4 de julio de 2023

Dragonlance, la Quinta Era: reseñas y orden de lectura recomendado

Esta recopilación de reseñas de la Dragonlance es una continuación de la que dediqué a la etapa clásica de la saga. También es la historia de un gran desengaño, de cómo la ingenuidad y el optimismo se convirtieron en decepción y frustración. Si no fuera yo el protagonista, hasta me haría gracia.

Aparte de ser el título de un juego de rol y de una trilogía de novelas, la Quinta Era es el nombre por el que se conoce a la segunda etapa de la saga de la Dragonlance, precedida por la meritada etapa clásica y sucedida por la Era de los Mortales.

La Quinta Era fue una fase breve y experimental, y el número de novelas que forman parte de esta etapa es reducido en comparación con las otras dos, apenas veintitrés. Ni siquiera puedes construirte un fuerte con ellas. Bueno, tal vez un fuerte chiquitito. En esta entrada, encontraréis mis reseñas de la trilogía de la Quinta Era, que es la vía de entrada a esta etapa, y también las de su trilogía secuela, de carácter más secundario, pero que supone la continuación de la historia de algunos de los personajes presentados en esa primera trilogía.

La conclusión a la que he llegado, y en la que volveré a insistir al final de esta entrada para que luego no se diga que no os lo advertía, es que no hay ninguna necesidad de pasar por esta etapa para leerse la siguiente. Todo lo que se necesita saber es que han pasado cuarenta años desde la Guerra de Caos y Ansalon está sometido a la tiranía de unos dragones malísimos a los que se conoce como señores supremos (aunque varios son señoras, incluida su cabecilla). Y ya está. Os acabó de ahorrar la lectura de dos mil y pico páginas a cambio de vuestra atención.

Pero, claro, nadie lee libros de fantasía por necesidad, sino por gusto. Y aquí es donde entran mis reseñas, para evitaros un mal innecesario.

Aun así, como decía, esta historia comienza con una chispa de esperanza.

La Quinta Era

I. El amanecer de una nueva era

Título original: The Dawning of a New Age.

Autora: Jean Rabe.

Año de publicación: 1996.

Reseña: Antes de hablar de esta novela, creo que es conveniente echar la vista atrás para entender qué estaba ocurriendo por aquel entonces en TSR, la empresa titular de los derechos de Dungeons & Dragons sus escenarios de campaña, entre ellos el de Dragonlance.

A principios de década de los noventa, TSR era una empresa en la cúspide de su popularidad. Dungeons & Dragons había nacido en un sótano humilde de Wisconsin, pero, gracias a la creatividad y al trabajo en equipo, se había convertido en la piedra angular de un vasto imperio que abarcaba mucho más que juegos de rol.

Sin embargo, sus mandamases, con Lorraine Williams a la cabeza, se volvieron demasiado ambiciosos y empezaron a tomar una serie de decisiones estratégicas y financieras que podrían calificarse de estúpidas. Estas decisiones acabarían llevando a la empresa a la ruina e, irremediablemente, a su compra por parte de Wizards of the Coast. ¿Cómo de malas eran las iniciativas que promovieron? Basta con decir que esta fue la época en la que se fraguó el aborto cinematográfico conocido por la marca estandarte de la compañía: Dragones y mazmorras, una película tan atroz que sus ecos probablemente perjudicaron a la más reciente y, por otro lado, excelente Honor entre ladrones.

El departamento editorial de TSR también tenía algunos frentes abiertos. Entre mediados de los ochenta y mediados de los noventa, se las había apañado para cabrear y tener pleitos con todos los autores populares con los que trabajaba, desde Margaret Weis y Tracy Hickman a R. A Salvatore. Al parecer, estar a buenas con los principales responsables de tu éxito era mucho pedir.

Cuando TSR vio que las ventas de sus productos no solo no respondían a sus ávidas expectativas, sino que caían en picado, lejos de hacer un paréntesis para comprobar qué estaba fallando, engancharon más vagones al tren y atiborraron de carbón el fogón de la vieja locomotora, es decir, empezaron a sacar nuevos productos a cholón, incluidas nuevas novelas.

Y ese es el contexto en el que vio la luz El amanecer de una nueva era, de Jean Rabe. La primera edición se publicó en septiembre de 1996, en paralelo al lanzamiento del juego de rol Dragonlance: Fifth Age, que utilizaba un nuevo sistema de juego conocido como SAGA, basado en cartas en lugar de dados.

Por si no sabéis leer entre líneas, lo anterior significa que, cuando Jean Rabe tomó el relevo de Weis y Hickman para llevar la Dragonlance a donde ningún otro autor la había llevado jamás, no solo acusó la responsabilidad de escribir una novela coherente con el universo preexistente y que satisficiese las expectativas de unos lectores que habían manifestado ya cierta fatiga con la saga, sino que tenía que lidiar con el marronazo de presentar al público el último entorno que los diseñadores de TSR estaban creando para el juego de rol, que tenía numerosas novedades sobre la ambientación, la magia, las razas, etc.

Con El ocaso de los dragones, publicada en noviembre de 1995, Weis y Hickman habían allanado el camino para que otros autores pudieran desarrollar historias nuevas en el mundo de Krynn, sin necesidad de reciclar una y otra vez las mismas ideas y los mismos personajes. Pero ese margen de libertad chocaba de frente con unas cortapisas editoriales cuidadosamente explicitadas. No era el terreno ideal para dar rienda suelta a la creatividad.

A pesar de todos esos escollos, creo que El amanecer de una nueva era consiguió sobreponerse a la situación y salir airosa del trance. Su argumento desprende la misma pasión por la fantasía épica que las trilogías firmadas por Weis y Hickman, y el conflicto planteado se siente a la vez familiar y fresco.

Además, la novela está cargada de acción, introduce personajes con potencial para ser queridos por los lectores, y recupera la importancia de las dos palabras que dieron título a esta saga: hay dragones y, al menos, una lanza.

Solo se me ocurre un problema digno de mención (o dos, si contamos la obsesión de la autora por los cambios de ropa), y es que los protagonistas tardan un tercio del libro en aparecer, y la trama no arranca realmente hasta ese momento. En la edición ómnibus de la trilogía, Dhamon Fierolobo y la kender Ampolla no aparecen hasta la página noventa y pico de unas trescientas; y, hasta ese momento, no hay protagonistas.

Las cien páginas anteriores no están ocupadas por dedicatorias y agradecimientos, sino que son una larga introducción al escenario en que se desenvolverá la acción tras el reseteo de El ocaso de los dragones.De este modo, con algún brinco temporal que otro, se nos explica que, en el transcurso de treinta años, los "dragones señores supremos", liderados por una terrible Dragona Roja llamada Malys, han liquidado a la mayoría de sus congéneres y se han hecho con el control de vastos territorios a lo largo y ancho de Ansalon, transformando este continente en el último lugar en el que una persona querría vivir (salvo que aspire a convertirse a la larga en piscolabis para lagartos). Así comienza… ¡la Era de los Mortales! ¿O era la Era de los Dragones? Es una pregunta trampa, porque las dos son mismo.

En la práctica, es como si alguien hubiese volcado en los primeros capítulos del libro toda la información que necesita el Dungeon Master para crear una partida. 

Aunque esa no sea la forma ideal de estructurar una novela, y una parte de mí sabe que se podría haber hecho mejor, facilitando la información de forma progresiva, con sutileza, puedo llegar a entender que Rabe decidiese quitarse el trasfondo de encima al principio, para, a partir de ahí, poder centrarse ya en la historia que quería contar y en el desarrollo de los personajes. Además, ese trasfondo es interesante y está bien contado.

Dicho todo esto, no me extraña que la trilogía de la Quinta Era dividiera a los seguidores de la saga, porque hay mucha gente que solo quiere que le den más de lo mismo, y esta novela introdujo cambios morrocotudas. Sin embargo, para quien tenga la mente abierta y sea capaz de valorar una obra de ficción sin que le cieguen sus propias expectativas, El amanecer de una nueva era es una digna sucesora de la trilogía de las Crónicas. Alguno podría deciros que es incluso mejor, sino fuera por todo lo que vino detrás de ella.

Valoración: ★★★

II. El dragón azul

Título original: The Day of the Tempest.

Autora: Jean Rabe.

Año de publicación: 1997.

Reseña: En teoría, este volumen de la Quinta Era debería haber sido mejor que el anterior, porque reduce la carga expositiva prácticamente a cero y se centra en el desarrollo del conflicto presentado en la primera parte de la trilogía.

Pero esa es la teoría.

En la práctica, hay aspectos importantes en los que esta novela renquea y que, cuanto más avanzas, más difícil es pasar por alto.

Dejando al margen aquellos momentos concretos que pueden resultar más o menos irritantes según el grado de condescendencia de cada uno (admito que yo me pongo un poco nervioso cuando a los protagonistas se la dan con queso por no hacerse la clase preguntas que cualquier persona con dos dedos de frente se haría), el primer problema serio es que los personajes no escapan de sus arquetipos. En el mejor de los casos están estancados en unas dinámicas imperturbables, y en el peor, tienen menos presencia que una miniatura sin pintar. No se produce ningún cambio con valor narrativo en ellos ni en sus relaciones respecto de la novela anterior, son sumamente predecibles, y el único factor que altera esa situación se introduce al final del libro para que te sientas obligado a leer el tomo siguiente.

El segundo problema es que apenas hay inflexiones de tono en la narración, lo cual genera una monotonía casi narcótica. Las escenas de acción se suceden sin descanso para que no te dé tiempo a aburrirte, pero el libro suena como una melodía de un solo acorde; si fuera un paisaje, sería una llanura. Se echa en falta una nota de humor, algún atisbo de suspense y, por encima de todo, gravitas dramático. La imagen del perro triste que sobrevive a su dueño en El retorno de los dragones es mil veces más conmovedora que la muerte más trágica de esta novela.

Lo anterior se ve además agravado por la ausencia de un tema central. Ocurren cosas, pero la novela no trata sobre nada; se mueve hacia delante de cualquier manera; es una cadena de acontecimientos sin ningún enfoque concreto, la aventura por la aventura.

―¿Qué tienes ahora en mente, Jean?

―Creo que puedo resumir la novela con una sola palabra: nada.

―¿Nada?

―¡Nada!

―¿Qué significa eso?

―La novela no trata de nada.

Hasta las reflexiones morales con tufillo a incensario de las novelas de Margaret Weis y Tracy Hickman demuestran cierta inquietud autoral.

El volumen I de la Quinta Era partía de una situación complicada y, por ese motivo, se le pueden disculpar ciertas carencias. Pero a este entreacto ya no le valen las mismas excusas. Parece la novelización de una partida de rol en la que a los jugadores les diera alergia la interpretación y prefirieran resolver todo a golpes. Salvo como pasatiempo, no está bien.

Valoración: ★★

* * *

Como curiosidad, y aunque podría tratarse de una mera coincidencia, es imposible no reparar en las similitudes entre el argumento de esta novela y el de una serie casi veinte años posterior, pero también estrechamente ligada al universo de Dungeons & Dragons.

Cinco dragones supremos ―cada uno de un color y liderados por el Rojo― se están apoderando del mundo. Para enfrentarse a ellos, un grupo de héroes se embarca en la búsqueda de unos artefactos mágicos de gran poder, pertenecientes a una era anterior.

¿Os suena de algo?

Si sois aficionados al programa Critical Role o habéis visto la serie de animación La leyenda de Vox Machina, quizá ahora estéis pensando en el Cónclave Cromático y los Vestigios de la Divergencia.

Las coincidencias son insustanciales más allá de ese marco general, pero apostaría a que Matthew Mercer (actor de doblaje y director de juego de Critical Role) se inspiró en esta trilogía para desarrollar el arco del Cónclave Cromático de la primera campaña de Vox Machina. El propio Mercer ha declarado que de chaval era un fanático de la Dragonlance, así que, como poco, la información estaba en su subconsciente.

Alguien debería preguntárselo.

III. Conjuro de dragones

Título original: The Eve of the Maelstrom.

Autora: Jean Rabe.

Año de publicación: 1998.

Reseña: Cuando busqué información sobre las diferentes etapas de la Dragonlance y las novelas principales de la saga, me extrañó que varias fuentes llegaran a la conclusión de que solo hacía falta leerse el primer volumen de la Quinta Era para entender las novelas siguientes.

Para mí eso tenía menos sentido que replicar a una amenaza como "Te capturaré con vida" con un "No si puedo evitarlo" (diálogo real de esta novela que no pretende ser chistoso). Uno no empieza a leerse las Leyendas de la Dragonlance sin haberse acabado antes las Crónicas, y las Leyendas son indispensables para luego abordar La segunda generación y El ocaso de los dragones. Si te saltas esas trilogías y libros, o los lees de manera desordenada, lo más probable es que acabes imitando el meme de John Travolta en Pulp Fiction.

Pero ahora entiendo aquella observación: la trilogía de la Quinta Era no solo no va de nada, sino que apenas cuenta nada. Pero ¿cómo narices iba yo a imaginarme que, después del largo preámbulo del primer libro, las siguientes SETECIENTAS páginas iban a ser un páramo de lo insignificante?

La Quinta Era es un pastiche estirado de la primera parte de las Crónicas. Ni siquiera puede compararse con la trilogía original al completo, porque su alcance y ambición no le llegan ni a la suela de los zapatos a la obra de Margaret Weis y Tracy Hickman. Las Crónicas cuentan una historia de alta fantasía que crece en escala con cada libro, valiéndose de elipsis temporales para sugerir algo mayor, y cuyas múltiples tramas convergen en un clímax grandioso que cambia el curso del mundo. En contraste, la Quinta Era es un relato lineal, plano, que concluye sin que se resuelva el conflicto planteado ni se altere apenas el statu quo. Podría ser una nota a pie de página en la historia de la Dragonlance.

Aunque, dentro de la trilogía, Conjuro de dragones no es la peor ni la mejor parte, sí es la culminación de un desastre progresivo. Aquí los defectos de los volúmenes anteriores afloran sin disimulo y la artificiosidad de la narrativa queda al descubierto. La mayoría de escenas son intercambiables o directamente prescindibles; los personajes se teletransportan de acá para allá a conveniencia de la trama, como si el tiempo y el espacio fueran irrelevantes; y las acciones no tienen consecuencias o, si las tienen, son pasajeras (al final muere un personaje, pero no me sorprendería si lo resucitasen más adelante; no sería la primera vez).

Además, la novela se nota apresurada. Aparte de dejar cabos sueltos y subtramas inconclusas, hay incongruencias tan flagrantes que resulta inconcebible que en su día se pasaran por alto. No voy a enumerarlas todas, porque quiero acostarme antes de la semana que viene; pero mi favorita, por peregrina, es cuando Dhamon Fierolobo ―un guerrero que tiene la palabra "honorable" escrita en negrita en su hoja de personaje― remata brutalmente a un enemigo al que ya había derrotado, se dice a sí mismo "Al infierno el honor" y, acto seguido, en la misma página, acusa a otros dos enemigos de luchar sin honor. ¿Y sabéis que es lo más gracioso? ¡Que este es el personaje más complejo de la trilogía y el favorito de su autora! Por gracioso quiero decir lamentable.

Eso sí, el libro es poco exigente y nunca baja el ritmo, por lo que sigue siendo la clase de lectura fácil que uno espera de la saga. Pero no le pidáis mucho más. Es una sucesión de escenas de acción sin trasfondo y unidas por un hilo finísimo a punto de romperse.

En una entrevista de finales de los noventa, Jean Rabe describió el proceso de escritura de la Quinta Era de la siguiente manera:

"Me reunía regularmente con el grupo del juego de rol de la Dragonlance […] y pude participar bastante".

Atad cabos.

Valoración: ★

La saga de Dhamon

I. El héroe caído

Título original: Downfall.

Autora: Jean Rabe.

Año de publicación: 2000.

Reseña: ¿Recordáis aquellos RPG de la era de los 8 a los 32 bits en los que te pasabas una montonera de horas en el mapa general liquidando monstruos hasta ahorrar suficiente dinero para comprarte las mejores armas y armaduras en la tienda del pueblo al que acababas de llegar? ¿Recordáis el tedio? ¿Recordáis la desgana? Yo los recordaba cada día mientras leía El héroe caído.

En esta novela, nos reencontramos con Dhamon Fierolobo después de que se incorpore a una banda de maleantes con la intención de reunir una fortuna lo más rápido posible, sin reparar en los medios, para adquirir con ella una espada larga azote de dragones +2 con hechizo de localizar objetos incorporado. Esa es la meta del protagonista en esta historia. De eso va la trama. Bienvenidos a la alta fantasía de bajo presupuesto.

Al igual que las novelas de la Quinta Era, la primera parte de la llamada "saga de Dhamon" también está compuesta por una sucesión de escenas razonablemente bien escritas y aisladamente entretenidas, pero que, en conjunto, no dicen nada ni llevan a ninguna parte.

Al hablar de la Dragonlance es frecuente recurrir al símil de los juegos de rol; yo mismo lo he hecho varias veces. Pero es que esta novela, más que ninguna otra, parece una partida de rol. Y no me refiero a una buena partida de rol como la que Weis y Hickman trasladaron a El retorno de los dragones, sino a una planteada exclusivamente a golpe de encuentros, sin personajes vivos ni una trama original o siquiera elaborada. A los Héroes de la Lanza les fue más fácil encontrar el Mazo de Kharas y el Orbe de los Dragones que a mí las ganas de leer otro capítulo de este libro.

Aunque ya venía escarmentado de la Quinta Era, no puedo dejar de lamentar que Jean Rabe desaproveche la oportunidad de hacer algo interesante con el personaje de Dhamon, que no solo da nombre a esta trilogía, sino que, según ella misma afirma, es su personaje favorito. Por los títulos de los dos volúmenes siguientes, intuyo que este ex paladín de Goldmoon metido a forajido cambiará de algún modo a medida que la historia avance (de héroe caído a héroe redimido); pero, honestamente, dudo de la capacidad de la autora para reflejar esa clase de transformación. En esta novela, Rabe debería haber explicado por qué el final de la trilogía de la Quinta Era (o, mejor dicho, la ausencia de final) llevó al personaje al estado deplorable, de absoluta insensibilidad y falta de empatía, con el que se nos presenta en esta historia. Pero no. El nuevo Dhamon es así desde el principio y, a pesar de cierto flashback, nunca llega a explicarse ni a ahondarse en el profundo cambio de personalidad que experimenta entre la trilogía de la Quinta Era y su propia saga. Y, lo que es igual de malo, Dhamon tampoco cambia en el transcurso de esta historia; se comporta como un capullo del primer al último capítulo. Es más, ningún personaje cambia: ni él, ni su amigo el mago Maldred, ni su amante semielfa Riki ni el kobold Trajín. Y si a eso le sumamos que todos ellos oscilan entre lo antipático y lo irritante, el panorama pinta feo.

Por lo demás, esta es una de esas novelas que acaban sin más, que se cortan en un punto aleatorio de la historia, quizá cuando la autora o la editorial consideraron que el cupo de páginas estaba cubierto. Y para mí esas sagas de fantasía que son más bien un libro gordo dividido en varias partes, las que, al margen de desarrollar arcos argumentales más largos y complejos, no poseen una estructura propia satisfactoria en cada libro, demuestran cierta ineptitud o mucha pereza por parte de su autor.

Pero ¿qué puede uno esperarse de una obra que se refiere al agua como "el líquido elemento"? Ni que estuviéramos en el Siglo de Oro.

Valoración: ★★

II. Traición

Título original: Betrayal.

Autora: Jean Rabe.

Año de publicación: 2001.

Reseña: Lo mejor de terminarse esta novela es saber que ya solo te queda un volumen para dar carpetazo a la trilogía de Dhamon y a todos los libros de Jean Rabe que supuestamente uno debería leerse si quiere recibir el carné de fan de la Dragonlance. Desde luego ese es el caso si tu plan es centrarte en las novelas troncales de la saga. En cambio, si quieres conocer el desenlace de la historia de Dhamon, además tienes que leerte The Lake of Death, que es el sexto volumen de la serie Age of Mortals, que creo que ni siquiera está traducida al español. Y si pretendes abordar absolutamente todo lo que se ha escrito de la saga, y no dejarte ni una sola novela, antología o recetario de la Dragonlance por leer, entonces deberías plantearte llamar al teléfono de la esperanza.

En contraposición, lo peor de terminarse esta novela es que aún queda otro volumen para llegar al final y, a estas alturas, si no tienes claro que es improbable que la cosa mejore, por lo menos eres consciente de que es imposible que la última entrega te compense el haberte tragado las cinco anteriores.

Empezaré por algo que me trae de cabeza, que es que lo ocurrido en la novela anterior importa un pimiento. Como decía en la reseña anterior, la trama del primer volumen trata de que Dhamon quiere reunir tesoros a toda costa, para poder comprarse una espada mágica capaz de localizar cualquier cosa en la que piense. Al final del libro, spoiler, consigue la espada. ¿Y para qué la quería? Para encontrar una forma de librarse de la escama de dragón que tiene incrustada en el muslamen desde la trilogía de la Quinta Era y que, esporádicamente, le provoca unos dolores de espanto (la historia de la escama no es muy larga, pero no me apetece contarla).

En esta situación, ¿adivináis qué es lo que ocurre al principio de este libro? Que le birlan la espada. ¡Oh, no! ¿Significa eso que volvemos a la casilla de salida? No, porque ahora Dhamon y sus amigos tienen un mapa mágico que les sirve exactamente para lo mismo, pero con más precisión. Y digo "tienen" porque el mapa lo consiguen al principio de la historia.

¿Qué necesidad había de cambiar un objeto mágico con GPS incorporado por otro? Ninguna. ¿Por qué la autora se tira piedras contra su propio tejado? No tengo ni puñetera idea. Solo sé que, si uno toma las partes con chicha de ambas novelas y las junta con un poco de pegamento y mocos, a lo mejor obtiene media novela que realmente cuente algo.

Además, como viene siendo habitual, la trama principal se resuelve básicamente en dos capítulos. El del libro consiste en escenas aleatorias precariamente interconectadas y que podrían eliminarse sin menoscabar la historia e incluso intercambiarse entre sí o con las de la novela anterior. De hecho, creo que fue hacia la mitad de este volumen cuando empecé a llamarlas "escenas comodín". ¿Quieres una escena con arañas gigantes para intensificar la acción? Aquí tienes. ¿Y qué tal una con espectros para introducir un elemento de tensión sobrenatural? No me la pidas dos veces.

Quiero aclarar que no considero que esa forma de construir la novela sea mala en sí misma. Por ejemplo, las películas de monstruos de Ray Harryhausen, de las que he sido aficionado toda mi vida, solían escribirse en torno a una premisa básica y un puñado de escenas de acción deslavazadas. El problema es que, para que esa fórmula funcione, no solo necesitas saber conectar los puntos, sino también que cada escena sirva a un propósito dentro del conjunto y tenga consecuencias. Y eso no ocurre aquí.

En cuanto al desarrollo del protagonista, después de haberse comportado como un miserable y un degenerado durante las seiscientas páginas que suman los dos primeros volúmenes de la trilogía, en el desenlace de esta novela empieza a volverse bueno. Hay causa posible, pero te la tienes que imaginar tú, porque Rabe no ofrece explicación alguna. La autora rara vez se mete en la cabeza de los personajes (¿para qué?, eso se parecería demasiado a una novela de verdad) y este caso no es la excepción. La reflexión sobre el cambio de carácter del personaje es inexistente; simplemente sucede, que son las dos palabras que mejor describen esta trilogía.

Con todo, la novela es más disfrutable que la anterior. O al menos lo fue para mí desde el momento en que decidí imaginarme a Dhamon con el mismo aspecto que tiene Dolph Lundgren en la película The Punisher. Eso la mejoró un 10 %. Os recomendaría hacer lo mismo si no fuera porque confío en que estas reseñas os disuadan de acercaros a menos de 10.726 kilómetros de esta parte de la saga.

Valoración: ★★

III. Redención

Título original: Redemption.

Autora: Jean Rabe.

Año de publicación: 2002.

Reseña: Aunque a veces se me olvida, procuro que mis reseñas no destripen detalles de la trama que no se puedan encontrar en la típica sinopsis. Ya habréis observado que me salté esa regla cuando conté el final del primer volumen de esta trilogía en la reseña del segundo, pero no me parece que sea un desliz grave, porque, si la autora no le dio importancia, ¿por qué se la iba a dar yo?

Sin embargo, ahora se me presenta un dilema, porque siento una necesidad imperiosa de desahogarme sobre un aspecto en particular de este libro, conectado además a los cuatro libros anteriores, y que sin duda es un spoiler de los gordos.

Pero como estas novelas son, en sus mejores momentos, mediocres, y en los peores, una castaña, voy a intentar no sentirme culpable.

Dhamon Fierolobo es el ojito derecho de Jean Rabe. La autora adora al personaje y, en las entrevistas que he tenido ocasión de leer, no se molesta en ocultar la extraña fascinación que le suscita. El resto de los personajes que ella misma presentó en la trilogía de la Quinta Era parecen traerle sin cuidado, porque todos caen antes o después por el camino; pero a Dhamon lo idolatra. De hecho, sumando ambas trilogías, se necesitaría un procesador cuántico para calcular el número de veces que Rabe se refiere a su "delgado cuerpo atlético que relucía con un brillo de sudor" o le hace trizas la ropa con cualquier excusa para que se quede semidesnudo. ¡Incluso hay un capítulo en el que el propio personaje reflexiona sobre la recurrencia de estos accidentes textiles! Este párrafo, con el que me reí bastante, es una buena muestra de lo que hablo:

"La lluvia había pegado los largos cabellos negros de Dhamon a ambos lados del rostro y hacía relucir su piel tostada. El humano resultaba atractivo y formidable, con profundos ojos negros llenos de misterio, una mandíbula firme, y un cuerpo delgado pero musculoso envuelto en ropas destrozadas por el ácido".

Hasta ahí, aunque me parezca que estoy releyendo Cincuenta sombras de Grey, lo puedo entender. Hay montones de novelas en las que los autores babean sobre sus propios personajes, y a nadie que no vista sotana o sea un reprimido debería molestarle que haya un poco de sensualidad y erotismo de vez en cuando, siempre que los personajes sean algo más que meros objetos sexuales. Y en cuanto a la tensión erótica no resuelta entre Dhamon y su amigo Maldred o el draconiano Ragh, no voy a pronunciarme, porque no puedo pasarme todo el día psicoanalizando a la autora.

Ahora bien, cada lector tiene sus límites, y, gracias a esta novela, he descubierto que uno de los míos está en los fanfics escritos por degenerados a los que les ponen cachondos los dragones (asumo que no se llamarán furries, porque los dragones no tienen pelaje; pero no me atrevo a hacer la búsqueda pertinente en Google para salir de mi bendita ignorancia).

Y, sirvan estas líneas de advertencia, aquí llega la parte en la que haré el spoiler definitivo. Por lo tanto, si tenéis intención de leeros estas dos trilogías sin saber lo que ocurre con Dhamon, saltaos los cuatro párrafos siguientes.

¿Seguís ahí? Que conste que este párrafo también cuenta.

Ahí va: en el clímax de este volumen, Dhamon se convierte en un dragón. Y no en un dragón cualquiera. Noooo, eso sería poca cosa para el chico favorito de Rabe. Dhamon se convierte en un dragón "hermoso". Lo sé por qué la autora lo repite novecientas noventa y ocho veces en tres páginas. "Hermoso", "elegante" e "increíble". Rabe aun diría más:

"Era como si un gran artista hubiera esculpido la criatura, hurtando los mejores rasgos de varios dragones de Krynn para crear una composición única".

A lo mejor es cosa mía, pero, viniendo de donde venimos, me da la impresión de que incluso esa parte de la novela está escrita con la sangre reubicada mayormente en la zona genital. Y no me entusiasma. 

Al margen de esos chascarrillos, Redención es la mejor novela de esta trilogía. Como habréis leído mis reseñas anteriores, podríais pensar que eso significa que no me ha provocado una sensación de profundo arrepentimiento por el tiempo perdido ni me ha jorobado más que un orzuelo. Sin embargo, considero que la novela es aceptable y ligeramente menos irritante que las anteriores.

Sé que es difícil imaginarse a la editorial Minotauro reeditando estas novelas y citándome en la contraportada, pero os aseguro que estoy intentando ser positivo.

Si nos olvidamos de aspectos irrelevantes como el argumento o los personajes, este último volumen es el más centrado de la trilogía. En comparación con los tomos anteriores, el número de escenas comodín es reducido, y el conjunto está mejor estructurado y se nota más cohesionado; sobre todo, no da la impresión de estar dentro de un largo paréntesis entre el prólogo y el epílogo. Eso hace que tengas más ganas de seguir leyendo después de terminarte un capítulo y también le da un empujoncito a la tensión que se pretende transmitir con algunas escenas.

Desafortunadamente, se cometen otros errores. Por ejemplo, hay un capítulo en el que Dhamon y sus compañeros a se enfrentan a unos seres que se alimentan de recuerdos. De primeras, es idea que puede dar mucho juego en manos de un escritor más o menos competente. Además, cuando, como consecuencia del encuentro, uno de los personajes olvida la meta que persigue, piensas: "¡Hostia!, en algún sitio he leído que todo personaje multidimensional debería tener motivación. ¿A dónde llevará esto ahora?". La respuesta a esa pregunta es: A NINGUNA PARTE. Lo único que consigue la autora con esta ocurrencia es hacer menos interesante al personaje afectado y ahorrarse el trabajo de cerrar su arco, que empezó a trazar en el volumen anterior. Porque, una vez más, absolutamente nada de lo que pasa importa.

Parece que la historia esté improvisada sobre la marcha, y para que algo así te funcione como escritor, tienes que tener un instinto narrativo envidiable. Stephen King lo tiene y, aun así, la mitad de las veces la fastidia con el final. Lo mejor que puedo decir de Rabe es que quizá lo intenta.

Por lo tanto, aunque la Quinta Era y la trilogía de Dhamon se consideran novelas esenciales dentro de la saga por alguna razón que se me escapa, mi recomendación es saltárselas a la torera. Si queréis saber lo que ocurre entre El ocaso de los dragones y la trilogía de la Guerra de los Espíritus, no seáis tan pringados como yo y buscad la información en internet. Y si los resúmenes ajenos se os quedan cortos, leeos tal vez el primer volumen de la trilogía de la Quinta Era. Para ponerse al día, no hace falta más, porque a partir de ahí no ocurre nada.

Valoración: ★★

15 comentarios

  1. Bien podría equivocarme, pero por lo que he visto una parte importante de que a "Honor entre ladrones" no le fue tan bien fue porque parece que Wizard of the Coast tomó notas de TSR y sus mandamases "se volvieron demasiado ambiciosos y empezaron a tomar una serie de decisiones estratégicas y financieras que podrían calificarse de estúpidas." Tras el fiasco de los cambios a la licencia del juego un porcentaje importante del publico objetivo (jugadores de DnD) decidieron boicotear la peli.
    En cuanto a los libros, ya hace tiempo había decidido ignorar la serie. Me alegra ver que estas reseñas confirman que no me pierdo de gran cosa. Aunque después de leerlas igual me pica el gusanito de echarles un ojo... el poder del morbo.

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    1. A la película no le fue mal en taquilla y las críticas han sido mayormente positivas. Tampoco creo que le afectase el tema al que aludes (Wizards reculó bastante rápido). Lo que pasa es que ahora cualquier blockbuster tiene que duplicar o casi triplicar lo que costó para ser un éxito, y, con las cifras que se manejan, eso es una locura.

      Insistiría en que no te leas estas novelas, pero, ¿quién sabe?, a lo mejor a ti te gustan.

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  2. Cricrí, cricrí...

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    1. Me parto. No, en serio; me ha hecho gracia. Enhorabuena.

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  3. Gracias por tus reseñas, leí las clásicas de la dragonlamce a finales de los 90, en el instituto y algún libro de cuentos cortos (recuerdo uno en que raistlin transformaba a todos en animales) y después simplemente lo dejé.
    Recuerdo también la muerte de Tanis semielfo tan inesperada y random... con esos especie de bárbaros de piel azul... ya no recuerdo exactamente qué pasó
    Que cambios de razas hubieron después? Aprecio tu descripción más que buscarlo en una fría web

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    1. ¿Te acuerdas de los dracónidos? Pues aquí se inventan a los dracs, creados a partir de humanos por los dragones señores supremos con parte de su propia esencia, ya sean lágrimas, sangre u otras sustancias sobre las que es mejor no hacer preguntas. En la práctica, son versiones mejoradas y más leales de los dracónidos; pero, igualmente, se acaban convirtiendo en carne de cañón. Como curiosidad, cuando los dracs se crean a partir de razas distintas de la humana, salen abominaciones cronenbergianas.

      Con un papel mucho menor están los huldres, oriundos del Gríseo, polimorfistas y maestros de los elementos. Pero tampoco les sacan partido. En general, las novedades no van a ninguna parte.

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    2. Gracias
      Era muy fan de los orcos y recuerdo mi decepción cuando llevaba leídos varios libros y me di cuenta que no existían (aunque en una historia Sturm ve una persona con rasgos orcos en una gran ciudad)
      A mi me molaban los orcos por el warcraft II
      No obstante era un acierto no tener medianos, no les veo sentido (su nicho lo ocupan los gnomos, creo), ahora que tenrr a los Kenders a cambio...
      Raza hecha para revienta partidas, todos parecen clones de Taslehoff
      Lo de las razas que me cuentas... poca originalidad veo
      ¿Seguro que los dracs no son simplemente draconianos valencianos?

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  4. He jugado el juego de rol de Dragonlance y me gusta el mundo pero no así las novelas. Solo teníamos como tres libros y era difícil conseguir los demás, tampoco es que quisiéramos porque en ese momento llegó a nuestras vidas Darksun. Gracias por las reseñas, de ellas aprendí dos cosas, que no las voy a leer y la palabra "piscolabis", directo a mi vocabulario diario que me dará +1 en cultura. XD

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    1. Es mi vocabulario de señor mayor que ha leído muchos tebeos de Bruguera.

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    2. Darksun tiene esclavos! Cancelado

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  5. Anónimo9/7/23 21:08

    Os recomendaría hacer lo mismo si no fuera porque confío en que estas reseñas os disuadan de acercaros a menos de 10.726 kilómetros de esta parte de la saga.

    Objetivo cumplido, creo que estas novelas deben guardarse en el mismo sitio que sw789 y los demás bodrios del JJ y el Ryan : la fosa de las Marianas hasta que podamos lanzarlas al sol en cohete con JJ y el otro.

    Lo de la atracción entre la autora y su personaje favorito suena a empacho de novelas románticas con portadas de Fabio.
    La película de D& D la salva Jeremy Irons desatado, le echas de menos en las no continuaciones de Indiana Jones.
    Y hubiera sido mejor que el clon defectuoso de Palpatine y el vader de hacendado de pijo ren.

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    1. Aprecio recibir comentarios, pero, para desahogarte sobre las últimas películas de Star Wars y de Indiana Jones, te recomiendo ir a otra parte donde se esté hablando del tema o donde puedas iniciar esa discusión.

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  6. Cometí el gran error de comprarme las Crónicas luego de leer ESDLA. Es imposible que la Dragonlance, que tiene la profundidad de un plano hipotético de un problema de matemáticas, el nivel de una peli del canal sify de un domingo a las 13 y escenas dignas de una función escolar que debería haber empezado a las 7 AM pero se retrasó hasta las 10, te sepa a algo luego de semejante manjar. Bueno, tal vez sepa a Yes Yes, o esos plásticos aireados con los que rellenan las cajas de cartón.

    En síntesis, nunca me gustó pero me leí el lore para saber lo que pasa y siempre da la sensación de que Krynn, más que un mundo, es un barrio más o menos del tamaño de la Vecindad del Chavo.

    Gracias por las reseñas. Te meterás con los Reinos Olvidados? A eso sí los amo de manera irracional gracias al dibujito de los 80s y los videojuegos de Bioware.

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    1. La trilogía de las Crónicas es flojilla, pero esas novelas no son representativas de lo que escribieron Weis y Hickman más adelante en la saga. Es cierto que la Dragonlance no es Malaz, pero tampoco tiene una mitología tan pobre como la pintas. Algo de chicha sí que hay (más le vale con tantas novelas). Si no has leído las Leyendas, te recomiendo que les des una oportunidad.

      Y, respondiendo a tu pregunta sobre los Reinos Olvidados, leí dos novelas de Drizzt y ahí terminó mi incursión. No me gustaron.

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