Hay tres películas que siempre he asociado con la Navidad y, como soy así de imprevisible, dos de ellas llevan la palabra Navidad en su título:
Los Teleñecos en Cuentos de Navidad (sobre la que ya hablé
aquí),
Pesadilla antes de Navidad (de la que no sé muy bien si hablar en Navidades o en Halloween) y
Solo en casa. Ahora que lo pienso, también debería incluir
Solo en casa 2: Perdido en Nueva York, por lo que supongo que son cuatro películas y no tres. Jamás se me han dado bien estas introducciones.
Cuando era pequeño, me encantaba
Solo en casa. Me gustó desde el día de su estreno, y como mi padre compró el VHS según salió, luego seguimos viéndola casi todos los años, aunque no siempre en Navidad. La segunda parte también la vi en el cine, y me gustó incluso más que la primera. El VHS también lo quemamos de tanto ponerlo. Mi hermano incluso se compró un libro similar a los
¿Dónde está Wally? basado en la segunda película y titulado, en un alarde de originalidad,
¿Dónde está Kevin? Yo prefería buscar a los Bandidos Pegajosos. En definitiva, creo que si hubieran salido muñecos articulables, también los hubiésemos coleccionado. ¿Que niño no querría un Harry con la Cabeza en Llamas® o un Marv Electrocutado®?
Es cierto que la fórmula apenas varía de una parte a otra y que
Perdido en Nueva York es una suerte de versión ampliada de su antecesora, pero ¿para qué cambiar algo que funciona?, ¿para ahuyentar al público que te llenó los bolsillos la primera vez? No, Chris Columbus y John Hughes sabían muy bien lo que se hacían. (Sé que lo mismo se podría decir sobre las pelis de Marvel; pero, aun así, mantengo mi opinión sobre
Tordos.)
A continuación os daré cinco razones de peso por las deberíais ver estas dos películas cada Navidad. Yo ya lo he hecho. Otra vez.