1 de mayo de 2020

Reseñas de películas: abril 2020


A continuación tenéis una recopilación de reseñas de las películas que he visto en abril. Si queréis estar al día del cine que voy viendo a lo largo del mes en lugar de esperar a estas entradas, seguidme en TwitterLetterboxd. Llevamos cuatro meses igual, así que espero que esta cantinela empiece a permear en vuestros cerebros.

Me temo que algunas de estas reseñas no son tan breves como de costumbre (recordad que empezaron como tuits de 280 caracteres), así que, a partir de este mes de mayo, si se me vuelve a soltar la lengua, publicaré una entrada individual de la reseña en cuestión y luego la enlazaré en el recopilatorio mensual. Espero que acojáis bien esta idea, y si no, ¡idos al infierno!

Terminator (1984) ★★★★

Antes de ser conocido, James Cameron ejecutó una idea febril sacando el máximo partido de un presupuesto limitado y creó el techno-thriller de acción definitivo, mil veces imitado, pero nunca superado.

Viajes en el tiempo, cíborgs asesinos, clubes con luces de neón... Hay muchas razones por las que me encanta esta película, pero una de las principales es que sabe mantener el suspense y nunca se detiene más de lo estrictamente necesario; incluso cuando hace falta dar explicaciones, lo hace en medio de una persecución. Desde el primer al último minuto, sientes que hay algo en juego: primero, una vida; luego, el destino de toda la humanidad.

Sin el maniquí de Arnold tuerto y con un stop-motion más trabajado, la cinta habría envejecido perfectamente.

Atlantis: El imperio perdido (2001) ★★★½

El clásico Disney que ni siquiera lo parece y del que rara vez alguien se acuerda. Es fácil entender el porqué. Por un lado, le falta ese toque mágico que caracteriza a los largos animados de la casa del ratón, esto es, la Ñoñez Típica de los Cuentos de Hadas™; y por otro lado, no suena ni una sola canción hasta los títulos de crédito.

Oh, no os equivoquéis, sigue siendo una película para toda la familia (en la que el villano muere de forma horripilante) y tiene algún momento sentimental (al final del todo); pero, por encima de eso, es una película de aventuras al uso, con acción, misterio, humor y romance. ¡El paquete completo!

Para mí además hay dos aspectos que la hacen salir con ventaja: la propia premisa (siento debilidad por los mitos de la antigüedad en general, y por el de Atlantis en particular) y los diseños de Mike Mignola, que es un dibujante cuyo estilo me fascina. Todo lo demás suma: el aire pulp, el carisma de los personajes, la fluidez de la animación, la épica banda sonora de James Newton... ¿Y he mencionado ya que Michael J. Fox pone la voz al protagonista?

Quizás la tibia acogida que recibió en su estreno se debiera a una cuestión de expectativas. Por eso creo que si evitáis pensar en ella como la típica cinta Disney, os sorprenderá para bien.

Proyecto Rampage (2018) ★★★

De entre todos los videojuegos que existen, jamás habría apostado a que era posible adaptar el arcade Rampage al cine y que saliera bien.

La película de Brad Peyton es deudora del cine de monstruos fantástico de los años cincuenta y sesenta, una versión actualizada, vigorosa y ocurrente de aquellas míticas películas de seres extraterrestres y antediluvianos que nos trajo el genio de los efectos especiales Ray Harryhausen.

Hay monstruos gigantes endiñando personas, monstruos gigantes aplastando al ejército, monstruos gigantes demoliendo edificios y monstruos gigantes sacudiéndose de lo lindo entre ellos. Y en paralelo tenemos al siempre carismático Dwayne Johnson haciendo más o menos lo mismo que esas colosales criaturas, pero a menor escala.

El clímax es emocionante (¡sufrido incluso!) y genuinamente emotivo. No sentía tanta empatía por un gorila descomunal generado por ordenador desde el King Kong de Peter Jackson.

A los solos efectos de entretenimiento, Proyecto Rampage es lo que hubiera querido que fuera Godzilla: Rey de los monstruos.

El castillo en el cielo (1986) ★★★★

Gracias a la fenomenal idea de la distribuidora española de mantener el nombre "Laputa" en lugar de inventarse otro distinto, es inevitable que se te escape alguna risa floja a lo largo de la película. Si la fidelidad al texto original tenía que tener un límite, desde luego ese parecía el adecuado. Y me da igual que sea el nombre que aparece en Los viajes de Gulliver.

Dejando eso a un lado, El castillo en el cielo es otra de las grandes obras del estudio Ghibli, una película de aventuras desenvuelta y con un ritmo envidiable que se coloca holgadamente por encima de otras cintas del género gracias a sus inspirados diseños (las aeronaves, los robots, la ciudad flotante...), sus personajes (desde los héroes honestos y valientes hasta los secundarios más bobalicones) y sus pequeños momentos de ternura (como cuando Pazu, en una escena de máxima urgencia, se acuerda de liberar a sus palomas antes de abandonar ―quizá para siempre― su hogar).

Una experiencia que entretiene y enriquece a partes iguales, y que ningún fan del cine de Miyazaki o del cine de animación en general debería perderse.

El príncipe y el mendigo (1990) ★★★½

Recuerdo haber visto este cortometraje en el cine, pero no sé si es verdad o me lo estoy inventando. En cambio, sí que estoy seguro de que la primera vez que lo vi, aun siendo un crío, ya me fijé en que los dibujos y la animación superaban en calidad a los de los brevísimos cortos que pasaban por televisión. Y eso me dejó alucinado.

La historia es ágil y entretenida, los gags como poco te sacan una sonrisa, y, pese a su escasa duración, consigue crear escenas tan potentes como la del fallecimiento del rey, que a día de hoy me sigue poniendo la piel de gallina. Además, como adaptación comprimida de la novela homónima de Mark Twain, y aunque su tono sea más infantil (obviamente no hay un padre alcohólico ni se menciona a gente quemada en la hoguera), tiene el acierto de tratar los mismos temas que la obra original y hacerlos comprensibles para los niños, por lo que funciona muy bien.

Solo echo en falta más pato Donald.

El botero Willie (1928) ★★

Mickey, ayudante de botero, maltrata a una sucesión de animales indefensos para provocar ruidos que el oído humano apenas puede tolerar pero que son como música para sus oídos.

Por aquella época el ratón no llevaba guantes, así que espero que sus huellas lo delatasen y pagase por sus crímenes. Horrorizado me hallo.

El rascacielos (2018) ★★★

Menestra de Jungla de cristal y El coloso en llamas con una pizca de Operación dragón. Es todo lo que esperaba de una película en la que Dwayne Johnson se enfrenta a una banda de criminales en un rascacielos invadido por el fuego para rescatar a su familia y salvar el día.

Salvo por la pierna ortopédica. Eso no me lo vi venir.

Pero supongo que con alguna desventaja tenía que partir The Rock para que fuera creíble que 225 pisos de edificio en llamas y un puñado de sicarios con metralletas tenían alguna oportunidad contra sus 120 kilos de puro músculo samoano-canadiense.

Problemas de sueño (1941) ★★★

Donald se acuesta pronto porque al día siguiente tiene que levantarse temprano, y el mobiliario se confabula en su contra para que no pueda dormir, desatando toda su frustración palmípeda con cómicos resultados.

¿Qué le voy a hacer? No puedo evitar reírme cada vez que Donald se rebota y brinca y sacude los puños en el aire fuera de sí.

Cyrano de Bergerac (1990) ★★★★

Historia de un orgulloso gascón
que a un rival da voz y consejo,
para que fleche a su prima bombón,
a la que ama con muda devoción
porque él de feo tiene complejo.

Gran romance de capa y espada,
con una ambientación muy lograda,
interpretaciones que dejan huella,
traducción al español ensoñada
y un plagio musical de querella.

El sol naciente (2020) ★½

Tres minutos de luces bonitas en 4k y nada más.

Las ruinas (2008) ★

Diario de visionado:

  • Primeros 15 minutos: nos presentan a los protagonistas, un grupito de veinteañeros imbéciles que están de vacaciones en Cancún. Me viene fenomenal para organizar mis emails.
  • Siguientes 5 minutos: los protagonistas están atrapados en la cima de un zigurat. La puesta en situación es tardía, pero soy ingenuo y empiezo a prestar atención. A ver a dónde lleva esto.
  • 70 minutos restantes: desengaño. La hiedra que cubre los muros del zigurat es una planta carnívora con complejo de loro parlanchín y despacha uno a uno a los protagonistas. En ningún momento te importa nada de lo que está pasando.

Tengo bastante manga ancha con el cine de terror. Si una comedia no me hace reír, me ha fallado; pero si una película de terror no me da canguelo, aún le puedo encontrar valor en otros aspectos. ¿La ambientación me atrapa? Es raro que la película me disguste. ¿Hay monstruitos? Cómo me molan los monstruitos. ¿Se plantean ideas interesantes sobre la naturaleza humana sin restregártelas por la cara? No me canso de aplaudir.

Y, sin embargo, no he conseguido encontrar absolutamente nada en Las ruinas que merezca la pena.

Los personajes son estereotipos con patas que toman malas decisiones y que, en el mejor de los casos, te caen como una patada en la espinilla.

El "monstruo" es una planta de comportamiento solo en apariencia malevolente y desprovista de cualquier carisma o cualidad que te permita ponerte de su lado e implicarte al menos como lo harías con el asesino de un slasher ochentero.

Una vez sentada la premisa, la historia no va a ninguna parte; solo te queda ver cómo van muriendo los protagonistas. No hay ningún misterio detrás lo que ocurre ni mitos que expliquen lo imposible. En estas circunstancias, hasta lo ridículo habría supuesto una mejora, pero el zigurat no esconde una tumba maldita ni la hiedra es un arma extraterrestre.

Aunque la película está realizada de forma competente, carece de personalidad y visualmente es tan anodina como un ficus de plástico.

Y, por supuesto, olvidaos de que trate algún tema o tenga subtexto. Es un relato de supervivencia superficial salpimentado con casquería, la clase de mediocridad que te hace replantearte la decisión de haber pulsado el botón de reproducción.

La ironía de que no tenga a qué agarrarme y el mal provenga de una enredadera no me pasa desapercibida.

Noche de juegos (2018) ★★★

No había oído hablar de esta película hasta que la vi en los destacados del día de Netflix, y mi primera impresión fue que podía tratarse de la típica comedia romántica hecha con el Com-Rom-O-Matic™ para rellenar el catálogo del servicio de streaming. Sin embargo, como duraba poco más de hora y media y la sinopsis hablaba de "una fiesta temática de detectives que se vuelve demasiado real", la puse. Tenía tiempo y había despertado mi curiosidad.

Fue un acierto.

Esperaba pasar un rato entretenido y, a ser posible, no sentir vergüenza ajena, y me encontré con una comedia negra creativa, repleta de gags atinados y arropada por un reparto excelente.

Me gusta su humor construido en torno a malentendidos, con personajes arrastrados a situaciones fuera de su control hasta lo absurdo, y el buen rollo que transmiten sus protagonistas. Y aunque la cinta no acaba de aprovechar su premisa y hay algún tramo en el que pierde fuelle, el ritmo repunta tan pronto como decae y la chispa de los diálogos, lo ridículo del slapstick y los volantazos de guion compensan esos problemillas.

Saber que la única otra película conocida de su guionista es Herbie: A tope me deja alelado.

One Cut of the Dead (2017) ★★★★½

Ay, lo que me he podido reír con esta película. Al principio, aunque intuía que había algo raro, no tenía muy claro qué estaba viendo ni por dónde iban a ir los tiros. Y al rato estaba gozando a lo grande y riéndome a carcajadas, con lagrimones como guisantes resbalándome por las mejillas. Al final, otro par de lagrimillas han seguido el mismo recorrido que el resto, pero estas nacidas del deleite emocional.

No puedo decir mucho sobre esta película, porque destripar su juego es criminal, pero añadiré dos cosas: que hay que ser paciente con ella alrededor de media hora, para ver cómo se alza por encima de lo que parece, y que si os apasiona el cine, sin duda os encantará.

Four Rooms (1995) ★★

Cuatro segmentos labrados con talento detrás y delante de las cámaras, y ni uno solo de ellos pasa de ser una extravagancia transitoria. Al igual que la interpretación de Tim Roth, son curiosos de ver, incluso entretenidos y ocasionalmente graciosos, pero insustanciales.

Lo único notable de esta antología fallida son los títulos iniciales de crédito, en los que participó el genio de la animación Chuck Jones.

El rey león (2019) ★★½

De todos los remakes de Disney, este es el que más aturullado me deja.

Como demostración de hasta dónde ha llegado la animación digital, es una producción sobresaliente. Compararla con la primera Toy Story sería como comparar lanzas con punta de piedra con fusiles M16. Pero como película, el filme de Jon Favreau no aporta un caga'o (más que rehacer, replica) y además resta valor emocional y artístico a la obra preexistente.

Aunque los efectos especiales siempre han formado parte de la magia del cine, ha sido en los últimos veinticinco años cuando han alcanzado su mayor potencial para hacer posible lo imposible. Es gracias a la revolución digital que Kurt Russell puede surfear por las calles de Los Ángeles de un futuro distópico o Angelina Jolie arrear un puñetazo a un tiburón en el morro.

En esta nueva versión del clásico El rey león, la técnica más avanzada se pone al servicio del realismo visual; y el resultado habla por sí solo: la recreación de animales con imágenes computerizadas es sensacional. Ausencia de órganos sexuales aparte, el fotorrealismo de cada imagen resulta fascinante, de una perfección insospechada, y podría pasarme minutos enteros contemplando embobado la melena de Mufasa o cómo se le marcan las venas bajo la piel.

¿Ayuda eso a contar mejor la historia que ya nos contaron en 1994? Sí.

Si por ayudar entendéis todo lo contrario, quiero decir.

En ese esfuerzo por recrear la fauna africana al detalle, se pierde una parte importante de lo que transmitía la animación tradicional a través de elementos como las expresiones faciales (prácticamente inexistentes en el remake, lo que convierte a la música en muleta emocional de las imágenes) o el uso libre del color y la iluminación (neutral en el remake). Basta con comparar, por ejemplo, el flamante y espectacular despliegue visual que acompaña la canción Preparaos en la película original con la anodina y oscura secuencia de la versión de Favreau para comprender cuál es el verdadero rey.

En definitiva, El rey león de 2019 solo funciona en lo que ya funcionaba la película de 1994, y encuentra nuevas formas de fallar donde esta no lo hacía.

PD: Que la canción Es la noche del amor suene de día supongo que es una broma, ¿no?

El señor Pato sale a dar una vuelta (1940) ★★★

Debut oficial de la pata Daisy y reflejo de otro tiempo en el que incluso un estudio como Disney podía poner al pato Donald a punto de arrear un guantazo a "ala" abierta a sus tres sobrinos por ser unos cabroncetes y nadie se escandalizaba. No es que eso estuviera bien, como tampoco lo está que Daisy tenga una alfombra de piel de tigre decorando el suelo de su salón; pero no por eso el corto deja de ser una divertida curiosidad de innegable valor histórico para los aficionados a la animación. Y además lo más chocante del corto no es lo fuera de época que se ve ahora, sino que Donald y Daisy compartan exactamente la misma voz (la famosa pata no tuvo su propia actriz de doblaje y, por tanto, a ser inteligible hasta 1945).

En todo caso, el gag de Donald conquistando a la que a partir de entonces sería su pareja romántica con ese baile brioso que le provoca una mazorca de maíz recién calentada en el estómago es demasiado bueno para ser olvidado.

La casa del reloj en la pared (2018) ★★½

Eli Roth dirige una película para toda la familia basada en una novela infantil de fantasía y misterio, con buenos actores (menos el crío protagonista, que es insufrible), un decorado maravilloso (pero solo uno) y chistes de pis y caca. Le sale regular.

Sin embargo, hay dos cosas que consigo quitarme de la cabeza. La primera es el horripilante bebé digital de Jack Black con cabeza de adulto, y la segunda, Cate Blanchett GASEANDO a unos autómatas siniestros hasta matarlos, lo cual no me habría llamado la atención si no fuera porque la actriz interpreta a una bruja que fue prisionera en un CAMPO DE CONCENTRACIÓN NAZI, en el que, para más inri, perdió a toda su familia.

La casa de cera (2005) ★★★

Un slasher que llega tan tarde a la fiesta que celebraron Voorhees, Krueger y compañía en los 80 que, cuando llama a la puerta, dentro de la casa ya solo están el dueño y los pringados a los que este engatusó para quedarse a limpiar.

No innova lo bastante para justificarse en los 2000, y ni siquiera tiene ese tono autorreferencial o paródico que adquirió el subgénero a mediados de los 90. La película se toma en serio a sí misma y va tachando clichés de la lista sin avergonzarse de ello. Veinteañeros cachondos, check. Decisiones estúpidas, check. Muertes violentas, check. Asesino desfigurado con motivaciones difusas, check. Y, sin embargo, y aquí viene la sorpresa, la cinta es a la vez lo bastante entretenida y competente en lo que hace como para que yo no esté seguro de si esa falta de originalidad es buena o mala.

Además, a diferencia del remake protagonizado por el legendario Vincent Price (que está ahí ahí disputándose el puesto en el panteón del cine de terror con Paris Hilton), acierta en hacer lo que en 1953 no debía de parecer tan obvio: reservarse su mejor momento para el céreo y casi lisérgico clímax, que tiene una puesta en escena espectacular y demuestra la superioridad de los efectos físicos sobre los digitales. Es más, para un fan del cine de terror, esos diez minutos del tramo final hacen por sí solos que merezca la pena ver la película.

Las crónicas de Riddick (2004) ★★★

Un "2x1 en películas" suena bien hasta que te das cuenta de que no te están hablando de un descuento, sino de que van a hacer lo imposible por pasarte por el gaznate dos películas como si fuera una sola de la forma más brusca y torpe imaginable.

La primera película de Las crónicas de Riddick es una fantochada con ínfulas de ópera espacial, entretenida pero bobalicona, de una teatralidad barata, y que, sin embargo, me encandila con su diseño de producción. Su barroquismo wagneriano hortera me abotarga lo bastante el cerebro para que le perdone casi todos sus defectos, incluidos los cromas cantosos. Esa estética, por sí sola, vale puntos.

La segunda película es la típica cinta de acción carcelaria, con ambientación de ciencia ficción de a duro, menos pretenciosa, y está metida con calzador en mitad de la otra película, haciendo inevitable pensar que David Twohy dijo "por mis huevos que la incluyó" para quitarse la espinita que tenía clavada desde que en los noventa rechazaron su guion de Alien³.

En efecto, la conexión entre esas dos tramas en tan poco orgánica como la peluca y barba postizas que lleva Vin Diesel antes de verse envuelto en el melodrama galáctico. Parece que hubieran apelmazado episodios diferentes de una serie de televisión sin preocuparse en lo más mínimo de cómo engarzarlos para que la historia fluyese con normalidad en lugar de ir pegando tumbos.

Ese es mi principal problema con la película.

El segundo, de índole mucho más personal, es que no trago a Vin Diesel. No sé explicar el motivo, porque un tipo que aprovecha los descansos del rodaje para enseñar a jugar a Dungeons & Dragons a Judi Dench debería caerme bien; pero se me hace cuesta arriba tenerlo como protagonista. Ni siquiera me convence cuando interpreta a un antihéroe supermacho que solo sabe hablar con frases lapidarias. A Karl Urban, en cambio, no me importaría tenerlo hasta en la sopa.

El hobbit: Un viaje inesperado (2012) ★★★★

Incluso antes de que se estrenase esta película, algunos ya previeron con acierto cuáles serían los principales problemas que afectarían a la trilogía de El hobbit, de Peter Jackson. Un comentario recurrente era el de qué necesidad había de hacer una trilogía. Si las novelas de El señor de los anillos, siendo más largas, se habían adaptado a una por libro, ¿cómo iba a dar la novela más corta para tres películas? A lo sumo, debería haberse hablado de una dilogía.

Sin embargo, el público, de forma consciente o no, esperaba ver una precuela de la trilogía cinematográfica, y no solo una adaptación de la obra literaria El hobbit. Pero, qué curioso, resulta que el relato de Tolkien, publicado diecisiete años antes que La comunidad del anillo, no es una buena precuela de El señor de los anillos. Es un cuento infantil entretenido, ambientado en la misma Tierra Media que luego recorrerían Frodo y sus compañeros; pero no encaja con la posterior trilogía en ambición narrativa ni en complejidad, ni siquiera en tono. Cuando Tolkien escribió sobre el viaje inesperado de Bilbo Bolsón, aún no tenía en la cabeza el intrincado mundo de El señor de los anillos; solo quería contar una historia para niños y experimentar con un lenguaje de su invención, nada más.

Por lo tanto, deberíamos tener claro que convertir ese cuento en una precuela coherente con la trilogía de Peter Jackson, manteniendo el mismo nivel de épica y arrancando emociones semejantes del espectador, implicaba necesariamente hacer cambios en el relato original. Muchos cambios. Y no hace falta ser un lince ni tener una gran imaginación para darse cuenta de que la tarea no era moco de pavo. Con todo, el resultado no es desdeñable, aunque haya sido y siga siendo desdeñado.

¿Disculpa esa dificultad absolutamente todos los fallos? No, pero al menos debería hacernos recapacitar sobre el esfuerzo invertido y ponderar los errores junto con los no pocos méritos que tiene la trilogía, para evitar los juicios rápidos.

Por lo tanto, he decidido ser positivo y, en lugar de detenerme en qué falla en esta primera película, que es mi favorita de las tres, solo voy a deciros lo que más me gusta de ella. He hecho una lista:

  • Martin Freeman como Bilbo Bolsón.
  • El retorno de Ian McKellen, Christopher Lee y Cate Blanchett.
  • Richard Armitage como Thorin Escudo de Roble
  • La banda sonora de Howard Shore, y en particular la canción Misty Mountains, compuesta por Plan 9 y David Long.
  • La escena de los tres troles.
  • El trasgo mensajero que viaja en teleférico.
  • El duelo de acertijos.
  • El momento en el que Bilbo demuestra su valor.
  • "A menudo pienso en mi tierra. Pienso en mis libros, en mi sillón, mi jardín... Soy de Bolsón Cerrado; es mi hogar. Por eso he vuelto, porque vosotros no tenéis un hogar. Os lo arrebataron. Pero espero ayudaros a recuperarlo".

Parte de esta lista puede trasladarse a las dos siguientes películas, así que no esperéis que me repita.

El hobbit: La desolación de Smaug (2013) ★★★½

Uf, esto va cuesta arriba, pero eso ya lo sabía cuando decidí revisitar la trilogía.

No obstante, el hecho de que esta sea la tercera vez que veo la película debería daros una pista sobre mi relación con ella: o bien me gusta, o bien no escarmiento. Si en algún momento dudáis entre estas dos alternativas, recordad que la subtrama romántica de la elfa Lilly y el enano sexi no solo ha dejado de darme grima con los años, sino que me parece hasta tierna. Quizá incluso haya una tercera alternativa, y es que mi sentido crítico se ha relajado y ahora mismo está tumbado en alguna playa tropical tomando el sol y bebiendo daiquiris.

Pero ya me explayé sobre los problemas de esta entrega cuando escribí sobre ella en su estreno, y hoy, siete años después, prefiero ser positivo. Por lo tanto, de esta segunda parte añado a mi lista de cosas buenas de la trilogía de El hobbit las siguientes:

  • El desorientador Bosque Negro.
  • ¡Arañas gigantes!
  • La incursión de Gandalf en Dol Guldur.
  • Smaug el Terrible (además, ver a Benedict Cumberbatch en leotardos con pelotitas blancas interpretando al gigantesco lagarto en los extras del Blu-ray no tiene desperdicio).
  • Cómo se rondan Bilbo y Smaug hasta que el juego termina y las llamas lo devoran todo.

Ciertamente, a partir de ese último punto, es mejor mirar atrás que hacia delante. Pero eso sería de cobardes, y aún me queda una película por repasar.

El hobbit: La batalla de los cinco ejércitos (2014) ★★★

Esta es la única parte de la trilogía que no tengo en Blu-ray.

Empieza con los diez minutos del que debería haber sido el clímax de la película anterior, da vueltas durante otros cuarenta minutos para crear un conflicto que antes no existía y luego continúa con el clímax de todos los clímax durante una larguísima hora y pico. Es irrelevante que tragues o no a la pareja enano-elfa o que sientas vergüenza ajena al ver a Legolas tensando la suspensión de la incredulidad hasta cargársela. El desbarajuste estructural ya es suficiente para ponerle la etiqueta de la película más floja de la trilogía.

Y aun así, de las tres entregas, esta es la que me da los momentos de mayor impacto emocional: Bilbo hablando con Thorin sobre la bellota que cogió en el jardín de Beorn, Dwalin cantándole las cuarenta a su rey, Thorin disculpándose con Bilbo antes de espichar, Legolas despidiéndose de su padre y haciendo, a su manera élfica, las paces con él, y, sí, incluso Evangeline Lilly lamentando la pérdida de su enano sexi. No miento si confieso que con algunos de esos momentos incluso se me cae una lagrimilla.

Además, aunque los excesos digitales de la dilatada batalla final, con su batiburrillo de soldados y monstruos partiéndose el lomo, me dan pereza, hay otras escenas en las que encuentro la dosis de épica fantástica que necesito. El prólogo con Smaug achicharrando la Ciudad del Lago habría sido un magnífico desenlace para otra cinta de fantasía menos ambiciosa, y la confrontación con los Nazgûl en Dol Guldur tiene una fuerza visual enorme.

Todo lo anterior me permite disfrutar de la película y perdonarle la mayoría de sus problemas, que además no son sino el colofón, o la consecuencia inevitable, de una decisión desafortunada que conocimos cuando Peter Jackson confirmó que El hobbit serían tres películas y no dos. De aquellos polvos vienen estos lodos.

Train to Busan (2016) ★★★★

Una marabunta de zombis corredores de fondo, que te atosigan en el vagón del tren y se desparraman a través de cristaleras, sirven para hablar sin sutilezas de la sociedad egoísta y adicta al trabajo que hemos construido, de cómo a veces perdemos de vista lo verdaderamente importante en la vida y nos fijamos metas que, incluso una vez alcanzadas, siguen dejándonos vacíos por dentro.

La lección que nos enseña esta historia es incluso más relevante hoy que en la fecha de su estreno: sed como las personas solidarias de esta película, las que se ayudan unas a otras cuando las cosas se tuercen, y no como el yuppie hijoputa que solo vela por sí mismo ni como los borregos que le siguen la corriente aun sabiendo que no es lo correcto.

Pero si consideráis que eso es burda moralina, Train to Busan también funciona como cinta de terror. Sus escenas de suspense son excelentes, y no hay nada como ver al gorilesco Dong-seok Ma repartiendo hostias como panes para sentirse en paz con el apocalipsis zombi.

Por último, quiero añadir que esta es con diferencia la película de zombis más emotiva que he visto nunca, y que la relación entre el padre al que interpreta Yoo Gong y su hija me ha llegado al corazón.

Viaje al centro de la Tierra (1959) ★★★

De niño, me encantaba esta película; si la pillaba por la tele, estuviera empezada o no, siempre me quedaba a verla hasta el final.

No sé qué años tendría la última vez que la vi, pero sí que mi prepubescencia me hacía inmune a los encantos de la exuberante Arlene Dahl. Por supuesto, lo que me atraía de la cinta eran los “dinosaurios”. Sin embargo, aunque no me han faltado oportunidades para volver a verla desde entonces, no lo había hecho hasta ahora. Pese a todo, recordaba algunas imágenes con absoluta nitidez: las pobres iguanas disfrazadas de dimetrodones, el océano Saknussemm, la escapada del centro de la Tierra en un gigantesco bol de cereales…

Curiosamente no guardaba recuerdo alguno de la enorme bola de piedra rodante que persigue a los protagonistas al poco de iniciar su periplo hacia las profundidades del planeta (resulta además curioso que, pese al ímpetu de su interpretación, este esferoide rocoso no volviera a conseguir trabajo en Hollywood hasta que Steven Spielberg le dio un pequeño papel en el prólogo de En busca del arca perdida). Tampoco me acordaba del mejor personaje de la película: la pata Gertrude, que nos presentan en una escena digna de los mejores gags de los ZAZ y que, a partir de ahí, roba cada plano en el que aparece.

El género de aventuras ha evolucionado mucho con el tiempo, y Viaje al centro de la Tierra pertenece a un pasado en el que el papel principal de esta clase de películas aún podía llevárselo un actor entrado en los cuarenta y con aspecto de tener casi sesenta, en lugar de un maromo de músculos hinchados y venas como raíces de arce. La nostalgia la hace llevadera, y sus set pieces me siguen pareciendo memorables; pero si se la pusiera hoy a un crío, no me sorprendería que me acabaran juzgando por matarlo de aburrimiento.

Además, no estoy seguro de que la salamandra/megalosaurio saliera ilesa del rodaje, y esto me pone muy mal cuerpo.

Centauros del desierto (1956) ★★★★½

A día de hoy, nadie al que le guste el cine podría considerar esta película otra cosa que una obra maestra; es una joya del séptimo arte, atemporal y universal.

Me parece curioso, por tanto, que no se reivindicase como tal hasta mucho después de su estreno.

Aunque es cierto que, a mediados de los cincuenta, el wéstern estaba de capa caída, no podemos ignorar que los Estados Unidos tenían a John Ford en un pedestal; se le consideraba el mejor cineasta americano de la historia y, pese a sus excentricidades, la genialidad del Viejo era innegable. John Wayne, por su parte, era una gran estrella de Hollywood y un reclamo indiscutible para el público. Es más, las críticas que recibió la película fueron mayormente positivas y también fue un éxito en taquilla.

¿Qué pasó entonces? No lo sé.

Sin embargo, la Academia le hizo el vacío, y, durante más de una década, solo fue una película de tantas otras, ignorada en los libros. Tuvieron que ser los críticos y expertos de los setenta quienes se acordaran de ella y la pusieran en el lugar de honor que le correspondía, encumbrándola como una de las mejores películas jamás producidas. En el siglo XXI, nadie duda ya de su valor.

El filme, basado en una novela de Alan LeMay, tiene un argumento sencillo: John Wayne y el capitán Pike (también conocido como el rey de reyes) siguen el rastro de una tribu de comanches para rescatar a una muchacha blanca. Durante siete largos años. Es un viaje duro y frustrante. Yo recomiendo acompañarlo con patatas o palomitas.

En lo narrativo, la profundidad de esta obra radica en sus personajes. Este es un wéstern sombrío, en el que el Duque no encarna al héroe americano tradicional, sino a un racista inadaptado con sombrero. Puedes entender el motivo por el que Ethan convierte su misión de rescate en una venganza, incluso identificarte con su honda melancolía; pero probablemente no te tomarías una segunda copa con él. El resto del reparto no brilla tanto como Wayne, pero tampoco queda ensombrecido.

También es incontestable el atractivo visual de la cinta. Ford capta como ningún otro la majestuosidad y crudeza de los paisajes americanos, y "convirtió a Monument Valley en la imagen del Oeste" (dijo alguien, no recuerdo quién). Uno queda cautivado por la belleza de cada plano, desde el primero, en el que la madre de la muchacha ve llegar a Ethan por el desierto, hasta el último, en el que Ethan se aleja solo de un hogar que nunca será el suyo. Es criminal que la fotografía de Winton Hoch no obtuviese una candidatura al Oscar.

Pese a todo, tengo una pega: el humor. Una pequeña parte de él, al menos. Entiendo su propósito, incluso su necesidad; pero hay momentos en los que me sobra. Tenía que decirlo.

Wishmaster 2: El mal nunca muere (1999) ★★

La primera parte de la saga Wishmaster tiene uno de los comienzos más caóticos y espectaculares del cine fantástico de terror que recuerdo, y aunque el resto de la película nunca llega a igualar su impactante prólogo, es un divertimento más que digno.

La secuela, por desgracia, es un bodrio que ni siquiera en sus mejores sueños está a la altura de los momentos más flojos de su predecesora. Fracasa en cualquier intento de inspirar terror, su factura de teleserie barata delata su distribución directa a vídeo, y su ritmo abotarga.

Lo único que se salva es la interpretación de Andrew Divoff, que repite papel como el retorcido Djinn; pero ni siquiera él puede salvar una producción que a lo máximo que puede aspirar es a arrancar alguna risilla incauta con su ridícula ejecución de los tergiversados deseos.

Los héroes del tiempo (1981) ★★★

"Para hablar con franqueza, el universo no está bien terminado, ¿sabes?".

Ese chismorreo, que Randall comparte con el pequeño Kevin en uno de sus viajes por las diferentes eras de la historia, es por desgracia trasladable a la película. Aunque indiscutible producto de la imaginativa y peculiar mente de Terry Gilliam, el filme no tiene la inteligencia de Brazil ni el ingenio afilado de Las aventuras del barón Munchausen.

La premisa es tan original y extravagante como cabe esperar de la faceta más autoral del ex Monty Python; pero los viajes a través del tiempo parecen meras excusas para incluir sketches alargados y desabridos que no impactan en lo más mínimo en la trama, y, realmente, la historia no gana fuerza ni el diseño de producción comienza a relucir hasta pasada la hora de metraje, cuando Kevin y los enanos llegan al Mundo de las Leyendas. Aquí la película se convierte en un cuento fantástico y siniestro, y su potencial se hace patente. aun así, incluso el caótico clímax presenta evidentes altibajos.

Garantizado, eso sí, que el final no hay quien se lo espere.

Los hermanos Willoughby (2020) ★★★★

A menudo nos quejamos de que las películas de animación digital carecen de personalidad. Nos da la impresión de que son productos prefabricados en los que todos los personajes son iguales y cada diseño busca maximizar el número de likes entre la audiencia. ¿Les gustan los ojazos cursis? Sigamos dándoles ojazos cursis.

Esa tendencia hacia lo seguro sin duda existe, pero quizá no siempre miramos en los lugares apropiados. Por eso, si necesitáis ayuda con la búsqueda, permitidme que os dirija a Los hermanos Willoughby, porque esta producción rebosa creatividad.

Cuando una película consigue atraerme visualmente, es raro que no me enamore de ella al instante y me absorba de principio a fin. Y esta es esa clase de película. Su estilo anguloso y multicolorido, de texturas tan realistas que parecen palpables, tiene carisma y una identidad propia. Es una tridimensionalidad que engaña al ojo y hace pensar en la animación clásica. Dentro de sus influencias, evoca la rareza siniestra de Tim Burton y también tiene un algo alocado que me recuerda a la película El submarino amarillo de los Beatles (el comandante Melanoff, al que pone voz Terry Crews, no desentonaría en la cinta de George Dunning).

En ese estilo se puede reconocer la impronta de un artista, y no la de una compañía que utiliza los estudios de marketing para perfilar sus diseños. El trabajo de Kyle McQueen en la dirección artística permea cada fotograma y da una fuerza visual tremenda a las imágenes, convirtiéndolas en memorables ilustraciones de cuento.

La animación, por su parte, imita la rigidez y falta de fluidez característica de la técnica de stop-motion y le da a la cinta un empaque tradicional que encuentra valor en la imperfección.

Sin embargo, la película no solo entra por los ojos. También es tremendamente divertida. Hay fantásticos gags visuales, mucho humor negro y patos obesos. Teniendo en cuenta lo terrible que llega ser el fondo de la historia (los padres de los hermanos Willoughby son tan horrendos que estos deciden "orfanarse"), sorprende lo bien que funciona como comedia para todos los públicos. No he leído la novela de Lois Lowry que adapta la película, pero intuyo que guarda cierto parecido con la obra de Roald Dahl y que no toma a los niños por idiotas.

La cinta tiene, eso sí, una pega que puedo perdonar pero no ignorar, y es lo disperso de su argumento. Aunque el tema de la obra está claro (qué es el hogar, qué constituye una familia), la trama está deshilvanada y no acaba de centrar el tiro, de forma que no es fácil decir de qué va la película hasta que la has terminado. ¿Trata sobre unos hermanos que encuentran a una misteriosa bebita abandonada y deciden buscarle una familia mejor que la suya? No. ¿Sobre cómo esos niños conocen al excéntrico dueño de una fábrica de chucherías y viven loquísimas aventuras? No. ¿Sobre cómo se libran de sus odiosos padres solo para tener que enfrentarse a una despreocupada niñera? Tampoco. Y el juego de preguntas y respuestas podría continuar un rato.

Pero, aunque una narrativa mejor encauzada hubiera aligerado el ritmo con el que transcurre la historia, para mí es un problema que le resta poco valor al conjunto. Al final, la cinta consigue lo que se propone y enviar su mensaje; y lo hace en forma de canción, regalándonos el momento más dulce y emotivo de esta extravagante historia cuando más oscuro es el panorama.

Si Netflix sigue haciendo películas de animación como Klaus y Los hermanos Willoughby, Pixar podría llegar a tener un serio competidor en el mercado.

Tyler Rake (2020) ★★★

¡BANG! ¡BIFFF! ¡BOOM! Tyler Rake (Chris Hemsworth) es un mercenario al que contratan para liberar al hijo de un narcotraficante, pero la cosa se tuerce y la misión de rescate se convierte en una huida por las abarrotadas calles de Bangladés. Ese es el argumento que sirve como excusa para construir una sucesión de sobresalientes escenas de acción que hacen que estas dos horas de película pasen volando.

No solo se nota que su realizador, Sam Hargrave, pertenece al gremio de los especialistas en pegarse mamporros y costalazos sin descoyuntarse, sino también que tiene sobrada experiencia dirigiendo y coordinando escenas de acción en grandes superproducciones. Por lo tanto, si lo que uno quiere ver es acción, se va a encontrar lo mejorcito del mercado y a raudales.

Hay tiroteos, explosiones, persecuciones y unas peleas brutales coreografiadas con una precisión impecable y en las que cualquier cosa puede servir de arma, desde un rastrillo hasta un fulano que pillaba a mano. Cada golpe duele y todos se ven con claridad. Y el plano secuencia, por falso que sea, es para quitarse el sombrero.

Dicho esto, acción es todo lo que ofrece la película. La trama es corrientucha, poco aparente, y no se complica con giros; y aunque me creo los lagrimones de Chris Hemsworth, tampoco conecté con el drama humano en ningún momento. La película es testosterona sin alma, y, por lo tanto, poco memorable.

Creo que un enfoque más cercano al cine de acción de los ochenta y noventa, con sus tramas disparatadas y sus chascarrillos, habría sido más disfrutable, sobre todo teniendo en cuenta la vis cómica del propio Hemsworth. Para mí, el momento en el que su personaje dice “Nos han atacado los Goonies del infierno” es la luz que brilla en la oscuridad; pero, visto lo visto, tengo que llegar a la conclusión de que el actor debió de improvisarla durante el rodaje, porque no hay ninguna otra concesión al humor en toda la cinta.

Ahora bien, siendo este el debut directoral de Hargrave en un largometraje, es normal que se centrase en el aspecto que pilota. Para la próxima, eso sí, espero que borde la acción y ofrezca también algo más con esa misma energía.

Kundo: Age of the Rampant (2014) ★★★½

Las películas de samuráis y del Oeste son dos caras de la misma moneda. Si no fuera por la ambientación, a veces se confundirían en un único género, cambiando las catanas por revólveres y las bandanas por sombreros. Sin embargo, lo que nunca vi y ya pude ver es una película de samuráis con música de spaghetti western. Es una idea tan loca y brillante que aún me da vueltas la cabeza.

Esta cinta surcoreana (en la que realmente no salen samuráis, pero sí señores que ejecutan danzas mortales con espadas y cuchillos fileteadores) nos traslada al final de la dinastía Joseon, una época turbulenta en la que la aristocracia oprime al débil y le priva hasta de su sustento. Ante los constantes abusos de la nobleza, los Kundo, una banda de bandidos bienhechores, recorren el país robando a los ricos para dárselo a los pobres. Sí, como Robin Hood y sus alegres compañeros, pero con artes marciales y toda la épica y tragedia que cabe esperar de una película que evoca Los siete samuráis de Kurosawa.

Dentro de lo previsible que es la trama (vista una, vista todas), y superada la conmoción de la banda sonora, lo que sorprende son los personajes principales, tan definidos como atípicos. No me esperaba que el "héroe" (por llamarlo de alguna manera) fuera un tipo zafio y de pocas luces, con tics que te hacen pensar que le dieron demasiados golpes en la cabeza cuando era pequeño, ni tampoco que el final de la historia del villano, pese a lo vil y despiadado que llega a ser, me emocionase como lo hizo.

Son la música y los personajes los que aportan a esta película ese "algo más" que uno busca en cualquier género de su devoción.

Serpientes en el avión (2006) ★★

Un gánster llena de serpientes venenosas el avión en el que viaja bajo protección federal el único testigo de un asesinato que ha cometido, para provocar un accidente mortal y evitar que testifique contra él en el juicio. No por leerlo más veces cobra más sentido.

Qué película... Tan directa que sus tres primeros minutos son planos de playas hawaianas y piruetas de motocross. Tan perfectamente hilada que cuando Samuel L. Jackson salva la vida al testigo de unos matones y le pregunta por qué no fue a la policía, este le dice que oyó que había polis corruptos, pero luego, en la escena inmediatamente siguiente, niega haber visto nada, pese a que: 1) acaba de reconocerlo hace cinco segundos, y 2) si el malo le va a matar de todas formas, ¿qué otra salida le queda? Tan entretenida que, cuando por fin las serpientes se liberan y cunde el pánico, me puse a mirar Twitter y ya no paré de mirarlo. Tan memorable que no caí en que ya había visto la película hasta que espicha el piloto y el tipo que juega a simuladores de vuelo toma los mandos del avión ("¡Que Dios bendiga la PlayStation!"). Tan satisfactoria que no vemos al malo sufrir las consecuencias de sus actos (de hecho, pasado el cuarto de hora de película, no lo vemos en absoluto). Tan !@#$%& que, al terminarla, me rapé la cabeza con cuchilla y no tenía previsto hacerlo; yo también estaba "hasta los cojones de esas putas serpientes y hasta los cojones del puto avión".

5 comentarios

  1. Considera la recopilación mensual como un servicio público, que no entramos cada dia a Twitter (o si, pero a veces me quedo atrapado en alguna discusión kafkiana o en revelaciones personales absurdamente embarazosas)

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  2. Anónimo3/5/20 14:58

    Muchas gracias, me ha servido para apuntarme unas cuantas pendientes e incluso para replantearme lo de volver a ver las películas del Hobbit... y recordar los aciertos que tienen, que algunos hay!

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  3. German: Tienes toda la razón. ¡Gracias!

    Anónimo: Espero que las que te animes a ver te gusten. No tengo hojas de reclamaciones.

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  4. Yo diría que el problema de 'Atlantis' es que no deja de ser un plagiote de 'Stargate' (que, para dos o tres pelis buenas que tiene el Emmerich, ya les basta). Y, entre una y otra, me quedo con 'Stargate'. 'Atlantis' podrá tener secundarios entrañables y podrá ser muy bonita de ver, pero no tiene a un James Spader que desafíe mi heterosexualidad, un Kurt Russell carismático hasta cuando hace de cabezacuadrada, y un malo tan tremendamente sugestivo.

    Y, respecto a la trilogía de 'El hobbit', la lástima es el tema de las leyes injustas que dejaron en Nueva Zelanda y toda la explotación laboral. Sólo por eso me cuesta ver cualquiera de las pelis. Y menos cuando mi adaptación favorita de Tolkien es la de Rankin/Bass.

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    1. Imagino que viste el vídeo de Youtube de Lindsay Ellis sobre el Hobbit... Es muy interesante, ahí lo dejo, eso sí, en inglés

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