En Cartas en el asunto, y a "petición" de Lord Vetinari (las comillas son esenciales tratándose del patricio), Húmedo dio un giro a su vida de embaucador al ocupar el puesto de director de la Oficina de Correos de Ankh-Morpork, modernizando una institución centenaria cuyo funcionamiento dejaba mucho que desear.
Sin embargo, desde que una intervención divina con muy poco de deus ex machina le sacó del apuro en el que estaba metido en la novela anterior, Húmedo se aburre enormemente. La Oficina de Correos ya no funciona como una administración pública, sino que las cartas se entregan a tiempo. Su trabajo se ha vuelto monótono, y el grave caso de culoinquituditis que padece le lleva a realizar expediciones nocturnas muy poco apropiadas para un cargo de su importancia, sobre todo cuando su prometida Adora Belle está fuera de la ciudad.
Por lo tanto, y aunque no le gusta que jueguen con él como si fuera una ficha más en el tablero de la ciudad, Húmedo es incapaz de rechazar la nueva oferta de Vetinari, que ahora le necesita para reorganizar otra institución ruinosa y anclada en las viejas costumbres: la Real Casa de la Moneda de Ankh-Morpork, donde acuñar un penique cuesta más de un penique.
Y, naturalmente, poner a un timador al cargo de un banco es una gran idea; en España es prácticamente una tradición.