Veinte por veintinueve son quinientos ochenta, lo divido entre cien, sumo cinco votos multiplicados por dos, hago la raíz cuadrada de... Oh! Ya estáis de vuelta. Estaba calculando los resultados de la triple votación. No es fácil hacer números cuando has jurado enemistad eterna a las matemáticas. Pero creo que ya tengo todo bajo control.
La última vez que os vi estabais en el comedor de la mansión, a punto de empezar a cenar con vuestro anfitrión, lord Kelnor. En la entrada anterior, os di a elegir el menú de antemano para ahorrar tiempo y pegarle un empujón a la historia. La cuestión a dilucidar es si ese empujón os ha llevado a la cama o a la tumba. Risa malvada, etc.
Franklins, el mayordomo, os ofrece vino. Podéis elegir blanco o tinto.
Asumiendo que un cuadro embrujado tendrá cosas mejores que hacer que tomarle el pelo a las visitas, hacéis caso a su consejo y elegís el vino tinto.
Franklins os sirve y deja la botella sobre la mesa, descuidadamente a vuestro alcance. Veis que el vino blanco que habéis descartado reposa en una cubitera. Parte de la etiqueta asoma entre el hielo y os parece distinguir el dibujo de una tibia en una de las esquinas. No os suena la marca.
"¡Chinchín!", decís elevando la copa hacia vuestro anfitrión.
El conde eleva su copa y sonríe. No lo veis beber.
El vino tinto entra solo. "Impecable", diría, si fuera otro narrador. Debe de ser de buena cosecha, porque la etiqueta de la botella tiene pintado el retrato de un señor estirado con peluca dieciochesca. No tardáis en serviros una segunda copa. Entre el coñac y el vino, empezáis a sentiros achispadillos, pero nada que no podáis controlar.
"Yo no tengo ningún problema con el alcohol", os decís, apurando la segunda copa.
Por supuesto que no tenéis ningún problema. Pero si lo tuvierais, y no digo que lo tengáis, partiríais con ventaja para solucionarlo: ya conocéis una asociación de alcohólicos anónimos.
Llena esa copa bien, Franklins, que aún hay margen. |
El primer plato consiste en una sopa de puerro y patata, que sabe tan bien como suena. Para el segundo, podéis elegir: cordero o pato. El cocinero debe ser un apasionado de su trabajo para haber preparado dos platos diferentes y tan elaborados a estas horas de la noche. O tal vez haya calentado las sobras del día anterior. Elegís el cordero con salsa de mostaza y miel, y acompañamiento de verduritas. Es un tipo de carne difícil de distinguir de la humana, pero ¿cuántos caníbales puede haber en Inglaterra en 1984? Pocos, ¿no?, y mucha casualidad sería que os los hayáis encontrado vosotros.
El cordero llega en una bandeja de plata. Esto os parece significativo y alentador. Probablemente el conde no sea un hombre lobo.
Mientras engullís como pavos, lord Kelnor os pregunta a qué os dedicáis y qué hacéis por estos andurriales en plena noche.
Recordáis las chirimoyas del maletero y decidís contar una verdad a medias.
"Soy importador", respondéis.
"¿Importador?", repite el conde.
"Y exportador. Importador-exportador".
El conde, por su parte, os cuenta que él es el último superviviente de su familia, el último de una larga estirpe de señores envarados con batines. La hacienda en la que está la mansión se extiende kilómetros y kilómetros. En otro tiempo, os asegura, fueron unas propiedades de mucho money, con docenas de arrendatarios que cultivaban las tierras y a los que exprimían con rentas despóticas.
Asentís sin entusiasmo y miráis de reojo vuestro reloj-calculadora.
"¿Este comedor no tiene tele?", preguntáis. Pero habláis para el cuello de vuestra camisa. Una cosa es ser un maleducado y otra demostrarlo.
El conde continúa su relato:
"La situación cambió cuando mi hermana murió en circunstancias misteriosas a la temprana edad de treinta y dos años.
La comida está contrarrestando los efectos etílicos del alcohol, y se os enciende una bombilla. ¿Cómo no habíais caído antes? ¡Estabais comiéndoos el cordero con el tenedor del pescado! Qué despiste más tonto. Ahora entendéis las miraditas que os echa el mayordomo de soslayo.
Lo que no se os ocurre pensar es que la hermana del conde probablemente fuera lady Margaret. Ya sabéis, la maciza del retrato parlanchín que os advirtió acerca de lord Kelnor y su vino blanco. La que se daba un aire a Kelly LeBrock.
No le prestasteis ninguna atención, ¿verdad? ¿Cuántos de vosotros escogisteis el vino al azar? ¡Confesad!
"Encontraron a mi hermana muerta en un claro del bosque", explica el conde. "Tenía extrañas marcas en el cuello".
A lord Kelnor le pasa desapercibida vuestra cara de póquer.
-Lady Margaret ha sido hallada muerta. Estaba desangrada y presentaba dos marcas de dientes en el cuello. En el lugar del suceso se encontró esta capa negra. Pero la policía está desconcertada. |
-Creemos enfrentarnos a un ser sobrenatural. Probablemente una momia. |
"Las noticias viajaron a gran velocidad, y los ignorantes campesinos comenzaron a murmurar cosas acerca de brujería y magia negra. A sus ojos, la mansión estaba maldita. Tonterías de supersticiosos, por supuesto".
Asentís vigorosamente con la cabeza. Típico de campesinos paletos. De haber algo maldito, habría sido el claro del bosque donde encontraron a la mujer, no la casa.
"Pero poco a poco los granjeros se trasladaron a otros pastos, olvidándose de la hacienda".
El conde se queda en silencio, pensativo.
Es el peor final de una historia que habéis oído nunca.
Inclináis la barbilla sobre vuestro hombro y os cubrís la boca con la mano para disimular un eructo. Habéis terminado de comer. El cordero estaba para chuparse los dedos. De muerte, incluso. Prueba de ello es que no habéis dejado ni una migaja en el plato. Os recostáis en la silla y os palmeáis el buche hinchado, satisfechos. No descartáis tener que aflojaros el cinturón.
¿Y esto exactamente dónde le cabe a uno dentro? |
Franklins se acerca de nuevo y, por alguna razón que vosotros atribuís a extravagancias locales, os invita a elegir una de estas tres combinaciones para el postre: fruta, café y brandy; queso, café y brandy; o solo queso y café.
"Qué barbaridad, Franklins". Le palmeáis la espalda. "¿No hay también camello de jorobas rellenas?".
En un arranque repentino de abstinencia, algo impropio de vosotros, elegís el postre que no lleva alcohol, a saber: queso y café.
El servicial Franklins trae una bandeja con un plato de queso y una cafetera humeante.
El aroma del café es delicioso. Nada más olerlo, sabéis que habéis elegido bien. Además, por mucho que tengáis el estómago lleno, ese brandy os habría sentado mal a la cabeza. Y no queréis hacer el ridículo delante de vuestro anfitrión. Ya lo hicisteis por todos los borrachos del globo en la fiesta de fin de año de 1978.
Franklins os sirve el café en una taza de porcelana. Le dais las gracias. Luego corta dos lonchas de queso y las echa dentro del café. No le dais las gracias.
Una pequeña parte de vosotros predijo que esto podía ocurrir. Tenía nombre y escribe buenos libros. Podéis buscarla en los comentarios.
La conversación continúa durante varios minutos hasta que termináis de cenar. Durante ese tiempo le habláis al conde de una película francesa, para demostrar vuestro buen gusto (Adiós, Emmanuele), y luego de vuestras tortugas muertas, para que vea que empatizáis con el fallecimiento prematuro de su hermana.
Esto es lo más asqueroso que he visto en mi vida. |
Concluida la cena, lord Kelnor se pone en pie:
"La charla ha sido muy agradable, pero debe de estar muy cansado. Franklins le mostrará el camino a su habitación. Retirémonos".
No le falta razón. Aunque habéis entrado en calor y vuestra ropa está relativamente seca (ya no parece que os la hayáis puesto recién sacada de la lavadora), estáis baldados. Son más de la una y la tensión de un largo día de conducir (y de hacer turismo por los alrededores de la mansión mientras diluviaba) os ha pasado factura. Os vendrán bien unas horas de sueño. Al levantaros del asiento, dais un traspiés y estáis a punto de sacudiros un costalazo contra el suelo, pero conseguís apoyaros a tiempo en la mesa y evitar el golpe. Lo que no conseguís evitar es arrastrar el mantel y tirar todos los platos, cubiertos y copas de vuestro lado de la mesa.
¿Tan molidos estáis? ¿O es que habéis bebido más de la cuenta?
Os sentís mareados y empezáis a ver borroso. Todas las voces y sonidos a vuestro alrededor se convierten en un confuso murmullo de fondo.
"M-me encuentro...", balbuceáis. "Me encuentrooo... ¡FERPECTAMENTE!".
Tras pronunciar esta última palabra, perdéis el conocimiento y caéis redondos al suelo.
Sí, elegisteis mal. Pero no estáis muertos. Aún. Os equivocasteis al elegir el postre y ahora tendréis que cargar con las consecuencias, porque, en la Mansión Infernal, lo que no mata... mutila o hiere de gravedad.
¿Queréis saber por qué elegisteis mal el postre? Os daré una explicación.
Deberíais haber partido de la premisa de que, por cruel que sea este librojuego, al menos una de las opciones tenía que ser buena y, por lo tanto, podríais haber descartado directamente que todos los alimentos y bebidas estuvieran envenenados o drogados. De hecho, poniéndoos en lo peor, también deberías haber pensado que solo una opción podía ser inocua. Bajo esa hipótesis, dado que el café estaba incluido en las tres combinaciones posibles, era imposible que fuera el factor de riesgo. Por otro lado, el queso y el brandy aparecían cada uno de ellos en dos de las combinaciones posibles, mientras que la fruta en una. Si el brandy hubiera estado drogado o envenenado, la única opción saludable habría sido la tercera, mientras que si lo hubiera estado el queso, la primera. Sin embargo, si la fruta hubiera estado envenenada, habría habido dos combinaciones inocuas, lo cual no encajaría con la idea de fastidiaros lo máximo posible. Además, el coñac es un tipo de brandy, y ya habías probado el coñac del conde sin echar espumarajos por la boca. En definitiva, el queso estaba envenenado y la única opción saludable era la de la fruta. Sé que es una lógica desquiciante, pero ya os lo había advertido.
Se me ocurre también que podríais haber reparado en un pequeño detalle que dejé caer en esta entrada, para facilitaros la labor. Me refiero concretamente a cuando os dije que ERÁIS INTOLERANTES A LA LACTOSA. Sé que no sois actores del método, pero a veces no sé ni para qué me molesto en ayudaros.
Pero no estoy enfadado. Podría haber sido mucho peor, porque si hubieseis consumido el vino blanco y también el queso, estaríais más muertos que el clavo de un ataúd. Dadle gracias a lady Margaret si volvéis a pasar por delante de su retrato.
La música inquietante se intensifica de nuevo. |
Recuperáis la consciencia poco a poco. No sabéis cuánto tiempo ha transcurrido desde que hicisteis "¡TRONCO VAAA!" en el comedor, pero no ha podido ser mucho, porque todavía es de noche y sigue lloviendo a cántaros. Eso es lo primero en lo que os fijáis porque en la habitación hay una ventana y está justo enfrente de vosotros. Además, si descontáis la silla a la que estáis atados de pies y manos, la ventana es lo único que hay en la habitación que merezca la pena mencionar.
A medida que os vais encontrando mejor, repasáis vuestro estado.
- Resistencia: 17.
- Destreza: 9 de 12 (hasta que encontréis un arma).
- Suerte:
76. - Miedo: 0 (sobre 9).
Curiosamente, en cuestión de puntos seguís igual que como estabais antes de la cena. Ni siquiera estáis más asustados, tal vez porque os habéis bebido la mitad de la bodega del conde y el alcohol envalentona.
Eso sí, os duele la cabeza, tenéis la boca más seca que una suela de beduino y vuestro estómago ha decidido dar un giro a su carrera y convertirse en acróbata circense. Aun así, os habéis despertado en situaciones peores. Enumeremos los principales motivos para ser optimistas: aún lleváis la ropa puesta, no tenéis una batería de coche conectada a vuestra entrepierna y tampoco hay un tanque de ácido pendiendo sobre vuestra cabeza. Comparados con los rusos, el conde y sus lacayos son unos novatos.
Hacéis unas cuantas inspiraciones profundas para tranquilizaros e, inmediatamente, trazáis un plan: mearos encima y pedir socorro. Luego trazáis un segundo plan más digno: os acercaréis dando botes hasta la ventana, romperéis el cristal de un golpazo y cortaréis las ligaduras con uno de los fragmentos. Igual que en las películas.
"Esto es pan comido", os decís.
Veinte minutos más tarde, y solo después de haberos caído, arrastrado, levantado y vuelto a caer treinta y siete veces, alcanzáis la ventana, que estaba a a medio metro de distancia de donde empezasteis vuestro torpe recorrido.
El viento arroja trombas de agua contra el cristal. Si os quedáis mucho tiempo mirando por la ventana, es inevitable que os entren ganas de mear. Tenéis que hacer algo rápido:
- Seguir adelante con el plan, pese a que podríais cortaros con el cristal y acabar desangrándoos cual gorrinos.
- Lo mismo, pero Probando vuestra Suerte, es decir, apostando a que yo haga una tirada lo suficientemente buena para evitar que os hagáis pupa. Os recuerdo que tendría que tirar dos dados y sacar un resultado igual o inferior a vuestra SUERTE (o sea, un 6 o menos, porque ya recurristeis a ella antes). No es una tirada fácil, así que luego no me vengáis llorando si la pifio.
Vamos que en definitiva hay altas probabilidades de que nos desangremos hagamos lo que hagamos. Supongo que dadas las circunstancias lo mejor sería ahorrar suerte para más adelante. Seguro que nos encontramos cosas mas terribles que unos cristales rotos.
ResponderEliminar¿Estás seguro? ¿Nunca has pisado cristales rotos yendo descalzo?
EliminarDudo horrores que algo así acabe siendo una cuestión de vida o muerte como para acabar aquí la aventura. He visto vídeos de gente que va a traspasar una ventana cerrada creyendo que está abierta, romperla y seguir como si nada. Yo me cargué una puerta de cristal de un empujón y me clavé un trozo en la cadera, pero aquí sigo. Incluso mi perro rompió una mesa de este material de un cabezazo, y murió... Pero de viejecito y mucho más tarde, no os asustéis. Con lo de la mesa no pasó nada salvo tener que pagarla, porque cabezazos caninos parece ser que no los cubría el seguro.
ResponderEliminarA mi juicio no vale la pena malgastar suerte por evitarnos un rasguño/rasguño con mala pinta, así que a cargarse el cristal sin andarnos con chiquitas.
Lo siente por tu perro. Seguro que era un bruto adorable.
EliminarHay unas cuantas muertes instantáneas en el libro. Es mejor que no os confiéis.
Hemos venido a jugar y a montar nuestra propia película. A romper esos cristales.
ResponderEliminarMe tendréis que ceder los mandos antes o después para combatir. Espero que no sea cuando ya estéis lisiados y medio desangrados.
EliminarCon dos dados de seis caras hay 36 posibles resultados, de los cuales, 15 son favorables, eso es un 41,67% de acertar, pero tirando el dado eso gastaría un punto de suerte que puede venir bien para una situación peor (y después SIEMPRE es peor). Todavía estamos a tope de vida, 17 parece bastante resistencia, vista la crueldad del libro seguro que nos cortamos si probamos sin gastar suerte, pero dudo que un pequeño corte nos quite demasiada resistencia, además seguro que después encontramos unas tiritas...
ResponderEliminarPS: ¿Y el segundo plato? ¿Había algún peligro en el segundo plato o daba igual?
Voy a considerar que tus cálculos son correctos y reírme de la probabilidad en la cara.
EliminarRespecto del segundo plato, la opción mala era rechazarlo. Podríais haberos hinchado a cordero y pato sin problema.
No queremos la suerte, lo rompemos a lo loco! XD
ResponderEliminarSigh... ¿Cuándo aprenderéis? ¡¿Cuándo?!
EliminarHombre, no creo que sea tanto el corte como para desangrarse, no? La suerte para otra ocasión. Opción 1
ResponderEliminarEl reguero de sangre conduce a una caterva de vampiros hasta ti. Estás muerto.
EliminarLos puntos de suerte como los consumibles en los videojuegos de RPG: siempre hay que guardarlos por si son necesarios para alguna ocasión futura más comprometida. Hasta que la aventura concluye (bien o mal, es irrelevante) y nunca se usan. Así que a por ese cristal a pelo.
ResponderEliminarY también para ahorrarte el proceso de tener que tirar dados y hacer aritméticas del azar, como una disculpa por no tomar en cuenta tus ayudas. Que seguramente seguiremos ignorando.
Ah, el típico jugador de RGP que racanea con los ítems. Te entiendo. Yo también soy de esos que se reservan cualquier consumible escaso para ese momento de dificultad extrema que nunca llega o nunca quieres ver llegar.
EliminarUsa los puntos de suerte. Total, si no fijo que palmamos cortándonos con el cristal o que si se rompe no podamos coger ningún fragmento. Al menos si logramos la tirada de suerte puede que alguno caiga donde debe o corte lo que debe.
ResponderEliminarDebería tirar yo los dados, una vez conseguí jugando al parchís logré más de 30 tiradas seguidas por debajo del cinco (y teniendo en cuenta que era la tirada inicial, imagina que humillación)
¿No había una regla en el parchís para salir antes si no lograbas sacar un cinco ni un seis? O puede que a mí me engañasen en casa para no herir mis sentimientos.
EliminarEstoy de acuerdo con los que prefieren reservar puntos de suerte para cuando tengamos una guillotina en el cuello y una vela quemando la cuerda... A por la ventana a pecho descubierto!
ResponderEliminarCristales, pecho descubierto... Peligrosa combinación.
EliminarCreo que podemos permitirnos perder un par de puntos de resistencia o quizás tres e ir directamente hacia los cristales de la ventana. Nuestras diez flexiones diarias nos protegerán. Los puntos de suerte es mejor guardarlos para cuando hagan falta de verdad y nos enfrentemos al hechicero de la MOntaña de Fuego... No, espera eso es otro libro, bueno, da igual, que nos guardamos los puntos de suerte.
ResponderEliminarComo seáis siempre así de permisivos y me dejéis la resistencia tiritando, ya te digo yo que de los combates no saldréis vivos. Zagor opina lo mismo que yo.
EliminarLa suerte nunca está de mi parte pero, teniendo en cuenta que yo no tiro los dados, haré una excepción. Adelante TDLB. No nos falles. Confiamos en ti.
ResponderEliminarNo todos depositaron su confianza en mí. Hay mucha gente prudente.
EliminarCómo tiene pinta de que va a salir lo contrario me permito el lujo de elegir tirar de Suerte. Ahorrar recursos para el futuro va contra mis principios desde que me terminé el Tomb Raider 2 con 753 vendas y 894 bengalas.
ResponderEliminarEse logro debería haber desbloqueado un disfraz de momia con una corona de bengalas.
EliminarAlgo me dice que si usamos la suerte y fallamos el resultado* será el mismo que si no la usamos. Pero con un punto menos. Así que mejor romper el cristal ya.
ResponderEliminar(*Confío en que uno no mortal. Si 17 puntos de resistencia no nos protegen de un simple cristal roto dudo que lo hagan de un vampiro playboy y sus lacayos.)
Ni siquiera con un punto menos. Mismo resultado. Pero era una oportunidad de evitar EL DOLOR.
EliminarDe todos modos, yo vigilaría más el miedo que la resistencia.
Gracias por la parte que me toca :). Me acordé de lo del café y bacon, pero pensé que no serían capaces de una cochinada semejante... y me equivoqué. "Mansión execrable", debería llamarse.
ResponderEliminarTambién decir que hay que ser muy retorcido para que en un banquete con sopa, carnes nadando en salsa y licores varios, lo que envenenen sea el queso. Quiero decir, ¿cómo lo disimulan, lo untan por los lados? ¿Se lo inyectan? ¿Lo mezclan con el cuajo y luego lo dejan curar durante meses junto a un cartel de "No tocar"? Es que ni siquiera lo ponen con aceite, no, nos lo sirven así, a lo bruto, venga hombre, me parece vergonzoso y no, no me da la gana de calmarme, cálmese usted!
De la opción que toca, parece que es elegir un mal menor (seguramente un punto de constitución al atravesar el cristal) o echar a suertes sufrir algo más grave o salir indemnes. Como soy bastante conservador atravieso la ventana a lo bruto.
Gracias a ti. Los comentarios enriquecen el blog, y de estas entradas en particular estoy tomando todas las ideas que puedo.
EliminarAhora que lo dices el queso tenía un extraño barniz verde que desprendía cierto tufillo a narcótico.
1. Romper los cristales a pelo.
ResponderEliminarPorque ahora es el momento de demostrar que las clases de aerobic a las que asistíamos en el gimnasio del centro comercial merecieron la pena. ¡Ja! ¡Y se reían de nosotros! Pues si nos vieran ahora, igual se reirían hasta más.
El giro.
EliminarPor cierto, Brocha, quizá sería recomendable que le echases un ojo a las etiquetas que le pones a las entradas de La Mansión Infernal porque de una entrada a otra las vas cambiando.
ResponderEliminarPor otro lado, quizá sería recomendable que pusieses en estas entradas una etiqueta con nombre "La Mansión Infernal" para que en el futuro sea más fácil encontrar estas entradas en concreto.
Más que irlas cambiando es que una de ellas (Lucha Ficción) se me cortó en algún momento (quedando solo Ficción) y, al ir copiando las etiquetas en las nuevas entradas, he arrastrado el error. Gracias por decírmelo.
EliminarCuando termine la aventura, veré qué hago para facilitar su localización. Como mínimo irá en el apartado de especiales de Halloween.