25 de septiembre de 2016

Transformers: Enfrentamiento (Showdown!)

Aunque ahora mismo pueda pareceros lo contrario, no penséis que me gusta comentar cómics de Transformers al tuntún. El azar es para las personas mayores de sesenta años que se gastan el dinero de la pensión en máquinas tragaperras. Yo prefiero hacer las cosas por un motivo, no solo porque sí. Y la elección del número de esta entrada no es una excepción. Esto no significa que el motivo por el que lo he escogido sea bueno, solo que tiene sentido para mí. No quiero adelantaros nada sobre la trama, pero este cómic nos enseña lecciones valiosas sobre el amor y la responsabilidad.

La historia de la que hablaré hoy la encontraréis en el número 20 de la serie publicada en los Estados Unidos, que no recuerdo con qué número se corresponde de la edición de Comics Fórum ni me importa (. Sin embargo, antes de entrar en el meollo del asunto, os pondré en antecedentes para evitar esa horrible sensación de ponerse a ver una película de David Lynch ya empezada.

Las dos facciones de los Transformers ―Autobots y Decepticons llevan 19 números de las colección en la Tierra y aún no han sido capaces de solucionar sus diferencias. Cada día que pasa, más combatientes se unen a la batalla y más se recrudece su lucha. Es un desmadre de chasis abollados y ruedas desinfladas.

Pocos números antes, los Decepticons crearon a los Constructicons, seis Transformers capaces de unirse al estilo se los super sentai japoneses para formar un robot gigantesco llamado, en un alarde de originalidad y sutileza, Devastator. Quizá lo recordéis por la segunda película de Transformers de Michael Bay, porque era al que le colgaban unas enormes bolas de demolición entre las piernas.

Ahora, Optimus Prime, intrigado por esa nueva tecnología (porque ¿quién no querría tener su propio comborobot?), lidera a los Autobots en un ataque sorpresa contra la base de los Decepticons, con el fin de observar a Devastator en plena acción y luego replicar su tecnología mediante ingeniería inversa. Optimus siempre ha respetado la vida, pero no se puede decir lo mismo de los secretos industriales.

"¡KBOOM! ¡BKROW! ¡SPAAAK!", el lenguaje del cómic.

Cumplido su objetivo, los Autobots pisan sus aceleradores a fondo para largarse de la base antes de que los Decepticons los conviertan en chatarra. Pero Skids, uno de los miembros del equipo, es embestido por un Lamborghini rosa durante la huida y sus compañeros lo dan por muerto. Ni siquiera se molestan en abrirle el capó para comprobar sus constantes vitales. Lo ven caer por una colina y lo dejan atrás. El Lamborghini, por cierto, no es ningún Decepticon, sino un coche que Skids había rayado por accidente y cuyo dueño, Jake Dalrymple, estaba obsesionado con devolverle el golpe.

Por otro lado, tenemos a Donny Finkleberg, un guionista de tebeos en paro al que los Decepticons han secuestrado para que interprete el papel de Amo de los Robots (Robot-Master, en el inglés original), un supervillano ficticio que supuestamente controla a todos los Transformers, incluidos los Autobots. Nada puede dañar más tu reputación que saber que te controla un adulto en mallas. Finkleberg aprovecha el guirigay provocado por el asalto de los Autobots y escapa de sus carceleros con la intención de reunirse con los héroes robóticos y contarles los últimos cotilleos que ha oído en la base Decepticon. Ravage, la malvada pantera-espía-casete, le sigue el rastro.

Y aquí es donde comienza el número 20.

¡Busca, Fido! ¡Busca!

Tras poner tierra de por medio entre los Decepticons y su cuerpo escombro de escritor fracasado, Finkleberg encuentra un campamento convenientemente desatendido, y cambia su disfraz de supervillano por la ropa de uno de los ausentes campistas: una horrible camisa a cuadros color pistacho y unos "discretos" pantalones rojo bermellón. Como no es un vulgar ladrón, deja un puñado de dólares para pagar por lo que se ha llevado. Yo no me hubiera tomado esa molestia; cualquiera que sea tan inconsciente y subnormal como para hacer camping justo al lado de la base Decepticon no se merece otra cosa que no sea morir. Se llama selección natural.

Finkleberg oculta su disfraz de Amo de los Robots para dificultar que puedan seguirle la pista y continúa su camino. Es entonces cuando, casualmente, se cruza con el averiado Skids. Por desgracia para ambos, el pobre Autobot está tan escacharrado que no solo no puede transformarse en su modo de combate y hacer el baile del robot, sino que ni siquiera puede comunicarse. Lo único que le funciona es la radio, y el Be My Girl de los New Kids on the Block no va a sacarle de este aprieto.

El exguionista se lamenta de que la gente no cuide más el medioambiente y se marcha sin más. Si os sorprende que piense que una camioneta  volcada en la cuneta es basura, y creéis que al menos debería acercarse al vehículo y comprobar si hay algún herido cerca, estáis en mi bando. Empiezo a entender que este cómic no ganase ningún premio Kirby.

Pobre Skids. A mí tampoco me gustaría quedarme espatarrado con los bajos expuestos.

Ravage llega poco después hasta el campamento abandonado, donde el olor a las mallas sudadas del disfraz de Finkleberg casi sobrecarga sus receptores olfativos.

La sigilosa pantera Decepticon está convencida de que ha alcanzado a su presa y dispara sin avisar, volando por los aires la tienda de campaña y abrasando el terreno. Sin embargo, cuando el humo se disipa, no encuentra "trozos achicharrados de tejido cutáneo" ni "huesos carbonizados y ennegrecidos". Su presa ha escapado. Cachis la mar.

Ravage debería abandonar su carrera militar y dedicarse a posar para carátulas de discos de heavy metal.

Nos trasladamos ahora a varias millas de allí, a un pueblecito al que el guionista ni se molestó en ponerle nombre, pero que, tras un innecesario trabajo de investigación, estoy casi seguro de que es Wright, del condado de Campbell. No es broma. He perdido media hora de mi vida indagando en internet para llegar a esa conclusión. Sé que no aporta nada, pero el día que me condenen a cuarenta años de cárcel por utilizar un ejército de cíborgs con la cara de Jean-Claude Van Damme para intentar destruir a la humanidad, podré remitirme a esta entrada para demostrar que tengo un trastorno mental permanente y que mi conciencia de la realidad está gravemente alterada. Hay que ser previsor.

Volviendo a nuestra historia, en el supermercado/drive-thru del Salvaje Bill, conocemos a una cajera llamada Charlene, que está alicaída porque se le ha estropeado el coche y, sin él, ya no podrá salir a la carretera y vivir una aventura. No es que lo haya hecho antes, pero antes podía hacerlo. Y viajar en autobús no es lo mismo. Nadie vive grandes aventuras viajando en autobús, salvo que compartir retrete con cuarenta personas se considere una aventura.

Charlene tiene un compañero llamado Wendell, que es empacador y un Héroe del No Follarás en la Vida (© Paco Fox). Wendell se ofrece a llevarla a casa después del trabajo para ver si consigue conquistarla; pero, entre las pintas de santurrón que tiene y la camisa rosa orquídea que lleva, lo más cerca que estará de la cama de esta o cualquier otra mujer será siguiendo el ejemplo de Edward Cullen.

De aquí a diez años, Charlene estará escribiendo novelas eróticas del Oeste para Harlequin.

Al salir del trabajo, Charlene convence a Wendell para desviarse de su ruta y echar un vistazo a un sendero que conduce hasta una vieja mina de oro. Es evidente que a él lo único que le apetece es llegar pronto a casa para descargar ocho horas laborales de insostenible frustración sexual en el cuarto de baño, pero el hombre tiene horchata en las venas y se deja convencer fácilmente.

En un giro de los acontecimientos tan imprevisto como un lunes después del domingo, la pareja encuentra a Skids, y como Charlene no tiene coche ni respeto por la propiedad ajena, decide quedárselo.

O bien la hierba crece muy rápido en Wyoming, o bien han pasado varios años desde la última vez que vimos a Skids, ¡porque estas plantas no estaban ahí delante hace tres páginas!

Ese mismo día, en apenas horas, un amigo de Wendell que es mecánico repara al Autobot.

"En todos los años que llevo con esto, jamás había visto un coche con entrañas como estas, pero creo que lo he arreglado", dice.

No me explico por qué Ratchet, el médico de los Autobots, tiene el Arca llena de compañeros destartalados, y, en cambio, un tipo con la cara pringada de aceite llamado Bob, que vive en un pueblo remoto, gana cinco pavos la hora y probablemente aprendió mecánica de forma autodidacta leyendo revistas de coches, es capaz de arreglar a Skids en un periquete. Quizá la tecnología cybertroniana no sea tan avanzada como todos pensamos o quizá Ratchet trabajaría mejor si tuviera un calendario con fotos de tías macizas colgado de la pared.

A Skids le agrada la idea de ser un vehículo normal y corriente para variar, así que se deja conducir por Charlene. No puedo decir que su actitud me sorprenda. Recordemos que Optimus Prime decidió dejar que se oxidase en mitad de ninguna parte mientras el resto del equipo celebraba su victoria sobre los Decepticons bebiendo combinados de gasolina de alto octanaje.

La tranquilidad, sin embargo, le dura poco a la pareja, porque nada más salir del taller, se cruzan con Jake Dalrymple, el imbécil que provocó que el Autobot acabase como lo encontramos al comienzo de este número. A pesar de que su novia preferiría dejarlo pasar, Dalrymple está que echa humo y persigue a la camioneta para vengarse... otra vez. Una delgada línea separa al dominguero del maníaco homicida.

Ante la mirada atónita de Charlene, Skids toma el control del volante y hace maniobras dignas del mejor episodio de El Coche Fantástico (si esta serie alguna vez hubiera tenido presupuesto) hasta que se libra de su perseguidor.

¡Fitipaldi!

A las afueras del pueblo, donde nadie más puede verlos, Skids se transforma en robot e intenta explicarle la situación a Charlene antes de que a la mujer le dé un síncope.

Charlene lo reconoce como uno de los "horrendos robots" de los que hablan en televisión, pero él le dice que no haría daño ni a una mosca y la convence de que es de los buenos. Luego le cuenta que en su planeta él era antropólogo, "un estudioso de la vida", y confiesa que no quiere ser un héroe ni luchar más, solo convertirse en su coche.

¿Se puede caer más bajo y ser más patético? Skids fue uno de los cinco Autobots de cuya personalidad Optimus Prime hizo una copia de seguridad antes de salir de Cybertron, por si algún día Hasbro vendía nuevos juguetes de Transformers y Marvel tenía que incorporarlos al cómic como nuevos personajes para darles publicidad. Sin embargo, tras escuchar esta confesión, es difícil comprender por qué el líder Autobot se tomó la molestia de traerse a Skids a la Tierra. El supuesto robot antropólogo tiene aspiraciones tan bajas en la vida que podría reemplazar a Wendell como mozo de supermercado.

Creo que la palabra que busca es "biólogo", no "antropólogo". Antropólogo es el que estudia a los seres humanos.

Finkleberg coincide en una cafetería con Dalrymple y su novia, y al oírles hablar de lo que acaba de sucederles, deduce que han tenido un encuentro con un Transformer. Plátano-bolígrafo, la única solución posible.

Al día siguiente, Charlene enseña su dormitorio a Skids a través de la ventana de la pensión en la que vive, porque eso es lo que hacen todas las chicas americanas cuando conocen a un robot gigante de otro planeta. Los tres metros cuadrados de habitación sirven de almacén a una cantidad bochornosa de recuerdos del viejo Oeste, incluyendo un cráneo de vaca y unas astas gigantes de toro. Es difícil imaginar una decoración más hortera sin hacer un esfuerzo consciente, y, viniendo de un tipo que tiene una marioneta de la rana Gustavo colgada de una silla en el salón, eso es mucho decir.

Charlene, que ya sabemos que no sale mucho de casa salvo para trabajar, enseña a Skids la escena final de su película del Oeste favorita, Solo ante el peligro, en la que Gary Cooper se enfrenta a los forajidos. La chica abre su corazón y confiesa que, aunque no pueda vivir en esa gran época de la historia americana en la que la esperanza de vida estaba en torno a los cuarenta años, al menos puede soñar con ella.

Skids le responde que él solo sueña con recuerdos de la guerra, quizá porque sufre estrés postraumático o porque el fin de semana pasado vio Rambo: Acorralado Parte II. Charlene le dice que entonces ha llegado el momento de encontrarle nuevos recuerdos con los que pueda soñar.

Si esta no es la mayor cursilada que se ha dicho jamás en un cómic protagonizado por robots gigantes, no quiero saberlo.

Charlene lleva puesta la misma ropa que ayer. Quizá debería comprar más vestidos y menos astas de toro.

Durante los días siguientes, Charlene pasa todo su tiempo libre con Skids y le habla de la historia de los Estados Unidos mientras contemplan el majestuoso paisaje del oeste americano. Cada viñeta de estas páginas es como el plano de una película de John Ford... Si John Ford hubiera nacido ciego y sin talento para distinguir siquiera donde poner la línea del horizonte, quiero decir.

Un día más, en su último y desesperado intento de ligar con Charlene antes de volarse la tapa de los sesos o unirse a una secta religiosa, el pobre Wendell le pregunta si le apetece ir con él al cine, pero ella le dice que ya tiene planes. ¡Y qué planes!

Si pensasteis en algún momento que Michael Bay fue el primero en sexualizar esta franquicia con planos eróticos de actrices con cuerpo de supermodelo, o en mostrar relaciones sexuales entre humanos y Transformers, me veo en el deber de informaros de que Marvel ya lo hizo veinte años antes. O al menos esa es la única conclusión a la que puedo llegar después de ver a Charlene con camiseta y shorts enjabonando el techo de Skids mientras le restriega las tetas por el capó.

Skids y Charlene, fabricando nuevos y húmedos recuerdos.

El diálogo tampoco tiene desperdicio.

"Mmm... Charlene, cuando termines con el techo, ¿te importaría volver a pulirme los tapacubos?".

"Me alegrará poder hacerlo, Skids".

"¿Seguro que no te importa?".

"No, lo estoy disfrutando tanto como tú. ¿Qué me dirías de un encerado y un abrillantado al terminar?".

Si estuvieran hablando de sexo oral y no de abrillantar tapacubos, serían como una pareja que llevase poco tiempo saliendo y todavía no tuviese confianza bajo las sábanas. Al fin y al cabo, por alguna parte hay que empezar antes de sacar las pinzas y conectar a tu pareja a la batería del coche, ¿no?

El caso es que como están haciendo estas cochinadas en mitad de la calle, Finkleberg los pilla con las manos en la masa.

¿Soy el único que piensa que "buff job" y "blow job" suenan muy parecido?

Antes de que Finkleberg consiga convencerles de sus buenas intenciones, Ravage aparece de la nada disparando láseres por la boca. Que un don nadie te interrumpa en plena sesión de lavado erótico es un bajón, pero que te ataque un robot-pantera es el colmo.

Skids, la palanca de cambios flácida como un espagueti cocido, quema yantas y sale del pueblo con con Charlene y Finkleberg para evitar poner a más gente en peligro. Charlene les propone esconderse en un pueblecito minero abandonado, y Skids opina que ese será un buen lugar para enfrentarse a Ravage. Lo que ninguno sabe es que Jake Dalrymple les sigue hasta allí en su Lamborghini rosa, y sin que el Autobot se dé cuenta, se le acerca con una llave y le revienta el parabrisas. Esto provoca daños en la "circuitera cerebral" de Skids, que se desmaya.

Yo pensaba que los Transformers estaban hechos de un metal casi indestructible (Megatron aguanta obuses sin pestañear y se ríe en la cara de TODO el ejército estadounidense en uno de los primeros números de la colección), pero desde luego no es el caso de Skids. A lo mejor no ha pasado la ITV.

Eso digo yo: ooooooohhh...

Cuando Skids recupera el conocimiento, se encuentra frente a frente con el mismísimo Megatron, que ha capturado a Charlene y le reta a un duelo en la calle del pueblo, igual que en las películas del lejano Oeste.

Hasta ahora, Skids solo había disfrutado del placer de los túneles de lavado, pero estos últimos días ha conocido a Charlene, su alma gemela, y está dispuesto a todo para protegerla.

¿Será este el momento de ser un héroe y demostrar su valor? ¿De luchar, y tal vez morir, por la mujer a la que ama? ¿De lucirse como Gary Cooper al final de Solo ante el peligro?


Parece que no.

Por suerte, el duelo con Megatron solo ha sido una pesadilla, y Skids sigue más o menos de una pieza. A pesar de ello, el Autobot ha entrado en bucle y aún cree que Charlene ha muerto por su culpa. Ravage aprovecha esta circunstancia para lanzarse sobre la camioneta Autobot como si fuera un gigantesco ovillo de lana y dejarla hecha unos zorros.

Incapaces de enfrentarse a la bestia mecánica, Charlene y Finkleberg se ponen a cubierto. Mientras tanto, Dalrymple y su novia vuelven corriendo al Lamborghini.

¿Quién salvará al Autobot ahora?

No es una pregunta retórica. Os doy unos segundos para adivinarlo.

...

¿Os rendís?

...

¡La novia de Dalrymple! Sí, la mujer está harta de que ni siquiera haya mencionado su nombre en esta entrada y obliga a su prepotente media naranja a lanzar su deportivo a toda velocidad contra Ravage, dando de este modo tiempo a Skids para recomponerse y transformarse en robot.

Vale, esto sí que no me lo esperaba. Minipunto para esta historieta.

Dudo que su seguro cubra los daños por robot-pantera gigante.

Pero no penséis que está todo resuelto. Ravage es duro de pelar, y Skids las está pasando canutas. Ni siquiera su pistola de nitrógeno ultracongelado parece poder salvarlo ahora.

Por suerte para todos, Charlene encuentra el pozo de una mina bajo los restos de un edificio derribado, y, con ayuda Skids, tiende una trampa a Ravage, que se lanza al agujero con el hocico por delante y se pega un costalazo al estilo del Coyote.

Ya a salvo de su implacable perseguidor felino, Charlene dice que no ve el momento de volver a recorrer la carretera con su novio robot, pero Skids le responde que tiene que regresar con los suyos, porque un auténtico Autobot no huye de sus responsabilidades. También le sugiere que le dé una oportunidad a Wendell, cuyo joystick probablemente sea más compatible con su puerto USB que el de un robot.

Fin.

Despierta, mujer, y vuelve a tu trabajo infeliz y sin futuro en el supermercado. Ya me darás las gracias algún día.

A pesar de que pueda pareceros lo contrario después de haber leído este resumen, debo decir que, dentro de la etapa Marvel original, esta es una de las mis historietas favoritas de Transformers.

La credibilidad de una relación romántica entre una cajera aficionada al wéstern y un robot alienígena no debería ni plantearse; pero, de alguna forma extraña y turbadora, funciona. Y si tengo que elegir entre ver cómo nace el amor entre una mujer y una camioneta, y que me presenten de golpe veinte Transformers nuevos en un solo número porque los juguetes no se venden solos, me quedo con lo primero sin dudarlo.

Romance, acción y comedia. Nadie debería exigirle más a un tebeo. Salvo tal vez cupones de descuento para Carrefour.

12 comentarios

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  2. Me encantan los Transformers y sus reseñas, je. Y un poco tarde, pero me encantó el artículo anterior de los Lores Sith. (Helena Niño)

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  3. OLGERD VLADISLAV25/9/16 19:34

    Donny Finkleberg era la caricatura de Dann Figeroth, editor en la época de Spiderman, debía ser un cachondo.
    En un número de Spiderman aborta que Bob Denatale su sustituto le quite a Al Milgron el dibujo de Spiderman para darselo a Fred Hembeck (mes de los editores ,cachondeo padre)

    Buen articulo creo que me ha quedado claro la división de trabajo en los autobots:
    Ratchet es el médico, Wheeljack el manitas , Gears el gruñón,Optimus el líder, Jazz el molón y Skids el puto mangina pagafantas.
    Tiene sentido.
    Moraleja: Niños cuando veais a una feminista usad DDT, hay que cuidar la ecología.Donny Finkleberg os lo agradecerá.

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  4. Bueno supongo que la razón por la que Skids sea tan reacio a luchar o que un humano con una herramienta pueda hacerle daño es precisamente porque no es tan poderoso como élites como Optimus o Megatrón, uno no se convierte en el líder de los Decepticons con modo alterno de pistola de tamaño humano si no es claramente una de las bestias pardas de Cybertron ... Aunque también estamos hablando de unos cómics en los que el jodido Omega Supreme es derrotado por uno de los cassettes.

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  5. Testigobizarro26/9/16 08:47

    Sexo robótico es el sueño de todo amante del oeste. La peli favorita de la cajera fijo que es 'Almas de metal', claro

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  6. Cómo me gustan los artículos de la colección de cómics de Transformers de los 80 porque fue la primera colección que seguí con regularidad y porque la la primera que acabé, 69 números nada menos (80 en USA).

    Estas reseñas me retrotraen a mi más tierna infancia cuando era un impuber un poco repelente (pues lo primero que me ha llamado la atención es tu ignorancia ante el nº fórum, que es el 16, y lo segundo es que informes que los Constructicons son 5 y querido mío, son 6, es el único transformer multibot que está compuesto por 6 robot en lugar de 5).

    Dejando ya el modo repelente y volviendo ya al adulto sensato (y humilde servidor de su persona) coincido plenamente contigo en que es un episodio entrañable mostrando los ñoños y sensiblones que eran los autobots que era lo que daba jugo a la serie. Los decepticons con ser malos era más que suficiente pero te dejaban perfiles más cerrados y poco flexibles que el del artillero de la estrella de la muerte.

    No sé quién dice por ahí que Omega Supreme fue derrotado por uno de los cassetes, justamente en el nº anterior, el 15 Forum, él solito se cepilla a 3 de las 4 cintas (Buzzsaw, Frenzy y Rumble) además de cargarse a Skywarp y a Thundercraker en la misma sentada.

    Gran reseña y deseando que lleguen más en el futuro antes del desembarco de GoT.

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    1. Cierto, pero en un encuentro posterior Buzzsaw consigue tumbar a Omega Supreme en una emboscada de los Decepticons.

      http://tfwiki.net/wiki/File:Buzzsawyikes4.jpg

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  7. ja ja ja..lo mejor el mmm que suelta skids..vaya viciosillo!Por cierto en algún momento nombras a una tal Marlane...supongo que te referirás a Charlene...gran reseña y muy divertida!

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  8. Zero Madara: Gracias, eres muy amable. Los cumplidos siempre son bien recibidos.

    Estoy mintiendo. La verdad es que los cumplidos me hacen sentir incómodo y nunca sé cómo reaccionar cuando recibo uno. Por eso, he buscado la respuesta a tu comentario en wikihow. ¡Gracias a internet ahora tú también sabrás cómo aceptar un cumplido! Pruébalo gratis.

    Joder... ¿Qué tenían esas albóndigas?

    OLGERD VLADISLAV: ¡Qué bueno lo de Finkleberg y Figeroth! No tenía ni idea. ¿No es increíble que haya perdido el tiempo localizando un pueblo supuestamente ficticio que a nadie le importa y, en cambio, no me haya molestado en buscar ese tipo de curiosidades que a todo el mundo le encanta? Supongo que eso me convierte en alguien especial. Queredme mucho.

    Anonimatus y Doctor Müller: Chicos, chicos, no discutáis. Lo importante es que uno de vosotros tiene razón y el otro es un idiota. El otro soy yo, por cierto.

    Testigobizarro: Todo lo que dices tiene sentido. ¿A ti también te hablan las voces de Urano?

    Alex Serfouhi: Gracias por localizar el instante exacto en el que se me cruzaron los cables. No sé por qué llegué a pensar que podría dejar de tomarme la medicación y ser coherente. Qué tonto soy.

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  9. Entiendo a la perfección la decisión de Skids. Preferible quedarse con una macizorra a la que sacar a pasear y que luego te lava restregando su cuerpazo por el capo antes que meterse en rifirafes con los Decepticons para acabar siendo abandonado por tus compañeros.

    Y si no recuerdo mal, en la serie animada también había una relación entre una humana y un Transformer, así que tan raro no es.

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  10. De verdad que no sé como encuentras estas cosas. Es bonito descubrir un cómic de Transformers que contenga sexo salvaje y voyeurismo. Los de Marvel tienen cada chalada...

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  11. Joakin Martinez Rodriguez: La serie de dibujos no la tengo tan controlada como los cómics. La veía cuando la pillaba. Eso sí, me flipaban los muñecos. Una de mis mayores frustraciones de la infancia es que jamás tuve a Grimlock, lo que demuestra lo imbécil que puede llegar a serr un niño del primer mundo.

    Una copia de una copia de otra copia: ¿Encontrar? Los compré todos en comiXology cuando estaban baratos. Y entre ellos, hay joyas como esta. Perdón, quería decir "joyas". Con las comillas.

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