No tratéis de ajustar vuestras pantallas. Esto no es ninguna broma. Si lo fuera, no habría dedicado casi tres minutos a confeccionar la carátula de esta entrada.
Desde hace ya algunos años, cada vez que repaso un episodio de Marmalade Boy, me arrepiento de no haber escogido Sailor Moon como serie de referencia anual. Es cierto que ambas obras son igual de bobas y cursis, y que su visionado recurrente podría desembocar en un clímax de locura y subsidios por discapacidad; pero al menos Sailor Moon tiene dos elementos que me gustan genuinamente: las peleas y los monstruos. Además, a estas alturas, me conformo con cualquier serie que no se pase mil trescientos cuarenta y siete episodios dándole vueltas, revueltas y contrarrevueltas a quién debería salir con quién, para luego acabar devolviendo a los personajes otra vez al punto de partida y repetir la misma fórmula hasta la náusea. Y eso por no mencionar las constantes comidas de tarro de Miki, el noviazgo amoral entre Meiko y el profesor Namura, o el camino emprendido por Ginta para convertirse en el mayor depredador sexual con trastorno psicótico desde John Wayne Gacy.
Dicho esto, quizá os preguntéis por qué no escribo entonces sobre las dos series. ¿Acaso son incompatibles? No, no lo son. Pero tampoco serían incompatibles dos patadas en mis partes nobles y eso no quiere decir que, recibida la primera, la segunda fuera a dolerme menos.
Esto me lleva a la conclusión inevitable de que soy masoquista, porque pienso escribir sobre ambas series de forma periódica. O al menos hasta que cambie de opinión. Los lectores habituales ya sabéis que me importa un pimiento dejar inacabadas entradas que supuestamente iban a tener más partes. La única moneda en la que cobro por escribir son dolores de espalda, así que perdonad que no sea más exigente conmigo mismo.
El día que he escogido para publicar las entradas de Sailor Moon de aquí en adelante es el 20 de julio. ¿Por qué? Porque es el aniversario de la llegada del hombre a la Luna (o del estreno de la mejor película espacial de Stanley Kubrick, según lo merluzos que seáis). No obstante, si vuestra acogida es buena y la entrada recibe tantos comentarios como para que me dé por saco contestarlos todos, podría plantearme repasar más de un episodio de Sailor Moon al año. De Marmalade Boy no. Nunca. Antes se congelará el infierno y las ranas criarán pelo.