24 de junio de 2019

'Cristal Oscuro', la película de Jim Henson (1ª parte)


Lo primero es lo primero: adoro esta película. Casualmente se estrenó en España en el mismo año en que nací, apenas unos meses después de su salida en los Estados Unidos, y cada vez que vuelvo a verla, es como si mi televisor se convirtiera en una ventana a otro mundo, un mundo mágico del que puedo formar parte durante hora y media, y al que puedo regresar siempre que quiera, a menos que haya un corte de luz. Y desde luego es mucho mejor alternativa que asomarme a la ventana de mi salón y ver a un grupo de adolescentes improvisando rap en la calle. Necesito cristales insonorizados.

Por eso, cuando, en mayo de 2017, me enteré de que Netflix produciría una precuela en forma de serie de Cristal Oscuro, la película de Jim Henson, di saltos de alegría. No literalmente, porque un perro me torpedeó la rodilla y, dado que además tengo la enfermedad de Oswald-Slater (o algo que suena parecido), no debería darle mucha tralla. Cuando los marcianos esclavicen a la humanidad, yo seré el humano que no se arrodille y dé inicio involuntariamente a una rebelión para reconquistar el planeta.

De todos modos, ni siquiera en sentido figurado fueron saltos muy entusiastas, porque enseguida vi que el responsable de la serie sería Louis Leterrier, director, entre otros proyectos mediocres, del remake de Furia de titanes y de la película del Universo Cinematográfico Marvel que nadie se molesta en recordar.

Mucho tiempo después, a finales de mayo de este mismo año, por fin empezamos a tener más información sobre la serie y salió el primer tráiler. No me convenció demasiado. Aunque lo vi como siete u ocho veces en una sola tarde, lo hice solo porque las imágenes estaban muy por encima de mis expectativas y me emocioné como si fuera un crío otra vez. Una nadería. Eso me enseñará a tener fe en The Jim Henson Company.

La rana Gustavo y Jim Henson mantenían una relación íntima. Según qué metes dónde esa clase de conexión es inevitable.

Para ser un tipo que empezó a trabajar con un calcetín gigante en la mano y poniendo voces graciosas, Jim Henson era un visionario y un genio del entretenimiento. Tanto El show de los Teleñecos, como las películas protagonizadas por estas simpáticas marionetas son pura diversión y extravagancia aptas para todos los públicos, y las aportaciones que Henson hizo a Barrio Sésamo fueron claves en el éxito de un programa con el que hemos crecido varias generaciones de niños. Si no aprendiste a contar con un conde transilvano obsesionado con los números, ¿qué clase de infancia tuviste? Pues una como cualquier otra, claro. No vamos a ponernos quisquillosos.

Y aunque esos logros por sí solos ya serían suficientes para encumbrar a cualquiera, fue con los dos largometrajes que dirigió y escribió al margen de los Teleñecos cuando más dio de sí mismo y logró hacer auténtica magia*.

Pero el mérito no fue solo suyo. Henson siempre supo rodearse de las personas adecuadas y confiar en la creatividad y el talento de su equipo. Para Cristal Oscuro recurrió al ilustrador británico Brian Froud, que se ocupó del diseño de TODO, y contó también con su amigo y colaborador habitual Frank Oz para codirigir la cinta. Gary Kurtz, que venía calentito de El Imperio contraataca, se sumó al equipo como productor.

Con ellos trabajó un batallón de autores, artistas, intérpretes y artesanos que dieron lo mejor de sí mismos. Incluso David Odell, guionista de dos entretenidas mediocridades como Supergirl y Masters del Universo, consiguió entregar un guion que no daba asco trabajando al sol de la melodía que silbaba Henson.

* La auténtica magia no existe. Pero si hay algo parecido, tienen que ser estas películas.

Frank Oz graba a Jim Henson y Kathryn Mullen tocando de forma inapropiada a dos marionetas.

Aunque ahora aprecio ambas películas por igual, cada una con sus virtudes y defectos, durante mucho tiempo me gustó más Dentro del Laberinto que Cristal Oscuro.

Cuando era un crío y pasaban Cristal Oscuro por la tele, siempre me sentaba a verla, pero me cortocircuitaba el cerebro. Todo lo que alucinaba con los muñecos me aburría la trama. Quería que me gustase más, pero mi mente se resistía a divertirse, y tuve que esperar a que la voz me bajase dos octavas para admirarla como se merecía. Nunca tuve ese problema con Dentro del Laberinto.

Para un niño, Dentro del Laberinto es la película más digerible y la que menos probabilidades tiene de provocarle pesadillas pavorosas plagadas de buitres raquíticos que se caen a pedazos. Es cierto que trata al público con mayor condescendencia que su predecesora, pero no lo toma por tonto. Además, al contar con una preciosísima y jovencísima Jennifer Connelly y un pletórico David Bowie como protagonistas (los pantalones de jinete del cantante son un tema digno de ensayo), no depende únicamente de marionetas para generar empatía. Este fue, de hecho, uno de los aspectos a los que se achacó la templada recepción de Cristal Oscuro. Ese y los grotescos buitres-lagarto que graznan en la oscuridad.

Sin embargo, Cristal Oscuro ofrece una experiencia diferente y única, tanto para el niño que la vea por primera vez y quede fascinado con el mundo de Thra y sus extraordinarios pobladores, como para el espectador adulto que sea capaz de apreciar los claroscuros de la historia y el trabajo artesanal y técnico que conllevaba crear algo así hace treinta años.

Desde luego, si yo pudiera retroceder en el tiempo y colarme en el rodaje del filme, manosearía cada marioneta y pieza de atrezo hasta que los guardas de seguridad me sacasen a patadas de allí.

Brian Froud y Wendy Midener, casados un año antes de comenzar el rodaje, fingen trabajar en el vestuario de la película.

Para cineastas y autores de ficción en general, Cristal Oscuro es un gran ejemplo de cómo crear un mundo fantástico que sea original y único, insólito a la vez que cercano, viejo y con historia, y ello sin recurrir a clichés y escenarios manidos.

Thra es un mundo vivo y antiguo, en el que casi todo lo que vemos nos resulta desconocido y extraño, donde cada criatura, planta y recoveco se creó de la nada, sin efectos digitales ni actores a la vista a excepción de algún enano disfrazado; un mundo que tiene un lado hermoso, pero también un lado tétrico y terrible. Y aunque la trama que se desarrolla en este mundo es sencilla, el clásico viaje del héroe, detrás de ella se intuyen una historia y una mitología ricas y vibrantes, de las que solo se nos muestra una pequeña parte, pero que nos ayudan creer en la realidad de lo que vemos.

Cristal Oscuro es una oda a la imaginación, y cuanto más me sumerjo en el mundo de Thra, más me cuesta creer que algo tan original tuviera su germen en el aburrimiento más atroz. La mayoría de personas que sufren un retraso en su vuelo, se resignan y pierden el tiempo. Henson estuvo retenido una vez con su hija Cheryl por culpa de la nieve y se sacó un mundo entero de la manga.

Dicho esto, ya estoy en disposición de recapitular la película y mofarme desde el cariño de ella sin que penséis que me estoy defecando vilmente en vuestros recuerdos.

Los párrafos anteriores eran la excusa que necesitaba para incluir un segundo póster en esta entrada.

Cristal Oscuro comienza con las notas de la gran obertura compuesta por Trevor Jones para la ocasión, que suena algo así como: tuu-tu-tu-tuuuuu, tu-tu-tuuu, tuu-tu-tu-tu-tuuuu...

No creáis que es fácil reproducir ese sonido tan peculiar cuando lo único que recuerdas de tus lecciones de música es que la flauta puede servir para lanzar bolas de papel mojado a tus compañeros.

Cubierto por nubes tempestuosas, un castillo oscuro y retorcido, se alza como una garra ávida sobre un terreno estéril circundado por cordilleras baldías. Es el Castillo del Cristal, y ninguna agencia inmobiliaria querría ocuparse de venderlo. ¿Qué iban a poner en el anuncio?, ¿"Castillo en medio de un erial desolador, pésimamente conservado, fatal comunicado y muy oscuro"?

Esta propiedad es el sueño de un aficionado a las reformas.

Según el narrador, estamos "en otro mundo, en otro tiempo; en la era de la maravilla". Y yo que pensaba que estábamos en algún rincón perdido de Almería...

Hace mil años, continúa el narrador, "esta tierra era verde y era buena", o sea, más Ponylandia y menos Mordor, hasta que "se quebró el Cristal y un trozo se perdió". Entonces el curso de los acontecimientos se torció cosa mala y surgieron dos nuevas razas: los crueles skeksis, pollos-reptiles mutantes que comenzaron a gobernar el mundo con mano de hierro, y los apacibles místicos, hippies sabios con aspecto de zapato de ante viejo que no hacen nada útil por la sociedad.

La narración inicial no estaba presente en el primer montaje de la cinta, pero se consideró que el mito que se iba a contar requería alguna clase de explicación. En general, lo bueno de no desmenuzar la trama desde el principio es que el espectador puede embarcarse en un viaje de descubrimiento junto a los personajes y atar cabos por sí mismo. Esto exige mayor esfuerzo por parte de la audiencia, pero es más satisfactorio. Por desgracia, mucha gente es idiota y prefiere que se lo den todo masticadito para no sentirse más idiota aún. Este fue el caso la audiencia del pase de prueba y por eso acabamos teniendo un narrador.

Boceto de un skeksis, por Brian Froud.

Boceto de un místico (o urRu), también por Brian Froud.

Los skeksis dirigen el cotarro desde el Castillo del Cristal y llevan la friolera mil años gobernando este mundo, totalmente sometido a su tiranía. Cada uno de esos años pesa sobre ellos y se nota en sus pieles arrugadas y pelillos grises.

Alguna vez, hace mucho tiempo, los skeksis debieron vivir rodeados de pompa y esplendor; pero ahora su decadencia es palpable. Delatan la declinación de la estirpe tanto sus abominables facciones, avejentadas y retorcidas, como sus ornamentadas y raídas vestimentas, que parecen haber tomado prestadas de la corte de Isabel I de Inglaterra y luego haber guardado un par de siglos en un armario ocupado por un regimiento de polillas.

Os advierto que ver la película en resolución 4k y no en un VHS grabado de la televisión en 1990 aumenta el desagrado hacia los skeksis en un 37 %.

Tan sexi...

El Cristal Oscuro del título flota en la cámara sagrada sobre una flatulencia flamígera. Los skeksis utilizan este prisma de tonos violáceos para extraer energía del sol y engañar a la muerte. En otras palabras: lo necesitan para mantenerse vivos y coleando. O al menos todo lo vivos y coleantes que pueden estar estos avechuchos marchitos que se mueven a ritmo de iguana con esclerosis.

No es mi intención machacaros con la idea de que los skeksis son aberrantes, pero es que decirlo una sola vez es quedarse corto.

El narrador nos explica que el emperador de los skeksis tiene un pie en la tumba, y cuando él sea pasto de los peces, solo habrá nueve supervivientes de esta estirpe milenaria, lo que significa que pronto tendrán que elegir un sucesor. También significa que cuando celebren bailes de salón, alguien se quedará sin pareja. Menudo drama.

El famoso cristal de guardar la partida...

Lejos de allí, en el valle de los urRu, viven la pacífica tribu de los perroflautas místicos. Estos también son casualmente diez, y el más sabio de ellos, aquel al que llaman Maestro, también está casualmente a punto de iniciar un curso de jardinería; criando malvas, para ser precisos.

El propio Maestro es consciente de que le queda dos telediarios, así que empieza a pensar que quizá va siendo hora de que comparta con el héroe de la película cierta profecía de la que depende el destino del mundo.

Los místicos dejan sus quehaceres cotidianos y elevan sus enormes cabezas melenudas para entonar un cántico grave y solemne que resuena por todo el valle:

"OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOH".

Lo he clavado. Ya no hace falta que veáis la película para apreciarlo.

Radio goo goo
Radio ga ga

Nuestro héroe en ciernes es el joven Jen, el último de los gelfling, una especie de elfo canijo con cara ratonera y melena de color castaño oscuro en la que relucen mechas plateadas, a lo estrella del glam metal.

Diría que Jen se da un aire a Michael Jackson en los últimos estadios de su transformación, pero el rey del pop era dos veces más blanco y tres veces más grimoso. En lo que no se parecen el Rey del Pop y nuestro héroe es en que Jen es un agujero negro de carisma y la marioneta menos expresiva de toda la cinta. ¡Qué suerte que sea el protagonista!

Los místicos acogieron a Jen después de que los skeksis matarán a sus padres y exterminarán a su clan, y desde entonces no ha hecho gran cosa aparte de tocar la flauta semidesnudo entre florecillas y arroyuelos. Esa es toda su experiencia de cara a liberar Thra de una dictadura de mil años.

No culpo a Jen por ser un zoquete incompetente. Ha crecido entre una panda de vagos inútiles que prefieren pasar el tiempo entonando cánticos, tejiendo harapos y fabricando cántaros de arcilla a salvar el mundo. Bastante le honra no pasarse el día tirado en la cama fumando hierba.

Jen toca el ukelele y... ¡Un momento! Ese no es Jen. ¡Es una rana de felpa!

Ugh. ¿Puede volver la rana?

Jen oye la llamada de los místicos y echa a correr de vuelta al poblado. Curiosamente, el chico se mueve como una persona menuda cuando la cámara se aleja para tomar planos generales, mientras que el resto del tiempo parece una marioneta con parálisis cerebral.

El Maestro, tendido en su lecho, le dice que, para salvar el mundo y evitar que los skeksis lo dominen para siempre, deberá encontrar el fragmento perdido del Cristal Oscuro antes de que los tres soles se alineen y se produzca la Gran Conjunción. Para ilustrar la explicación, el místico crea una imagen del fragmento de cristal en una sopa de acelgas.

"Pero, maestro, yo solo soy un gelfling", dice Jen.

Qué quejica. Debería agradecer que los místicos le hayan preparado a conciencia para esta misión entrenándole en el uso del ábaco y la flauta.

El más sabio y moribundo de los místicos dice que el fragmento del Cristal se encuentra en la casa de Aughra, a un día de camino en la dirección del Sol Mayor. No tiene pérdida. Salvo que el Sol Mayor se mueva como el nuestro y Jen acabe en el mismo sitio que empezó.

"Debí contarte estas cosas hace mucho tiempo", dice el Maestro.

Sí, no hubiera estado mal adelantar esta conversación unos pocos meses, o incluso años; pero supongo que el benévolo mago estaba demasiado ocupado cogiendo polvo dentro de su cueva. Gracias por nada.

En cualquier caso, estas son las cartas con las que le ha tocado jugar, y si a Jen no le faltase un hervor, preguntaría qué narices tiene que hacer con el cristal una vez lo encuentre. Pero no pregunta nada y, aunque lo hubiera hecho, tal vez se hubiera quedado sin saberlo igualmente, porque el místico está convaleciente y se queda medio grogui.

-Es peligroso ir solo. Toma esto.
-¿Un puñado de indicaciones vagas? Gracias.

En el Castillo del Cristal, lo skeksis se dirigen a los aposentos de su agonizante emperador.

Dos de ellos coinciden en el pasillo y se sisean el uno al otro mientras giran en círculo y se tantean como dos saurios viejos con reumatismo.

La figura de complexión más pequeña, vestida con ropajes rojizos, corresponde a skekSil, el Chambelán, un skeksis ladino de aires amanerados que no puede evitar lanzar lastimeros gemiditos durante todo el filme. La figura más fuerte y robusta pertenece a skekUng, el General, entre cuyos ropajes oscuros asoman y tintinean herrumbrosas piezas de armadura.

"Odio tu lloriqueo", grazna el General.

Agradeced a la pereza intelectual que podáis entender lo que dice. A diferencia de la versión estrenada en cines (que es la misma que podemos escuchar en las distintas ediciones de vídeo doméstico), en el montaje inicial los skeksis hablaban su propia lengua, creada para la ocasión a partir de las lenguas indoeuropeas, por lo que el espectador dependía de los subtítulos para entender qué carajo decían. Tampoco era el fin del mundo. Los skeksis no tienen tanto diálogo entre ellos como para que el idioma sea un problema y su lenguaje corporal habla por sí solo: son muy malos

Sin embargo, aquel experimento provocó un fuerte rechazo en el público del pase de prueba, y Henson se vio presionado a doblar a los skeksis. Quizá fuera la decisión adecuada en aquel momento, pero hoy me gustaría que la película hubiera abrazado su rareza sin miedo e ido a por todas. Y a los niños que les den por saco. Es difícil que la película les guste, entiendan los diálogos o no.

El Chambelán y el General llegan juntos a la cámara del Emperador, donde están ya congregados el resto de skeksis.

 Jack Lemmon y Walter Matthau en La extraña pareja (1968).

Los nueve skeksis rodean el lecho del Emperador, que hiede a decrepitud y muerte incluso a través de la pantalla. Todos observan como buitres expectantes el cuerpo decrépito de su líder, que yace inmóvil, con la cabeza apoyada en la almohada y postrado bajo una sábana que debe de llevar un siglo sin lavarse. (Esto me recuerda que yo también debería poner una lavadora antes de que me coman la mugre y los ácaros. No puedo seguir permitiéndome quemar cada casa por la que paso.)

El Chambelán es el primero en actuar y, acercándose a un lado de la cama, extiende su garra de dedos retorcidos para tomar el cetro del Emperador. Lo de ofrecer consuelo a su líder moribundo ya si eso lo dejamos para mañana.

"¡Mío!", chilla el Emperador recuperando sus energías de sopetón y agarrando el cetro con fuerza.

¿Sabéis si existe alguna estadística en la que pueda consultar cuántos niños se echaron a llorar del susto cuando vieron a semejante engendro cobrar vida de golpe en el cine?

-¿Qué? ¿Descansando la vista?

-¿Quiere que le enseñe mi colección de plumas cloacales, joven?

Pero el Emperador no está para muchos trotes y, tras ese último esfuerzo, le da un apechusque.

Presa de una agonía seca, la momia senil boquea, buscando aire durante un lapso interminable, hasta que por fin se derrumba en el cochambroso lecho, muerto.

Ante la mirada atenta de sus acólitos, que dan un paso atrás y contienen el aliento, el Emperador se pudre rápidamente, como si sobre su cadáver cayesen de golpe mil años de descomposición. Sus frágiles huesos se quiebran, colapsan y desintegran, y en apenas unos segundos, del cuerpo infecto y consumido solo queda polvo.

La buena noticia es que podrán limpiarlo fácilmente con ayuda de una escoba y un recogedor. La mala, que ya nadie va a querer usar esa cama nunca.

El Emperador consigue asquear y horripilar al público hasta su último aliento.

Seré sincero: escenas como la anterior son difíciles de conciliar con el concepto de cine para toda la familia (salvo que esa familia lleve el apellido Manson y no tenga ninguna relación de parentesco). Sin embargo, Jim Henson creía que era bueno asustar a los niños. Según decía Frank Oz, a su amigo y colaborador no le parecía sano que los críos siempre se sintieran a salvo; Henson estaba convencido de que el miedo es un estímulo necesario en el desarrollo cognitivo de los más pequeños, igual que el chupete, el sonajero y el teléfono que hace "mu".

Es fácil imaginarse a Henson irrumpiendo en mitad de la noche en el cuarto de sus hijos para despertarlos con los gritos enloquecidos de una rana Gustavo armada con un machete empapado en sangre. Lo haría por su bien.

Por eso, la atmósfera de esta película tiene menos de cuento de hadas y más de cuento de los hermanos Grimm, con asesinatos a sangre fría, genocidios, traiciones, esclavitud... ¡Para niños!

Jim Henson, a gusto en su dimensión de terror inimaginable.

En el mismo momento en que el Emperador espicha, el sabio místico se desvanece ante los ojos de Jen, igual que Yoda en El retorno del Jedi; una muerte mucho más higiénica que la de su homólogo skeksis.

Maestro, iré a donde me has mandado, aunque apenas lo comprendo, piensa el joven gelfling.

Hay pocas cosas que no me gusten de esta película, pero, de ellas, solo hay una que me repatea hasta provocar que me rechinen los dientes: la voz en off de Jen. Aunque esto es algo que descubriremos en el curso de la aventura y que se hace aún más evidente cuando Kira entra en escena, debo adelantaros que, como héroe, Jen deja bastante que desear y no hay ninguna necesidad de escuchar sus insulsas y estúpidas reflexiones introspectivas. ¿Sabéis aquello de mejor callarse y parecer tonto que hablar y confirmarlo? Pues a Jen no le dan ni siquiera esa oportunidad; todo lo que dice para sus adentros le hace quedar como un borrego ablandabrevas.

He de añadir que, al igual que la voz del narrador, los monólogos internos de Jen se añadieron después del pase de prueba para contentar al público, o al menos a la clase de público que se aburre con las escenas reposadas y contemplativas. Hablo de espectadores imbéciles.

Pero lo entiendo. Henson se jugaba su propio dinero (compró los derechos de la película a la distribuidora para garantizar que se le daba la publicidad necesaria antes del estreno) y no quiso asumir riesgos. Menos el económico, supongo. ¿Os he hablado de la vez que invertí en una película? Lo único que conseguí es una camiseta de 2.500 euros.

Tengo hambre, pensó Jen.

Mientras los místicos celebran el funeral del Maestro enviándole sus escasas posesiones terrenales a través de la Fuerza (o algo así), Jen abandona su hogar y contempla el mundo que le aguarda más allá del valle.

No estoy preparado para ir solo, piensa, y tres segundos después añade: Está bien, iré solo.

No sé si la intención era que me partiese de risa, pero el manejo de los tiempos es digno de un humorista profesional. Esa voz en off a veces tiene sus momentos... No muchos. Pero los tiene.

La duda me reconcome... Y ahora no, pensó Jen.

En el salón del trono del Castillo del Cristal, los skeksis están divididos. El Chambelán es el siguiente en la línea sucesoria, pero el General también quiere ser emperador en lugar del Emperador, quizá porque es el único cargo con derecho a cama con dosel.

"¿Pero, Tipo de la Brocha, no habías dicho que nadie querría volver a usar esa cama nunca?".

Jope. No esperaba que recordaseis todas las bobadas que escribo.

"¡Caraescupitajo!", llama el Chambelán a su colega.

"¡Gusano llorón!", replica el General.

Por suerte, los skeksis son una raza con una larga historia y una rica tradición, y tienen una forma civilizada de resolver esta disputa: ver quién de los dos golpea un pedrusco con más fuerza.

"¡A la Piedra del Juicio!", corean los skeksis con sus estridentes voces de cuervo con laringitis.

Los esclavos podling, una raza de seres menudos con cara de patata pocha que los skeksis emplean como mano de obra esclava (y que probablemente estén uno o dos peldaños evolutivos por debajo de los fraggles), tiran de unas cuerdas que forman parte de un sistema de poleas oculto bajo el suelo del salón y hacen ascender un obelisco a través de una trampilla circular. En la roca se apoyan dos gigantescas espadas curvas.

Los contendientes cogen las armas y se aproximan el uno al otro. ¡Los filos chocan! Pero en lugar de pelear y hacerse picadillo hasta que uno de los dos quepa en un cubo del Kentucky Fried Chicken, se turnan para asestar espadazos al obelisco.Un duelo de espadas tradicional quizá hubiese sido más emocionante, pero hubiera acabado provocando una hernia de disco a los marionetistas.

Las reglas del juego no requieren explicación: el que deje una muesca más profunda en la piedra será el vencedor.

Después de que el Chambelán arranque chispas de la piedra y se gane una ovación de sus partidarios, el General pone toda la carne en el asador y parte el obelisco por la mitad de un solo tajo, proclamándose emperador.

Puestos a elegir, me alegro de que sea él quien gane, porque los continuos gemidos del Chambelán me provocan el deseo irrefrenable de clavarme tizones ardientes en los oídos.

Algo malo les habrá hecho la Piedra del Juicio para que la emprendan a golpes con ella.

Si el triunfo se premia con el liderazgo, el fracaso debe castigarse con la humillación y el destierro, y los skeksis se abalanzan sobre el Chambelán como hienas sobre la carroña para arrancarle la vestimenta y repartirse sus abalorios.

Cuando los brutales skeksis acaban de despojar al Chambelán de sus posesiones, el rival derrotado se muestra en su desnudez como una piltrafa raquítica y temblorosa, la viva imagen de la humillación.

Incluso ahora, a mis treinta y cinco palos, se me pone la piel de gallina con esta escena. Es espeluznante.

Ahora bien, si conseguís mantener la mirada en la pantalla en lugar de volver la cabeza para vomitar a un lado del sofá, este es el momento donde mejor se aprecia la desagradable fisonomía de los skeksis, casi siempre oculta bajo sus holgadas vestimentas. No creo que nadie se levante pensando "Hoy me gustaría ver desnudo a un buitre aberrante y desplumado", pero a veces la curiosidad nos pica de formas insospechadas.

Bajo los voluminosos ropajes descubrimos que los skeksis ocultan largas colas y un segundo par de brazos, aunque estos están atrofiados y permanecen pegados al cuerpo. No son muy distintos de los místicos, ¿verdad? ¿Será una curiosa coincidencia? He visto la película veinte veces y sé que no.

Definición visual de grima.

Apenas los skeksis han proclamado a su nuevo emperador, el Cristal Oscuro resuena por todo el castillo y los malvados señores de Thra trotan hasta la cámara sagrada para atender la llamada.

Por alguna razón, el Cristal es un soplón y les muestra imágenes de Jen escalando la pared escarpada de una montaña. Me recuerda a Sylvester Stallone en Máximo riesgo, pero sin un ápice de emoción.

"¡Un gelfling vivo!", exclama alguno de los skeksis, muy perspicaz.

Los skeksis gritan alarmados. La profecía dice que un gelfling los destruirá y acabará con su reinado; por eso procuraron matarlos a todos hace tiempo. ¿Y no sería acaso una lástima interrumpir ahora un régimen tiránico de mil años? Tenían tantos genocidios programados para el próximo siglo...

-Objetivo localizado. Transmitiendo coordenadas...

El nuevo emperador se niega a que los extermine un elfo esmirriado y ordena a los garthim que busquen y capturen a Jen.

Para los que no hayáis visto la película (¿hay alguno en la sala?), los garthim son grotescos insectos mutantes salidos de la más horrenda pesadilla e inspirados en las langostas que Brian Froud cenaba en Nueva York; monstruosas criaturas mitad escarabajo, mitad cangrejo, que compensan su intelecto cavernícola con una fuerza bestial y una obediencia ciega. Son la razón de que haya tan pocos entomólogos entre las personas de mi generación. Eso y que parece un trabajo con un futuro poco prometedor.

Lo que quizá no se perciba a simple vista es que bajo cada caparazón negruzco hay un deslomado intérprete soportando casi treinta kilos de peso sobre los hombros y la espalda. De hecho, llevar el traje era tan extenuante que en el plató había arneses especiales dispuestos para que los intérpretes pudieran descansar colgados entre tomas. Pero por mucha percha para cucarachas que pusieran, la visita al quiropráctico estaba garantizada.

El Chambelán sigue estos acontecimientos con atención antes de abandonar el castillo. Y gime. Siempre gime. ¿Y sabéis lo peor? Que este fin de semana me he dado cuenta de que el nuevo ascensor que han instalado en el edificio en el que viven mis padres hace un ruido casi idéntico a los gemidos del Chambelán cuando para en una planta. Es un sonido que me acompañará y perturbará siempre.

Garthim: alimentarán tus pesadillas por siempre jamás.

Mientras tanto, Jen ha pasado ya por delante de varias pinturas mate muy bonitas y por fin ha llegado donde le indicó su maestro, a los dominios de Aughra, una montaña colonizada por huidizas anémonas de mar de color melocotón.

La originalidad y riqueza de los paisajes me fascina. Cristal Oscuro es a los decorados lo que la cantina de Mos Eisley a los bares alienígenas. Todo en el mundo de Thra rebosa vida, y cada vez que veo la película reparo en algún detalle nuevo, ya sea una roca que se mueve sola o un insecto de goma colgado de un hilo. Pero no voy a dedicarme a describir cada lugar en el que transcurre la aventura, así que de aquí en adelante tened presente que todo lo que no sea el erial que rodea el Castillo del Cristal mola mucho.

Jen, explorador heroico de corta estatura.

Aunque Jen nunca había salido del valle, hay en él un instinto innato que le permite sobrevivir en entornos hóstiles y pronto lo demuestra dejándose atrapar raudamente por unas raíces vivientes que forman parte de la colorida flora local.

En realidad, eso le pasa por distraerse con sus monólogos internos. Que si vaya señas le ha dado su maestro, que si quién será esa Aughra, que si qué narices pinta él aquí...

Con todo, debería alegrarse de estar de una pieza. Si esta película fuese una aventura gráfica de Sierra, ahora Jen sería un fiambre menudo y el narrador se burlaría del jugador con una frase como: "Si te enredas más de la cuenta, jamás llegarás a tu destino". (Nota: La aventura gráfica de Cristal Oscuro existe y la desarrolló Sierra para Apple II, pero no tenía ninguna gracia.)

Urotsukidōji: La Leyenda del Señor del Mal.

Una mano de dedos cortos y gruesos aparece delante de su cara sosteniendo entre los dedos un ojo que se mueve solo y observa a Jen con atención.

"Oh, un simple gelfling", dice una voz debajo de él.

Qué periscopio más perturbador.

La mano desciende y devuelve el ojo a la cuenca de un rostro tan horrendo como desconocido.

Si pensabais que el cupo de criaturas desagradables estaba cubierto por hoy, eso es porque aún no habéis visto a Aughra.

Es cierto que los skeksis son repulsivos y siniestros, pero, por cliché que sea, son los malos de una película de fantasía y es lo que se espera de ellos. En cambio, cuando uno piensa en el clásico papel del guía del héroe probablemente se imagina el rostro de un anciano de rostro afable y mirada inteligente, no esto:

Aughra es la primera mujer que Jen ve en su vida. A partir de aquí solo puede mejorar.

Aughra es la hija que Whoopie Goldberg y la bruja Avería jamás tuvieron; una vieja ogresa tuerta y desdentada, de piel grisácea y arrugada, con cuernos de carnero que asoman entre su melena gris, y de cuyo cuerpo obeso y achaparrado cuelgan dos enormes pechos bamboleantes que sobresalen como jugosos melones apenas disimulados por su raído vestido rojo.

La señora olfatea a Jen y le pregunta si es un gelfling, a lo que el muchacho responde que sí.

"Todos los gelfling han muerto. Los garthim los mataron", dice ella. A Jen seguro que le alegra que le recuerden el genocidio de su raza. "Pero tienes cara de gelfling. Y hueles como un gelfling. Tal vez seas un gelfling".

¿A qué huelen los gelfling? A espuma, fieltro y sudor humano, supongo.

Jen explica que su maestro le ha enviado a buscar a Aughra, porque se ve que el más sabio de los místicos tuvo el menos espabilado de los pupilos.

"¿Dónde está? ¿Por aquí?", pregunta la bruja al oír mencionar al místico, mirando a uno y otro lado, nerviosa.

"Ha muerto", contesta Jen, con cara triste, que es la misma cara con la que expresa felicidad, miedo, disgusto, sorpresa y rabia. Es una marioneta con escaso rango emotivo.

"Entonces puede estar por cualquier parte", susurra Aughra.

Esta última línea de diálogo me da la excusa que necesitaba para hablar de los aspectos espirituales de la película.

-¿Has oído hablar de nuestro señor Seth?

Jim Henson no era un hippie al uso, y aunque la respuesta a la pregunta de si tomaba o no drogas no está clara (CÓMO NO IBA A TOMARLAS), lo que sí se sabe con certeza es que seguía muy de cerca el movimiento new age. Ya sabéis, la era de Acuario y todas esas pamplinas.

El caso es que Henson le daba muchas vueltas a la naturaleza del alma en su tiempo libre, cuando no tenía una mano metida en el culo de alguno de sus muñecos, y a todos los que participaban en el filme les daba la turra para que leyeran una copia de su último libro de cabecera favorito: Habla Seth, de la autora y médium Jane Roberts.

Por si sois personas normales, os diré que el libro en cuestión es uno de los pilares de la filosofía new age y recopila los pensamientos y creencias que un tal Seth compartía con la famosa médium, quien a su vez se los dictaba en estado de trance a su marido. Seth, como no podía ser de otra forma, era una entidad incorpórea y multidimensional que estaba más allá del espacio y del tiempo.

Y por eso, niños, tomar drogas es malo.

Pero peor es dejarlas de golpe.

Jim Henson y sus alucinaciones lisérgicas de felpa.

Jen por fin se da cuenta de que la repulsiva señora con la que está hablando es Aughra, y le revela que ha venido por el fragmento del Cristal.

La bruja ordena a las plantas que liberen al gelfling y lo invita a su casa/observatorio, que se alza en lo alto de un risco. Allí le enseña su planetario particular, una máquina enorme que representa "todo cuanto está en los cielos moviéndose" y que le sirve para "saber cuándo". ¿Cuándo qué?, ¿cuándo es la hora del té?, ¿cuándo ponen T. J. Hooker en la tele?

"Soles, lunas, estrellas... Sí, ¡el ángulo de la eternidad!", exclama, entusiasmada.

Veinte años más tarde veríamos una máquina semejante en la primera película de Tomb Raider. Pero nada de lo que dice Aughra tendría más sentido.

No hemos reparado en gastos.

Aughra también habla a Jen de la Gran Conjunción que presenció hace mil años y le dice que falta poco para que vuelva a producirse.

"Ahora pregunta qué es la Gran Conjunción", exige la bruja, intentando inculcar una mínima curiosidad en nuestro despreocupado héroe. "¿Qué es la Gran Conjunción?", insiste.

"¿Qué es la Gran Conjunción?", repite el gelfling sin mucho interés.

"La Gran Conjunción es el fin del mundo... o su comienzo", responde Aughra. "Fin, comienzo... es lo mismo. Un gran cambio, a veces bueno, a veces malo".

Muy interesante, sí. Pero a Jen le traen sin cuidado la astrología y la filosofía barata. Eso es cosa de falsos videntes que estafan a la gente a las dos de la madrugada. Él tiene una agenda que cumplir y el tiempo apremia, así que pregunta a Aughra qué debe hacer con el fragmento de cristal una vez que lo encuentre.

"Restaurar el Cristal", responde la bruja, que trae un cofre en sus manos.

Aughra deja caer varios trozos de cristal en el suelo para que Jen escoja el auténtico. Yo hubiera recogido todos para no perder el tiempo, pero comprendo que Jen no pueda cargar mucho peso con esos bracitos de marioneta anémica que tiene. Es la clase de héroe al que no le vendría mal apuntarse a un gimnasio.

Al caer la noche, el chico ha conseguido reducir la selección a tres cristales mediante un complejo proceso de deducción conocido en el lenguaje popular como pito, pito, colorito. Aun así, no sabe cuál de los tres es el auténtico.

¿Cuál es? ¿Cuál de ellos es?, piensa.

Entonces toca la flauta y el fragmento original del Cristal se ilumina con una luz violeta. Os explicaría cómo se le ocurre esta idea tan absurda, pero eso me llevaría otro par de líneas y no creo que la molestia merezca la pena.

El Cristal se ilumina cuando siente dolor.

En ese momento, los garthim irrumpen en el observatorio atravesando las paredes y lo ponen todo patas arriba, provocando algún que otro incendio involuntario al derribar los materiales inflamables que suelen guardar las brujas astrólogas ermitañas en sus hogares.

Ante la amenaza crustácea, Jen sólo tiene una alternativa: decir pies para qué os quiero, convertirse en un enano con máscara especialista en escenas de riesgo, encaramarse al planetario y huir saltando a través de una ventana.

Llamadle cobarde si queréis, pero no es cuestión de hacerse el valiente cuando te superan en fuerza y número y tú eres un elfo escuchimizado que no tiene forma alguna de defenderse ni oportunidad de ganar. Incluso los excrementos de los garthim son más grandes que él.

-¡Dejadme en paz, cucarachos! ¿Es que queréis que desarrolle una entomofobia galopante?

Tras alejarse lo suficiente del peligro rodando valientemente colina abajo, el joven gelfling vuelve la vista atrás y contempla el observatorio desde lejos, con la seguridad que le confiere la distancia.

Las llamas envuelven la casa de Aughra. Nada puede ya librar al hogar del abrazo destructor del fuego. Pero tal vez la vieja bruja aún pueda salvarse.

Jen respira hondo, se arma de valor y... corre en dirección opuesta.

¡Nuestro héroe, damas y caballeros!

Seguro que Aughra está bien, pensó Jen.

La historia continuará en la segunda parte. Si no me despisto, nos veremos en dos semanas.

12 comentarios

  1. Anda, que bonita coincidencia. No hace mucho me vi por fin la peli y coincido, es una obra fascinante. El mundo y las criaturas que nos muestran son increíbles y el trabajazo que se pegó Henson con su equipo admirable. Ademas, se nota un derroche de imaginación enorme...y muy perturbador, porque madre mía con el film. Ya porque estoy mayor, pero me pilla esto de chaval y me tiro meses sin dormir. Los skpesis y sus secuaces son autentico material de pesadilla y me encantaría saber cual debió de ser la reacción del publico infantil cuando fue a ver esta peli. La mayoría saldrían llorando, unos cuantos estarían en estado de trance, intentando asimilar semejante horror, y quizás uno o dos estarían fascinados por lo que vieron. Eso si, el prota es un sosainas de cuidado. Menos mal que luego aparece Kira para darle un poco mas de enjundia al tema. En fin, nos vemos en unas semanas. Tengo ganas de ver como continúas con la reseña, jejeje!!!

    ResponderEliminar
  2. Yo la vi en el cine el año del estreno. Tenía ocho añitos. Lo que más miedo me dio fue (1) casi cualquier escena con los skeksis, (2) la bruja cuando se saca el ojo y (3) las extracciones de la esencia vital. Pero yo iba a eso: a pasar miedo. Mi hermano la había visto unos días antes y me la había contado de pe a pa (en la infancia no existe el concepto de spoiler), y yo que era miedoso pero morbosillo me moría de ganas de verla. Creo que incluso algunas cosas me dieron menos miedo vistas en el cine que contadas por mi hermano. Me traumatizó muchísimo menos que ET, en cualquier caso.

    ResponderEliminar
  3. Como curiosidad aquí Jen fue doblado por Joan Pera que es el encargado de doblar a Woody Allen en todas sus películas.

    ResponderEliminar
  4. Una gran película, por desgracia muy adelantada a su tiempo, en los 80 iba más la ciencia ficción, laa únicas peli de temática fantástica de esa época que realmente fueron exitosas fueron la primera de Conan y Furia de Titanes. De haberse estrenado en la misma época que El Señor de los Anillos o las de Harry Potter ahora seria más popular

    ResponderEliminar
  5. Yo vi está película cuando niño y no me asusto para nada, al contrario estaba fascinado al verla e hizo despegar mi imaginación hacia los mundos de fantasía. Dentro del Laberinto también es otra de mis favoritas y al igual que tú, estoy emocionado con la serie de Netflix de Cristal Oscuro.
    Me hace volver a mi infancia estás películas y eso me hace muy feliz.

    ResponderEliminar
  6. CucarachaEnojada25/6/19 21:06

    Cuantos recuerdos.
    Y digan lo que quieran,pero yo siempre creeré que Nintendo se robó todo de esta película para hacer cierta saga sobre una princesa que deber ser rescatada por un enano con gorro de las garras de un animal gigante.

    Hablo,por supuesto,de SuperMario.

    ResponderEliminar
  7. Gracias por la reseña, tengo que volver a verla, no la recuerdo casi.
    Eres de mi edad!
    A mí me trqumatizo la de Batman de Tim Burton, mi madre pensó que sería como la serie de los 60 y yo, con 6 años, me a-cojone vivo.
    Molaria que la reseñadas!

    ResponderEliminar
  8. Aughra inspiró a los que diseñaron la cara del Depredador.

    Esta película la recuerdo (hará 30 años que la vi, quizás) como lenta y rara, pero fascinante, tendré que volver a verla para saber qué quedó de aquella fascinación (hará un par de años que compré el Blu-ray, quizás, pero todavía no la he visto... sí, tengo ese síndrome de coleccionar cosas que luego no uso)

    Saludos

    ResponderEliminar
  9. Que reseña tan disfrutable, estaré a la expectativa de la segunda parte

    ResponderEliminar
  10. JoakinMar: Ver la película por primera vez te deja con el culo torcido, sobre todo si ya has visto alguna de las producciones anteriores de Henson, porque es muy diferente. ¡Te veo en la siguiente entrada!

    el convincente gon: La experiencia de ver esta película de crío y en el cine es algo que me hubiera gustado vivir, pero me tocó esperar a que la emitiesen en televisión. Si no se me hubiera escacharrado la máquina del tiempo y el agua de la fuente de la eterna juventud no supiese a algas…

    A E.T. lo que le pasa, y esto no se dice lo suficiente, es que es FEO.

    Anónimo: Ahora no puedo evitar imaginarme a Jen con las gafas de Woody Allen y hablando sobre sus neuras.

    Anonimatus: Esta película siempre fue, es y será demasiado rara para ser popular. Pero eso la hace especial y la queremos igualmente.

    José Correa: La infancia está sobrevalorada, porque todos sus críticos son niños y estos aún no han refinado su criterio. Aun así, ojalá poder revivir, aunque solo fuera por un instante, aquellas emociones tan intensas de la niñez. Como la primera vez que viste regalos bajo el árbol de Navidad o hundiste un buque enemigo desde un submarino de propulsión atómica.

    CucarachaEnojada: ¿Super Mario? ¡Podría ser! Los skeksis habrían inspirado a los koopas, los místicos se dan un aire a Yoshi y… No, no lo veo.

    Bluarghf: De nada y gracias a ti. Después de escribir tu seudónimo tengo un regusto a vómito en la boca.

    No sé si el Batman de Tim Burton me da para escribir algo divertido. Sin mucho esfuerzo, quiero decir. El humor puedo “crearlo”, pero prefiero que salga con una mínima naturalidad.

    Hudson: Es curioso que se haga lenta con lo poco que dura. Quizá el ritmo sea uno de los defectos que más daño le hace.

    Yo también tengo una pila creciente de Blu-rays pendientes. La contemplo con resignación.

    Edmaster: Muchas gracias. La segunda parte ya está ahí. ¡No esperes más!

    ResponderEliminar
  11. Recuerdo que vi esta película en 1989. Ya en aquella época (era yo adolescente) me pareció muy poco cuidada. Los movimientos, diálogos y situaciones parecían una versión barata de los electroduendes (a pesar que seguramente los segundos se insporaron en los primeros). Los años 80 están sobrevalorados y para muestra, este botón. Se nota mucho que las marionetas se mueven de manera arrificial. La historia es plana, está vacía y busca esa conexión nostálgica, con un mundo bucólico de valores tradicionales y conservadores. Aburrida.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si dices que las marionetas de Jim Henson parecen la versión barata de los electroduendes, ya no te puedo tomar en serio.

      Eliminar

LEE ESTO ANTES DE COMENTAR: Al autor del blog le chifla recibir comentarios, pero todo tiene un límite. Con carácter general, los siguientes comentarios se eliminarán de la faz de la red: 1) los que no tengan un carajo que ver con la entrada, 2) los que falten el respeto sin ninguna gracia ni elegancia, y 3) los que puedan considerarse spam o sean más largos que un día sin pan (en principio, los que superen 300 palabras, ya sea individualmente o de forma concatenada).