28 de octubre de 2013

Drácula (1958)

En mayo, me compré el pack en DVD tiulado Los mejores monstruos de Christopher Lee, que incluye algunas de las mejores películas de terror que produjeron los estudios Hammer entre finales de los cincuenta y principios de los setenta.

Salvo que seáis muy poco espabilados, en cuyo caso os ruego que os volváis por donde habéis venido y veáis alguna reposición de Jersey Shore, ya supondréis que Drácula es precisamente una de las películas incluidas en el pack.

Menospreciada en su estreno por la crítica británica, el tiempo ha llevado a que muchos la consideren la mejor película basada en el infame conde transilvano; pero, honestamente, dudo que la mayoría haya visto siquiera una cuarta parte de los setenta filmes que lista la Wikipedia, que, sorprendentemente, no incluye esa obra cumbre del cine español que es Brácula: Condemor II.

Sea como fuere, el éxito de Drácula se tradujo en saga, pero esta primera incursión de la Hammer en el mito del insigne vampiro es quizá la más renombrada y supuso un hito para la productora británica.

El Drácula de Hammer se inspira en la novela de Bram Stoker, pero no la sigue a pies juntillas. Las diferencias son evidentes desde que comienza el filme. Jonathan Harker se presenta en el castillo del conde para organizar su biblioteca y no como abogado sacacuartos, y conoce desde el principio la naturaleza diabólica de su anfitrión, del que planea librarse a estacazo limpio. El castillo ni siquiera está en los Cárpatos, sino a más de 400 kilómetros de allí, en Klausenburg (o berg, como la cerveza), donde, según tengo entendido, se sirve una carpa espetada del delta del Danubio que está para chuparse los dedos.

Cuando Jonathan no regresa de su viaje, su amigo el doctor Van Helsing, que ha dedicado toda su vida al estudio de los vampiros porque el resto de hobbies decimonónicos están ya muy vistos, se presenta en Klausenburg en busca de pistas sobre su paradero. Sin embargo, tan pronto como el doctor llega al castillo, Drácula se envía a sí mismo por carruaje express a Karlstadt en busca de una sustituta para su última y redifunta novia, lo que le conduce hasta la prometida de Harker, Lucy Holmwood, hermanastra de Mina. Si alguien es capaz de explicarme por qué el guionista invirtió los papeles de Lucy y Mina, soy todo oídos.

A partir de ese momento, se inicia una singular cacería, y pese a las diferencias con la novela de Bram Stoker, el guión de Jimmy Sangster es lo suficientemente sólido como para que no haya querido someterlo a una recapitulación puntillosa cargada de ironía. Podría hacerlo, claro, pero no sería tan fácil como escribir sobre Marmalade Boy ni tan divertido.

Hay que ver cómo se las gastan los mosquitos en Klausenburg.

Terence Fisher, uno de los mejores directores que trabajó para la Hammer, hace aquí una labor más que notable coordinando el trabajo de magníficos artistas y actores para componer una pieza de gran calidad cinematográfica que, gracias a su peculiar fusión de terror y erotismo, supera para mi gusto al Drácula de Bela Lugosi. Todo por el módico presupuesto de unas 80.000 libras esterlinas.

La película destaca por su ambientación gótica, algo en lo que la Hammer se especializaría a lo largo de la década de los sesenta hasta hacer de ella la marca de la casa. El diseño de producción es barato y se nota, pero está aprovechado al máximo, y contiene los elementos esenciales de las producciones de terror de la compañía, lo que dota al filme de una atmósfera única y muy característica: criptas polvorientas y llenas de telarañas, cementerios con máquinas de niebla, sangre rojo tempera, camisones blancos de escotes generosos... Todo está ahí y la fotografía de Jack Asher sabe sacarle partido. La ominosa banda sonora de James Bernard hace el resto.

Esta niebla no es natural.

La cinta está salpicada de grandes momentos y escenas icónicas e inolvidables, entre otras el ya famoso plano de Drácula revelando su verdadero rostro, con los ojos inyectados en sangre y los colmillos chorreando; la confrontación final entre el conde y Van Helsing; o la dolorosa muerte de Drácula sobre la rueda del zodiaco, bastante gráfica para la época en la que se rodó y de la que incluso se ha recuperado metraje extra más explícito traído desde Japón. Nunca hay suficiente metraje de un vampiro pudriéndose hasta convertirse en polvo.

También es memorable, por lo escalofriante, la escena de Lucy llevándose a la hija de Mina para "jugar" con ella, o la secuencia en la que el conde seduce a la propia Mina, muy sexual sin llegar a mostrar nada.

Prueba de que los vampiros no brillan bajo la luz del sol.

No obstante, mis escenas favoritas son las que constituyen golpes de humor involuntarios. La primera que me viene a la cabeza es en la que Van Helsing le pone su abrigo a la hija de Mina en el cementerio. A la cría no para de caérsele una de las mangas, y el actor, con toda la paciencia del mundo, intenta colocarle el dichoso abrigo repetidas veces sin que la niña mueva un dedo por ayudarle. ¿Para qué una segunda toma? La otra escena con la que me parto es en la que Van Helsing descubre por fin el ataúd de Drácula y, justo en ese momento, entra el conde por la puerta y reacciona poniendo cara de "¡Cachis la mar, me han pilla'o!" y saliendo por patas con la dignidad a rastras.

Eso sí, ninguna de estas escenas perjudica a la película ni rebaja su tono tétrico. Es que yo me fijo en detalles ridículos por deformación profesional. O deformación solamente.

-¡O te agarras el abrigo o te arreo un guantazo, corcho!

¿El ataúd de Drácula es blanco? Qué cursi.

El otro punto fuerte de la película son las interpretaciones de Chritopher Lee y Peter Cushing como Drácula y Van Helsing respectivamente. Estos dos actores británicos son las mayores estrellas con las que contó la Hammer, y sin ellos esta película, como muchas otras en las que participaron, probablemente hubieran acabado olvidadas en algún rincón del estudio para no volver a verse jamás. ¿Daniel Radcliffe en La dama de negro? Lo siento, pero no es lo mismo. Él es Harry Potter; y ellos, actores veteranos con tanto carisma que si pudieran inyectárselo en vena a Steven Seagal, sus películas no serían carne de videoclub.

El Drácula de Lee tiene una presencia enorme, magnetismo y la elegancia de un Sir inglés. Su presentación y la forma en que recibe a Harker es tan cortés que, de no ser por el nombre y la capa, uno dudaría de que realmente fuera un monstruo. Puede que sea un tío de dos metros un poco rarito, pero ¿un muerto viviente que se alimenta de sangre humana? ¡Vamos, hombre!

Sin embargo, pese a sus aires majestuosos y su satánico sex-appeal, el Drácula de Lee es un monstruo de pitiminí, porque sus poderes vampíricos no son gran cosa. Aunque se le presume una fuerza superior a la humana por la facilidad con la que estrangula a la gente y lleva en vilo a señoritas desmayadas, y también ejerce una poderosa influencia en sus víctimas hipnotizándolas hasta convertirlas en sus marionetas, este Drácula no puede transformarse en murciélago, en lobo, ni en niebla (lo que arrebata bastante misticismo al personaje y le priva de formas baratas de viajar) y sufre, en cambio, todas las debilidades clásicas de los vampiros: el sol es tan mortal para él como para un gremlin, las estacas le parten el corazón, solo puede dormir en tierra de su suelo natal, le repele el ajo y, por último, la imagen de la cruz no solo le echa para atrás, sino que le provoca quemaduras de segundo grado. El pobre lo tiene bastante mal para salir adelante.

Diga patata, señor conde.

Por su parte, Peter Cushing retrata al perfecto Van Helsing, mi favorito de los que he visto en el cine y en la televisión. El retrato que ofrece del personaje literario nada tiene que ver con el histrionismo de Anthony Hopkins en el Drácula de Coppola, o el Action Man interpretado por Hugh Jackman en el desastroso filme de Stephen Sommers.

El Van Helsing de Cushing es un intelectual con espíritu aventurero que no le teme a la acción (hay que ver cómo salta por encima del pasamanos de una escalera), obsesivo sin llegar a los extremos de su doctor Frankenstein, y que, puntualmente, es capaz de tomar decisiones difíciles, incluso inmorales, pensando en un bien mayor.

Al tajo.

Mirándole el lado malo a la cinta, su ritmo es lento y el guión exige cierta condescendencia, por lo que un espectador joven que se acerque por primera vez a esta película puede encontrarla aburrida, sobre todo si está acostumbrado a las superproducciones de Hollywood de la última década, con planos que no duran más tres segundos, efectos digitales a tutiplén y cámaras manejadas por hombres de gelatina.

Por eso, os recomiendo que las películas que más os gustan las veáis con vuestros hijos desde bien pequeños, para que puedan apreciarlas en su justa medida cuando sean adultos, aunque ahora se caguen de miedo y sufran pesadillas dantescas que les arrastren a vuestra cama noche tras noche privándoos de horas de sueño reparador. Esto sí que da miedo.

El Tipo de la Brocha, pervirtiendo y manipulando a la juventud desde 2008.

9 comentarios

  1. Jajajaja, en serio que ha sido la comidilla el vampi-mariposa de crepúsculo; memes, gifs y blogs agarran de choteo que brilla como si fuera un hada.

    Sin tantas cirugías ni sacrificios, las damiselas de la época eran bastante atractivas y de miradas pícaras; el Mr. Vampiro está bien interpretado, aunque falta un poquito más de persecución y misterio(esto es casi imposible porque ya está más que difundido el personaje).

    Todo el filme me adentró en un ambiente en el que me sentía sólo y alejado de la actualidad; de algo sirvió aislarme de mi familia un ratito y atrancarme en el sótano para ver un maratón de filmes antiguos toda la madrugada.

    Excelente reseña.

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  2. Mira que he visto películas de Dracula y sin embargo esta es la que mas me gusta. Y por supuesto coincido contigo en que es el mejor Van Hellsing de todos.

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  3. M@nchitas: El argumento es muy básico. Son los actores y la puesta en escena lo que merece la pena.

    Vladek: A mí la de Coppola también me gusta mucho. Esa Monica Bellucci con colmillos... ¡ÑAM!

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  4. Este es el Drácula que yo recuerdo de toda la vida, ese Christopher Lee con los ojos inyectados en sangre y enseñando los colmillos.

    Lamentablemente los niñatos de ahora no pueden valorar estas pequeñas obras de arte porque el hecho de ver efectos especiales manuales es algo que no conciben y el mérito que supone para la época.

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  5. Este si que es un Drácula aterrador, los que vinieron después sólo eran una exhibición de efectos especiales y Lugosi tenía el problema de que no enseñaba de los colmillos.

    Cushing también está tremendo como el profesor, estoy seguro que Stan Lee se inspiró en este papel para crear a Reed Richards de los 4 Fantasticos.

    Y por último las vampiresas de la Hammer, mucho más sensuales que las de las películas de ahora, en especial las de Crepúsculo.

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  6. Doctor Müller: Creo que si nosotros podemos valorar estas obras, ellos también podrán. Yo tampoco valoraba muchas pelis antiguas cuando era un chaval. Hay que ser optimistas con la juventud, ¡que tiene que pagarme la pensión, concho!

    Anonimatus: Menuda fijación tenemos con las vampiresas. Si es que donde hay, hay, y donde no hay, no hay.

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  7. Tengo 17 años y disfruto viendo todo tipo de películas desde 300 a El Halcón Maltés y me parece que añadire esta película a la larga lista de películas que tengo que ver

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  8. ¡Tipo, que sepas que te leo muy a menudo, al igual que a otros bloggers; pero como casi siempre te leo desde el móvil, apenas comento!

    Yo sólo venía a decir por aquí que esta peli es un PELICULÓN. Y poco más puedo decir que no dijera ya en el artículo que escribí sobre ella hace más de un año. La verdad es que estos meses he estado bastante liado escribiendo guiones cinematográficos, entre otras cosas, así que por eso no actualizo mi blog desde febrero; pero eso no quiere decir que lo haya abandonado para siempre.

    En fin, enhorabuena por este gran artículo. Sin duda, hace justicia a tan gran film. Un saludo.

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  9. Luis Manteiga Pousa2/2/23 02:03

    Me parece que tanto la novela como las películas de Drácula tienen un error, excepto quizás "El baile de los vampiros" de Polansky. Tras tanto tiempo de vampiro lo lógico es que hubiese vampirizado a muchísima gente, directa o indirectamente, todo un ejercito de vampiros. Sobre todo cuando va a Londres.

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