Pues bien, preguntar ahora a un chaval por La princesa prometida viene a ser lo mismo que eso, con la diferencia de que La princesa prometida ni siquiera es tan buena como El puente sobre el río Kwai, porque no ganó ninguna estatuilla dorada en 1987 ni cuenta con Obi-Wan Kenobi silbando una de las melodías más reconocibles de la historia del cine. Por lo tanto, no os sorprendáis cuando alguien varios años más joven que vosotros os diga que no ha visto La princesa prometida. ¿Estamos? Estamos.
La princesa prometida es una película de "amor verdadero y grandes aventuras", ambientada en una Europa renacentista de fábula, en la que la trama principal se la cuenta el detective Colombo, aquí un abuelete majete, al chaval de Aquellos maravillosos años y, ya de paso, al espectador. Ficción dentro de la ficción, pero sin que el niño al que le leen el cuento acabe tarado perdido como Bastian en La historia interminable.
Siendo una de mis películas favoritas, tengo que reconocer que todo lo que tiene de encanto le falta de chicha. Es una cinta sencilla y honesta, para reírse un poco y emocionarse otro tanto, estar entretenido hora y media, y luego irse a la cama a soñar con los angelitos (que a mi edad espero que sean los ángeles de Charlie; Kate Jackson, Farrah Fawcett y Jaclyn Smith, si no es mucho pedir).
La película está basada en la novela homónima del escritor William Goldman, también autor del guión adaptado. De hecho, Goldman es más conocido por sus aportaciones al cine que por sus novelas. Entre otros guiones, escribió los de Dos hombres y un destino y Todos los hombres del presidente, ambas películas oscarizadas y clásicos del cine. A día de hoy, con más de ochenta tacos a sus espaldas, Goldman es un carcamal, pero en los años setenta, cuando escribió La princesa prometida, era un escritor joven y ambicioso, y lucía un mostacho de policía de antivicio digno de encomio. Esa es la imagen que tenéis que tener de él cuando leáis esta novela, si es que lo hacéis. Yo he tenido ocasión de hacerlo hace poco y la he disfrutado como un crío con un juguete nuevo.