28 de noviembre de 2011

El desafío de las águilas (1968)

No me gusta el cine bélico. Muchas veces es pura propaganda patriótica y otras, un rollo patatero. El puente sobre el río Kwai, por ejemplo. Se dice que es un clásico atemporal, ganó siete Oscars y cuenta con una melodía inolvidable. Viéndola, aguanto despierto menos de quince minutos. Y no me hagáis empezar con Salvar al soldado Ryan.

Dicho esto, hay unas pocas películas de este género por las que siento debilidad. Una de ellas es El desafío de las águilas (Where Eagles Dare, 1968), basada en la novela homónima del aquí también guionista Alistair MacLean y dirigida por Brian G. Hutton, que coincidiría nuevamente con Eastwood en Los héroes de Kelly.

La trama se desarrolla durante la II Guerra Mundial y trata sobre un equipo de agentes británicos liderado por el flemático mayor Smith (Richard Burton) que vuela al sur de Bavaria acompañado por un teniente norteamericano (Clint Eastwood) con la misión de infiltrarse en el Castillo de las Águilas, una fortaleza casi inexpugnable. Allí deben rescatar a un compatriota del teniente antes de que los nazis le sonsaquen información sobre el desembarco de Normandía. Pero el mayor Smith sospecha que puede haber un infiltrado en su equipo. Y eso es solo la punta del iceberg.

24 de noviembre de 2011

Los primeros cómics de Transformers

El fin de semana pasado, buscando material para próximos artículos en casa de mis padres (y un abrigo para el invierno, y ropa de cama, y comida...), encontré por casualidad mis viejos cómics de Transformers, que la editorial Forum publicó bajo el sello de Marvel entre finales de los ochenta y principios de los noventa. Estaban guardados en una baúl junto con un tebeo de las Tortugas Ninja, dos tomos de Don Mickey, tres tazos de Dragon Ball Z, un capuchón de boli Bic y algunas historietas de Conan el Bárbaro recopiladas de la revista infantil Gente Menuda.

Los números de Conan estaban encuadernados y en perfecto estado, pero el resto de cómics, incluidos los de Transformers, me los encontré tal y como los dejé cuando era un crío: hechos polvo. Las cubiertas dobladas, las hojas cuarteadas, las viñetas pintarrajeadas... Incluso faltaban algunas páginas, y aunque ya no recuerdo qué hice con ellas, seguro que no fue bonito.

Aun así, estos cómics tienen que valer una fortuna. Para ir sobre seguro, habría qué ver a cuánto cotiza la nostalgia en época de crisis; pero para mí su valor es incalculable, sobre todo los de Transformers. Y no lo digo no porque estos juguetes japoneses adaptados a formato cómic y luego a teleserie me gustasen especialmente, sino porque dentro de su colección también se publicaban las historietas de Rom, el Caballero del Espacio, un personaje que nunca fue tan popular como Spider-Man o Iron Man, pero que contaba con su pequeño círculo de seguidores, más o menos como la Cosa del Pantano en DC. Pero me estoy desviando del tema.

Aunque en España la colección de Transformers abarcó casi 70 números, sus primeras aventuras se repasan en un pispás. Permitidme que os lo demuestre con este artículo de más de 4.000 palabras.

21 de noviembre de 2011

Mundodisco, la aventura gráfica

Es curioso. Ahora mismo no sé dónde he puesto mi teléfono móvil, pero recuerdo perfectamente dónde jugué por primera vez al Mundodisco hace más de quince años. Fue en casa del mismo amigo con el que competía para ver quién mantenía más tiempo a raya al yeti en el SkiFree. Podría deciros incluso qué merendé esa tarde: sándwich mixto y zumo de naranja. Ahora que lo he mencionado aquí, creo que ya es hora de ir olvidándolo para dejar hueco a información más útil. El caso es que mi amigo tenía ordenador, y yo, no, así que me las apañaba con el suyo. Incluso me compraba videojuegos aunque solo pudiera jugarlos en su casa, como el Heart of China o el título del que hablaré hoy si consigo no extraviarme en una madeja de anécdotas.

Mundodisco es el primero de una corta serie de videojuegos inspirados en las novelas del mismo título del escritor británico Terry Pratchett. ¿Y en qué género encajarían mejor estas sátiras fantásticas plagadas de diálogos ingeniosos que en una aventura gráfica? En ninguno. Bueno, tal vez en un "yo contra el barrio" protagonizado por Cohen el Bárbaro y la Horda de Plata, pero dudo que ninguna compañía quisiera invertir su dinero en eso.

17 de noviembre de 2011

Esclavas en el espacio (1987)

A finales de los años ochenta, Esclavas en el espacio debió de ser carne de videoclub. Basta con ver el póster para saber que estamos ante un caso agudo de seriebenitis. La película no se estrenó en el cine y tampoco se invirtió una millonada en publicidad; simplemente se escogió un título sugerente (Slave Girls from Beyond Infinity en el inglés original), se contrató a un ilustrador más o menos competente para tener una carátula atractiva a la vista, y, para rematar la faena, en el reverso de la caja del VHS se incluyó un fotograma de una de las "protas" encadenada y ligerita de ropa y otro de un robot. Más de un incauto acabaría alquilando la cinta.

Sin embargo, ahora que la información nos desborda por medio de mil y un dispositivos, es improbable que nos la den con queso. La película tiene un 4,4 en IMDb, un 3,4 en Filmaffinity, y un 37 % en RottenTomatoes. No se tarda más que unos segundos en comprobar que es la clase de película que espanta a los críticos y apenas satisface al público.

Pero algo hemos perdido.

Yo lo que más echo de menos de aquella época es la incertidumbre. Es cierto que podías bajar al videoclub, alquilar tres películas y que dos de ellas fueran basura en forma cinta y enrollada dentro de una caja de plástico. Pero si la tercera era buena-buena o tan mala que era buena, se te quedaba grabada como parte de una experiencia más grande que la propia película.

Por desgracia, este no es el caso de Esclavas en el espacio, una versión de tantas de la muy superior El malvado Zaroff, pero con chicas en bikini.

14 de noviembre de 2011

El Capitán Trueno: Atlántida

No sé por qué me compré esta basura de tebeo. Ah, no, esperad, no lo hice. Convencí a mi padre de que se lo comprase argumentando que no podía dejar su colección incompleta. Sabía que este cómic iba a ser malo con ansia y no quería gastarme ni un solo euro en alimentar la frustración de mis expectativas. Uno de mis lemas es que la frustración de expectativas siempre debería salirte gratis. Y otro de ellos es deja de comprarte cómics de El Capitán Trueno.

Algunos dirán que no se puede juzgar un libro por su portada, pero es evidente que no han leído Atlántida. Cuando recuerdo las magníficas portadas de Antonio Bernal para Trueno Color o las de la revista Aventuras Bizarras y luego veo la portada de Atlántida, me entran ganas de llorar. Si no supiera que este es un cómic de El Capitán Trueno, apostaría a que se trata de un libro de pinta y colorea para niños con un retraso mental grave. ¿Qué tal si dibujamos al Capitán Trueno y a Sigrid rejuvenecidos hasta la náusea y en una pose carente de todo dinamismo, sobre un fondo en el que ni siquiera parecen estar integrados? ¡Brillante!

Me estoy planteando muy seriamente pagar a una gitana para que le eche mal de ojo a Ricard Ferrándiz. Lo que sea por que no se acerque más a Trueno.

10 de noviembre de 2011

'Northumbria, el último reino', de Bernard Cornwell

Hará cosa de medio año, gracias a la compañera Tempus Frangit del blog Azulianos Infames, descubrí una serie de novelas históricas sobre las incursiones danesas a la Gran Bretaña del siglo IX llamada Sajones, vikingos y normandos, del escritor londinense Bernard Cornwell. Y creedme, al menos la primera novela de la saga es más emocionante de lo que pueda desprenderse de este párrafo introductorio tan aburrido.

Habida cuenta de la sugerente recomendación, y como ex devorador de libros que intenta retomar los viejos hábitos de lectura, pronto empecé a leerme el primer libro de esta saga vikinga con mucha ilusión. Por desgracia, tuve mucho lío en el curro, luego surgieron otras cuestiones más apremiantes y aunque tenía pensado aparcar el libro solo unos días, los días pronto se convirtieron en semanas, las semanas en meses y... Bueno, ya sabéis cómo acaban estas cosas: con un libro triste y solo oculto bajo una capa de polvo. Creo que esta última frase es una de las muchas razones por la que ninguna editorial me citará jamás en la contraportada de sus libros. Algunas otras son la ausencia de cordura y mi reconocido desprestigio global.

No fue hasta el sábado pasado que, limpiándose la casa (hablo en reflexivo, porque yo, lo que es limpiar, no limpio, digamos que aparto la suciedad para que no se me coma vivo), volví a verme las caras con Northumbria, el último reino. Después de quitarle las telarañas y pasarle el aspirador, me puse cómodo en el sofá, botella de Coca-Cola de un litro a mano, y me leí la novela de una sentada. Cuando terminé, eso sí, tenía muchas ganas de mear.

7 de noviembre de 2011

Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio (2011)

Desde aquella nefasta coproducción franco-española que fue Tintín y el misterio de las naranjas azules, han tenido que pasar casi cincuenta años para que los seguidores del cómic más popular de Hergé (porque, honestamente, ni Cristo leía Quique y Flupi) veamos una adaptación cinetamográfica de Tintín con actores reales. O con híbridos entre imagen real y animación 3D, que no es lo mismo, pero se le acerca.

Steven Spielberg llevaba detrás del proyecto desde los años ochenta (se cruzó con una crítica de En busca del Arca perdida que comparaba a Indiana Jones con Tintín, descubrió al personaje de Hergé, se enamoró de él... ya sabéis, la clásica comedia romántica gay) y pretendía utilizar intérpretes de carne y hueso para realizar la película.

Por suerte, su amigo Peter Jackson le convenció de que la única manera de hacer justicia al mundo creado por Hergé era utilizando la tecnología de captura de movimiento que tan penosos resultados le había dado a Robert Zemeckis en Polar Express. Costes disparatados, críticas negativas, fracasos estrepitosos en taquilla... Sinceramente, me extraña que Jackson lograse convencer a su colega; pero vaya si me alegro de que así fuera.

Con este envoltorio nos llega, pues, la primera película animada de Steven Spielberg, una montaña rusa de efectos digitales desde sus magníficos títulos de entrada, reminiscentes de los trabajos de Saul Bass, hasta su sorpresivo cliffhanger final. Y todo ello acompañado de la banda sonora más inspirada que ha compuesto John Williams en mucho tiempo.

3 de noviembre de 2011

Estrenando secciones y resultados de la encuesta sobre qué prefieren los lectores

Qué bien sienta volver al viejo aspecto del blog, ¿verdad? Halloween quedó resultón y las visitas no han hecho más que aumentar en este último mes, pero tanto rojo sobre negro empezaba a cansarme y deprimirme. Para el próximo especial de terror, utilizaré más naranja.

Y ahora, para celebrar la vuelta a la normalidad, os traigo algunas pequeñas sorpresas: ¡Tenemos F.A.Q.!, que, para quien no esté en la onda, significa Frecuentando A Quetzalcoatl. O puede que no. Consultad la sección y averiguadlo por vosotros mismos.

Además, aprovechando que tenía que retocar el diseño, he quitado las categorías de la barra lateral y las he trasalado a una pestaña propia. También he eliminado los blogs recomendados de la barra lateral para incluirlos en una página independiente con un pequeño descriptivo de cada uno de ellos. ¿Quién sabe?, quizá algún día vuestro blog también aparezca ahí. Y puede que ese día no esté muy lejos de aquel en que me hagáis un favor. ¿He mencionado ya que pronto habilitaré un botón para hacer donaciones?*