
En este nuevo episodio de Juego de Tronos pasan cosas, muchas cosas, ¡montones de cosas!, y según me han dicho, unas cuantas ni siquiera salen en el libro. Mejor, ¿no?, así los fans todavía pueden sorprenderse o tienen algo de que quejarse. Yo lo prefiero de esta forma, porque eso significa que aún tendré mucho por descubrir cuando lea Choque de Reyes.
También debo decir que este es, con diferencia, el episodio que más me ha satisfecho de lo que va de segunda temporada. No voy a repasarlo de principio a fin, porque no me dan una medalla cada vez que llego a las 2.000 palabras; pero voy a hablaros de tres momentos que, habida cuenta de mis extraños criterios de selección, me han parecido tremendos. Por supuesto, esto no significa que el resto del episodio me la refanfinfle. Simplemente he pensado que sería una tontería volver a insistir en la genialidad del dúo Arya-Tywin, ahora edulcorado con más suspense y un asesinato instantáneo de risión, o dedicar el enésimo párrafo a los soplamocos que le calzan a Joffrey...
Por otro lado, ¿quién soy yo para saltarme la tradición?