"Pasado el sábado, cuando ya apuntaba el primer día de la semana, pues en aquellos tiempos las semanas empezaban en domingo y la gente odiaba los domingos en lugar de los lunes, María Sobaopasiego (más tarde conocida como María Magdalena) y la otra María (que prefería que no la llamasen así) fueron a ver el sepulcro donde habían enterrado a Jesús. Ambas mujeres estaban pasando una fase un tanto morbosa de sus vidas y se entretenían de aquella manera.
De pronto, se produjo un terremoto de 6,4 en la escala de Richter, pues un ángel del Señor había bajado del Cielo a fumarse un piti y había caído de culo. El ángel se acercó al sepulcro, removió la piedra de de dos toneladas que cerraba la entrada como quien aparta una cortinilla de cuentas, y se sentó sobre ella a fumar tranquilamente ante la mirada atónita de las dos mujeres. Resplandecía como un foco en un concierto de Vangelis y sus vestiduras eran blancas como la nieve, pues las había lavado a conciencia con Wipp Express.
Los soldados que guardaban el sepulcro, que hasta ese momento estaban convencidos de que tenían el trabajo más fácil del mundo y pensaban que esta noche a lo mejor incluso ligaban, se cagaron de miedo y les dio un patatús. Por desgracia para ellos, aún no existían las pastillas para los infartos de miocardio. Entonces el ángel dijo a las mujeres:
-Calma y tranquilidad. Ya sé que andáis buscando a Chus, que con su crucifixión inició una línea de
merchandising cristiano. No está aquí, pero podéis dejarle un mensaje después de la señal. Piiiiii... Nah, es broma. Ha resucitado, ¿o es que pensabais que estaba marcándose un farol cuando dijo que volvería como Arnold Schwarzenegger en
Terminator? Si no me creéis, mirad ahí dentro. ¡Eh!, dejad esa sábana guarrindonga donde está, que si la manoseáis, estropearéis la prueba del carbono catorce. ¿Convencidas? Pues largaos y contadle a sus discípulos que ha resucitado y que va a Galilea. Ale, fus, fus" (Mateo 28.1-4, versión revisada).