo de este modo: los samuráis son como los Jedi del Japón feudal. Además, ¿a quién llamas si tienes apetito? No a los gatos del arrabal, ni a los gatos fluorescentes resistentes al sida, no. Llamas a los Gatos
Samurái.
Por otro lado, los vagabundos, ya discutan con palomas o acusen al gobierno de haberles robado sus ideas, también tienen su lado romántico.
En conclusión, un samurái vagabundo es lo más. Y eso es precisamente lo que es el protagonista de
Rurouni Kenshin, el
manga más popular de
Nobuhiro Watsuki.
Si bien tengo montones de cómics americanos de superhéroes, tantos que amenazan con echarme de casa, los
mangas que he llegado a completar se pueden contar con los dedos de una mano:
Dragon Ball,
Captain Tsubasa,
Saint Seiya,
Dash Kappei,
Kurogane,
Mazinger Z,
Star Wars (la trilogía original),
Dr. Slump y, claro está,
Rurouni Kenshin. Es una mano bien surtida de dedos, eso sí.
A pesar de que a finales de 1999 la publicación original de
Kenshin ya había concluido, la editorial Glénat tardó cinco años, desde 1999 hasta 2003, en publicarla, por lo que completar la colección de 28 tomos se me hizo eterno. No obstante, aguantar hasta el final mereció la pena.
Rurouni Kenshin es un cómic tan bueno como dicen por ahí. Hasta tiene un travestí que pelea con guadaña.
Hoy, diez años después de que terminase la colección y habiéndomela leído nuevamente en su reedición de 22 tomos, la película de acción real de
Rurouni Kenshin está a punto de salir a la venta en España. Ha tardado ocho meses en salir, pero al menos ha habido una distribuidora con las narices de adquirir los correspondientes derechos, aunque haya sido más de medio año después de que todas las personas que tuvieran un mínimo interés en ella la hayan visto en Internet. Aun así, aplaudo la iniciativa de Media3 Estudio. Y si para la próxima película japonesa que traigan consiguen solucionar el problema de la extemporaneidad, les aplaudiré sin un ápice de sarcasmo.