24 de diciembre de 2017

'Cartas de Papá Noel', de J. R. R. Tolkien

Cuando uno oye el nombre de Tolkien, inmediatamente piensa en su obra más famosa. Me refiero, claro está, a Un vocabulario inglés medio, breve glosario que sirvió de apéndice al Verso y prosa del siglo XIV de Kenneth Sisam. Sí, ya sé que Tolkien también escribió una trilogía sobre un anillo mágico que traía a todo el mundo de cabeza, pero ¿a quién narices le interesa la orfebrería? No he consultado, pero dudo que tuviera éxito.

En cambio, muy pocos lectores, incluso entre los aficionados a los enanos de pies peludos y los hippies de orejas puntiagudas, conocen una de las obras más alegres, imaginativas y falaces de su bibliografía: Letters from Father Christmas, un compendio póstumo de las cartas que Tolkien escribió para sus hijos durante más de veinte Navidades haciéndose pasar por Papá Noel. ¿La dirección del remitente? El Polo Norte, por supuesto.

En la mañana de Navidad, los niños se ponen como una moto sin necesidad de ver más que los regalos envueltos y quizá los restos de la leche con galletas que dejaron la noche anterior junto al árbol, así que imagino que recibir una carta del mismísimo Papá Noel tiene que ser para ellos el equivalente de esnifar cuatro rayas de coca. Creo que en mi caso haber recibido una carta suya habría compensado el esfuerzo de intentar convencerle de que había sido un niño bueno a pesar de haberle subido la falda a Menganita en el cole y de haber destrozado la figura de porcelana favorita de mi madre.

Tolkien escribió estas cartas hasta que su hija Priscilla cumplió catorce años, y probablemente nunca pensó en publicarlas. Fue la esposa de su hijo Christopher quien se ocupó de recopilar todas las cartas que pudo tras la muerte del escritor para compartirlas con el resto del mundo, exprimiendo los royalties al legado epistolar de su suegro. ¿Y no es este el verdadero significado de la Navidad?

31 de octubre de 2017

Lucha Ficción: El Bosque Tenebroso

Los librojuegos de Fighting Fantasy (Lucha Ficción en España) nacieron a comienzos de la década de los ochenta de la mano de dos señores ingleses, Steve Jackson e Ian Livingstone, que, a pesar de no tener dificultar en encontrar amigos con los que pasar la tarde jugando a Dungeons & Dragons mientras comían patatas fritas y bebían refrescos de cola, diseñaron una versión triste y desaborida del clásico de Gary Gygax para adolescentes marginados aficionados a la literatura fantástica. ¡Bien!

La colección, que suma la impresionante cifra de cincuenta y nueve tomos, empezó a publicarse en 1982, y cosechó un éxito notable gracias a su peculiar narrativa, su sencillo sistema de juego y, sobre todo, a que en aquella época los videojuegos de rol eran una castaña pilonga y no había alternativas mejores.

A día de hoy, sin embargo, estos libros están casi tan olvidados como las casetes de Philips, y aunque el género no está muerto, parece complicado que vuelva a gozar de la buena salud que tenía entonces. Es comprensible que sea así, porque los librojuegos en general, y los librojuegos de fantasía en particular, suponen un montón de trabajo poco gratificante para chavales que consideran la PlayStation 2 una videoconsola de tiempos remotos. En este mundo digital e interconectado, utilizar dados, papel y lápiz para jugar a un juego de rol es como cocinar encendiendo tu propio fuego con piedras y palos.

Para que los más jóvenes entendáis mejor en qué consistían estos libros y podáis presumir de conocimientos inútiles ante vuestros amigos de la red social de moda, os haré el dudoso honor de guiaros en una partida al azar del tercer volumen de la colección, que es además el primero que se desarrolla en un mundo abierto en lugar de en una mazmorra mohosa que apesta a orines y comida tailandesa. Su título, The Forest of Doom, traducido en España como El bosque tenebroso. Lo de "tenebroso" me permite colaros esta entrada como escuálido especial de Halloween.

9 de septiembre de 2017

13 razones por las que 'Death Note' de Netflix es mejor que el resto de 'Death Notes'

Hace un par de semanas, Netflix estrenó la adaptación norteamericana del manga más popular de Tsugumi Ohba y Takeshi Obata: Bakuman, que trata sobre dos chicos que sueñan con ser mangakas, una chica que quiere ser actriz de doblaje y promesas absurdas a las que nadie encuentra sentido.

O quizá la película sea una adaptación de su otro manga más conocido, Death Note, que trata sobre un estudiante de instituto que se encuentra con un cuaderno de notas con el poder de matar a aquel cuyo nombre se escriba en él (presumiblemente sin faltas de ortografía, lo cual descarta que el estudiante español medio pueda utilizarlo de forma efectiva y, en consecuencia, cualquier posible adaptación española).

La cinta la dirige Adam Wingard, el prometedor cineasta que hará realidad mi sueño húmedo de Godzilla vs. Kong dentro de tres años, y está protagonizada por dos pollos que me quieren sonar pero no caigo, y por la chica que hacía de Amelia en Dos buenos tipos, que es un peliculón. De hecho, os recomiendo que dejéis de leer esta entrada, paséis de todo lo relacionado con Death Note y veáis Dos buenos tipos. Esta es la única gran verdad que leeréis hoy aquí.

Como suele ocurrir con este tipo de adaptaciones, las reacciones del público ya fueron malas antes de que se estrenará la película (fans acérrimos vomitando bilis en las redes ante cualquier indicio de desviación de la obra original, debates fútiles sobre whitewashing, sacrificios humanos, perros y gatos cohabitando, ¡la histeria de las masas!) y las críticas posteriores han sido más devastadoras que un Cuaderno de la Muerte conectado a Facebook.

Aunque apenas he leído tres o cuatro reseñas que tuvieran más de 140 caracteres y explicasen por qué la película les parece poco afortunada juzgándola por sus propios méritos (algunas con mucho tino), creo que no me confundo si digo que la mayoría de los detractores se han centrado en vapulear la producción de Netflix por no ser fiel al manga y traicionar su espíritu.

Con independencia de que esas afirmaciones puedan ser ciertas, el enfoque de tales críticas les confiere en mi escala personal el valor aproximado de un pimiento, que, según he comprobado, vienen a ser unos cuarenta céntimos. Y no os confundáis. Nadie está libre de pecado. Yo también he escrito más de una reseña dejándome llevar por mi lado más fanboy y creyéndome en poder de la razón última. La buena noticia es que, con las canas, a uno se le acaba pasando la tontería. Más o menos.

Para los que me seguís en Twitter, no es un secreto que la adaptación de Netflix me ha gustado. Por eso, y a la vista de que apenas tiene partidarios, voy a enumerar trece razones por las que la más reciente película de Adam Wingard es mejor que el manga, el anime, la live action japonesa de 2006 y, quizá, las barritas de chocolate rellenas de caramelo.

SPOILER ALERT!

2 de septiembre de 2017

Juego de Tronos: El dragón y el lobo


Se acabó la temporada. Diría que se me ha pasado volando, pero mentiría. Resumir estos siete episodios ha sido como subir por una pendiente cada vez más pronunciada con un zapato roto y la botella de agua medio vacía. Y creo que me lesioné una rodilla en la sexta etapa.

Esto habría sido aun más difícil si no hubiera contado con vuestro apoyo, así que doy las gracias a todos los que habéis leído estas entradas y sumado al contador de visitas, y, muy especialmente, a los que habéis dejado algún comentario. Siempre me alegra recibir respuestas a estas chapas que os meto y vuestras apreciaciones e hipótesis son la guinda del pastel, sobre todo cuando me lleváis la contraria y demostráis lo tonto o poco perceptivo que soy.

También quiero aprovechar para aclarar una cosa sobre la que quizá yo mismo haya creado confusión por mi forma de contar las cosas: ¡he disfrutado un montón de esta temporada!

Me encantan la baja fantasía, la fantasía oscura, la fantasía heroica, la película Fantasía, cualquier postre que se llame fantasía de chocolate y casi todos los subgéneros en los que haya un trasfondo mágico/mitológico sacado de la manga y que no obedece a las leyes naturales. Y aunque Juego de Tronos empezó siendo una serie de politiqueos feudales que tocaba lo fantástico con timidez, en esta temporada se ha manifestado más que nunca como un claro exponente de ficción fantástica. Si a esto le unimos un reparto excelente y una producción de postín, ya tengo motivos de sobra para realizar una valoración positiva.

Eso no quita para que pueda reírme de todo, o criticar, como lo he hecho, las partes que están peor escritas o que tiene menos sentido. No creo que haya habido ideas malas, pero sí ideas mal ejecutadas y que un buen escritor no habría pasado por alto. También se han multiplicado los recursos dramáticos de la sutileza de "un relámpago ilumina al conde Drácula cuando aparece en lo alto de las escaleras". Hemos ganado en dinamismo, pero también en confusión e incertidumbre.

Aun así, la realidad es que la mayoría de espectadores se fijan poco en los defectos y tampoco les preocupan. Están encantados con la serie y me parece fenomenal que lo estén.

26 de agosto de 2017

Juego de Tronos: Más allá del Muro


¿Os ha pasado alguna vez que termináis de ver una película encantados, pero cuando, al cabo de un tiempo, la repasáis en vuestra cabeza con calma, empezáis a verle defectos que al principio pasasteis por alto?

Lo pregunto por preguntar, claro. No es que eso me haya pasado nunca con Juego de Tronos. Desde luego no con este episodio. No, señor. Que va. Para nada.

Pero me duele la cabeza, así que sed valientes y seguid adelante sin mí.

19 de agosto de 2017

Juego de Tronos: Guardiaoriente


¿Os suena el nombre Yadrat? ¿De Dragon Ball Z? Yadrat es el planeta en el que aterriza Goku después de escapar por los pelos de la explosión de Namek, tras su intensa batalla  de una duración estimada de medio millón de episodios con el tirano galáctico Freezer. Los habitantes de este lejano planeta, feos como un pólipo colorrectal pero generosos, enseñan a Goku la técnica de transmisión instantánea, un socorrido recurso para llevar a los personajes de un sitio a otro sin tener que perder el tiempo con el viaje de marras.

Ya sabéis por dónde van los tiros, ¿no?

En Juego de Tronos, lo que tardaban los personajes en moverse entre lugares fue en su momento motivo de frustración y pitorreo. Sin embargo, desde la temporada anterior, y especialmente en esta séptima temporada, los personajes utilizan la técnica de transmisión instantánea para ahorrarse tiempo en viajes. Esto es lo que en lenguaje cinematográfico se conoce como elipsis.

No es que yo tenga un problema con que la trama avance más rápido gracias a este recurso, porque lo prefiero la acostumbrada velocidad de tortuga reumática, pero debo mencionar este detalle porque afecta a la forma en que suelo redactar estas entradas.

Normalmente soy capaz de reestructurar los episodios por localización sin necesidad de volver a un lugar ya visitado, pero desde que los personajes son capaces de materializarse a cientos de millas de donde estaban de una escena para otra y la narración pasa por una secuencia determinada de eventos que transcurre en distintos lugares que se reiteran, no me queda más remedio que saltar de acá para allá si quiero que la cronología tenga sentido y entendáis algo.

Supongo que si no llego a decirlo, ni siquiera os hubierais enterado, pero nunca sé qué porras decir en estas introducciones.

12 de agosto de 2017

Juego de Tronos: Botines de guerra


Según internet, este episodio, el cuarto de esta séptima y corta temporada, ha sido el mejor hasta la fecha. Y si lo dice internet, tiene que ser cierto.

No voy a discrepar en que el desenlace del episodio, pese a sus flagrantes melonadas, es una pasada digna de una superproducción cinematográfica, y no hay nada en un dragón churruscando gente que pueda disgustarme. Pero, por otro lado, ya llevo un tiempo notando que las grandes revelaciones de la serie, los giros del guión, están tan telegrafiados que cualquiera con un conocimiento mínimo de narrativa y que no se quede frito viendo la tele puede olerse a la legua lo que va a pasar. Este es un problema del que somos conscientes desde la temporada anterior y que, a medida que la historia se aproxima hacia su desenlace, se hace cada vez más evidente. Y no hay solución, así que toca aguantarse y disfrutar sin frustrarse por la falta de sorpresas.

Siempre nos quedará Casa Austera.

7 de agosto de 2017

Juego de Tronos: La justicia de la reina


Hay una pregunta que me tortura desde hace días y me impide conciliar el sueño. ¿Qué ocurriría si el Rey de la Noche contase con pingüinos entre sus filas de no muertos? Ya hemos visto a los caminantes blancos montar sobre caballos zombis, así que la idea no es descabellada. Y si lo es, vamos a hacer como si no lo fuera.

Es más, pongamos que el Rey de la Noche no se andase con chiquitas y escogiese servirse del pingüino más peligroso de todos para sus oscuros propósitos (conquistar Poniente y abrir pistas de esquí en los Siete Reinos, supongo): el pingüino emperador. Un pingüino emperador mide algo más de un metro, lo que significa, para empezar, que su pico queda más o menos a la altura de la entrepierna de un hombre de estatura media. Su lengua, además, está recubierta de pequeñas púas orientadas hacia atrás para que sus presas no puedan escapar con facilidad. Y por si todo lo anterior fuera poco, se mueven en grupos compactos y coordinados, como la infantería romana en la Antigua Roma. ¡Todo Poniente temblaría a su paso!

Hecha esta sesuda reflexión, pasemos a repasar el tercer episodio de esta corta temporada.

29 de julio de 2017

Juego de Tronos: Bajo la tormenta


Tengo poco que decir antes de entrar de lleno en la recapitulación del segundo episodio de la temporada, así que seré breve.

¿Cómo carajos no pensé que tendría que escribir la mitad de estas entradas durante mis vacaciones? ¡Yo quería escribir un libro de verdad, con una trama casi original, emoción comedida y personajes que ya hemos visto en otro sitio antes!

Soy tonto.

Por otro lado, dado que sufro un trastorno obsesivo-compulsivo no diagnosticado, me habría reconcomido no continuar esta serie de entradas. Son ya muchos años demostrando que la disciplina impera sobre el sentido común. Además, es mi manera de compensaros por el abandono sufrido en este último medio año.

Al menos, espero que vosotros estéis aquí durante todo el trayecto. Nada me dolería más que asomarme al blog y ver un matojo rodando de lado a lado empujado por el viento.

23 de julio de 2017

Juego de Tronos: Rocadragón


El lunes pasado se estrenó la séptima temporada de Juego de Tronos, la penúltima ya de la serie y, a falta de material original con el que ampliar la trama para seguir ordeñando esta lucrativa vaca, también la más corta hasta la fecha, con siete episodios en lugar de los diez habituales.

No puedo decir que no me alegre de este recorte. Siete episodios ya me parecen muchos teniendo en cuenta que solo he publicado cuatro entradas en lo que va de 2017. Podéis quejaros si queréis, incluso yo esperaba escribir alguna más. Pero antes preguntaos: ¿No está todavía la Tierra de una pieza? ¿Acaso han activado los morlocks su máquina del Juicio Final? No os diré gracias a quién seguís vivos, pero es la misma persona que antes dedicaba mucho tiempo a escribir estupideces en un blog.

El primer episodio, titulado Rocadragón (que rima con transición), no se distancia mucho de otros primeros episodios de temporada y, salvando un comienzo inusual y potente, se limita a preparar el tablero de juego y ponernos los dientes largos. Y es que HBO, a diferencia de John Hammond, sí repara en gastos.

7 de mayo de 2017

Xena: Perdonada

Hay un universo paralelo al nuestro, no muy distinto del que conocemos, formado por materia y energía, en el que escribo desde un búnker a veinte metros bajo tierra y han pasado menos de dos meses desde la última vez que publiqué una entrada en el blog.

Sin embargo, en ese universo más allá de esta dimensión, los Cheetos Pandilla saben a apio y unos invasores de Andrómeda, de piel verde, ojos negros y no más altos que Danny DeVito, han liquidado al ochenta por ciento de la humanidad con sus trípodes de guerra y obligado a los supervivientes a vestir monos grises y fabricar piezas de repuesto para androides-mayordomo.

Por lo tanto, preguntaos: ¿no es un universo sin los artículos del Tipo de la Brocha la mejor alternativa?

Bla, bla, bla, otro episodio de Xena: la Princesa Guerrera. ¿Preparados? ¿Listos? ¡Ya!

12 de marzo de 2017

Tygra: Hielo y fuego

En aquellos tiempos, cuando el cine de animación estaba en declive y las novelas de espada y brujería caían poco a poco en el olvido, hubo una época increíble en la que Ralph Bakshi, un cineasta que pensaba que la idea de que hombres adultos dibujasen mariposillas y florecillas mientras los aviones estadounidenses bombardeaban Vietnam era absurda, decidió que ya estaba frito de hacer dibujos animados para niños y se volcó en el cine de animación para adultos, utilizando técnicas poco convencionales como la rotoscopia para darles un aspecto único no apto para todos los gustos.

Su primer filme fue una adaptación del cómic Fritz el gato, aunque, de entre sus películas, la más conocida es probablemente la primera adaptación cinematográfica de El señor de los anillos, que con el tiempo se convertiría en una película de culto, pero que, cuando se estrenó en 1978, tuvo más o menos la misma acogida que el sida. Habrá incluso a quien le guste Cool World, si es un depravado con muy mal gusto.

A la vista del éxito de la película de Conan el bárbaro, protagonizada por el entonces desconocido austríaco Arnold Schwarzenegger, Bakshi quiso probar suerte adaptando las clásicas novelas pulp de espada y brujería, así que buscó a uno de los artistas más renombrados del género para crear el aspecto visual de la película, el mismo hombre que, con sus evocadoras portadas, alzó a Conan a una nueva era de popularidad en los años setenta: el ilustrador Frank Frazetta.

Nadie dibujaba mejor que Frazetta tiarrones garañones de piel aceitosa en taparrabos, mujeres voluptuosas semidesnudas y terribles bestias de tiempos remotos. Contratarlo para ilustrar una novela patatera o el cartel de una película de serie B era una buena manera de convertir esos productos mediocres en una trampa para incautos.

A principios de los ochenta, estas dos colosales fuerzas creativas se unieron para crear la historia, los personajes y el diseño artístico que sirvieron de base al guion que escribirían Gerry Conway y Roy Thomas, viejos conocidos de los lectores de los cómics del Conan de Marvel.

La película se tituló Tygra: Hielo y fuego, sobre la que os adelanto que es muy difícil encontrar información en internet sin que te salgan cientos de resultados sobre la popular saga literaria de George R. R. Martin, especialmente si buscáis por el título original en inglés (Fire and Ice).

14 de febrero de 2017

Marmalade Boy: Amor en Hokkaido. Pero ¿qué pasa con esos dos?


Pese a mi paulatina retirada de la desolada y postapocalíptica escena bloguera, he regresado para escribir la entrada más esperada de cada año. No sé qué narices veis en estas recapitulaciones de Marmalade Boy, pero vuestro interés en leerlas es patente y revela lo que solo puedo entender como un profundo odio hacia mi persona. El sentimiento sería mutuo si tuviese mejor juicio.

15 de enero de 2017

'He-Man and the Memory Stone', un librojuego de los Masters del Universo

A mediados de la década de 1980, en el Reino Unido, cuna de leyendas sobre espadas mágicas y pescado envuelto en papel de periódico, la editorial Ladybird puso su sello a varios libros infantiles de los Masters del Universo; pero solo uno fue un librojuego. Y como a nadie más se le ocurrió la idea, es el único librojuego de los Masters que existe. Por lo tanto, pese al título de esta entrada, He-Man and the Memory Stone es el librojuego de los Masters del Universo. Y probablemente sea el único que exista para siempre jamás, hasta que el Sol se convierta en un gigante rojo y devore nuestro planeta, dejando atrás poco más que polvo estelar. Desde luego yo no esperaría levantarme un día cualquiera y encontrarme de buena mañana con una campaña de Kickstarter para escribir el segundo librojuego de los Masters del Universo. Aunque alguien fuera tan optimista como para pensar que otras personas pagarían por leerlo, dudo que Mattel quisiera licenciar los derechos para un producto con menos gancho comercial que una película de Jem y los Hologramas.

Según he averiguado tras una concienzuda búsqueda de cinco minutos en Google, el autor de He-Man and the Memory Stone, Jason Kingsley, solo escribió otro librojuego, titulado Steeleye and the Lost Magic, también publicado por la editorial Ladybird. Además, según Goodreads.com, Jason Kingsley también es el coautor de Count Us In: Growing Up with Down Syndrome, lo que significaría que el autor de este librojuego fue el bebé con síndrome de down que, a mediados de los setenta, salía en Barrio Sésamo, programa del que su madre era guionista. A pesar de ello, estoy convencido de que son personas distintas, porque dudo que un niño de diez años con síndrome de down escribiera  He-Man and the Memory Stone. No porque el libro no parezca escrito por alguien con algún tipo de deficiencia cognitiva (tratándose de los Masters del Universo, eso lo doy por hecho), sino porque está editado en el Reino Unido en 1985, y en aquel momento el Jason Kingsley de Barrio Sésamo vivía con su familia en Westchester, Nueva York.

Supongo que toda esta información inútil tendrá que servir como introducción.