El 23 de febrero de 1940, Walt Disney estrenó su segundo clásico animado: Pinocho. Al principio estaba previsto que fuera Bambi la película que sucediera a Blancanieves y los siete enanitos, pero animar a los condenados animales traía a los dibujantes de cabeza.
El segundo largometraje de Disney es una versión recortada y suavizada del cuento original del italiano Carlo Collodi, pero aquí las diferencias saltan más a la vista que en la adaptación del cuento de Blancanieves. No es que debiera sorprendernos. Aunque solo sea por la extensión de la obra adaptada, ya es normal que haya más diferencias. Después de todo, el cuento de Blancanieves tiene unas veinticinco páginas, incluyendo ilustraciones, y Las aventuras de Pinocho, alrededor de ciento ochenta. Había que meter mucha tijera.
Pero la extensión no fue el único problema de cara a adaptar el libro. Collodi concibió su obra como un cuento episódico, por lo que carece de una estructura narrativa estricta. Es más, la primera mitad de lo que luego se convirtió en libro se publicó semanalmente en un periódico durante dos años, y la historia culminaba de forma infeliz con la muerte de Pinocho. La segunda mitad no se publicaría hasta el año siguiente, 1882, después de que Collodi se rindiera a las peticiones de sus lectores y resucitara milagrosamente a su personaje estrella. Esto demuestra que los fans tocapelotas existen desde siempre.
A todo lo anterior hay que añadir que el Pinocho del libro es un niño malo, desobediente, ingrato y holgazán, y para nada parecido al típico protagonista adorable que uno espera encontrar en un cuento infantil, así que Walt Disney decidió darle un carácter inocente y entusiasta, para que resultara más simpático a ojos del público.
La película costó cerca dos millones y medio de dólares, más del cuádruple de lo presupuestado y casi el doble de lo que había costado Blancanieves. Era la mayor inversión que había realizado el estudio desde que compraron una cámara de criogenización para alentar rumores y leyendas urbanas en caso de que Walt Disney muriera repentinamente.
Por desgracia, la película no recaudó todo lo que se esperaba de ella, y el estudio acabó endeudado hasta las cejas. Actores como el caballo Horacio y la vaca Clarabella tuvieron que dormir debajo de un puente. Sin embargo, el tropiezo en taquilla no se debió a una mala recepción por parte del público, sino a una pequeña eventualidad histórica de la que quizá hayáis oído hablar: la Segunda Guerra Mundial, un escollo imprevisto que jorobó la taquilla europea.