¡Hala! Qué portadaca. Si alguna vez quiero tener una buena ilustración a todo color de los Masters del Universo para enmarcarla y colgarla en la pared del salón, se la encargaré a Dave Wilkins. Y luego, cuando me diga lo que cobra por un encargo de esas características, lloraré desconsoladamente.
En el número anterior de la colección, a Skeletor le dio por rememorar su pasado. En esa historia de origen, lo viejo y lo nuevo se daban cita para crear algo familiar y a la vez diferente, aunque no especialmente interesante. Para mí el mejor relato sobre cómo Skeletor llegó a ser quien es, al menos desde hace un par de semanas, es el ideado por la excepcional Leyre Valiente, diseñadora de moda, aficionada a la ciencia ficción y pateadora cum laude. Como es probable que no conozcáis la historia pergeñada por Leyre a golpe de tuit, os la resumo:
Antes de ser conocido como Skeletor, el autoproclamado Señor de la Destrucción era un empresario de la noche marbellí llamado Keldor. La vida le trataba bien hasta que un día sufrió un trágico accidente friendo croquetas. A partir de entonces, se cambió de nombre y se volcó en cuerpo y alma en conquistar Eternia y apoderarse de los secretos del Castillo de Grayskull para olvidar sus penas.
Ahora bien, no todos los guerreros diabólicos cuentan con tantos orígenes alternativos como el Señor del Submundo. Concretamente, los de su amante ocasional y mano derecha, la hechicera Evil-Lyn, se pueden contar con los dedos de la mano. Para compensar este desequilibrio, en el tercer cómic de la serie nos presentan una nueva propuesta. A ver qué os parece.