24 de junio de 2019

'Cristal Oscuro', la película de Jim Henson (1ª parte)


Lo primero es lo primero: adoro esta película. Casualmente se estrenó en España en el mismo año en que nací, apenas unos meses después de su salida en los Estados Unidos, y cada vez que vuelvo a verla, es como si mi televisor se convirtiera en una ventana a otro mundo, un mundo mágico del que puedo formar parte durante hora y media, y al que puedo regresar siempre que quiera, a menos que haya un corte de luz. Y desde luego es mucho mejor alternativa que asomarme a la ventana de mi salón y ver a un grupo de adolescentes improvisando rap en la calle. Necesito cristales insonorizados.

Por eso, cuando, en mayo de 2017, me enteré de que Netflix produciría una precuela en forma de serie de Cristal Oscuro, la película de Jim Henson, di saltos de alegría. No literalmente, porque un perro me torpedeó la rodilla y, dado que además tengo la enfermedad de Oswald-Slater (o algo que suena parecido), no debería darle mucha tralla. Cuando los marcianos esclavicen a la humanidad, yo seré el humano que no se arrodille y dé inicio involuntariamente a una rebelión para reconquistar el planeta.

De todos modos, ni siquiera en sentido figurado fueron saltos muy entusiastas, porque enseguida vi que el responsable de la serie sería Louis Leterrier, director, entre otros proyectos mediocres, del remake de Furia de titanes y de la película del Universo Cinematográfico Marvel que nadie se molesta en recordar.

Mucho tiempo después, a finales de mayo de este mismo año, por fin empezamos a tener más información sobre la serie y salió el primer tráiler. No me convenció demasiado. Aunque lo vi como siete u ocho veces en una sola tarde, lo hice solo porque las imágenes estaban muy por encima de mis expectativas y me emocioné como si fuera un crío otra vez. Una nadería. Eso me enseñará a tener fe en The Jim Henson Company.

3 de junio de 2019

'Ninja Gaiden', de NES ('Shadow Warriors')


Hay tres cosas que espero que siempre molen: los dinosaurios, los ninjas y los robots gigantes. Si algún día deja de ser así, habrá llegado el momento de mudarme a otro planeta.

Dicho esto, hoy voy a hablar de ninjas. y, concretamente, de un videojuego que lleva un ninja en el título. No sé cuál fue el primer videojuego en el que uno podía calzarse las sandalias de un ninja (quizá el Sasuke vs. Commander o el Sengoku Ninja Tai); pero sí sé cuál fue el primero al que jugué: el Ninja Gaiden de NES, conocido en Europa como Ninja Warriors y en su Japón natal como Ninja Ryūkenden (La leyenda del ninja de la Espada del Dragón).

Salvo que me falle mucho la memoria, diría que la primera vez que lo jugué fue en casa de un amigo cuando tenía algo menos de diez años. Al ver el dibujo de la caja, me quedé alucinado, y cogí el juego con unas ganas tremendas. Pero me cansé tanto de que los malos me tirarán por barrancos que nunca pasé de la fase 2-2.

Muchos, muchos años después, he vuelto a jugar al Ninja Gaiden en la NES Mini, reviviendo la frustración de mi infancia con un grado de madurez no necesariamente mayor.

Pero ya no soy el niño que era entonces. Esta vez perseveré, mejoré poco a poco mi ninjutsu y, con sudor y lágrimas..., llegué a la fase 6-2, tan cerca y a la vez tan lejos del final. En ese punto paré y detoné la videoconsola y el edificio en el que estaba con 250 kilos de dinamita. Luego utilicé un emulador para pasarme el juego con trucos.

No me arrepiento.