1 de abril de 2024

Star Wars: La trilogía de Han Solo, de Ann C. Crispin

Nunca he dejado de leer novelas de la Guerra de las Galaxias. Aunque aquellos veranos de adolescencia desaprovechada en los que leía un título de la saga tras otro quedan ya muy lejos, no recuerdo ninguna etapa de mi vida en la que me haya olvidado totalmente de esa pata de la franquicia. Incluso en los periodos en los que he preferido invertir mi tiempo en otras aficiones, he picoteado aquí y allá según me apetecía, con moderación, pero de manera más o menos constante. Es más, a diferencia de muchos fans ya mayorcitos que incluso hoy siguen protestando por el rumbo que tomó la saga después de que Disney fagocitase Lucasfilm, yo seguí fiel a esas lecturas. Ni siquiera me importó que el Universo Expandido se rebautizara como "Leyendas" y dejase de considerarse canon. Mis hobbies no necesitan el sello del conglomerado multinacional más grande del mundo, gracias.

Y así fueron más o menos las cosas hasta que leí la primera novela de la Alta República: Luz de los Jedi, publicada en 2021 y que, más que una novela, es una herramienta de mercadotecnia milimétricamente estudiada y diseñada para abrir las puertas a una miríada de productos de la franquicia. Puede que se hayan contado buenas historias después de esa novela, pero, si en algún momento he sentido la convicción de que había llegado el momento de bajarme del carro, fue ese. Desde entonces, ya no me he leído ninguna novela nueva.

Eso no quita para que siga gustándome la Guerra de las Galaxias. Y como en el fondo soy un nostálgico, el año pasado decidí que había llegado la hora de releerme algunas novelas del antiguo Universo Expandido. Podría hacer cosas peores con mi tiempo libre, pero no se me ocurren muchas, y la primera de la lista es escribir sobre esas novelas en mi blog después de leérmelas. Por lo tanto, imaginaos lo arrepentido que estoy en este momento.

La hoja de ruta que tracé empieza por la trilogía de Han Solo, de Ann C. Crispin, y termina con Crisol, de Troy Denning. Y por si os lo estáis preguntando, no, ni siquiera se me pasó por la cabeza releer las novelas de la época de las precuelas. Dejadme ser viejo y rancio para las cosas que no importan.

Aquella decisión, como muchas otras decisiones en mi vida, fue acompañada de otra peor: hacer una encuesta para determinar si ceñirme a escribir reseñas como hice con la Dragonlance el año pasado o, además, resumir cada novela. Al parecer, sentís el mismo desprecio por mi tiempo de ocio y mi salud mental que yo mismo, porque elegisteis la segunda opción.

Esto nos lleva a la entrada de hoy, en la que repasaré las novelas que componen la trilogía de Han Solo y examinaré sus virtudes y defectos, al mismo tiempo que me replanteo todas las malas decisiones que me han conducido a este momento.

Para los que no estéis por la labor de que os destripe estas novelas y prefiráis acudir vírgenes a la cita, solo diré que la trilogía de Han Solo está entre lo mejorcito que uno se puede encontrar en la parcela literaria de la franquicia. Sobre eso, a diferencia de todo lo que vino después de El Imperio contraataca, hay unanimidad.

1. La trampa del paraíso

Título original: The Paradise Snare.

Año de publicación: 1997.

Momento en el que transcurre la historia: 10 años ABY, o sea, antes de la batalla de Yavin, que es el momento que se toma como referencia para todas las fechas de la cronología de la Guerra de las Galaxias. Al fin y al cabo, no todos los días se destruye una Estrella de la Muerte. A lo sumo, cada cuatro años.

Resumen (puede contener trazas de reseña): La historia comienza con un joven Han Solo huyendo de la vida que conoce. Todos hemos sentido el mismo impulso en algún momento de nuestra vida (en mi caso, cada 14 de febrero), y Han tiene buenos motivos para querer darle un rumbo nuevo a la suya, porque es el último mono y el punching ball ocasional de una banda de criminales de poca monta que viaja a bordo de un viejo transporte de las "Guerras Clónicas", y sus ambiciones van por otro camino.

Y ojo, que he dicho camino, no Kamino. Lo digo por si la referencia a las Guerras Clónicas os había despistado.

Esta entrada va a ser una frikada de tres pares de narices. Más os vale estar preparados.

"¿Guerras Clónicas? No, no me suena". La traductora de la primera edición en castellano no debía de tener fresco el Episodio IV, y, en todo caso, la novela se escribió mucho antes de que las Guerras Clon tuvieran su propia serie de televisión.

Han tiene unos diecinueve años, que son los mismos que tenía Carrie Fisher cuando interpretó por primera vez a Leia y tres años más de los que tenía Christine en la canción de Kiss titulada Christine Sixteen, que, casualmente, salió el mismo año que La guerra de las galaxias. No intentéis buscarle dobles sentidos a esa frase. Estoy escuchando el álbum Love Gun mientras escribo y se me ha colado en el texto.

El propio Han no está seguro de su edad. No sabe con exactitud cuándo nació ni tampoco quiénes son sus padres. Ni siquiera recuerda qué le llevó a acabar solo y viviendo de las limosnas cuando no era más que un mocoso. Lo que nunca olvidará son los diez años que lleva trabajando sin estar dado alta en la Seguridad Social para Garris Alcaudón, el líder de la banda, un matón venido a más que recoge chiquillos de las calles de Corellia y los usa en su beneficio, y que considera los principios de la Convención sobre los derechos del niño orientativos y no vinculantes. Mejor dar trabajo a los críos que tenerlos todo el día embobados delante de una pantalla viendo vídeos de Figrin D'an y su banda en TikTok, ¿no?

En la última década, Han ha mendigado, robado, estafado y competido en carreras de barredoras y deslizadoras (pero nada de vainas) para aumentar las ganancias de la banda de Alcaudón. ¿Y qué ha recibido a cambio? Bueno, si descontamos cobijo y manutención, únicamente disgustos, palizas y una demanda de los herederos de Charles Dickens por plagiarle buena parte de la infancia a Oliver Twist. 

Y la mención a Oliver Twist no es gratuita. El referente es tan intencionado que el robot que instruye a los niños para que aprendan a birlar carteras se llama F8GN, o, si lo escribimos sin pasarle el filtro hiperespacial, Fagin. En efecto, el viejo ladrón judío de la obra de Dickens.

¿Y quién encarnó a Fagin en la adaptación cinematográfica de 1948? Alec Guinness, que también interpretó a Obi-Wan Kenobi de la trilogía original. El círculo se cierra.

Esta vida criminal ha convertido a Han en un chico duro y pragmático. Los ideales que pudiera tener de serie se los han quitado a golpe de cinturón y, en su experiencia como delincuente juvenil, ha aprendido dos cosas: que nadie cuida de ti salvo tú mismo y que los matones solo respetan el valor o, a falta de valor, la fanfarronería. Las tablas de multiplicar no estaban en el programa escolar.

Tal vez sobra decir que la caracterización y la evolución de Han son uno de los puntos fuertes de la trilogía y, especialmente, de esta novela, porque es lo menos que uno se espera de una historia de origen; pero eso no le quita mérito al trabajo de la autora. En las películas, el personaje responde a un arquetipo, el del granuja con un corazón de oro, y, si bien los arquetipos suelen funcionar bien en determinado tipo de historias, como ocurre con los géneros de aventura y fantasía, una novela debe ir un poco más lejos a la hora de desarrollar a sus personajes, en especial a los protagonistas. No te puedes meter en la cabeza de un recortable de cartón.

En este caso, Crispin se sirve del pasado de Han para dotarlo de profundidad y conseguir que el arquetipo sea verosímil. Cuando terminas de leerte esta trilogía, entiendes la actitud arrogante y despreocupada del personaje, su desconfianza hacia las grandes causas, y también su potencial para ser mejor de lo que es. Lo único que no entiendes es cómo pueden quedarle tan bien las camisas con escote, pero es que esa explicación tiene nombre y no puede trasladarse a la página con la misma tridimensionalidad que en el celuloide. Esa explicación se llama Harrison Ford.

Dicho esto, la vida criminal no es para Han. Guybrush Threepwood quería ser pirata, y Han Solo quiere ser piloto. ¿Su plan? Ingresar en la Academia Imperial y ascender a oficial de la armada para convertirse, por fin, en una persona de bien trabajando para un régimen fascista.

Sin embargo, antes de presentarse a los exámenes de la Academia, necesita dos cosas: 1) experiencia como piloto, y 2) créditos suficientes para adquirir documentación falsificada lo bastante buena para engañar a los servicios de seguridad imperiales.

Lo de los puntos de experiencia debería ser cosa fácil (a una mala se los puede sacar jugando al Microsoft Flight Simulator), pero, tal y como son los burócratas, lo menos que le pedirán será el carné de identidad, el certificado de penales y la fe de bautismo. Todo fotocopiado y compulsado, por supuesto.

Ah, el viejo Buró de Seguridad Imperial, siempre tan aburrido y eficiente.

Cuando nos incorporamos a la historia, Han ya ha respondido a una oferta de empleo que vio en el equivalente de LinkedIn del universo de Star Wars para pilotos cualificados, pero todavía tiene que escapar de Alcaudón y llegar al planeta en el que está su potencial empleador para afrontar el mayor peligro de todos: una entrevista de trabajo.

La fuga se tuerce, y Dewlanna, una vieja cocinera wookie que ha sido como una madre para Han (si no fuera por ella, él ni siquiera conocería su apellido), se sacrifica para darle la oportunidad de huir y cambiar de vida.

Las últimas palabras de la anciana wookie son: "Grouuf aaargn brrrr gruaaar uuuuuur".

Es inevitable que se os caiga una lagrimilla.

A Han se le parte el alma y, con el olor a pelo de perro quemado aún pegado a la nariz, hace un juramento: "Soy libre, y te lo debo todo a ti. Nunca lo olvidaré. Si tengo ocasión de devolverte el favor ayudando a algún wookie, juro por cualquier cosa que pueda existir ahí fuera…, cualquier dios, o fuerza vital, o poder, que no vacilaré ni un instante".

Esta forma de anticipar el encuentro en el que Han salva la vida a Chewbacca es tan burda que no descarto que la última frase fuera una imposición editorial. Los escritores suelen ser menos condescendientes con sus lectores, al menos los buenos, y esa frase es tan sutil como el ataque de la Estrella de la Muerte a Alderaan o el disfraz que utiliza Obi-Wan en la serie que lleva su nombre para sacar a la pequeña Leia de una base imperial. Afortunadamente, se trata de un caso aislado y no vuelve a repetirse.

Tras librarse de Alcaudón (al menos por el momento), Han se cuela como polizón en un carguero robot y, de manera más o menos accidentada, llega hasta Ylesia.

La superficie del planeta, protegida por una atmósfera tempestuosa la mar de marrullera, está constituida por tres pequeños continentes y mares poco profundos salpicados de islas. Allí, dividida en colonias, vive una comunidad religiosa que, bajo el credo del Uno y el Todo, ofrece refugio a peregrinos de todos los rincones de la galaxia. Aparentemente, es un paraíso para creyentes, una suerte de resort religioso sin piscinas ni pistas de tenis. Pero si se trata del paraíso al que se refiere el título de la novela, podemos intuir que tiene trampa.

En lo que concierne a la construcción de mundos, salta a la vista la experiencia previa de Crispin como escritora de ciencia ficción. Aunque esta novela no termina de pegar el salto a la ciencia ficción pura, porque la Guerra de las Galaxias siempre ha sido otra cosa, la autora toma prestados elementos característicos de ese género para construir mundos más vivos de los que acostumbramos a ver en la saga. Y no se trata de incluir descripciones más largas que el Corredor de Kessel, sino de pequeños detalles que aportan color y textura a cada mundo: la luz, la gravedad, la fauna, la arquitectura, el ambiente en las calles... Incluso planetas que por los que se pasa de forma breve, como Alderaan y Coruscant, disfrutan de una tridimensionalidad que no se ve habitualmente en este tipo de novelas, en las que abundan los decorados de cartón.

La comunidad religiosa de Ylesia está dirigida por el Altísimo Gran Sacerdote y varios subsacerdotes, que reciben el nombre de "sacredots" (podéis culpar de este apelativo tan original a la dislexia), y todos ellos pertenecen a la especie t'Landa Til, que la novela describe de la siguiente manera:

"El rostro era muy ancho, con dos ojos bulbosos y protuberantes, y estaba recubierto por una piel gris amarronada que parecía tan dura como el cuero viejo. No había orejas visibles, y las fosas nasales se reducían a dos rendijas. Encima de ellas había un gran cuerno de punta roma casi tan largo como el antebrazo de Han. La boca era una ancha hendidura carente de labios que atravesaba la enorme cabeza".

Para ponéroslo fácil, solo tenéis que imaginaros a un rinoceronte fofo con un par de bracitos extra debajo de la cabeza. O también podéis seguir haciendo scroll hasta la imagen siguiente, pero, en ese caso, no me responsabilizo de los daños psicológicos que pueda ocasionaros:

Dos machos t'Landa Til retozando en el barro. Sin duda inspiran sentimientos religiosos.

Teorenza, el Altísimo Gran Sacerdote, está impresionado con la habilidad que ha demostrado Han al aterrizar el carguero a pesar de las condiciones atmosféricas del planeta, y lo contrata como piloto. O, para ser precisos, contrata a Vykk Draygo, que es el nombre que figura en la documentación de Han. Cualquier nombre falso es mejor que "Ben" Kenobi.

A estas alturas, quizá os estéis preguntando para qué necesita exactamente pilotos una comunidad religiosa. Pues bien, el trabajo de Han consistirá en transportar cargamentos de especia, desde brillestim a carsunum pasando por nuez moscada y cebollino. La materia prima llega de otros mundos y se procesa en las factorías ylesianas por los propios peregrinos.

Si esto empieza a sonaros a tapadera para un negocio ilegal, sois demasiado desconfiados. El Uno y el Todo es una religión tan buena como cualquier otra. Signifique lo que signifique eso.

Teorenza, preocupado por la seguridad de su nuevo empleado, le asigna un togoriano como escolta para que le acompañe a todas partes en todo momento.

"Así pues, piloto Draygo, Muuurgh se asegurará de que, vaya donde vaya y haga lo que haga, no corra el más... mínimo... riesgo".

Esos puntos suspensivos en absoluto podrían interpretarse como que el Altísimo Gran Sacerdote no se fía de él y quiere mantenerlo vigilado veinticuatro horas al día, siete días a la semana. 

¿Le apetece un helado, señor Drago?

El guardaespaldas togoriano cuyo nombre suena a vaca atragantándose es, a efectos prácticos, la versión beta de Chewbacca. La principal diferencia es que, en lugar de parecerse al malamute de Alaska que tenía George Lucas, Muuurgh es un gato. Un gato de tres metros de altura, musculoso y sin cola, con colmillos y dientes como cuchillos, dotado de un talento natural para la caza, y que se rige por un estricto código de honor. Probablemente también le guste esconderse en cajas de cartón y haga sus necesidades en un arenero, pero no he podido confirmarlo con ninguna de mis fuentes.

"A Muuurgh gusssta mucho viaje essspacial", le dice el togoriano a Han poco después de que los presenten. "Muuurgh va a muchos espaciopuertosss. Cuantos más, mejor".

Muuurgh puede parecer un felinoide de entendederas limitadas, pero lo que dice, al margen del uso de la tercera persona para referirse a sí mismo y las eses alargadas, tiene sentido.

Cuando ya llevan algún tiempo juntos, Muuurgh revela a Han que llegó a Ylesia en busca de su prometida, Mrrov, que un día salió a por tabaco explorar la galaxia y, tras "añosss y añosss", no regresó. Preocupado, el felinoide siguió el rastro de su hembra hasta Ylesia, pero los sacerdotes le dijeron que no había ningún togoriano en la colonia aparte de él. Como los togorianos son una especie un tanto ingenua, Muuurgh ni si quisiera se planteó que hubiera gato encerrado. ¿Por qué razón iba nadie a desconfiar de una secta religiosa?

Perdón, ¿he dicho secta? Quería decir culto perfectamente legal. De hecho, es tan legal que cualquier ciudadano puede marcar una casilla en la declaración del IRPF para destinar un porcentaje de la cuota íntegra a su sostenimiento. Je, je, je. Ejem.

Sea como fuere, después de viajar de mundo en mundo en busca de su prometida, Muurgh estaba más pelado que las ratas, y necesitaba créditos para proseguir la búsqueda; de ahí que ahora esté la nómina de los t'Landa Tils.

¿A quién no le gusta la literatura de felinos estelares?

Con el tiempo, aparte de subir de nivel como piloto y hacer buenas migas con Muuurgh, Han descubre que la colonia religiosa es en realidad una tapadera para una lucrativa operación de los hutts, de los que los t'landa Tils son parientes lejanos.

Lo primero que averigua Han es que todos los días, durante las devociones vespertinas, los peregrinos pasan por la Exultación, una experiencia lisérgico-orgásmica que asocian a un don divino, pero que, poco a poco, les priva de su voluntad y los convierte en yonkis entunicados, o, visto de modo más pragmático, en los voluntarios ideales para trabajar en las factorías de especia. ¿Mano de obra barata sin ningún sindicato a la vista? Es el sueño de cualquier empresario.

Obviamente, como el propio Teorenza explica a Han después de que este se haya ganado su confianza, la Exultación no tiene nada de religioso. De hecho, la experiencia mística responde a una combinación de la llamada de apareamiento de los t'landa Tils, que estimula los centros de placer del cerebro, con la capacidad de proyección empática de esta especie. O, en palabras de Han, "un truco excelente".

Ahora bien, el asunto es todavía más turbio de lo que parece, porque el procesamiento y la venta de especia no son el único negocio de la colonia. Cuando los peregrinos tienen el cerebro demasiado lavado como para oponer resistencia, los sacerdotes los venden como esclavos para las minas de especia y las casas de placer.

Nada es lo bastante inmoral para un hutt. Un hutt le quitaría un caramelo a un niño, luego vendería el caramelo y al niño, y, por último, mataría al comprador para culpar del fracaso de su negocio a un clan rival.

Mmmm... Caramelos.

En el desarrollo de esta intriga vuelve a destacar el bagaje de Crispin en el género de la ciencia ficción, porque trata temas oscurillos tirando a renegridos: sectarismo, adicción, esclavitud... Crispin había escrito cuatro novelas de Star Trek antes de pasarse al Lado Oscuro de la Fuerza, y se nota que aún quería "alcanzar lugares donde nadie ha podido llegar". No pretendo defender que esta sea una novela dirigida al público adulto, porque no es el caso; pero tampoco es un producto infantil para niños de más de cinco años como ¿Dónde está Grogu? o Darth Vader y su princesita. En sus páginas hay un poso de madurez que aporta un extra de interés.

A lo anterior se suma que la historia se narra principalmente desde el punto de vista de Han, que ha aceptado que la galaxia está llena de injusticia, corrupción y maldad, y que nadie, y mucho menos él, puede cambiar eso. Lo único que le ata a Ylesia es el dinero, y, aunque sabe que también queda algo de bondad en algunos rincones de la galaxia, está convencido de que arriesgar el culo por cualquier otra persona es una buena forma de conseguir que te lo pateen.

Han no es ningún héroe, y ni siquiera se plantea salvar a los peregrinos de su situación. Con una excepción: la Peregrina 921, antes conocida como Bria Tharen.

Esta es Karen Allen en Desmadre a la americana, pero, viendo cómo dibujó Drew Struzan a Bria en la portada de la novela, me siento cómodo poniéndole su cara . Además, Allen también fue la pareja de Harrison Ford en En busca del arca perdida. Todo encaja.

Según descubriremos más adelante, Bria Tharen es corelliana, como Han, y apenas un año más joven que él. Nació en el seno de una familia acomodada, o sea, montada en el crédito, y, de niña, quería estudiar arqueología para ser conservadora de un museo. ¿Qué niño no ha querido ser conservador de museo alguna vez? Vaquero, astronauta y conservador de museo: la Santísima Trinidad del sueño profesional de cualquier infante. Sin embargo, Bria es una idealista y, al madurar, se dio cuenta de que debía buscar un propósito más elevado, algo que diera sentido a su vida. ¿Abrirse un canal de YouTube o grabar un podcast? No, algo más espiritual. Un día, asistió a una ceremonia de demostración del Uno y el Todo, con Exultación incluida, y, tras experimentar el orgasmo múltiple, lógicamente no se lo pensó dos veces antes de subir a bordo de una nave con otros peregrinos.

Desde entonces, "había conocido la Exultación, y el Uno derramaba sus bendiciones sobre ella cada noche a través de los sacerdotes".

Qué asco, ¿no?

Cuando Han se cruza por primera vez con Bria durante su visita a una de las factorías, ella lleva ya cerca de un año viviendo en la colonia y apenas recuerda su nombre; pero los dos se hacen tilín a primera vista y, por supuesto, acaban coladitos el uno por el otro.

Hay quienes reprochan a la novela que este romance surge por generación espontánea y no resulta creíble; pero, aunque entiendo por qué lo dicen, se equivocan. El propio texto deja cristalino que la relación nace a partir de una fuerte e irresistible atracción física, o, dicho de otra manera, de un calentón recíproco.

¿Recordáis a Harrison Ford cuando tenía menos años que Yoda y no se le descoyuntaban todos los huesos del cuerpo por ensayar una escena de acción? En sus tiempos mozos, el tipo estaba requetebién y no había chica que pudiera resistirse a sus encantos. Y si Bria se parece mínimamente a Karen Allen, juega en la misma liga, que es la liga de la gente joven a la que da gusto ver posando en bañador para un calendario. ¡Pues claro que se sienten atraídos el uno por el otro como dos hurones en celo! Además, luego resulta que los personajes se llevan bien y sus personalidades encajan como una tarjeta llave-azul en una ranura del mismo color. No es física cuántica.

De hecho, y a pesar de que no hay sexo explícito en la Guerra de las Galaxias (salvo que contemos las parodias porno, pero no creo que Disney las considere canónicas), Crispin introdujo en la novela toda la sensualidad que le dejó su editor. "Abrazos y besos vale. Pero no vayas más allá" fueron las instrucciones que recibió. Aun así, Crispin jugó con esos límites para que los personajes parecieran de carne y hueso. Además, para ella resultaba incontestable que, en la trilogía original, Han no era ningún santurrón; en sus propias palabras:

"No creo ni por un momento que Han fuera virgen cuando conoció a la princesa Leia. La interpretación de Harrison Ford me sugería que sabía cómo seducir a las mujeres y hacer que se enamoraran de él. Su escena con Leia a bordo del Halcón lo demuestra. [...] Cualquiera que pueda sonreír a una mujer de esa manera...".

En cuanto a los que piensan que Leia debería ser el primer amor de Han, por favor conservad esa inocencia. El sentido común está sobrevalorado.

"¿Sinvergüenza? Me gusta cómo suena".

Por casualidades de la novela, el Altísimo Gran Sacerdote tiene una valiosa colección de obras de arte, pero no cuenta con nadie para que la catalogue y se ocupe de su conservación y mantenimiento, así que la colección está hecha un desastre, toda desorganizada y cubierta de polvo.

Han le menciona que una de las peregrinas es una experta en arqueología y así le consigue a Bria el trabajo de conservadora, apartándola de las factorías de especia. En cambio, no evita que la muchacha acuda a las devociones vespertinas, porque tiene el cerebro lavado y su adicción es demasiado fuerte. Hay vicios más difíciles de dejar que otros, y aquí estamos hablando de orgasmos múltiples diarios, no de pipas. 

Ahora bien, tan pronto como Bria empieza a ganar unos saludables kilitos y a pensar más por sí misma, Han le revela la verdad sobre el tinglado que tienen montado los t'Landa Tils en Ylesia. Ella no encaja nada bien que el último año de su vida haya sido una farsa y le acusa de mentir para que ella traicione sus votos y hagan "guarreridas".

Han ya ha previsto esta contingencia y, como haría lo que fuera por sacarla de esta situación, le da una barrita de brillestim que ha sisado y que confiere a quien lo consume capacidades telepáticas temporales. El consumo de drogas psicotrópicas en Star Wars es una tradición.

"No quieres venderme píldoras letales. Quieres ir a casa y replantearte la vida".

En la siguiente Exultación, Bria lee la mente del Altísimo Gran Sacerdote y, para su absoluto estupor, lo pilla pensando en banalidades: "Me aburro", "Qué gases tengo", "A ver si este año el Leganés sube a primera"...

Destrozada por el giro que ha dado su vida, Bria vuelve con Han, y este le explica su plan: van a birlar las piezas más caras de la colección de arte de Teorenza y tomar las de Villadiego.

Muuurgh escucha a escondidas la conversación, pero solo la parte mala, en la que Han incluso se plantea deshacerse de él, si no le queda otra. En cambio, no llega a escuchar que existe una probabilidad bastante alta de que su prometida esté en el planeta y los t'Landa Tils se lo hayan ocultado. Así es cómo funciona el drama en la ficción, ¿qué queréis que os diga? Por suerte, Han consigue explicárselo antes de que el felinoide le deje los menudillos como unos zorros de un zarpazo. Pero ahora también deben localizar a la prometida de Muuurgh antes de escapar.

Como en toda buena aventura, nuestros héroes tropiezan con algunos escollos en el camino, pero se acaban saliendo con la suya. Provocan unas cuantas explosiones para darle ritmo al capítulo, rescatan a Mrrov e incluso acaban cargándose accidentalmente a Zavval el Hutt, que supervisaba toda la operación. Y aunque lo normal sería que la historia acabase aquí, el mayor giro de todos es que todavía quedan cien páginas de libro por delante.

En Togoria, Muuurgh y su prometida se casan por todo lo alto y, como no les contrataron para más novelas, desaparecen de esta trilogía hasta el final de la tercera parte, en la que su agente les consiguió un papel anecdótico después de pasarse varios años intentando negociar el pago de royalties. Es una lástima, porque, aunque Muuurgh sea una skin felina de Chewbacca, al menos no habla como si tuviera un hámster en el gaznate. Los diálogos entre Han y Chewie funcionan en las películas porque detrás de cada gruñido hay un editor de sonido buenísimo llamado Ben Burtt, pero en las novelas no luce y queda desaborido.

Después de pasar unas merecidas y sensuales vacaciones en Gatolandia, Han y Bria viajan hasta Corellia, donde ella se reencuentra con su familia pudiente y les presenta a Han. La situación es incómoda desde el principio, pero el momento más embarazoso llega durante la cena, cuando el hermano de Bria relaciona a Han con una serie de delitos que cometió cuando trabajaba para la banda de Alcaudón: el timo de la estampita, el tocomocho, el pinchazo, el abrazo cariñoso, el nazareno, el lazo libanés... A Han nunca le había apretado tanto el cuello de la camisa.

Mientras Bria y su familia se ponen al día e intentan limar asperezas, Han se da un garbeo por la ciudad para vender las obras de arte robadas y asegurarse, en la medida de lo posible, de que acaben en un museo (el espíritu de Indiana Jones nunca está demasiado lejos). Concluida la transacción, Han regresa a la mansión de los Tharen con la tranquilidad que le da saber que un buen puñado de créditos le esperan a buen recaudo en el Banco Imperial de Coruscant, el mundo-capital del Imperio.

El padre de Bria se siente en deuda con Han por haber rescatado a su hija e incluso está dispuesto a correr un tupido velo sobre su pasado criminal, porque, antes de convertirse en un ciudadano respetable, él tampoco fue trigo limpio. Se hurgaba la nariz en público, jugaba al TIE Fighter con trucos, y una vez incluso de marchó de un restaurante sin dejar propina.

Por el contrario, la madre y el hermano de Bria, que son unos estirados y han vivido siempre entre algodones, tienen ojeriza a Han. De hecho, Bria se teme que acaben llamando a las fuerzas de seguridad para que detengan a su novio. Antes de que eso ocurra, los enamorados se dan de nuevo a la fuga, como Hermia y Lisandro en Sueño de una noche de verano, pero con menos lírica.

Al menos aún se tienen el uno al otro y un montón de dinero, ¿verdad? ¿VERDAD? No es por ser cenizo, pero tengo un mal presentimiento sobre esto.

En Coruscant, después de dejar a Bria en un hotel, Han acude al banco para retirar el dinero de la transferencia. ¿He dicho ya que tengo un mal presentimiento? ¿Os importa si lo repito? Tengo un mal presentimiento sobre esto.

En cuanto el gerente introduce la identificación falsa en la base de datos, recibe la orden de congelar la cuenta y retener a Han hasta que lleguen los soldados imperiales. Yo pediría la hoja de reclamaciones, pero Han aprieta a correr como si fuera a perder el autobús.

Tras una intensa persecución, el corelliano consigue despistar a los imperiales bajando hasta las profundidades de Coruscant, donde los edificios están casi en ruinas, el aire apesta a humo y moho, y, si te metes en el callejón equivocado, puedes toparte con una tribu de trogloditas caníbales en plena pitanza. Mirándolo por el lado bueno, seguro que alquilar un piso por la zona es barato.

De vuelta a los niveles superiores, y sudando como una mula vieja, Han se reúne con Bria. Es entonces cuando le confiesa que la ama, porque ¿para qué ducharse antes? ¡Cochino!

"Antes no era capaz de decirlo, pero... Quiero que lo sepas. Te amo, Bria".

Ella no le contesta "Lo sé", porque eso sería tan descarado y ridículo como la referencia a Chewbacca del principio de la novela; pero lo besa con locura, "derramando sobre él un desesperado diluvio de besos". Debe de ser el primer derrame bueno sobre el que oigo hablar.

A la mañana siguiente, cuando Han se despierta, Bria no está en la habitación, pero le ha dejado una nota en el bolsillo de su chaqueta. En ella le dice que lo quiere mucho, como la trucha al trucho, y que siempre lo querrá, pero que no puede seguir a su lado. No quiere ser una carga para él ni que abandone su sueño de ingresar en la Academia, y, además, necesita luchar sola contra su adicción a la Exultación, que aún no ha superado. Firmado: "Con todo mi amor, Bria". Posdata: "Me he comido la última magdalena que quedaba, lo siento".

Vaya chasco, ¿eh? Y vosotros que pensabais que El Imperio contraataca acababa mal...

Siempre nos quedará la Plaza del Monumento.

Después de sufrir este desengaño, Han decide que se acabó el pensar en nadie que no sea él.

"A partir de ahora, nadie se acercará a mí. Se acabaron las mujeres, y me da igual lo bonitas, listas o dulces que sean. Nada de amistades, y nada de amores... Nadie se merece esta clase de dolor. A partir de ahora solo estaré yo... Solo".

Él mismo se da cuenta de lo malo que es el juego de palabras. No metáis el dedo en la llaga.

Decidido a cumplir sus sueños, Han borra sus pautas retinales para que nadie pueda asociarle con las identidades falsas que ha utilizado hasta ahora y, con su identidad auténtica, presenta una solicitud de admisión en la Academia Imperial. Después de un largo proceso, y a pesar de que no tiene a mano la Wookieepedia para compensar sus carencias culturales, Han supera las pruebas y lo admiten como cadete.

¿Y qué ocurre cuando se dispone a salir para celebrarlo? Que nota el cañón de un desintegrador incrustado en la espalda. Qué estrés de vida, por favor.

Garris Alcaudón ha abandonado su retiro para cobrar la recompensa que los hutts han ofrecido por Vykk Draygo, y resulta que él es el único que lo conoce por su verdadero nombre. Además, los hutts no tienen fotos ni grabaciones de Han, así que es más difícil de encontrar que Wally. Si alguien podía hacerlo, ese era Alcaudón.

De pura chiripa, y gracias a la inesperada entrada en escena de un cazador de recompensas (que había seguido a Alcaudón a sabiendas de que este daría con Han), todo acaba resolviéndose de la mejor manera posible. O, al menos, de la mejor manera posible para nuestro protagonista, porque Alcaudón y el cazarrecompensas ya no se recuperan ni llevándolos a un balneario suizo. El primero palma tras inaugurarse un túnel en su tórax y luego desbarrancarse, y el segundo por hundimiento de cráneo con bailoteo de encéfalo.

La novela termina con la ceremonia de despedida de los cadetes imperiales antes de partir hacia Carida para su adiestramiento. Ahí es donde enseñan a los soldados de asalto a disparar a tres metros de sus objetivos y a los oficiales a hablar con acento británico y a derrumbarse con elegancia cuando Darth Vader les achucha el gaznate.

Si esta no es una buena historia de la juventud de Han Solo, ninguna lo es.

Miscelánea (o un porrón de cameos):

  • Durante su infancia, Han ingresa en varias escuelas para niños ricos con el propósito de estafar a la alta sociedad corelliana. Un día, su clase recibe la visita del senador Garm Bel Iblis, al que tiene oportunidad de hacer un par de preguntas (probablemente "¿Puedo ir al servicio?" y "¿Dónde está el servicio?") e incluso estrechar la mano (espero que no justo después de ir al servicio). Bel Iblis es uno de los fundadores de la Alianza Rebelde y un personaje recurrente en el Universo Expandido.
  • Cuando Han investiga sobre su apellido para averiguar quiénes fueron sus padres, acaba en un callejón sin salida, pero, de camino a ese callejón, conoce a su primo ricacho de tendencias psicópatas, Thrackan Sal-Solo. Sal-Solo es el antagonista de la trilogía de Corellia y, por si queréis ponerle cara, se parece a Harrison Ford con barba.
  • Durante el viaje para entregar un cargamento de especia, unos piratas atacan la nave de Han y, aunque se libran de lo peor, Muuurgh acaba con el cerebelo hecho una croqueta. Han busca el planeta más cercano para que su compañero reciba atención médica (o tal vez veterinaria), y su destino resulta ser Alderaan. Al poco de iniciar el descenso, un mensaje pregrabado aparece en su pantalla visora: el virrey Bail Organa, con la pequeña princesa Leia sentada en su regazo, les da la bienvenida.
  • Jabba es uno de los hutts que dirigen las operaciones de contrabando de especia, por lo que hay varias alusiones a su excelentísima persona a lo largo de la novela. También se menciona que Jabba divide su tiempo entre Nal Hutta y Tatooine. "¿Tatooine? Nunca he oído hablar de ese mundo", dice Han. Ya oirás hablar de él, ya.
  • Cuando Han intenta extraer dinero del Banco Imperial, el director de la sucursal le informa de que Hal Horn es el inspector que ha ordenado que se congele su cuenta mientras unos amigos suyos vestidos de blanco y armados con rifles bláster vienen a buscarlo. Hal Horn es el padre de Corran Horn, futuro miembro del Escuadrón Pícaro y Caballero Jedi.

2. La maniobra hutt

Título original: The Hutt Gambit.

Año de publicación: 1997.

Momento en el que transcurre la historia: entre el 5 ABY y el 4 ABY.

Resumen (puede contener trazas de reseña): Cinco años después de los eventos de La trampa del paraíso, nos reencontramos con Han Solo en horas bajas: desaliñado, sucio, borracho y sentado a la mesa de un bar de mala muerte del planeta Devarón. A su lado está Chewbacca, que lo tiene frito porque no se despega de él desde que Han lo liberó hace un par de meses. El wookie insiste en que ha contraído una deuda de vida con el corelliano, lo cual, conforme a las costumbres de su especie, lo convierte en su protector o, en palabras de Han, en su niñera. Y Han no necesita una niñera, sino trabajo y un buen baño.

En este instante, quizá os estéis preguntando a qué viene ese lapso de cinco años entre esta novela y la anterior, y por qué la autora pasa de puntillas por un evento tan importante como el primer encuentro de Han y Chewbacca, que se resume en unas míseras líneas. Por suerte, yo tengo todas las respuestas. Y si no las tengo, puedo inventármelas. Apenas notaréis la diferencia.

Como podréis imaginar, cualquier autor que presente una idea para una historia de Star Wars tiene que conseguir que se la aprueben. Si no, reinarían el caos y la anarquía, y acabaríamos teniendo conejos verdes con trajes espaciales o facsímiles de don Quijote con sables láser. ¿Os imagináis qué barbaridad?

No necesitáis imaginar nada.

En su día, el responsable de dar el visto bueno a todas las historias que se veían en novelas, cómics y series de televisión era Lucasfilm, con poca o ninguna implicación por parte de George Lucas. Hoy esa responsabilidad recae en el llamado Lucasfilm Story Group, creado a iniciativa de Kathleen Kennedy, ya bajo la dirección de Disney. Pero el caso es que, bien hablemos del antiguo Universo Expandido, bien del canon actual, esto no es ni nunca ha sido Jauja. Las barreras creativas siempre han estado ahí, dando por saco. El principal problema desde que Disney tomó las riendas de la franquicia es que ahora las mejores mesas siempre están reservadas para las películas y las series de televisión, porque son las que generan mayores ingresos, y las novelas y los cómics se tienen que conformar con la mesa pequeña y mal iluminada que hay al lado de los servicios.

En lo que atañe a esta trilogía, cuando Ann C. Crispin propuso la historia a su editor, le dieron una lista de temas intocables:

  • El paso de Han por la Academia Imperial.
  • Su periodo de servicio militar.
  • Su primer encuentro con Chewbacca
  • Cómo consiguió la franja de sangre corelliana que luce en el pantalón.

No estoy de guasa. No solo el adorno de los pantalones de Han tiene su propia historia, sino que alguien consideró que era lo bastante importante como para contarse en otro lugar.

De todos modos, para que no nos perdamos entre los enredos de esta compleja biografía, la novela resume esa etapa de la vida de Han en un pispás tirando de sus recuerdos. No es una solución sutil ni elegante, pero salva la papeleta. Todo lo que necesitamos saber es que Han alcanzó el rango de teniente (con su correspondiente chapita azul y roja) y que lo expulsaron del servicio militar por salvar la vida a Chewbacca. Por si queréis más detalles, Han estaba supervisando a una cuadrilla de esclavos wookies que se partían el lomo en una obra a golpe de látigo láser, Chewie no estaba por la labor de colaborar (la lucha obrera nunca acaba) y el superior de Han iba a ejecutarlo, así que el corelliano arreó a su jefe un tortazo en el entrecejo.

Han no se arrepiente de lo que hizo. Sabe que su carrera militar habría sido breve incluso si hubiera permitido que convirtieran a Chewie en cliente prematuro del servicio de pompas fúnebres. Por alguna razón, los prejuicios del Imperio contra los no humanos, la esclavitud y las masacres no acaban de casar con su idiosincrasia. Además, tampoco soportaba "el laberinto interminable de estúpidas reglas burocráticas". El especismo tiene un pase, pero nadie soporta rellenar formularios cada vez que necesita unas botas nuevas.

Burocracia es la primera palabra que me viene a la cabeza cuando pienso en Star Wars.

Como Han está en la lista negra de pilotos del Imperio, ha vuelto a dedicarse al contrabando. En estos dos meses, también ha aprovechado para enseñar a Chewbacca los rudimentos de la profesión, con la esperanza de encontrarle un curre como piloto o copiloto en el próximo espaciopuerto y quitárselo de encima.

Uno podría pensar que la novela dedicará su tiempo a explicar cómo llegan a hacerse amigos Han y Chewie, pero nada más lejos de la realidad. La relación con el wookie es totalmente accesoria y el conflicto, si es que puede llamársele así, se resuelve en apenas un par de páginas. Resumidamente, Han gana una partida de sabaac, le acusan de hacer trampas, estalla una pelea, y Chewie le salva el trasero. A partir de ese momento, el corelliano lo acepta como socio. Como decía Humphrey Bogart en Casablanca, presiento que este es el comienzo de una hermosa amistad.

Al salir del bar, Han y Chewie reciben una propuesta de un fulano devaroniano que se cruzan en un callejón. Esto no tiene nada de extraño o sospechoso. Los callejones son las oficinas de empleo de los bajos fondos.

El fulano devaroniano les dice que necesita a alguien que se dé un voltio con una nave hasta Nar Hekka y se la entregue con un lacito a Tagta el Hutt, un subordinado de Jiliac el Hutt, el líder del clan Desilijic. Aunque trabajar para las babosas espaciales no es el sueño de su vida, Han lo ve como una oportunidad para escalar en el ranking de contrabandistas y salir en la portada de la Platt's Smugglers Magazine, así que acepta el encargo.

Han y Chewie ultiman los preparativos de su salida y se reúnen en la plaza central de la ciudad, donde se topan con una muchedumbre de gente de toda condición que repite una y otra vez la misma cantinela. Podrían ser los asistentes del último concierto de Star Waver, la banda de rocanrol creada al final de las Guerras Clon, pero no lo son. Sobre un estrado, Han ve a uno de los los sacerdotes que conoció en Ylesia subido y cae inmediatamente en que acaba colarse en una de las ceremonias religiosas que emplean los t'landa Tils para captar peregrinos. La Exultación nunca pasa de moda.

Star Waver, roncanroleando en Tatooine.

Temiendo que el sacerdote lo reconozca, y como no quiere meterse en ninguna movida, Han agarra a Chewie por el pelo del cogote y sale de allí pitando. Entonces, por azares del destino, ve por el rabillo del ojo a una mujer con capa negra y capucha, y el "destello dorado rojizo que había surgido de un mechón de cabellos". Han se queda más parado que la línea 6 del metro, y el coco comienza a darle vueltas. ¡Reconocería la magia de la melena de Bria en cualquier parte! Antes de que la mujer se pierda entre la multitud, echa a correr tras ella, haciendo un esfuerzo por resistir los estimulación orgásmica de la Exaltación.

Por desgracia, el sacerdote distingue a Han en medio del gentío sobreestimulado y manda a sus fuerzas de seguridad tras él. En su precipitada huida, que podéis imaginar acompañada de la música de persecución de El show de Benny Hill, pero orquestada por John Williams, Han da con la mujer que había visto antes. Sin embargo, no es Bria, sino una desconocida, así que da por hecho que se ha columpiado y abandona el planeta sin más dilación.

¡Ah!, pero Bria sí que estaba allí. Lo que ocurre es que, nada más ver a Han, se cambió la capa con una amiga para darle esquinazo. Bria y su amiga (a la que le quedan dos telediarios) son parte del incipiente movimiento rebelde, y estaban aquí en una misión doble: contactar con la célula local y dar matarile al sacerdote t'landa Til antes de que captase más adeptos. Puede que para Bria el asunto ylesiano sea personal; pero, para los rebeldes, ocuparse de los t'landa Tils es sinónimo de reducir el número de esclavos en el mercado y, por lo tanto, menos mano de obra barata para el Imperio. Ráscate el bolsillo, Palpatine, y paga el salario mínimo, que eres un viejo amarrete.

Bria además quería demostrarse a sí misma que había superado su adicción a la Exultación. Afortunadamente, lo ha conseguido. Y además no la ha sustituido por el pegamento. De hecho, ahora lo que más le gusta es jugar a los espías y dramatizar sobre el amor perdido. ¿Y no es eso lo que nos gusta a todos?

Si no, que se lo digan al James Bond de George Lazenby.

Durante el vuelo hasta Nar Hekka, Han le resume el libro anterior a Chewbacca mejor de lo que lo he hecho yo en la sección anterior de esta entrada, o sea, sin rodeos ni chistes malos.

Por su parte, Chewbacca le cuenta que en Kashyyyk (su planeta natal, por si sois nuevos en esto) hay una wookie que le hace tilín. El espécimen en cuestión se llama Mallatobuck, y hubo una época en la que ayudó a Chewie a cuidar de su padre, el anciano Attichitcuk, que, en el crepúsculo de su vida, tiene tantas canas que parece el abominable hombre de las nieves. Todos estos personajes y nombres impronunciables provienen curiosamente de la producción audiovisual más denostada de la saga: el Star Wars Holiday Special. Este programa de televisión se emitió en noviembre de 1978 como anticipo de las fiestas navideñas y George Lucas renegó siempre de él. De hecho, no pudimos ver nada de este especial navideño por cauces oficiales hasta que Disney rescató el segmento de Boba Fett para su plataforma de streaming en 2021. En todo caso, la idea con la que todos deberíais quedaros es que el Holiday Special era canon en el antiguo Universo Expandido. Por lo tanto, es el canon superior. No lo digo yo. Es pura matemática. 

Como ya han pasado diez quinquenios o, lo que es lo mismo, una porrada de años desde que Chewbacca vio por última vez a Mallatobuck, Han le propone que viajen a Kashyyyk en cuanto ahorren lo suficiente para comprar su propia nave. Por suerte, los wookies, a diferencia de los vulcanos, no pasan por un periodo de celo cada siete años que los vuelve irascibles y peligrosos, sino Han necesitaría guardar una porra eléctrica debajo del asiento.

Aunque parezca mentira, esto es todo lo lejos que llega el desarrollo de la amistad entre Han y Chewie en esta trilogía. No digo que sea fácil escribir a un personaje que es básicamente un perro de dos metros y pico que habla solo con la letra erre, pero se podría haber trabajado más en este aspecto de la novela para que la amistad resultara creíble en lugar de dar por hecho que, por pasar mucho tiempo juntos, estos personajes se vuelven amigos del alma. Hasta en aquel número cómico del programa de Jimmy Kimmel consiguieron que me creyera su amistad, y la premisa del sketch era que Chewie se había liado con la mujer de Harrison Ford.

Uña y carne, al menos hasta que a uno de los dos le cayó una luna encima.

En Nar Hekka, Han saca un 20 natural en una tirada de carisma y se camela a Tagta para que le escriba una carta de recomendación dirigida a su jefe, Jiliac el Hutt. Solo que en lugar de una carta, es un holocubo, porque estamos en una galaxia muy, muy lejana, y el papel (o plastipapel) solo se utiliza si es para que luego alguien lo rompa en pedazos y así darle un toque dramático a la escena. Recordad eso cuando estéis llegando al final de esta entrada.

"Los hutts somos famosos por nuestra generosidad y por la compasiva munificencia con la que tratamos a las formas de vida inferiores que nos sirven fielmente", dice Tagta y, como si fuera la cosa más normal del mundo, le pega un lametón al holocubo para que Jiliac pueda reconocer su procedencia.

Han recoge el holocubo con la misma cara que uno quita la porquería que se ha quedado pegada en el cestillo del fregadero. Hay que querer a los hutts.

Según la propia autora, para desarrollar la cultura y el papel de los hutts en la galaxia, cuya solidez es indiscutible (por eso ha perdurado incluso en el canon actual), se inspiró en las organizaciones criminales de las películas de mafiosos. Cambió los espaguetis a la boloñesa por ranas y a los hampones italoamericanos por babosas espaciales, pero las dinámicas entre los clanes hutts no distan mucho de las que hay entre las familias de la trilogía de El padrino.

Por lo tanto, una parte importante de ese trasfondo sociopolítico son las guerras intestinas entre los clanes hutts para hacerse con los pedazos más grandes del pastel en los Territorios del Borde Exterior, en particular entre el clan Besadii, liderado por Aruk, y el clan Desilijic, liderado por Jiliac, el tío de Jabba.

El "noble Aruk" fue quien planificó el tinglado de los t'landa Tils en Ylesia (parafernalia religiosa incluida) y tiene un hijo muy despabilado llamado Durga. A pesar de que, según las costumbres de su especie, la mancha de nacimiento que tiene Durga en el rostro se considera un mal presagio y hubiera justificado que lo espachurrasen nada más nacer, Aruk está muy orgulloso de la inteligencia y astucia de su unigénito.

Por cierto, no os estoy contando todo esto porque me aburra. Espero que estéis tomando nota.

Hasta en series mediocres como El libro de Boba Fett, los hutts sobresalen. O, como poco, rebosan.

Poco después de la reunión con Tagta, Han tiene un encontronazo con un cazarrecompensas bothano, pero, antes de que consiga atinarle un solo disparo, Chewie lo deja tieso con su arco de energía. Registrando el cuerpo ahumado, Han descubre que alguien ha puesto una recompensa de7.500 lereles por su cabeza y deduce que debe de ser cosa de Teorenza, el Altísimo Gran Sacerdote de Ylesia, que ya debe de estar sobre aviso de lo ocurrido en Devaron. La buena noticia es que Teorenza aparentemente lo quiere vivo, ya que el arma del cazador de recompensas estaba en modo "atontar", no "descuajaringar". La mala noticia es que probablemente lo quiera vivo para asegurarse de que su muerte sea lenta y dolorosa.

Mientras Han se hace con nuevas identidades falsas para viajar hasta Nar Shaddaa, también conocida como la Luna de los Contrabandistas, Teorenza consigue que Kibbick, el nuevo supervisor hutt que le han asignado, apruebe un aumento de la recompensa que ha ofrecido por el corelliano, la cual pasa a ser de 9.500 créditos del ala. Kibbick es el sobrino del difunto Zavval, su antecesor en el puesto, y también de Aruk, por lo que al Gran Sacerdote no le queda otra que tragar con él. El nepotismo es inevitable. Además, aunque Kibbick no pare de quejarse por todo y sea más molesto que un abejorro en el agujero de la oreja, también es más tonto que un ajo, por lo que Teorenza maneja el cotarro a su antojo.

Tras este generoso incremento de la recompensa, la afluencia de cazadores en la vida de Han se multiplica. Aun así, el corelliano no está especialmente preocupado y lleva el asunto con deportividad. De hecho, para restarle importancia, hay un par de capítulos del libro que empiezan con las frases "Cinco meses y seis cazadores de recompensas después..." y "Dos meses y tres cazadores de recompensas más tarde...". Elipsis narrativa y comedia, todo en uno, ¿qué más se puede pedir?

"Cazadores de recompensas. No necesitamos esa porquería".

Al llegar a Nar Shaddaa, Han se acuerda de su viejo amigo Mako Spince, al que expulsaron de la Academia Imperial por sus bromas pesadas (la última que gastó estuvo a punto de calificarse de acto terrorista). Según las últimas noticias que tuvo de él, Mako se dedica al contrabando y tiene "ciertas conexiones" en Nar Shaddaa, por lo que espera que pueda ayudarlo a encontrar trabajo antes de que tenga buscar trucos sobre cómo alargar la vida de su calzado. ¡Las emocionantes aventuras de Han Solo contra la precariedad laboral!

Después de churruscar a otro cazarrecompensas y de preguntar por Mako en varios locales (incluida La Exhibición Exótica, con "¡Bailarinas REALES!" y "¡Espectáculos EN DIRECTO!"), Han se ve arrastrado a otro sucio callejón con el cañón de un desintegrador en la sien y una mano estrujándole el gaznate. Mako lo ha encontrado a él y en cuanto se da cuenta de que es Han quien ha estado buscándolo con tanto ahínco, lo saluda con entusiasmo. Ambos se ponen al día en una taberna, y Mako le asegura que correrá la voz de lo buen piloto que es y que él mismo le dará trabajo como copiloto para que vaya empollándose las mejores rutas. Chewie puede ser su artillero.

Nepotismo, enchufes... Esta novela es toda una lección sobre la realidad del mercado laboral.

Sea como fuere, aplaudo la habilidad de Crispin para picotear de los trabajos preexistentes de la Guerra de las Galaxias, cada cual de su padre y de su madre, y conectarlos de alguna forma con esta novela, dando así la sensación de que el universo en el que transcurren estas historias es compacto y, dentro de un margen razonable de error, coherente. Es una meta ambiciosa, pero que alcanza con éxito y sin que resulte forzado.

Pongamos de ejemplo al propio Mako. Mako Spince es un personaje que crearon Tom Veitch y Cam Kennedy para los cómics de Imperio oscuro. Mako aparece por primera vez en el número 3 de esa colección, y Han lo presenta como un viejo amigo. Sin embargo, no se sabe nada más de él; ni cuándo ni cómo lo conoció Han ni si prefiere la leche de bantha o de sirena thala. Crispin le da el trasfondo necesario para dotarlo de cierta tridimensionalidad y que no sea solo un nombre más que se menciona de pasada.

Aparte de Mako, hay más personajes que la autora toma prestados de otras historias, desarrollándolos en mayor o menor medida según lo relevante que sea su papel en esta novela. Entre ellos tenemos a Roa, de la novela Han Solo's Revenge (inédita en España); a Esbelta Ana Azul, de la novela La nueva rebelión; a Shug Ninx y Salla Zend, también de los cómics de Imperio oscuro; a Rik Duel, de los cómics de Star Wars publicados por Marvel en las décadas de 1970 y 1980... ¡La lista es interminable, monada!

Si a esto le unimos lo bien que se le da a Crispin construir mundos, la Luna de los Contrabandistas nunca ha estado más viva.

En quince años, Mako estará muerto.

A partir de este punto, el Han Solo que protagoniza la novela es prácticamente el mismo al que conocimos al comienzo de La guerra de las galaxias. De hecho, es tan parecido que incluso se refiere a las mujeres como "hermana", igual que haría años más tarde con Leia ("Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana" significa "En la década de los setenta, en los Estados Unidos").

Alguno podría pensar que este parón en el desarrollo del personaje juega en contra de la novela. Sin embargo, tiene perfecto sentido si contemplamos la trilogía en su conjunto. El carácter de Han se forja principalmente en La trampa del paraíso, y, aunque su evolución no acaba ahí (ni siquiera en La guerra de las galaxias), ahora de lo que se trata es de adentrarnos en el mundo al margen de la ley en el que le ha tocado vivir para ver qué tal se desenvuelve en él. Y en este aspecto, una vez más, Crispin hace un trabajo notable.

A medida que pasan las semanas, Han se familiariza con Nar Shaddaa y, gracias a sus reflejos rápidos y a sus nervios de acero, empieza a labrarse una gran reputación como piloto. En ese periodo, también le regalan unos guantes para que no se le escurra el freno de mano. Detalles como este pueden pareceros innecesarios si no sois auténticos fans de la saga, pero son esenciales para la trama y amplían nuestra comprensión acerca de este universo tan complejo.

¿Cuántas veces habéis visto La guerra de las galaxias y os habéis preguntado por qué Han Solo usa guantes? ¿Cien? ¿Mil?

Probablemente ninguna. Y con razón.

La verdadera historia de los guantes de Han Solo: los compró en una tienda online por 75 dólares.

Han y Chewie superan varias misiones secundarias para ganar experiencia y deciden que ha llegado el momento de dar un paso importante en su carrera como contrabandistas y alquilar su propia nave. El hecho de que ni siquiera puedan comprarse una nave todavía le da un toque de realismo al asunto. No me sorprendería que lo siguiente que hicieran fuera pedir un préstamo al banco o asesorarse sobre las exenciones a la cuota de autónomos.

Ahora bien, para alquilar una nave, necesitan algo más que experiencia. Necesitan un instrumento aceptado como unidad de cuenta, medida de valor y medio de pago, esto es, lo que se viene conociendo como dinero contante y sonante. Y la vía rápida de ganar créditos es trabajar para los hutts. Podría ser peor. Podrían dedicarse a estafar a la gente para que invierta en criptoactivos, por ejemplo.

Tomada la decisión, Han utiliza el holocubo de recomendación de Tagta para conseguir una audiencia con Jiliac, el líder del clan Desilijic. Jiliac lo recibe acompañado de su sobrino Jabba, al que tal vez recordéis de películas como El retorno del Jedi y la edición especial de La guerra de las galaxias. Aunque ambos hutts son astutos e implacables, y, como cualquier otro hutt, disfrutan de los excesos hedonísticos, Crispin distingue al "poderoso Jabba" de su tío al decir que, incluso entre los suyos, tiene fama de decadente y extravagante debido a su inclinación por las bailarinas exóticas de especies humanoides. El caso es criticar.

Las referencias de Han son intachables, así que los hutts lo contratan como piloto. La única condición que el corelliano pone al acuerdo es que no trasportará esclavos. ¿Drogas y armas? Todas las que quieran. Pero nada de esclavos. Como decía Groucho Marx: "Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros".

A los hutts les hace gracia que su nuevo piloto tenga escrúpulos, pero, como el negocio de esclavos no es significativo en sus operaciones, hacen esa pequeña concesión.

Han Solo negociando con Jabba en la edición especial de La guerra de las galaxias. Es el número 4 en mi lista de los peores cambios introducidos en la trilogía original.

Uno de los primeros encargos que Han y Chewie realizan para el clan Desilijic consiste en transportar hasta Tatooine al propio Jabba, que siempre viaja acompañado de su séquito y que, en este caso, lleva también a su nueva mascota (si estáis pensando que la mascota es un periquito, os equivocáis; la criatura se llama "devorador de sangre", mide dos metros y medio, tiene una ventosa enorme por boca, y sus cuatro brazos están rematados en cuchillas para garantizar un afeitado de lo más apurado).

El viaje transcurre sin acontecer cosa que de contar fuese hasta que, en el penúltimo salto al hiperspacio, a medio camino entre Chinchilla de Monte-Aragón y Tarazona de la Mancha, unos piratas atacan la nave. Se sabe que son piratas porque ondean la bandera de las tibias y la calavera, y además se les oye cantar alegres tonadillas marinas, como Quince hombres sobre el cofre del muerto, Tiemblan las velas y, por supuesto, Los piratas del amor, de Mecano.

Por suerte para los transgredidos, hay varios personajes en este capítulo que tienen que llegar vivitos y coleando a la trilogía original, así que todos salen ilesos de la emboscada. Además, Han tenía experiencia previa con estos bucaneros espaciales y estaba familiarizado con sus maniobras, ya que se los cruzó cuando curraba para los t'Landa Tils. Ahí la autora hila fino.

Afinando sus dotes deductivas, Jabba y su tío Jiliac llegan a la conclusión de que el ataque ha sido un intento de asesinato organizado por el clan Besadii, y, como esto pasa de castaño oscuro, deciden que ha llegado el momento de aplastar a sus rivales. Ahora bien, ambos han visto suficientes pelis de gánsteres para saber que una guerra abierta entre sus clanes sería mala para los negocios, así que optan por buscar a alguien del círculo interno de Aruk que no le haga ascos a la traición.

Sin embargo, antes de actuar, necesitan más información, y como les da en la nariz que Han tuvo contacto con los Besadii por la forma en que se desenvolvió durante la emboscada, le agendan una reunión para que suelte prenda. Han, con churretes de sudor por todo el cuerpo, admite que trabajó una temporadilla para Teorenza, pero asegura que ya no hay ningún lazo que lo ate al clan Besadii, y que lo siente mucho y no volverá a pasar. Además, el corelliano también fue el responsable indirecto de que Zavval acabase aplastado debajo de un montón de cascotes, así que lo comido por lo servido.

Antes de dejar marchar a Han, Jiliac lo interroga sobre la operación ylesiana: quién está al mando, cómo está organizada la explotación, cuántos guardias gamorreanos hacen falta para encender una bombilla... Después, una vez a solas con su sobrino Jabba, le dice que deberían solicitar una reunión de todos los clanes hutts y firmar una tregua con los Besadii. Pero no os engañéis: Jiliac tiene más mala baba que un caracol cirrótico, y no trama nada bueno. Como Kibbick, aun siendo el supervisor de la operación ylesiana, no sabe hacer la "o" con un canuto, Jiliac está convencido de que los Besadii enviarán a Teorenza a la reunión para dar su informe, y tiene la impresión de que el Gran Sacerdote podría ser la pieza clave para liquidar a Aruk con disimulo.

Va tantos pasos por delante de su enemigo que, a su lado, Nostradamus parece un charlatán de feria. ¡Risa malvada! ¡Risa malvada!

Un par de meses después, ajeno al complot de los hutts, Han conoce a una ilusionista exuberante llamada Xaverri y, como es un donjuán, la corteja con unos versos de José Zorrilla ("¿No es cierto, ángel de amor, que en esta apartada orilla más pura la luna brilla y se respira mejor?") y empieza a salir con ella.

La historia de Xaverri no es especialmente original. Quiere vengarse del Imperio porque mataron a toda su familia: su esposo, sus hijos, su loro Ernesto... Desde entonces utiliza su profesión como tapadera para hacer la puñeta a los imperiales. La mujer vive para la venganza y, por lo tanto, no está buscando una pareja estable, pero, como no podía ser de otra manera, acabará enamoriscándose de Han. Insisto: es Harrison Ford en su mejor versión, joven e irresistible.

Al igual que la mayoría de personajes secundarios de la novela, Xaverri no es una creación original de Crispin, sino que apareció por primera vez en la novela Estrella de cristal, de Vonda N. McIntyre, que es probablemente la novela más atroz de todo el Universo Expandido. Ni siquiera me he molestado en ojear su sinopsis para recordar de qué iba, y no volvería a leérmela ni aunque me torturasen con pases reiterados de los grandes éxitos de Julio Iglesias.

Estoy pensando seriamente en incluirla en mi lista de relecturas.

Después de una cita con cena y desayuno, Han está tan satisfecho consigo mismo que no se da cuenta de que tiene a un cazador de recompensas pegado a las posaderas hasta que es demasiado tarde. Y esta vez, además, no se trata de un cazador de recompensas cualquiera, uno de esos que ni siquiera aparecen en las enciclopedias de personajes ni tienen una entrada en la desbordada Wookieepedia. ¡Es Boba Fett!

Por si estáis un poco perdidos, me refiero a ese señor con armadura resultona que, en El retorno del Jedi, se estampó de morros contra la barcaza de Jabba y se convirtió en manduca para el sarlacc.

Hay que tener presente que, cuando se publicó esta novela, aún faltaban un par de años para que se estrenase La amenaza fantasma, así que este Boba Fett no es el clon neozelandés de origen maorí de las precuelas. Y, aunque la novela no revela todos sus secretos, sí que arroja un poco de luz sobre el misterioso pasado del cazarrecompensas más famoso de la galaxia. Permitidme que os cuente su historia.

Érase una vez un protector de primera clase llamado Jaster Mereel que mató al hombre equivocado y pagó el precio. Se cambió el nombre por Boba Fett y empezó a trabajar como cazador de recompensas.

Fin.

No dije que fuera una historia larga.

Cuando Fett acepta la oferta de Teorenza para capturar a Han (sin desintegraciones), lleva trabajando como autónomo diez años (no forma parte de la plantilla del Gremio de Cazadores de Recompensas, pero, como es un tipo solidario, paga religiosamente las cuotas reglamentarias) y vive según su propio código de honor, que, como veremos en esta y la siguiente novela, es bastante sui generis. Además, sigue una disciplina estricta que, entre otras cosas, no le permite liarse con pilinguis.

Curiosamente, cuando Crispin escribió La maniobra hutt, había tenido el privilegio de ver por anticipado la edición especial de El retorno del Jedi, que se estrenó en marzo de 1997, por lo que no deja de ser extraño que pasase por alto la escena en la que el cazarrecompensas tontea con las bailarinas de Jabba, aunque, como digo, sus reglas son flexibles y puede que, con el paso del tiempo, el voto de castidad se le hiciese bola. Personalmente, y a pesar de lo que diga esta novela, prefiero imaginarme que, debajo del casco de su Boba Fett está Don Bies, el artista de efectos especiales que encarnó a Fett en la edición especial, y no Jeremy Bulloch, el actor que interpretó al personaje en la película de 1983. Tengo mis motivos.

Mis motivos son el humor.

Fett, que cuenta con la ventaja del factor sorpresa, captura al desprevenido Han sin ni siquiera despeinarse. Se limita a dispararle un dardo envenenado en el culo y dejar que la toxina haga su efecto. El efecto en sí no deja de ser curioso, porque impide a la víctima moverse durante horas, salvo que se lo ordenen, y es imposible desobedecer. Parece más magia que ciencia.

Afortunadamente para el corelliano, había otra persona buscándolo con mejores intenciones que las del cazador de recompensas. Esa persona es Lando Calrissian, que rescata a Han justo antes de que se suba a la nave de Fett, la Esclavo I. Y sí, ese es es el nombre de la nave. Disney se negó a utilizarlo en la serie El libro de Boba Fett, porque tiene connotaciones negativas y, por lo tanto, existe un riesgo de que alguien con la piel muy fina lo considere ofensivo. Me consuela saber que los mandamases de Disney jamás podrán retroceder en el tiempo para borrar Canción del sur de la historia.

Por confiarse más de la cuenta, Fett acaba siendo víctima de la propia droga que había usado con Han. Después de discutir sobre sus opciones y desarmar a Fett, Lando y Han deciden programar el piloto automático de la Esclavo I para que no pare hasta llegar a Albacete y ordenan al cazarrecompensas que se quede muy quietecito durante todo el trayecto. Al igual que el abuelo Simpson, Boba Fett no puede estar cinco minutos sin hacer el ridículo.

En esta novela, Lando aún no se ha dejado bigote y tiene más o menos la misma edad que Billy Dee Williams cuando grabó el disco Let's Misbehave. No tenéis ni que imaginaros su aspecto.

Mientras comparten un té estimulante en una cafetería, Lando le cuenta a Han que es jugador profesional y que, recientemente, ha ganado un carguero corelliano en una partida de sabaac que jugó en Bespin. Ahora quiere que Han le enseñe a pilotarla. Ambos granujas tienen mucho en común y conectan enseguida, pero Crispin se pasa un pelín de frenada cuando empiezan a llamarse "viejo amigo" el uno al otro. Aunque el tiempo es relativo, desde luego no es la expresión que yo utilizaría para referirme a alguien que he conocido hace veinte minutos.

La nave que ganó Lando, como era de suponer, es el Halcón Milenario, y, nada más verla, Han experimenta un flechazo:

"Sin ningún aviso previo, el corelliano se sintió repentina, irrevocable e irremisiblemente enamorado de ella. Aquella nave le estaba llamando con un cántico de sirena hecho de velocidad, maniobrabilidad, escapadas por los pelos, aventuras y operaciones de contrabando coronadas por el éxito".

Más o menos es la misma reacción que tendrá Luke Skywalker en La guerra de las galaxias cuando vea la nave por primera vez y la llame "pedazo de chatarra".

Han piensa para sí mismo que el Halcón será suyo algún día, pero ya os adelanto que no será en esta novela. Aunque algunos aspectos como la amistad instantánea con Lando sean un pelín precipitados, en esta trilogía, a diferencia de lo que ocurre en la película Han Solo: Una historia de Star Wars, no TODOS los eventos relevantes del pasado de Han se hacinan en apenas dos horas. Aquí las cosas transcurren con calma, a un ritmo más natural.

Han conseguirá el Halcón en el primer capítulo de la siguiente novela.

Este pedazo de chatarra puede superar en cinco puntos la velocidad de la luz y su cabina huele a pino.

Mientras Bria lidera una serie de ataques contra las colonias ylesianas para liberar esclavos (o más bien secuestrarlos, porque no es fácil convencer a alguien al que han lavado el cerebro de que abandone su vida de orgasmos religiosos), Han se reúne con Jiliac y Jabba para llevarlos a Nal Hutta, el mundo natal de los hutts, donde se va a celebrar la gran conferencia de los clanes y sindicatos del crimen hutts.

Cuando Han recoge a los hutts, Jabba le dice que debe asegurarse de que el vuelo sea lo más tranquilo posible, porque el estado de su tía es muy delicado. Han, confundido, pregunta si tiene que transportar a tres hutts, a lo que Jabba replica que tendrá que transportarlos a Jiliac y a él, como siempre, y que si no se "ha fijado en los cambios que han alterado la textura de su piel". Han, todavía en la parra, pregunta a Jiliac si está enfermo, y Jabba se ofende de que el "humano estúpido" sea incapaz de distinguir que su tío es ahora su tía y está en cinta.

En efecto, los hutts son hermafroditas y cambian de sexo para reproducirse. Y toda esa escena es hilarante, digna de las mejores comedias de enredos.

Jiliac y Jabba llegan a Nal Hutta sin incidentes y se reúnen con el resto de los hutts en la Gran Sala del Consejo. Aunque prefiero no imaginarme cómo olerá una sala repleta de hutts (según la novela, Jabba apesta a moho rancio y basura, pero a lo mejor sus congéneres se duchan más a menudo), la asamblea es todo lo que uno se esperaría de una reunión de mafiosos. Hay desprecios, insultos, amenazas veladas... Una fiesta, vamos.

Tras las correspondientes discusiones y deliberaciones, los clanes hutts pactan una tregua de tres meses, que Jiliac aprovecha para contactar discretamente con Teorenza y ofrecerle la posibilidad de que acabe con su amo Aruk a cambio de un precio. Si acepta la propuesta, solo tiene que descolgar el comunicador.

Dun-dun-dun... La trama se complica.

Me pregunto de dónde saldría la idea del Consejo Hutt para la serie The Clone Wars.

En todo este tiempo, la situación en la galaxia se ha recrudecido. El Emperador nunca fue una hermanita de la caridad, pero, desde que cancelaron su serie favorita, ha pasado de ser un "dictador relativamente benigno" a un "tirano implacable", y cada vez son más los mundos en los que la población está hasta el moño de que la aplasten.

A medida que la rebelión suma adeptos, Bria ha ido ascendiendo en el escalafón rebelde hasta convertirse en una de las líderes del movimiento corelliano, en el que opera dentro del departamento de inteligencia. Ahora es básicamente una Mata Hari galáctica que se vale de sus encantos para camelarse a oficiales imperiales en veladas de alto copete y sonsacarles información.

A pesar del giro que ha dado su vida, Bria recuerda el tiempo que pasó con Han como el más misterwonderful de su vida y, aunque le haya costado reconciliarse con sus sentimientos, aún lo ama mogollón. Por eso, nada le gustaría más que verlo unirse a su causa. Sin embargo, sabe que Han no es la clase de hombre que abandonaría toda su vida por un ideal filosófico. ¿Él un rebelde? No caerá esa breva.

Imagen arbitraria de Q'ira, que es un personaje totalmente original y diferente de Bria.

Mientras Bria juega a los espías, Han y Chewie se pasan seis meses fuera de Nar Shaddaa de gira con Xaverri. Han está coladito por la maga y, además, después de su encuentro con Boba Fett, le conviene perderse un tiempo de vista. Quizá también debería dejarse bigote, para disimular.

Entre espectáculo y espectáculo, el grupito estafa a oficiales y burócratas imperiales con planes que van "de le elegantemente sencillo a lo diabólicamente sofisticado", y vive emocionantes y eróticas aventuras. Todo va a pedir de boca hasta que, de la noche a la mañana, Xaverri abandona a Han. Su motivo, según explica en una breve carta de despedida (empiezo a notar un patrón), "el amor hace que ames la vida" y la ilusionista no puede permitirse ese lujo. Ella está aquí para mascar chicle y patear culos imperiales, y se ha quedado sin chicle.

De regreso a la Luna de los Contrabandistas, Han y Chewie deciden que ha llegado el momento de echar mano a sus ahorros para alquilar su propia nave. En esta ocasión, la suerte les sonríe, porque, mientras estaban fuera de parranda, Lando ha pegado un pelotazo (tenéis todos los detalles en la novela Lando Calrissian and the Mindharp of Sharu) y ahora es el dueño de un depósito de naves usadas, por lo que les alquila un carguero malogrado a precio de ganga. Han decide bautizar a la nave Bria. Voy a asumir que lo hace porque la "proa redondeada" y la "esbelta sección de cola" del carguero le recuerdan a su ex.

Esta es la única imagen de la nave que he encontrado y no sé hasta qué punto se ajusta a la descripción del libro. Pero hay que ver lo que se parece a Bria.


Alquilar una nave de segunda mano tiene sus desventajas, y la Bria resulta ser, en palabras del propio Han, un "condenado cubo con tuercas". El motor se revoluciona cuando engranan la marcha atrás, las pastillas de freno se desgastan a toda mecha, los conductos de aire acondicionado están llenos de porquería... En definitiva, la nave necesita mejoras y reparaciones que sus arrendatarios no tienen ni pajolera idea de hacer.

Ahí es donde entra Shug Ninx, jefe de mecánica espacial y técnico en reparaciones exceptionnel. Durante las semanas que Han y Chewie pasan en el taller ayudando a Ninx a reparar la nave, aprenden a hacer algunas chapucillas para garantizar su mantenimiento. Estas lecciones les serán útiles en años venideros, cuando el Halcón Milenario se les cale en el peor momento posible y no arranque ni a golpes.

Un día, mientras se toma un respiro en una taberna, Han conoce a Salla Zend, una contrabandista más dura que la tostada de una pensión barata y cuya nave, la Viajera del Borde, también necesita pasar por el taller de Ninx a menudo. El corelliano y ella congenian, y acaban saliendo juntos. Ahora bien, no hay amor en esta relación, solo "el intercambio de dos fantasías y el contacto de dos epidermis". La cita es de algún francés.

El último personaje que entra en la vida de Han en este breve periodo es Jarik Solo, un muchacho corelliano que quiere aprender a pilotar y que insinúa que el contrabandista y él deben de ser parientes, porque comparten apellido y, si los miras con los ojos entrecerrados, incluso se dan un aire. Es evidente que el chaval miente para caer en gracia a Han; pero, a pesar de sus mentirijillas, es un buen chico y Chewie y él le cogen cariño. Esto quiere decir que morirá de manera trágica antes de que termine la trilogía. Yo no hago las reglas.

Han, Shug y Salla en Imperio oscuro II. El reencuentro se produjo durante la famosa crisis galáctica de los colores sepia.

En Ylesia, Teorenza, que lleva un año sin ver a su compañera y acaba de recibir la noticia de que no podrá tomarse vacaciones, está quemadísimo con sus jefes hutts, así que decide contactar con el clan Desilijic. Como decía cierto filósofo francés, la traición supone una cobardía y una depravación detestable..., y estas son cualidades de las que el Altísimo Gran Sacerdote anda sobrado.

Mientras tanto, en Tatooine, Jabba recibe a Boba Fett en su palacio y le ofrece un catizumbazo de créditos para que deje en paz a Solo, porque el corelliano es su mejor piloto y, en el negocio del contrabando, al igual que en la hostelería, es difícil encontrar personal cualificado que tenga experiencia o ganas de trabajar por una birria de sueldo. Además, Jabba le ha cogido cariño al muchacho.

Este momento nos sirve para comprender mejor el estricto código de honor del que presume Boba Fett. Pero primero tenemos que fijar los hechos:

  • Aruk le ha ofrecido una recompensa de 50.000 créditos por capturar a Bria Tharen y ha rebajado el precio por la cabeza de Han Solo a 10.000 créditos (desintegración autorizada).
  • Jabba le ofrece ahora 25.000 créditos por ignorar el segundo de esos encargos hasta nuevo aviso.

¿Os hacéis cargo de la situación?

Pues bien, la solución a la que llega Fett tras darle una breve pensada es la siguiente: aceptará la oferta de Jabba, capturará a Bria, devolverá a Jabba su dinero y luego matará a Solo para obtener una recompensa total de 60.000 créditos (IVA incluido).

No entiendo cómo se supone que esa solución de Perogrullo podría satisfacer a Jabba ni en qué se diferencia de rechazar directamente su oferta, pero Fett está convencido de que de ese manera conservará su integridad como cazador de recompensas ante su clientela. Menudo fulanazo.

No podemos descartar que el cerebro se le haya cocido dentro del casco.

Jabba y su tía Jiliac, que ya ha dado a luz y ahora es madre de una horrenda y apestosa babosa, se reúnen en secreto con Teorenza para planear el moluscocidio de Aruk.

Los tres intrigantes tienen claro que tirarle sin más un piano de cola encima de la cabeza al jefe del clan Besadii sería un tanto burdo y que deben actuar con sutileza. Como los accidentes son difíciles de controlar, optan un método más viejo que el miriñaque, uno que lleva funcionando desde los tiempos de Sócrates, un clásico entre los clásicos: el envenenamiento.

Aunque los hutts son inmunes a la mayoría de venenos, Jiliac conoce una sustancia que, una vez introducida en el cuerpo de la víctima, actúa gradualmente sobre la sesera y provoca una dependencia tan morrocotuda que, si deja de administrarse, es garantía de muerte segura o, como poco, de la concesión de una pensión del 100 % de la base reguladora por incapacidad permanente.

Teorenza, que va a tope con la traición, sugiere administrar la ponzoña a través del plato favorito de Aruk: las ranas de los árboles-nala. El hutt se las come a carrillos llenos y es posible que no renunciase a ellas ni aunque supiera que lo van a dejar más morado que un cardenal. Y si las ranas no funcionasen, pasarían al plan B: tapas de garbanzos cocidos. ¡A ver quién es el guapo que les hace ascos!

Esto es lo que pasa cuando comes más ranas de la cuenta, incluso si no están envenenadas.

En el noticiero del Centro Imperial, programado entre El Equipo A y la peli de tarde, Sarn Shild, el Moff del espacio hutt, anuncia que un reciente ataque rebelde ha llevado al Emperador a ordenar la adopción de medidas inmediatas para acabar con el tráfico de armas. Como la mayoría del armamento ilegal procede casualmente de su sector, le corresponde a él acabar con el contrabando y obligar a los señores del crimen hutts a arrodillarse ante Zod, perdón, ante el Imperio. 

Lo cierto es que Shild lleva años haciendo la vista gorda con las operaciones de los hutts a cambio de generosas gratificaciones, pero, si desobedece una orden directa del Emperador, lo más probable es que acabe convertido en galletas de viaje para los paquetes de racionamiento, y eso si es que el Emperador no decide mandar a Darth Vader para que le masajee vigorosamente las amígdalas.

Así las cosas, Jiliac y Jabba envían a Han a Coruscant para que unte al Moff bien untado, como si fuera pan tostado, con la esperanza de que al menos se abstenga de atacar Nal Hutta. En cuanto a lo que pueda sucederle a Nar Shaddaa, los hutts se ponen de perfil. Después de todo, contrabandistas los hay a patadas.

Han se reúne con el Moff en su residencia del Centro Imperial y le presenta los regalos de los hutts. Shild, aunque complacido, le dice que en este asunto tiene las manos atadas. A lo máximo que puede comprometerse es a que no habrá represalias armadas contra los hutts, si estos se convierten en "ciudadanos del Imperio legales y respetuosos de la ley" (tienen toda la pinta, sí). En cuanto a Nar Shaddaa..., bueno, digamos que, cuando la flota imperial haya pasado por la Luna de los Contrabandistas, habrá mucho terreno edificable.

Al final de la reunión, y en un giro inesperado de los acontecimientos, Bria entra en la sala con un vestido la mar de coqueto y, antes de darse cuenta de que Han está ahí, se dirige a Shild como "querido". Aunque el Moff presenta a Bria como su "... sobrina" (puntos suspensivos incluidos), Han piensa que la naturaleza de su relación no es precisamente de parentesco, y le cuesta disfrazar su turbación.

En realidad, Bria solo está con Shild por el papel que desempeña para la inteligencia rebelde y ni siquiera es su amante. Es más, "las preferencias sexuales del Moff eran de tal naturaleza que siempre procuraba evitar toda clase de contacto con las hembras humanas". Eso sí, no me preguntéis por esas preferencias sexuales, porque, aunque el libro no las detalla, mis conocimientos acerca de las especies más repugnantes de Star Wars son amplios y gozo de una imaginación fértil, así que prefiero no pensar en el tema. Principalmente, el papel de Bria es el de una secretaria a la que el Moff puede llevarse a los saraos para exhibirla delante de otros oficiales y presumir de acompañante.

Han, obviamente, no puede deducir nada de eso de este reencuentro, y se larga de Coruscant hecho un cóctel de abatimiento e indignación.

Bria no lo lleva mejor. Sabe perfectamente que Han ha pensado que es una pelandusca, y eso le abochorna más de lo que le gustaría reconocer, de modo que acaba ahogando sus sollozos en la almohada.

No sé si esto se parece más a Star Wars o a una novela de Danielle Steel, pero ¿a quién no le gusta un buen drama romántico?

Otra imagen arbitraria de Q'ira. Me ha dado por ahí, no sé por qué.

Después de que Han regrese a Nar Shadda con las malas noticias, Jiliac y Jabba le piden que se dé otro paseíto hasta la base imperial donde está el almirante al mando de la flota del Moff y le soborne para garantizar su cooperación.

Aparentemente, los hutts no saben resolver los conflictos de otra manera que no sea matando o sobornando. Tampoco es que me esperase mucho más de unos gánsteres gasterópodos galácticos.

Gracias a su bagaje militar, Han discurre que lo mejor que pueden hacer dadas las circunstancias es convencer al almirante de que les facilite su plan de batalla para darles una oportunidad de vencer y, si es tan amable, que se retire en cuanto sea estratégicamente justificable. Los hutts le felicitan por su idea, y el corelliano se marcha de nuevo para cumplir esta emocionante misión. Bueno, quizá emocionante no sea la palabra más adecuada. Tediosa tal vez.

El almirante Winstel Greelanx es un hombre práctico y de principios relajados, por lo que acepta los términos propuestos sin que le remuerda la conciencia. No hay sentido del deber que pueda resistirse a la promesa de varios puñados de joyas de valor incalculable, y menos cuando trabajas para un régimen totalitario y xenófobo. Casi diría que va de suyo.

Ahora bien, el almirante advierte a Han que el ataque no será ninguna pantomima. Para resultar convincente y que no lo sometan a un consejo de guerra, no bastará con que despliegue sus naves y haga "piu-piu" disimuladamente con la boca. El ataque será tan real como la televisión en directo.

¡Las emocionantes aventuras galácticas de Han Solo, contrabandista y recadero!

Han comparte las malas noticias con Mako y su amigo se las traslada a los representantes de todos los enclaves de Nar Shaddaa. Los hutts ya han instalado escudos de defensa planetaria en Nal Hutta y, a partir de este momento, escurren el bulto, pero la mayoría de contrabandistas y figuras locales decide quedarse para defender su "hogar". ¡Lucharán por su planeta! ¡O luna! ¡Lo que sea! Honestamente, a mí Nar Shaddaa me suena a especialidad culinaria india.

Durante los días siguientes, los contrabandistas se preparan para la batalla y perfilan el plan de defensa, que nos cuentan con pelos y señales para que, si queremos, nos hagamos un croquis y no nos perdamos cuando empiece la acción. En ese tiempo, Han adiestra a los contrabandistas que están más verdes y también contacta con Xaverri para que se ocupe de la parte más original de la estrategia: crear una flota holográfica que desvíe la atención de los imperiales y les permita lanzar un ataque sorpresa con toda su potencia de fuego. Además, también contarán con la ayuda de la flota de mercenarios capitaneada por la pirata Drea Renthal, a la que los hutts han contratado para proteger Nal Hutta, pero que considera que la mejor manera de hacerlo es colaborar con los contrabandistas. 

Parece que lo tienen todo pensado y atado. A este plan solo falta ponerle un lacito. Sé que lo habitual sería que algo saliese mal y que al final tuviesen que improvisar sobre la marcha, pero ya os adelanto que no ocurre nada de eso. Los contrabandistas las pasan canutas en algún momento, pero no sufren ninguna pérdida que recuerdes después de cerrar el libro. Es más, la propia autora parece no darle importancia a los daños sufridos hasta el siguiente volumen, cuando necesita justificar la situación económica del clan Desilijic. Y aunque como desenlace resulte algo anticlimático, en el gran esquema de las cosas tiene perfecto sentido que el curso de la batalla sea previsible, porque hay un tercero en discordia con el que nadie está contando y que maneja los hilos a su antojo.

Ajeno a los tejemanejes del titiritero en la sombra, el Moff Sarn Shild tiene sus propios planes para la Luna de los Contrabandistas y se los revela a Bria para que nosotros también nos enteremos del alcance de su ambición. Primero: destruir Nar Shaddaa. Segundo: hacerse con las riquezas del clan Desilijic. Tercero: aprovecharse de que el Emperador está perdiendo el control del Borde Exterior para tomar el mando de las fuerzas imperiales del sector y separarse del Imperio. Y cuarto: una vez garantizada la independencia de los Territorios del Borde Exterior, unir a su causa a más mundos descontentos para derrocar al Emperador.

No creo que el nombre de Shild tarde en aparecer en las necrológicas.

Por si aún no lo habíais intuido, el Emperador está al tanto de los delirios de grandeza del Moff. La primera pista nos la da el hecho de que el almirante Greelanx no tarde en recibir un mensaje del nivel más alto de la Inteligencia Imperial ordenándole que sufra una derrota estratégica en Nar Shaddaa. El viejo Palpatine no da puntada sin hilo, y aunque esta novela no lo diga de forma expresa, el lector medianamente atento y perspicaz podrá deducir que las órdenes del Emperador de acabar con el contrabando son solo una excusa para luego poder justificar la retirada prematura del Moff del servicio activo y, de paso, desestabilizar a los hutts. Esto se confirma en la tercera novela, donde también se insinúa que Palpatine estimuló las ambiciones de Shild de manera sobrenatural.

Quizá el plan del Emperador os suene innecesariamente retorcido, pero no lo es más, por ejemplo, que su plan para que lo nombrasen canciller supremo en La amenaza fantasma. De hecho, y ahora que lo pienso, se basa en la misma premisa, esto es, la incompetencia de sus subalternos para ejecutar las órdenes que les ha dado. Y, si hay algo en lo que siempre podemos confiar, es en la incompetencia, sobre todo la ajena.

Llegados a este punto, tengo que confesar que el capítulo de la batalla de Nar Shaddaa no es mi favorito de la novela, que es mi manera delicada de decir que me deja más frío que un iglú con las ventanas abiertas. Las batallas espaciales de las novelas de Star Wars nunca han sido santo de mi devoción. A lo sumo las encuentro aceptables. Y, en muchos casos, inaceptables. Cuando empecé a coleccionar estas novelas allá por los noventa, y a pesar de que me cuesta horrores dejar libros a medias (incluso los que me disgustan), recuerdo haber leído frecuentemente ese tipo de escenas en diagonal. No descarto que alguna incluso me la saltase para ir directo al desenlace.

No obstante, voy a romper una lanza a favor de cualquier autor que se enfrente al marrón de escribir una batalla espacial que recuerde a las de las películas, porque es muy complicado capturar con palabras un fragmento siquiera de la emoción que George Lucas e Industrial Light & Magic logaron llevar a la gran pantalla con su versión galáctica y fantasiosa de los combates aéreos de la Segunda Guerra Mundial. Incluso si pones la música de John Williams de fondo e imitas los efectos sonoros, no es lo mismo. Por eso, cuando llega una escena de batalla, yo me conformo con enterarme de lo que está pasando. Y si no doy cabezadas de puro aburrimiento, todavía mejor.

La batalla de Nar Shaddaa cumple ambos requisitos. Es más, es imposible perderse con lo que ocurre, porque el 95 % ya te lo han adelantado en los capítulos anteriores. Además, hay un buen equilibrio entre acción y diálogos, por lo que el ritmo es bueno. La única pega, si acaso, es que no hay ninguna sorpresa, porque, como ya os había adelantado, todo transcurre según lo planificado. Los contrabandistas ganan, la flota de Greelanx se retira y chimpún. 

Para sentirte inmerso en la batalla, nada como jugar una partida al Star Wars: TIE Fighter.

Después de la batalla, Xaverri se despide de Han y le desea que sea muy feliz con Salla. El personaje es interesante y ahora me gustaría recordar qué fue de ella después de esta aventura, pero ni siquiera me acuerdo de lo que comí ayer, así que mucho menos de una novela que leí cuando los dinosaurios dominaban la tierra. La única manera de ponerme al día sería leerme un resumen de ese aborto literario titulado Estrella de cristal, pero creo que podré sobrevivir sin hacerlo.

Después de que Xaverri haga las maletas, y tras la celebración de una boda que podría haber sido un funeral (el cliché del policía viejo que muere cuando está a punto de jubilarse no se cumple por los pelos), Lando anuncia que también abandona la Luna de los Contrabandistas para ir en busca de fortuna y gloria.

El granuja más zalamero pretende reunir diez mil créditos e inscribirse en el gran torneo de sabacc que se celebrará dentro de seis meses en Bespin. En este viaje, le acompañará su pequeño androide tentaculado Vuffi Raa, que me he olvidado de mencionar hasta ahora, pero con el que vivirá innumerables peripecias. Y por innumerables me refiero a dos. Las podéis leer en Lando Calrissian and the Flamewind of Oseon y en Lando Calrissian and the Starcave of ThonBoka, que, junto a la antes mencionada Lando Calrissian and the Mindharp of Sharu, completan la trilogía de novelas escritas por L. Neil Smith sobre este personaje.

Alguien debería pagarme toda esta labor promocional.

Estas novelas no están en mi lista. Creo que me esperaré a mi próxima reencarnación para leerlas.

¿Sabéis quién no está disfrutando de las mieles de la victoria? Aruk el Hutt, que ha sufrido una muerte agónica por pegarse atracones con ranas ponzoñosas. Además, como el gran señor hutt tenía cerca de novecientos años y se cuidaba menos que un cenicero, su médico no se lo piensa mucho antes de achacar la muerte a causas naturales.

Durga, sin embargo, está convencido de que su padre ha sido asesinado, así que envía su cuerpo congelado a Coruscant para que lo vean los mejores forenses mientras él revisa las cuentas de todos los miembros clan Besadii en busca de una pista que le conduzca a un posible culpable. Por alguna razón, después de leer sobre las finanzas de los hutts, por fin me siento en paz con los impuestos de las rutas comerciales de los que hablaba George Lucas en La amenaza fantasma.

Adicionalmente, para afianzar su posición como líder del clan y evitar las luchas intestinas, Durga llega a un acuerdo con el príncipe Xizor, el cabecilla de la organización criminal conocida como el Sol Negro. Si estáis medianamente familiarizados con el Universo Expandido, recordaréis a Xizor como el antagonista principal de la novela Sombras del Imperio. También salió tres segundos en un episodio de The Clone Wars.

Como consecuencia de este pacto, algunos de los hutts más poderosos del clan Besadii sufren muertes tan repentinas como accidentales. A veces uno se tropieza y cae a un río encadenado a un bloque de cemento, y a veces un puesto de peaje se convierte en una galería de tiro al pato. Son cosas que pasan.

La marca de nacimiento le da un toque distinguido a esta bola de sebo.

Tras todos estos acontecimientos, Han lleva en persona a Greelanx su recompensa, y, como el drama favorece las casualidades, es justo en ese momento cuando el almirante recibe el aviso de una inspección sorpresa. Como sea un inspector de trabajo, se le va a caer el pelo. ¿Habéis visto alguna base imperial que tenga barandillas? Pues eso.

Para no cruzarse con el visitante inesperado, Han se esconde en la habitación contigua. El contrabandista no ve nada de lo que ocurre durante el brevísimo encuentro, pero oye una respiración artificial y una voz amplificada mecánicamente. Por lo tanto, solo puede tratarse de una persona: Stephen Hawking.

Cuando el visitante se marcha, Han abandona su escondrijo y encuentra el cadáver de Greelanx. A pesar de que el cuerpo no presenta ninguna señal de violencia, apuesto a que el examen del forense revelará que tiene la tráquea más colapsada que el metro en hora punta. Han también ve una perla de dragón krayt tirada en el suelo y supone que al almirante se le cayó antes de que su misterioso visitante lo dejara tieso. ¡A la saca!

Al salir del despacho del almirante, Han se topa con un viejo amigo de los tiempos de la Academia y no le queda otra que huir de la base imperial para que no lo culpen del asesinato de Greelanx. La huida es tan movidita que Chewie y él acaban perdiendo la Bria, pero al menos salvan el pellejo. Además, ponerle a la nave el nombre de su ex nunca fue una buena idea. Esa no es forma de superar una relación fallida. En cambio, una tarrina de 500 ml de helado...

Toc, toc. Inspección sorpresa.

Desde la derrota de la flota imperial, el Moff Sarn Shild está dominado por la desesperación y por la flojera de esfínter. Para colmo de males, Bria lo ha abandonado sin dejarle siquiera una carta de despedida en plastipapel reciclado. En estas circunstancias, no me sorprende que se suicide para evitar la ira del Emperador.

Seguro que Darth Vader le agradece su colaboración. Ahora el Lord Sith podrá hacer un hueco en su agenda para ir a jugar al golf en lugar de hacer una visita al Moff y dejarle el pescuezo como una pestaña con anorexia.

En el epílogo, Han regresa a Corellia para vender la perla de dragón krayt y una estatuilla que había conservado de la colección de Teorenza, y de esta manera conseguir los 10.000 créditos que necesita para participar en el torneo de sabacc en Bespin. Su idea es arriesgar todo lo que tiene en el torneo con la esperanza de ganar lo suficiente para comprar su propia nave.

¿Se reencontrará Han con su "viejo amigo" Lando? ¿Ganará el Halcón Milenario en las mesas de juego? ¿Firmará un acuerdo de confidencialidad con Bria por el que compromete a no mencionar su existencia nunca jamás? Lo sabréis si seguís leyendo, pero no se me ocurre mejor final posible para este volumen que ese anticipo de lo que está por venir.

Miscelánea (¿más cameos?, ¡qué bombardeo!):

  • El almirante Ozzel forma parte del tribunal militar que da la patada a Han de la Armada Imperial. Si aún estáis leyendo esto, significa que de verdad os gusta la Guerra de las Galaxias, así que probablemente lo recordaréis como el oficial al que Darth Vader degrada de forma definitiva por meter la gamba en la primera media hora de El Imperio contraataca.
  • A su llegada a Nar Shaddaa, Han tiene un breve encuentro con la anciana Vima-Da-Boda, que le lee el futuro en la palma de la mano. Aunque la señora está más p'allá que p'acá, debajo de los harapos, las arrugas y las verrugas, hay una Jedi que sobrevivió a la Gran Purga, descendiente nada menos que de la mismísima Nomi Sunrider, líder de la Orden Jedi en los tiempos de la Antigua República. Han se reencontrará con ella en los cómics de Imperio oscuro, tras regresar a la Luna de los Contrabandistas acompañado de su esposa Leia.
  • Para evitar a una wookie que se pone excesivamente cariñosa con Chewie, Han se apunta a un viaje a Kessel. En ese momento se nos explica de dónde viene el aparente error que comete en La guerra de las galaxias cuando les dice a Obi-Wan y Luke que el Halcón Milenario cruzó el Corredor de Kessel en menos de doce pársecs, pese a que los pársecs son una unidad de distancia, no de tiempo. La cuestión es que que en esa ruta hay un porrón de agujeros negros conocidos como las Fauces que distorsionan el espacio y el tiempo. Por lo tanto, si te arrimas lo suficiente a esos agujeros negros, "no solo puedes invertir menos tiempo en el viaje, sino que en realidad puedes llegar a eliminar una parte de la distancia". Ahora bien, en el doblaje español, este desliz del guion de George Lucas nunca fue problema, porque Han dice "parasegundos" y no "pársecs".
  • Hablando de las Fauces, en Nar Shaddaa corre el rumor de que el Imperio está construyendo una instalación supersecreta precisamente cerca de esa zona. Como podréis imaginar, se trata de la Estrella de la Muerte. La primera, no la segunda. No aceptéis imitaciones.
  • Tras visitar el palacio de Jabba en Tatooine, Boba Fett pasa con su nave cerca del Gran Pozo de Carcoon y ve moverse dentro "una especie de helechos recubiertos de pinchos o quizá unos tentáculos". Esta criatura es el todopoderoso sarlacc, el monstruo de El retorno del Jedi en cuyo estómago descubrirá "una nueva definición del dolor y el sufrimiento en una digestión de más de mil años". Ya será para menos.
  • Uno de los capitanes imperiales a las órdenes de Greelanx durante la batalla de Nar Shaddaa es Soontir Fel. A Fel le hace ni pizca de gracia tener que participar en la masacre y, cuando el almirante ordena la retirada, se rezaga para no dejar atrás a los cazas TIE. En el futuro, Fel se incorporará al Escuadrón Pícaro. No todos los nazis espaciales son igual de nazis.

3. Amanecer rebelde

Título original: Rebel Dawn.

Año de publicación: 1997.

Momento en el que transcurre la historia: entre el 2 ABY y el momento en el que empieza La guerra de las galaxias.

Resumen (puede contener trazas de reseña): La tercera y última novela de la trilogía comienza con Han aproximándose a la Ciudad de las Nubes a bordo de una nave llamada la Chica Traviesa. Su capitana, Jadonna Veloz, le dice a Han que cuanto antes lleguen, mejor, porque tiene unos "picores realmente horribles".

Esto no es lo que parece, aunque parece exactamente lo que estáis pensando. Que yo sepa, en la Guerra de las Galaxias no hay enfermedades venéreas, igual que no hay Pepsi Light ni respeto por las leyes de la física. La situación es esta: la capitana Jadonna Veloz tuvo un accidente que le dejó hecho el brazo papilla (debería haberse leído el apartado de medidas de seguridad del manual de cargas antigravitatorias) y necesitaba un buen piloto que la ayudase a llevar un cargamento a Bespin. A Han le venían bien el destino y los créditos extra, así que aquí está.

Por cierto, a pesar de tener el nombre más chulo de toda la trilogía, esta es la única aparición de Jadonna Veloz en estas novelas y en toda la saga. Qué desperdicio. Pero si Disney sigue exprimiendo así la franquicia, no me sorprendería que la recuperasen de aquí a cincuenta años. Tiempo al tiempo.

La Ciudad de las Nubes. No apta para acrofóbicos.

Según termina de registrarse en el hotel Yarith Bespin, donde se celebra el gran torneo de sabacc, Han se reencuentra con Lando. Los "viejos amigos" se ponen al día el uno al otro, y Lando nos hace un resumen de sus últimas peripecias en compañía del androide Vuffi Ra, que en realidad era un bebé-nave de una especie de vida consciente no biológica formada por naves-androide gigantescas. Lando cuenta la historia por el principio: "Todo empezó con un malvado hechicero llamado Rokur Gepta que resultó ser un croke, y luego aparecieron unos respiradores de vacío y libramos una gran batalla en aquella enorme Cueva Estelar, y...".

No tengo ni idea de qué porras habla, pero cada vez estoy más convencido de que las novelas de Lando son la clase de locura lisérgica que solo podía encontrarse en los comienzos de la saga, antes de que el Universo Expandido se convirtiera en el Universo Constreñido por Cien Mil Productos Diferentes. Qué tiempos aquellos.

Volviendo al torneo, admito que no había muchas cosas que recordase de esta trilogía antes de releérmela (principalmente, que existía y que me la había leído), pero sí que me acordaba de que en alguna parte se explicaban las reglas del sabacc. El primer capítulo de esta novela dedica varias páginas a la materia, y aunque no había necesidad alguna de explayarse sobre este particular, la autora da ese gusto a los fans. ¿No es cierto acaso que a los fans de la Guerra de las Galaxias les interesa hasta el detalle más nimio de este universo, desde el tipo de tuercas que se usan para ensamblar los cazas TIE hasta cómo puede determinarse el sexo de un rancor? A vosotros os basta con saber que el sabacc es una versión futurista del póquer.

Han y Lando son dos de los jugadores que acaban compitiendo en la última partida del torneo, y cuando Lando apuesta todas sus posesiones y Han gana la partida, tú percibes a través de la Fuerza lo que va a elegir como premio antes de que abra siquiera la boquita para decirlo.

"¿La colección de geles fijadores para pelos rizados de Lando?", te preguntas.

No, hombre, no. A veces se te ocurre cada idea... ¡Es el Halcón Milenario!, el montón de chatarra más rápido de la galaxia.

Apostar todo al negro fue una mala idea.

Entre los espectadores del torneo, pero disfrazada de fisioculturista para pasar desapercibida, está Bria Tharen, que no ha venido a Bespin porque sea una exnovia chiflada y esté obsesionada con Han, sino para reunirse con los representantes rebeldes de diferentes mundos y proponerles una alianza. Star Wars ha sido mayormente sexista durante mucho tiempo, pero no es el caso de estas novelas.

¿Y qué tiene de malo si la chica eligió este planeta porque tenía la esperanza de ver a Han y no solo porque un torneo sea una tapadera excelente para una reunión clandestina? ¿Tampoco puede acaso fantasear con retomar su relación romántica donde la dejaron ni con que Han se una a ella para combatir juntos al Imperio, los dos cogiditos de la mano? No se puede ser tan quisquilloso con las fijaciones ajenas.

Los representantes rebeldes no se ponen de acuerdo ni en qué pedir para cenar, pero Roma, al igual que la Estrella de la Muerte, no se construyó en un día, y Bria sabe que ha dado un paso en la dirección correcta, porque todos los caminos conducen a Roma.

Lo siento, no sé qué estaba intentando hacer con esas referencias a Roma. Había una buena idea en alguna parte, pero se me escapó.

En cualquier caso, lo que Bria más ansía es contar algún día con soldados y armas suficientes para cerrar el chiringuito sectario que el clan Besadii tiene montado en Ylesia. Me consuela saber que, en su lista de obsesiones, acabar con la esclavitud está por delante de volver con Han.

♪ Yooooo soy rebelde porque el mundo me ha hecho asíííí... ♪

Después del gran torneo, y aprovechando que ahora tiene su propia nave, Han decide cumplir la promesa que le hizo a Chewie tres años atrás: ir a Kashyyyk para visitar a su familia. Si esperabais que lo llevase a un peluquero canino, no habéis estado leyendo con suficiente atención y, además, debería daros vergüenza comparar a un wookie con un perro. Todo el mundo sabe que a los wookies no se les corta el pelo, sino que se les trasquila, como a las alpacas.

A pesar de que Kashyyyk es ahora un protectorado imperial, que es la manera delicada de decir que es un mundo esclavo del Imperio, la resistencia wookie no se lo ha montado mal del todo. Al principio, los soldados que salían a pasear en solitario tenían la mala costumbre que desaparecer sin dejar ni rastro, así que ya hace tiempo que suelen quedarse en sus puestos. Por lo tanto, la vida de los wookies se desarrolla con relativa normalidad.

Después de conocer a la familia de Chewie, Han decide aprovechar para hacer negocios mientras su socio retoma viejas relaciones. Como el sentido de la ética de un contrabandista es flexible, intenta comprar algunas armaduras de las tropas de asalto a los wookies a precio de saldo. Sin embargo, los wookies no son tan primos como Han se piensa. Además, hace poco recibieron la visita de una líder rebelde que les enseñó el abecé de los movimientos de resistencia, y están al tanto de lo valiosas que son esas armaduras. Casualmente, la persona que les dio esas sesiones de coaching era una mujer corelliana que tenía el cabello "del color del sol naciente" y había sido esclava en Ylesia. Han llega a la única conclusión posible: Bria estuvo aquí. ¿Y no puedo ser la mujer de Muuurgh? ¡Eso es especismo!

Al mismo tiempo que Han indaga sobre Bria, Chewie corteja a Mallatobuck conforme a los ritos de los wookies, lo que implica cazar a un animal mortalmente peligroso, aporrearlo hasta dejarlo bien muerto y ofrecérselo a su amada para que mastique su carne cruda antes de que el cadáver esté completamente rígido o descompuesto. Por suerte para él, Malla acepta la ofrenda, y, para confirmar el compromiso, ambos comparten esta exquisitez local, entrañas incluidas. Cito:

"Chewbacca lamió tiernamente la sangre y los trozos de tejido de su cara, lavándola mientras ella le devolvía el favor. El pelaje de Mallatobuck era como seda bajo su lengua".

Lo siento, pero si yo tuve que leer esa parte, vosotros también.

Después del bodorrio, y para sorpresa de Han, su peludo compañero no se queda en casa con su esposa para formar una familia feliz, sino que se prepara para regresar con él al espacio y seguir contrabandeando por toda la galaxia. Por estúpido que suene, la deuda de vida —un concepto que George Lucas probablemente se inventó un día mientras desayunaba café con churros— obliga a Chewie a acompañar a Han hasta que alguien encuentre una laguna legal en este compromiso. A la propia Malla le solivianta que el humano no comprenda que el mero hecho de sugerir a un wookie que dé la espalda a la deuda de vida es el mayor insulto posible. Son sus costumbres y hay que respetarlas, por estúpidas y ridículas que sean.

Al menos las casas de los wookies tienen barandillas, no como las pasarelas de las construcciones imperiales.

En Nal Hutta, los forenses que contrató Durga han dejado de arrugar el ombligo y por fin tienen noticias que dar:

"Con la autoridad que me confiere mi dilatada carrera profesional, puedo emitir el diagnóstico sin temor a errores: Aruk ha muerto".

¿Os imagináis que esa fuera la noticia? Sería para partirse de risa. Pero no lo es. En realidad, han encontrado una sustancia inusual en el cerebro de su padre Aruk. Sin embargo, como esto no es un episodio de CSI: Las Vegas, no basta con un montaje de medio minuto para alcanzar resultados concluyentes. Habrá que seguir hurgando. 

El príncipe Xizor, siempre amable y bien informado, se pone en contacto con Durga desde Coruscant y le ofrece la ayuda del Sol Negro para desatascar la investigación. El falleen también demuestra cierto interés por los negocios del clan Besadii, concretamente por el las fábricas de especia ylesianas. Las conversaciones entre mafiosos son así de sutiles y casuales.

Aunque Durga empieza a impacientarse con los forenses (a este paso, las ranas van a criar pelo), no es ningún merluzo y no pica el anzuelo, así que rehúsa educadamente la oferta. Además, no falta mucho para que su primo Zier empiece a darle la murga con que no debería haber financiado sus investigaciones personales con los fondos del clan y le sugiera que se rasque sus propios bolsillos. Seremos babosas mafiosas, pero aquí llevamos una contabilidad seria, corcho.

Xizor llama a su guardaespaldas Guri, una droide replicante asesina con apariencia de fantasía sexual adolescente, y le ordena que destine los recursos que sean necesarios a investigar la muerte de Aruk y, si hace falta, que también obstaculice la investigación de Durga para que este se lleve un berrinche y no le quede más remedio que aceptar la ayuda del Sol Negro. De este modo, espera convertirlo en su subordinado y colar al Sol Negro en el espacio de los hutts. Supongo que es mejor plan que seducirlo con feromonas, música romántica y una caja de bombones.

¡Decid "patata"!

El clan Desilijic tampoco está pasando por su mejor momento. La batalla de Nar Shaddaa les ocasionó pérdidas más importantes de lo que daba a entender la novela anterior (no llega a ser retrocontinuidad, pero algo forzado sí que suena) y su situación financiera está lejos de lo deseable. ¿Os pensabais que mantener a flote una organización criminal era fácil? Pues no lo es en absoluto. La delincuencia organizada requiere dedicación y esfuerzo.

Además, desde que Jiliac es madre, dedica más tiempo a jugar al cucutrás y a hacerle carantoñas a su bebé que a dirigir los negocios del clan, por lo que Jabba está ocupándose de la mayor parte del trabajo.

Como consecuencia de estas nuevas responsabilidades, el hutt estrella de El retorno del Jedi empieza a presentar síntomas de estrés: dolor de cabeza, irritabilidad, estreñimiento y, de forma más particular, un odio creciente hacia las larvas regordetas. El principal inconveniente es que la baja por maternidad de los hutts no dura dieciséis semanas. Ni siquiera veintiocho. Haciendo cuentas, sus crías tardan la friolera de medio siglo en poder abandonar completamente la bolsa materna, y hasta entonces solo engullen, babean, berrean y se cagan por todas partes.

Sí, Jabba está a mil j****** millas de estar bien.

Apestosito, siempre en mis recuerdos.

Entre pitos y flautas, ya ha pasado un año desde que Boba Fett aceptó el trabajo de capturar a Bria para el clan Besadii, y, después de buscarla durante todo ese tiempo sin éxito, por fin ha dado con ella en Teth, un planeta del Borde Exterior. No sé si será el mejor cazarrecompensas de la galaxia, pero desde luego es el más caro y el más lento.

Según la información que Fett ha recabado, Bria ha acudido al planeta para reunirse con los líderes rebeldes locales. Después de la reunión que tuvo lugar en la Ciudad de las Nubes, la Alianza Rebelde ha sumado más planetas insatisfechos a sus filas y ya empieza a ser una realidad (debe de ser por el pin que te regalan con la suscripción, porque la revista es mensual es una castaña). Recientemente, y como consecuencia de que el Emperador ordenase algunos exterminios de rutina porque no ponían nada bueno en la tele, incluso una senadora imperial se ha unido a su movimiento en secreto. Esta senadora es la famosa Mon Mothma, a quien quizá recordéis por su famosa frase "muchos bothan han muerto para traer esta información" o por su papel de madre con principios cuestionables en Andor.

Fett es bastante facha y, por tanto, está en contra de la rebelión. El Imperio representa el orden y eso es lo que él más valora, aparte de la tranquilidad en las piscinas públicas.

Opiniones políticas al margen, Fett no tiene demasiada suerte, ya que Bria se escaquea del planeta y él ni se pispa. Al cazarrecompensas no le preocupa, porque sus clientes tienen calendarios flexibles y él sabe ser paciente (que rima con incompetente, lo cual también le aplica, aunque no signifique lo mismo). Además, el viaje no ha sido en balde. Quizá le venda la información que ha descubierto sobre Mon Mothma a los imperiales, y, en cualquier caso tenía otro trabajito pendiente en Teth, uno que permite desintegraciones.

El que no se consuela es porque no quiere.

"Muchos bothan han muerto para traerme el café esta mañana".

En los meses siguientes, Han y Chewie se convierten en los ases del contrabando gracias al Halcón Milenario, que ya era rápido se serie, pero que tunean a tope en el garaje de Shug Ninx para llevarlo al límite de sus posibilidades, con nuevo armamento, blindaje, motores, etc. Así somos los machos; nos das un vehículo y una caja de herramientas..., y algunos incluso somos capaces de encontrar el teléfono de un taller mecánico con buenas valoraciones en Google.

Por desgracia, todo lo bien que le va a Han le va mal a la galaxia. Las masacres del Imperio son cada vez más habituales, y los impuestos están por las nubes. Parece que Palpatine esté pidiendo a gritos una rebelión a gran escala. Además, la senadora Mon Mothma ha sido acusada de traición y está en busca y captura. Ya sabéis a quién señalar con el dedo si os preguntan quién la ha denunciado.

Han teme que Bria acabe muerta cualquier día de estos por defender sus valores, pero no hace nada por buscarla. Si algún día le preocupa más que otro la salud de su ex, supongo que se toma un antiácido y sigue con su vida. Lo que sí hace es echar una carrera a su novia actual por el Corredor de Kessel, que casi acaba con la pobre Salla Zend extraviada para siempre en una estrella de neutrones.

Aunque la mujer pierde su preciosa nave, Han y Chewie consiguen salvarle la vida. Si no, ya no podría aparecer en los cómics de Imperio oscuro, y eso sería un engorro para la continuidad de la saga. A partir de ese momento, la contrabandista empieza a comportarse de manera extraña con Han. Está más cariñosa con él, lo mira continuamente como si lo estuviera evaluando, le pide que la enseñe a cocinar... Hasta que un día, como quien no quiere la cosa, Salla empieza a hacer planes de boda. Y no parece importarle la opinión de Han al respecto o que ni siquiera estén enamorados. Simplemente da por hecho que se casarán, dejarán atrás su vida como contrabandistas y formarán una familia. Así tienen que ser las cosas. Lo debe de dictar la Fuerza o algo por el estilo.

Han no está seguro de qué mosca le habrá picado a Salla porque él nunca ha visto pasar su vida por delante de sus ojos después de que estuviera a punto de tragárselo una estrella de neutrones, pero, con independencia de lo que a ella le pase por la cabeza, él no tiene ninguna intención de casarse ni de renunciar al contrabando, y menos ahora que Chewie y él están en la cima. Cuando le da la vena cuñada, Han incluso compara el matrimonio con una condena de trabajos forzados en una mina imperial. ¿Visteis la pinta de fulano que tenía en La guerra de las galaxias? No os puede sorprender esa actitud ahora.

Por lo tanto, y tras valorar concienzudamente todas las circunstancias, Han hace lo más sensato y razonable: escapar de estampía. Eso sí, le deja a Salla un mensaje de despedida. Todos hemos visto rupturas peores.

Además, Han lleva algún tiempo oyendo rumores de que hay un mecánico excepcional en el Sector Corporativo y le gustaría que trabajase en el Halcón para convertirlo en la nave más pepino de la saga.

Este es el reencuentro de Salla y Han en Imperio oscuro. A diferencia de lo que ocurre en Madrid, en esta galaxia muy lejana sí te encuentras con tu ex.

A partir de aquí podéis olvidaros de Han Solo hasta nuevo aviso, porque desaparece de esta novela para protagonizar otras tres aventuras: Han Solo at Stars' End, Han Solo's Revenge y Han Solo and the Lost Legacy. Brian Daley escribió esta serie de novelas después del estreno de La guerra de las galaxias, entre 1979 y 1980, por lo que no solo son anteriores a El Imperio contraataca, sino que se llevan más de quince años con la trilogía que estamos tratando en esta entrada.

Visto en retrospectiva, no sé hasta qué punto merecía la pena encajar las novelas de Daily en el canon del Universo Expandido, pero alguien, ya fuera la autora motu proprio o su editor, decidió que tenía que hacerse.

Ahora bien, como no deja de ser raro que el protagonista se esfume en mitad de su historia, Crispin introdujo una serie de interludios para resumir las andanzas de Han en el Sector Corporativo y en la Hegemonía de Tion. Incluso conociendo el motivo de este recurso narrativo, el resultado queda raro de narices, y el lector casual sin duda se preguntará por qué porras en una novela de Han Solo las partes más breves son precisamente las de sus aventuras. Pero si a alguien se le ocurre una idea mejor que la que tuvo Crispin para encajar las piezas del puzle, solo tiene que viajar al pasado y convencer a la editorial para que lo cambie. Yo estaré aquí esperando.

Novelas insertables, ¡qué concepto!

Como no soy médico, no sé cuántas pruebas forenses puede uno hacer con un hutt que se ha quedado tieso (y prefiero no indagar al respecto, porque me aterroriza pensar en el número de agujeros susceptibles de exploración), pero el equipo de requeteexpertos que contrató Durga ha descubierto rastros de veneno en el buche de Aruk. Tirando de ese hilo, Durga acaba descubriendo también la fuente de la escurridiza sustancia: las ranas de los árboles-nala. ¿Y quién le ofrecía aquellas verdosas degustaciones culinarias a su padre? Teorenza, el Altísimo Gran Sacerdote de Ylesia.

A la vista de todo esto, quizá os estáis preguntando qué han estado haciendo exactamente los subalternos de Xizor para estorbar la investigación de Durga. ¿Habían alquilado la habitación contigua al estudio forense y ponían canciones de Sy Snootles a todas horas para que les costase más concentrarse? ¿Les llenaban el buzón de publicidad de comida neimoidiana? Fuera lo que fuese, o bien no ha funcionado, o bien yo no acabo de pillar esa subtrama.

En cualquier caso, este descubrimiento no implica que Durga pueda dar carpetazo al asunto. El hutt está convencido de que el t'Landa Til solo era un peón, y aún necesita pruebas que confirmen la implicación del clan Desilijic en el asesinato de Aruk. Y a no ser que pida al Sol Negro que le saque las castañas del fuego, le va a tocar rascarse aún más los bolsillos.

También hay otro inconveniente: el rol que juega Teorenza como Altísimo Gran Sacerdote de Ylesia es clave para mantener los lucrosos resultados financieros que está dando el clan, así que Durga no puede liquidarlo y dárselo de comer a los peces sin más. Antes tiene que buscar y adiestrar a un sustituto. Es un engorro, pero uno no siempre puede tirar de becarios para ahorrarse costes de nómina y esperar lo mejor, ¿verdad?

"¡TEORENZAAAAA!".

Mientras Han vive aventuras de las que ya nadie se acuerda, el clan Desilijic acusa pérdidas cada vez más preocupantes, y los Besadii les están comiendo la tostada. Además, aparte de las mordidas habituales que se cobran senadores y oficiales imperiales, también están pagando el doble de impuestos para que Palpatine no se plantee atacar Nal Hutta otra vez. A este ritmo, irán a la ruina.

La salud financiera del clan es inversamente proporcional a la irritación de Jabba, que, a riesgo de chinchar a su tía, le sugiere que mande a su bebé a una sala de cuidados comunal, para poder concentrarse en los negocios. Jiliac se ofende y se niega en redondo. Se lo planteará, si acaso, dentro de un año, cuando el bebé ya pueda sujetar la cabecita y no sea una bolota grimosa que apenas puede arrastrarse sola. 

Jabba cambia de estrategia y dice que deberían aprovecharse al menos de la creciente inestabilidad política que está provocando el movimiento rebelde, que cada vez está más consolidado y madurito. De hecho, los hutts han tenido noticia de que Mon Mothma, la "senadora renegada", se ha camelado a tres grupos rebeldes para que firmen un tratado. Ahora, Corellia, Alderaan y Chandrila forman parte del mismo frente, y solo es cuestión de tiempo que más sistemas se unan a la fiesta. La solicitud de ingreso de Orihuela del Tremendal aún está tramitándose.

Jiliac prefiere mantenerse al margen del politiqueo, pero acepta la tercera y última propuesta de Jabba: solicitar una reunión de líderes al Gran Consejo para evitar que el clan Besadii los barra del tablero de juego.

Durante la reunión de los jefes, el propio Jabba acusa a los Besadii de querer hacerse con el control total del espacio hutts y de ser el único clan que no sufrió pérdidas en la batalla de Nal Hutta ni aportó fondos a los sobornos. Exige, por tanto, que se les imponga una multa y que el importe se distribuya entre todos los perjudicados.

Madre mía, y yo que me quejaba de las disputas comerciales de La amenaza fantasma...

Todos los clanes votan a favor de la multa y se decide además que al clan Besadii permanezca fuera del consejo hasta que pague un millón de créditos en concepto de daños y perjuicios.

¿Eso es mucha pasta? No soy un experto en economía galáctica, pero, viendo el resto de cifras que se manejan en esta trilogía, un millón de créditos no me parece algo disparatado. Por compararla con otra cantidad que se menciona en esta misma novela, Boba Fett cobra 300.000 créditos por una recompensa prioritaria. Me recuerda a aquella escena de Austin Powers en la que el Dr. Maligno dice a sus esbirros que pedirán un rescate de un millón de dólares, y le contestan que eso no es gran cosa, que Virtucon produce más de 9.000 millones de dólares al año. No sé por qué me acuerdo de esos detalles.

[Música dramática de peli de espías.]

Desde que Mon Mothma se ha hecho cargo de las labores diplomáticas y del mando estratégico de la Alianza, Bria Tharen ha regresado a las trincheras y se ha convertido en la líder de la Mano Roja, el escuadrón más belicosero de la compañía más belicosera del tercer batallón más belicosero del ejército rebelde. 

A las órdenes de Bria, la Mano Roja intercepta un navío esclavista procedente de Ylesia. ¿Su misión? Rescatar a los prisioneros antes de que los vendan al mejor postor y liquidar a los esclavistas. No hace falta ser un gran juez de carácter para darse cuenta de que Bria ha cambiado desde que no era más que una chiquilla inocente que creía en aquella patochada del Uno y el Todo y se sometía de buen gusto a ceremonias rituales de placeres psicodélicos. Como líder, cuida de los suyos, pero al enemigo, ni agua, en especial cuando se trata de traficantes de esclavos. De hecho, bajo su mando, la Mano Roja se ha ganado cierta reputación entre los propios rebeldes. Luchan sin cuartel, no hacen prisioneros y ni siquiera se planchan la ropa.

¿Queréis pruebas de cuánto ha cambiado Bria? Pues después de que la parte más difícil de la incursión haya concluido, la tía va y le agujerea las tripas de un disparo a una traficante. Pero el tiro no lo mata inmediatamente, así que se le acerca y, apuntándole a la frente, le pregunta: "¿Quieres que lo haga?". La esclavista consigue responderle que quiere vivir. ¿La ayuda Bria? No. Se encoge de hombros y le dice: "Por mí perfecto. Me parece que quizá te queden unos cinco minutos de vida". Luego le pasa por encima y sigue a su rollo.

En serio, la tía es más dura que un estatua de piedra de Harry el Sucio. Solo le falta cambiar la pistola desintegradora por un Magnum 44 y ponerse una bléiser gris con coderas para parecerse al personaje de Clint Eastwood. Aunque supongo que entonces también podría hacerse pasar por la profesora de un colegio californiano cualquiera.

Por suerte para los peregrinos a los que rescatan, el médico de la Mano Roja ha diseñado una terapia para ayudar a los peregrinos a librarse de la adicción a la Exultación sin necesidad de pasar por todas las engorrosas fases de recuperación. De hecho, la terapia funciona tan bien que algunos esclavos deciden unirse a la causa rebelde. Aun así, los superiores de Bria empiezan a estar mosqueados con los métodos de la Mano Roja. Para empezar, deberían dejar de llamarse la Mano Roja. ¿Qué tal los Alegres Compañeros o las Hermanitas de la Caridad? ¡Para disimular al menos!

Poco después del rescate, el superior directo de Bria le informa de que su próximo destino es el Borde Exterior, donde los rebeldes andan escasos de personal. Bria le dice que deberían dejarse de gaitas y tomar Ylesia para liberar a todos los esclavos, que a lo tonto llevan tres novelas atrapados en el planeta sin un solo héroe dispuesto a sacarlos del apuro. Además, con esta operación de rescate, no solo conseguirían reclutas nuevos a precio de saldo, sino también especia para financiar la guerra, porque, sorpresa, sorpresa, las armas no te las regalan con las cajas de cereales.

El superior de Bria no cree que la Alianza apruebe la venta de drogas como método de financiación (por aquello de que son los buenos y deberían mantener una mínima superioridad moral, ya sabéis), pero Bria le sugiere que entonces cierre el pico y disimule.

La idea no acaba de convencer a su jefe y, aunque lo hiciera aún tendrían que lidiar con la atmósfera de Ylesia, que es muy traicionera y ya les hizo perder una nave en la última incursión (qué bien hilado está eso con la llegada de Han a Ylesia en la primera novela; incluso parece que la autora lo tuviera pensado y no improvisara sobre la marcha como Disney con las secuelas). En definitiva, la Alianza necesita mejores pilotos y más adiestramiento.

Mmm... No se me ocurre a quién podrían recurrir. ¿Creéis que será algún personaje que haya salido antes? ¿Alguien cuyo nombre esté en el título de la trilogía?

Bria Tharen tiene un pequeño papel en el cómic Inframundo: La basílica de Yavin. Ella es el abuelo barbudo. Os dije que había cambiado.

Un capítulo más tarde, nos reencontramos con Bria a bordo del crucero de lujo Reina del Imperio, en el que ha comprado pasaje bajo la identidad falsa de Bria Lavval, una cantante de cabaret y aspirante a estrella. También podría haberse disfrazado de elefante enano azul y decir que era el famoso organista Max Rebo, pero no todo el mundo sabe aprovechar las oportunidades que le brinda la vida para cumplir sus sueños.

Curiosamente, Bria no es la única persona que viaja de incógnito en la nave. Boba Fett ha subido a bordo disfrazado de anómida (una especie humanoide creada para uno de los módulos del juego de rol original de La guerra de las galaxias, aunque no deberíais saber eso si tenéis dignidad) con la esperanza de capturar a la rebelde con vida. A lo mejor esta vez incluso le sale bien la jugada. La esperanza es lo último que se pierde, incluso si eres una princesa sin reino y dependes de un viejo ermitaño que vive en mitad del desierto.

El único conocido que va hoy a cara descubierta es Lando Calrissian, para el que la ludopatía es un modo de vida y que está haciéndose de oro en el casino del crucero. Allí es precisamente donde conoce a Bria, a la que el encargado convence para que suba al escenario con la banda de música y berree un poco para el animar el cotarro. ¡Marcha! ¡Ritmo! ¡Ra, ra, ra!

A pesar de que su técnica es imperfecta (se dejó el Auto-Tune en el otro bolso), Bria es una pelirroja con un vestido de lentejuelas, o sea, una versión de proporciones humanas de Jessica Rabbit, por lo que compensa su falta de talento con un sexapil que enloquece. Además, le pone sentimiento, así que no es de extrañar que su canción sobre el amor perdido cautive al público, en especial al masculino. Yo me la imagino interpretando el bolero Vete de mí, de Virgilio Expósito, con la voz de Olga Guillot. Vosotros sois libres de escoger otra canción.

Después del número musical, Lando se presenta a Bria y la saca a menear el esqueleto. Pero Lando es Lando, así que tiene segundas e incluso terceras intenciones, y solo una de ellas conlleva desayunar en pareja. Para empezar, en cuanto se entera de que su nombre de pila coincide con el que le puso Han a la nave que le alquiló en la novela anterior, le pregunta si no será la misma Bria de la que le habló su amigo.

¿Os sorprende? Debería. De acuerdo con el libro de reglas del juego La era de la rebelión, hay 3.200.000.000 sistemas habitables en la galaxia, así que es epatante y descacharrante que incluso personajes que no se conocen de nada acaben cruzándose más de lo que yo lo hago con mis vecinos. Puede que estas historias transcurran en una galaxia muy, muy lejana, pero también es una galaxia muy, muy canija.

Bria admite que conoció a Han, pero le resta importancia a su relación. "Solo es parte de mi pasado, igual que un montón de otros hombres", dice. La tía está metidísima en el papel de femme fatale. Solo le falta el cigarrilo con boquilla y arrearle a alguien un guantazo. Seguro que la gente haría cola.

"Yo no soy mala, es que me han dibujado así".

Bria y Lando congenian, y quedan en verse en un rato en el camarote de ella para continuar la conversación sobre sus conocidos mutuos. Un rato es todo lo que necesita Lando para comprar vino y flores, porque el resto de cosas que necesita las lleva en la capa. Pero no penséis mal, no de Bria al menos. Lo único que quiera ella es tener noticias de Han. La tía no se quita de la cabeza.

Error por su parte. Fett la pilla distraída cuando va a entrar en su camarote y la deja grogui con un dardo soporífico.

Sí, habéis leído bien: soporífico. La palabra no viene en el diccionario, y, la verdad, no sé si es una errata y debería poner somnífero, o si los dados soporíficos son a los dardos somníferos lo que los sables láser a las catanas. Podéis investigarlo si queréis.

Tal y como Bria se derrumba, Fett entra en el camarote y, sin apenas despeinarse, liquida a los dos oficiales rebeldes y al guardaespaldas que esperaban dentro. En algún momento tenía que hacer honor a su fama, por inmerecida que esta sea, y el cupo de hacer el ridículo ya lo cubrió con las dos novelas anteriores.

Cuando Bria se despierta poco después, está atada y nadie le ha traído un café y un cruasán, así que no debe de ser la hora del desayuno. Fett habla con ella y le dice que, después de su última operación de rescate de esclavos, el clan Besadii dobló la recompensa por su cabeza, y aunque él también está en contra de la esclavitud, es un cazador de recompensas y tiene que hacer su trabajo. Además, como no tiene vergüenza alguna, incluso presume de obedecer las leyes y de poseer un gran sentido de la moral. ¿Ese gran sentido de la moral está aquí con nosotros en este momento, señor Fett?

Al menos, el cazarrecompensas se compromete a informar al padre de Bria de su defunción prematura una vez la haya entregado a los hutts.

Lando llega en ese momento al camarote y ve a Fett con la sartén por el mango. Como sabe que no tiene nada que hacer, ni se molesta en intentar un rescate y se rinde. Total, su plan para esta noche ya se lo han chafado.

Fett ata a Lando (un auténtico cazarrecompensas nunca sale de casa sin 50' de cuerda y una pértiga de 10' de largo) y le dice a Bria que, si se porta bien durante el resto del viaje, dejará al jugador con vida.

De pronto, el crucero sale bruscamente del hiperespacio y empieza a sonar la alarma. Unos piratas han abordado el Reina del Imperio usando el viejo truco de mover un asteroide para que su sombra gravitatoria fuerce la salida de la nave del hiperespacio. ¿No lo habéis intentado nunca? Pues tenéis que probarlo; es la monda.

Fett saca a Bria y Lando deprisa y corriendo del camarote para robar una lanzadera y largarse pitando antes de que los piratas los pillen. ¿Recordáis cuándo fue la última vez que un plan le salió bien? Yo tampoco. Los piratas los rodean, y Fett empieza a echar cuentas. ¿A cuántos piratas podrá dar pasaporte antes de que lo conviertan en un colador? Yo digo que antes se tropieza con una cáscara de plátano y se esmorra. Pero, para desilusión de los amantes de la acción o de la comedia, la situación se resuelve pacíficamente.

Por casualidades de la vida resulta que la capitana de los piratas no es otra que Drea Renthal, la mercenaria veterana que apoyó a los contrabandistas en la batalla de Nar Shaddaa. Todos vecinos, lo que yo decía. Además, a pesar de la diferencia de edad, Renthal y Lando fueron pareja durante una temporadilla. Un dandi como él tiene amigas en todos los rincones de la galaxia, y, en palabras de Han, Lando era "el juguete favorito" de la pirata. El tío debe de ser tan bueno en la cama que casi hace que merezca la pena tener que tratarse recurrentemente con antibióticos y lociones antiladillas.

Tras discutir todos como personas civilizadas, el cuarteto consigue llegar a un acuerdo: Fett dejará a Bria y Lando con la capitana Renthal y, a cambio, le permitirán ahuecar el ala en una lanzadera con 100.000 créditos en efectivo, la misma cantidad que los hutts ofrecen por Bria.

Los hay que nacen con una flor en el culo. Fett tiene un ramo entero con una tarjeta de felicitación personalizada.

Es el mejor porque tiene la cara más dura que el cubo que lleva por casco.

Solucionado el problema y después de asimilar que Bria sigue enamoriscada de Han, Lando le cuenta que su amigo común lleva ya un año fuera de Nar Shaddaa y que probablemente estará viviendo toda clase de emocionantes aventuras de difícil encaje canónico.

Por su parte, Bria le cuenta que se dirige a Nal Hutta para presentar una propuesta a Jiliac, así que, para no hacernos perder el tiempo, digamos que eso es precisamente lo que hace a continuación.

Su oferta es simple: si el clan Desilijic despacha a los t'landa Tils que hay en Ylesia y además dota a la Alianza de fondos para comprar munición y combustible en el centro comercial más cercano, las tropas de la Mano Roja se ocuparán de volar por los aires las fábricas ylesianas y no dejarán nada que los Besadii puedan reaprovechar, acabando así con su principal fuente de ingresos.

Jabba está dispuesto a dar "like" a la idea de Bria e incluso podría llegar a suscribirse a su canal, pero Jiliac rechaza la oferta de plano. En primer lugar, como ya le dijo a su sobrino antes, el clan Desilijic no apoyará a ninguna facción en la guerra (la guerra de las galaxias, para más señas), y, en segundo lugar, no quiere destruir las fábricas de especia, sino controlarlas. Y por mucho que le pese a Jabba, Jiliac es el líder del clan y tiene la última palabra. Seguro que también tiene los mejores asientos en las carreras de vainas, pero ahora eso no viene al caso.

Jabba piensa para sus adentros que acabarán arrepintiéndose de haber desaprovechado esta oportunidad, igual que se arrepintieron de ver La aventura de los ewoks o de no hacer la colección de figuras de plomo de Star Wars de Planeta DeAgostini. Es más, aunque esté feo decirlo, Jabba está cada vez más convencido de que la maternidad ha vuelto a su tía "estúpida y débil". Y eso por no mencionar que aún no ha conseguido perder los kilos que ganó con el embarazo.

Después de este chasco, Bria pasa una velada con Lando y le propone unirse a la resistencia rebelde. Debió de causarle una buena impresión cuando hizo ABSOLUTAMENTE NADA para liberarla de Boba Fett.

Lando ni se plantea unirse a la rebelión. Prefiere cambiarse de muda todos los días y usar desodorante a jugarse el cuello en las trincheras. Está demasiado apegado a los lujos como para ser soldado. 

Bria le dice que ella no podrá disfrutar de la vida con normalidad hasta que el Imperio haya sucumbido y Palpatine se haya caído por el reactor de una gigantesca estación de combate (es menos específica que yo, pero ya me entendéis).

A falta de un recluta, Bria se interesa por la batalla de Nar Shaddaa y pregunta a Lando si los contrabandistas estarían dispuestos a realizar acciones militares a cambio de dinero. Esta parte de la conversación es tan sutil que no soy capaz de deducir hacia dónde me está llevando la historia.

Bria Tharen, líder rebelde. Pintura al óleo de Brian Rood.

Sé que os costará creerlo, pero Han aún forma parte de esta novela y, en el tercer y último interludio, descubrimos que ya ha iniciado el camino de regreso a la Luna de los Contrabandistas. Más vale tarde que nunca.

Y por si os estabais preguntando por la huella que dejó la trilogía de Brian Daley en la saga, la respuesta es que escasa. Si descontamos las mejoras que le hace Han al Halcón Milenario en ese periodo, el único recuerdo que el corelliano trae consigo del Sector Corporativo es una camiseta que dice: "Estuve en el Sector Corporativo y solo conseguí esta estúpida cicatriz en el mentón". Para que luego digáis que todas las novelas de la Guerra de las Galaxias son de relleno...

De camino a Nar Shaddaa, el Halcón hace una parada en Kashyyyk para comprar algo de picar y que Chewie pueda ver a su familia. Ah, sí, se había casado, ¿no?

Al llegar a casa, Chewie descubre que ha sido padre de un abrigo de pelo de talla S. Mallatobuck dice que el hijo es suyo, y no seré yo quien sugiera que es mucha casualidad que Chewie la dejase embarazada durante la única y breve visita que hicieron Han y él al planeta antes de mudarse al Sector Corporativo. Además, el niño se parece mucho a su abuelo.

La familia de Chewbacca años más tarde, durante la celebración del Día de la Vida. No ganan para atrapapelos ni desparasitadores.

En el tiempo transcurrido desde la última vez que estuvimos con Durga, la investigación sobre el asesinato de su padre se ha estancado, y el hutt está que se sube por las paredes. Tiene los puntos delante de sus narices, pero es incapaz de unirlos.

Hasta tal punto está Durga obsesionado y desesperado que, actuando en contra de sus instintos y del sentido común, se rinde y pega un holofonazo al príncipe Xizor. El líder del Sol Negro, por supuesto, se muestra encantado de echarle un capote, faltaba más; pero a cambio le pide información sobre las defensas planetarias de Nal Hutta. Suena algo más capcioso que pedirle una carretada de billetes, pero Durga acepta sus condiciones.

Xizor, feliz como unas castañuelas, encarga a su guardaespaldas Guri que entregue personalmente las pruebas a Durga y que también le ayude a vengarse de Jiliac. No obstante, debe asegurarse de que Jabba y Teorenza no sufran ningún daño, ya que aún pueden serle útiles. Además, Jabba firmó un contrato para aparecer en la edición especial del Episodio IV, y lo último que querría una organización criminal como el Sol Negro es enfrentarse a los abogados de Lucas.

No sé cómo soporta Guri a este tiparraco. Debe de ser cosa de su programación.

Después de pasar todo un año de parranda, Han y Chewie por fin regresan a Nar Shaddaa. Hogar, dulce hogar, al menos para esta caterva de criminales que opera al margen de la ley.

Salla Zend, por alguna razón, ignora a Han (las mujeres son seres misteriosos e inescrutables), así que el corelliano visita a su amigo Lando para que le ponga al día de las noticias y los chismorreos locales.

Lando le cuenta todo sobre su aventura a bordo del Reina del Imperio (salvo las partes en las que flirteó descaradamente con Bria) y también que Mako tuvo un encuentro desafortunado con unos asaltadores espaciales y jamás volverá a bailar flamenco. Al fin y al cabo, no es que en Star Wars existan las extremidades robóticas perfectamente funcionales como la que pusieron a Luke en la mano o a Darth Vader en TODO EL CUERPO.

Los chicos hacen una colecta para comprar a Mako el último modelo de silla repulsora, con amortiguación trasera y hasta tubo de escape; pero, cuando van a visitarlo al centro de rehabilitación, el hombre está demasiado amargado y deprimido como para agradecer el detalle. De alguna manera había que explicar que, entre estas novelas y los cómics de Imperio oscuro, Mako hubiera cambiado lo bastante como para vender a Han a cazarrecompensas e imperiales. Debo decir que "se volvió malo porque no podía caminar" no está en mi lista de mejores motivos, pero es el que escogió la autora.

Han también va a ver a Jabba, que ha echado de menos al corelliano y lo recibe con entusiasmo.

"¡Han, muchacho! ¡Qué maravilla volver a verte!", exclama en huttés nada más verlo.

Por si no domináis la noble lengua de los hutts, la primera frase suena en la trilogía original tal que así: "¡Han, ma bookie!". No sé vosotros, pero yo puedo escuchar la voz de Jabba perfectamente en mi cabeza. Jo, jo, jo.

Paradójicamente, no falta mucho para que Jabba apriete las clavijas a Han por perder un cargamento de especia y, en poco más de cuatro años, el corelliano estará decorando la pared del palacio de Jabba en Tatooine. Pero hoy todo son buenas palabras y palmaditas en la espalda. Incluso le deja sentarse en su cola; todo un honor y un privilegio para un humano, aunque tenga que lidiar con la viscosidad y el olor a fruta pasada de los hutts.

Jabba pone a Han al corriente de los problemas que han tenido con el clan Besadii desde que él se marchó y le pregunta si considera viable el plan de Bria. Han cree que, con una fuerza de combate medianamente competente, tomar las colonias ylesianas sería pan comido.

¿Cómo era aquel refrán...? Ah, sí. Aún no asamos y ya empringamos.

Han carbonatado.

En Ylesia, Teorenza lleva ya algún tiempo moviendo fichas para hacerse con el cotarro e independizarse del clan Besadii. Su jugada más reciente ha sido traer a las compañeras de los sacerdotes t'landa Tils al planeta, incluida la suya, ya que los hutts las mantenían amistosamente retenidas en Nal Hutta para garantizar la buena disposición de sus primos lejanos.

Cuando Durga se entera de lo sucedido, llama a Kibbick para cantarle las cuarenta. Kibbick está en la parra y ni siquiera se había dado cuenta de que las t'landa Tils andaban libres por Ylesia de la manita de sus parejas. Durga le ordena que ponga orden antes de que los sacerdotes se amotinen y le hagan picadillo.

Kibbick, taquicárdico, se enfrenta a Teorenza y le dice que mande a las hembras de vuelta a Nal Hutta por envío certificado urgente o, si no, ¿qué sé yo?, ¿lo suspenderá de empleo y sueldo con posibilidad de impugnar la medida en el plazo de veinte días hábiles?

El Gran Sacerdote le contesta que naranjas de la China, que está más que refrito de recibir órdenes de un hipoglúcido, y, sin pena ni remordimiento, agacha la testa y le pega una buena cornada, pinchándolo como a una anchoa de aperitivo. ¿Ha pedido el público un bis? Creo que sí. ¡Más cornadas!

Después de hacerle a Kibbick varios ombligos nuevos y redecorarle las tripas, Teorenza disimula el estropicio disparándole a bocajarro. Así podrá culpar del asesinato a la Mano Roja. Si es que cómo son esos terroristas rebeldes, no hay quien los pare.

Esta es una aproximación de la cara que podría poner un hutt cuando le perforan el nefridio.

El Gran Sacerdote llama a Durga para comunicarle la mala noticia, pero Durga no se traga el cuento, porque tiene información sobre la localización de la Mano Roja, y, en este momento, el escuadrón está más cerca de los mundos de Yupi que de Ylesia.

En cualquier caso, Teorenza no es la preocupación principal del hutt en este momento. Guri le ha entregado las pruebas que incriminan a Jiliac en el asesinato de Aruk, y se ofrece a acompañarle al palacio del líder del clan Desilijic para ajustar cuentas.

Tras ser recibido en la cámara de audiencias, Durga invoca la Antigua Ley para desafiar a Jiliac a un combate a muerte.

"Tú mataste a a mi padre. Prepárate a morir", le dice más o menos, haciendo una imitación pasable de Iñigo Montoya.

Jiliac, dos veces más grande que él, acepta el desafío.

¿Habéis probado alguna vez en golpear dos bolsas de basura llenas hasta arriba de basura orgánica? Yo no, pero imagino que una pelea de hutts no debe de ser muy distinta de eso.

Jabba, Han y Chewie, que estaban haciendo inventario de un cargamento, oyen el alboroto desde otra estancia y se apresuran hasta la cámara de audiencias. El trío frena de golpe al toparse con Guri plantada en la puerta, serena y firme, 45 % Terminatrix, 45 % Barbie® karateca y 10 % Amparo Soler. Guri les informa de que los líderes de los dos clanes están sacudiéndose de lo lindo, conforme a sus sanas y loables costumbres, y, por lo tanto, nadie debe interrumpirlos.

A pesar de que en este espectáculo nadie vende perritos calientes ni palomitas, Jabba se muestra extrañamente conforme con al situación, incluso complacido. Han le dice que pensaba que quería a su tía.

"Y la quiero, Han", contesta el hutt. "Pero ahora estamos hablando de negocios".

Ya sabéis lo que dicen: para hacer negocios no se requiere ingenio; basta con no tener delicadeza.

Jabba pide al corelliano y al wookie que se marchen, y presencia el fiero y seboso combate con expectación.

Al final, Durga derrota a Jiliac y, para rematarla, la que despachurra a coletazos al grito de "¡Muere! ¡MUERE!". Es un momento precioso: repleto de sangre, carne aplastada y sesos desparramados.

Concluido el combate, Durga aún tiene ganas de bronca y pretende darle a Jabba una buena ración de sopapos. Sin embargo, Guri le frena los pies (o el pie) y, con mucha serenidad, procura que le quede meridianamente claro que aquí se termina su venganza. Además, el último autobús sale en media hora.

Después de que las visitas se marchen, Jabba se acerca al cadáver de su tía. ¿Echa una lagrimilla? Pues no, porque, conforme a las reglas de sucesión de los hutts, Jabba acaba de convertirse en el líder del clan Desilijic. O eso es lo que se cree hasta que ve que el cuerpo de Jiliac se agita de repente. ¿Está viva? Imposible. El bebé hutt sale de la bolsa de su difunta madre gimoteando y meneando sus bracitos rechonchos.

Si tenéis la piel muy fina, quizá prefiráis terminar de leer este párrafo, saltaros el siguiente y luego continuar leyendo a partir de la imagen. Para ser felices, incluso podéis pensar que el retoño mira con sus ojazos de cachorrito inocente a Jabba y que el corazón del señor del crimen se ablanda y lo adopta, criándolo como si fuera su propio hijo.

Para los que prefiráis conocer la verdad, lo que ocurre realmente es que Jabba chafa al bebé de un coletazo. ¿Pensabais que una babosa depravada como Jabba tenía alguna clase de escrúpulo? Pensadlo dos veces. Al menos, Jabba comete este infanticidio fuera de cámara. A eso se le llama tener buen gusto.

Antes de que Guri compre su billete de clase business para regresar a Coruscant, Durga le pide que traslade otra petición a Xizor en su nombre: quiere que le preste algunas tropas militares para poner un poco de orden en Ylesia y así disuadir a Teorenza de crear complicaciones hasta que pueda reemplazarlo por su homólogo mexicano no sindicado.

Excelente. ¿Por qué no le pide también los DVD descatalogados de la serie Las Guerras Clon, de Tartakovsky, o el prototipo de la figura de acción de Boba Fett con lanzacohetes funcional? Ya puestos...

A cambio, Durga le ofrece un porcentaje de los beneficios de este año. El porcentaje concreto no lo menciona, pero ya se encargará Xizor de poner una cifra. Esa cifra es el 30 % durante DOS años, y no es negociable. Ya lo decía el viejo Aruk: nunca trates con reptomamíferos. 

Algo más tarde, Durga contrata a Boba Fett para que liquide a Teorenza y le traiga su cuerno como souvenir. Incluso está dispuesto a pagar la tarifa correspondiente a una recompensa de prioridad: 300.000 créditos del ala. Se habla poco de la burbuja del mercado de la caza de recompensas.

Traducción: por el interés te quiero, Andrés.

Jabba contacta con Bria para informarla de que, como nuevo líder del clan Desilijic, está en disposición de aceptar la propuesta que le hizo a su tristemente fallecida tía. De hecho, ya ha mandado operativos a Ylesia para despachar a los t'landa Tils y está haciendo el resto de preparativos para llevar a cabo la incursión de la que hablaron.

Por supuesto, a Bria todo esto le parece chupilerendi. Ahora solo necesita pilotos aguerridos y mañosos que puedan conducir a sus tropas hasta la superficie del planeta sin convertirse en una gran bola de fuego. 

Bria encuentra a Han en un barucho de Nar Shaddaa y lo aborda para hablar con él. Han pasado ya cerca de diez años desde que se separaron, y esta es la primera vez que se ven desde que Han visitó el piso de Shild y pensó que ella era su amante. El contrabandista podría haber llevado el reencuentro con calma y moderación, pero, en lugar de eso, se comporta como un mono al que le hubieran birlado los plátanos. Aun así, Bria no se corta y le pide ayuda para convencer a sus colegas contrabandistas de colaborar con la Alianza Rebelde en el ataque a Ylesia. A cambio, podrán llevarse un buen pellizco de la especia.

En el primer caso conocido en la historia de Star Wars de "eres tú, no soy yo", Han le dice a Bria que ya no es la mujer que conoció en Ylesia. Él también ha oído hablar de cómo se las gasta la Mano Roja y la acusa de ser una mujer sin escrúpulos, una mentirosa y una fulana. En resumen: qué malas son las mujeres.

Sin nada más que añadir, Han deja a Bria con la palabra en la boca y se larga con viento fresco. Dichoso machismo de la porra.

Sin embargo, esa misma noche, en el pisito de soltero que comparte con Chewie y su androide doméstico CéCé (podría ser la premisa de una comedia de situación), Han no para de darle vueltas al asunto, ni siquiera en sueños. Quizá debería haberse tomado una taza de leche con cacao bien calentita. A mí suele funcionarme.

Antes de que suene el despertador, Han sale de la cama, se viste y va a buscar a Bria a su hotel. Ella le abre la puerta con "un camisón que resultaba un poco demasiado corto para ella"... y un desintegrador en la mano.

Han le dice que se lo ha pensado mejor, que actuó apresuradamente porque estaba dolido (noooo, ¿en serio?) y que acepta su oferta. Pero solo serán negocios, que conste.

Claro que sí, negocios. ¿Cuánto tiempo les dais antes de que estén revolcándose en la cama?

Bria, a diferencia de Q'ira, no negocia con señores del Lado Oscuro que se benefician de deducciones por discapacidad.

Durante los preparativos para el ataque, Han y Bria se reconcilian poco a poco. También hay varios reencuentros con viejos aliados, incluidos nuestros togorianos favoritos Muuurgh y Mrrov, que deben de haberse cansado de jugar con bolas de lana y están listos para regresar a Ylesia y liberar a los esclavos.

Es precisamente en Togoria donde, por pensar que Han y Bria siguen siendo pareja, les dan una única habitación para pasar la noche. Y, por supuesto, pasa lo que tenía que pasar. 

Dejemos que la música sensual de Barry White avive la llama del amor:

I'm gonna love you, love you, love you just a little more, baby

I'm gonna need you, need you, need you every day

I'm gonna want you, want you, want you in every way

Bria promete a Han que, después de la batalla, siempre estarán juntos. Nosotros ya sabemos que es no es posible, porque Han acaba casándose con Leia en todos los cánones existentes; pero eso no hace que estos momentos de Amor Verdadero™ sean menos duros. O sí. Supongo que depende del cariño que les tengáis a estos dos personajes y de lo sensibles que seáis a los romances que acaban en tragedia. Yo debo de estar ablandándome con el kilometraje, porque cada vez estoy más tierno.

Novelas de Star Wars que podría haber publicado la editorial Harlequin.

En medio de este torbellino de pasión apto para todos los públicos, el oficial superior de Bria le dice que les han llegado chismorreos de que el Imperio está metido en un proyecto realmente gordo para acabar con la rebelión de un plumazo. Por lo tanto, para financiar las contramedidas necesarias, necesitarán hasta el último céntimo que puedan rascar de la incursión ylesiana.

Una de dos: o bien se está refiriendo a la Estrella de la Muerte, o bien a un proyecto todavía más oscuro y secreto que... No, obviamente se refiere a la Estrella de la Muerte. Al Imperio no se le puede sacar de ahí. Primero fue la Estrella de la Muerte; luego, la Estrella de la Muerte 2: Electric Boogaloo; después, el Triturador de Soles (ahora con un 999 % más de devastación indiscriminada)... Incluso en el canon actual, cuando el remanente imperial se convirtió en la Primera Orden, construyó la base Starkiller, que es una Estrella de la Muerte 3.0; y, cuando uno estaba ya convencido de que esa tecnología de destrucción masiva no daba para más, ¡pumba!, apareció de la nada la flota del Sith Eterno, para demostrar que Palpatine, aunque sea poco original, desde luego no repara en gastos. Los imperiales son bastante predecibles.

"Este proyecto nos ha salido redondo".

Y por fin llega el día D, en el que los contrabandistas colaboran con los rebeldes en su ataque a Ylesia. A pesar de que nadie contaba con que, gracias al Sol Negro, el planeta tiene ahora unas defensas más que respetables (incluido un turboláser de gran calibre recién salido de fábrica y enviado con un lacito), el escuadrón de la Mano Roja consigue tomar el control del lugar. Ciertamente, los buenos sufren más pérdidas de las que esperaban y algunos personajes secundarios pasan a la lista de los que dejaron de fumar definitivamente; pero, teniendo en cuenta que a algunos de ellos ni siquiera lo he mencionado en mi resumen, no creo que ahora os vayan a importar sus nombres.

Y aquí es donde viene el giro más o menos inesperado, porque los rebeldes traicionan a los contrabandistas para quedarse con toda la especia. Los únicos que se libran de que los capturen a punta de desintegrador (con intención, eso sí, de liberarlos más adelante) son Han y Chewie, y no porque sean más escurridizos que el resto, sino porque el corelliano es el ojito derecho de Bria y parece que al menos le permitirá quedarse con la mitad de los tesoros de Teorenza como pago por su ayuda.

Aunque a Han no le guste la idea de dejar vendidos a sus compañeros, especialmente a Lando, es un hombre práctico y se adapta al plan. Y esto es lo que explicaría, según esta novela, por qué en El Imperio contraataca Han no está seguro de cómo lo recibirá Lando. Sé que siempre quisisteis saberlo. Era un dato esencial para entender la película.

Teorenza ha conseguido escabullirse de los asesinos de Jabba para cumplir su propósito dramático en la obra y pilla desprevenidos a nuestros héroes en la Sala de los Tesoros. Los encañona con su arma, suena un disparo y... Teorenza se desploma con un hoyo humeante donde antes estaba su ojo izquierdo. Nada que no se arregle con un parche y un transplante de cerebro.

Boba Fett sale de las sombras con un rifle desintegrador y, sin dejar de vigilar a Han, Chewie y Bria, le aserrucha el cuerno a Teorenza. Luego explica que no ha venido a por ellos, y se vuelve por donde vino. La de ser un cazador de recompensas eficiente no se la sabe, me temo.

¿Puede ser que la fama de Boba Fett tenga más que ver con su asesor de imagen que con su talento? ¿Quién comisionó esta ilustración, por ejemplo? ¿Iba la factura a nombre de un tal Jaster Mereel?

Después de que Fett se marche, Han se queda atontado de puro alivio. Hubo algunos momentos difíciles, pero bien está lo que bien acaba. Por eso es una lástima que Han y Chewie no puedan disfrutar de las mieles de su triunfo.

Antes de que puedan decir "Ningún campo de energía mística controla mi destino" o "Nunca me digas las probabilidades", la pareja de contrabandistas se encuentra de nuevo al otro lado de un desintegrador. Y esta vez es Bria quien lo empuña.

¿Quién me iba a decir a mí que Albert Camus tendría algo de razón cuando dijo "dos hombres traicionados por la misma mujer son algo parientes"? Uno de los hombres un perro grande, pero tampoco es cuestión de ponerse picajosos.

Bria explica a Han que la Alianza necesita quedarse con todo el botín: la especia, el armamento, los créditos, los tesoros... incluso con los vales de descuento a punto de caducar. Pero, aunque esto sea así y no tenga vuelta atrás, la rebelde invita a Han unirse a ella y formar parte de la Alianza. Puede que no tengan planes de pensiones ni seguro médico, pero sí una gran convicción de estar haciendo lo correcto. Además, ella aún lo ama.

Pero de poco sirven las palabras. A Han no le hace ni pizca de gracia este contragiro de los acontecimientos y manda a la mujer al cuerno. Incluso rompe delante de sus narices la carta que le dejó cuando cortó con él en La trampa del paraíso (la ha llevado encima todos estos años porque nunca se cambia de chaqueta), y pone a Dios por testigo de que nunca volverá a pasar hambre, perdón, de que nunca volverá a confiar en una mujer.

Por suerte, la misoginia no le durará mucho. Calculo que, para cuando llegue a El Imperio contraataca, sino antes, ya se la habrá pasado.

Algunas historias que repiten más que el ajo.

Antes de abandonar Ylesia, Han le sugiere a Chewie que se separen para echar un último vistazo al recinto en busca de cualquier cosa valiosa que los rebeldes hayan podido pasar por alto. El wookie regresa con un grupito de niños humanos, hijos de los peregrinos corellianos y que parecen salidos de una representación teatral de Oliver Twist.

A Han no le apaña tener que hacer de canguro de unos mocosos zarrapastrosos, pero Chewie le insiste y, al final, él tampoco tiene estómago para abandonarlos. Maldiciendo su mala pata, sube a los críos a bordo del Halcón para llevarlos a algún lugar donde alguien pueda ocuparse de ellos.

Por fidelidad a la saga, si leéis las novelas, recomiendo que esta parte la imaginéis con todos estos delicados angelitos actuando igual de bien que los niños que George Lucas metió como figurantes en las precuelas, especialmente el que sale en La venganza de los Sith y dice la frase: "Maestro Skywalker, ellos son muy numerosos. ¿Qué podemos hacer?".

Su carrera como actor quedó prontamente truncada. Podría decirse que cortada por lo sano.

Durga, entre tanto, recibe la noticia de lo ocurrido en Ylesia, y le entra una bajona comprensible. Ahora está totalmente arruinado, en bancarrota, a dos velas, más pelado que el pompis de una rana... Sin embargo, no piensa rendirse. Pedirá ingresar en el Sol Negro y ascenderá hasta convertirse en vigo, que, aparte de ser el nombre del municipio más poblado de Galicia, es como se llama a cada uno de los tenientes de esta organización criminal. Y después, cuando haya reunido poder suficiente, desafiará a Xizor ¡y quién sabe si incluso al Emperador!

Delirios de grandeza, una película de Durga el Hutt, próximamente en los mejores cines.

Han aún está discutiendo con Chewie sobre dónde dejar a los críos cuando reciben una llamada interestelar de Jabba. El hutt felicita a Han por el éxito de la incursión, aunque el verdadero motivo de su llamada es que quiere que recojan un cargamento de especia en Kessel y lo lleven inmediatamente a Tatooine. Justo lo que Han necesitaba: realizar un viaje de contrabando con el Halcón convertido en una guardería. ¿Podrá deducirse al menos los gastos del viaje como gastos de formación?

Poco después, el Halcón Milenario abandona Kessel con los niños y el cargamento de especia, pero, antes siquiera de que Han trace el rumbo a las Fauces, se dan de morros con una nave del servicio imperial de aduanas. Este es uno de esos días en los que debería haberse quedado en la cama leyendo tebeos.

Han y Chewie consiguen despistar a la nave imperial y lanzan solapadamente los barriles de especia cerca de los pozos gravitorios de las Fauces antes de que otros tres navíos imperiales los intercepten, anotando las coordenadas para regresar luego a por ellos.

Si la historia empieza a resultaros familiar, es porque habéis visto las películas y ya deberíais saber cómo acaba esto.

Después de recibir una explicación relativamente creíble sobre la presencia de los niños a bordo (quizá deberían haberlos lanzado también al espacio, solo para asegurarse de que no hubiera problemas), los imperiales inspeccionan el Halcón a fondo. Todo parece en orden, pero el oficial al mando no se fía un pelo de Han y, como muestra de "buena voluntad", decide escoltar al Halcón hasta Corellia para asegurarse de que los niños llegan a salvo a su destino. Supongo que la alternativa era venderlos a una fábrica de calzado deportivo.

En Corellia reciben a Han y Chewie como héroes, pero el contrabandista está preocupado por la especia y sale de allí pitando en cuanto tiene ocasión. Y hace bien en preocuparse, porque, cuando regresan a las Fauces, la especia ya no está. En cambio, hay varias naves imperiales esperándolos. Resulta que los imperiales no son tontos del todo y, como se olían la tostada, les han tendido una emboscada. Gajes del oficio.

Para huir de sus perseguidores, Han se acerca más que nunca a los agujeros de las Fauces, con tal suerte que el Halcón establece una nueva marca para el Corredor de Kessel , no solo en distancia, sino en tiempo: doce pársecs. La frase "¿No habéis oído hablar del Halcón Milenario? Es la nave que hizo la carrera Kessel en menos de doce parasegundos" resuena en la cabeza de todos los fans de la trilogía original. O tal vez recordéis la versión más espectacular de esta historia que nos cuentan en la película Han Solo: Una historia de Star Wars. No voy a juzgaros por eso.

El Corredor de Kessel, ahora con un 100 % más de calamar monstruoso.

Como era de esperar, Jabba no se toma nada bien la noticia, y le da diez días a Han para traerle la especia o 12.400 créditos. Los negocios son los negocios.

Han regresa a Nar Shaddaa para pedir dinero prestado, pero ha corrido la voz de lo que ocurrió en Ylesia y son muy pocos los que confían en él. Lando incluso le arrea un puñetazo nada más verlo y no termina de creerse que a él también lo engañaron, y le advierte que no vuelva a acercarse a él jamás. ¿Jamás? ¿Ni siquiera en el hipotético caso de que estuvieran huyendo de unos destructores estelares, necesitasen hacer reparaciones en el Halcón Milenario, y Lando se hubiera convertido en en el respetable administrador de una ciudad construida por encima de las nubes?

Bueno, en ese hipotético caso, tal vez.

"Debes tener muchas narices para venir aquí después de lo que me hiciste".

Tras el triunfo de la misión en Ylesia, Bria y su escuadrón reciben órdenes de robar los planes de la nueva arma secreta del Imperio, que han transmitido a un centro de comunicaciones en el mundo restringido de Toprawa.

Toprawa era la novia de Cory en la serie Yo y el mundo, ¿no? ¡No importa! ¡Hay una batalla en curso!

La Mano Roja asalta el centro, que está fuertemente protegido, y resiste lo mejor que puede bajo el fuego imperial mientras los técnicos extraen la información y la transmiten a una nave correo rebelde. No me digáis por qué, pero sospecho que esa nave es una corbeta corelliana al servicio de la Casa Organa de Alderaan identificada como la Tantive IV.

Los rebeldes consiguen cumplir su misión, pero ninguno sale de allí con vida. Cualquier parecido con Rogue One es pura coincidencia.

Los últimos pensamientos de Bria son para Han:

"Adiós, Han".

No dije que fueran unos pensamientos especialmente memorables.

En cualquier caso, dentro de mi canon personal, quien robó los planos de la Estrella de la Muerte no fue la Mano Roja ni Felicity Jones con ayuda de Diego Luna, sino el mercenario Kyle Katarn en el videojuego Dark Forces. Y para él fue coser y cantar. De hecho, mi tiempo récord para completar esa misión, parándome a liquidar a todos los oficiales y soldados de asalto con los que me cruzo, son dos minutos y seis segundos. Tardo más en lavarme los dientes.

"Un momento... ¡Estos no son los planos de la Estrella de la Muerte! ¡Son las fotos de las vacaciones del Emperador en la Costa Brava!".

Han y Chewie viajan hasta Tatooine para hablar con Jabba cara a cara y convencerle de que, porfaplis, les dé más tiempo para pagar su deuda. Hasta el momento, sin embargo, el hutt ha ignorado todos sus mensajes. Aún debe de estar en la fase de "me enfado y no respiro", pero yo, si fuera él, respiraría todo lo que pudiera ahora, porque, dentro de unos años, Leia le echará una cadena al cuello y adiós muy buenas.

En el puerto espacial de Mos Eisley, famoso por "su maldad y vileza" (o eso dicen los folletos de la oficina de turismo), nuestros héroes se topan con Greedo, al que recordaréis por ser el cazarrecompensas rodiano al que Han disparó "primero" en La guerra de las galaxias. O, mejor dicho, disparará, porque eso todavía no ha ocurrido.

Greedo da a entender que Jabba ha ofrecido una recompensa por Han e intenta sacarle algo de dinero, pero el corelliano lo ignora. Si esta es la clase de cazadores de recompensas que Jabba ha puesto tras él, eso significa que todavía no está tan cabreado como para querer inscribirlo en las necrológicas. Han lo interpreta más bien una advertencia de que no se confíe y apoquine la pasta lo antes posible.

Greedo tiene unos ojos preciosos, pero nadie lo toma en serio.

El rodiano no es el único cazarrecompensas con el que Han y Chewie se cruzan en Tatooine. Poco después, como si fuera el día del espontáneo, Boba Fett los asalta en un callejón. Por suerte, aunque les encañone con su rifle, el cazador de recompensas solo quiere hablar con Han.

¿Recordáis que, cuando Fett capturó a Bria a bordo del Reina del Imperio, le prometió que, si ella se iba al otro barrio, se lo comunicaría a su padre? Pues bien, como en ese momento se olvidó de preguntarle quién era su padre, ha decidido pasarle la pelota a Han con la esperanza de que él sí lo sepa y le traslade el mensaje.

Yo no soy el mejor cazarrecompensas de la galaxia, pero habría jurado que la promesa que hizo a Bria era solo aplicable en el caso de que fuera el propio Fett quien la entregase a los hutts. Ahora bien, si vosotros lo interpretasteis en otro sentido más amplio, no puedo decir que estéis equivocados. 

Al recibir la noticia de la muerte de Bria, y a pesar de que aún tiene fresca su traición, a Han le cuesta mantener el tipo y se le hace un nudo en la garganta. Siente pena, dolor... tal vez incluso acidez de estómago. ¿Recordáis la media sonrisa con la que lo vemos por primera vez en La guerra de las galaxias? Pura fachada. En esa escena, acaba de enterarse de que la única mujer a la que ha amado está fiambre y, por dentro, sufre amargamente. ¿No os convence la idea? Por muy curtido que esté el muchacho en las adversidades de la vida, a mí tampoco. Quizá habría estado bien separar estos momentos en el tiempo, aunque solo fuera unas semanitas, en lugar de arrimarlos tanto. Demasiada prisa por atar cabos, me parece a mí.

Después de mandar su pésame al padre de Bria, Han se dirige a la cantina para reunirse con Chewie. El wookie les ha conseguido un trabajillo para ir saliendo del paso: transportar a dos pasajeros, un titi rubio con pinta de granjero y un vejete harapiento que a lo mejor es su abuelo. Eso sí, el yayo con batín acaba de rebanarle medio brazo a un camorrista con un sable láser. Quizá sea un dato a tener en cuenta.

Otra pareja en busca de un planeta en el que el matrimonio gay sea legal.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

¿Qué esperabais? ¿Al cerdito Porky?

Miscelánea (hace tiempo que perdí la cuenta de los cameos):

  • La representante de Alderaan con la que Bria se reúne en Bespin al principio de la novela es Invierno, la amiga de la infancia de Leia. Si estáis mínimamente familiarizados con el Universo Expandido, debería sonaros. La muchacha tiene una memoria fotográfica fuera de lo común y, al igual que Leia, está adiestrada en inteligencia y combate con armas; de ahí que en muchas historias su papel consista en hacer de niñera para los hijos de su amiga. En esta novela, su papel es breve, pero le cuenta a Bria que una vez habló con el Emperador y percibió en él algo antinatural, una maldad absoluta. Es una forma inusual de decir que las personas mayores huelen raro, pero lo entiendo.
  • Otro de los representantes rebeldes a los que Bria ve durante el gran torneo de sabaac es un caamasi llamado Ylenix It'kla. Según la Wookieepedia, It'kla es uno de los tropecientos Caballeros Jedi que sobrevivieron a la purga chapucera del Emperador.
  • En esta novela, Kashyyyk comparte una peculiaridad con Coruscant, y es que cuanto más desciende uno de las copas de los árboles, más peligroso se vuelve el planeta. De hecho, no se conoce a nadie que haya pisado su superficie. Si os estéis preguntando cómo se explican entonces las playas que se ven en La venganza de los Sith y, además, os hacéis esa clase de preguntas a menudo, las incongruencias de esta saga son el menor de vuestros problemas.
  • Los forenses que investigan la muerte de Aruk han trabajado también para algunos altos cargos imperiales, entre los que se menciona específicamente al Gran Moff Tarkin. ¿Sabéis para qué o se necesita ningún forense? Para certificar que el Gran Moff Tarkin que sale en Rogue One está más muerto que el pescado.
  • El bar en el que Bria se reúne con Han para pedirle ayuda está regentado por Mich Flenn, un vejestorio que suele amenizar las veladas con historias de los viejos tiempos. Algunas de esas historias tratan sobre "seres inteligentes de extraños poderes que podían saltar diez metros por los aires y ejecutar sorprendentes acrobacias por encima del suelo, o hacer surgir relámpagos azulados de las puntas de sus dedos" (deduzco que se refiere a los osos Gummi y a Tejo, de los Aurones). Una de esas historias va concretamente sobre "un árbol inteligente que en tiempos lejanos había sido un poderoso hechicero" (supongo que será Ood Bnar, que sale en varios números de los Relatos Jedi y también en Imperio Oscuro II) y "una raza de criaturas que transferían su esencia a androides de combate" (quizá los Caballeros de Hierro, que aparecieron por primera vez en el número 14 de los librojuegos de la colección Star Wars Missions). ¿Os habéis mareado ya?
  • Antes de reunirse con Obi-Wan y Luke en la cantina de Mos Eisley, Han entra en una sala de juego con la esperanza de ganar los suficientes créditos para hacer un primer pago a Jabba. Allí se cruza con Dash Rendar, uno de los personajes de Sombras del Imperio, el primer gran proyecto multimedia de la saga. Aunque en la novela y en el cómic homónimos su papel es secundario, Rendar es el protagonista del videojuego, cuya versión de Nintendo 64 nunca olvidaré porque es el único videojuego que he tenido en el que el personaje caminaba aleatoriamente hacia atrás. Muy divertido, si por divertido entiendes frustrante.

Corolario

¿Recomendaría estas novelas a un fan de la Guerra de las Galaxias? Indudablemente.

Durante mucho tiempo, esta trilogía fue la crónica de cómo Han Solo llegó a ser quien es, y, aunque su historia ya no forma parte del canon, sigue mereciendo la pena. La mayor pega es que la última novela renquea en algunos tramos y concluye de manera un tanto atropellada para conectar con el Episodio IV, pero nada de eso tira por tierra el trabajo previo de la autora.

Si sois fans de la Guerra de las Galaxias y no os gusta esta trilogía, no voy a deciros que las novelas de la saga no sean para vosotros, pero lo cierto es que... las novelas de la saga no son para vosotros. Quizá lo vuestro sea otra cosa. ¿Habéis probado con la Dragonlance, por ejemplo?

24 comentarios

  1. No sólo me gustan mucho más las novelas que hoy llaman de serie "Leyendas" sino que me hubiera encantado que las películas hubiesen tirado por ahí, y no con lo que nos han obsequiado.

    Que sepas que acabo de echarme las tres novelas al Kindle, y tienes toda la culpa.

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    1. Teniendo en cuenta mi culpabilidad aparente, espero que las disfrutes.

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  2. Anónimo2/4/24 12:10

    Por un tema de cookies no puedo loguearme con mi usuario, soy uno de tus seguidores desde hace años.
    Quería agradecer tu esfuerzo por acercarme a estas novelas, decirte que me da mucho gusto como escribes y que guardo tus posts largos como este y voy leyendolos poco a poco.
    Has sido alguien desconocido que has aportado mucho a mi vida y te estoy agradecido, ojala te vaya bien

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    1. Voy a enmarcar este comentario. Pero no la parte de las cookies. El resto.

      Te deseo lo mejor a ti también. Y gracias.

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  3. Tuve que dosificarme la entrada, pero valió la pena. Mi relación con el universo SW tiene su aquel: de puberto la defendía como solo un chamaquito sin idea de la vida defiende las cosas: a muerte. Pero solo consumí las pelis y algunos videojuegos. El universo literario me es mayormente ajeno; leí algunas novelizaciones de las pelis, que agregan detalle aquí y allá y el Clásico imperecedero "El ojo de la mente", pero nada poco más.
    Todo esto lo consumo mejor de esta forma: masticado y regurgitado por alguien más y ya me vale. Y según que obras, si van a derezadas con comentarios ingeniosos y buenos chistes como en este caso, mejor que mejor. Que igual y me hago lío con todos esos nombres impronunciables, cual Clásico de la literatura rusa (toma ya, comparar los libros de SW con Guerra y Paz).

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    1. Es una entrada muuuy larga. Dosificarla es lo más sano que podías hacer.

      Yo también soy de los que embarulla los nombres. Quizá debería haber incluido un dramatis personae. Me lo pensaré para la próxima. Si es que hay una próxima...

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    2. Me gusta mucho el universo de Star Wars pero en su día no leí los libros y ahora reconozco que me da pereza. A menudo buceo por la wookipedia para conocer más del lore, pero es mucho más aburrido que leer tus entradas, así que gracias!

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    3. Hay que amenizar la vida en general. Gracias a ti.

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  4. No los he leído pero me gusta mucho leerte, me apunto lo de los guantes como regalo, es un puntazo

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    1. Y si también te compras un Halcón Milenario, aunque sea de juguete, podrás presumir de ser toda una granuja espacial.

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  5. Pues aquí otro seguidor tuyo desde los tiempos de ion litio, gracias por acercarnos estas novelas, que, aun siendo fan del universo Star Wars, jamás leeré, así que se quedaran en mi cabeza con la forma de tu reseña, chistes incluidos. Pd: Escribir es desagadecido, así que por lo menos recibe mi apoyo porque realmente lo haces bien. Un saludo

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    1. Nos hacemos viejos juntos. Eso está bien. Muchas gracias.

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  6. Anónimo9/4/24 14:37

    Yo tb te sigo desde ion litio, no solo eres uno de los pocos que quedas activo de la blogosfera, sino que sigues actualizando con frecuencia y calidad de forma perseverante, ojalá siguieras así 50 años más !!!

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    1. Perseverante soy. Lo de la frecuencia ya es otro cantar, porque las entradas como esta (y también las que no son tan largas) llevan mucho tiempo. Pero se hace lo que se puede. Muchas gracias.

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  7. Muchas gracias. Gran trabajo.

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  8. Muy interesante el artículo, como siempre.

    No conocía estas novelas, pero desde luego ya sé de dónde sacaron la inspiración para cierta película.

    (inserta foto arbitraria de Q'ira).

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  9. nunca le entendí a ese juego de Star Wars Tie Fighter, solo volaba en línea recta y no me aparecían los enemigos... o tal vez lo confunda con un juego mas antiguo.. estoy hablando entre los años 1999-2001

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    1. No soy experto en videojuegos, pero desde luego eso no me suena al TIE Fighter que yo conozco.

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  10. Como decía aquél filósofo popular, im-prezionante. Reconozco que al segundo párrafo ya tenía ganas de empezar a leer esta trilogía... +3 libros al tu-dú de cosas pendientes...
    Te has planteado hacer el mismo ejercicio con el 2º mejor villano de SW? Hablo, por supuesto, de ese señor azul que aparecía fugazmente en el juego TIE Fighter con nombre en Chi casi impronunciable y conocido como Thrawn... Las 3 novelas de Timothy Zahn tienen su aquél si quieres conocer algo más de la historia de este personaje, antes de sus apariciones en Rebels y Ahsoka...
    Gracias por esta densa (y entretenida en cómodos fascículos) entrada!

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    1. Mi idea original era hacer esto con todas las novelas de la Guerra de las Galaxias que tengo previsto releerme, incluyendo la trilogía de Thrawn. Sin embargo, es evidente que menosprecié la ENORME inversión de esfuerzo que esto iba a requerir.

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  11. Enhorabuena por la currada de publicación, se nota la pasión que hay detrás.

    He llegado a tu blog buscando en Google sobres trilogía de Han Solo, y mea voy a leer aunque me va a resultar difícil encontrarla.

    Me encantó la trilogía de el resurgir de la fuerza oscura, que me quiero releer, pero no sabía que había tanto libro de universo extendido.

    Sería genial un artículo donde hablases de losibros en orden cronológico

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    1. Muchas gracias. Si saco tiempo para seguir con este ciclo de entradas y no me rindo por el camino, todo lo que aborde será en orden cronológico. Eso sí, recomiendo paciencia y llevar una vida sana para durar muchos años. Los lectores habituales de este blog están familiarizados con los compromisos a largo plazo.

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