Adoro a los Teleñecos. ¿Cuánto? Lo suficiente como para haber escrito este artículo dos veces después de que se me borrase y para que no me dé vergüenza tener una marioneta de la Rana Gustavo en casa colgada cabizbaja del respaldo de una silla. Ojalá supiese dónde venden sombreros y gabardinas en miniatura para regalárselos por Navidad.
Es cierto que
El show de los Teleñecos nunca fue muy popular en España, y desde luego nadie quiere acordarse de aquel horrible rastafari púrpura que hacía de presentador; pero antes de saber siquiera que existiera un
show, muchos ya conocíamos de sobra al reportero más dicharachero de
Barrio Sésamo y, gracias a la serie
Los Pequeñecos, también a algunos de sus compañeros: Miss Piggy, Gonzo, Fozzie, Rufo, Animal... y aquellos gemelos
nerds cuyo nombre soy incapaz de recordar. Además, seguro que no he sido el único en imitar el famoso
mee-mee-mee-mee. Alguien debería crear una página de Facebook con eso.
Después vinieron las películas. Las primeras que vi fueron
La Isla del Tesoro y
Cuentos de Navidad. En VHS. Compradas, no alquiladas. Quizá porque el resto no son tan buenas o precisamente porque esas dos fueron las primeras, siempre han sido mis favoritas. Ahora, teniendo en cuenta las fechas en las que estamos, adivinad de cuál de las dos os voy a hablar.
Los Teleñecos en Cuentos de Navidad es una revisión del clásico
Cuento de Navidad de Charles Dickens, autor británico que, aparte de dejarse crecer una barba capaz de albergar un nido de águilas calvas, fue uno de los principales artífices del renacer de las celebraciones navideñas en Inglaterra y Estados Unidos a mediados del siglo XIX, tras el declive sufrido al comienzo del periodo victoriano. Esto es cultura. Procuraré no abusar de ella en los próximos párrafos.
A menos que hayáis vivido debajo de una roca en lo más profundo de la Tierra toda vuestra vida, la historia ya deberíais conocerla. Ebenezer Scrooge es un viejo pecador avariento que nunca celebra la Navidad. En la víspera de esta fiesta, recibe la visita de tres espíritus que le muestran aspectos olvidados de su pasado, ignorados de su presente y temidos de su futuro, haciéndole reflexionar sobre su vida y transformándolo en un hombre alegre y solidario. La mitad de este párrafo lo he copiado de otra página y no me avergüenzo de ello.
El cuento se ha llevado al cine y a la televisión muchas veces, unas con más éxito que otras, inmortalizando la obra de Dickens para varias generaciones demasiado perezosas como para abrir un libro. Mis dos adaptaciones preferidas, y que no se alejan demasiado de la obra original (en otro caso, también
incluiría
Los fantasmas atacan al jefe) son
Los Teleñecos en Cuentos de Navidad y
Una Navidad con Mickey. No solo es por la nostalgia; son buenas adaptaciones, cada una a su manera.
¿Qué es lo que más me gusta de la adaptación del clásico navideño dirigida por el hijo de Jim Henson? Veámoslo.