22 de marzo de 2012

Blueberry: El caballo de hierro


Después de repasar el ciclo de Las primeras guerras indias y El hombre de la estrella de plata, y casualmente a menos de dos semanas del fallecimiento del último de los creadores de Blueberry, continuamos nuestra lectura de la serie del popular teniente norteamericano en estricto orden cronológico, porque en este blog, si algo respetamos, es el orden. La muerte y la cordura, en cambio, son opcionales.

Así pues, hoy os traigo el ciclo de El caballo de hierro, integrado por cuatro números: El caballo de hierro, El hombre del puño de acero, La pista de los sioux y El general "Cabellos Rubios".

Al hablar de una historia que abarca varios volúmenes, comprenderéis que para mí sea bastante complicado mantenerme sobrio hasta el final y, lo que es más importante, no destriparos la trama de arriba a abajo, pero procuraré no entrar demasiado en detalles.


El caballo de hierro


Al comienzo de la historieta, encontramos a Mike S. Blueberry de vacaciones forzadas en una celda de Fort Navajo tras haber destrozado un saloon a tiro limpio porque el dueño le hizo trampas al póquer. Esto, unido a la primera viñeta en la que sale el teniente, introduce hábilmente al personaje para cualquiera que no lo conociera de antemano. Sin afeitar, repantingado en una silla, tocando la guitarra, y con una botella de whisky y un cenicero del que sobresale una colilla humeante sobre la mesa.

Todos querríamos ser como él, pero sin el riesgo de padecer cirrosis o cáncer de pulmón.

Mike Steve Blueberry, el hombre, el mito.

Las vacaciones de Blueberry se ven interrumpidas cuando el buscavidas "Red Neck" Wooley llega al fuerte con órdenes del general Dodge de liberar a Blueberry, para que les eche una mano en un asunto de máxima importancia. Esto huele a marrón a kilómetros, pero el teniente, con tal de no aburrirse, se apunta al bombardeo.

La trama gira en torno a la construcción de las grandes líneas de ferrocarril a lo largo y ancho de los Estados Unidos. La Union Pacific y la Central Pacific compiten por hacerse con la mayor cantidad de terreno lo antes posible, porque el gobierno les autoriza a instalar vías hasta donde se topen con la compañía rival, y a mayor camino recorrido, mayores beneficios. Y a las compañías ferroviarias les encantan los beneficios; se les pone la cara así: $-)

No, yo tampoco entiendo los smileys.

La Union Pacific está llegando al territorio ocupado por los sioux y cheyennes, y el general Dodge confía en que Blueberry, que ya hizo buenas migas con los indios en números anteriores, sea capaz de negociar con las dos tribus para evitar problemas; problemas del tipo "esta gente arranca cabelleras y, en su tiempo libre, hace ofrendas de carne al Gran Espíritu". Esos problemas.

Busca a Wally.

Del otro lado, y trabajando para la Central Pacific, tenemos a un villano carismático y sin escrúpulos que no desentonaría en una película de James Bond: Jethro "Steelfingers" Diamond, pistolero y jugador profesional que perdió la mano derecha en una ofensiva contra los sioux y la sustituyó por una prótesis articulada de acero. Yo hubiera escogido un lanzallamas o un escurridor de pasta, pero es que yo estoy chalado.

En cualquier caso, la presencia de Steelfingers es bienvenida. En El hombre de la estrella de plata se echaba de menos un bellaco de categoría capaz de poner en aprietos a Blueberry, como ya hizo Águila Solitaria en Las primeras guerras indias, y aquí lo tenemos.

Me gusta su bigote a lo Cantinflas.

En esta aventura, regresa también el borrachín Jimmy McClure, ingenioso y confiable como de costumbre y siempre jurando por mil mofetas, y que acabará haciendo pareja con el bueno de Red Neck Wooley.

El caballo de hierro sirve de introducción a la saga y nos pone en contexto sin resolver ninguna de las situaciones que plantea, pero está repleto de acción (peleas a puñetazo limpio, asaltos, tiroteos, fugas... ¡lo tiene todo!) y nos regala imágenes tan impresionantes como las de la estampida de búfalos, de la que Blueberry y Red se salvan a duras penas al poco de comenzar la historieta.

Estampida... en el cañón. Simba está ahí.

Lo mejor que se puede decir de este primer número es que deja con ganas de más... y que me salvó la vida durante mi viaje a la selva de Ruanda, cuando tuve que luchar, solo y a cuchillo, contra una manada de gorilas rabiosos.

Por supuesto, estoy exagerando. Los gorilas solo estaban ligeramente molestos.


El hombre del puño de acero


Los sioux y los cheyennes han declarado la guerra a los "rostros pálidos", y los obreros de la Union Pacific no están por la labor de colocar vías de tren mientras los acribillan a flechazos, sobre todo ahora que apenas les quedan víveres y llevan meses sin recibir su paga. Tampoco os digo nada nuevo, porque ya sabéis cómo son los sindicatos: cualquier excusa es buena para convocar una huelga. ¿La reforma laboral una agresión a los trabajadores? Por favor... Si a mí los grilletes me los engrasan a diario.

Bajo el pretexto de traer de vuelta al campamento a una de las compañías teatrales más populares de la región (¡cancán en el lejano Oeste! ¡Oh-la-la!), Blueberry parte acompañado de Jimmy y Red para solicitar un tren con comida, munición y dinero. Supongo que tampoco estaría mal recuperar a las pilinguis, pero eso ya sería pedir demasiado.

El bueno, el feo y el menos feo.

Por puro azar, Steelfingers descubre la misión que le han encomendado a Blueberry y traza un plan para hacerse con el oro del convoy. Y lo sorprendente para cualquier persona acostumbrada al clásico villano de película, que suele pecar de hiperbólico, imprudente y subnormal profundo, es que es un plan realmente bueno.

De hecho, la peor parte para el lector es ver que Steelfingers va siempre un paso por delante de Blueberry y lo pone todo en su contra para hacerle fracasar, sin que el teniente tenga la menor idea de la que se le viene encima. Yo, que suelo tomar partido por los héroes canallas, daba voces desde mi asiento con la esperanza de que Blueberry se enterase de la trampa en la que se estaba metiendo; pero si habéis gritado antes a un tebeo, sabréis que eso solo sirve para que tus vecinos llamen a la puerta de tu casa muy preocupados.

En el último acto, Steelfingers se alía con los jefes indios Nube Roja y Toro Sentado, que necesitan rifles para defenderse en una posible guerra contra los "casacas azules", y ataca el tren de avituallamiento.

¿Cómo estropear una excelente viñeta? Reduciéndola a 400 píxeles de ancho.

Solo la propia suspicacia del teniente y su afición por volarlo todo por los aires le libran de perder la cabellera durante el asalto, y la aventura acaba con nuestros tres héroes huyendo de Steelfingers y los indios: Blueberry por un lado, y Jimmy y Red por otro.

Me gusta comparar este número con El Imperio contraataca, porque ganan los malos; pero como no hay un giro inesperado al final, ni una marioneta que hable raro, tampoco quiero forzarlo. En todo caso, es un señor cómic.


La pista de los sioux


Los arapahos se han unido a los sioux y a los cheyennes en su guerra contra la Union Pacific y han sitiado el campamento del general Dodge. Para colmo de males, Steelfingers y sus aliados indios han capturado a Blueberry, a quien necesitan para recuperar el dinero del tren de avituallamiento, escondido por el teniente en el número anterior.

Mientras Blueberry las pasa canutas, Red y Jimmy se las ingenian para telegrafíar un mensaje falso anunciando la llegada de las tropas de refuerzo del general Allister, con lo que consiguen que los indios se retiren con el rabo entre las piernas y ganan algo de tiempo para el campamento de la Union Pacific.

Muérete de envidia, MacGyver.

Pero la mejor parte es que, después de dos números saliéndose con la suya, la suerte por fin deja de sonreír a Jethro Steelfingers, que se ve obligado a huir con sus hombres de los sioux hacia un futuro en el que su mano de acero no es más que un trofeo particularmente hortera.

Favorecido por esta circunstancia, Blueberry, experto en asuntos nativo americanos, convence a sus "hermanos rojos" de que les conviene enterrar el hacha de guerra para evitar más bajas y se convierte en su emisario de paz ante el ejército estadounidense.

Sin embargo, Blueberry no es mucho más afortunado que Steelfingers, y por un malentendido acaba acusado de birlar el dinero de la Union Pacific y está a punto de ser juzgado por una masa enfurecida, de esas que llevan antorchas y lanzan piedras aprovechando el anonimato del bulto.

¿Colgar al único hombre que puede conseguir una tregua con los indios? ¡Qué gran idea!

El general Allister, al que los indios pronto llamarán "Cabellos Rubios", aparece en las últimas páginas del cómic y ya aquí se nos muestra como un hombre ambicioso al que no le causa ningún desasogiego alcanzar la gloria personal a costa de la vida de los "pieles rojas".

A Blueberry, el general le cae gordo porque pone en entredicho su confianza frente a los indios, y a mí porque jamás tendré un bigote tan impresionante como el suyo en el que poder acumular suficientes restos de comida como para abastecer a toda África.

También es un bigote muy hablador.

Muy a mi pesar, debo decir que este es un número algo flojo en comparación con el resto, ya que sufre el lastre de servir de epílogo al cómic anterior y de prólogo al siguiente, y, por tanto, carece de garra por sí mismo.

En cambio, si se lee como parte de la saga a la que pertenece, tiene varios momentos destacables, como cuando Steelfingers se "despide" de sus hombres (una escena predecible, pero no por ello menos mezquina), y también algunos golpes de humor bastante acertados de la mano de Jimmy y Red, que hacen una bonita pareja de despojos humanos con grandes vicios y virtudes. Si os leéis la saga del tirón, ni notaréis el bajón.


El general "Cabellos Rubios"


El último volumen del ciclo de El caballo de hierro viene cargado con un 78% más de batallas y coloca a Blueberry en el Séptimo de Caballería del general Allister, que recorre las Black Hills en busca de campamentos sioux y cheyennes con la intención de conseguir una serie de victorias fáciles sobre los indios y mejorar así su posición política en Washington. Nada como matar a unos salvajes para ganar votos, ¿verdad?

La tregua que pactaron Dodge y Blueberry en el número anterior tiene para Allister el mismo valor que la letra h en un tablero de Scrabble cani.

El contraste entre Allister y Blueberry es evidente, y no solo porque lleven sombreros diferentes y uno presuma de mostacho y el otro no. El general no tiene escrúpulos para hostigar a ancianos, mujeres y niños, y como estratega, mete la gamba una y otra vez, llegando incluso a sacrificar a sus hombres para salvar su propio pellejo; mientras que Blueberry es abnegado y fiel a su deber militar en todo momento, pese a que ello suponga romper la palabra dada a los jefes indios.

Sin duda, Allister es un remedo del general George A. Custer, que, antes de cagarla a conciencia en la batalla de Little Big Horn y de salir en los tebeos de Cuttlas, ya era bastante "famoso" por haber masacrado a un poblado cheyenne junto al río Wichita, lo que le valió el apelativo de "Squaw Killer", esto es, Asesino de Mujeres. Yo, puestos a elegir motes, jamás me quedaría con ese. Queda fatal en las tarjetas de visita y prefiero mi nombre artístico: Vincenzo Lametto.

Esos locos indios y sus fiestas sorpresa.

Aparte del interés que suscitan los personajes, destaca una vez más la acción, que es sobresaliente. Los ataques y las persecuciones se suceden a un ritmo vertiginoso sobre un paisaje invernal y la narración es sorprendentemente ágil, lo que hace de El general "Cabellos Rubios" un fantástico broche final para la saga del ferrocarril.

10 comentarios

  1. Me ha dejado con la curiosidad, ahora tengo que leer a Blueberry: El Caballo de Hierro. Pero la muerte de Moebius no le viene nada bien a mi bolsillo, ¡todo encarece!
    ¿Y las fotos de las gachís secuestradas?

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    1. Las mujeres están solo de escapada, y la madame es bastante... rotunda.

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  2. Blueberry es mejor que un Blackberry.

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  3. Debo empezar a leer cómic europeo.

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  4. Tipo de la brocha, tengo mucho tiempo leyendo tus artículos. La mayoría de los temas son poco o totalmente desconocidos, pero lo haces ameno y entretenido. Felicitaciones, es un gusto leerle y que lleve un poco de cultura a las masas.

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  5. Leo cómics de Blueberry desde hace más de 20 años y nunca me cansaré de hacerlo. Hace poco volví a leer 'El general Cabellos Rubios' y es de los que más me gustan. La historia y la manera de narrarla son impresionantes. Es un relato trepidante, que prácticamente no da respiro (por fortuna). Me gusta en particular el truco de Blueberry para evitar que el grueso de las tribus Sioux y Cheyennes caiga sobre el Séptimo de Caballería.

    He leído todos los comics de Blueberry que firmaron Charlier y Giraud, pero en mi colección faltan algunos títulos. Estoy loco por volver a leer 'La mina del alemán perdido' y 'El fantasma de las balas de oro', y también toda la serie de 'Nariz Rota' en adelante.

    De Blueberry se debería hacer una serie de televisión, pero me da que eso no lo verán mis ojos. Lástima.

    Un saludo y enhorabuena por tu blog.

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  6. ¡Una serie de TV! ¡Buena idea! Porque la película de Kaunen no es un reflejo fiel... Una pregunta, vosotros que sois expertos; ¿no pensáis que a los cómics les falta algo de amor y muerte? Blueberry tiene pocas chicas, y nunca se muere un personaje principal, empático... ¿estáis de acuerdo? israelgilperez@gmail.com

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    1. La película era mala de solemnidad, y da rabia, porque tenía buenos actores (Vincent Cassel como Blueberry, Michael Madsen como el malvado Wally Blount). Por cierto, ayer conseguí en la biblioteca 'La mina del alemán perdido' y 'El fantasma de las balas de oro' y he disfrutado como un enano. Hacía muchos años que no los leía y me parecen cada vez mejores. Qué tensión con los apaches pisándoles los talones y buscando refugio en la Mesa del Caballo Muerto, el lugar prohibido! Impresionante la narración, la obsesión por encontrar el oro, el 'fantasma' que habita la mesa... Todo.

      Sobre lo que dices de las chicas, a lo mejor le falta alguna con más protagonismo. La que más tiene es Chihuahua Pearl, un auténtico bellezón que obsesiona a Blueberry. En 'El hombre de la estrella de plata' también está la maestra, que es la única persona del pueblo con el valor de enfrentarse a los malos. Blueberry y ella se hacen tilín mutuamente, pero el caso es que nunca vuelve a aparecer en las historietas. Pero quizá eso es lo que define a Blueberry: un hombre solitario, un aventurero que lucha por sobrevivir en un mundo hostil.

      En lo de que nunca muere un personaje principal, hay algunas excepciones, una muy clara en la serie de Fort Navajo y la primera guerra india. No digo quién por si hay algún lector que todavía no los haya leído.

      La semana que viene, a ver si consigo 'Nariz Rota' y los siguientes. ¡Hay ganas!

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  7. Anónimo4/4/13 23:42

    ¿Muere algún principal en Fort Navajo? No recuerdo...¡dime quién, aunque sea a mi e-mail! GRACIAS!!! israelgilperez@gmail.com

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  8. Sí, una de las cosas que más me gustaban de las aventuras de Blueberry eran los malos, unos malos con personalidad, auténticos antagonistas. Unos presentes sólo en un ciclo, como Steelfingers o, mi favorito, Águila Solitaria, y otros que reaparecían al cabo del tiempo, como el capitán Finlay, el general Allister o, mi otro favorito, el comandante Vigo.

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