A algunos, los que menos, el nombre
Los Vengadores les retrotraerá a la serie británica de los años 60 en la que los agentes John Steed y Emma Peel salvaban el mundo cada semana de amenazas tan variopintas como karatekas, cyborgs y criminales de guerra nazis descongelados. Otros, seguramente mucho más jóvenes que los primeros, recordarán la penosa adaptación cinematográfica de esa serie televisiva que protagonizaron Ralph Fiennes y Uma Thurman en aquella fase de sus carreras en el que no debían ni leerse el guión antes de aceptar un papel. Y la mayoría pensará inmediatamente en el colorido grupo de superhéroes cuyas historias lleva publicando Marvel desde septiembre de 1963 y que Stan Lee y Jack Kirby crearon como respuesta a la Liga de la Justicia de DC.
A lo largo de estos casi cincuenta años, la alineación de los Vengadores ha cambiado más que Lady Gaga de vestuario, una de las razones por las que colección ha conseguido mantenerse fresca durante todo ese tiempo; pero, con independencia de quiénes fueran sus miembros, el grupo siempre ha luchado contra enemigos frente a los que un solo héroe no podía resistir. (O al menos eso dice su publicista, porque, como ya comentaba en el
artículo anterior, prácticamente todos los héroes importantes de Marvel se han enfrentado en solitario a las mismas amenazas que los Vengadores. "Los Abusones" sería un nombre más apropiado.)
Personalmente, nunca he tenido mucho interés por los cómics de
Los Vengadores porque, al manejar tantos héroes al mismo tiempo, los autores lo tienen más complicado para darles la profundidad que requiere un personaje bien definido, y sus aventuras suelen circunscribirse a combatir al villano de la semana. Incluso momentos importantes como la expulsión de Henry Pym del grupo por maltratar a su mujer y ser un capullo integral se resuelven en pocas páginas y tienen un desarrollo bastante pobre.
Sin embargo, me alegro de haberme comprado algunos de los números de
Los Vengadores que se publicaron originalmente en la década de los 80, porque me han ayudado a recordar algunos de los momentos clásicos que leí en mi infancia. Eso y que la viñeta que veréis a continuación casi me mata de la risa.