28 de junio de 2011

Bienvenidos a Parque Colossa


PoderFriki.com, un blog más alla del tiempo y del espacio a cuyo creador le gustan los gatos, ha organizado un concurso literario de proporciones FANTABULOSAS. Para participar, solo hay que cumplir dos condiciones: los relatos deben tener entre 400 y 1.200 palabras y han de estar ambientados en la Isla de Colossa, donde, como ya deberíais saber, tienen lugar las mejores escenas de Simbad y la princesa, peliculón de aventuras donde los haya.

Yo, que soy un ferviente admirador del cine de Ray Harryhausen, participo en este señor concurso y, por si no he sido lo bastante pesado en Twitter, aprovecho esta entrada para informaros de que mi aportación se publicó ayer y sigue esperando vuestros votos. Por lo tanto, salid cagando leches de aquí, leed el jodido relato y dejad vuestro comentario añadiendo "Harryhausen +1" si os ha gustado, o "Harryhausen +2" si os ha gustado mucho. ¡Nada de comentarios anónimos, que no cuentan!

Cuando el concurso haya terminado, publicaré el texto original en esta misma entrada. Requetegracias por anticipado.

Actualizado (11/07/2011): ¿Adivináis quién ganó el concurso? Servidor. Por lo tanto, si votasteis a mi favor, os debo una. Las próximas 46 copas las tomaré a vuestra salud.

Bienvenidos a Parque Colossa

En la vida hay que tomar decisiones difíciles, no siempre tiene uno a mano una lámpara maravillosa que le saque las castañas del fuego. El doctor Gant lo sabía muy bien, aunque eso no facilitaba su decisión. Hacía media hora, había tenido que elegir entre disfrutar del tour por el parque en compañía del picapleitos calvo y los insoportables nietos del viejo que les había arrastrado a todos hasta la isla, o la calientabraguetas de su amiga Ellen y el doctor Malstrom, un matemático cuyo mayor descubrimiento había sido el método para no equivocarse jamás conjuntado la ropa: vestir enteramente de negro.

Gant odiaba a los matemáticos más que a los críos porque, aunque no entendía ni a unos ni a otros, al menos los segundos compraban sus libros, especialmente los volúmenes de Aprende y colorea con tus monstruos favoritos, de los que había vendido casi doscientos ejemplares en Montana.

A pesar de ello, Gant había subido al segundo vehículo con Ellen y Malstrom. Estaba convencido de que el matemático era marica y eso le daría una ocasión de meter fichas a Ellen. En la excavación que ambos habían dejado atrás en las Grandes Llanuras, lo de menos era el sol abrasador y la arena ardiente. Las camisetas ajustadas y los pantalocitos cortos que ella solía vestir ponían al doctor más caliente que... la llama de un dragón, por decir algo.

Saliendo de su ensimismamiento, Gant alzó la mirada unos veinte centímetros y vio que los labios de Ellen se movían formulando una pregunta que no iba dirigida a él.

―Simplemente se trata de la imprevisibilidad en sistemas complejos ―respondió Malstrom ―. Se resume en el efecto mariposa.

«Para mariposa tú», pensó Gant, recordando que antes había entrado una mosca en el jeep y el matemático había evitado que Gant le diese un zurriagazo con su sombrero de vaquero porque «Los animales también sienten dolor». ¡Joder, ni que fueran familia!

―Si miran a su derecha ―anunció la voz de Bruce Campbell por la radio («Hemos recortado algunos gastos», había dicho el viejo la primera vez que oyeron su voz)―, verán una tribu de cíclopes. Ahora sabemos que su piel era gruesa y escamosa y que estaban cubiertos de pelo de cintura para abajo...

Gant ignoró a sus dos compañeros, que habían empezado a hacer el bobo con un vaso de agua, y pegó la nariz a la ventanilla, tratando de distinguir entre la frondosa jungla alguna de las fabulosas criaturas que mencionaba la grabación. ¡Toda una vida imaginándoselas y ahora por fin podría verlas! ¡Sus sueños de la infancia se harían realidad!

Pasados unos minutos, el doctor volvió a reclinarse en su asiento, cruzado de brazos. Detrás de la cerca electrificada había multitud de plantas diferentes: adelfas, hinojos, zarzamoras..., pero ni rastro de cíclopes.

La sensación que había dejado a Gant boquiabierto en el Centro de Visitantes cuando vio asomar de aquel huevo del tamaño de un monovolumen dos cabezas piando al unísono fue languideciendo poco a poco. Quizá todo había sido un montaje para atraerlo hasta la isla y burlarse de él. Haciendo memoria, concluyó que el polluelo bicéfalo se movía de manera un tanto pintoresca, como si fuera un dibujo animado al que le faltasen algunos fotogramas.

Sí, puede que aquello solo fuera un truco, después de todo. Pero él se había labrado un nombre en el campo de la criptozoología y no se dejaría engañar fácilmente. Si era una broma de mal gusto, los demandaría a todos. Es cierto que había vivido del cuento gran parte de su vida y que, técnicamente, ni siquiera tenía un doctorado; pero había pagado cinco dólares extra para que escribieran «DOCTOR» con letras doradas en sus tarjetas de visita. Eso merecía algún respeto.

Gant estaba tan furioso que tardó unos segundos en darse cuenta de que el jeep se había detenido.

Al otro lado de la cerca, vio a un árabe de barba poblada con una pierna encadenada a un poste.

―... la criatura más popular de la mitología europea y oriental ―decía la grabación―, protagonista de cientos de leyendas en todo el mundo: el monstruoso lagarto conocido como... dragón.

¡Dragón! Gant se asomó por la ventanilla, recuperando su entusiasmo y concentrando todos sus sentidos fuera del vehículo. Su corazón no latía tan rápido desde que espió a Ellen en la ducha de su caravana.

―¿Qué le va a pasar a ese hombre? ―dijo por la radio una voz chillona y cargante, muy distinta de la de su locutor habitual. Gant reconoció inmediatamente a la nieta del viejo. No se acordaba de su nombre, pero tampoco se había esforzado en aprendérselo.― ¿Se lo va a comer?

Una tercera voz sonó en la radio:

―No te preocupes, cariño ―El que hablaba ahora el viejo dueño del parque desde la sala de control―. Ese hombre ha sido condenado a muerte tres veces por piratería.

Hubo un suspiro generalizado de alivio. Entonces estaba bien.

―¡Oh, Dios! ―chilló Malstrom de pronto.

―¿Y ahora qué...? ―Gant tragó saliva―. Oh.

Una gigantesca masa de color verde grisáceo había surgido de la selva, tan grande como un crucero. Caminaba a cuatro patas y su estómago se inflaba y desinflaba al respirar como si fuera un manguito de tomar la tensión. Parecía una lagartija que hubiera abusado de los anabolizantes y siseaba como una serpiente.

La criatura se abalanzó sobre el sobresaltado pirata, que gritó algo así como «¡AY-YI-YI-YI-YI-YIIII!» antes de echar a correr. La carrera, sin embargo, fue corta, porque el hombre tropezó cómicamente cuando la cadena que lo mantenía unido al poste alcanzó toda su longitud. Gant se permitió echar una mirada de reojo al primer vehículo. Los niños y el picapleitos también habían sacado la cabeza del jeep y reían embelesados. «Diversión para toda la familia», había dicho el viejo.

La cabeza del dragón descendió velozmente hacia su comida. Gant clavó los ojos en aquella formidable testa dotada de enormes mandíbulas y colmillos que trituraban carne y huesos con una facilidad pasmosa.

El animal terminó de comer y se relamió con su lengua bífida. Luego se inclinó hacia los vehículos, mirándolos con fijeza. Gant tuvo la impresión de que los estudiaba desde el otro lado de la cerca. «Una cerca electrificada», se permitió recordar. Este dato era importante, sobre todo cuando te sentías como la salchicha más jugosa de un bufé libre.

Lo que Gant no sabía es que el minúsculo cerebro de la bestia estaba recurriendo a una memoria ancestral para valorar la posibilidad de que aquellas latas de comida fueran algún tipo de arma de precisión, como, por ejemplo, una ballesta. Y cuando el poco seso que tenía el dragón llegó a la conclusión de que aquellas cosas no representaban ninguna clase de amenaza, abrió la boca.

Desde la sala de control, el viejo observó cómo los jeeps se quemaban con los visitantes y sus nietos aún dentro. Desconectó la radio para no oír sus gritos, aunque probablemente no durarían mucho.

―Ah, sí, el fuego... Supongo que las cercas electrificadas no sirven de mucho en estos casos ―murmuró―. Pero había que recortar gastos, claro. Y no deberían haber bajado las ventanillas.

Cuando los coches estallaron, apagó el monitor.

5 comentarios

  1. Pero ponga el Director's Cut con las escenas picantes que no se incluyeron en el relato original o alguna otra cosa que por motivo de espacio no escribió.

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  2. Muy buena la iniciativa por parte de PoderFriki.com y muy bueno el relato. Si no fuera tan vago y no me hubieran suspendido en Lengua desde 2º de Primaria igual escribiría mi propio relato... aunque no lo descarto del todo.

    Muy buenas las películas de Ray Harryhausen, siempre que echan en la tele Furia de Titanes me trago hasta los anuncios. De Simbad recuerdo con más cariño la de "El viaje fantástico de Simbad", aunque me temo que es solo porque aparece en ella Caroline Munro.

    Aprovecho que hay pocos comentarios para presentarme. Tipo de la Brocha, llevo leyendo tus artículos desde ionlitio.com, pero hoy me ha dado por hacerme seguidor público tuyo.

    Aunque creo que soy más viejo, de mayor me gustaría ser como tú (un poco de peloteo el primer día no está mal). Sigue igual.

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  3. @LacraESECEFE: Me lo pensaré. No es mala idea.

    @Gelovic: Escribe, hombre, que da gustito. Y siempre estoy encantado de recibir y conocer a nuevos comentaristas. Se agradece.

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  4. Anónimo5/7/11 17:38

    Ya he dejado mi comentario ^^ la próxima vez mete más chistes de los tuyos, que eres el mejor con esto!

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  5. vaya vaya.... no sé como tube el descaro de pasar por alto esta entrada en su día....

    version extendida ahora!!

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