23 de diciembre de 2023

'Conan el mercenario', de Andrew J. Offutt (1981)

Entre 1978 y 1981, Andrew J. Offutt vio publicada, por medio de tres editoriales distintas, su trilogía de novelas basadas en el personaje de Conan el cimmerio: Conan y el brujo (Conan and the Sorcerer), Conan el mercenario (Conan the Mercenary) y Conan: La espada de Skelos (Conan: The Sword of Skelos). Aunque cada novela cuenta su propia aventura y no hay problema en leerlas por separado, las tres están conectadas a través de un amuleto llamado el Ojo de Erlik y transcurren en un periodo de pocos meses tras lo sucedido en La Torre del Elefante, de Robert E. Howard. En esta época, Conan tiene diecisiete años para dieciocho, y su principal dedicación es redistribuir la riqueza ajena, o sea, el latrocinio, el escamoteo, la sisa... Vamos, que es un ladrón.

Al final de la primera novela, Conan derrota al brujo liante Hisarr Zul, pero tiene un problema: su alma está atrapada en un espejo y necesita que una persona coronada lo rompa para recuperarla. El problema, sin embargo, es cosa menor, porque el único efecto que parece tener esta pérdida en Conan es que duerme ligeramente peor y que ya no se ríe cuando le cuentan un chiste de Chiquito. Offutt podría haber jugado con la creencia del pueblo cimmerio de que, cuando un hombre nace, el dios Crom infunde en su alma fuerza para luchar y matar (o eso le cuenta Conan a la pirata Bêlit en el relato La reina de la Costa Negra). Pero no. Una historia protagonizada por un Conan diferente, a la búsqueda de su espíritu guerrero, habría sido demasiado original e interesante, así que Conan se comporta como siempre; solo está más serio que de costumbre y pasa las noches regular. Podría haber perdido el alma o estar sufriendo una mala digestión.

Peor aún: por desmanes editoriales, la segunda novela se publicó un año y medio después de la tercera, así que los lectores que hubiesen leído La espada de Skelos ya sabían que Conan recuperaba su alma e incluso dónde y cómo. Aun así, era una historia que merecía la pena contar más en detalle. Quizá, pero Conan el mercenario no va de eso.

¿Es una buena historia al menos? Tampoco. ¡Ni siquiera el título está bien! Sé que no tiene la misma resonancia, pero la novela debería haberse llamado "Conan el guardaespaldas", no "Conan el mercenario".

En fin, vayamos paso a paso.

El detonante de la trama es que un barón vetusto y decrépito, Sabaninus de Korveka (provincia de Koth), hace un pacto con un brujo para recuperar la apariencia que tenía cuando era un hombre joven y vigoroso. Y cuando digo que recupera "la apariencia", lo digo con toda la intención, porque la novela incide en que lo único que altera el hechizo es su aspecto. Cabe suponer, por lo tanto, que la artritis, la osteoporosis, la sordera y un largo etcétera de padecimientos propios de la tercera edad siguen dándole la lata.

¿Recordáis a Robert de Niro en la película El irlandés, cuando, a sus setenta y seis años, tiene que interpretarse a su personaje con treinta años menos, pero es incapaz de moverse con agilidad o de disimular su encorvadura espinal? Pues esto viene a ser lo mismo. Supongo que es lo que pasa cuando sacrificas una sola sirvienta a un demonio del averno en lugar de cien vírgenes vestales. Si quieres el servicio prémium, tienes que pagarlo.

Ilustración de Estaban Maroto. Para que luego digan que los libros con dibujitos son para niños.

Sea como fuere, Sabaninus aprovecha que ahora parece el cantante de una boy band y, bajo la identidad de su sobrino Sergianus (no me estoy inventando los nombres, palabra), viaja hasta Khauran para cortejar a la reina Ialamis con la intención de casarse con ella, hacerse con el poder y anexar el reino de Khauran a Koth, del que fue vasallo en el pasado.

Los connoisseurs de la obra de Howard reconocerán en Khauran el escenario de relato Nacerá una bruja, del que procede la escena de la crucifixión de Conan, una imagen tan potente que John Milius no dudó en tomarla prestada para su película Conan, el bárbaro. Eso sí, Conan el mercenario no puede considerarse una precuela de ese relato. La conexión entre ambas obras es anecdótica. Aunque Conan ve a la futura reina Taramis (aquí con solo seis años), no es como cuando el senador Palpatine le dice a Anakin "Seguiremos tu carrera con gran interés" en La amenaza fantasma. El guiño en este caso es insignificante. Y, la verdad, si sales perdiendo de una comparación con La amenaza fantasma, es que has sacado la paja más corta en la vida.

Mientras el barón Sabaninus se infiltra en la corte de Ialamis, en Shadizar, capital de Zamora (el reino Hyborio, no la provincia de Castilla y León, donde se hace el mejor chorizo), Conan se dedica al oficio de ladrón al tiempo que busca una oportunidad para liberar su alma. Una noche, por azares del destino, rescata a una noble dama de unos ladrones, y ella, atraída por su, ejem, vigor juvenil, lo contrata como guardaespaldas para que la acompañe hasta Khauran. Casualidades de la vida, resulta que la mujer, de nombre Khastris, es la prima de la reina Ialamis, y el cimmerio ve aquí la ocasión ideal para que le saquen del embrollo en el que se metió en el libro anterior.

Como no podía ser de otra forma, las tramas se entrecruzan, y Conan acaba descubriendo el complot del barón Sabaninus. ¿Salvará el cimmerio su alma? ¿Impedirá que el barón le dé gato por liebre a la reina? ¿Intimará con una mujer de treinta y pico años, y tonteará también con una chicuela de quince?

Podéis darlo por hecho.

Conan, tonteando.

El argumento no suele ser el punto fuerte de las historias de espada y brujería, pero el problema que tiene esta novela no es que su argumento sea simple o haga aguas (que las hace), sino que va justita en todo lo que cabe esperar de este subgénero.

Para que nadie se lleve a engaño, en las cerca de doscientas páginas que tiene la novela (ilustraciones de Esteban Maroto incluidas), solo hay dos peleas a espada, o dos y media, a lo sumo. Esa es toda la acción que vais a encontrar. Es más, estas peleas se solventan sin que Conan se despeine siquiera, porque sus rivales son de usar y tirar, más torpes que las masillas. Están descritas con dinamismo y contundencia, y el nivel de violencia es satisfactorio; pero hasta las descripciones de lo poco vestidas que van las féminas de esta historia ocupan más espacio.

Por otro lado, el cimmerio tampoco se enfrenta a ningún hechicero o ser sobrenatural. El único monstruo que sale en esta historia es el demonio que alisa la piel a Sabaninus en el prólogo, y su papel se limita a aparecer en un círculo de invocación, merendarse a una pobre chavala y, si os he visto, no me acuerdo.

Poca espada y poca brujería.

No obstante, la novela hace algunas cosas bien. Cuando has leído docenas de Conan apócrifos, es una sorpresa encontrarse con autores que entienden medianamente bien al personaje. El Conan de Offutt no es exactamente el Conan de Howard, y sale perdiendo con la comparación; pero tampoco es el lerdo con músculos hipertrofiados con el que lo confunden muchos escritores. Offutt no solo comprende el lado salvaje de Conan, sino que lo dota de de una astucia que rara vez se ve en estos pastiches (el más representativo a estos efectos sería Conan el pícaro, que es un refrito remarcable de varias obras del género negro). De hecho, el clímax de la novela tiene más de ardid que de desafío físico.

¿Encaja esto con un Conan que tiene solo diecisiete años? La verdad es que no. De hecho, hasta me extraña que sepa escribir. Pero Howard tampoco trataba a Conan como el típico adolescente en La Torre del Elefante, que, en la cronología del cimmerio, es el relato más temprano escrito por su creador. El muchacho es un gigante fornido y curtido, que en absoluto aparenta su edad; no dedica su tiempo libre a ver vídeos en Twitch o TikTok o a jugar a la PlayStation 5 con sus amigos.

Por lo demás, los personajes secundarios están bien caracterizados, lo suficiente al menos como para que te acuerdes de ellos y no sean un borrón en la historia, y la ambientación y el tono de la novela son acordes a los mundo hyborio que creó Howard.

Conan incluso aprende una lección importante cuando entra al servicio de Khastris: "Sin ser ni mucho menos vieja, la mujer le doblaba no obstante la edad. Pero ninguna mujer, aprendió Conan, era vieja en la oscuridad". Una verdad como un templo.

Por último, también hay un tipo que se llama Crispis, que a mí me suena como los cereales Krispies y, por lo tanto, es el nombre más gracioso que he leído jamás.

Conan el mercenario no es un mal pastiche y la lectura es lo bastante ágil y corta para disimular sus carencias, pero tiene mucho margen de mejora.

De hecho, como ocurre con muchas de las novelas escritas a rebufo de la obra de Howard, el guionista Roy Thomas y el dibujante Esteban Maroto (que había ilustrado la novela de Offutt) adaptaron esta historia con acierto notable en los números 217 y 218 de La espada salvaje de Conan, publicados en 1994. Thomas obviamente no estaba ciego y se dio cuenta de que a la historia original le faltaba brío por todas partes, así que lo que hizo fue atiborrarla de acción, viniera o no a cuento.

¿El espejo que encierra el alma de Conan se rompe y su alma se libera sin más? Nada de eso. ¡Los trozos del espejo se transforman en un demonio de cristal! ¿Y cómo va a morir el villano de un espadazo y dejarnos sin una confrontación final? No, el demonio que salió al principio de la historia vuelve a aparecer ¡e intenta zamparse a Conan!

Solo por eso, el cómic supera a la novela.

Valoración: ★★

8 comentarios

  1. Personalmente solo el Conan de la pluma de Howard es el que me parece satisfactorio. De los demás, pues como dices: quedan demasiado en voy a hacer un bárbaro tan bárbaro, que casi es una caricatura. Sin gracias. Aunque igual y no están tan mal como lectura ligera; usualmente leía historias de Conan de otros autores entre lecturas de libros más gruesos y densos y pa' eso bien que sirven.
    Felices fiestas a todos los que las celebren; y también para los que no las celebren.

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    1. Si algún día te animas con los pastiches de Conan, te recomiendo dos: Conan the Rogue y Conan and the Emerald Lotus. No se pueden comparar con los relatos de Howard, pero como lectura ligera de espada y brujería cumplen con creces.

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  2. Yo de Andrew (RIP) recuerdo un relato corto de terror, llamado Symbionte con bastante mala baba pero muy entretenido.
    A mi me parece que era un autor bastante competente, otra cosa es que el comic resulte más ágil por pulir los defectos.
    Un respeto para la amenaza fantasma , que quitando Rouge One , es un millón de veces mejor que los abortos de fakedisney.
    El pobre Walt se revuelve en su tumba, por ver su apellido asociado a esos crímenes contra el entretenimiento.
    Volviendo a Conan, quizás es que quitando a Roy Thomas en sus adaptaciones al comic, los demás autores se han visto demasiado limitados por la sombra de Howard, quien sabe.
    A veces es difícil continuar la obra de otro autor sin cargartela, o incluso la propia, sí, le miró a usted , señor autor de canción de hielo y fuego.
    Cada día valoro más a George Lucas, Fritz Leiber, Lovecfraft y Tolkien.

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    1. Es una lástima que a Fritz Leiber se le tenga tan olvidado. Es un referente del género.

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  3. Ostras la primera parte de la historia es la que acaba de salir en los tomos de La espada salvaje y creo que aún van por el año 1980, no me digas que tardaron catorce años en publicar la segunda parte XD

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    1. Correcto. El tomo 17 que ha publicado Panini de La espada salvaje de Conan adapta la primera novela de Offutt y recopila historietas de 1980. Esta colección nunca pretendió contar las aventuras de Conan de forma cronológica, pero aquí ciertamente se pasaron.

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    2. Oye tú que sabes mucho de esto, ¿la espada llegó a adaptar algo de Belit? No me suena haber visto nunca nada.

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    3. No me suena, no. Hasta donde yo sé, las aventuras con Bêlit se reservaron para Conan el bárbaro. Alguna mención tal vez, pero nada más.

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