A la vista de los emails que recibo, sobre todo desde que anuncié el especial de
Star Wars hace algunas semanas, sé que más de uno estaba esperando que escribiese sobre
La amenaza fantasma.
Imagino que esto lo decís por lo fácil que es ensañarse con esta película. Sin embargo, mientras que para algunos
La amenaza fantasma supuso el principio del fin de la que fue una gran saga cinematográfica o incluso una violación de su infancia (¡número 1 en el
top 10 de expresiones estúpidas de internet desde 1999!), lo cierto es que para la mayoría solo fue otro estreno más.
A los segundos les doy mi enhorabuena por ser normales. A los primeros me permito recordarles que cuando el Episodio I se estrenó en el cine, la respuesta por parte del público fue muy positiva y que, de las dos trilogías, es la película que más dinero ha recaudado. Esto no significa ni mucho menos que sea buena, pero estábamos tan entusiasmados con la idea de una nueva película de
Star Wars que ni siquiera nos planteamos que pudiera ser una tomadura de pelo. Las expectativas eran demasiado altas y se estrellaron como Oro 5 en el ataque a la primera
Estrella de la Muerte.
Lo que ninguno sabíamos en 1999 es que "dirigida y escrita por George Lucas" era una de las frases más aterradoras que podíamos haber leído. La pasión que tenía Lucas cuando dirigió
La guerra de las galaxias a mediados de los setenta, driblando a los grandes estudios de Hollywood y enfrentándose a un rodaje agotador para sacar adelante una película que poco tenía que ver con su visión original, no era la misma pasión que la del cincuentón al timón de una franquicia multimillonaria acomodado en un rancho de tres mil hectáreas que dirigió
La amenaza fantasma veinte años después.
En la década de 1990, toda la integridad artística que había demostrado Lucas con
THX 1138,
American Graffiti y
La guerra de las galaxias se había esfumado y dejado hueco a una habilidad portentosa para exprimir hasta el último centavo de la trilogía que le hizo famoso. Y es que, aunque Lucas lleve toda una vida sin valer un pimiento como cineasta, como hombre de negocios hay pocos que estén a su altura.