Si lleváis algún tiempo leyendo este blog, es posible que me hayáis sufrido hablar de los librojuegos de la serie Lucha Ficción (o Fighting Fantasy, en su versión original). Si no, da igual, porque puedo resumiros de qué van muy rápidamente: son libros juveniles en la línea de la colección Elige tu propia aventura, de temática generalmente fantástica, y en los que, además de decidir como lector el camino a seguir, te enfrentas a retos en los que dependes del azar de los dados, en plan juego de rol.
La última vez que hablé de ellos fue para describir una partida de El Bosque Tenebroso. El experimento salió fenomenal, porque acabé abrasado vivo por un dragón, que es lo que todos queríamos.
En esta y próxima entradas, vamos a abordar una nueva aventura que tiene fama de difícil: La Mansión Infernal, de Steve Jackson, para así irnos metiendo poco a poco en el ambiente de Halloween durante todo el mes de octubre hasta acabar en la noche más terrorífica de todas.
En esta ocasión, sin embargo, quiero hacer algo diferente. En esta ocasión, no seré yo quien os lleve de la mano por una historia llena de difíciles de decisiones. En esta ocasión, VOSOTROS seréis los héroes.
En efecto, vosotros, mis queridos lectores, seréis quiénes decidáis el camino a seguir. Y podréis hacerlo de dos formas: indicándome en los comentarios qué opción elegís o respondiendo a las encuestas de este hilo de Twitter. Por supuesto, como aún no he perdido la esperanza de convertir este blog en un lugar de intercambio de ideas y chanzas, os animo a motivar vuestras decisiones para que la experiencia sea más divertida. En caso de que se produzca un empate, tomaré decisiones arbitrarias y puede que tenga en cuenta los comentarios más interesantes.
El plan es que las votaciones duren un máximo de 12 horas desde la publicación, porque hay muuuchas decisiones que tomar, y excepto esta primera entrada, la mayoría serán bastante breves.
Por supuesto, si no participáis, será un fracaso de iniciativa, correremos un tupido velo y no volveremos a hablar nunca jamás del tema. Seamos optimistas y pensemos que esto va a funcionar. Después de todo, 2020 está siendo un gran año. Aún no ha caído ningún meteorito.
Ahora bien, antes de entrar al trapo con la historia, es necesario que os conozcáis mejor a vosotros mismos. Pero estad tranquilos, no es necesario que os desnudéis ni que traigáis una cinta métrica para mediros nada. Aunque podéis desnudaros igualmente si queréis. Yo en eso ya os llevo ventaja.
Al igual que en el resto de libros de la colección, el personaje al que representáis tiene tres atributos principales: resistencia, destreza y suerte. Aclararé los términos para los neófitos del grupo:
La resistencia es el equivalente de la barra de vida de un videojuego, vuestros corazoncitos de Zelda, para que nos entendamos. Si la resistencia se agota, estaréis caput, acabados, difuntos, muertos. Y como aquí el único que tiene el libro y puede hacer trampa soy yo, no habrá resurrecciones espontáneas.
La destreza representa vuestro grado de habilidad para realizar acciones físicas. Una prueba de destreza podría consistir, por ejemplo, en saltar un charco en mitad de la calle para evitar que se os empapen los calcetines y cojáis un resfriado. La destreza también os servirá para zurrarles la badana a bestias, acólitos de Satán y engendros infernales, aunque este libro en particular no tiene muchas peleas.
La suerte, para quien crea en ella, representa la buena o mala fortuna de cada uno. Sin embargo, si algo es cierto acerca de los golpes de suerte, es que se agotan más pronto que tarde, y en esta aventura cada vez será menos probable que el azar os libre de una muerte atroz.
Como novedad respecto de otros títulos de Lucha Ficción, en La Mansión Infernal entra en juego un factor adicional: el miedo. Sí, mucho me temo que los sucesos que acontecen en este libro son tan espantosos que os puede dar un apechusque. ¿Es morir de miedo el final más patético posible? Yo creo que sí.
Aunque vosotros tomaréis todas las decisiones de esta aventura, y estoy convencido de que siempre tomaréis las mejores decisiones posibles (pffff), tenéis que tener en cuenta que seré yo quien tire los dados siempre que toque pelear o realizar una prueba de destreza o suerte. Hagáis lo que hagáis, estáis condenados.
Para empezar, así ha afectado el azar a los los atributos de vuestro personaje.
- Resistencia: 17 (12 de base + 5 por tirada).
- Destreza: 12 (6 de base + 6 por tirada).
- Suerte: 7 (6 de base + 1 por tirada).
- Miedo: 9 (6 de base + 3 de tirada).
Teniendo en cuenta que las tiradas se realizan con un dado corriente de seis caras, diría que no ha ido nada mal. Aunque no deberíais esperar gran cosa de la diosa Fortuna, al menos no sois ningún blandengue esmirriado. Al contrario, sois una persona recia, de buena planta, y experta en el arte de repartir leña.
Además, y esto es importante, no sois ningún miedica. Lo sobrenatural, como es lógico, os causa cierta aprensión. Y quizá deberíais haber ido al cardiólogo cuando sufristeis una ligera arritmia subiendo vuestra colección de vinilos de Rocío Jurado al desván. Pero eso no significa que vayáis a tener un infarto al primer sobresalto.
Los problemas vienen a partir de ahora, porque, para darle más dificultad a la aventura, Steve Jackson decidió que el jugador empezase sin armas. En El Bosque Tenebroso tenías una espada, aquí un puñado de nada. Esto significa que tengo que restaros 3 puntos de destreza, lo que os deja con un total inicial de 7. O eso es lo que diría si no supiese que estáis prestando atención y que sabéis restar. Pero 9 puntos de destreza iniciales sobre 12 siguen siendo bastante buenos. De todos modos, y por si acaso, procurad haceros pronto con algún objeto afilado. Los siervos de Satán no se van a acuchillar solos.
Adicionalmente, tampoco tenéis pociones con las que poder curaros en cualquier momento. La Mansión Infernal no transcurre en un mundo de fantasía medieval con enanos, orcos y pociones curativas instantáneas. Pensad más bien en una película de terror de mediados de los ochenta en la que las decisiones, teóricamente, podrían ser acertadas.
Hecha esta introducción, no os preocupéis mucho de las reglas, que de eso me encargo yo. ¡MWAHAHAHA!
Sé que transmito mucha tranquilidad.
Vuestra historia comienza como las peores historias de ficción jamás escritas: en una noche oscura y tormentosa...
Caen chuzos de punta. Estáis conduciendo vuestro coche de segunda mano por una carretera llena de baches que parecen haber adquirido el firme compromiso de destrozaros las cervicales. No fuisteis al cardiólogo cuando tuvisteis aquella arritmia, pero después de este viaje quizá os convendría visitar al fisioterapeuta, porque vais a acabar con las vértebras como un acordeón. Eso, claro está, si es que salís vivos de esta terrorífica aventura.
¡MWAHAHAHA!
Lo siento, soy un narrador pérfido.
Los limpiaparabrisas no dan a basto y la luz de los faros apenas consigue abrirse paso unos pocos metros a través de la oscuridad y la lluvia. Los neumáticos resbalan ligeramente sobre el asfalto. Os inclináis sobre el volante, con los ojos entrecerrados, haciendo un esfuerzo por distinguir el camino que tenéis por delante. Sois conscientes de que, por prudencia, conducís como una abuela que regresa del supermercado con el asiento de atrás repleto de bolsas de comida. Aun así, el siguiente bache os pilla de improviso y os golpeáis la cabeza en el techo del vehículo. No es la primera vez que os pasa y probablemente tampoco será la última.
Os cagáis en los muertos del viejo chocho que os dio aquellas confusas indicaciones que os han traído hasta aquí. Cuanto más os adentráis en esta carretera maltrecha y perdida de la mano de Dios, más convencidos estáis de que aquel vejestorio os tomó el pelo. Incluso recordáis que os pareció ver un brillo malicioso en su mirada...
-Tiene usted que entrar en la rotonda y coger la... ¡NYAH! |
Bah. Serían imaginaciones vuestras.
De repente, los faros dibujan una figura humana en mitad de la carretera. Apenas tenéis tiempo de gritar "¡HOSTIAPUTA!" y pegar un volantazo para esquivar al transeúnte imprevisto. Pero si pensáis que haberos gastado toda vuestra calderilla jugando al Pole Position II en los salones recreativos os ha convertido en Niki Lauda, estáis equivocados.
El coche traquetea haciendo eses, fuera de vuestro control, y se sale de la carretera, cayendo en una pequeña zanja, donde se detiene. Notáis un calor húmedo en vuestra ropa interior que no estaba ahí antes. Aun así, ese parece el mal mayor. Habéis salido ilesos del accidente.
Temblando por la impresión, abandonáis el vehículo. Os gustaría ser la clase de persona que lleva siempre un paraguas en el maletero, pero lo único que hay dentro es un un guante de goma, un libro de colorear de El retorno del jedi, y treinta kilos de chirimoyas de contrabando. Tragáis saliva. Si esas chirimoyas no están mañana por la mañana en Brandford, Dimitri y sus chicos se cobrarán el retraso en dedos rotos. Vuestros dedos. Rotos. Preferís no hablar del tema.
Os arrebujáis con el abrigo para protegeros de la lluvia y gateáis fuera de la zanja, hasta la carretera, para aseguraros de que no habéis atropellado a nadie. Ya ni siquiera estáis seguros de que fuera una persona. A lo mejor se trataba de un oso que había ido a por tabaco...
No os engañéis. En el fondo sabéis que no era ningún oso. El recuerdo fugaz de un rostro iluminado por los faros os viene a la cabeza. Un rostro vagamente familiar. El rostro de un viejo chocho que no sabría dar indicaciones ni con un mapa clavado en la frente.
Con independencia de a quién encontréis, sabéis que si está vivito y coleando, le cantaréis las cuarenta. Y si está fiambre... Bueno, vosotros tenéis prisa y conocéis una zanja muy tranquila donde podrá reposar hasta que lo encuentre la policía o se lo meriende algún animal campestre, probablemente una ardilla.
Pero no hay rastro de ninguna persona en los alrededores, ni atropellada ni sin atropellar.
"¡A tomar por culo!", gritáis a nadie en particular. Ya habéis perdido bastante el tiempo. Además, salvo que el viejo fuera un fantasma u otro tipo de criatura mefistofélica, sería imposible que hubiera llegado hasta aquí antes que vosotros, ¿no?
La música inquietante se intensifica. |
Empapados de pies a cabeza, regresáis corriendo al coche. Cuando giráis la llave para arrancar el motor, este responde con una tos seca. Tuvisteis una tortuga que hacía ese mismo sonido. Luego el motor enmudece. Lo mismo le pasó a la tortuga. El indicador del salpicadero indica que la batería está muerta. Ya no queréis hablar más de la tortuga.
Os frotáis el entrecejo. ¿Dónde narices vais a conseguir ayuda a estas horas y en medio de ninguna parte? La última casa que visteis está a más de treinta kilómetros y los teléfonos móviles son un capricho futurista.
Tomándoos la situación con calma y filosofía, os dais de cabezazos contra el volante y despotricáis.
Respondiendo a vuestros juramentos en arameo, una luz se enciende a lo lejos. Proviene de la ventana de un edificio en el que no habíais reparado hasta este mismo instante. Aun así, apenas distinguís nada a través de la luna empapada del coche. Frotáis el cristal con la manga del abrigo antes de daros la cuenta de que las gotas están por fuera. Os sentís imbéciles. Imbéciles de 8 en una escala del 1 al 10. Es esa clase de noche.
Salís del coche para observar mejor el edificio. Se trata de una mansión, eso está claro. Y cerca de donde estáis, veis un camino que lleva directamente hasta ella. A buen paso, no tardaríais más de cinco minutos en recorrerlo. Y una vez dentro de la casa, podríais telefonear a un garaje y tal vez incluso secaros y tomar alguna bebida caliente. Eso suponiendo que el dueño sea amable y no os reciba con el cañón de una escopeta apuntándoos a la entrepierna.
Empezáis a caminar bajo la incesante lluvia, hacia la mansión. Los relámpagos iluminan el edificio a intervalos irregulares, pero oportunamente dramáticos. Es un una mansión antigua, "muy antigua" recalca el libro, y, a juzgar por el estado de la fachada y los tejados, el desglose del presupuesto para reformarla necesitaría un índice. Por lo demás, parece tan acogedora como la casa de Norman Bates o el castillo de Drácula. La luz de la ventana titila. Probablemente su fuente no sea eléctrica. ¿La gente que vive ahí todavía utiliza lámparas de aceite? Jesús...
Es una lástima en que no os hayáis fijado también en que no hay ningún cable telefónico que llegue hasta ella. No os culpéis. ¿Quién se fijaría en ese detalle? Tampoco habéis visto el cartel que hay a un lado del camino y en el que se puede leer:
"Mansión Infernal - Noche de sacrificio ritual - 9 alitas de pollo a 2,95 £".
Sí, sin duda esta va a ser una noche inolvidable.
¡MWAHAHAHA!
Si no tiene vistas al cementerio, no me interesa. |
Los escalones de la entrada chirrían como los colchones de un burdel vietnamita bajo vuestro peso. No es que lo sepáis de primera mano, pero os lo han contado. Os refugiáis en el porche y os sacudís la lluvia de la ropa. No sirve de mucho. Parece que acabarais de competir vestidos en la prueba de 200 metros mariposa. Entre eso y el barro de los zapatos y las perneras, esperáis que nadie os confunda con la criatura de la Laguna Negra.
Al resguardo de la lluvia, os tomáis un momento para examinar el lugar por fuera. En el piso de abajo, todas las luces están apagadas, y no se oye ningún sonido, salvo el de la lluvia repiqueteando implacablemente contra la casa. Quizá ese repiqueteo os parecería relajante si lo oyerais sentados delante de una chimenea con una copa de brandy en la mano, pero ahora mismo, os pone de los nervios.
Os asomáis desde el porche, mirando hacia el segundo piso, para localizar la ventana de la que venía la luz que visteis de camino. Nada. Todo está apagado.
Consultáis vuestro reloj-calculadora Casio. Faltan cinco minutos para la medianoche. También comprobáis que 3 por 7 siguen siendo 21. No hay razón para alarmarse. No es extraño que quien viva en la casa esté ya en la cama. Solo los crápulas, los miembros de cultos satánicos y los escritores desorganizados siguen despiertos después de medianoche.
Un búho ulula cerca de donde estáis, entre los árboles, y un escalofrío os recorre la columna desde la nuca hasta la rabadilla. Cuando eráis pequeños, un búho se comió a vuestra tortuga. No fue la misma que la que tenía tos. Una distinta. Nunca se os dieron bien las mascotas.
Estáis procrastinando otra vez. Sabéis que no podéis pasaros toda la noche aquí fuera, presas del miedo y la indecisión. Necesitáis ayuda para sacar el coche de la cuneta y continuar vuestro camino. No solo por los rusos y las chirimoyas. Por la mañana también tenéis cita con el proctólogo para un examen rectal. Lo sé, es un panorama alentador. Además, como no os sequéis pronto, acabaréis cogiendo un pulmonía.
En medio de la puerta principal, hay una aldaba que el libro describe como "llena de adornos". Uuuuh... llena de adornos, qué miedo. A mano derecha, un cordón cuelga del techo; asumís que en el otro extremo, dentro de la casa, habrá una campana que sonará al tirar de él (es mejor pensar eso que plantearse si abrirá una trampilla que os precipite a un sótano repleto de cadáveres descompuestos).
Desde el lateral izquierdo de la mansión, un leve resplandor llama vuestra atención. O bien alguien ha encendido una luz en el piso de abajo, o bien el dueño de la mansión es el hombre radiactivo y está paseándose en pelotas por la casa. En cualquier caso, hay alguien despierto. Es una buena noticia.
Ha llegado el momento de que toméis la primera decisión de esta terrorífica aventura:
- Usáis la aldaba para llamar a la puerta principal.
- Tiráis del cordón que hay a la derecha de la puerta.
- Investigáis la luz del lado izquierdo de la mansión.
Investigar al luz. Siempre es mejor excusarse diciendo que te ha atraído como las polillas Que tirar de una cuerda y que se abra una trampilla cual episodio de Scooby Doo que al dar el aldabonazo éste active una bomba de presión y acabes sirviendo de hamburguesa para el dueño de la casa.
ResponderEliminarAdemás, así te ahorras el "Deja de dar al aldabón, peazo de tío ca**ón" que te soltarían.
Es una buena decisión. Y siempre habrá tiempo de morir de forma horrible más adelante.
Eliminar1. Usar la aldaba.
ResponderEliminarSi queremos recibir la ayuda de los habitantes de la casa lo lógico es mostrar un mínimo de urbanismo. Además, no creo que haya que investigar nada, seguro que este lugar es inofensivo. Que queramos refugiarnos en una mansión vieja durante una noche tormentosa no es ni un buen ni un mal augurio, y quien diga lo contrario es una vieja supersticiosa.
Ideas civilizadas para un mundo incivilizado.
Eliminar1- Usar la aldaba.
ResponderEliminarNo son horas de ir dando campanazos. Los vecinos podrían molestarse y no queremos masproblemas.
Que quede entre tú y yo, todos los vecinos en seis millas a la redonda están muertos.
EliminarDado que no somos muy torpes, yo me inclino por la puerta número 3, digooo la opción tercera.
ResponderEliminarLa curiosidad me puede, también vendrá bien saber que hay dentro para prepararnos
(Que guay la iniciativa!)
(Hacer la pelota da +2 a las tiradas de convencer al máster)
Por cierto, Netflix canceló el cristal oscuro, me acordé de usted
EliminarMuchas gracias. No me tomaré el comentario como peloteo, sino como feedback satisfactorio en respuesta a mi iniciativa.
EliminarLa cancelación de la serie de Cristal Oscuro me hace pupa en el corazón.
2-Darle a la campana.
ResponderEliminarEvidentemente, la instalaron porque la aldaba era demasiado violenta. Cualquiera que se lie a golpes con una puerta es mala persona por definición mientras que la campana distingue a los caballeros de las bestias.
El resplandor prefiero ignorarlo porque con la noche que llevamos lo último que quiero ver es un nardo fosforescente.
Esta reflexión es demasiado inteligente y previsora para este blog.
EliminarInvestigar la luz.
ResponderEliminar¡Nunca es mal momento para la ciencia!
La cuerda casi seguro está unida a un piano de cola marca ACME. La aldaba no creo que esté bien engrasada.
Anónimo¹
Son posibilidades, claro.
EliminarLa aldaba, claro. Nadie se molesta en llenar una aldaba de adornos para luego no disfrutarla.
ResponderEliminarLleniiita de adornos la aldaba.
EliminarInvestiguemos la luz mientras rezamos por qué no sea la noche de orgias de la abuela Nancy y el viejo Tom Crumblebottom.
ResponderEliminarAquí no se puede descartar nada. Menos eso. Qué nombres más ingleses.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarNo me gusta borrar comentarios, pero el autor de este en particular, sea quien sea, debería entender por qué lo he borrado. Usar una guía no tiene ninguna gracia y no es de lo que trata esta experiencia. Además, ya hemos empezado por otro camino.
EliminarVaya, me he enterado tarde de esta magnífica iniciativa y voy seis decisiones tarde! Seis! Supongo que mis votos en retroactiva ya no valen para nada, pero voy a dar mi opinión igualmente porqué seguro que todo el mundo quiere conocer mi opinión…
ResponderEliminarLa verdad es que con un avatar con tanta resistencia y destreza no me siento identificado, pero bueno, intentaré entrar en la historia tanto como sea posible. Aunque visto el control del coche que demuestra el personaje sí que me veo bastante identificado.
Yo hubiera pensado que el cable telefónico viene enterrado para no embrutecer el paisaje.
En lo de ser malo cuidado mascotas también me siento identificado, por suerte (para las mascotas) nunca tuve nada más grande que un hámster.
Mi opción es “Investigáis la luz del lado izquierdo de la mansión.” Antes de actuar siempre investigar, y luego cuando has recabado todo los datos si eso haces algo o no. Veo que la mayoría de la gente ha pensado lo mismo, las grandes mentes piensan igual… ehem.
PS: Es un honor morir abrasado por un dragón, tiene mucho más glamur que por ejemplo morir atropellado por un Seat Ibiza, sin menosprecio para los coches de esta marca.
PS2: Después de pensarlo mucho he decidido no desnudarme porqué estoy leyendo esto des de la oficina.
Vale, como cualquier cobarde que se precie llamaré a la puerta. Después del accidente, de estar empapado y de pensar lo que me va a costar un coche nuevo, no tengo el cuerpo para más historias.
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