16 de septiembre de 2024

A más ver, mis leales lectores

Tal vez este dato os sorprenda, y el archivo del blog sin duda puede llevaros a engaño, pero El Tipo de la Brocha nació en junio de 2006. La temática era distinta, y no recuerdo gran cosa de lo que escribí entonces; sin embargo, nunca he olvidado que fue una experiencia gratificante y satisfactoria. Aunque me gusta juntar letras desde que tengo uso de razón, aquella fue la primera vez que mis actos de terrorismo literario llegaron a otras personas, y no tardé en cogerle el gustillo a interactuar con mis lectores. Os sonará increíble, quizá incluso inconcebible, pero hubo una época en la que los blogs eran sitios en torno a los que se creaban pequeñas e idílicas comunidades en las que, solo de vez cuando, se colaba algún trol.

Lamentablemente, aquella primera incursión en la blogosfera no duró mucho, porque poco después conseguí mi primer trabajo y mi vida personal quedó en modo de espera. Por suerte, con tiempo suficiente, uno se acaba acostumbrando a todo, y de alguna manera (¿dormir?, ¿quién necesita dormir?) aprendí a organizarme. Así las cosas, en enero de 2008, me uní a las filas de colaboradores de ionlitio.com, un blog de cultura pop. Esta asociación se extendió hasta febrero de 2011. Para entonces, ya me sentía lo bastante mentalizado para reabrir mi blog, y ese mismo mes renació El Tipo de la Brocha, con entusiasmo renovado, un diseño que hacía daño a la vista y nuevos propósitos que no tardé en incumplir. Y pasó un año. Y luego otro. ¡Y de repente ya eran diez! Y el blog siguió adelante.

No sé qué tal se os darán a vosotros las mates, pero yo he echado cuentas y, a lo tonto, me salen cerca de 18 años dedicados a esta labor por pura afición. Eso es mucho tiempo. Pero que mucho, mucho tiempo. Sobre todo en años de perro.

Haber estado siempre al pie del cañón debería darme algo de caché, pero lo cierto es que la era de los blogs personales llegó a su fin hace una montonera de años. Y las redes sociales, en auge demográfico y declive intelectual constante, los han sepultado hasta hacerlos virtualmente invisibles. Seamos honestos: la mayoría de la gente no quiere leer mensajes que no puedan abarcarse de un solo vistazo. Y si, en lugar de leer, pueden ver un vídeo de menos de treinta segundos, todavía mejor.

Hoy se valora el meme, el estímulo inmediato, la polémica del día... Puedo pasarme semanas preparando una entrada, compartir el enlace en Twitter y, con suerte, recibiré una decena de «megustas» y dos o tres retuits. En cambio, una ocurrencia estúpida, a la que probablemente no haya dedicado el menor esfuerzo o reflexión, puede hasta hacerse viral. Es el signo de nuestro tiempo, pero no tiene por qué gustarme. Es más, me trae de cabeza.

No os confundáis; esto no pretende ser una denuncia de nada ni aspiro a ganar el premio al abuelo cebolleta del año. El impacto que han tenido las redes sociales es solo uno de los motivos que me han llevado a tomar la decisión de tomarme un descanso. Tengo otras razones igual de buenas, pero son más personales y no busco ni necesito hombros en los que llorar. Además, os pondría perdidos de mocos. Y a lo mejor aprovecharía también para vaciaros disimuladamente un azucarero en un bolsillo. Prefiero dejaros una buena impresión al despedirnos y no que os caguéis en mis muertos «pisaos».

Así pues, ha llegado el momento de bajar las persianas, echar la llave y decir adiós. Y cuando ya esté en la calle, volveré corriendo sobre mis pasos y comprobaré si he cerrado bien. Siempre es mejor asegurarse que estar todo el día con la mosca detrás de la oreja.

No sé si regresaré, pero es una posibilidad que dejo en el aire. ¿Quién sabe?, puede que aún no hayáis visto mi última transformación.

Muchas gracias a todos los que estuvisteis ahí. Entre vosotros y mi pájaro bebedor, casi alcanzamos los seis millones de visitas. Daos una palmadita en la espalda de mi parte.

10 de septiembre de 2024

Las aventuras de Conan: Un espectáculo de espada y brujería

Entre los aficionados a los Masters del Universo y la fantasía en general, no es inusual oír que He-Man es la copia rubia de Conan el bárbaro. De hecho, en esta entrada, hablé del pleito que hubo entre la juguetera Mattel y los titulares de los derechos sobre Conan por un presunto plagio. En aquel artículo, analicé el caso desde el punto de vista de los hechos fríos y demostrables, no de declaraciones unilaterales ni de rumores sacados de las oscuras entrañas de internet. Y, por eso, no llegué a ninguna conclusión definitiva.

Pero ¿y si en algún momento se hubieran invertido los papeles y fuera Conan quien se copiase de He-Man?

2 de septiembre de 2024

El último pistolero (1976)

El último pistolero (The Shootist, en el inglés original, o sea, El que chuta) no es una película que recuerde mucha gente que no peine canas o no peine pelo en absoluto. Pero si aún se recuerda o se habla de ella, la principal razón es que fue la última película del actor John Wayne, una de esas grandes estrellas de Hollywood que a día de hoy muchos tacharían, no sin razón, de ultraconservador e hipócrita. También usaba peluquín.

El filme, basado en la novela homónima de Glendon Swarthout, tiene los andamiajes de un wéstern clásico, pero es una criatura diferente: reflexiva, conmovedora y, puntualmente, cruda. Y, por supuesto, está más infravalorada que las cualidades actorales del propio Wayne.

No hay que perder de vista que, en la fecha de su estreno, la edad dorada del wéstern ya había quedado muy atrás, tan atrás como las películas de gánsteres o los caramelos de menta cubiertos de chocolate. Incluso el barato, pero rupturista y popular spaghetti western, nacido a mediados de los sesenta, estaba en declive. Y quizá nadie era más consciente de que la película brindaba a la salud de una era pasada que John Wayne. El último pistolero es un canto de cisne a su trayectoria profesional, y no es extraño, por tanto, que el actor ofreciera en ella una de sus mejores interpretaciones. ¡Y encima luciendo un hermoso mostacho!, lo cual, a juicio de quien suscribe estas líneas, siempre suma puntos.

21 de agosto de 2024

'Conan: City of the Dead', de John C. Hocking

El pasado 18 de junio, Titan Books publicó la novela Conan: City of the Dead, del autor estadounidense John C. Hocking, al que quizá conozcáis mejor como el creador del personaje Brand el vikingo. A mí el tal Brand no me suena de nada, pero, cuando lo he leído en la Wikipedia, me ha hecho pensar en Vickie el vikingo y ahora no puedo quitarme la canción de esos dibujos animados de la cabeza. Espero que os pase lo mismo.

Al igual que los relatos del sello The Heroic Legends (cuyas reseñas podéis encontrar en este mismo blog 😉), la edición en español ni existe ni se espera; pero el título en nuestro idioma podría ser algo así como Conan el bárbaro en... ¡La ciudad de los muertos vivientes!

Vale, me he tomado alguna libertad con la traducción, pero espero que sepáis valorar mi esfuerzo. Hasta he puesto exclamaciones. Y más que puedo poner.